Capítulo
XV:
ANTONIO
CORDÓN: UN MILITAR COMUNISTA EN EL FRENTE SUR
Tras
la pérdida de Málaga, la petición de responsabilidades no se hizo esperar.
Largo Caballero ordenó la detención de Villalba; el subsecretario del ejército,
Asensio dimitió al igual que Martínez Cabrera, jefe del Estado Mayor Central
quien fue destinado al norte y después procesado.[i]
El coronel Villalba a cuyo mando había quedado todo el Frente Sur a partir del
27 de enero, fue destituido, y el 1 de marzo tomó el mando del Ejército del
Sur el coronel Gaspar Morales.
El
3 de marzo, el general jefe de EM aprueba una nueva reorganización del Ejercito
de Andalucía o del Sur, dividiéndolo en tres sectores: Córdoba (teniente
coronel Pérez Salas) Jaén-Granada (teniente coronel Gómez de Salazar) y
Guadix-Almería (coronel Arronte Girón).[ii]
El
sector de Córdoba mandado por Pérez Salas tenía su cuartel general en Andújar,
con el teniente coronel Cordón como jefe de EM, llegado poco después a este
teatro de operaciones, pocos días antes de que comenzase la batalla de
Pozoblanco.
Siguiendo
a Francisco Moreno Gómez, el sector de Córdoba se organizó en otros tres
sectores:
1º)Sector
Norte o de Pozoblanco, a cargo del comandante de artillería Francisco Blanco
Pedraza, que contaba con las brigadas mixtas 73 y 74. La 73 brigada, con el
comandante de Carabineros José Castell Sena como primer jefe, agrupaba a los
tres batallones “Garcés”, Batallón “Pedroches” y Batallón “Raya”
(anarquistas de Málaga). La 74 brigada, mandada al principio por el capitán
Miguel González Ruiz, comprendía, entre otros, los batallones “Pozoblanco”
y “Villafranca”.
2º)Sector Centro, con cuartel general en
Cardeña, al mando del comandante de Artillería Eduardo López Gómez, con las
brigadas 75 y 76.
3º)Sector Sur (desde el río Guadalquivir
hasta la carretera de Albendín-Martos), con cuartel general en Jaén, al mando
del comandante de Infantería Juan Fernández Pérez. Comprendía solo la 77
Brigada Mixta.
En esta organización sectorial del 3 de
marzo el comisario general del Ejército del Sur era el diputado socialista por
Huelva Alberto Fernández Ballesteros. Del sector de Córdoba se encargó como
comisario el también diputado Alejandro Peris. El Ejército del Sur estaba en
fase de militarización de Milicias, iniciada el mes de febrero de 1937, y que
se interrumpió con la repentina ofensiva franquista contra Pozoblanco. De ahí
que la reorganización en Brigadas fuese más teórica que práctica durante la
batalla de Pozoblanco, predominando aún la estructura de batallones de
milicias.[iii]
Esta seria la reorganización sectorial del Ejército
de Andalucía, y en especial la del sector de Córdoba, a cuyo mando se
encontraba don Joaquín Pérez Salas, y que en su mayoría, la componían
batallones de milicias de la zona cordobesa. Poco después, se enfrentarían con
escasas posibilidades a las tropas de Queipo de Llano en la llamada batalla de
Pozoblanco, de la cual sin embargo, saldrían vencedores.
A
primeros de marzo de 1937, llegaba al sector de Córdoba Antonio Cordón García,
como jefe de Estado Mayor. Con anterioridad tenía el cargo de
Secretario Técnico del Ministerio de Guerra, del que era subsecretario y
su jefe el general Asensio. Con la dimisión de este último, tras la perdida de
Málaga, Cordón fue destinado a Andújar. La importancia de Cordón, radica en
que estuvo tres meses en el Frente Sur y en continuo contacto con Pérez Salas.
Casi al final de su vida, y en el exilio, escribió un libro titulado Trayectoria. Memorias de un militar republicano, uno de cuyos
capítulos está dedicado al Frente Sur. Su obra es una de las que más trata la
personalidad de don Joaquín - junto con la de su hermano Jesús y la de Gabriel
García Maroto - y en ella hace una acertada semblanza de él. Trata algunos
aspectos de la batalla de Pozoblanco, y sobre todo la toma del Santuario de la
Virgen de la Cabeza, de la que él fue protagonista principal. En este capítulo,
se va a tratar el juicio que Antonio Cordón - militar comunista - hace de don
Joaquín, siguiendo su obra.
Se desconoce la fecha exacta en la que don
Joaquín llegó por primera vez a Pozoblanco; bien pudo ser a mediados de enero
de 1937, al tomar posesión el día
23 de su cargo de jefe del Sector de Córdoba. Tampoco se conoce con exactitud
la fecha en que fija la residencia de su cuartel general en esta población –
aunque debió de ser en el mes de febrero -,
ni los motivos por los que eligió Pozoblanco.
Con la reorganización del Ejército del Sur
el 3 de marzo, su cuartel general estaba situado en Andújar, donde residía su
EM, sin embargo, como veremos más adelante, don Joaquín, ya prefería residir
en Pozoblanco y que nadie incluido Cordón se inmiscuyese en sus asuntos, ni
visitase dicha población.
La falta de unas memorias que hubiese escrito Pérez
Salas, nos impide conocer bien el origen inicial de este aprecio por Pozoblanco
y su elección de residir en este pueblo y no en Andújar. Se puede pensar que
pudo ser por estar alejado de su EM, para no darle cuenta de lo que hacía - se
comentará más adelante - y sobre todo, por estar lo más alejado posible del
coronel Morales, Jefe del Ejercito del Sur, con quien no congeniaba y al que
despreciaba. Hay también una razón a su favor, por estar más cerca del frente
y de sus tropas. Este último aspecto lo explica su hermano Jesús Pérez Salas,
cuando don Joaquín fue destituido del mando del Ejército de Extremadura, el 29
de noviembre de 1937, por negarse a trasladar su cuartel general de Pozoblanco a
Almadén, como le ordenaba el Estado Mayor Central:
El empeño de tenerlo en Pozoblanco obedecía,
no solamente a razones de índole sentimental por lo que Pozoblanco tenía de
atracción para él, sino porque ejercía desde aquella población cierta acción
en la moral de las tropas, que con tanto tesón la habían defendido.
Además, el teniente coronel Pérez Salas
tuvo siempre inclinación a adelantar su cuartel general, situándolo cerca del
frente, en contraposición con otros “heroicos jefes”, que procuraban
retrasar considerablemente la situación de sus puestos de mando, fundándolo en
que no podían exponer sus vidas, pues estas eran preciosas para el
“partido”, que les incitaba a resguardarlas, lo que sin duda era verdad, ya
que esos jefes representaban la fuerza con que podían imponerse los comunistas
al resto de los ciudadanos españoles.[iv]
El carácter anticomunista de los dos hermanos Pérez Salas -
liberales y republicanos acérrimos, pero conservadores respecto a la
estructura del Ejército y a la política revolucionaria- siempre acusó a los
comunistas de la pérdida de la guerra, por su poder e influencia. En el fondo
posiblemente su intención fuese que los pocos jefes y oficiales republicanos,
tuviesen más poder y participación que los comisarios y jefes populares, en
las decisiones sobre cómo orientar la guerra y dirigirla. Desgraciadamente, la
sublevación de la mayoría de los militares hacía que el pueblo no se fiase de
ellos - y en muchos casos con razón - y se vieron desbordados por algo que no
querían reconocer y de lo que no eran partidarios: la revolución y la formación
del ejército popular, de las que sin embargo, eran partidarios otros militares,
como Cordón.
El aprecio y el cariño de don Joaquín
hacia Pozoblanco aumentó y se afianzó a raíz de la victoria en la batalla de
Pozoblanco. También influyó en ello su relación con las tropas nativas de la
comarca y de la provincia de Córdoba en general, a la vez que su protección y
aprecio por la población civil. Protección y ayuda tanto a personas de
derechas y de izquierdas sin distinción alguna, ya sea contra cualquier tipo de
desmanes o simplemente necesidades frente a la falta de medios característicos
de la época. Con razón, sus coetáneos, tanto civiles como militares, se dirigían
a él como don Joaquín y no como teniente coronel.
Cuando
Antonio Cordón llegó a Andújar, su primera intención fue visitar a su
superior inmediato, el jefe del sector que estaba en Pozoblanco. Pronto se daría
cuenta de lo que él denominó y con razón, las rarezas de don Joaquín:
Al presentarme en Andújar como jefe de
Estado Mayor del sector, el teniente coronel de Artillería Joaquín Pérez
Salas, que mandaba el sector, se hallaba en Pozoblanco. Le comuniqué por teléfono
mi llegada, y mi intención de ir a saludarle, pero me dijo que no lo hiciera,
que vendría él a Andújar un par de días después. Cito el detalle porque
refleja uno de los rasgos de su carácter, de las “rarezas” de Pérez Salas
a las que habré de referirme.[v]
Por
entonces don Joaquín había instalado su cuartel general en el hospital Jesús
Nazareno de Pozoblanco y protegió a las monjas de la caridad que tenían su
convento en dicho hospital. Su aprecio por las monjas fue siempre muy grande,
sirvieron en su cuartel general y trabajaban también en el hospital de sangre
situado en el edificio conocido como el “Palacio”. El aprecio de las monjas
era igual, hasta tal punto que le llamaban “el Abuelo”.Una de ellas Maria
Mena, monja del convento, de 35 años de edad, era una de las pocas
profesionales de enfermería, y a la que más apreciaba por su trabajo. Hasta
tal punto de que casi siempre se sentaba en la mesa de don Joaquín para comer,
según el testimonio de Luis Peña, que en aquella época era camillero del
hospital.[vi]
Posteriormente, al terminar la guerra, avalaron la actuación de don Joaquín,
pero sin resultados positivos para impedir su ejecución al terminar la guerra.
Continuando
con las memorias de Antonio Cordón, dos días después se conocieron:
Como había anunciado, dos días después
llegó a Andújar Pérez Salas... Me saludó con un abrazo, mientras me decía
con evidente exageración:
- Te felicito. De todos los militares
destinados en estos últimos tiempos a este sector eres tú el único que se ha
presentado, y, además, en el plazo reglamentario. Yo ya sabía que sería así,
porque tú eres...
- Comunista - le respondí.
- No, replicó riendo. Porque eres
artillero.[vii]
Rápidamente
le planteó la necesidad de dividirse el territorio del sector, ya que para don
Joaquín había dos amenazas del enemigo, una contra Pozoblanco y otra sobre Andújar.
Pero en el fondo lo que quería era que Cordón no actuase en Pozoblanco.
Creía Pérez Salas que la amenaza principal
del enemigo estaba dirigida contra Pozoblanco, aunque hubiese otra secundaria
contra Andújar. Por eso estimaba que deberíamos repartirnos los papeles:
encargándome yo del subsector de Andújar y el del de Pozoblanco.
- ¿Tú qué crees? ¿Se lo puedo ordenar a
mi jefe de EM? - me preguntó en tono de broma.
- Yo creo que sí - le dije.
- A mí no me gusta que a Pozoblanco venga
nadie - siguió con el mismo tono, pero en realidad lo decía en serio, como
pude comprobar después - ¿crees que entra en mis facultades
prohibir también la entrada a mi jefe de EM?.
En el mismo tono le contesté:
- Bueno, si lo que quieres decir es si
puedes prohibírmelo a mí, te diré que no, porque yo no soy tu jefe de EM,
sino el jefe de EM del sector.
Eso de considerar a Pozoblanco como un feudo
suyo era una manía de Pérez Salas que le duró toda la guerra... Prácticamente
la separación de cometidos entre él y yo quedó establecida como él quería.
Pérez Salas quedó en Pozoblanco, aunque de vez en cuando venía a Andújar y
pasaba unos días allí, y yo fijé mi residencia en Andújar y hacía algunas
visitas a Pozoblanco. En este aspecto mi situación no cambió nada cuando poco
después fui nombrado jefe de operaciones del EM del Ejército del Sur. Con mi
designación para dicho cargo dejaba de ser oficialmente jefe de EM del sector y
de estar bajo la dependencia de Pérez Salas. Sin embargo, a petición mía,
Morales me confirmó la misión de dirigir el subsector de Andújar, y,
especialmente, las operaciones contra el Santuario de la Virgen de la Cabeza.[viii]
Este
largo extracto de las memorias de Antonio Cordón, nos da a conocer algunos
aspectos de la personalidad de don Joaquín poco conocidos. El primero de ellos
se refiere a su negativa a que nadie se inmiscuyese en sus “asuntos” de
Pozoblanco. Pero no sólo con Cordón sino también con el jefe del Ejército
del Sur coronel Morales. Con razón decía el primero que Pérez Salas
consideraba a Pozoblanco “un feudo suyo”. Podía tener varios motivos -
aunque no justos - para hacerlo, empezando por evitar la influencia comunista,
que ya empezaba a sentirse en todo el ejército republicano; el poder proteger y
ayudar, sin “interferencias” a personas de derechas mantener un “orden no
revolucionario” en su sector, y como dice Cordón, Pérez Salas hacía que sus fuerzas realizasen pequeñas acciones en
ella (su zona) sin contar con el EM de Jaén para nada, evitaba con uno u otro
pretexto la visita del coronel Morales. A mí
me parecía intolerable esa actitud, y así se lo dije sin ambages a Pérez
Salas.[ix] Dicho de otra forma,
actuaba por su cuenta cuando no le gustaban sus superiores ni los Estados
Mayores, ya fueran: el Central, el del Ejército del Sur o el de su sector, lo
que lógicamente rayaba en la indisciplina, cosa poco conocida
en él.
El
segundo aspecto a tratar, que confirma el apartado anterior, es lo que se puede
llamar “divorcio” entre su EM residente en Andújar (incluyendo al jefe del
Ejército del Sur en Jaén), y el jefe del sector con residencia en Pozoblanco.
En otras palabras, no hacia ningún caso y casi no consultaba con su EM en Andújar,
e incluso con el EM Central. Como relata Cordón:
Sentía Pérez Salas una absoluta
desconfianza hacia el “Estado Mayor de Don Toribio” (Martínez Cabrera), así,
aún después de destituido el general, seguía llamando al EM Central, y muy
especialmente, llevando esa desconfianza más allá de los limites de la
disciplina hacia el jefe del Ejército del Sur recién nombrado, el coronel de
Artillería Gaspar Morales, al cual, a pesar de pertenecer a la “familia
artillera” no respetaba lo mas mínimo, porque estimaba, nunca he sabido
porque, que, por sus antecedentes no era digno de pertenecer a ella... Pero algo
debía de haber en su conducta pasada que motivase, aunque fuera injusta por
exageración, la actitud de Pérez Salas. Sólo así podía explicarse que
Morales aguantase los desplantes e incorrecciones del teniente coronel... Yo
estaba indignado con Pérez Salas y le dije que no me parecía nada bien su
proceder, que si yo hubiera estado en el puesto de Morales no hubiera tolerado
su actitud y lo menos que hubiera hecho hubiese sido destituirlo allí mismo. Me
escuchó sin alterarse en lo mas mínimo y, con su acostumbrada seriedad, me
repuso:
- Es que si tu hubieses estado en su puesto
yo no habría tenido esa actitud.[x]
Con
razón Zugazagoitia, que siempre apreció y admiró a don Joaquín escribe: Pérez
Salas un militar que no era más que republicano, y que quizás por esta
circunstancia, verdaderamente extraordinaria,
gozaba entre los profesionales fama de loco y de original.[xi]
En esa misma línea, aunque bastante exagerada se expresa sobre él el
historiador franquista y general de artillería Joaquín Arrarás, que lo tuvo a
sus ordenes cuando mandaba uno de sus regimientos tachándolo de raro y de
anarquista: Une a esta capacidad (dominio
de las ciencias exactas) un carácter misterioso y extraño. Es hombre de ideas
raras... En el fondo, era un anarquista, que mezclaba un orgullo aristocrático
a un desprecio por la organización social, que estimaba disparatada... Hizo
alarde de independencia al negarse a emitir un dictamen sobre un deposito de
explosivos, como le pedía el general García Caminero para favorecer a unos
terroristas.[xii]
Su
aspecto más negativo consiste en no hacer caso de su Estado Mayor. Este dato,
lo recogen incluso hasta los servicios de información de la zona nacionalista,
cuando se refiere a la desconexión entre los jefes republicanos y sus EM:
Los informes nacionalistas también arrojan
a menudo mucha luz al respecto. Un oficial profesional que se pasó a los
nacionalistas y escribió un informe sobre el VIII y IX Cuerpos de Ejército
republicano del Sur. En él observaba la inconveniencia del nombramiento de un
oficial de artillería, que como tal era excelente, como jefe de cuerpo, en
concreto, no daba muestras de mínimo interés por trabajar con su Estado Mayor
y así, no podían emprenderse operaciones militares normales, y su distribución
de fuerzas dejaba mucho que desear. (
N. 182: CGG. EM. Central, sección de información, 30 de noviembre de
1937. Se refiere a Joaquín Pérez Salas).[xiii]
Cabe la posibilidad de que don Joaquín crease
otro EM en el Subsector de Pozoblanco, y no hiciese mucho caso
al de Andújar, que era su verdadero EM. De ahí las protestas del
oficial pasado a los nacionalistas. Sus motivos,
desde luego no muy ortodoxos, posiblemente
fuesen mantener como dice Cordón “su
feudo de Pozoblanco”, y
a la vez, estar rodeado de jefes y oficiales adictos a sus ideas. Estos
militares serian, los que se conocen con el nombre de “clan de los
artilleros de Pérez Salas” entre los que se encontraban: Blanco Pedraza,
Cifuentes, López Serviá etc. A los que se unirán más adelante jefes y
oficiales de las milicias de la comarca como fueron: Bartolomé Fernández,
Ildefonso Castro, Antonio Ortiz, Mascaraque etc., que mandaban los Batallones de
Milicias “Pedroches”, “Pozoblanco”, “Garcés”, “Villafranca”...
De esta forma, hacía y deshacía a su antojo, sin preocuparse mucho de Andújar,
ni de Morales en Jaén.
Antonio
Cordón, refleja en sus memorias una acertada semblanza de don Joaquín, acompañada
de curiosas anécdotas, de las que ya hemos relatado algunas de ellas:
Había cumplido ya los cincuenta años, no
era fuerte físicamente, era extremadamente miope y estaba continuamente
aquejado de fuertes jaquecas. Comía poquísimo, se alimentaba fundamentalmente
de café con leche... y aspirina, que tomaba en cantidades verdaderamente
comerciales. Había ingresado en la Academia de Segovia diez años antes que yo;
casi toda su vida militar la había
pasado en Valencia, sirviendo en el antiguo Regimiento de Artillería nº 6, de
guarnición en dicha plaza, y luego en el Parque Divisionario que allí existía.
Así pues, no habíamos estado juntos en ninguna guarnición, pero en Artillería
nos conocíamos todos más o menos bien, y yo había oído muchas anécdotas de
mi compañero que mostraban una de las facetas de su carácter, su sutil ironía,
que aparecía casi permanentemente en sus palabras y hasta en sus acciones
marcadas, por un aire de ingenuidad y una absoluta seriedad exterior.
No pertenecía a ningún partido político;
era de ideas conservadoras, y, sobre algunas cuestiones, reaccionarias.
Alardeaba de anticomunismo y ya en Valencia habían llegado hasta mí, noticias
de esa actitud suya. Pero a Pérez Salas no podía clasificársele entre los
militares llamados “leales provisionales” ni entre los “geográficos”...
Desde la sublevación de los artilleros contra la dictadura de Primo de Rivera,
sublevación que tuvo en Valencia, donde servía Pérez Salas, uno de sus más
salientes episodios, él se sentía republicano. Por otra parte, la participación
de los moros, los legionarios, italianos, alemanes y portugueses de parte de los
rebeldes en la contienda española lo llenaba de indignación patriótica.
Porque Pérez Salas era la encarnación del
“espíritu artillero”. Tenía fama de saber manejar el arma a la que
pertenecía y que él consideraba la reina de las batallas,
en oposición al justo criterio que
asigna, o por lo menos hasta entonces asignaba, ese título a la infantería.
Para él la frase de Napoleón
“la Artillería hace el destino de los pueblos y de los ejércitos” era un
artículo de fe.[xiv]
Estos
retazos de la semblanza de don Joaquín sacados de la obra de Cordón, coinciden
en su mayor parte con la opinión de otros escritores. También critica sus
pequeños defectos lo que él llamó “sus rarezas”. Sin embargo, siempre se
llevó bien con don Joaquín y ambos se apreciaban mutuamente, pese a la
militancia comunista de Cordón: Otra de sus manías era la de negarse a ponerse en el uniforme las
nuevas insignias. Decía que éramos nosotros el verdadero ejército español,
el del poder legítimo de España, y que eran los sublevados los que habían
dejado de pertenecer a él por tanto, los que tenían que cambiárselas.[xv]
Fue el general Asensio como Subsecretario del Ministerio de Guerra, quien
estableció en noviembre de 1936 el uso del uniforme militar y las nuevas
insignias. Bastantes años después, Manuel Tagüeña, le daría la razón a don
Joaquín, cuando escribe: En diciembre de
1936, las labores del nuevo ejercito regular iban muy avanzadas, ya circulaban
las nuevas insignias; dos barritas en ángulo para los cabos, una barra roja
vertical para los sargentos y barras horizontales doradas (según fuese su
anchura) para oficiales y jefes, y además la estrella roja de cinco
puntas de los comunistas y los jóvenes socialistas. El nuevo saludo militar era
con el `puño cerrado. Estas medidas tuvieron mucho de absurdas, y tenia razón
nuestro coronel profesional, Joaquín Pérez Salas, fusilado por sus antiguos
compañeros al caer prisionero al final de la guerra, que nunca las acató, por
considerar que los cambios los debían de hacer los sublevados.[xvi]
De esta forma, don Joaquín, como protesta, se negó siempre a llevar las
nuevas insignias, incluso delante del Presidente Negrín. Como relata Críspulo
Márquez, que también lo trató: Por lo
que respecta a su actitud, me sorprendió también que no llevase distintivo
alguno indicador de su rango.[xvii]
Y parece ser que así siguió hasta finalizar la guerra.
Otro
tema que trata Cordón es el trato que don Joaquín daba a los consejeros soviéticos
del Sector y a los comisarios:
Ya había dicho que era un hombre extraño.
En su complicada mentalidad se mezclaban elementos contradictorios, el
pensamiento de que luchábamos por una causa justa, que deseaba vehementemente
que triunfase y la incomprensión del carácter revolucionario de nuestra lucha
y el valor que tenía la solidaridad internacional, y especialmente la ayuda de
la Unión Soviética en la contienda que en nuestra tierra se realizaba contra
el fascismo... Anteriormente expuse cual era su actitud hacia los comisarios.
Por lo que concierne al consejero soviético del sector, la de Pérez Salas era
inconsiderada y hasta grosera. Se llamaba el consejero Kugelmann y era una
persona educada y discreta, profesionalmente muy capaz.[xviii]
Con respecto a los comisarios, don Joaquín,
era contrario a ellos y partidario como su hermano Jesús y otros militares
profesionales de que fuese anulado el comisariado, frente a la teoría de Cordón
de que eran necesarios e imprescindibles: Uno
de esos jefes, con el que había de estar muy ligado en un periodo posterior, el
teniente coronel de Artillería Joaquín Pérez Salas, manifestaba su posición
en tal sentido en una frase que quería ser irónica: “Ganaremos la guerra a
pesar de los comisarios”. Porque los mandos que tenían esa actitud
encabezados por los mas altos en la jerarquía militar, los ministros de Guerra
que he citado (Largo y Prieto), consideraban que el comisariado era algo así
como un producto comunista transplantado a España a imitación de la URSS. En
algunas discusiones sobre el tema que sostuve con Pérez Salas, que tenía esa
idea, yo le recordaba que también había habido comisarios políticos en los ejércitos
de la Revolución Francesa, y que la razón esencial de que se repitiese el fenómeno
en condiciones de lugar y tiempo histórico-sociales tan diferentes tenía su
origen en el carácter revolucionario que en uno y otro grado tenían las
guerras nacionales en las que tales ejércitos habían combatido.[xix]
De la misma opinión que don Joaquín era su hermano Jesús, que también le
atribuye la misma frase.
Por
último a pesar de sus defectos o rarezas, don Joaquín se granjeaba el aprecio
de todos: Hombre contradictorio, Pérez
Salas inspiraba también sentimientos contradictorios. Las facetas negativas de
su carácter daban pábulo al recelo de la gente; esa actitud hacia los
comisarios y los hombres políticos, las voces que decían de su excesiva
protección a las familias de algunos oficiales fascistas que estaban detenidos
o se presumía luchaban en las filas enemigas, hasta las referencias de Queipo
en sus charlas radiofónicas a la “caballerosidad” de Pérez Salas,
referencias cargadas de aviesa intención, causaban la indignación entre los
combatientes y mandos. Pero la capacidad, el valor que ponía en la defensa de
la causa de la República, le granjeaban el respeto de todos.[xx]
De esta forma, a pesar de sus rarezas, don Joaquín siempre fue apreciado,
incluso hasta por muchos de sus enemigos.
Con
la llegada de Antonio Cordón al Frente Sur, a primeros de marzo de 1937, se
inicia la gran ofensiva de Queipo de Llano sobre la zona Norte de Córdoba y que
daría origen a la batalla de Pozoblanco. Con ella se termina también esta
primera época de la vida de don Joaquín, para dar paso a lo largo de todo el año,
a otra época ligada totalmente a la comarca de los Pedroches, pero que no se
tratará en esta obra.
[i] CORDON ANTONIO.
Trayectoria. Memorias de un militar republicano. Pág. 250. Ed. Crítica.
[ii] MORENO GÓMEZ F. La Guerra
Civil en Córdoba. Pág. 556. Ed. Alpuerto, S.A.
[iii] IDEM: Pág. 256-257.
[iv] PEREZ SALAS Jesús. Guerra
en España (1936-1939). Pág. 158. Imp. Grafos. México DF. 1947.
[v] CORDÓN Antonio.
Trayectoria. Memorias de un militar republicano. Pág.
254. Ed. Ariel.
[vi] ARCHIVO HERMANOS LOPEZ (AHL).
Sec. Audio cinta nº 72. Entrev. a L. Peña Faraque 17-07-99
[vii] CORDÓN Antonio.
Trayectoria. Memorias de un militar republicano. Pág.
255. Ed. Ariel.
[viii] CORDÓN Antonio.
Trayectoria. Memorias de un militar republicano. Pág. 255 a 257. Ed. Crítica.
[x] CORDÓN Antonio.
Trayectoria. Memorias de un militar republicano. Pág. 256-257.Ed. Critica.
[xi] ZUGAZAGOITIA Julián.
Guerra y vicisitudes de los españoles. Pág. 462. Ed. Critica, S.A.
[xii] ARRARAS Joaquín.
Historia de la cruzada española. Vol. 8º. T. 23. Pág. 475. Ed. Españolas,
S.A.
[xiii] ALPERT Michael. El
ejercito republicano en la guerra civil. Pág. 129-130. Ed. Ruedo Ibérico.
[xiv] CORDON Antonio.
Trayectoria. Memorias de un militar republicano. Pág. 254-255. Ed. Crítica,
S.A.
[xvi] TAGÜEÑA LACORTE Manuel.
Testimonio de dos Guerras.
[xvii] MARQUEZ ESPADA Crispulo.
Desde Sierra Morena a El Maestrazgo. Con los internacionales. Pág.
59. Ed. San Martín.
[xviii] CORDÓN Antonio.
Trayectoria. Memorias de un militar republicano. Pág. 256. Ed. Crítica,
S.A.
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