Capítulo
VI:
EL
18 DE JULIO DE 1936: LA REBELIÓN EN VALENCIA
Como
esperaban los hermanos Pérez Salas, la sublevación no tardó en producirse. De
ninguna forma cogió desprevenido a los principales dirigentes republicanos; sí
acaso al nuevo Presidente del Gobierno, Casares Quiroga, pero más por dejadez
que por ignorancia.
En
palabras de Pierre Vilar, estos serían los pasos seguidos por los rebeldes:
Desde hacía meses conspiraban los
oficiales. Su jefe es el responsable exiliado del último complot, Sanjurjo,
coaligado con un político, Calvo Sotelo. Tienen contactos en las guarniciones,
en los partidos y en el extranjero (Alemania, Italia e incluso en Inglaterra).
Deben lanzarse en mayo, luego se deja para finales de julio, y al fin deciden
aprovechar el efecto moral producido por la muerte de Calvo Sotelo. El día 17
da la señal el ejército de Marruecos, instrumento seguro; el 18 los generales
en desgracia, Goded en Baleares y Franco en Canarias, toman sus medidas locales
y luego se incorporan a los puntos sensibles, el primero a Barcelona y el
segundo a Marruecos. Ese día “se pronuncian” todas las guarniciones, salen
a la calle y proclaman él “estado de guerra”. Si se prevé poca
resistencia, la autoridad civil “cede a la fuerza”; si se prevé mucha, los
militares se encuentran más divididos y algunos sólo se incorporan bajo la
amenaza; la suerte da vueltas en un juego de azar. En Sevilla, Queipo de Llano
se gana la guarnición mediante una tragicomedia, y luego aplasta los arrabales.
En Málaga, triunfa la energía del Gobernador civil. En Aragón, la policía
asegura la victoria del “Movimiento”; en Barcelona, la Guardia civil
permanece junto al gobierno. En los casos desesperados prevalece la tradición
defensiva: se finge fidelidad para ganar tiempo y armas, y luego se sostiene el
asedio con encarnecimientos; así ocurre en Madrid con el cuartel de la Montaña,
en el Alcázar de Toledo, o en Oviedo con el coronel Aranda[i]
Este
rápido resumen del inicio de la guerra, nos lleva
a Valencia, donde como en toda España también se produjo la sublevación
militar. Allí se encontraban destinados los hermanos Joaquín y Manuel Pérez
Salas. Esta es la opinión que sobre ellos da Mª Teresa Suero Roca:
Al estallar el movimiento, Valencia. Que estaba por entero por el bando
rebelde, permaneció indecisa. El Regimiento de Infantería Otumba nº 7 y el de
Artillería ligera nº 5, en los cuales se hallaban destinados respectivamente
Manuel y Joaquín, contaban con partidarios de la República. Sólo dos
regimientos virtualmente se sublevaron, quedando acuartelados hasta que el 1 de
agosto se rindieron. Antes se había dado orden de organizar columnas para
dirigirse a Córdoba y Madrid, y Joaquín, al mando de dos baterías, partió
hacia la capital, desde donde paso enseguida al frente de Córdoba.[ii]
No opina del todo igual, Jesús Pérez Salas, cuando atribuye buena parte
del mérito de la reducción de los rebeldes, al regimiento de infantería
nº 7, antiguo Otumba, donde estaba de comandante su otro hermano Manuel,
sin citar a Joaquín, que desde luego si intervino de forma decidida en sofocar
la sublevación:
Algo parecido (similar a Madrid), sucedió
en la tercera división, con cuartel general en Valencia y que mandaba el
general Martínez Monje. La guarnición se encerró en sus cuarteles en actitud
hostil, excepto un regimiento de infantería que tenía como jefe al coronel
Velasco y, como segundo jefe al teniente coronel Pérez Salas (Manuel). Debido a
la actitud de estos jefes leales, el regimiento permaneció fiel a la República.
El resto de las fuerzas de la guarnición valenciana se mantuvo varios días,
indecisas, hasta que por indicación del general Monje depusieron todos su
actitud. Esto prueba la escasa decisión de una oficialidad, que como la de
Madrid, dudaba en llegar al choque armado con otras fuerzas.[iii]
En realidad, en la reducción de los
sublevados de Valencia, tuvo más protagonismo, Manuel que Joaquín, ya que este
último, rápidamente se marcharía a Córdoba, para formar parte de la Columna
Miaja, provincia donde pasaría la mayor parte de la guerra. Por otra parte, los
sucesos en los quince primeros días de la sublevación en Valencia, son
bastante más complicados de lo que se ha relatado anteriormente. Estos serían
de una forma más amplia los hechos de la sublevación en la ciudad:
Al
frente de la III División Orgánica se encontraba el general de Brigada
Fernando Martínez Monje-Restoy a cuyas órdenes se encontraban el general
Mariano Gamir Ulibarri como jefe de la brigada de infantería; de la III Brigada
de Artillería el también general Eduardo Cavanna del Val. Y finalmente, al
mando de la guardia civil, el general, Jefe de la Primera Zona, Luis Grijalvo
Celaya. Ninguno de los principales jefes de Valencia estaba comprometido en la
sublevación; se confiaba, por parte de los militares conjurados que, tan pronto
como una guarnición iniciara el Alzamiento, no abría por parte de aquellos
oposición alguna; se consideraba seguro su apoyo al movimiento militar.[iv] Esta es la opinión de
Arrarás, sobre el inicio de la sublevación en Valencia:
La sublevación empezó mal en Valencia,
debido en parte a la impaciencia y las reiteradas exigencias de la junta militar
encargada de preparar la rebelión, que quería adelantarse a los
acontecimientos. Por si fuera poco, de inoportuna puede considerarse la actuación
del jefe de las milicias de falange, Manuel Ortuño que, el 11 de Julio, a las 9
de la noche, ocupó por poco tiempo Radio Valencia. Desde allí dio un pregón,
para anunciar nada menos, que el comienzo de la Revolución
nacionalsindicalista. Se une a esto, el que el gobernador civil, el periodista
Braulio Solsona, recibió el día 16 una confidencia de que los militares se
echarían a la calle de un momento a otro. A partir de este aviso el Gobierno
Civil se transforma en cuartel general de un ejército en campaña. Se forma un
estado mayor revolucionario y en estas horas críticas rodean al gobernador los
diputados más resueltos del Frente Popular de la provincia y los jefes de los
partidos republicanos y de los
sindicatos. Además de esto, media docena de jefes y oficiales del ejército
entre los que destaca el coronel Tirado y el capitán de la guardia civil Manuel
Uribarry. Todos ellos pretenden armar al pueblo con los fusiles que se
encontraban en los cuarteles.[v]
El
hombre fuerte de la sublevación en Valencia, era el comandante de Estado Mayor,
Bartolomé Barba Hernández, que en 1934, siendo capitán y estando destinado en
Valencia, había fundado la Unión Militar Española (U.M.E.). Barba destinado
en Madrid se encuentra en Valencia el día 17, esperando reunirse con el general
González Carrasco, que habrá de ponerse al frente de esta guarnición. Los
comprometidos en Valencia están notificados de que la sublevación debe
iniciarse el día 19 a las 5 de la mañana. Lo saben; pero parecen ignorarlo. La
guardia civil, con su general Luis Grijalvo, se niega a iniciar el movimiento
militar, así como prestar apoyo a González Carrasco, en tanto que las unidades
del ejército no se hayan sublevado. A la hora de la verdad, ninguno quiere
tomar sobre sí la responsabilidad de la iniciativa de la rebelión. González
Carrasco que ya se encuentra en Valencia y que debía de entrar en el edificio
de la división a las 11 de la mañana, destituir a Martínez Monje y comenzar
desde su despacho a dar órdenes se mantiene en actitud expectante. Espera saber
que ocurre en Barcelona con Goded. Aquellos impacientes que querían hacerles
marcar el paso a los demás, dejan ahora que los acontecimientos se produzcan y
que sean otros los que decidan la situación. El general González Carrasco
seguido por el comandante Barba cambia constantemente de domicilio - a lo largo
de todos estos días - y permanece en una actitud contemplativa.[vi]
Un golpe duro para los sublevados es la
decisión del grupo político Derecha Regional Valenciana - integrado en la CEDA
-, de unirse al Gobierno. Su jefe político Luis Lúcia envía, el 18 de julio,
un telegrama al Gobierno en el que, como diputado y como español se pone al
lado de las autoridades y del régimen. Este aporte, como el de los
nacionalistas vascos iba a ser muy importante para el fracaso del Alzamiento,
tanto en Valencia como en las provincias del norte. Como hemos dicho antes las
indiscreciones cometidas por los conspiradores unidas a las noticias que llegan
al Gobierno Civil, de que un general se encuentra en Valencia para ponerse al
frente de movimiento insurreccional, es suficiente para que las multitudes se
movilicen. En la plaza de Emilio Castelar, ante el casino de Izquierda
Republicana, una muchedumbre vibrante se dispone a luchar para defender al
Gobierno.[vii]
Ya, a primeras horas de la tarde de ese día
19, la noticia de la rendición del general Goded se expande por toda Valencia.
Hay un ¡sálvese quien pueda! por parte de aquellos que días antes vociferaban
por ocupar un puesto de vanguardia. Martínez Monje va modificando su actitud
conforme los hechos se desarrollan y estos dan al Gobierno mayores posibilidades
de triunfo.
Entre
tanto, a las pocas horas de haberse constituido el Gobierno Giral, Martínez
Barrio se ausentó de Madrid y se dirigió a Valencia. Previamente se había
puesto de acuerdo con el general Martínez Monje. Rápidamente el Gobierno
decretó la formación de la Junta Delegada de Levante, a cuyo frente aparece el
presidente de las cortes Diego Martínez Barrio y la integran el Ministro de
Agricultura Ruiz Funes y los subsecretarios Carlos Esplá y Leonardo Martín
Echeverría. Tiene poderes absolutos y jurisdicción sobre el territorio de las
provincias de Valencia, Alicante, Castellón, Cuenca, Albacete y Murcia. Su
finalidad consiste en lograr la adhesión de las autoridades militares de
Valencia al Gobierno, y una vez conseguida, facilitar alimentos de auxilio a las
provincias que todavía se encontraban en poder de los rebeldes.
En los días que van del 20 al 23 de julio
transcurren en un juego absurdo de indecisiones. Martínez Monje no rechaza las
invitaciones que se le formulan para adherirse al movimiento, pero tampoco las
acepta. Las fuerzas se mantienen acuarteladas por decisión de sus jefes y
estos, con su general al frente, pierden el tiempo en forcejeos, que van
dilatando la actitud final. Frente a esta actitud indecisa las fuerzas del
Frente Popular, que apoyan al gobierno, van ocupando posiciones cada vez más
firmes. Mientras tanto, el Parque de Artillería entrega armas
y municiones con las cuales pueden actuar las milicias, a cuyo frente se
colocan los coroneles Arin y
Tirado. Más adelante, desde Valencia, fuerzas del Ejército serán enviadas a
Madrid, y participaran en la lucha bélica, ya comenzada en Guadarrama. La
huelga general ya ha sido declarada y son numerosos los grupos de civiles
armados que vigilan las entradas de los cuarteles. Se podría decir que las
tropas, más que permanecer dentro de los cuarteles, están encerradas y
rodeadas de las milicias republicanas. Cuando más tarde el uno de agosto,
intente sublevarse, ya no les será posible y el Alzamiento fracasará
definitivamente en Valencia.
Se
va a tratar ahora de la situación de los hermanos Pérez Salas en sus
respectivos regimientos y su contribución a la derrota de los rebeldes. Sólo
contamos con el relato de Jesús Pérez Salas y el de Joaquín Arrarás, en su
obra tendenciosa y con muchas incorrecciones: “Historia de la cruzada española”
pero que en algunos aspectos es aprovechable. Respecto a don Joaquín esta es su
opinión:
El 5º Regimiento Ligero de Artillería que
tiene como jefe al coronel Don Vicente Fornal, está manejado por sus
subalternos inmediatos, en este caso los tenientes coroneles Don Ricardo Montiel
y Don José Escobar, y los comandantes Don Joaquín Pérez Salas y Don Francisco
Taberner, republicanos todos... Joaquín Pérez Salas es sin duda la
personalidad más saliente del Regimiento y, por tanto sé hacía sentir de un
modo poderoso su influjo.
Pérez Salas procede de una familia
consagrada a las armas. Su hermano mayor Manuel, teniente coronel de infantería,
forma también parte de la guarnición de Valencia. Otro hermano, Julio,
teniente coronel de Caballería, manda el centro de la Remonta de Tudela
(Navarra), y él más joven de todos, Jesús, comandante de infantería que
reside en Barcelona, se halla al servicio de la Generalidad. Joaquín al que
ahora nos estamos refiriendo, tiene cincuenta años y se le considera como uno
de los mejores artilleros de España (sigue el
relato con una pequeña semblanza de don Joaquín)...
Se puede pues afirmar que en el 5º Ligero, desde el coronel a los comandantes,
la causa nacional no contaba con un solo partidario, sí en cambio, muy
resueltos entre los capitanes y tenientes. Sólo dos capitanes, Manuel Gallego y
Atilano Sierra compartían la ideología del Alto Mando. En estos mismos
cuarteles penetró Sánchez Guerra cuando
quiso sublevar al 5º Ligero contra la Dictadura, y varios de los jefes que en
este Regimiento sirven, y entre ellos Joaquín Pérez Salas, representaron un
papel preponderante en aquel episodio.[viii]
Sin
duda alguna, don Joaquín debió de reunirse con el gobernador civil y sobre
todo con Martínez Barrio, para aconsejarle sobre la actitud indecisa de los
militares: Entiende Martínez Barrio que
es necesaria otra clase de pruebas para desvanecer los recelos que la guarnición
inspira; demostraciones efectivas, contribuyen a acrecentar su natural
desconfianza los jefes y oficiales frentepopulistas que le rodean: Eixea, los
dos Pérez Salas, Fores y Uribarry. Estos son los más interesados
en desvirtuar el valor de la adhesión de sus compañeros, los más
recelosos y suspicaces y los que con insistencia aconsejan a Martínez Barrio.
No crea, Señor Presidente, en esas declaraciones de lealtad, le engañan, son
facciosos, quieren ganar el tiempo y acabaran por rebelarse.
Poco
más hizo don Joaquín. En la noche del 31 de julio marchaba en tren al mando de
una expedición militar a Madrid.
Con
respecto a Manuel Pérez Salas esta era la situación en su regimiento: Algo
semejante - al 5º Ligero de Artillería - era la situación del Regimiento de
Infantería nº 7 antiguo Otumba. Hasta hacía poco había mandado este
regimiento un coronel patriota el señor García Benet; más, por haber sido
ascendido a general, dejó aquel puesto y fue sustituido por don Jesús
Velasco... Llegó a Valencia con la misión de republicanizar el Regimiento y en
este propósito se sintió asistido por los tenientes coroneles Manuel Pérez
Salas y Manuel Eixea Villar, este último sin mando. Otro teniente coronel también
sin mando don Mauricio Manrique de Lara era en cambio, fervoroso nacionalista,
lo mismo que los cuatro comandantes don Juan Cañada, don Joaquín Pacheco, don
Alfonso Orduña y don Carlos García Nieto. Cañada pertenecía a la Junta
Divisionaria de la U.M.E, y por su acción proselitista había conseguido que
muchos de los capitanes y tenientes se mostraran dispuestos a secundar el
Alzamiento. Cañada los había prevenido que el día 17 estuviesen atentos a
Radio Tetuán, donde captarían las noticias del Alzamiento. Comunicaron las
noticias a sus compañeros del Regimiento de la Brigada de Infantería nº 10,
antiguo Guadalajara. Pensaban ponerse de acuerdo con ellos, sobre la actitud que
debían de adoptar, más con gran sorpresa por su parte no encontraron la
acogida que esperaban.[ix]
Es decir la confusión o falta de confianza, impidió que se uniesen, con lo
cual empezaba mal el “Movimiento”.
Los
sublevados con la llegada de Martínez Barrio hicieron el último intento de
alzar la guarnición del 7º Regimiento de Artillería Otumba, que no estaba con
ellos, pero fracasaron ante la actitud de sus jefes de no sumarse a la rebelión.
Este es el relato de los hechos según Arrarás:
Acordamos dirigirnos los tres (Muñoz, Gómez
de Nicolás y Fornal coronel del 5º Ligero) al Regimiento Otumba nº 7 para
reclamar su adhesión.
Es bien difícil que la obtuviesen. El
coronel Velasco como los tenientes coroneles Pérez Salas y Eixea, se mostraban,
desde que supieron las primeras noticias del Alzamiento, disconformes con la
sublevación. No ocultaban su disposición a combatirla y maquinaban lo que debía
de hacerse para aplastarla en Valencia, caso de que aquí estallase. Bien puede
colegirse por esto cual era el ánimo de Velasco cuando sus colegas le
expusieron la pretensión de que se sumase a ellos para alzar la guarnición.
Sin dejarles terminar replico enfurecido:
Conmigo que no cuenten para eso. Ni conmigo
ni con mis oficiales. Y si persisten en esa actitud subversiva, este Regimiento
saldrá en defensa del Gobierno.
Y por si sus palabras no fuesen bastante
terminantes y para no dejar un resquicio de duda, sobre sus intenciones, cogió
el teléfono y en presencia de sus visitantes se puso al habla con Martínez
Monje.
Aquí están los otros tres coroneles - le
dijo - que vienen a proponerme que declaremos el Estado de Guerra.
Muñoz, Gómez de Nicolás y el mismo Fornal
se indignaron de esta delación, que vulneraba los más elementales preceptos
del compañerismo y de la caballerosidad[x].
De
esta forma, el Regimiento de infantería nº 7 no se sumó a la sublevación,
debido a la decisión y al coraje de sus jefes. Sin embargo, la rebelión, aún
no había terminado, los oficiales y las tropas rebeldes seguían indecisas.
[i] VILAR Pierre. Historia de
España. Pag. 142-143. Ed. Grijalbo Mondaderi.
[ii] SUERO ROCA Mª Teresa. Un
general de la República. Joaquín Pérez Salas. Rev. “Tiempo de
Historia” nº 37. Pág. 107-108.
.
[iii] PÉREZ SALAS Jesús.
Guerra en España (1936-1939). Pág. 95-96. Imp. Grafos. México DF.
[iv] CABANELLAS Guillermo. La
guerra de los mil días. Pag. 493. Ed. Grijalbo, S.A.
[v] ARRARAS
Joaquín. Historia de la cruzada española. Vol. 8º. T. 23. Pág.
474. Ediciones españolas, S.A.
[vi] CABANELLAS Guillermo. La
guerra de los mil días. Pag. 494. Ed. Grijalbo, S.A.
[vii] Ídem. Pág. 495-496.
[viii] ARRARAS Joaquín.
Historia de la cruzada española. T. nº 23. Pág. 274-275. Ediciones Españolas,
S.A.
SUBIR SALIR