Caracas, 26 de noviembre de 2003
Congreso Bolivariano de los Pueblos CBP
Documento-aporte de la APDH del Ecuador
Mesa No. 12: Tema general “DDHH Y CULTURA DE PAZ”
TEMAS CENTRALES DEL CBP
- Análisis de los esquemas hegemónicos de dominación y futuros escenarios
- Propuestas de unidad y acción continental
APORTE DE LA APDH DEL ECUADOR
- Contexto global
- Crisis mundial del concepto de DDHH
- Ejes fundamentales de la situación de América Latina y el Caribe
- Desafíos y Propuestas del CBP en el tema de DDHH
Contexto global:
Nunca como hoy el mundo se enfrenta a una disyuntiva definitoria entre la supervivencia de la especie humana y la vida del planeta, o su destrucción total.
No es posible contextuar la situación de “los derechos humanos” y de “América Latina” si no se pone en evidencia que el unipolarismo político y militar, junto a la globalización neoliberal, han agudizado esa dramática disyuntiva de la Tierra, donde la potencia imperial hegemónica privilegia la imposición brutal como lenguaje y la fuerza militar como conducta. En la actualidad -de manera consciente y organizada- los EEUU actúan FUERA DE LA LEY a escala universal.
En ese marco global, los derechos humanos se debaten en medio de una paradoja: jamás como hasta ahora había evolucionado y progresado tanto la legislación internacional en materia de derechos humanos a nivel mundial, debido a la presión y a la lucha de los pueblos, en tanto que ese avance progresivo de la juridicidad internacional en la materia, contrasta profundamente con la real y dramática situación de los derechos humanos en el planeta.
Crisis mundial del concepto de DDHH:
El Sistema Internacional y los organismos no gubernamentales internacionales europeos y norteamericanos, pero también los de América Latina, deberían admitirlo: Hay una crisis doctrinaria y conceptual de los DDHH, reflejo de la profunda crisis de su realidad y aplicación en un mundo unipolar empeñado en vivir fuera de la ley.
Con la consolidación del unipolarismo y la llegada a la Casa Blanca del más peligroso círculo de poder de los últimos tiempos, caracterizado por su guerrerismo manifiesto y una ideología fascistoide, ligado a las transnacionales petroleras y al complejo armamentista norteamericano, los EEUU y sus potencias aliadas han impuesto al mundo una visión caprichosamente unilateral e hipócritamente sesgada de los derechos humanos, al priorizar únicamente los derechos individuales, civiles y políticos para el resto de la comunidad internacional, derechos que -por otra parte- ellos los violan de manera creciente casa adentro, dejando de lado y despreciando el debate y respeto al concepto de integralidad de todos los derechos, especialmente los derechos sociales, económicos y culturales, el derecho al desarrollo, los derechos colectivos y de los pueblos, violentados de manera sistemática por un orden internacional injusto que ha globalizado la concentración monopólica del capital transnacional, la fuerza militar de las potencias contra el resto del mundo y el reino de la amenaza y el miedo a escala planetaria.
El escenario internacional post-11 de septiembre y la declaración perpetua de la llamada “Guerra Antiterrorista” por parte de los EEUU y las potencias atlánticas, con sus aberrantes nociones de “guerra preventiva”, “derecho de intervención” y castigo a “los países del Eje del mal”, han ahondado en sus propias fronteras la vulneración y limitación de los derechos individuales, civiles y políticos, en tanto que imponen al resto del planeta, que son los países pobres, el unanimismo discursivo y la uniformización de su sesgada visión de los DDHH, desconociendo la diversidad, la especificidad y la pluralidad del mundo en materia de: democracia, derechos humanos y orden internacional.
La comunidad de naciones, luego de la invasión a Irak, atraviesa su peor momento, pues las Naciones Unidas, creadas al concluir la II Guerra Mundial, han sido literalmente avasalladas por las potencias hegemónicas que impusieron la práctica de la violencia como recurso único para dirimir las diferencias y resolver los conflictos internacionales, y espacios como el Comité de DDHH en Ginebra privilegian la situación de los DDHH de los países pobres bajo la presión sistemática de las potencias hegemónicas.
Se hace imprescindible reconceptualizar los derechos humanos a escala universal, para retomar su carácter de integralidad y dar prioridad a los DESC y los derechos de los pueblos, que son masiva e impunemente violados por la civilización neoliberal y transgredidos salvaje y sistemáticamente por el modelo de economía y de sociedad impuesto a escala global por aquella.
Al igual que el discurso hegemónico unipolar sobre los derechos humanos, se va haciendo urgente que los pueblos del Tercer mundo confrontemos el discurso hegemónico sobre el “terrorismo”, la “democracia formal” y el “libre mercado”, que por un lado deslegitiman el derecho a la diversidad, la pluralidad y multipolaridad; y, por otro, estigmatizan a los países tercermundistas y los movimientos sociales que resisten la globalización neoliberal y sus obvios resultados a escala universal.
Los ejes fundamentales de la situación de América Latina y el Caribe:
El neoliberalismo como modelo económico y la democracia formal como representación política, han entrado en crisis en todo el continente, al calor de su profundo desgaste, de la ineptitud de las elites para resolver los problemas estructurales de nuestra población y del despertar civil de los pueblos que se levantan a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe exigiendo cambios urgentes y nuevos modelos de economía, sociedad y política.
El ALCA y la creciente militarización e intervencionismo de la potencia hegemónica y sus aliados atlánticos, son los ejes fundamentales de dominación hegemónica en la actual situación continental. El proyecto de anexión neocolonial de los EEUU para el siglo XXI, a través de la llamada Área de Libre Comercio para las Américas, debido a la resistencias y el creciente insurgir de los pueblos, solo sería posible concretarla mediante la militarización forzada de nuestro continente, expresada por ahora en la puesta en práctica de estrategias geopolíticas de dominación como el Plan Colombia, el Plan Puebla Panamá, el Plan Dignidad, la imposición de bases militares en toda América Latina y el Caribe, las operaciones y ejercicios militares, la preparación de “Fuerzas multinacionales de paz”, la privatización de las guerras de baja intensidad; la redefinición de la “Seguridad nacional”, del TIAR y la OEA, y la reingeniería conceptual de la fuerza mediante la definición de los “enemigos internos emergentes” y “las nuevas amenazas asimétricas” al calor de la doctrina de la Guerra Preventiva Antiterrorista, el terrorismo de Estado, el autoritarismo de las democracias formales (“democracias de baja intensidad”, como citan algunos autores) y la criminalización de los sujetos sociales.
La creciente resistencia de los pueblos de América Latina y el Caribe, junto a la crisis del neoliberalismo y de la democracia formal y excluyente como su representación política, también han terminado por visualizar lo previsible: el desgaste definitivo de la Organización de Estados Americanos como instancia continental que hoy resulta insuficiente para entender y responder a las nuevas dinámicas sociales y políticas, y cuyas paradigmáticas (y malogradas) intervenciones en auxilio del modelo, en los casos del golpe de Estado del 11 de abril de 2002 en Venezuela, los levantamientos sociales sucesivos en Ecuador, Argentina y, últimamente, en Bolivia, pusieron en evidencia el patético anacronismo en que la OEA se encuentra sumergida.
Instancias continentales de nuevo tipo, surgidas desde los pueblos y ante la nueva realidad en la correlación política de fuerzas, surgen ya en la lucha contra el ALCA y otras, superiores, de carácter político, deben hacerse urgentes de fundar y construir. Al desgaste de las representaciones elitistas que nacieron bajo el signo de la guerra fría en el continente como fue el caso de la OEA, una “Organización de Pueblos Americanos” de hecho, se levanta cada vez de manera creciente y autónoma como alternativa para avanzar, bajo el criterio que nosotros creemos debe ser de triple carácter: de coordinación estratégica, táctica y operativa entre los tres sujetos del cambio en Nuestra América, que -por ahora- son los movimientos sociales, los partidos políticos de avanzada y los gobiernos progresistas de la región, como Venezuela, Brasil, Argentina y Cuba.
El nuevo arco continental de resistencias y alternativas sociales y políticas abierto en Latinoamérica, hace imprescindible que nos opongamos y derrotemos al ALCA y todas sus versiones remozadas, pero también que logremos desmontar con la movilización de millones la actual estrategia de Washington y las elites oligárquicas del continente de los tratados bilaterales de libre comercio que intentan debilitar toda posibilidad de actuación colectiva en bloque regional y unidad de acción política y económica de las naciones.
La propuesta nacida en la República de Venezuela, el ALBA, Alternativa Bolivariana de América, se abre como una alternativa integral que va más allá de la respuesta unitaria de los pueblos en lo comercial y económico, sino en los termas política, cultura y derechos humanos, ejes que deben ser fortalecidos y enriquecidos por todas y todos desde una visión conjunta para dotarle de fuerza y efectividad al ALBA.
Llega el momento de las definiciones:
Cuando fuimos en misión solidaria de DDHH a Bolivia junto a otros hermanos latinoamericanos, luego de la “guerra del gas”, la gente de la calle en la ciudad de El Alto, los heridos y sus familiares preguntaban dónde estaban Human Rights Watch y Amnistía Internacional. La misma pregunta nos hacían los caraqueños después de los sucesos del 11 de abril.
Así como la realidad ha superado a la arcaica OEA, cuya reingeniería intenta ser funcionarizada por los EEUU para abrir paso al ALCA, aún en el tema de DDHH, así como la crisis latinoamericana y llos nuevos sujetos sociales han dejado atrás a la visión tradicional de los centros de poder mundial sobre los derechos humanos y la democracia, hoy resulta cada vez más visible para los latinoamericanos, que también los organismos internacionales (ONGs y fundaciones privadas) de DDHH que trabajan bajo la visión eurocentrista y norteamericana, se han quedado anclados a un enfoque que -para nosotros- es ya del pasado, que no entienden los profundos cambios en la base social latinoamericana y que no responden satisfactoriamente a las dramáticas violaciones cometidas por el modelo neoliberal y las democracias excluyentes en el continente.
Triste resultó el papel jugado por algunas organizaciones internacionales durante los sucesos del 11 de Abril de 2002 en Venezuela, y elocuente el peso de su silencio ante lo ocurrido recientemente en Bolivia. ¿Dónde estaban?, ¿mantenían una mirada prejuiciada de nuestra realidad latinoamericana? ¿en qué andan pensando esos hermanos mientras el continente exige una visión más contemporánea de nuestros derechos colectivos y de los pueblos?, ¿son los derechos individuales y políticos, la vieja racionalidad aristotélica y el juridicismo legal y tecnocrático, suficientes para afrontar un mundo fuera de la ley y entender un continente que abre nuevos caminos?.
Independientemente del respeto que se pueda profesar a esas visiones, nosotros como movimientos sociales y organizaciones de DDHH latinoamericanas, debemos –resueltamente- construir un camino propio y cortar de manera definitiva el cordón umbilical doctrinario que aún ata algunos pensamientos y prácticas a “la escuela” de de DDHH de Londres, París o Washington.
Simón Rodríguez nos exige “inventar o errar”, “no ser copia ni calca”, no solo en los modelos políticos y económicos, sino también en este terreno.
Desafíos y Propuestas del CBP en el tema de DDHH
Ahora, el Congreso Bolivariano de los Pueblos debe emerger, si quiere prolongarse en la nueva fase histórica que América Latina empieza a desandar, como un espacio político propicio para facilitar la coordinación de esa tríada del cambio, respetando las nociones de diversidad social y pluralidad política, de respeto a la especificidad nacional de cada proceso y de exigencia de respuesta unitaria a la nueva correlación de fuerzas abierta en América Latina, para superar el modelo neoliberal y la democracia oligárquica.
No será posible dejar atrás 500 años de desprecio y dominación, y 20 años de ajuste estructural y neoliberalismo, si no parimos un espacio regional de coordinación estratégica que empuje y permita a los tres sujetos del cambio unirse para echar a andar la historia y la vida de nuestros pueblos.
En ese marco, se hace necesario que el CBP incorpore resuelta y realmente al “patito feo” de los gobiernos y del sectarismo, los derechos humanos como otro de los temas fundamentales de su accionar, aportando un salto de calidad en la doctrina y práctica de éstos, que le permita a América Latina configurar una ambiciosa y nueva doctrina, nuestra, propia, autónoma, latinoamericanista, bolivariana, de los derechos humanos, que a nivel mundial de impulso a su noción fundacional de integralidad y diversidad, bajo una dinámica que en el siglo XXI debe entender a los derechos humanos como RESPONSABILIDADES (dialéctica del derecho y el deber) y que de respuestas efectivas y prioritarias a los derechos de los pueblos, los DESC, el derecho de soberanía y autodeterminación, los derechos del tercer milenio (preservación y defensa de nuestras fuentes de agua dulce, biodiversidad y oxígeno) y el poco debatido derecho al desarrollo.
A la luz del proceso bolivariano que se vive en Venezuela, el CBP debe asumir como propio y necesario eje la profundización de la democracia, no la formal y excluyente, no la oligárquica y “light”, no la eurocéntrica que no nos entiende a los latinoamericanos, ni la elitista norteamericana que nos desprecia, sino la de abajo, la democracia de los pueblos, la que rinde cuentas y exige rendir cuentas a sus mandatarios, la que “manda obedeciendo” al decir de los zapatistas, la latinoamericana y bolivariana, la DEMOCRACIA PARTICIPATIVA.
Para afrontar los nuevos desafíos y responder a la hora definitoria que ya vemos acercarse en América Latina y el Caribe, es necesario que todos los actores del CBP asumamos como parte de nuestra propia agenda nacional los diversos procesos de lucha social y política abiertos en el continente, que respetemos su condición de enriquecedora diversidad, que lo dotemos del efectivo ingrediente de la unidad más amplia, que avancemos en colectivo, no desde el viejo esquema cupular de las “dirigencias indiscutidas”. Es urgente que el CBP se abra a otros actores sociales y políticos que no están, por ahora, y que deben estar, como los “caracoles” zapatistas de México, los millones de migrantes latinoamericanos exiliados por el neoliberalismo en EEUU y Europa, los ecologistas, los afroamericanos, las bandas rockeras y movimientos subterráneos juveniles, así como los pobres y movimientos de paz de los EEUU, las comunidades de origen asiático y árabe en la diversa América Latina, y los gobiernos progresistas que vienen emergiendo de manera inequívoca en la región.
Elemento sustancial del CBP y de la doctrina y estrategia bolivariana de DDHH a construir, es la cultura, terreno clave de las guerras de baja intensidad “para ganar los corazones y mentes de millones de habitantes del mundo”, y dentro de ésta, el papel de los mass media y la reivindicación bolivariana del derecho a la Información y a la constitución de medios de comunicación continentales propios. La Cadena Latinoamericana de Noticias, CLN (planteada por el Presidente Chávez) o de la “Al Jazira” Latinoamericana (planteada por nosotros desde el 13 de abril de este año en Caracas), debe dejar de ser un sueño, una frase bonita, un discurso, para someterla al aterrizaje operativo y logístico de la realidad continental.
Dado que el proceso bolivariano de Venezuela cada vez más emerge como ejemplo inédito de democracia participativa y protagónica de los pueblos en América Latina, proponemos efectivizar nuestra solidaridad al proceso abierto por el Presidente Hugo Chávez y al pueblo venezolano en su resistencia al golpismo y la desestabilización transnacional, así como sugerimos a la Venezuela Bolivariana a que asuma una comprometida y efectiva línea de liderazgo y solidaridad en la coordinación con los movimientos sociales, partidos políticos y con los gobiernos progresistas de la región. Urge no perder tiempo.
Apoyamos la idea del Movimiento de Paz de Cuba que ha propuesto la realización de un Foro Mundial por la Paz, en algún país de América Latina , que incorpore a los actores sociales y civiles que hoy resisten desde el “No en nuestro nombre” la Guerra Preventiva en los propios EEUU y Europa, a las organizaciones civiles y sociales que resisten en los países árabes el peso de la guerra atlántica, y que permita dinamizar y reactualizar la corriente mundial antifascista que durante la década del treinta y cuarenta se opuso a la Guerra Preventiva y la barbarie de los nazis.
La APDH propone al CBP que acepte constituir y realizar un nuevo y necesario “Tribunal Nüremberg” de los cinco continentes, que juzgue a nivel planetario, en algún país de América Latina a definir posteriormente, a los autores del genocidio económico provocado por el neoliberalismo, responsable de las peores violaciones a los derechos humanos cometidas durante 20 años de ajuste estructural y medidas fondomonetaristas en el Tercer mundo.
Finalmente, conscientes de la tradición bolivariana de solidaridad de América Latina con los pueblos del mundo, proponemos (dejando de lado la autocensura y las visiones de lo “políticamente incorrecto”) declarar abierta y públicamente nuestra solidaridad colectiva al pueblo del Irak, nuestra condena al bloqueo cometido contra Cuba y el repudio continental a la construcción del muro nazi impuesta por el gobierno de Israel en los territorios ocupados de Palestina.
Proponemos, en último lugar, la constitución de un espacio bolivariano de DDHH en toda América Latina y el Caribe, que efectivice los desafíos conceptuales, operativos y de coordinación continental en el tema, ante los nuevos desafíos y las propuestas que nos permitirán que el mundo de un salto cualitativo en la defensa de los derechos humanos de la especie humana.
Alexis Ponce
Vocero Nacional APDH