He
aprendido
a mirar tu corazón,
a conocer tus silencios
y
descifrar lo que transmites
a través de ellos.
A vislumbrar lo que se
oculta en tu sonrisa.
A valorarte por lo que eres
olvidando cuánto
puedas poseer, ni cuán lejos
logres llegar .

He aprendido
a compartir tus alegrías,
llorar tus pesares,
escuchar tus inquietudes
y celebrar tus triunfos.
A brindarte apoyo cuando
pareces flaquear en alcanzar
tus ideales.

He aprendido
a añorar cada espacio de tu ser
sin pretender
cambiar ni restar una porción
de lo que eres como
individuo.
Respetando tus
instantes a solas,
para que descubras
lo que hay en tí.
Para que acaricies tus sueños
y decidas si los tomas o
perpetúas en
sentido abstracto.
Para que seas tú mismo.
Porque
no puedo obligarte
a
comprenderme,
compartir
mis ideas
ni
pronunciar las palabras
que
deseo escuchar,
pues
el corazón no
ofrece
resistencia
cuando
el sentimiento es
verdadero
fluyendo
por sí mismo
y
adentrándose en el mío.
 
Amado
eres
por
todas las fuerzas de mi ser
y
ese sentimiento me ha
llevado
a
conocer la magnitud del amor,
engrandecer
lo que soy,
a
descubrir la mujer
que
vive en mí;
que
anhela amar
sin esclavizar
y
ser amada en libertad
para
volar.
Lydia
E. Martínez Santiago (eve)
22
de octubre de 2001
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