Apostilla ¿final? a mi artículo “¿Quién los mató?”

Por Mariana Hernández
mariannehz@hotline.com

Domingo 10 de agosto de 2003
Recomiendo a los lectores regresar de tanto en tanto a este texto, pues está siendo renovado a medida que se van produciendo nuevos datos y nuevos razonamientos.

Ver ¿Quién los mató?

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Cuando en noviembre de 2002 me propuse escribir las desamparadas reflexiones que recogí en ¿Quién los mató?, no pensé que tantas conjeturas fuesen a verificarse.

En febrero de 2004 los diputados Iris Varela y Juan Barreto presentaron un vídeo de Henry Vivas, ex director de la Policía Metropolitana, probando y adquiriendo armas de guerra en Europa. Fusiles con mira telescópica, poco útiles para situaciones típicas de policía en perímetro urbano, pero utilísimas para francotiradores como los que actuaron el 11-A. También adquirían ametralladoras con silenciador. ¿Para qué? Vivas en su defensa dice que eso se adquirió en 2001, lo que lo incrimina más, porque fue justo antes de los sucesos de Llaguno al año siguiente, en que actuaron armas como ésas.

Han sido los periodistas, algunos de los que fabricaron el entramado diabólico en que se dieron estos hechos, los que han ido confesando el premeditado y alevoso crimen uno a uno: Otto Neustald y su esposa Gladys Rodríguez primero cuando despreocupadamente admitieron todo en la Universidad Bicentenaria de Aragua, como para darse lija: “Miren qué importantes somos que desde la víspera sabíamos de la matazón; total sólo eran seres humanos los que iban a exterminar, ¿para qué prevenir a nadie?”. Algo así interpreto de lo que dijeron entonces. A ella particularmente le preocupaba dónde iba a conseguir empleo si aquello fracasaba. Para ella los muertos estaban y están en segundo plano. Si no en último.

Ahora en este agosto de su descontento vienen Luis Alfonso Fernández, de Venevisión, y Del Valle Canelón, de Globovisión, a confesar paladinamente que el vídeo que dio la vuelta al mundo, de los chavistas disparando supuestamente sobre la multitud, y con el que Fernández se ganó el premio Rey de España, era forjado. Tiempo hubo suficiente para aclarar las cosas, pero tuvo que venir un tribunal a conducirlos a decir la verdad, que sabían y han debido informar desde el primer día. Fernández revela que no es su voz la que narra los sucesos que recoge el vídeo, sino la del más descarado: Manuel Sáenz, quien desde el estudio añadió estas ignominiosas palabras que le dictaron, pues no estaba viendo lo que pasaba sino por el vídeo ya debidamente trasquilado, cuando éste se transmitió el 11 de abril en la noche, como parte del golpe:

Le [sic] han disparado a personas inocentes escondiéndose detrás de paredes. Y vacían los cargadores, y vuelven a recargar [sic] sus pistolas automáticas y vuelven a descargarlas una y otra vez contra cientos de manifestantes indefensos [...]. Ahora observan ustedes cómo empiezan a verse las bajas [las de los chavistas, por cierto]. Ya están las víctimas de los disparos. Las víctimas indefensas de estos manifestantes [...]. Ahí están ustedes observando cómo llegan los heridos de bala a Miraflores. Parece que lo tenían previsto, lo tenían absolutamente previsto porque fíjense que habían armado hasta una especie de hospital de campaña en Miraflores. Estaban atendiendo, como ustedes han visto en el transcurso de esta tarde, a los heridos de bala víctimas de miembros armados del MVR y de los círculos bolivarianos, esto deja de ser una especulación de los periodistas o una especulación de la gente. Ustedes acaban de ver las imágenes de miembros del MVR, con franelas del MVR, disparando con armas automáticas, descargando las armas, volviéndolas a cargar y repitiendo esta acción una y otra vez contra manifestantes indefensos que iban circulando por la Av. Baralt.

Ahora en agosto de 2003 Sáenz confiesa que sí, que él dijo todo eso sin estar informado ni haber confirmado nada, pero lo admite entrabado por el siguiente engorro:

Yo no digo que disparaban a la marcha, sino que había muertos sobre la avenida Baralt y que las únicas imágenes de personas disparando que habían [sic] estaban sobre Puente Llaguno. No digo que ellos son los responsables de esas muertes. Había muertos en la Baralt y los únicos que estaban disparando hasta ahorita son los señores de Puente Llaguno. No hice otra cosa más que describir lo que estaban haciendo, cómo llegaban, descargaban pistolas automáticas y volvían a cargar.

Se puede ver todo el cuento en “Video de Llaguno del 11-A contradice declaraciones dadas por Manuel Sáenz a Panorama.

Luego de que pasaron también ad nauseam las tomas de Puente Llaguno en que dejaron sin explicar un efecto óptico del tipo de barrotes del puente, que hace ver como un telón y, como si faltara algo para la instigación al odio público, en Venevisión suprimieron escenas iniciales en donde aparecen chavistas cayendo. El argumento es que si los chavistas habían colocado previamente ese telón es porque premeditaban masacrar la manifestación que pasaría por allí, sin ser vistos. ¿Cómo sabían que la marcha iba a ser desviada hacia allí como para premeditar tremendo telón? Un argumento de comic. De todos modos la manifestación no pasó por ahí, como dijo Henry Vivas en su interpelación en la Asamblea Nacional: “¡Menos mal que no llegó a Puente Llaguno!”.

Otro detalle: la marcha no pasó por allí entre otras razones, y esto es muy importante, porque por ese puente es muy engorroso el acceso a Miraflores, pues sólo se cuenta con dos estrechas escaleras para subir de la Av. Baralt a la Av. Urdaneta, sobre la que queda el palacio. Las miles de personas que marchaban contra Chávez hubieran tardado semanas en pasar por esas escaleras. Era mejor acceder por otras vías, más anchas, como hicieron los manifestantes, por la Av. Sucre vía Plaza O’Leary y frente a las anchas escalinatas de la entrada del parque El Calvario, en cuyas gradas se sentaron miles de marchistas, no sé a qué. Tal vez ellos tampoco sabían a qué. ¿Estaban esperando entrar por los jardines de Miraflores, que quedan por ahí cerca? ¿Cómo podían saber qué hacer si estaban abandonados por sus dirigentes que muy oportunamente se desaparecieron antes de comenzar el tiroteo?

La idea, como expone Rodolfo Sanz en su libro, que acaba de aparecer, Dialéctica de una victoria (Caracas: Nuevo Pensamiento Crítico, 2003, cap. 6) era que la multitud llegara a Miraflores con la consiguiente mortandad y así poder juzgar a Chávez por lesa humanidad tal vez en los Estados Unidos, como hicieron con Manuel Antonio Noriega. Había un jet con matrícula norteamericana en La Orchila, el que llevó allí a monseñor Ignacio Cardenal Velasco, que en paz descanse y Dios lo haya perdonado.

Ya el periodista Javier Ignacio Mayorca había presentado una versión similar el mismo día 13 de abril de 2002 en El Nacional. Se necesita ser bien ciego para no ver lo que no necesita anteojos.

Cuando uno de los acusados de Llaguno le reclamó a la periodista Del Valle Canelón de Globovisión por qué no aclaró las cosas, por lo que él estuvo preso durante casi un año, ella declaró de lo más cómoda que Globovisión la había tenido presionada. ¡A qué dilemas se someten los periodistas de esta la hora más oscura de la profesión! ¡Todo por cuidar un puestico! Y no se sabe cuándo los sacrifican: ya lo hicieron con Mingo, cuando confesó lo que confesó en el telefonema con su madre: “Hay que buscar un poco de muertos, ¡coño!”, entre otras infamias. Ahora le toca el turno a Ibéyise Pacheco, destituida de Así Es La Noticia, porque ya no le es cómoda a Miguel Henrique Otero, el dueño del pasquín ese que ella dirigió hasta hoy domingo 10 de agosto. Demasiadas demandas por difamaciones que el propio Otero le encomendó cometer. Ahora la deja sola. Así paga el Diablo. Así cobraron unos 500 periodistas que han sido echados de su trabajo desde los primeros meses de 2003, algunos de los cuales se entregaron al antichavismo más frenético para cuidar el puestico. Inútilmente. Lo que llaman pacto fáustico. El Diablo sí existe y anda suelto por Venezuela.


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