LA CRÍTICA DE HUSSERL AL PSICOLOGISMO                                                                (Husserl Gegen den Psychologismus)                                                                                                              Trad. Dr. Raúl Velozo Farias

 

Definición del psicologismo  

Los términos relativismo, escepticismo y subjetivismo comprenden un amplio conjunto de teorías y tendencias intelectuales diversas, que sin embargo tienen un parentesco subyacente.  A pesar de las múltiples diferencias específicas tienen una característica común.  Todos ellos consideran a la razón como dependiente de alguna manera de algo que es de carácter no-racional.  Esto es lo esencial de lo que Husserl denominó psicologismo.  En su época se concebía el organismo humano, es decir, el objeto de la psicología, como la fuente no-racional de la razón.  Desde la época de Husserl, los filósofos “empiristas” han concebido a la psicología o ciencia de la “naturaleza humana”, como la ciencia fundamental a la que son relativos todas las demás ciencias.  Por cierto Husserl adoptó el nombre de Psicologismo para la tendencia a relativizar la razón o a hacerla dependiente de algo distinto de ella misma.  De hecho, sin embargo, esa polémica se dirige contra un conjunto de teorías mucho más amplio de lo que a primera vista sugeriría este término.  De este modo, incluye específicamente, las varias fuentes “idealistas” de la racionalidad:  Verstand”, “Vernunft”, “Bewasstsem, incluso Bewasstsein überhampt (L.U I, p. 124)[1], cualquier cosa o substancia o absoluto que se afirma que determina o influye o “incluye” los actos intencionales de la razón.  Afirmar la dependencia de la razón de cualquier entidad no racional es ser posible el Psicologismo en el sentido de Husserl.

  Es fundamental darse cuenta que el psicologismo representa más bien una tendencia más  que  un  tipo  específico  de  teoría.   Cualquier  concepción  que,  por ejemplo, hiciera relativas o dependientes a las “categorías” de un “estadio del desarrollo humano” o a la “constitución psicofísica de la especie homo” es claramente psicologista.  Pero, se puede recurrir en el psicologismo de manera mucho menos obvia.  Incluso la utilización de una frase tal como “mi mente” es psicologista en la medida en que sugiere que la razón es algo determinado por o entendido en mí.  Todas las expresiones similares, como por ejemplo “mente grupal”, o la “mente de una determinada época”, o incluso “la mente”, son psicologistas.  Por supuesto, tales expresiones pueden ser utilizadas legítimamente.  En este último caso, ellas indican lo que ha sido aprehendido o afirmado como verdadero por cierta persona o ciertas personas.  Pero si usamos estas expresiones sin extremas precauciones, en el discurso común en la época actual, representan al psicologismo, porque significa que la razón como tal está esencialmente influida o determinada por alguna entidad particular o específica.  No importa si esta entidad sea concebida como subracional  u supraracional.  Referirse a la mente angélica o incluso a la mente divina es incurrir en psicologismo porque es sugerir que la razón puede estar sometida a determinaciones tanto accidentales como esenciales de una fuente externa.  La razón, doquiera que se realice, es pura y simplemente razón.  Negar esto es incurrir en psicologismo.

Esquema de la polémica de Husserl

En los capítulos III a X del primer volumen de las L.U Husserl no se interesa en varias aberraciones metafísicas con las que está indisolublemente unido.  Se limita a un examen del estatuto lógico de la doctrina, cualquiera que sea la forma particular que adopte.

  Después de considerar la distinción entre el acto mental psicológico y la intención del acto (cap. III), y la explícita reducción de la última a la primera por lógicos tales como Mill, Sigwart y Lipps (cap. III), procede a examinar, en primer lugar, las consecuencias fatales de esta confusión (capítulos IV, V, VI) y luego, en segundo lugar los prejuicios erróneos sobre los cuales descansa (cap. VIII).  Resumiré, dejando fuera el capítulo sobre el relativismo (cap. IX), estas dos fases de la investigación.

a)        Las consecuencias del psicologismo

El intento de afirmar el relativismo de la razón, conduce a consecuencias que son no tanto falsas cuanto sin sentido, es decir que no tienen la capacidad de ser verdaderas o falsas.

En primer lugar, hablar de lo que es verdad para una cierta especie o género de seres implica que el mismo contenido es falso para una especie o género de seres.  Pero el mismo contenido no puede ser a la vez ambas cosas, es decir, verdadero y falso.  Por lo tanto, la tesis del relativista contradice el sentido de las palabras que utiliza para afirmarla.  Tal tesis es, hablando en estricto rigor, algo sin sentido.  En segundo lugar, hacer a la verdad dependiente de la constitución o conformación de cierta especie es basarla sobre un hecho temporal e individualmente determinado.  Por supuesto, la verdad acerca de un hecho no debe ser confundida con el hecho.  Pero es aún más absurdo confundir la verdad en general con  ciertos hechos o acontecimientos individuales.  Lo que es significado por el juicio 2+2= 4 no debe ser confundido con el acto temporal mediante (o por) el cual juzgamos que 2+2= 4.  Hacerlo es un absurdo.  En tercer lugar, si la verdad es esencialmente determinada o cualificada esencialmente por la constitución humana se sigue que si esta constitución fáctica cesase de existir, cesaría también de existir la verdad.  Esto equivale a sostener que es verdad que no hay verdad.  Y esta conclusión es un puro non – sense.  Sin embargo, el antecedente es lógicamente posible.  Puede ser falso, pero ciertamente no es un absurdo, el que la especie humana, o cualquier otra especie constituida fácticamente, pudiera cesar de existir.  De aquí que toda esta argumentación hipotética sea un absurdo lógico, porque junta un antecedente lógicamente posible con una conclusión lógicamente imposible.

En cuarto lugar, si la existencia fáctica de una especie, por ejemplo, el hombre, causa su propia existencia verdadera, estamos forzados a concluir que este ser fáctico es causa sui.  El absurdo de una tal afirmación aparece mucho más clara si consideramos la verdad (posible con respecto a cualquier ser fáctico) que ya no existe.  En este caso nos veríamos forzados  por  la  tesis  del  relativismo, a afirmar que este ser es la causa de su verdadera no – existencia.  Finalmente, en quinto lugar, no podemos “subjetivizar” la verdad sin “subjetivizar” todo aquello a que apunta (“intenciona”) la verdad.  No habría pues un mundo an sich (en sí), sino sólo un mundo para esta o aquella variedad de ser.  Este ser, junto con el contenido de su conciencia, pertenece también al mundo.  De aquí que si cambiase su constitución en ciertos respectos, no sólo tendría que negar su propia existencia, sino que el mundo mismo cesaría de existir, puesto que no existiría una tal especie particular que estuviese en posición, que pudiera, afirmar su existencia (la del mundo).

b)          Las fuentes inmediatas (o próximas) del Psicologismo

Estos absurdos surgen primaria u originariamente de una tendencia, profundamente asentada, a confundir estructuras intencionales, de un carácter puramente formal, con los actos psicológicos individuales (o particulares) mediante los cuales (o por los cuales) dichas estructuras son intencionadas.  Hay tres tipos fundamentales de argumentos que se utilizan habitualmente para tratar de justificar esta confusión de la lógica con la psicología.

En primer lugar, se ha sostenido erróneamente, incluso por aquellos firmemente dispuestos a defender la autonomía de la lógica, que los principios lógicos sólo son “normas” o reglas que gobiernan el pensamiento “válido  o “legítimo” y lo distinguen del pensamiento “no válido” o “ilegítimo”.   Prima facie, esto parecería proporcionarnos un medio de combatir el psicologismo.  De hecho, esta posición está entregándose, sin darse cuenta, en manos del Psicologismo.  La “norma” como tal, es considerada o mirada psicológicamente para ser utilizada como una guía psicológica.  En la medida en que el estatuto riguroso y exacto de tales normas permanezca sin ser aclarado, es natural suponer que son simplemente características más o menos accidentales de la constitución fáctica de ciertos individuos o ciertas especies.  Una de las secciones más valiosas de las Logische Untersuchungen (pp. 154 de la edición alemana) muestra con una claridad muy convincente que toda “norma” descansa en alguna estructura intencional de la forma a es b, que puede ser directamente aprehendida como verdadera o falsa.  Cualquier contenido puro de esta forma puede servir como norma cuando es juzgado útil para proseguir argumentando lógicamente:   (a es b)  es  c  y   c   válido.  Por  lo  tanto las últimas “normas” de la lógica (a es b)  no requieren demostración ulterior.  Son estructuras ideales que están “en la cima de todas las deducciones como axiomas” (L.U. pp. 1167).

En segundo lugar, puede plantearse la cuestión acerca de si el contenido de la lógica no consiste en juicios, pruebas, conclusiones, verdad, probabilidad, necesidad, etc. ¿Cómo podríamos considerar todo esto sino como sucesos o acontecimientos psíquicos?  Juzgar, probar y concluir son formas de actividad psíquica. ¿Acaso la verdad, la probabilidad, la necesidad no deben ser vividas y experimentadas psíquicamente?  Sin duda esta es la fuente fundamental del psicologismo, un caso de la falacia de conversión de accidente a dicto secundum quid ad dictum simpliciter.  Los actos intencionales especiales, mediante los cuales la forma y la estructura son intencionadas humanamente se confunden con aquello que es intencionado mediante ellos.  Esta distinción entre el acto intencional y aquello que es intencionado fue reconocida por la filosofía clásica (Cfr. p.g. Santo Tomás S. Th.  I, Q 85, art. II) pero fue desconocida por los pensadores modernos.  Como señala Husserl, está completamente ausente en Hume y de toda la tradición “empírica” que proviene de él.  En el principio de Berkeley ese est percipi, el olvido de esta distinción está en la raíz del idealismo.  Como indica Husserl es difícil, aún para la más superficial descripción de los procedimientos matemáticos, pasar por alto la distinción entre los procesos psíquicos de contar, sumar, multiplicar y dividir y las sumas, productos y cuocientes intencionados por dichos actos.  Esta estructura intencional es discernible en todo tipo de conocimiento.  En todo caso el acto de intencionar es distinto de aquello que es intencionado y en  modo alguno es el primero una “causa” del segundo.

  La tercera fuente del psicologismo es la tendencia a confundir la evidencia con el sentimiento subjetivo de evidencia.  El segundo tiene muchas condiciones psicológicas tales como concentración, práctica, etc., pero es esencialmente dependiente de la presentación real de la evidencia misma.   No importa cuan distorsionado pueda estar el sentimiento, es un sentimiento de evidencia, vale decir, la aprehensión de una estructura ideal como tal, del tipo a x b = b x a.  Tal estructura, ya sea aprehendida psicológicamente o no, determina una posible aprehensión.  Cada una de tales aprehensiones, cuando es ejecutada “humanamente” (concreta, psicológicamente), determina un particular sentimiento de evidencia, que es parte de la experiencia de un individuo particular y sujeta a variadas condiciones accidentales, psicológicas.  Cuando este sentimiento de evidencia se confunde con la evidencia misma, parece como si ésta última fuera o estuviera también determinada externamente y la verdad misma fuese distorsionada.  Se invierte el orden correcto:  estructura ideal que determina la aprehensión de la estructura, que determina la experiencia de la aprehensión;  esta inversión produce el siguiente “orden”, condiciones psíquicas accidentales que determinan la experiencia de la aprehensión que se confunde con aquello que es aprehendido y que determina la estructura ideal.  Esta última interpretación, que ignora el carácter intencional de todo sentimiento, prepara el camino para el relativismo.

[1] “Entendimiento”, “razón”, “conciencia”, “conciencia en general”.