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EVENTOS DE INTERES

Evolución cultural del Carnaval Magangueleño 

Por: AMAURY RAMIREZ DEL VALLE

La influencia geográfica de la Depresión Momposina, con su riqueza folclórica ancestral, permitió fomentar un certamen que desde los inicios de Magangué no existía, pero que de una celebración patria pasó a una fiesta carnestoléndica.  

Desde la celebración del primer centenario de Independencia de la ciudad Heroica de Cartagena, hasta nuestros días, permanece en el sentimiento de los magangueleños el deseo de compartir el episodio histórico de la emancipación colombiana del poder peninsular español. 

La simbiosis sufrida a través de los años con el surgimiento de la navegación comercial y turística por el río Magdalena, generó sin duda, una fortaleza cultural significativa que se concentró en el evento masivo de las fiestas novembrinas o carnaval. 

La diversidad de la fauna de nuestra región inspiró a inéditos folcloristas a dar rienda suelta a la imaginación creando una gama de bailes y danzas de origen silvestre, que son tradicionalmente reconocidas y que figuran célebremente en el mosaico del folclor carnestoléndico. Danzas como los Coyongos, los Goleros, los Ponches, el Sapo, el Caimán, el Gusano, Los Negritos y el Cien Pies, entre otras, reflejan la cotidianidad y la simbología propia de caños, ciénagas, ríos y playones de la Depresión Momposina, que según la tradición oral constituyen la base del ingenio popular del hombre ribereño. 

Instituciones del carnaval 

Además de la variedad de bailes y danzas típicas de la zona, que se exponen primordialmente para tiempos de carnaval, sobresalen como instituciones tradicionales de la fiesta del dios Momo, y que en el caso de Magangué las apreciamos, las Rezanderas, que durante todo el año se dedican a anotar cuanto suceso alimente su comedia; los conjuntos vernáculos como la caña e'millo, la gaita y las papayeras; la gigantona, las anilinas y Joselito Carnaval, este último aparece como un legendario personaje que se remonta a la era de las jubilosas celebraciones paganas de las saturnales romanas (fiesta en honor a Saturno), que fue el resultado de un proceso de trasculturación que inicialmente había tenido ocurrencia en España, Italia, Portugal y en otros países europeos para luego proyectarse a Iberoamérica. 

Los Grupos Folclóricos y el Carnaval 

Las fiestas novembrinas de Magangué o carnaval encierra dos connotaciones culturales como fiesta tradicional: una en su carácter carnestoléndico, con sus correspondientes particularidades de disfraces, comparsas, divertimentos, bailes, fantasías, reinas. Etc. Pero, además, conlleva lo folclórico, hecho que lo caracteriza. Ambas corrientes se desarrollaron y transformaron como manifestaciones de la misma fiesta o celebración. En el carnaval magangueleño confluyen tres tipos de intereses: el económico,el político y el folclórico. Este último lleva la peor parte, se "Subvalora" y no se le coloca en el puesto de relevancia que su importancia cultural exige. Según voceros de grupos folclóricos, los espectáculos organizados con patrocinio privado están saturados de publicidad y prima la finalidad propagandística por encima de la exhibición misma de las manifestaciones folclóricas y carnestoléndicas, que quedan relegadas en segundo orden. La forma en que se hacen los desfiles y la falta de criterios adecuados en los fallos de los concursos hacen peligrar las tradicionales y producen deformaciones coreográficas. Es importante establecer una buena clasificación de los distintos géneros de manifestaciones folclóricas y carnestoléndicas, así como claras y minuciosas pautas de juzgamiento de los concursos del Carnaval. Así, los grupos netamente tradicionales deben ser concebidos y juzgados como tales, aparte de las comparsas inspiradas libremente en el folclor popular, que por su espectacularidad gustan fácilmente en el detrimento de los estilos coreográficos primigenios. El ejemplo más visible es el de grupos de bailes que han modificado los patrones coreográficos de la cumbia. Tanto las danzas y cumbiambas ajustadas a sus patrones tradicionales, como las comparsas y grupos de baile inspirados en la fantasía y folclor, merecen un tratamiento diferenciado que respete sus características y en cada caso estimule la autenticidad o la creatividad, y en todos los casos la expresión artística. Lo mismo podría decirse de los disfraces, comedias y danzas de relación (pájaros, paloteo, etc.). La tradición contemporánea relata que las antiguas festividades novembrinas de Magangué se montaba sobre cimientos musicales autóctonos, tales como la cumbia, el porro, el mapalé y la tambora, todos interpretados a lo genuino en medio de rondas y verbenas populares que verdaderamente hoy si llaman a la nostalgia. El avance tecnológico ha distorsionado esa costumbre ancestral, en donde durante los desfiles, por ejemplo, se observan potentes altoparlantes como innovación para amenizar los bailes y comparsas. Los tiempos pasan y llegan otros con nuevos vientos renovadores. Si en el ayer, nuestros abuelos y padres se recreaban en las carnestolendas con música de Pacho Galán, Lucho Bermúdez, José María Peñaranda, Guillermo Buitrago, Antonio María Peñaloza, Rafael Campo Miranda, Rafael Escalona, Esther Forero y Anibal Velázquez, hay a estos autores sólo los escuchamos en "reciclajes" musicales de los conjuntos modernos. 

Criollismo del Carnaval 

Después de aquellos carnavales del pasado reciente, nuestra música y, por lo tanto, nuestro carnaval empieza a perder identidad. Narran nuestros mayores que por la época de los 50's y 60's del siglo anterior, el esplendor de esta tradición tuvo su mayor auge con la aparición de una corriente conservadora de la cultura. El verdadero carnaval, el que se debe mostrar al público, queda reducido a las carrozas y desfiles, porque para los días de la fiesta, las calles de Magangué se ven desoladas ante la amenaza de agentes extraños que quieren acabar la urbanidad del mismo, con toda una avalancha de vulgaridades propias de seres incivilizados. Señala el sociólogo Edgar Rey Sinning, acucioso analista del carnaval, que hoy por hoy esta fiesta popular se ha convertido, por lo menos en Barranquilla, como principal epicentro de la Costa, en una feria comercial, en donde los intereses mercantiles y publicitarios van adquiriendo cada vez más significación, "llegando hasta casi ocultar la creación popular, que con mil dificultades subsiste, y se pierden en ese mundo publicitario los aspectos tradicionales, populares, las costumbres, lo vivo, lo empírico y lo folclórico, que le permiten mostrarse como una auténtica expresión de la cultura popular regional y nacional". 

Resurgimiento 

Tras un penoso adormecimiento de la actividad carnestoléndica en Magangué, este año por iniciativa propia de las bases populares en cabeza del dirigente Iván Mondragón, la Alcaldía Municipal decidió flexibilizar la organización del carnaval, devolviéndole su esencia natural a estas festividades de antaño, para cuyo efecto se ha podido brindar a la comunidad magangueleña un mejor espectáculo folclórico y cultural, bajo la consigna: El carnaval de la cultura, la alegría y la paz. Puede apreciarse esta actitud, como un buen principio para el rescate de nuestras fiestas cernestoléndicas, reconocimiento que de la noche a la mañana no es fácil "resucitar" un muerto que desde hacía años estaba tendido son dolientes. Es plausible, de verdad, la labor de la actual organización, que con mucha creatividad y ganas de trabajar contribuye a mantener en pié un evento maizal que en otrora aparecía en en inventario del patrimonio cultural del municipio, la recomendación que suscita en este momento sería a la de no permitir por ningún motivo que el carnaval sea politizado o utilizado con fines lucrativos de particulares, como quiera que su origen es de autenticidad cultural. 

ENCUENTRO DE COMPOSITORES COSTEÑOS

La costa atlántica es la única región del país donde caben perfectamente más de cien festivales. Los hay de todos los nombres, colores olores y sabores. Desde el festival del Burro hasta el Reinado Nacional de la Belleza, que es otro festival pero con desfile de modas de todos los estilos y tamaños. Sin embargo, ningún festival de la Costa Atlántica tiene el mérito de fomentar tanta creatividad y tanta imaginaria popular como el que se realiza en Magangue, donde se habían citado todos los ritmos que han hecho famoso a este pedazo de la geografía colombiana. 

Se trata del encuentro de compositores costeños, que muy a pesar de su relativa corta trayectoria en el mundo cultural, catorce años, ha podido ganarse el reconocimiento de compositores de talla como Alejo Duran, José Benito Barros, Lucho Bermúdez, Esthercita Forero, Rafael Escalona, Luis Enrique Martinez, Leandro Diaz, Enrique diaz, Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, Pedro Ramaya, Pablo Florez, Ruben Darío Salcedo, Alci Acosta, Aníbal Velásquez, Romualdo Brito, Juan Lara, Toño Fernández, Joaquín Torres, Abel Antonio Villa, Andrés Landero, Willy Calderón, Mario Zuleta, Adolfo Pacheco, Pacho Rada, Isaias Simancas, Hernan Villa, Pedro Torres, Julio Montalvo, Miguel Gutiérrez, Sergio Moya Molina, Franklin Moya, Deimer Marin, Maria de Jesús, Martin Madera Viñas, Chico Cervantes, Armando Hernandez, Tony Moncada, Jesús M. Leal, el mono Bertel, Efrén Calderón, Antonio Maria Peñalosa, Marcos Diaz, Franco Argüelles, Osvaldo Monterrosa, Gilberto Torres, Pedro Pablo Peña, Rafael Diaz (hermano de Diomedes), Gabriel Segura, Joaco Pertuz, Catalina Parra, Wadid y Álvaro Carrasco, Julio Oñate Martinez, Adriano Salas y Toño Salas Júnior. 

El festival Durante cuatro días de su desarrollo vemos desfilar viejos y nuevos compositores del porro, del vallenato, de la cumbia, del chandé, de la gaita, del millo y hasta de la canción romántica. Cuatro días donde la gente que tiene creatividad, pero a la que no se le da el chance de exponerla en otros escenarios, se desborda con vibrante entusiasmo para dejar testimonio de las vivencias de su pueblo. Lo importante de este evento cultural de la costa caribe no es tanto el ocasional encuentro de viejas glorias de la composición costeña, sino la oportunidad que se les brinda a las nuevas generaciones para dar a conocer sus producciones reprimidas y, sobre todo aquellas que por el ritmo, difícilmente encontraran un medio eficaz de vinculación. Nadie desconoce que en la costa caribe casi todos los festivales estaban hechos para el vallenato, como si todos los costeños tuvieran predilección por este importante ritmo. 

En cambio, compositores de porros, chandés, bullarengues, y de música gaita, millo y tambores eran totalmente ignorados. Por eso, a manera de rebeldía surgieron festivales del porro, la cumbia, de gaitas y ahora el Encuentro de Compositores Costeños, donde tienen acogida todos los ritmos. Estos festivales y encuentros tratan de fomentar el surgimiento de nuevos valores y de reencontrar la identidad cultural de la costa atlántica perdida ante el sincretismo de un solo ritmo musical perversamente comercializado. Tierra de Folclor 

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