Cuán
anhelado,
esperado
y
apreciado.
Que
desearía
congelar
el
instante
para
que
perdures
en
mí.
Pero
te
apresuras
en
tu
camino,
tan
altivo,
propio
dueño
de
tu
destino.
Burlas
a
los
que
te
dejan
escapar
Recompensas
los
que
te
saben
valorar.

Amigo
consejero
¡cuántas
razones
traes
contigo!
¡cuánta
verdad
demuestras!
Sanas
viejas
y
profundas
heridas;
Logras
que
conozca
mi
ser
interior. Me
devuelves
el
amor
que
mío
fue.
Compañero
de
jornada
cómo
nos
cambias,
permaneciando
tú
tan
intacto.
Cuán
capaz
eres
de
fortalecer
un
corazón,
forjar
un
carácter;
aunque
no
comprendamos
tu
manera
de
lograrlo.
Tan
escaso,
tan
breve
que
apenas
eres
evidente.
Llegas
al
momento
preciso
y
desapareces
al
cumplir
tu
misión.
Tiempo...
un
tesoro
que
encontramos
en
nuestro
paso
por
la
vida
y
permanecerá
aunque
dejemos
de
existir.
Lydia
E.
Martínez
Santiago
(eve)
22
de
agosto
de
2001
|