Los términos relativismo, escepticismo y subjetivismo comprenden un amplio conjunto de teorías y tendencias intelectuales diversas, que sin embargo tienen un parentesco subyacente. A pesar de las múltiples diferencias específicas tienen una característica común. Todos ellos consideran a la razón como dependiente de alguna manera de algo que es de carácter no-racional. Esto es lo esencial de lo que Husserl denominó psicologismo. En su época se concebía el organismo humano, es decir, el objeto de la psicología, como la fuente no-racional de la razón. Desde la época de Husserl, los filósofos “empiristas” han concebido a la psicología o ciencia de la “naturaleza humana”, como la ciencia fundamental a la que son relativos todas las demás ciencias. Por cierto Husserl adoptó el nombre de Psicologismo para la tendencia a relativizar la razón o a hacerla dependiente de algo distinto de ella misma. De hecho, sin embargo, esa polémica se dirige contra un conjunto de teorías mucho más amplio de lo que a primera vista sugeriría este término. De este modo, incluye específicamente, las varias fuentes “idealistas” de la racionalidad: “Verstand”, “Vernunft”, “Bewasstsem”, incluso “Bewasstsein überhampt” (L.U I, p. 124)[1], cualquier cosa o substancia o absoluto que se afirma que determina o influye o “incluye” los actos intencionales de la razón. Afirmar la dependencia de la razón de cualquier entidad no racional es ser posible el Psicologismo en el sentido de Husserl.
En los capítulos III a X del primer volumen de las L.U Husserl no se interesa en varias aberraciones metafísicas con las que está indisolublemente unido. Se limita a un examen del estatuto lógico de la doctrina, cualquiera que sea la forma particular que adopte.
a)
Las consecuencias del
psicologismo
El
intento de afirmar el relativismo de la razón, conduce a consecuencias que son
no tanto falsas cuanto sin sentido, es decir que no tienen la capacidad de ser
verdaderas o falsas.
En
primer lugar, hablar de lo que es verdad para una cierta especie o género de
seres implica que el mismo contenido es falso para una especie o género de
seres. Pero el mismo contenido no
puede ser a la vez ambas cosas, es decir,
verdadero y falso. Por lo tanto, la
tesis del relativista contradice el sentido de las palabras que utiliza para
afirmarla. Tal tesis es, hablando
en estricto rigor, algo sin sentido. En
segundo lugar, hacer a la verdad dependiente de la constitución o conformación
de cierta especie es basarla sobre un hecho temporal e individualmente
determinado. Por supuesto, la
verdad acerca de un hecho no debe ser confundida con el hecho.
Pero es aún más absurdo confundir la verdad en general con
ciertos hechos o acontecimientos individuales.
Lo que es significado por el juicio
2+2= 4 no debe ser confundido con el acto temporal mediante
(o por) el cual juzgamos que 2+2= 4.
Hacerlo es un absurdo. En
tercer lugar, si la verdad es esencialmente determinada o cualificada
esencialmente por la constitución humana se sigue que si esta constitución
fáctica cesase de existir, cesaría también de existir la verdad.
Esto equivale a sostener que es verdad que no hay verdad.
Y esta conclusión es un puro non
– sense.
Sin embargo, el antecedente es lógicamente posible.
Puede ser falso, pero ciertamente no es un absurdo, el que la especie
humana, o cualquier otra especie constituida fácticamente, pudiera cesar de
existir. De aquí que toda esta
argumentación hipotética sea un absurdo lógico, porque junta un antecedente lógicamente
posible con una conclusión lógicamente imposible.
En
cuarto lugar, si la existencia fáctica de una especie, por ejemplo, el hombre,
causa su propia existencia verdadera, estamos forzados a concluir que este ser fáctico
es causa sui. El absurdo de una tal
afirmación aparece mucho más clara si consideramos la verdad (posible con
respecto a cualquier ser fáctico) que ya no existe. En este caso nos veríamos
b)
Las fuentes inmediatas (o próximas)
del Psicologismo
Estos
absurdos surgen primaria u originariamente de una tendencia, profundamente
asentada, a confundir estructuras intencionales, de un carácter
puramente formal, con los actos psicológicos individuales (o
particulares) mediante los cuales (o por los cuales) dichas
estructuras son intencionadas. Hay
tres tipos fundamentales de argumentos que se utilizan habitualmente para tratar
de justificar esta confusión de la lógica con la psicología.
En
primer lugar, se ha sostenido erróneamente, incluso por aquellos firmemente
dispuestos a defender la autonomía de la lógica, que los principios
lógicos sólo son “normas” o reglas que gobiernan el pensamiento “válido
o “legítimo” y lo distinguen del pensamiento “no válido” o
“ilegítimo”. Prima
facie, esto parecería proporcionarnos un medio de combatir el psicologismo.
De hecho, esta posición está entregándose, sin darse cuenta, en manos
del Psicologismo. La “norma”
como tal, es considerada o mirada psicológicamente para ser utilizada como una
guía psicológica. En la medida en
que el estatuto riguroso y exacto de tales normas permanezca sin ser aclarado,
es natural suponer que son simplemente características más o menos
accidentales de la constitución fáctica de ciertos individuos o ciertas
especies. Una de las secciones más
valiosas de las Logische Untersuchungen
(pp. 154 de la edición alemana) muestra con una claridad muy
convincente
En
segundo lugar, puede plantearse la cuestión acerca de si el contenido de la lógica
no consiste en juicios, pruebas, conclusiones, verdad, probabilidad, necesidad,
etc. ¿Cómo podríamos considerar todo esto sino como sucesos o acontecimientos
psíquicos? Juzgar, probar y
concluir son formas de actividad psíquica. ¿Acaso la verdad, la probabilidad,
la necesidad no deben ser vividas y experimentadas psíquicamente?
Sin duda esta es la fuente fundamental del psicologismo, un caso de la
falacia de conversión de accidente a
dicto
secundum quid ad
dictum simpliciter. Los actos
intencionales especiales, mediante los cuales
la forma y la estructura son intencionadas humanamente se confunden con aquello
que es intencionado mediante ellos. Esta
distinción entre el acto intencional y aquello que es intencionado fue
reconocida por la filosofía clásica (Cfr. p.g. Santo Tomás S. Th. I, Q 85, art. II)
pero fue desconocida por los pensadores modernos.
Como señala Husserl, está completamente ausente en Hume y de toda la
tradición “empírica” que proviene de él.
En el principio de Berkeley ese est percipi, el olvido de esta distinción está
en la raíz del idealismo. Como
indica Husserl es difícil, aún para la más superficial descripción de los
procedimientos matemáticos, pasar por alto la distinción entre los procesos psíquicos
de contar, sumar, multiplicar y dividir y las sumas, productos y cuocientes
intencionados por dichos actos. Esta
estructura intencional es discernible en todo tipo de conocimiento.
En todo caso el acto de intencionar es distinto de aquello que es
intencionado y en modo alguno es el primero una “causa” del segundo.
[1]
“Entendimiento”, “razón”, “conciencia”, “conciencia en
general”.