ðHwww.oocities.org/espanol/pmalife/pma8www.oocities.org/espanol/pmalife/pma8.htmllayedxÈUÕJÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÈÅlë-OKtext/html(¾ÍWë-ÿÿÿÿb‰.HMon, 19 May 2003 18:41:20 GMT7Mozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *ÈUÕJë- Una Muestra de la Brecha Social
UNA MUESTRA DE LA BRECHA SOCIAL
 
El pasado lunes 6 de mayo de los corrientes, se asomaron por la puerta de mi aula de clases un grupo de muchachos de primer año de mi carrera.  Los mismo se presentaban con una sola misión, solicitarnos ayuda a fin de poder concretar la realización de un Proyecto de Acción Social en la Escuela Ahogado-Centro, en el sector de Santa Rosa, distrito de Capira.
 
El vocero del grupo se detuvo frente a nosotros y, mientras otros nos repartían volantes con importante información; enumeró la cantidad de problemas por los que atraviesa dicha escuela y sus estudiantes.
 
“La Escuela Ahogado-Centro tiene parte del piso de tierra, el techo es de penca y cuando llueve no se puede dar clases porque se cuela el agua; las paredes de la Escuela y de la cocina son de madera rústica, al igual que el cuarto de la maestra.  El baño y el sanitario no tienen puertas, no poseen sillas en buenas condiciones, la cocina no tiene piso ni mobiliario para colocar los pocos utensilios que tienen; los niños y niñas no cuentan con útiles escolares, material didáctico, ni utensilios para recibir merienda; muchos van a la Escuela descalzos y caminan por vías, caminos y carreteras de tierra”.
 
¡Inadmisible e intolerable situación!, pensé mientras se partía mi alma, al imaginar el sufrimiento de esos niños.  Justo en ese momento mi mundo de sueños y aspiraciones se comparó con la medida de esperanza en el futuro que pudiesen tener aquellos niños, envueltos en la cruel miseria social, económica y educativa; que los hunde en el pantano del porvenir incierto y de la ignominiosa ignorancia.
 
Tomé la volante, mientras depositaba lo que podía en la alcancía que llevaban.  La leí y me enteré que para construir lo que falta del piso de la escuela, el piso de la cocina, la puerta y una acera para que no se hundan en el lodo los pies descalzos de tan infortunados infantes; solo se necesitan  20 sacos de cemento, 5 yardas de arena, 6 yardas de piedra y una puerta chica.
 
¡Qué ironía!, cuántos no hay que se gastan lo que costarían estos materiales en un día de compras en los almacenes más caros de la ciudad - y con esto no quiero decir que no tengan derecho a darse sus lujos-; cuántos no hay que hoy ostentan la posibilidad de hacer algo por los que menos tienen, pero prefieren ignorar esta realidad que envuelve a miles de panameños; hacerse de oídos sordos y ojos ciegos, en medio de la más vil de las indiferencias.  No les pedimos que los carguen, o que les hagan todo, o que les apadrines su errores; hablamos de tomar la iniciativa de contribuir a construir una sociedad más justa, solidaria y equitativa.  Hablamos de que aquellos que más tienen compartan con los más desafortunados; ¿o acaso eso es solo deber de los que menos tenemos?  
 
La realidad de la pobreza en Panamá es injusta.  Nuestra Nación está llena de grandes recursos, pero quienes tienen la potestad de hacerlos funcionar no lo hacen -y no pretendo discrepar en el asunto del por qué-.  
 
En medio de la terrible situación social que consume nuestra identidad nacional, están aquellos que obtienen grandes salarios por trabajar poco; están aquellos que son elegidos para servir, pero que prefieren servirse ellos mismos; también aquellos que reciben grandes ingresos y no le tributan al Estado como se debe; y que decir de los que ganan miles en gastos de representación o servicios profesionales, y no le dan ni un centavo a la Caja de Seguro Social.  Esto, sin contar a aquellos que estafan a sus empleados y los explotan; aquellos que le roban a sus clientes vendiendo los productos a precios exagerados; aquellos que envían a sus hijos a escuelas y universidades públicas, pero pagan lo mismo que el más pobre de los padres de familia; aquellos que compran la comida más fina, pero no pagan impuesto, como si se tratase del consumidor más pobre.  Están aquellos que ganan millones, los depositan en sus cuentas bancarias y luego salen a las calles ha hablar de justicia social; esos son los mismos que cuando les pides una donación, la hacen deducible de los impuestos para que no salga nada de sus bolsillos.  ¡Creo que más dona aquel que saca un dólar de su bolsillo que aquel que saca treinta mil de sus impuestos!  Al final el Estado es el que hace la donación.
 
Entre pensamientos e ideas, regresé a mi casa aquella noche y me senté a conversar con mi esposa, acerca de esta infame realidad.  Traté de ser fuerte, pero el dolor de esos niños pudo más.  Así, mientras una lágrima recorría mi rostro y mi esposa trataba de consolarme, mi espíritu no cesaba de pedirle a Dios la oportunidad de poder hacer algo por tan desventurados seres.
 
Martes 4 de junio de 2002