TRAS LA MASCARADA

El Superestilo y el arte del vigilantismo humanoide

Doug Roth visita la Antártica para entrevistar a Adrian Veidt

VEIDT: «La cosa más terrible en la campaña para la reelección del presidente es que con la victoria en Vietnam, no veo cómo pueden fracasar. ¡P.A.V.O.R.! Qué horrible acrónimo. ¿Me pregunto quién los acuñaría? Alguien que veía demasiados episodios del «Hombre de C.I.P.O.L.» en los años sesenta... Liddy... u otro de esos humanoides de Washington».

«Humanoides». Estoy sentado hablando con un super-héroe retirado en una cúpula de cristal repleta de plantas tropicales y pájaros del paraíso, mientras fuera el viento del Antártico levanta una ventisca contra el cristal. Aunque a estas alturas ya nada me sorprende, el repentino uso de tan extraño término me choca. ¿Quizás oculta un imperceptible desprecio por los humanos tras esa agradable fachada dorada? ¿Por qué «humanoides»? Se lo pregunto, y ríe.

VEIDT: «Lo siento, es una especie de chiste personal. Me refiero a los subordinados directos de Nixon como humanoides desde aquello del banquete... y es verdad, lo prometo... cuando uno de los ayudantes del presidente vertió un vaso de agua sobre el vicepresidente Ford. El ayudante se diculpó, es obvio, pero Ford sonrió y dijo «Oh, no importa. Nadie es humano». (Risas) Les he llamado humanoides desde entonces».

La risa de Adrian Veidt es tan franca, profunda y cálida que me sorprendió mientras su jet descendía del blanco cielo antártico al pequeño y aparentemente peligroso punto que era la pista de aterrizaje, situada en un trozo de hielo sin fin abajo a lo lejos. El paisaje era duro y frío, demasiado grande para abarcarlo, y eso es lo que esperaba de cualquier hombre que decidiese vivir en él.

El avión fue recibido en la pista de aterrizaje por tres entusiastas y amistosos vietnamitas que me acompañaron entre obeliscos de oscuro mármol con toques púrpuras hacia la fotaleza que domina las desnudas y blancas extensiones que la rodean.

¿Sirvientes? Mi sensibilidad liberal rechaza el concepto de la esclavitud. Más tarde, sin embargo, al saber que esos hombres habían sido refugiados del Vietcong con peligro de perder sus vidas sin la intervención de Veidt en las purgas que siguieron a la victoria de América, no estuve tan seguro. Como la Antártica no pertenece a ninguna nación, los hombres en teoría están a salvo de la extradición, y su supuesto señor parece tratarlos mas como amigos respetados que como lacayos. Ciertamente, parecen felices hasta el delirio con su suerte y su «casero».

«Mr. Veidt se ha esforzado por comprender nuestra cultura. A menudo hablamos de nuestras creencias religiosas, y hace muchas preguntas». El hombre que dice esto es sincero y agradecido en su testimonio, mostrando una protectora ansiedad casi paternal porque la revista no desvirtué a su jefe:

«No es una de esas estrellas del pop. No se inyecta drogas, ni trata mal a las jovencitas. Ponga eso bien claro». Cuando llegamos a la fortaleza, Veidt está todavía realizando su entrenamiento diario en un gimnasio de vastas proporciones, casi de ensueño, donde las barras paralelas se unen en el infinito. Soy cordialmente invitado a mirar mientras él termina, y al observar ese perfecto cuerpo, como un reloj suizo, doblándose y haciendo círculos sobre mi desafiando sin esfuerzo la gravedad, todas mis dudas sobre la accesibilidad de Veidt me vuelven.

Ahí está, justo enfrente: el hombre. Adrián Veidt. Ozyman... whoops Uh-uh. Ya no le llamamos así, ¿verdad? La máscara ha caído, pero mientras da vueltas centrífugas alrededor de la barra lenta y grácilmente, aún lleva las mallas doradas y la cinta del pelo. Todas mis novias de los últimos años querían acostarse con él más que con Jagger, Springsteen o cualquier otro, y aquí estoy ahora, observándolo y, maldición, he de admitir, maldita sea, ¡que parece un maldito dios! Aún no me puedo creer que acceda a ser entrevistado por alguien tan obviamente hundido en la miseria genética como yo... pero aquí viene, cayendo al suelo, cogiendo la toalla púrpura que más tarde veo que es la túnica de su disfraz, y se frota con ella los brazos de una forma claramente humana. Camina hacia mí, su sonrisa entre Jackie Coogan y John F. Kennedy, ofreciéndome una mano que aprieta tan fuertemente la mía que agradezco que sea amistosa. Mira hacia las ventanas del gimnasio, fuera amenaza una ventisca y vuelve a sonreír.

«No es el tipo de nieve que tienen en California, Mr. Roth».

¡Un chiste! Adrián Veidt, ¡Osy-terrible-mandias en persona me ha contado un chiste! ¡Whoooo-ee! A partir de aquí se rompe el hielo, y después de vestirse me enseña la fortaleza, aun más opulenta que Versalles. Acabamos en una gran sección del vestíbulo principal donde hay una pared cubierta por completo con pantallas de T.V., todas sintonizadas en diferentes canales. Es aquí donde mantenemos nuestra conversación, y noto que sus ojos se deslizan a menudo por el caos de imágenes cambiantes mientras hablamos. Sólo después de expresar mi preocupación por el ruido de fondo y mi equipo de grabación, se decide a desconectar el sonido de los múltiples televisores. No parecen afectar su concentración para nada. Antes de iniciar mi entrevista, tomo aliento y recuerdo por qué estoy aquí. Silenciosamente, antes del escándalo del Acta de Keene, uno de los más respetados y consistentes super-héroes «izquierdosos»de América, se retiró de la lucha contra el crimen par a emprender una carrera como hombre de negocios. Cuando esta revista le telefoneó para preguntarle por qué, se ofreció amablemente a llevarme a su retiro antártico donde podríamos realizar una entrevista cómodamente. Suspirando, aprieto la tecla del cassette y empiezo.

 

NOVA: ¿Cómo llegó a convertirse en un super-héroe? ¿Eran ricos sus padres? Me refiero a si le dieron ventajas.

VEIDT: No tantas que no pudiera rechazar. Mi madre me dejó mucho dinero cuando murió, pero yo lo doné todo a la beneficencia cuando tenía diecisiete años. Quería probar que podía conseguir cualquier cosa empezando de cero. Además quería liberarme del valor del dinero. Nunca ha sido un problema para mí. Para contestar a su pregunta, has de ser un super-héroe para creer en el héroe que tienes dentro y hacerlo surgir gracias a tu voluntad. Creer en ti mismo y tu propio potencial, es el primer paso para descubrir ese potencial. Otro camino es hacer lo que hizo Jon: entrar en un reactor nuclear y esperar lo mejor. De todas formas, creo que prefiero seguir con mis propios métodos (Risas).

NOVA: Me perdonará por decir esto, pero ¿no tiene esa filosofía algo de Norman Vincent Peale? ¿Todo eso de la autorrealización? ¿Cómo ha explotado exactamente su potencial hasta conseguir su nivel?

VEIDT: Las disciplinas de ejercicio físico, meditación y estudio no son nada esotéricas. Los medios para conseguir una capacidad más allá de lo que se llama una persona normal están al alcance de todos, si el deseo y la voluntad son lo suficientemente fuertes. He estudiado ciencia, arte, religión y un centenar de filosofías distintas. Cualquier persona podría hacer lo mismo. Aplicando lo que aprendes y ordenando tus pensamientos de una forma inteligente es posible conseguir casi todo. Posible para una «persona normal». Hay una idea que quisiera ver enterrada: la persona normal. Ridículo. No existen personas «normales».

NOVA: Volviendo a su carrera como super-héroe, ¿por qué la dejó?

VEIDT: Había un montón de razones, pero supongo que básicamente se debió a mi creciente incertidumbre sobre el papel del héroe disfrazado en los setenta. ¿Qué significa exactamente luchar contra el crimen? ¿Significa defender la ley cuando una mujer roba para alimentar a sus hijos? ¿O significa luchar para descubrir a aquellos que, legalmente, le han causado su pobreza? Sí, he desarticulado tráficos de drogas y me han acusado de ser un títere de las clases dirigentes por ello... eso me pasaba mucho en los sesenta. También he descubierto planes de facciones extremistas disidentes en el Pentágono, por ejemplo aquel de extender ciertas enfermedades específicas entre la población de África, cuyo descubrimiento llevó al New Frontiersman a denunciarme como un «Muñeco de Pekín»debido a los viajes a Oriente en mi juventud. He llegado a un punto en el que he comenzado a preguntarme si luchar individualmente contra la maldad hace realmente bien al mundo globalmente. Esa maldad es sólo síntoma de una enfermedad generalizada del espíritu humano, y no creo que se pueda curar una enfermedad suprimiendo sus síntomas.

Ese sistema no funciona. Quizás como hombre de negocios pueda hacer más bien, a una escala más importante.

NOVA: ¿Qué clase de mundo ve en el futuro?

VEIDT: Eso depende de nosotros... de todos y cada uno de nosotros. La futurología me interesa quizás más que cualquier otro tema, y por eso dedico gran parte de mi tiempo a su estudio. La tecnología progresa a pasos agigantados y dudaría en predecir cualquier limitación a lo que somos capaces. Un nuevo mundo está a nuestro alcance, lleno de experiencias y posibilidades inimaginables, si sólo lo deseamos de veras. No una utopía... no creo que ninguna especie pueda seguir creciendo y evitar el estancamiento sin «alguna» adversidad. Creo en una sociedad con una base más humana, donde los problemas que acecharan fueran al menos nuevos problemas.

NOVA: ¿No cree que existe la posibilidad que hayamos destruido el ambiente irremediablemente, o que pueda producirse algún día una guerra nuclear con los rusos?

VEIDT: Claro. Claro que lo creo. Ignoraría los hechos si no aceptara esas cosas como fuertes posibilidades. Como dije, todo depende de nosotros, de si individualmente queremos un Armaggedon o un nuevo mundo de potencial fabuloso y sin límites. Creo que hay gente que quiere de veras, aún inconscientemente, el fin del mundo. Quieren ahorrarse las responsabilidades de mantener ese mundo, ahorrarse el esfuerzo imaginativo que requiere construir el futuro. Y, por supuesto, hay otra gente que desea vivir. Veo a la sociedad del siglo veinte en una especie de lucha entre la luz y la extinción. En un lado tienes a los cuatro jinetes del apocalipsis...

NOVA:...¿y en el otro?

VEIDT: El séptimo de caballería (Risas).

NOVA: Cambiando totalmente de tema, ¿suele escuchar música? Me pregunto cuáles serán sus gustos, siendo un superhéroe...

VEIDT: Me gusta la música electrónica. Debe ser muy típico de un superhéroe, supongo, ¿no? Me gusta la música de vanguardia en general. Cage, Stockhausen, Penderecki, Andrew Lang, Fierre Henry. Terry Riley es muy bueno. Oh, y he oído una nueva e interesante música de Jamaica... una especie de híbrido entre la música electrónica y el reggae. Es fascinante ver cómo nuevas formas musicales se generan cuando una cultura mayormente pretecnológica accede a las modernas técnicas de grabación sin los prejuicios tecnológicos que hemos acumulado y limitan nuestra visión. Se llama «dub music». Te gustaría, estoy seguro.

NOVA: ¿Cómo se lleva con el resto de la hermandad de superhéroes? Algunos parecen muy de derechas en contraste con su propia postura. Pienso en Rorschach, el Comediante, Dr. Manhattan...

VEIDT: ¿Jon? ¿De derechas? (Risas) Si hay algo en este cosmos que ese hombre sea incapaz es de tener inclinaciones políticas. Créame... tiene que conocerlo para comprender. Es decir, ¿Ud. qué prefiere, hormigas rojas o negras?

NOVA: ¿Uh...? Bien, no tengo ninguna preferencia particular...

VEIDT: Exacto. Imagínese cómo se siente Jon. Rorschach, no lo sé muy bien. Creo que es un hombre de una gran integridad, pero ve el mundo en blanco y negro, en términos maniqueos. Personalmente creo que se debe a su limitación intelectual.

NOVA: ¿Y el Comediante? Creo que hay rencillas entre ustedes. Oí que le venció en un combate, cuando usted empezaba...

VEIDT: Sí, bueno, ese fue un caso de confusión de identidad, un mal entendido. Por alguna razón suele pasar cuando los enmascarados se encuentran por primera vez (Risas).

NOVA: ¿Pero usted y el Comediante no se soportan mutuamente?

VEIDT: Cielos, al final me va a obligar usted (Risas). No, no somos grandes amigos. En gran parte son diferencias políticas. El me ve como un aficionado intelectual que se mete en asuntos nacionales que no le conciernen. Yo le veo como un mercenario amoral que se alia a cualquier facción política que le garantice la máxima licencia. La diferencia es así de simple y profunda.

NOVA: ¿No siente, entonces, una desilusión general contra sus compañeros?

VEIDT: En absoluto. Algunos de mis mejores amigos se cuentan entre ellos. Les deseo todo lo mejor en los años venideros.

NOVA: En confianza, a menudo se habla de usted como «el hombre más listo del mundo». ¿Es eso verdad, o acaso le molesta?

VEIDT: No, eso no es verdad, pero es muy halagador y no me importa. Si alguien quiere llamarme «el hombre más simpático del mundo», hey, también estará muy bien (Risas). No, no, no me importa ser el hombre más listo del mundo. Sólo desearía no serlo de éste.




 

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