ADVERTENCIA EN CUATRO PTS

CABALGARÍA EL SOL

DAMA Y MUERTE EN AUTOPISTA

DESPEDIDA DE SOLTERA

ENTRE NOTICIAS

GATO FINAL

GRAN CAFÉ (Canción)

GUIÓN Y SOUNDTRACK

HABITACIÓN 74

IMPROMETIDO

INTENTOS

ISLA

LOS BUENOS TIEMPOS

LUNA DE NEÓN

MADRE TRES

MARINA

MILANO 1980

MUERTOS EN ENFRENTAMIENTO

QUINCE Y ÚLTIMO

ROSA SOBRE NEGRO

RURAL UNO

SIN DRAGONES

SIN EFECTOS ESPECIALES

SOMBRA DE BARRA

TÉCNICA MIXTA

TRIPTANOL QUINIENTOS MILIGRAMOS

VOY A NECESITAR UN ROLEX

YA CARLOS PURROY NO TOCA BLUES

 

 

 

ADVERTENCIA EN CUATRO PTS

Fumo demasiado

desde que me falta tu beso,

es aliento del infierno

que me besa en tus ausencias.

Es el fuego de los polos de la tierra

que se enreda entre mis manos

y espanta la nostalgia de tus manos.

Fumo demasiado desde que me falta tu beso,

me recuerda que tus horas

quedaron atascadas en mis labios,

en mi lengua.

Apago así deseos en ceniceros

atiborrados de cenizas de promesas.

En el humo se hace forma tu fantasma.

En el humo desaparecen los perfumes de tu sexo

y desaparece el mismo amor,

o se transmuta en adicción

a las llamas que arrasaron el Edén.

Fumo demasiado desde que me falta tu beso.

Es el cuerpo celeste que me roba lo oscuro.

El sabor y el castigo a otra vida sin ti.

El humo que me esconde, me atrapa y me salva

de los golpes que deja el amor.

El azúcar que mata el café, en cajetilla impresa

con advertencia a la salud.

De advertencia que no consideré

aunque al verte por primera y cuarta vez,

en tus ojos se leía

en letra pequeñita, en cuatro puntos:

Nociva, cancerígena y mortal

para aquello que aún quedaba

de mi viejo y atropellado corazón.

 

CABALGARÍA EL SOL

Si no estuviera tan caliente

cabalgaría el sol,

desde ahí no se ven tan mal las cosas

y es más barato que American Airlines.

Él es puntual de acuerdo a la estación,

exclusivo o democrático

dependiendo del cristal,

él es dama o caballero,

luz o infierno, vida o muerte

dependiendo si es playa o desierto.

No creo que muchos

hayan pensado en serio

viajar a Londres o a Madrid,

a Katmandú, a La Habana o a Pekín,

sin pasaporte, sin pasaje, sin permiso.

Si tan sólo tuviera aire acondicionado,

lo pensaría.

Cenar una pizza en trattoria.

Contarle a Woody Allen mi despecho

por Rossi, que se fue con mi mejor amiga.

Comerme un Big Mac frente a Lenín.

Leer el evangelio en Tel Aviv.

Vender a la O´Connors en CD en el Vaticano.

Depositar mis pesadillas en Suiza.

Observar a cinco metros el trasero de Madonna.

Nadar entre ballenas asesinas.

Construir un nuevo muro de Berlín.

Lanzar una moneda falsa en Trevi.

Lanzar una flor y una oración

a Morrisson, Ghandi, el Che.

Escupir Somozas, Mussolinis, Pinochets.

Cenar sushi en Nagasaki.

Cabalgar un elefante

y bajar con San Juan a Choroní.

Tan sólo si el sol tuviera aire acondicionado

lo pensaría.

 

DAMA Y MUERTE EN AUTOPISTA

Te vi por primera y última vez

tendida sobre el pavimento,

golpeada por un auto y la vida,

mojada por tu sangre y la lluvia.

No me detuve siquiera para ver

si nos habíamos visto antes

sólo unos segundos, paralizado,

aterrado, enamorado.

Segundos para saber quién fuiste,

de los hombres que bañaste de sudor,

de cadáveres rellenos de alcohol

escupiéndote mentiras de verdad,

que en mañanas de insomnio de cartón

fue tu sueño imprimirte en las revistas de TV.

Que una vez y nada más te enamoraste

y que odiaste compartir tus monedas con aquel.

Segundos para saber tu vida,

que rompiste el corazón de Don Daniel,

que rompiste la cabeza a Yanilé,

que rompiste la moral en un colchón

y rompiste el afecto por tu piel.

Segundos para saber que fuiste niña,

con tu Barbie de manufactura nacional,

niña enamorada, niña que enciende un cigarro,

niña que escapa y se entrega a un soldado,

niña que huele la nieve y los talcos del mal.

Sentiste, creíste tan fuerte

que no lo volviste a hacer.

Noche sin luna, noche bañada en la lluvia,

noche bañada en tu sangre,

noche, cerveza y espuma.

Estoy demasiado aterrado,

no sé si ese olor, esa voz, esa visión,

no sé si esa caricia fría que me tocó,

tres cuadras antes de verte por primera vez,

golpeada por un auto, la noche y la vida,

bañada por la lluvia, tu sangre y mi vodka,

fue la muerte que me tropezó

cuando apresurada te buscaba,

o fuiste tú que por última vez

dabas un beso ardiente, helado,

a un desconocido.

 

DESPEDIDA DE SOLTERA

No soy una amiga pervertida. ¡Ja!

Es obvio.

Ni siquiera en tu despedida de soltera.

Ni siquiera tú y yo y Rosa,

antes de que el amor y el compromiso

te dejen sin derecho a las estrellas,

a los perros de la noche

y a la pieles prohibidas.

No soy un nudista de Streep Show, ¡Ja!

Es obvio.

Ni siquiera en tu despedida de soltera.

Ni siquiera tú y yo y Rosa,

antes de que te encierren en la más hermosa jaula,

y renuncies al derecho a besarte con la muerte,

al graffiti en tus caderas

y a los dioses de las sombras.

No soy ni siquiera tu amante.

¡Mmmmmm! ¿Es obvio?

Ni siquiera en tu despedida de soltera.

Ni siquiera tú y yo solos,

antes de que tu casa, el tiempo y el futuro

te dejen sin el ciento veintiséis de la rockola,

sin la puta que me arrastra al purgatorio

ni el poeta que dejó de cantar para escupir.

Soy en cambio

la más impuntual de las estrellas,

soy el perro que cenó lo que dejaste,

soy el beso con la muerte,

el graffiti en tus caderas,

soy los dioses de las sombras,

soy el ciento veintiséis de la rockola,

soy la puta que te arrastra al purgatorio

y el poeta que dejó de cantar para escupir.

Brindo entonces

por él, por tu casa y las cigüeñas que te acechan.

Confieso entonces,

que fuiste mi amor que nunca fue,

me despecho sin que nadie lo sospeche,

y brindo

porque fue lo que no fue.

 

ENTRE NOTICIAS

Antes de llegar a mi armadura

tropiezo con galeras y columnas,

con noticias repetidas

y noticias en estreno, maremotos

y un suicidio de ballenas,

epidemias producidas por amores descuidados,

candidatos que se expulsan del partido,

la final entre Cleveland y Chávez,

y una venta sin permiso

de la última estación de gasolina.

Se me acaban los cigarros por la angustia.

Se me acaban los cabellos por la angustia.

Se me acaban poco a poco los deseos por vivir,

ya agotado de la tinta y las mentiras.

Me pregunto y no sé cómo

sobrevive mi sonrisa hasta esta hora.

Bastó entonces que mis lentes se rompieran,

que un disparo me dejara sin visión.

Bastó entonces esa ausencia de tus ojos,

de esa luz que a veces tomo sin permiso,

y por segundos enterarme que eres tú

lo que protege mi sonrisa en mis batallas y en mis muertes.

Necesito entonces que lo sepas,

no se trata entonces de llamar a un teléfono

prohibido,

no se trata ni siquiera de preguntarte de tus signos y tus gustos

o una cena ridícula y un cine.

Sólo es cuestión de agradecerte

y de desearte lo mejor,

de saber que nadie tiene la certeza

de que ojos entre tantos me dan la luz esos momentos.

Hoy dejé una flor invisible en tu escritorio,

te agradezco que la cuides,

que le des un rocío cada tres días,

que reciba mucho sol en las mañanas.

Sobre todo no le cuentes de las cosas que escribiste ese día,

tal vez así vaya y dure para siempre.

 

GATO FINAL

Ese gato muerto en la puerta de mi casa

se lleva todo aquello que no fue,

que no pudo ser. Ese gato

deja en mí tristezas que no debieron existir.

Es como si los besos que nunca nos sobraron,

el hotel que no pudimos conocer,

la pizza después de la última de Spielberg.

Como si todas las conversaciones que faltaron

y la hamburguesa de carrito bajo la luna,

o el champaña derramada por accidente

en la cama, las ganas en los caminos sin

espacio para tocarte.

Como si todo lo que no pudo ser

fuese esta noche a ser recogido.

 

GRAN CAFÉ (Canción)

Otra noche en el café,

con la misma forma de decir,

con la misma forma de mirar,

es un nuevo modo de morir.

Otra noche de capuccino sin azúcar,

otra noche de cambiar el mundo,

otra noche de escupir mendigos,

otra noche con el mismo asunto.

Hoy se acaban el dinero y las horas,

sé que el café me dará siempre una coartada,

que podría asesinar si está de moda,

que estaré mejor mañana.

Ella me habla de Pedro Almodóvar,

yo que pienso en sus medias de seda.

Ella tumba y desarma al gobierno,

yo mirándola olvido la cena.

Cigarrillos que encienden el cielo,

directores de cine y de cama,

escritores que beben veneno,

periodistas que informan la nada,

prostitutas que cobran promesas,

vendedores de bala y navaja,

diputados que ofrecen vergüenzas

y un arcángel que vende sus alas.

Unos gimen negocios fabulosos,

otros saben que nadie sabrá,

un niñito que limpia un zapato

y un Sabina que canta un Serrat.

-El gobierno no sabe que hacer.

-Tu te apuras, el taxi se va.

-En novelas prefiero a Brasil.

-Yo de aquí me voy para un bar.

-El se marcha y ofrece un contrato.

-Internet es mejor que papel.

-Tu me das el reloj o te mato.

-Este tipo te quiere joder.

-Voy al Valle, ¿me puedes llevar?

-Dos marrones y agua mineral.

-Ella sabe que él no va a volver

Y la cuenta, la limosna y el deseo,

la canción y el azúcar, la tertulia

y el caballo que perdió.

Domingo desnuda una mesa.

Rafael viene y dobla el mantel

¡Buenas noches! ¡Malas propinas!

Aúllan los perros nocturnos.

Entonces un hombre gris,

olvidado y con escoba,

barre las colillas, barre los papeles,

barre los negocios, barre los análisis,

barre los deseos, y un recogelatas gris,

olvidado y con mujer,

llena su saco con envases de aluminio

y palabras reciclables.

 

GUIÓN Y SOUNDTRACK

Vida que me aleja del mar.

Vida que me escupe y bendice.

Vida que me ofrece un cigarro.

Vida que me empuja al final.

En sus redes me alejo de ti,

en sus redes me engaño,

me escapo, regreso al principio, voy,

pierdo la apuesta en el sol,

regresa el caballo de un sueño,

se come mi heno y mi azúcar.

Vida que quitas y pones la mesa.

Vida que esculpe caderas, deseos.

Vida asesina de sueños,

creadora de luces, colores y formas.

Vida que me daña lo alegre.

Vida de Acuario con Tauro,

de aeropuerto que rompe

o inventa el amor.

Vida que cancela la tarjeta.

Vida que demuele las plazas,

me encierra en la cárcel, me paga la fianza.

Que se lleva a Carolina a otro planeta,

que se lleva a Constanza al purgatorio,

que se lleva a Susana a lo innombrable,

que se lleva tanta piel a mis recuerdos clausurados,

cuerdas que trenzan mis odios,

manos que desatan mi amor,

cuerdas que trenzan mi amor,

manos que desatan mis odios.

Sólo un cuadro y un Corolla,

un CD y mis memorias,

sólo carne en mi nevera,

testamento en la gaveta con las rosas

que murieron o perdí, sólo un beso en la mujer

que me atrapó,

me responden de manera artificial:

con qué agujas nos tejieron el destino,

quién será el guionista de mi trama original,

quién dirigió aquella escena desdichada del adiós,

quién compuso o interpreta mi soundtrack.

 

HABITACIÓN 74

Con la llave en la mano de la habitación 74,

dejo por un segundo

de pensar, de mirar, de desear.

Tus líneas borradas por la falda,

y, al tiempo que mis manos acarician el vinil,

extraño por segundos: el equipaje dejado en recepción, el baúl del desengaño,

el morral de lo inconcluso, la maleta del ayer.

Entonces me siento desnudo,

frágil, al tiempo que alado y bello. Contigo

hoy me basta lo que tengo encima,

me sobra el equipaje del pasado

y el pasaporte hacia el futuro.

Sólo una caja de cigarrillos entre tú y yo.

 

IMPROMETIDO

No me pidas que prometa nada,

discúlpame, pero es...

que ya no me quedan promesas suficientes

y las pocas que conservo

las tengo a plazo fijo. Mira mis zapatos,

ve sus suelas.

¿Sabes que cuando se ha andado demasiado

se han dejado la luna, las estrellas

y los nombres de bebés que no han nacido,

olvidados en tantos sitios que ya

no se puede uno ni acordar?

No me pidas que prometa,

a cambio toma el mejor de mis besos en garantía,

a cambio toma la mejor de mis miradas,

a cambio tómate un café esta madrugada,

pero entiende que ya mi palabra no es suficiente para nadie, que está llena de tabaco, alcohol

y de sueños destrozados.

Por eso no me pidas que prometa

lo que ya no tengo. A cambio, tómame,

escarba mis verdades de los huesos,

bebe de mis labios lo eterno y lo finito,

ordéñame el amor y la pasión,

permíteme un abrazo

que me deje encadenado entre tus piernas.

Cenemos juntos tus temores y los míos,

contémonos la vida,

exhibamos el amor a los amigos,

y si uno de estos fines de semana estamos libres,

viajemos a ese sitio que una vez me prometí,

donde la promesa no es eterna

y lo eterno no es promesa.

 

INTENTOS

Dame el sol esta mañana,

deja el dulce sueño de una virgen

detrás del vitral del comedor,

déjame beber de tus poros laboriosos

el café del retorno a la rutina

y ponle el azúcar de lo incierto.

Y llenemos las sábanas de editorial, de crucigrama, de buenas y malas noticias, de comiquitas, de cartelera cinematográfica,

crítica de arte y finales del mundial.

Y sintiéndonos amados e informados,

Cada cual tome sus botas, su fusil y cantimplora

y después del hasta luego, decorado con mirada y beso, intentemos regresar con vida.

 

ISLA

Conozco esta isla atestada de gentes e insomnios,

su tierra tan cómoda, segura y tan seca.

Carteles, revistas de modas.

El Tropi a la entrada del puerto

y Yordano encerrado en cassettes.

Conozco esta isla entre cerros,

la recuerdo de oído y de alma,

pues sus muros jamás permanecen.

Le conozco sus horas, sus noches.

Las siete el teléfono suena.

Las nueve el mejor restauran.

Las cuatro el peor botiquín.

Conozco su muro tan verde en las tardes,

y a veces me tienta escalarlo,

tocarlo, hacerle el amor.

Conozco manicomios y cárcel de adentro,

prostitutas y amor desde afuera.

Conozco que tiene un camino hacia el mar.

Conozco de oído historias de héroes.

Conozco de piel sus derrotas,

los ojos de mujeres que jamás conocí,

el fuego, los besos, la piel,

de otras que no comprendí.

Conozco sus siete canales de pies a cabeza,

sus cines de lunes a martes

y bajo su tierra un instinto ordenado y pulido.

Aprendí a cruzar sus calles y días en silencio,

a rayar sus paredes, su prensa,

colearme y comerme sus flechas.

A vivir sin trabajo ni herencia

y ya no me dan depresiones,

pues al amor no saciado

y al odio heredado le puse por nombre mi estrés,

que calmo con Astor o Belmont,

caballos, alcohol o un trasero.

Conozco esta isla de Petare a Catia

y a pesar de estar enterado

de calles, caminos, veredas,

de tiendas, de bares y parques,

he perdido el camino hacia ti.

 

LOS BUENOS TIEMPOS

No volverán los buenos tiempos,

hicieron sus maletas

y se fueron con el circo.

No les fue tan complicado,

no tenían que cargar con tantas cosas.

Los buenos tiempos,

cuando un cigarrillo

era un delito, una aventura.

Cuando era tan difícil acostar a una mujer,

que cualquiera era el amor.

Cuando todo era sorpresa.

No volverán los buenos tiempos,

volaron hacia otro sol, otra galaxia.

No les fue tan complicado,

pesaban menos que una pluma de pichón.

Los buenos tiempos, cuando al amanecer

me esperaba mi madre,

con regaño, ropa limpia y desayuno.

En los que un cheque

era un papel mal diseñado

y la tragedia era la física,

el latín y la misma biología.

No volverán los buenos tiempos,

fueron tragados por la tierra y la verdad,

tal vez en una grieta

del San José o el Mijagual.

No les fue tan complicado,

eran blandos y sensibles.

Los buenos tiempos,

para hacerme dueño de una playa,

me bastaban una carpa

y dos botellas de agua mineral,

mi boleto era el pulgar,

mi equipaje en los bolsillos

y la lluvia mi prisión.

No volverán los buenos tiempos,

los mataron en las selvas de Bolivia,

en La Moneda. No les fue tan complicado,

contaban con la CIA, los militares

y el cartel de Medellín. Los buenos tiempos,

una cerveza, el más grande amor en vacaciones,

un graffiti derrocando a la miseria,

una boa tragando un elefante

y la esperanza,

que apenas comenzaba a agonizar.

 

LUNA DE NEÓN

Es el tiempo que precede a los eclipses,

es el tiempo posterior a luna muerta,

es adaggio disfrazado de rag time.

Todo queda a las afueras de mi puerta,

los amantes que mataron a Romeo,

mercaderes de amapolas,

el sonido de la hora del recreo

prostitutas a destiempo,

los ancianos que murieron en la cola.

Es el tiempo en que la luna es de neón,

es el tiempo de hacer el amor en rap,

es el tiempo que comienza en El León.

Todo queda en las afueras de mi piel,

el poema es apenas un papel,

gin tonic más que alcohol es el amor

y una dama no es otra cosa que visión.

Es visión con medias negras descosidas,

y aparecen mis amadas una a una,

y se esfuman las angustias dos por dos.

Todo pierde el orden del tamaño,

todo pierde el orden del alfabeto,

todo pierde el orden ordenado,

y se va la luz natural del firmamento,

es el final del día,

es la agonía del último de los siglos por venir,

es la luna mesurada de kilovatios,

la trinidad es los Panchos, la Lupe y Madonna,

y sus ángeles Gardel y Donna Summers,

Cancerbero es un portero enamorado

y coleado entre mis labios

el cigarro va y escupe tu fantasma.

Fantasmas de neón,

lunas que tejieron la tormenta,

autopista que desnuda mi razón,

sol que estalla en mi garganta,

sol que mata al conde en Rumania,

sol que ilumina la agonía,

sol que quema las bombillas, las resacas,

sol que enciende la alcaldía

y enciende los motores, los odios y las venas

y el sudor de medio día

se convierte en esperar

que un conserje prisionero de una cloaca

encienda mañana a la misma hora

y por el mismo canal,

nuestra luna de neón de cada día.

 

MADRE TRES

Otra vez con otra cara ella aparece,

se disfraza de amor correspondido,

muestra sus pechos y esconde sus tragedias.

Claro, la ecuación se hace evidente

y ella decide salvarme

de los horrores de mi eterna oscuridad.

Ella olvida que mi cara de angustiado

fue más llamar la atención de sus sentidos

que un grito de auxilio, una promesa.

Ella olvida que la noche no es eterna.

Ella olvida que mis lágrimas

se evaporan con el día y dan luz a mi sonrisa.

Ella olvida que la luna es mi alimento,

que fui criado por los lobos

y educado por zamuros.

Ella cambia mis muebles de lugar.

Ella lava mi sartén que por tantos años he curado,

insulta a mi gato en mis ausencias.

Ella quiere ayudar,

eliminar el cigarrillo de mi dieta,

volver tan fuerte mi golpeada anatomía

que no deje escapar mi corazón,

dejar mi casa sin fantasmas ni chiripas.

No entiende que espantando mis demonios

también quema las flores que dan vida

a mi razón. Ella me quiere salvar,

anexa y elimina amigos, expone sus razones.

Ella asfixia en lugar de acariciar,

rocía veneno en mis papeles

y se cree más eficiente en su tarea

que mi madre, mis maestros

y la misma policía. Y otra vez yo la saco

a patadas de mi vida.

 

MARINA

Barcos más allá de alta mar,

un saludo de luces en morse.

Una presencia,

cuando lo más que nos queda

es la propia soledad,

la soledad con sus cantos de sirena

y el cadáver de Alfonsina.

Barcos en medio de la mar,

cuando un saludo es una estrella artificial.

Una presencia,

cuando lo más que nos queda

es lo que queda del amor.

Lo imposible de un encuentro

o colisión, por miedo

a perder el control sobre el timón,

por miedo a historias de Titanics embriagados

contra témpanos de hielo.

La tentación de limpiar

el polvo a mi bandera de pirata,

abordarte, incendiarte e incendiarnos,

y una vez bajo las aguas,

descubrir una canción de amor

en el canto de belugas moribundas.

Enredarnos entre anémonas azules,

con la certeza de lo imposible de

fumar un cigarrillo,

apostar a caballos de mar

y perder la vida en Moby Dick.

Barcos más allá de alta mar.

Tú que vas por el horizonte

y desapareces abrazando el sol,

y yo que me hundo al fondo

de un Absolut con hielo y

concha de limón.

 

MILANO 1980

Milano mil novecientos ochenta,

Milano entre neblinas de sudor inexplicable.

Prendo il treno in Cadorna.

Scendo in Duomo.

Un hombre toca blues en la estación.

Un hombre toca a Dios en Catedral.

Un hombre toca el culo a una señora.

Milano con guerra fría a doce bajo cero.

Roger Watters estrena un ladrillo más en su pared.

La rockola sólo tiene Lucio Dalla y Rock and Roll.

Aquí ya no hay Vivaldi o Rigoletto.

Aquí es Nina Haggen

quien se besa con tenores en La Scala.

Sólo Verdi en los billetes de mil liras

y los graffitis en el metro

se acompañan por tenores, contraaltos.

Milano racionada, Milano congelada,

Milano que espera el sonido de una bomba,

Milano de Camisas Negras y Brigadas Rojas.

Milano que mira a Roma

esperar una orden del Pentágono

contra un iraní secuestrador. Milano rehén,

donde un punk es un malandro

con zapatos más baratos.

Donde hace meses no veo una pierna de mujer.

Donde hace meses no veo el sol.

Donde hace meses sólo veo carabinieris.

Yo, que visto el uniforme de la angustia,

Que, como es del público sabido,

soy poco atractivo al sexo opuesto.

Yo, que habito en Viale Gramsci,

sin teléfono

y a cambio con un Conde que habla demasiado.

Yo, que veo por mi ventana platillos voladores,

y que a falta de T.V.

me invento un guión en el que Antonella,

esa encantadora agente de la CIA,

buscando comunistas,

encontró mi corazón.

 

MUERTOS EN ENFRENTAMIENTO

Cuando Andy Warholl

le donó cinco minutos en TV,

con sus colores planos en el gesto de matar,

de asesinar,

arrastrado por los centuriones de Jerusalén,

-O Jesús o Barrabás, ¡qué más da!

total la sangre sabe igual,

ese hombre estaba vivo.

Quince minutos después

murió en enfrentamiento sumarial.

Y miramos y aplaudimos su cadáver.

Total, aquí todos morimos en enfrentamiento,

aquí todos esperamos la ejecución,

aquí no importa el sentimiento,

aquí sólo es segura la prisión.

Que importa que los maten como ratas,

necesitamos que defiendan como sea

las billeteras, las vidas, los repros,

los carros, los Reeboks, los cheques.

Que defiendan las vaginas inocentes.

Que defiendan a Dios mismo del horror.

Que los maten como a ratas.

Que nos maten como a ratas.

Ratas blancas consumiendo ratas negras.

Un luminoso día de primavera,

las ratas serán especie en extinción.

Brindaremos con nostalgia y ansiedad,

pues la sangre se hizo vicio.

Entonces algún orador en el salón

nos alegrará y animará.

Aún las billeteras y las tierras,

aún los Reeboks, las vaginas,

aún las camionetas y las casas,

aún la moral y el mismo Dios,

estarán amenazados.

Amenazados por porcinos corruptos,

por los patos maricones,

por los osos comunistas,

por los ebrios que devoran las estrellas,

por traseros que enloquecen nuestros vientres,

por poetas y pintores que perturban nuestra paz,

por los negros que amenazan a la luz,

colombianos que devoran nuestro mar

y por judíos que nos quieren dominar.

Entonces, después de tanta ejecución y enfrentamiento sumarial,

sólo el amor será amenaza, con él, después,

ya sabremos que se hará.

 

QUINCE Y ÚLTIMO

Calles que rompen caras,

ruido de alfiles, caballos y torres,

gentes que arrastran la vida.

Empujan y callan. Empujan y callan.

Un hombre en la caja

grita del veinte al cincuenta,

parece que quiere gritarme,

pedir auxilio a los dioses.

La gente se empuja,

se toca con miedo y con odio,

afuera te esperan de muchas maneras,

en carros lujosos, en moto,

descalzos o en Nike

los que quieren robarte lo tuyo.

Está bien cara la vida. No vale un coño la vida.

Gentes de quince en treinta,

expulsados del Edén, el hospital,

el almacén y el restauran.

Gentes de quince en treinta,

esperando un bono de respeto

y acumulando rencor en prestación.

No hay lugar en los libros

para la gente de quince en treinta.

No hay lugar en los panteones nacionales

para la gente de quince en treinta.

No hay lugar en los estudios de TV

para la gente de quince en treinta.

No queda un sitio en el palacio de justicia

para la gente de quince en treinta.

Ni siquiera un cráter en la luna

para la gente de quince en treinta.

Tan sólo una mesa, al fondo, junto al baño,

y una silla al final de la barra

para la gente de quince en treinta.

 

ROSA SOBRE NEGRO

Desprendida de algún ramo la encontré,

sobre el piso, acompañada por colillas y papeles.

Eran las seis de la tarde

y el sol no abandonaba la ciudad.

Eran la seis de la tarde

y yo no tenía más compromiso que la luna.

Me dije ¿por qué no?

La tomé de entre mis manos y le dije:

Esta noche su serás mi acompañante.

Ella hirió mis manos con su espina.

Lo supuse, se asemeja en eso

a las mujeres de mi especie.

Entonces me curó con sus pétalos, sus hojas.

Como el ruido era agobiante

decidimos mudarnos de local.

Aquel era un lugar más apacible,

Sarah Vaughan acompañaba mi Martini.

Yo en el banco de la barra,

ella junto al trago y cenicero

coqueteaba con los fósforos gastados.

Me miró y me contó de su pasado,

las abejas que besaron sus pistilos,

tucusitos que volaron, la olvidaron,

la tijera que cortó sus esperanzas

y del niño que la vende

en la cola de la autopista.

La miré y le conté de mis angustias,

la alemana que rompió mi corazón,

la derrota que sufrió mi sindicato,

de los hijos que no tuve ni tendré,

mis helechos, mi bromelia y la palmera,

de mi gato y de mi abuelo catalán,

de lo caro que es un trago en este sitio

y el proyecto que jamás comenzaré.

Entonces como suele suceder,

un amigo enamoraba a unas amigas,

después de saludarme tonterías,

después de presentarme tonterías,

después de contarme tonterías,

me propuso con su voz

de animador de verbenas de liceo:

-Regálale esa flor a la princesa.

Yo dudé, él insistió. Yo dudé, ella sonrió.

Apreté la flor rompiéndome mi mano,

la entregué sin ni siquiera sonreír,

regresé a mi puesto de la barra,

pedí un trago y la olvidé.

 

RURAL UNO

Me encantaría invitarte

a escapar para siempre

del neón y del concreto.

Bajo árboles inconscientes de la muerte,

sobre alfombras de grillos y serpientes,

escapar para siempre

de absolutamente todas las mentiras

que tejieron en las pieles

las maestras, los periódicos, la tele.

Quiero invitarte

a enterarte entre mis brazos

de que todo ese montón de estrellas

a las cuales podríamos sumarle los cocuyos,

son quizás la única luz

que jamás la urbe

podrá robarle al lugar donde se siembra.

Contarlas quizás, hay tiempo de sobra.

Contarlas quizás,

nos quedan suficientes tequilas y ginebras.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis...

Y andando ya por la noventa,

que la sed de tus labios me interrumpa,

y entonces tras el beso que da vida a mi café.

Comenzar de nuevo.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis...

Y andando ya por la sesenta,

que el deseo de una pizza sin anchoas

nos distraiga de la suma de esos soles pequeñitos.

Comenzar de nuevo.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis...

Y andando así como en la treinta,

discutir, pelear un poco,

esas cosas que entorpecen tu sonrisa,

que me matan los deseos. Comenzar de nuevo.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis...

Y andando así como en la ciento veinticinco,

es la higiene del cerebro quien nos pide

ese baño en el río de la cultura.

Albinoni, Fito Páez, Almodóvar o Fellini.

Comenzar de nuevo.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis...

Y andando como en tres,

el deseo va y se mete entre las piernas,

nos ordeña los sudores innombrables

y me deja moribundo entre tus brazos.

Comenzar de nuevo.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis...

Y andando así como en diez mil,

tú me dices que te estás enamorando,

yo cocino el desayuno y el dolor

y tú esconces bajo sábanas el fin.

Entonces llega el sol,

va y nos deja sin los números gastados.

Entonces llega la cola en la autopista,

con el cliente y el café,

con el cheque que rebota,

la llamada por cobrar, la tarjeta del horario,

el carnet en la camisa, el insulto en el semáforo,

el almuerzo en Burger King,

las facturas y descuidos por pagar,

el capítulo final de Rem y Stimpi,

el malandro que me quiere asesinar,

otra guerra que ya está por comenzar,

lo oxidado que destroza el radiador.

Cola infinita, cola en el canal de mil,

cola en el hombrillo,

cola que te deja sin los grillos,

cola que devora las estrellas,

cola que se bebe la tequila,

cola de final de amor.

 

 

SIN DRAGONES

Esa mujer se salva sola.

Su armario quedó congestionado

de armaduras de cartón y hojalata,

chatarra oxidada del pasado.

Ella no quiere ser salvada del dragón.

Ella no quiere ser salvada del dolor.

Ella no quiere, en fin, un caballero

protegiéndole el honor.

Se cansó de salvar a sus salvadores,

de limpiar las espadas, cremalleras y sus almas,

descifrarles sus angustias, sus temores,

de lavarles los sudores de otras camas.

Ella escupe. Ella gruñe. Ella hiere. Ella se salva.

Descubrió que los escudos, las espadas,

no pesaban tanto como un hombre.

Que un dragón no es más que salamandra adormecida

o el yesquero abandonado de alguna hada,

o una especia de reptil en extinción.

Ella gime. Ella suda. Ella se voltea.

Ella se fuma un Gitane.

Esa mujer no busca un príncipe.

Esa mujer no olvida su zapato.

Ella llama a su caballo de un silbido,

no quiere más poetas de cantina

calentándole la oreja y los deseos.

Sólo besa sapos, renacuajos y serpientes

cuando calma las angustias de su vientre,

los esconde entre sus rizos

y los deja abandonados en el piso.

Ella se salva, y se escapa sin pagar. Ella ama

y huye conservando la razón.

Ella escapa y se bebe la tequila.

Es María Feliz,

con tarjeta de crédito,

con acciones de la bolsa,

con el control remoto de su vida,

y con Gardel, Elvis Presley, Robert Reford,

Mickey Mouse y el Che Guevara,

en la cajuela de un caballo convertible

y cuatro puertas.

 

SIN EFECTOS ESPECIALES

Siempre creí que

al encontrar esos ojos

que por tantas eras he buscado

de inmediato lo sabría.

Se escucharían extraños violines,

violonchelos,

algo así como en barroco o en new age.

Reflectores, tal vez,

extraordinarios efectos especiales,

conejos, animalitos cursis, pajaritos,

abriendo los caminos del amor.

Esperé una obertura a lo Broadway,

que las nubes, las estrellas

y otros cuerpos celestiales

me enseñaran el camino

hacia el puesto que ocupabas en la barra.

Esperé un arco iris

empujando el primer beso.

No hubo concierto de cuerdas, creo.

No hubo luces en efectos especiales, creo.

No hubo bichitos de Disney en tus brazos, creo.

No hubo Fred Astaire y Ginger Rogers, creo.

Ni una estrella en tu sonrisa

que se ahogaba en el alcohol, creo.

Tal vez el ruido de botellas que chocaban,

los eructos de borrachos moribundos,

los disparos que humedecen mi ciudad,

el gemido de una puta en el hotel,

los discursos de políticos gastados

o un home run de Galarraga,

no dejaron escuchar lo que pasaba.

Tal vez el humo de millones de cigarros,

con las llamas que me dejan sin ozono,

las luces altas de algún taxi derrotado,

tal vez tus piernas enredadas en la falda

o ese ángel que se salva del amor,

o un titular de La Noticia sobre un trato

entre una banca y un ministro guerrillero,

tal vez el sol que se coló

entre otras estrellas,

no dejaron observar lo que pasaba.

Sin embargo, hoy a un mes

de haberme enamorado,

tu risa con tu voz es el concierto,

tu cuerpo entre las sabanas la luz,

los ositos y conejos no preparan el café,

es Sinatra el que interpreta nuestro adiós

y detrás del arco iris tu retorno,

con la luna, las estrellas, las galaxias,

en tu modo de mirar.

 

SOMBRA DE BARRA

Sombra de barra, decorada de púrpura y negro,

ojos de oasis en la noche,

boca de bergoña tinto y seco,

mirada que toca mis ojos,

mi cuello, recorre mi panza

y regresa a mi boca con mucho cuidado,

espejismo, pan de cada noche.

Sombra de barra, tú te sabes mirada y deseada,

tú te sabes olvidada y odiada.

Sombra de barra, ¿será que de veras no existes?

Que cambias de cara y de look

de viernes en viernes. Otros ojos,

la misma mirada, te pido un Marlboro

y me fumo tu boca, te pido tu boca

y me besa un Martini, me bebo tu trago

y enciendo tus ojos. Sobra de barra,

espejo en la noche, estrella fugaz

que muestras las piernas, los pechos,

y escondes el alma y el tiempo.

Tus ojos me tocan, camino hacia el baño,

te tumbo el orgullo y el trago, te beso,

pregunto tus signos, me besas,

mencionas tu novio, y yo en el caballo

más negro del mundo

te llevo a mi cueva y mi historia,

me meto en tu diario y tus senos,

huimos del sol y los pájaros diurnos

hasta que el alba te atrapa,

te envía hacia el pasado, me envía hacia el pasado.

 

TÉCNICA MIXTA

Hoy me derramo de nuevo sobre ti,

hoy mi alma se transmuta en tintas.

En tintas sobre tu cuerpo,

en acrílico sobre tus muslos,

en óleo sobre tu pubis, pastel sobre tus dedos.

Hoy no fue el blanco zinc del amor cotidiano.

Y derramo el pantone sobre tus caderas,

y tomando tu ombligo como punto céntrico,

para expandir sobre tu torso

pasto, troncos y hojas secas

en pincelada impresionista,

es decir, a lo Monet.

Trazo entonces la luna sobre tu pecho izquierdo,

el sol sobre el derecho

y mientras un caballo de Chagall escapa por la ventana hago estrellas con tus pecas

y lavo mi pincel sobre tu boca satisfecha.

 

TRIPTANOL QUINIENTOS MILIGRAMOS

Hace ya quince años me creí un dios.

Hace ya quince años inventé de nuevo esa guerra.

Esa guerra. Desenfundé una espada de madera

contra demonios, contra desastres,

contra la muerte. Hace ya quince años

tomé mi armadura de papel

y en un tío vivo de colores y con alas,

viaje a otros planetas,

otras lunas, otros siglos. Me entrevisté

con Zeus, con Venus, con Mercurio.

Con Alá, con Krishna y con Jehová.

Con Yemayá y con Changó.

Me dijeron ve y regresa,

toma una vela, un caballo, tus pinceles,

no permitas que los niños envejezcan en el hambre,

que abandonen a los viejos en la muerte,

que el sudor sólo se pague con limosna,

no permitas que lo negro tape el sol,

que la mentira valga un poco más que la verdad.

Regresé a la tierra,

enfrenté batallas que no podrías imaginar:

asesiné dragones, bombardeé pesadillas,

sometí demonios a prisión. Pero un día,

hace ya quince años, los gigantes del poder

convirtieron sus pieles

en cemento de molinos de La Mancha,

sus huesos en concreto, acero y muerte,

sus ojos en neón con color de pesadilla.

Entonces me encerraron,

me golpearon,

me sacaron del estómago esperanzas,

recetaron Meleril y Triptanol.

Me volvieron a golpear,

me enseñaron tabla a tabla a sumar y a dividir,

que la luna no era más que un satélite sin vida,

que lo injusto es para siempre.

Hace ya quince años,

comprendí que la vida es en blanco y negro,

que su fondo musical está rayado.

Pero aún de vez en cuando y de cuando en vez,

desenfundo, limpio y juego

con mis armas de madera y chocolate.

Sé muy bien,

a pesar del Triptanol quinientos miligramos,

que algún día,

las voy a utilizar.

 

VOY A NECESITAR UN ROLEX

Voy a necesitar un Rolex creo que me irá mejor.

A veces he creído, que con un Rolex,

el tiempo no se me hará tan corto,

no me atrapará,

no me hará pedazos en sus manos.

Estoy seguro

de que su segundero no será tan inclemente

como el de mi Boy London,

nacido entre miles de Taiwan.

Estoy seguro de que me absolverá de mis pecados,

mis traiciones y omisiones.

Que mi mano quedará encadenada

a un tiempo diferente, a una dieta diferente,

a una celda diferente,

donde los despechos se asesinan con champagne,

donde el rumor de otro tic tac

no permite escuchar las tragedias del vecino.

Si, estoy seguro, voy a necesitar un Rolex.

Para hacer con las horas, los segundos y las eras

todo aquello que me venga en buena y mala gana.

Voy a vender los libros de Bukowsky,

los de Borges y mi Biblia.

Voy a vender a Bob Dylan, a Glen Miller,

a Pablito, Chico Buarque en acetato.

Voy a vender a John Lennon en compacto.

Voy a vender a mi madre y a mi gato.

Voy a vender una a una las palabras

y barajas que una vez te enamoraron.

Voy a vender la tristeza en mis ojeras.

Voy a vender la estrella que una vez me regalaste.

Y compraré unas esposas

que me aten a la tierra,

que me salven de los riesgos que me acechan

cuando el viento va y me empuja hacia los cielos.

Que me aseguren los sentidos a lo real.

Que no permitan que me muera de tristeza o de pasión.

Por eso, quiero de una vez un Rolex

atando mi mano izquierda al pavimento.

 

YA CARLOS PURROY NO TOCA BLUES

Ya Carlos Purroy no toca blues,

y Dios lo sabía desde el principio.

Desde antes de que sus padres

lo llevaran por primera vez a un hospital

para saber de su extraña enfermedad.

Ya Carlos Purroy

no tocará en el garaje de Santa Mónica,

está bien,

pero tampoco perderá la esperanza en el camino

y sus notas continuarán en mi cabeza

como si aún tuvieran veinte.

Las baquetas de Carlos Rivas

se pudrieron con la lluvia.

Tito Guédez no repuso aquella cuerda que rompió

cuando imitaba a Graham Nash.

Todos abandonamos el garaje en estampida,

todos comenzamos a morir

cuando la clase de mil novecientos setenta y seis

del colegio Cristo Rey

se quedó sin audio y sin sonrisa.

Se cayeron las tetas de Corina,

María Helena se convirtió en televisor,

Carlos Sicilia se volvió loco

y un servidor se perdió en una canción.

Y los hogares se convirtieron

en los que faltabamos por morir,

tres niñitos, un divorcio y

una beca que acabó por terminar.

Sólo Carlos Purroy conserva su cabello y su sonrisa.

Sólo Carlos Purroy no engordó.

A los demás nos salieron telarañas

en el garaje de Santa Mónica,

y continuamos afinando, ecualizando,

componiendo, fumando,

esperando que el piano suene solo

qu nos cuente que Carlitos no murió.

aquello que jamás supimos explicar,

de Amanda

que fue enviada a Grecia por sus padres

que no querían mezclar su sangre con el blues.