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Etieconomía: el precio.

Apuntes para un estudio ético-moral de la economía.

 

Patricio Chacón Moscatelli Fono: 735 42 76 

Stgo, Chile

E-mail: pachamos@tutopia.com

Mayo, 1997

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1.- Introducción.

Muchos temas pueden ser analizados con el prisma de un conjunto de conceptos propio de otro tema. Los expertos en economía -en especial los 'libremercadistas'- han hecho uso extensivo de este ejercicio: buena cantidad de los expertos en los otros temas así analizados reclaman de un uso que linda en el abuso, sobre todo cuando la ejecución de algunos aspectos de sus temas preferidos resulta ser calificada como 'económicamente inviable'.

Creo que es tiempo de aplicar a la economía un poco de su misma medicina, para beneficio de todos, economistas libremercadistas incluidos, y sin ánimo alguno de revancha, propia o ajena.[1]

Intentaré no caer en las diatribas habituales contra 'la economía' --denominación que casi subentiende a la economía neoliberal libremercadista-, y las consabidas acusaciones de su inmoralidad, ya casi un lugar común. Más aun, trataré de ser consecuente con mis afirmaciones anteriores, en las que he destacado la inconveniencia de las generalizaciones indebidas, la antropomorfización de conceptos abstractos y los análisis fuera de un contexto claro y específico: los considero errores graves a los que nos induce nuestra capacidad de abstracción, una trampa tendida por nuestra propia habilidad de usar el lenguaje, cuando no las usamos con el debido cuidado: 'creamos' realidades imaginarias inútiles y engañosas.

Por supuesto, no se trata de analizar 'la economía' como un todo: sólo algunos fenómenos de la actividad económica que me parecen especialmente indicados para ser tratados con el prisma ético-moral. Más específicamente, con el sistema conceptual que Piaget elaboró al estudiar la génesis del pensamiento ético, y, por lo mismo, también de la acción moral.

Reconociendo de antemano mi ignorancia casi total de una ciencia tan compleja como la economía -sé lo suficiente para darme cuenta de que no sé lo suficiente- me limitaré al estudio de un solo tema, simple, cotidiano, al alcance de cualquier egresado de educación media: la fijación del precio de un producto o servicio y la transacción comercial consiguiente. La alusión a otros aspectos económicos es inherente al contexto en que se da el precio, necesariamente económico: trataré que sea sólo marginal.

Quienes esperen tajantes condenas o aprobaciones ético-morales de alguna de las alternativas de realización de estos fenómenos económicos se verán defraudados: las experiencias ético-morales -según Piaget- sólo pueden ser calificadas asignando un modo ético-moral a la persona que las realiza, por lo que no serán 'buenas', 'malas' o 'indiferentes', en el sentido del moralismo tradicional. Tampoco habrá 'culpables' ni proposición de 'castigos'.

Lo que no quiere decir que estén ausentes algunas formas de evaluación que, debo adelantar, son poco corrientes: ciertas alternativas pueden ser evolucionadas o primitivas; egocéntricas, sociocéntricas o descentradas; socialmente convenientes o inconvenientes; por último, hay o no ruptura de lazos o contratos sociales.

2.- Definición de términos.

Pienso que todo análisis útil debe comenzar por una correcta y completa definición de términos, a fin de que pueda ser criticado sin ambigüedades, y así mejorado. Por mi condición de lego en economía -a la que me acojo- las definiciones de este ámbito serán casi las del sentido común, las que estimo suficientes para este análisis preliminar. Espero que no sean incompatibles con las de los especialistas.

2.1.- Precio y compraventa.

Entiendo por «precio» al valor que se asigna a un producto o servicio para que pueda ser transado en el mercado. Es decir, precio es la cantidad de moneda corriente que el comprador debe entregar al vendedor para que pueda quedarse con el producto o usar el servicio. Este «intercambio» de lo vendido por el dinero es lo que denominaré «venta» y «compra»: dos caras del mismo proceso -también llamado «compraventa»-, el que entrega la cosa -que usaré como sinónimo de producto o servicio- es el que vende y el que paga -que usaré como equivalente a «entregar el dinero»- es el que compra.

2.2.- El sistema conceptual ético-moral de Piaget.

Mi intención es hacer un análisis del tema económico planteado desde una perspectiva ético-moral científica.

¿Como acercarse científicamente a este aspecto de las vivencias humanas, tan característico de nuestra especie?. Por nuestra manera de pensar, para entender los fenómenos ético-morales, necesitamos de un conjunto de ideas acerca de este tópico: es decir de una teoría. Por supuesto, todas las personas tienen y usan alguna de las tantas teorías en boga acerca de la ética y la moral. Como ya he afirmado en otra parte, la mayoría de las ideas de uso público -o del sentido común- acerca de estos temas no pasan de ser, en último análisis, mitos [2]. Carecen de las características que nos hacen preferir las teorías científicas. Uno de los mitos que ya he analizado consiste en creer que es imposible hacer un estudio científico de la ética y la moral.

¿Existe, en la actualidad, alguna teoría científica acerca de la actividad ético-moral?. Afortunadamente sí, y más de una.[3] De las que conozco, destaca entre ellas la más antigua, planteada hace ya 63 años, en el libro "El criterio moral en el niño", de Jean Piaget {24}. Basada en sus estrictas investigaciones empíricas, del más puro estilo científico, constituye, a mi juicio, una base firme para analizar el desarrollo de las sociedades desde el punto de vista de la evolución de sus modos característicos de relación interpersonal, base última de la evolución de todas las instituciones humanas, de todos los ámbitos de actividad imaginables. Por supuesto, también las del ámbito económico, tan ligado al político.

¿Podrá ser usado, como el mejor criterio para el análisis de fenómenos económicos, la teoría de Piaget acerca del desarrollo ético-moral?. Piaget planteó esta teoría para el comportamiento y la evolución ético-moral de las personas en ámbitos diferentes al económico, pero me parece obvio que es lícito extrapolarla a este ámbito -es una teoría independiente de los 'contenidos'-, y además suponer como válidos otros aditamentos, que postulo como derivados lógicos de la teoría base de Piaget. Creo que, este conjunto, cumple mucho mejor con las condiciones requeridas que otras teorías habitualmente usadas -como las del sentido común, que se usan sin darse cuenta, de manera no consciente-.

De acuerdo con la teoría ético-moral de Piaget, las personas demuestran usar formas recurrentes y habituales de determinar lo que está bien o está mal hacer, en su relación con otras personas, con las cosas y consigo mismas. Estas formas de criterio moral -a los que llamó modos- consisten en diversas maneras de aceptar la validez de las reglas -por heteronomía o por autonomía-, preferencia por ciertos tipos de sanciones -expiatorias o de reciprocidad-, diversas formas de considerarse a sí mismo con respecto al grupo social -el respeto de heteronomía o el respeto de autonomía-, los que menciono sólo como ejemplos de una compleja red de conceptos. Estos modos conforman verdaderas mentalidades diferentes, que coexisten en la misma persona -en distintos ámbitos de actividad-, las que van evolucionando en estrecha relación con otras evoluciones que las personas experimentan, a medida que crecen, y que se dan como potencialidades, que sólo se realizan -se hacen reales- en la medida que el medio social lo hace posible.

La comprensión del sistema conceptual piagetiano, del cual he mencionado sólo algunos conceptos, a mi juicio requiere a lo menos del estudio cuidadoso y sin prejuicios de una docena de sus libros, además de lo cual se requiere ir relacionando meticulosamente los conceptos estudiados en cada uno de ellos, hasta conformar la red antes mencionada. El libro en el que Piaget trata la evolución ético-moral, "El criterio moral en el niño" {24} ya citado, puede ser muy mal interpretado si no se estudia -muy distinto de sólo leer- sabiendo el contexto dado en sus otros libros fundamentales, en los cuales conforma una idea de cómo piensan y aprenden a pensar los seres humanos, idea que es extraordinariamente diferente a las ideas del sentido común: se trata de un paradigma psicológico distinto al de uso común, y también al de los medios académicos actuales, casi todos impregnados del paradigma freudiano, consciente o no conscientemente.

Lo ideal para entender bien este artículo, con el sentido que yo le doy, sería que el lector siga mi recomendación anterior, y además, lea tres de mis textos. Pero entiendo que es demasiado pedir. Recomiendo entonces que lean -ojalá estudien- mi libro "Etico-política" {8}, de tan solo 179 páginas, y que contiene un paradigma psicológico básico, fundado en lo que yo he entendido de Piaget, muy importante para mejor entender todo el conjunto. En su defecto, cabe un sucedáneo más corto: como todo sucedáneo, sólo mejor que nada.

La más breve de las descripciones, muy resumida, de los modos de relación social -o ético-morales- de Piaget que he logrado hacer hasta la fecha, y que reúne las características de ser completa y de ser 'autosuficiente' -espero que se entienda sin tener que recurrir a otros textos- tiene sólo 7 páginas. Se llama "Los modos de Piaget: una herramienta de análisis" {9}. El subtítulo aclara que los propongo como instrumentos de análisis para las ciencias humanas. Podría 'copiar' -insertar- aquí dicho artículo, directamente del disco duro de mi editor de textos, con gran facilidad. Pero, para no extender demasiado éste, supondré que el lector ha leido -o va a leer- el artículo mencionado, que tiene además la ventaja de haber sido publicado. Ahora me limitaré a la enumeración de los modos y de la evolución ético-moral -la secuencia en la que los seres humanos aprendemos a usar dichos modos-. En el presente trabajo usaré las descripciones que están resumidas en el anterior para el análisis, y así justificar las hipótesis de éste. Es decir, este es el segundo piso de una casa cuyo primer piso -escalera incluida- está en el anterior: la responsabilidad -y las dificultades- de tratar de subir sin escala recaen ahora en el lector.

Los modos de relación social, según lo que yo he entendido de Piaget, son los siguientes:

1) la anomía, pre-ética y pre-moral,

2) la heteronomía, o modo autoritario,

3) la ética primitiva,

4) el individualismo o relativismo ético-moral[4], y

5) la autonomía, o modo democrático, o modo de cooperación entre iguales diferenciados

La evolución ético-moral, o secuencia de aparición o aprendizaje -y por supuesto de aplicación- de los modos de relación social antedichos, según las investigaciones de Piaget -tal como yo las he entendido-, y para las personas que evolucionan en las sociedades occidentales actuales, es la siguiente:

a) la anomía, desde el nacimiento.

b) la ética primitiva, desde la infancia (desde el "mantenerse sentado", antes que la heteronomía[5]), con posible agudización a partir de la pubertad, según las condiciones sociales en que ocurre la evolución.

c) la heteronomía o modo autoritario, desde la infancia (comienzos del lenguaje).

d) el individualismo, desde los inicios de la pubertad.

e) la autonomía o modo democrático, desde los inicios de la púbertad.

Piaget distingue claramente dos aspectos de la actividad normativa de las personas: la práctica de las reglas y la reflexión acerca de esa práctica, o acerca de las normas. De las investigaciones empíricas de que da cuenta en su libro queda en evidencia lo que Piaget denominó 'dècalage' -traducible por 'retraso'- y que consiste en que todo avance -vale decir, todo aprendizaje- se realiza primero en la práctica de la regla y luego de un tiempo de práctica se detecta el logro en la reflexión. Por lo demás, el mismo retraso que Piaget descubrió en los aprendizajes de todo tipo.[6] De la diferencia entre ambos aspectos -la práctica o moral y la reflexión o ética- deriva mi preferencia por la denominacion de estas actividades humanas como ético-morales, ya que ambos aspectos me parecen siempre presentes e indisolubles, pero distintos.[7]

Se trata, por lo tanto de una evolución compleja, por un lado de los modos empleados -los que cambian separadamente para diferentes ámbitos de actividad- mezclado con el retraso ya mencionado, para cada aprendizaje particular.

Esta evolución indica la secuencia de aparición de los modos -no se trata de estadios, en el sentido fuerte (en el que los nuevos reemplazan completamente a los anteriores)-, e implica la coexistencia de modos –evolución separada por ámbitos de actividad- y un contexto de constructivismo extremo, ya explicados en otras partes.[8]

Es necesario destacar que, aun en la actualidad, sólo algunas personas logran el dominio de la autonomía, y eso sólo en algunos ámbitos de actividad: en la gran mayoría de las personas de hoy predomina el individualismo, mientras hay ámbitos de actividad completos en que predomina el autoritarismo -tan importantes como los legales y buena parte del económico, como espero demostrar- y otros igual de importantes en los que predomina la ética primitiva -ejércitos, policías y cárceles-. En estos ámbitos de actividad todos estamos obligados a asumir el modo dominante, aunque nos resistamos.

Piaget no estudió, en los niños que 'entrevistó', las posibles expresiones de la ética primitiva, -modo que caracterizó muy brevemente- porque consideró de partida que, ya en la época de su investigación, este modo estaba extinguido -antes de 1932, año en que se publicó "El criterio moral en el niño" {24}-. Discrepo abiertamente de esta opinión de Piaget, ya que este modo puede ser observado en plena actividad hoy en día, en muchos ámbitos de actividad muy importantes. Por estas razones lo he incluido, usando las descripciones de Piaget. Piaget pensaba que este modo se daba en las 'sociedades primitivas', apareciendo en el período de la pubertad. Por lo tanto, en una escala de evolución apegada a lo dicho por Piaget, esta ética primitiva debería surgir después del autoritarismo, ocupando el tercer lugar.[9]

En la evolución de los seres humanos actuales -desde niños hasta que se mueren de viejos-, la que consiste en que todos van pasando desde el uso único de la anomía al uso mezclado de los modos, por adición de los modos siguientes en proporciones crecientes -según lo ha demostrado Piaget-, tiene una importancia trascendental tanto la ocurrencia de otras evoluciones -tales como la psicológica y la fisiológica- como el apoyo del medio social circundante.

3.- Análisis ético-moral del precio: fase teórica.

Muchos piensan que la compraventa y el precio correspondiente han existido desde siempre, en especial las personas jóvenes. Otros, más enterados, se remontan al proceso que fue su predecesor, el trueque. Ambos procesos son bastante recientes, medidos con la vara con que se mide la evolución de las especies. La compraventa necesitó de la existencia del dinero, 'invento' que sólo tiene algunos miles de años; se generalizó en lo que llamamos Occidente, de manera definitiva, sólo unos cuantos cientos de años atrás, después de la Edad Media.[10] El trueque le precedió -probablemente- por otros cuantos miles de años, para lo que necesitó que las sociedades de la época tuvieran 'excedentes' para intercambiar, lo que imagino debe haber ocurrido cuando las tribus humanas se hicieron pastores, y no antes.

Las sociedades anteriores -como las de la época de los cazadores- eran todas 'económicamente autárquicas', con 'economía natural' (PC), es decir se autoabastecían. Pero las sociedades autosuficientes no desaparecieron súbitamente, algunas evolucionaron al trueque, aumentando su número lentamente. Para el aumento del trueque, en cantidad y distancia -y después del dinero- fue necesario el desarrollo de los medios de transporte y de los caminos. En algunas partes aparecieron sociedades que inventaron alguna forma de dinero, y por lo tanto, de precio. Mientras tanto, seguían coexistiendo otras que usaban el trueque y otras se mantenían autoabastecidas. En un proceso muy gradual, que duró miles de años, el dinero se fue haciendo cada vez más masivo. Pero las sociedades autoabastecidas se mantuvieron, en gran cantidad, hasta fines de la Edad Media, en toda Europa.[11] Me parece probable que todavía existan grupos aislados que siguen siendo autárquicos, económicamente.

Si se analiza a fondo, la compraventa es el proceso moderno por el cual una persona obtiene algo que desea, sin tener que 'hacerlo' por sí misma. Entrega dinero a cambio. Lo mismo ocurre con el trueque, sólo que se entrega otra cosa -no dinero-, de valor equivalente. ¿Existen o existieron otras maneras de obtener lo que uno desea sin tener que hacerlo por sí mismo?. Creo que varias.

La más simple es pedírselo a quien lo tiene, para que lo regale, para que lo dé, sin pago y sin precio. Se usa bastante, aun hoy en día. Basta con dar las gracias.

Cuando lo que uno desea no tiene dueño -una clase de cosas en rápida extinción, como un panorama o agua del mar, o aire puro- entonces basta con tomarlo o gozarlo, directamente, si es que se tiene acceso.

Otra manera que se usa -tal vez demasiado- es 'tomarlo sin permiso', si es que el dueño de la cosa no está alerta. Si está presente y alerta, cabe el recurso de arrebatarle la cosa: se requiere estar en condiciones de aplicar la violencia que esta forma implica. Otra alternativa es usar algún engaño -dinero falso, una historia, etc-. Todos estos modos son reconocidos -en la actualidad- como «delitos», con nombres tales como «robos», «hurtos», «estafas» y otros semejantes.

3.1.- El primer precio: el del garrote.

Las formas violentas de obtener lo que se desea son, con mucho, más espontáneas y más antiguas que las voluntarias o de consenso. Tanto si se las mira desde el punto de vista de la evolución social como desde aquel de la evolución de las personas.

Tan pronto como los niños y niñas están en condiciones de tomar lo que desean, simplemente lo toman, y si se los detiene, el berrinche es casi seguro: es otro de sus elementos de 'relación'. Si la disputa es con otro de su edad, se pegan, se empujan, se muerden y se aplican violencia con todas sus fuerzas: el que pierde queda llorando y gritando. A veces ambos. Para estos ejercicios, no necesitan del lenguaje: esto demostraría, sin más, que la ética primitiva precede al autoritarismo, que sí lo requiere. Al menos en estos ámbitos 'económicos'.[12]

Los métodos violentos -con violencia física- de obtención de cosas se han aplicado, masivamente, a lo largo de toda la historia humana, desde sus inicios, y su declinación es muy reciente: durante el siglo XVII todavía era la forma predominante de 'intercambio' de cosas -bienes y/o servicios- y de obtención de territorios en casi toda Europa (PC). Así se formaron las 'grandes naciones' actuales, tanto en Europa como en otros continentes: producto de guerras 'exitosas', obviamente sólo para el bando ganador. La mayoría de los feudos y ciudadelas operaban autárquicamente, y 'los mercados' eran claramente minoritarios. A todo esto, debe agregarse que la convivencia entre siervos y señores feudales destacaba por formas muy violentas de relación (PC).

Por otra parte, muchos investigadores sostienen que el Estado fue un invento cuya principal función era la de evitar los abusos de quienes insistían en el uso de la violencia física, tanto bandoleros como señores y hasta reyes: el Estado debía proporcionar seguridad a la gente que intentaba gozar del fruto de su trabajo. Un excelente estudio de los liberalismos y su origen, ejemplo de estas posiciones, está contenido en los textos de C. B. Macpherson.[13]

Esta forma de obtención de cosas deseadas corresponde a la etapa de evolución social que llamé, en otra parte, la era del garrote,[14] en la que predominaba la ética primitiva: manda el que tiene el garrote más efectivo. 'Manda' quiere decir 'hace lo que se le ocurre', los demás lo complacen o se arrancan, si pueden. En las personas -los infantes- es también el período o etapa de la ética primitiva, en la que predomina este modo ético-moral.

Esta coincidencia entre la evolución de las personas y la de las sociedades ha sido ya mencionada y destacada por Elias[15] y por Piaget, en diferentes ámbitos de evolución: las personas parecen repetir el proceso de las sociedades, pasando por casi todas las etapas. Ambos autores dan justificaciones muy razonables de esta coincidencia.

En esta manera de obtener cosas que uno desea, el 'precio' vendría a ser el esfuerzo que la violencia necesaria implica, o tener la fama de ser capaz de aplicarla si alguien se opone. Este sería el «precio de la ética primitiva», todavía en funciones. O bien el «precio del garrote», derivado de la ley del mismo nombre.

El poder apropiarse o disponer de lo que hacen, han hecho o encontrado otros -sus bienes o servicios- es la expresión económica del Poder. En otra parte he analizado las diferentes formas de «Poder»: de acuerdo con la clasificación allí expuesta, el precio del garrote es la expresión económica del Poder del garrote, de la ética primitiva, o, simplemente, Poder primitivo.[16]

3.2.- El precio del garrote simbólico o autoritario.

Las personas que preferirían los métodos violentos de obtención de cosas deseadas pueden reemplazar la violencia física por la violencia psicológica. En especial cuando las formas de violencia bruta se hacen impopulares y dan 'mala imagen'. Las ventajas para ambas partes suelen ser muy grandes, si se compara esta forma de violencia con la anterior. Por supuesto, serán mayores para quienes están en condiciones de aplicarla.

Las ventajas mutuas principales pueden ser las siguientes.

a) La violencia psicológica es menos 'dolorosa' que la física, y hasta puede ser recibida sin darse cuenta, no conscientemente -para el que la sufre-. Si está reglamentada y legislada, ni siquiera significa necesariamente humillación o desagrado -adicionales al hecho de ser violentados-, los que son inevitables con la violencia física.

b) Para el que la aplica, es menos cansadora y menos riesgosa -en la otra se pueden invertir los papeles con mucha facilidad- y no requiere de mantener un estado físico adecuado -difícil cuando se envejece- o de un arsenal suficiente. Todavía más riesgoso es depender de guardaespaldas. Ya Ovidio, en la Roma antigua, advertía, preocupado: "Quid custodiant custodios?" (¿Quien vigila a los vigilantes?).

c) Dado que esta forma de violencia implica y requiere de un sistema organizado y permanente de relaciones sociales que hagan posibles las desigualdades inherentes a la violencia psicológica usada, las personas que no respeten las reglas establecidas deberán enfrentar las consecuencias estipuladas. Esto da al sistema visos de ser estable y de lograr el reemplazo de la violencia física por la psicológica, con las ventajas ya reseñadas. Además, de manera permanente, por períodos muy largos.

d) La violencia física es una forma de organizar la actividad de los más débiles que, por su naturaleza, impide lograr organizaciones muy grandes: los 'delegados' se percatan muy pronto que han adquirido Poder -en el sentido explicado en (P)- suficiente como para erigirse en competidores de sus 'mandantes', fenómeno que explicaría, principalmente, -según Elias (PC)- la prolongación extrema del período medieval. En cambio, la violencia psicológica ha demostrado ser capaz de conseguir organizaciones e instituciones de extensión cada vez más grande, hasta llegar a ser mundial, con muchos y muy complicados niveles de delegación (SA). Además, con permanencia de siglos, con variaciones estructurales muy pequeñas. Lo dicho vale para todo tipo de organizaciones e instituciones, no sólo las económicas: ejemplos son los países o naciones, las iglesias organizadas -en tanto organizaciones-, y de otros tipos, muchas institucionalizadas.

e) La institucionalización de métodos de interrelación que implican violencia psicológica permite que dicha violencia adquiera formas impersonales -impuestas y hasta aplicadas por el sistema- por lo que quienes se aprovechan de ella pueden asumir una actitud legalista que los exime de sentirse culpables: sólo están aplicando las reglas del sistema. La masificación aumenta la impersonalidad, minimiza las culpas individuales: ¿qué pueden hacer las simples personas frente al sistema?.

f) Quienes 'progresan' gracias a esta violencia psicológica logran, muy rápidamente, la capacidad de 'contratar' o poner de su parte a quienes puedan aplicar la violencia física, si lo consideran necesario. La gama va desde los reyes que formaron las naciones occidentales -que nos muestra Elias (PC)- hasta las mafias, abiertamente ilegales, y el muy legal recurso a los sistemas judiciales y sus organismos de apoyo. En caso de apuro, en los que el sistema mismo corre peligro, se juntan todos los que han progresado -gracias a la violencia psicológica y que, por lo tanto desean su mantención- y presionan hasta que los organismos que conservan el llamado 'monopolio de la fuerza' restituyan la 'normalidad quebrantada': la gran mayoría de los golpes de estado 'modernos' han tenido su origen en estos 'apuros'.

Como se ve, las ventajas son mucho mayores para los aplicadores que para los sufridores de esta violencia. Además confieren al sistema mecanismos de retroalimentación que tienden a su estabilidad y a su reforzamiento: esto explica la duración considerable de tales sistemas. El peligro surge del seno del grupo dominante, ya que sus componentes no pueden evitar la tentación de aplicarse igual método entre ellos mismos: terminan peleando, incluso volviendo a la violencia física.

Otros peligros para estos sistemas -tal vez insalvables- vendrán con la evolución inevitable de los grupos humanos así conformados y potenciados: los veremos en la etapa siguiente.

A estas alturas, pienso que tal vez valga la pena aclarar, muy resumidamente, lo que estoy entendiendo por violencia psicológica, en especial para quienes no dominen la terminología piagetiana que estoy usando.

Cuando una o más personas -como grupo- disponen de la capacidad de establecer las reglas de relación interpersonal -de un determinado ámbito de actividad- sin que las otras -también sujetas a esas reglas- tengan la oportunidad o capacidad de discutir u opinar en dicho establecimiento, entonces las primeras están ejerciendo violencia psicológica sobre las segundas. Dicho en lenguaje piagetiano, la relación entre ambos grupos es de heteronomía o autoritaria: los que dictan las reglas son llamados autoritarios dominantes, y los otros autoritarios sumisos, si es que aceptan -consciente o no conscientemente- esta situación. Las personas que no aceptan voluntariamente el autoritarismo dominante -ya sea porque son individualistas o son autónomas (también conocidas como 'democráticas')[17]- pueden verse forzadas a acatarlo -por disposiciones legales, por ejemplo-: «acatar» tiene aquí el significado de ‘aceptar como un mal menor’, o ‘inevitable’, contra su voluntad.

Este modo de relación social presenta características especialmente adecuadas para el surgimiento de organizaciones jerarquizadas del tipo que se conoce como «prusiano» -típico de los ejércitos y también de las 'sociedades carcelarias'-, ya que cada persona es capaz de actuar con autoritarismo sumiso con sus superiores y casi simultáneamente con autoritarismo dominante con sus inferiores -inferiores calza mejor que subalternos-. Las cadenas jerárquicas así formadas pueden alcanzar dimensiones impresionantes. Constituyen un paso evolutivo muy importante en relación al modo precedente, la ética primitiva.

Nótese que los ejemplos dados -ejércitos y grupos delincuentes asumidos- tienen como objeto o fin declarado y evidente la aplicación de métodos de ética primitiva -a quienes corresponde, es decir, a sus enemigos- entre ellos utilizan el modo autoritario, salvo error, omisión o 'apuro'. Esta es otra de las tantas demostraciones del uso simultáneo de más de un modo ético-moral por la misma persona.

Como los modos de relación social se utilizan casi siempre sin tener consciencia de ellos, en rutinas no conscientes,[18] tanto dominadores como sumisos actúan sus respectivos roles considerándolos normales, correctos y adecuados: se dice con frecuencia que son 'naturales'. Tanto el patrón como el inquilino consideran natural su papel y el del otro. Para ellos, así es la vida.

Cabe destacar, desde ya, que el llamado «origen democrático de las leyes» no asegura, ni mucho menos, que dichas normas eviten la aplicación de la violencia psicológica inherente al autoritarismo. Daré ejemplos difícilmente rebatibles, más adelante.

¿Como podrá definirse brevemente el precio autoritario?. A la luz de lo que ya hemos visto, entenderé por «precio autoritario» aquel que se fija autoritariamente -por el que vende o por el que compra- y que es aceptado autoritaria u obligadamente -por el que compra o por el que vende-. Independientemente del carácter legal -acorde o no con las leyes- de las formas de fijación de los precios. Estas calificaciones, muy poco familiares hoy en día, cobrarán significados precisos cuando veamos sus aplicaciones prácticas. Espero que también sugieran otras aplicaciones.

Si consideramos esta fijación de precios como la expresión de Poder económico, el precio autoritario equivale al ejercicio del Poder autoritario, usando la clasificación de mi texto sobre el Poder (P).

Las personas que no conocen el sistema piagetiano en que me baso pueden pensar que la característica 'autoritario' es muy confusa: los remito a los textos de Piaget, y, en su defecto, a los míos. Puede que ese y otros conceptos del mismo origen sean un poco complejos, pero, por estar clara y sistemáticamente caracterizados, no pueden ser calificados de confusos: por ahora, sólo son poco conocidos.

3.3.- El precio individualista.

El desarrollo de las sociedades de la era autoritaria (SA), potenciadas por la creciente capacidad de organización y la seguridad -también creciente- que otorgan los nacientes estados nacionales a sectores cada vez más amplios, se verá nuevamente acelerado y fomentado por nuevos productos nacidos en su seno: en efecto, surgirán poco más tarde las tecnociencias, herramientas fantásticas para multiplicar casi infinitamente las formas de dominación por violencia psicológica. Estas nuevas herramientas vienen a sumarse a las ya difundidas: la división del trabajo y la especialización consecuente, el dinero y el mercado -en sus diferentes formas-, todos relacionados entre sí e interdependientes. Los efectos de unas sobre otras resultarán fuertemente sinérgicos, potenciándose recursivamente unos con otros.

Sin embargo, serán las tecnociencias el caballo de Troya que traerá en su interior el germen del cambio en los sometidos: para que grandes cantidades de personas puedan usar estas herramientas será necesario que se instruyan, y la instrucción masiva les facilitará el darse cuenta de las diversas formas que toma la violencia psicológica, y, en consecuencia, habrá cantidades crecientes de personas que serán, cada vez más, renuentes a aceptarla.

Este fenómeno viene a ser reforzado, otra vez, por el aparecimiento de una metaciencia -ciencia que estudia a las ciencias- la «epistemología», que surge del ámbito de la «filosofía de la ciencia». Este refinamiento de los científicos, que toman conciencia de su quehacer científico y de los razonamientos que emplean en él, los lleva a descubrir que los hechos que estudian sólo tienen sentido en el contexto de las teorías que los contienen, las que a su vez, sólo tienen sentido en su relación con el conjunto de hechos que pretendidamente explican, y en el contexto del conjunto de conceptos que la forman. Es decir, 'descubren' que las verdades que 'descubren' son relativas a sus teorías previas, y no absolutas: se dan cuenta de que sólo tienen acceso a lo que 'conocen' a través de las ideas -o teorías- que ya tienen acerca de eso que conocen. Y que el tan perseguido conocimiento de la «esencia de las cosas», independiente de quien conoce, se aleja de su alcance, tal vez para siempre. Seguramente, este es un resumen tan breve, que resulta demasiado esquemático.[19]

Este exquisito 'descubrimiento', al alcance de la comprensión de un número extremadamente reducido de superespecialistas -la gran mayoría de los mismos científicos no lo 'entienden bien' o no se preocupan de estos asuntos-, comienza a 'generalizarse' de manera peculiar, mucho más allá de los ámbitos de origen, e incluso a sectores muy alejados de las ciencias, entre una parte muy grande de la población: su popularidad no cesa de crecer. Por las dificultades que implica su adecuada y completa comprensión, lo que llega a estas masas crecientes es una simplificación extrema: «todo es relativo». Muchas personas relacionan esta «teoría» tan general con la «relatividad» de Einstein -el mayor prestigio de la ciencia, además indiscutible, porque casi nadie está en condiciones de discutirle- cuando entre ambas 'teorías' apenas cabe descubrir un alcance de nombre.

Pero todo ayuda cuando se dan las condiciones: el "todo es relativo" se transforma en dogma o moda, aceptado por cantidades cada vez mayores de personas. Adquiere nombre propio -es el «relativismo cognitivo»-, y es estudiado como fenómeno social generalizado. Es aplicado a todo, también a la actividad ético-moral, transformándose en el «relativismo ético-moral», manera de pensar que significa que no existen valores absolutos ni dogmas, y que cada cual determina sus propias reglas de convivencia, como le parece.

Este relativismo ético-moral -para el cual prefiero el nombre «individualismo», modo ético-moral que he caracterizado y justificado antes[20]- constituye un claro e importante avance en la evolución ético-moral, del mismo modo que lo es su homólogo cognitivo en sus dominios: permite formas de organización aun más grandes y eficientes que el autoritarismo, ya que quienes lo usan son capaces de una flexibilidad difícil de imaginar en los modos más primitivos (SA). La razón principal estriba en que las personas individualistas -en los ámbitos de actividad en que lo son- aprenden entendiendo, con aplicación del análisis crítico propio, a diferencia del aprendizaje autoritario, en el cual se aprende memorizando, sin análisis crítico propio, por respeto a la autoridad externa que dice como son las cosas, lo que es verdadero o falso, bueno o malo.

Creo que, para el estudio del precio, las características más significativas del individualismo son:

-se rechaza la imposición de las reglas de relación social, y se reclama para sí mismo el derecho a opinar críticamente sobre la validez de ellas. Las reglas impuestas e 'inevitables' se 'acatan', a desgana, buscando los resquicios que permitan evadirlas.

-la preocupación se focaliza en los derechos propios, sin mayor preocupación por los derechos de los demás -cada cual debe reclamarlos, tal como lo hace uno mismo-. Frente a terceros aparece la preocupación por el endogrupo o grupo propio en perjuicio de los terceros o exogrupo, pero dentro del endogrupo prima el interés personal. Es decir, presenta características muy egocéntricas y, dentro de ellas, también sociocéntricas.[21]

-fuerte atracción por el riesgo y las emociones fuertes, rayanas en la violencia, debido al sentimiento de que los posibles daños sólo le competen a él, y que los demás no deben preocuparse por él -él no se preocupa por otros-: la resiente, como interferencia indebida.

-si sus acciones perjudican o pueden perjudicar a otros, los otros deben reclamar y defenderse: si no lo hacen, entonces 'son tontos', y se merecen lo que les pase.

-si existen otros que no están en condiciones de defenderse y reclamar, ese no es un problema del individualista, sinó que de las personas cercanas a los afectados, o del Estado, o de quien corresponda o se interese: en ningún caso de él, él 'no está ni ahí'.

Es posible mostrar otras características del modo individualista, más sutiles y complejas de describir. Pero con las ya dichas, es factible describir la forma de establecer los precios que corresponda a este modo de relación social o ético-moral. Siempre manteniéndonos en el nivel puramente teórico.

Entenderé, entonces, como «precio individualista» aquel que se fija y/o se acepta con la lógica individualista. Es decir, en ambos casos, se toman en cuenta los intereses personales prioritariamente, sin aceptar imposición de normas arbitrarias que produzcan perjuicio propio -hasta donde sea posible-, pero sin preocupación por posibles perjuicios ajenos. Se aceptan objeciones o discusiones cuando la contraparte las hace valer: cada cual tiene que defenderse si desea que sus derechos se respeten. Si los intereses del endogrupo no compiten con los propios, entonces pueden ser también resguardados.

El precio individualista corresponde al ejercicio del Poder individualista, especificado en mi artículo sobre el Poder (P).

En el análisis de la práctica del precio individualista veremos cómo se aplica, cuáles son las condiciones ideales para que se transforme en la norma, en el modo preponderante. Resulta casi obvio suponer ya que esta forma de precio encontrará condiciones óptimas en la era individualista -la actual- y que llamé de las sociedades adolescentes, por cuanto dicho modo ético-moral florece en -y es característico de- esa etapa del desarrollo personal (SA).

3.4.-El precio democrático o de autonomía.

He afirmado antes que, a mi juicio, las primeras expresiones masivas del modo de la autonomía o democrático se dieron con el surgimiento de las ciencias, en esos ámbitos de actividad, cuando la era autoritaria se encontraba en su apogeo (SA). Pienso que las primeras expresiones -no masivas- son muy anteriores, ya que probablemente se daban en grupos de iguales en los cuales no surgían conflictos graves, tales como algunas familias y los de los juegos infantiles: ya en la época en que Piaget realizó sus investigaciones (1930), en esos ámbitos de actividad se daba espontáneamente la autonomía, y se consideraba que dichos juegos eran antiquísimos. También en Chile se estiman como muy antiguos -miles de años- los trabajos comunitarios llamados 'mingas' o 'mingacos', todavía en práctica, y en los cuales se expresa muy claramente el espíritu solidario propio de la autonomía.

Pienso que el extraordinario desarrollo de las tecnociencias se debe, principalmente, al uso masivo de la autonomía en esos ámbitos de actividad. ¿Porqué las ciencias llamadas duras han madurado mucho más que las ciencias humanas?. Creo que, como siempre en los fenómenos sociales, las razones son muchas y se refuerzan entre sí: sin embargo, algunas destacan. Me parece que los intereses personales son mucho más 'lejanos' a los investigadores de las ciencias duras que a los de las ciencias humanas. Partiendo de los mismos 'objetos de estudio': las 'cosas' son más 'lejanas' que las personas o los sujetos sociales, además son casi siempre más simples, y difícilmente entran en competencia con los investigadores. La 'lejanía' de los objetos de estudio ayudan o facilitan el pensamiento 'descentrado' -ni ego ni sociocéntrico-, condición indispensable para el surgimiento del pensamiento democrático o de autonomía.

Con tantas dificultades, no es raro que todavía las ciencias humanas se encuentren 'inmaduras', con muchos paradigmas antagónicos, o parciales, hasta contradictorios: en la etapa de las 'múltiples escuelas' -en el sentido de Kuhn-. Tampoco es extraño que algunos aspectos de ciertas ciencias humanas se desarrollen mucho más que otras, como ocurre con la econometría con respecto al resto de la economía: es más 'lejana' que las otras áreas, en las cuales influyen mucho las ideologías, a menudo usadas -en rutinas no conscientes- para defensa o expresión de intereses propios o del endogrupo.

¿Será posible establecer un precio característico de la autonomía, en esta área de la economía, tan tentadora para la aplicación de 'recetas' o teorías que confirmen lo que uno desea?. Hasta ahora, me ha sido posible encontrar diferentes formas de libertad[22] y de Poder (P), cada una típica de -o asociable a- cada uno de los modos ético-morales. El método ha sido el mismo que he estado empleando: revisar las características de cada modo y determinar las del concepto en análisis correspondiente. Primero en teoría y luego buscando las expresiones prácticas del hallazgo o hipótesis teórica, cuando ésta se encuentra o se estima que existe.

Las características de la autonomía o modo democrático que me parecen atingentes al fenómeno precio son, muy resumidos, los siguientes.

-no se acepta la imposición de las reglas de relación social, y se reclama para sí mismo y para todas las demás personas el derecho a opinar críticamente sobre la validez de ellas. Incluso se toma en cuenta la posible posición de personas que no están presentes o que todavía no han nacido -las generaciones futuras-. Se considera que todas las personas son iguales en tanto personas: todas son diferentes, únicas e irrepetibles.

-la preocupación se focaliza en los derechos de todos, los propios y los ajenos por igual, o mejor aun, con la debida equidad con aquellos que requieren ayuda especial. Expresa formas de pensamiento descentradas, con aplicación de la reversibilidad -¿qué sentiría yo si estuviera en el lugar del otro?- y de la universabilidad -¿qué pasaría si todos hicieran lo mismo?-.

-fuerte tendencia a la cooperación entre iguales diferenciados, tendencia a utilizar las diferencias individuales en beneficio de todos, solidariamente.

-preocupación constante de que sus acciones no perjudiquen a otros, aun cuando ellos no se den -o no se puedan dar- cuenta.

-permanente respeto de las reglas y de sus responsabilidades consecuentes, de acuerdo con el sentido de lazo social libre y voluntariamente asumido, como necesidad personal, que no varía si los demás no cumplen con su parte, y que no se tienta si no hay riesgo de ser sorprendido en falta: es lo que se conoce como «coherencia ético-moral», es decir, se actúa en consecuencia con lo que se sabe que se debe hacer.

Es posible mostrar otras características del modo democrático, más sutiles y complejas de describir, y que talvez tengan relación con el precio. Pero pienso que es suficiente con las ya dichas. Con ellas, una definición breve del precio de este modo sería:

El «precio democrático» o «de autonomía» es aquel que se fija y/o se acepta según el modo ético-moral del mismo nombre. Vale decir, las dos acciones están precedidas de consideraciones respecto a los derechos y deberes de ambos participantes, los que deciden libremente -sin coacciones de hecho o de derecho-, como iguales en cuanto personas. Ambas partes toman en cuenta los puntos de vista de la otra, reversiblemente, tanto como el propio: sus objetivos son obtener beneficos mutuos y permanentes de la transacción, los que ojalá se extiendan al conjunto de la sociedad. Tiende más a la equidad que a la igualdad exacta. Tomará en cuenta los aspectos ecológicos, para proteger debidamente a las generaciones venideras.

Quienes hayan leído mi texto sobre el Poder (P) recordarán que el uso del modo democrático o de autonomía implica ausencia de Poder: esta característica se confirma al considerar el uso del precio democrático o de autonomía. En efecto, nadie está aplicando Poder -en el sentido definido en (P)- cuando usan el precio democrático, ya que tanto el que compra como el que vende toman en cuenta los derechos y obligaciones de ambos y de posibles terceros, las circunstancias y necesidades reales de los involucrados, todo lo cual se conjuga para beneficio mutuo, de corto y largo plazo.

Antes de terminar esta fase de análisis teórico, conviene destacar que la falta de un precio que corresponda con el modo de la anomía no se debe a olvido o error. En efecto, creo que personas y/o grupos societales que se encuentren en el período de anomía -ausencia de reglas establecidas o reconocidas como tales-, en el dominio económico, no están en condiciones de reconocer la necesidad de comprar o vender, ni el valor de uso de los bienes o servicios, ni de la propiedad de ellos que se 'traspasa', ni, menos aun, de hipotéticos precios. Para personas o sociedades así, el precio no tiene sentido: el precio puede ser considerado como una «regla específica del intercambio», que se establece entre las contrapartes de acuerdo con «reglas generales del intercambio». En la anomía -ausencia de reglas- tanto reglas como metareglas sobre el intercambio resultan imposibles.

Pienso que la actitud observable en los niños anómicos hacia las cosas constituye una buena constatación de lo afirmado.

4.- Análisis ético-moral del precio: aspectos prácticos.

De acuerdo con el plan de trabajo ya esbozado, corresponde ahora verificar si en la práctica cotidiana "existen" -si pueden ser detectados- los diferentes tipos de precio deducidos y definidos teóricamente.

4.1.- La práctica del precio de la ética primitiva.

Tal como ya he adelantado, no es necesario recurrir a la historia para detectar usos del precio del garrote: se siguen dando en cantidad y 'calidad' que a casi todos nos gustaría disminuir: casi, porque debemos excluir a quienes viven y/o gozan de él.

El uso de la violencia física para obtener cosas de los infantes, -característico de ellos y que nos acompañará para siempre jamás-, puede ser considerado como un remanente curioso pero de escasa significación -mirado desde 'la economía'-, y que además persiste por un período bastante corto.

A despecho de la alarma de las campañas de seguridad ciudadana, este precio del garrote se bate en franca retirada. Al menos, si se lo mira en la perspectiva de la historia humana. Puede que los índices del uso de la violencia muestren fuertes variaciones de corto plazo (menos de 20-30 años), y que en esta escala se justifiquen las preocupantes declaraciones acerca del "incremento sostenido de la violencia", en especial si se refieren a la obtención de cosas.

Una fuente casi inagotable de optimismo -en este aspecto- es la lectura del texto ya citado de Elias (PC). Los textos tradicionales de historia, leídos desde la perspectiva de los perdedores de cada época, también muestran progresos sustanciales. Durante innumerables milenios vivieron muchos millones de personas que experimentaron la terrible experiencia de ser considerados 'cosas', sujetos de intercambio de otros, y también sometidos a cualquier capricho de sus amos, por aberrantes que fueran: la esclavitud, talvez ya extinguida. Durante toda la antigüedad --antes y durante la de romanos y griegos- los esclavos constituían clara mayoría, lo que se puede afirmar sin tener que recurrir a estadísticas, inexistentes entonces.

Elias da cuenta de un fenómeno peculiar, que ocurre después de la caída del imperio romano (PC): la esclavitud declina (se hace 'impopular') lentamente -al menos en Europa-, lo que se traduce en un destino peor que la esclavitud para quienes eran vencidos por señores o bandidos, ya que sólo valía la pena dejar con vida a los vencidos por quienes se pudiera cobrar rescate. Todos los demás -mujeres, hombres, ancianos y niños- 'servían' para divertirse un tiempo -destripándolos, violándolos o como esclavos temporales-, tiempo que terminaba tan pronto como los vencedores decidían irse. No era 'sensato' dejar vivos que más tarde podían ser enemigos potenciales. Estos ataques o peleas no eran sucesos esporádicos, ocurrían con escalofriante frecuencia. Cualquiera que sean las cifras de criminalidad actuales, aun en los países menos seguros, las diferencias son dramáticas.

Pero no es necesario recurrir a los historiadores para dar cuenta de niveles de seguridad mucho más bajos que los actuales, casi incomparables. Un tío me contaba de los asaltos que sufría el tren al sur, en Los Cerrillos de Teno -a 200 km de Santiago-, muy frecuentes, de los cuales fué víctima en un par de ocasiones. Las bandas eran el vestigio de los famosos Pincheira, bandidos que 'gobernaron' dicha zona por mucho tiempo, bien entrada la República. Las dos veces también le robaron el revólver que usaba regularmente en su fundo -a 19 km de Talca-, como medida elemental de seguridad para defender a su ganado de los cuatreros. Mi tío no era excepción en la zona, era entonces 'lo normal'. Estamos hablando de menos de 100 años atrás. Tal vez la mayor diferencia estribe en que, en esa época, no había tele ni medios de difusión que les diera 'espacio' y 'cobertura': sólo se conocían los eventos mayores, y con gran retraso. Además, por relatos de viva voz, mucho menos 'creíbles'. Pienso que un estudio de las crónicas de la historia reciente, centrada en este tema, podría darnos sorpresas y ponernos en una mejor perspectiva para evaluar la situación actual.

Una muestra de los efectos de la 'información completa e instantánea' que dan los medios de difusión actuales puede tomarse de las ideas acerca de la seguridad ciudadana en Santiago que tiene un colono de Cholgo, Hornopirén, carretera austral a 1300 km de Santiago, que recogí el verano pasado. Don Carlos conoce Santiago 'por la Tele', en tres canales, a batería, y no entiende cómo tanta gente sigue viviendo allí, cuando no se puede salir después de las 10 de la noche sin que lo asalten a uno, donde violan a las mujeres que se atreven a salir solas, hasta de día claro, y en que las casas tienen que tener rejas detrás de las rejas -"viven como presos, en sus propias casas, y yo los he visto por la tele" dice Don Carlos- y hasta con las rejas, asaltan las casas casi todos los años. Le asombra que los turistas que llegan -muchos de Santiago mismo, como yo- sean tan buenas personas, y cree que se debe a que 'los malos' no salen a turistear. Al preguntarle si allá no robaban nunca, dijo que sólo a veces, pero que la gente era tan poca, que muy pronto se sabía quien había sido. Además, casi siempre se trataba de afuerinos o gente borracha, que con frecuencia terminaban por devolver las especies, para poder quedarse en el lugar. Así que su casa -como la mayoría- no tiene chapas en las puertas, no se necesitan. Como le caí en gracia, Don Carlos me invitó a que me trasladara a un trozo de su terreno -a unas cuantas hectáreas con bosque para hacer la casa y con playa para pescar, que podía pagarle como pudiera- para que no siguiera sufriendo en un medio tan peligroso. Cuesta describir su sorpresa cuando le dije que tenía que pensarlo.

Aun cuando las ciencias económicas no parecen dar gran importancia a estas formas de obtención de cosas -bienes y/o servicios-, el precio del garrote ha sido usado masiva y persistentemente por las 'grandes' y pequeñas naciones para llegar a constituirse en los territorios que ahora son. Las diferentes partes de la ex-Yugoeslavia siguen embrutecidas en estos propósitos, ya por más de tres años. Los 'apuros' de los grupos económicamente dominantes han terminado, con alarmante frecuencia, en 'restauraciones del orden quebrantado' a garrotazo limpio. El uso de versiones modernas del garrote no invalidan lo dicho. En Chile, hace tan sólo 22 años.

No tengo noticias de estudios académicos -económicos- del uso sistemático y planificado del precio del garrote, desde el punto de vista de los que lo usan, aunque se puede estimar, a simple vista, que quienes lo utilizan aprovechan sus ventajas comparativas, obtienen rentabilidades y TIR altísimos -muchísimo mayores que otros 'negocios'- aunque difíciles de pronosticar, y los riesgos que se corren no se evalúan en dinero, salvo multas ocasionales. Algunos de sus 'cultores' obtienen, además, gratificaciones intrínsecas, gozan del riesgo, les gusta lo que hacen, y les da 'prestigio' en el medio en que viven. Es curiosa la preferencia de la economía académica por otras formas de precio. Sobre todo para los académicos que alegan que su ciencia no debe hacer consideraciones ético-morales.

Una razón probable de este desinterés generalizado reside en el hecho, poco destacado, de que el uso del precio del garrote constituye una fracción muy reducida del total de intercambios, en los países civilizados actuales. Si no fuera así, la 'economía legal' -por ponerle un nombre que la distinga de la otra- difícilmente podría sostenerse. La confianza en que la contraparte cumplirá con sus compromisos -dentro de rangos amplios pero considerados aceptables- es consustancial a la operación de los sistemas económicos actuales.

Uno de los pocos ámbitos económicos que sí se preocupa de la utilización de este precio es el negocio de los seguros, pero también desde la perspectiva de la economía legal. Entonces, las rigurosas y exhaustivas estadísticas se refieren a la frecuencia de sus usos y al monto promedio involucrado, siempre mirado desde el punto de vista del que 'vende' con este precio -más bien 'pierde'-.

Lo reducido de las primas de seguro contra estos riesgos, tanto como la falta de interés académico en este precio, confirman mi suposición anterior de que su uso es muy claramente minoritario, una excepción a la regla. Tal como los cheques y otros documentos no pagados -en sus diversas versiones- son reducidísima minoría con respecto a los que sí se pagan. Y que la preocupación de las entidades que apoyan la seguridad ciudadana tiende a la optimización de los indicadores.

Por todo lo dicho, me parece muy claro que la época del precio del garrote ya pasó, que ese precio ya no es el predominante sinó una excepción. Esto concuerda con -y confirma- lo que postulé en mi ensayo sobre la evolución de las sociedades (SA), de la acelerada disminución del uso del Poder primitivo, tal como lo definí en (P), en todos los ámbitos de actividad humanos.

4.2.- La práctica del precio autoritario o de la heteronomía.

Después de la facilidad con que encontramos numerosos casos actuales de precios del garrote -no sólo históricos, mucho más abundantes-, no sorprenderá la enorme cantidad y variedad de precios en que la violencia psicológica peculiar del autoritarismo participa, centralmente. Talvez la dificultad resida en la diferenciación de este precio autoritario con respecto al precio individualista, tan ego o sociocéntrico como el primero, o la distinción con el anterior -el del garrote- cuando se da en un contexto de supremacía económica sustentada en la dominación por medio de violencia física. Las dificultades serán todavía mayores cuando tengamos que analizar las mezcolanzas -mucho más desordenadas que las simples mezclas- de diferentes modos en los aspectos económicos.

4.2.1.- Un paréntesis histórico.

Creo haber entendido -de las lecciones de historia corrientes- que la llegada del absolutismo se considera como el período histórico en que comienza a predominar el autoritarismo por sobre la ética primitiva anterior: el monopolio de la violencia -se entiende la física- por parte de un poder central libera a las personas del reino, de la violencia de un montón de señores, y de los 'efectos no deseados' de sus acciones -además intrínsecamente indeseables para terceros- derivados de sus inveterados hábitos de pelearse entre ellos, pasando a llevar a quienes se encuentren en el camino. También los defiende de los enemigos externos, bárbaros u otros reinos. Pero el poder central que los desplaza ¿no aplica violencia física con sus súbditos?. Eso, en general, en todos los ámbitos de actividad. ¿Qué pasa en los ámbitos económicos?.

Mi ignorancia en historia me obliga a recurrir a lo que afirma Elias, a lo que dice Macpherson y a lo que sugiere Ellen Meiksins Wood, todos ellos apoyados en cantidades impresionantes de citas de otros autores, tanto o más autorizados que ellos.[23] Con esta base, me atrevería a decir que los reyes absolutos y los emperadores que les sucedieron, como buenos ex-señores, no se medían mucho cuando sus intereses, gustos, preferencias y hasta caprichos estaban de por medio. Eso de «el Estado soy yo» no era sólo una manera de decir: el monopolio de la violencia física, del que disponían a voluntad, estuvo siempre dispuesto a confirmarlo.

Tanto en Elias (PC) como en Meiksins (EI) se afirma que el mercado en su versión local -'burgos', villas, pueblos y entre campesinos- operaba inicialmente casi exclusivamente por trueque, o, como lo decía Adam Smith: "trueque, pago en especie e intercambio" (truck, barter and exchange) (citado en EI). La moneda -generalmente monedas romanas antiguas- estaba reservada al comercio de larga distancia, sólo para productos suntuarios o de lujo, sólo para nobles muy ricos. Este comercio era posible en las costas o cerca de ellas, y requería de 'protección' o dominio de las rutas correspondientes, es decir, se basaba en la capacidad de defenderse, físicamente, por parte del 'comerciante'.

El crecimiento de los burgos, lento pero sostenido, apoyado en el crecimiento de la población y en las mejoras 'técnicas', en la división del trabajo y el aumento de la productividad inducido por la especialización, hizo crecer lentamente los mercados locales y el Poder -económico y también primitivo- de los burgueses, pese a la resistencia de los señores feudales, a quienes convenía más el precio del garrote aplicado a sus siervos. Los burgos no sólo se fortificaban para defenderse de los bárbaros o bandidos, también de los señores vecinos, casi tan bárbaros y bandidos como los otros. Las familias señoriales -las 'casas'- que terminaron por monopolizar la fuerza bruta se apoyaron principalmente en los burgos, únicos lugares donde podían aplicar impuestos y tributos en dinero o en metales preciosos, indispensables para pagar sus ejércitos. El dinero o los metales se transportan -y se esconden y defienden- más fácilmente que los productos.

Los burgos se apoyaron en estas casas crecientemente poderosas -en fuerza armada- para defenderse de los bárbaros extranjeros y de los otros señores, y dichas casas emergentes comenzaron a acuñar más y más monedas, lo que reforzó a los mercados locales y a los burgueses ricos, los que pudieron pagar más tributos al poder central. El poder central tuvo que mejorar los caminos para recaudar más tributos y también para mantener a raya a bárbaros, señores y bandidos. Finalmente, ya transformados en Reyes, para imponer los mercados locales a todos, señores incluidos. Los burgueses se sacaron de encima a los voraces señores y bárbaros, a cambio de la 'protección' del Rey, más lejano y que se contentaba con dinero.

Poco dicen mis fuentes acerca de la injerencia que los reyes tenían en la fijación de los precios. Lo que sí está claro es que imponían el monto de los impuestos, así como parte de las leyes que regulaban los intercambios. Si se piensa en la 'protección' como una mercancía o servicio entregado por el poder central y los tributos como el pago de este servicio, al menos en este 'intercambio' o 'compraventa', el 'precio' -los tributos- los fijaba el poder central, según sus necesidades. Aquí los costos o la productividad no tenían nada que ver. Como se trataba de un monopolio, no se daba pié a buscar alternativas: se pagaba o se pagaba. En caso contrario, se daba con los huesos en la cárcel, a menudo sin vuelta. Los burgueses, como avezados comerciantes, intentaban regatear, conseguir más plazo, pagar en especies, todo con muy poca comprensión de los recaudadores, funcionarios y no comerciantes, apoyados por irrebatibles pelotones armados.

Como todos los inventos, los impuestos comenzaron tímidamente, como 'aportes específicos para el financiamiento de una guerra', también específica. No sólo se aplicó a los burgueses, también a los señores, lo que los unió para defenderse de los tributos. Pero el mayor poder del poder central pudo más. Luego vino otra guerra, y las cruzadas. Si agregamos la guerra de los treinta años, y luego la de los cien años, se comprenderá que los tributos, por más que se resistieran los afectados, terminaron por ser permanentes. Claramente, este fue el caso de Francia (véase PC).

Una de las formas en que se cobraban estos tributos fue el de un porcentaje de todas las ventas que se efectuaban en los mercados locales, también tímidamente al comienzo, para fijarse después, también con gran resistencia de los afectados. Como los tributos así recaudados superaban con mucho a los que podían obtener de los señores -que pagaban tributos 'proporcionales' a sus territorios y que además se resistían más-, el poder central 'promovió' los mercados a su modo, es decir, los fue imponiendo y otorgando ventajas a los burgos en desmedro de los señores. Para contentar a la nobleza -y también para dominarla- la atrajo hacia París, dándole rentas en dinero.

Vale hacer notar que estos «mercados locales» estaban lejos de constituir 'sociedades de mercado' -como las actuales- sinó 'sociedades con mercado', en las que no imperaba aun la producción capitalista (véase EI). El 'invento' de la producción capitalista -propietarios, capitalistas y asalariados-, de sus 'sociedades de mercado', de la 'competencia' entre los productores en el mercado, el imperio de 'la mano invisible del mercado' y 'el libre juego de la oferta y la demanda' se los debemos a Inglaterra.

Condiciones especiales -demasiado largas de analizar aquí, pero que se pueden ver en EI y en los autores que ella cita, y también en Macpherson, obras citadas- hicieron que emergieran allí, sin proponérselo, productores capitalistas -que buscan el lucro personal- y asalariados que trabajan para ellos, y cuyos productos son comercializados de maneras que se asemejan, cada vez más, a los mercados actuales.

Veremos con más detalle -en el análisis de los precios democráticos- las implicancias que tiene el hecho de que estos 'elementos' de la economía -para muchos, supuestamente eternos e inevitables, verdaderas 'leyes naturales del comportamiento humano'- sean tan inventados como el dinero, los impuestos y otros 'avances del progreso'.

Aun cuando las condiciones especiales antedichas se produjeron sin que nadie las buscara, forzaron la constitución de los mercados como única salida posible para los que, de este modo, se vieron en la obligación de entrar en ellos (EI). Tal como ahora nos ocurre a nosotros: ¿quién puede 'salirse' del mercado, por mucho que lo desee?. Así fue como Inglaterra forzó a Francia, y luego al resto de Europa, entre ambas, a meterse al mercado de 'libre competencia' -del que nadie es libre de salir-, apoyadas por la inequívoca fuerza de sus imbatibles armadas. De Europa al resto del mundo, en poco tiempo, sólo un par de siglos.

4.2.2.- Situación actual.

Estando ya establecido el mercado contemporáneo -tan libre cuando lo examinan sus promotores en condiciones ideales-, las condiciones reales y las ventajas comparativas que cada cual usa a discreción para competir bien -para uno- hacen que una pequeña minoría -con hartas ventajas comparativas- fije los precios según su conveniencia, y con la única limitación que puedan imponerle posibles competidores o el agotamiento económico y/o físico de los compradores.

Pero, ¿qué es eso que llaman «el mercado»?. Intentaré una respuesta simple, al nivel lego de las reflexiones previas.[24]

Lo que antes mencioné como «mercados locales» se entiende muy claro: son los lugares en los cuales se juntan las personas que desean vender o comprar productos, muy ocasionalmente servicios. Son lugares físicos, en los que terminan por establecerse los «comerciantes» -personas que compran para vender, antes llamados 'mercaderes'-, intermediarios que están permanentemente en el mercado para 'atender' a compradores y vendedores, habitualmente consumidores y productores cuando se trata de comunidades pequeñas, otros intermediarios -también comerciantes- en las más grandes. Parecen ser los precursores de todos los mercados, y todavía existen, en gran cantidad, en Chile. En el sur de Chile se les llama 'mercados particulares' a los comercios establecidos, generalmente pequeños, que atienden a los consumidores finales, para distinguirlos de los 'mercados' corrientes -sin apellido-.

Pero ese no es el mercado que nos preocupa: este mercado es mucho mayor, ya que abarca a TODAS las personas, SIEMPRE y en CUALQUIER lugar en que se encuentren. La tendencia actual es que abarque a todo el mundo; la actual 'globalización del mercado', es decir, su mundialización.

De las frecuentes alusiones al mercado que hacen sus partidarios especialistas, se podría deducir que el mercado es una fuerza muy grande, casi omnipotente, muy sabia, casi omnisapiente, omnipresente y que, por alguna misteriosa razón, produce los mayores beneficios que son posibles para todas las personas de una sociedad. Si alguien es perjudicado por el mercado, sólo son efectos ocasionales y/o transitorios, o de pequeño monto, casi despreciable. Este mercado tiene sus leyes, propias y eternas, de naturaleza semejante a las leyes físicas más indiscutidas, como la de la gravedad, a las que no se puede burlar impunemente, ya que se impondrán finalmente, luego de las más desastrozas consecuencias. Tiene poderosas 'manos invisibles', que 'asignan los recursos' de manera infalible y que responden, casi mágicamente, a la 'naturaleza permanente' de los seres humanos. Para que se mantenga saludable y vigoroso, basta con que se le deje LIBRE, que nadie intente intervenir en él, de ninguna manera, basta con 'concurrir al mercado' para que 'opere': él proveerá. ¡Cuánto se parece a un dios!.

Este me parece uno de los casos más típicos y extendidos de antropomorfización de abstracciones que conozco -se les asigna características humanas-.

Yo creo que eso que llamamos mercado -tanto legos como especialistas- es el conjunto de relaciones entre personas que se refieren al aspecto económico de sus actividades. Sin duda, una parte muy importante de las interacciones humanas pueden clasificarse como económicas -producción, distribución y consumo de bienes y/o servicios-, pero queda otra porción de ellas, no menos importante, que nada tienen que ver con la economía. Todo esto, sin perjuicio de que buena parte de las primeras estén indisolublemente ligadas a buena parte de las segundas, hasta el punto de que unas lleguen a ser constitutivas de las otras. Más aun, las mismas interacciones pueden ser clasificadas simultáneamente como económicas y como de otros ámbitos: el quehacer humano es 'interdisciplinario'.

Las relaciones entre personas muestran regularidades que, por lo general, están normadas por especificaciones socialmente aceptadas y construidas, que toda la gente conoce y aplica, casi siempre en rutinas no conscientes. Una porción muy pequeña de estas normas son reconocidas explícitamente como tales, y de éstas, sólo unas cuantas están escritas: se les conoce genéricamente como «leyes» -incluye reglamentos y otros-. El resto, la inmensa mayoría, hábitos y costumbres de todo tipo incluidas, conforman lo que habitualmente se considera el dominio ético-moral, pero, en un análisis más cuidadoso, este dominio también abarca y opera sobre las leyes: todos reconocen que, a lo menos, las leyes están sujetas al escrutinio ético-moral.[25]

Lo que llamamos «instituciones» sociales -en sentido amplio- son dominios de acción humanos en los cuales rige un conjunto de reglas y pautas socialmente construídas y aceptadas, tanto leyes como normas ético-morales -explícitas o tácitas-, las que se van 'institucionalizando' en el proceso civilizatorio, tal como postulan y describen Berger y Luckmann[26]: son las ideas que tienen y mantienen las personas que las 'vivencian' acerca de las interacciones que asocian con ellas.

Nótese que la utilización generalizada del conjunto de normas que 'da vida' a una institución puede producirse por adopción consensual, libre y voluntaria, pero también puede ser forzada, impuesta y tolerada, soportada o consentida, en ambos casos, con participación consciente; por último, también se puede aprender a respetarlas del mismo modo como se aprende a respetar regularidades tales como el cambio noche- día-noche... y otros semejantes -como se aprende un lenguaje-, participando en rutinas no conscientes, aprendiendo cómo es el mundo en que vivimos, como las reglas de un juego que todos juegan y que había comenzado mucho antes de que llegáramos.

Las constantes modificaciones y adaptaciones que alteran las reglas en la evolución de las instituciones también pueden ser producidas por imposición, por consenso o por indiferencia -conscientes-, o por 'aprendizaje' de los que se incorporan al juego -no conscientes del cambio-. Es decir, la creación y evolución de las instituciones puede producirse usando la ética primitiva, el autoritarismo, el individualismo o el modo democrático, tanto si nos damos cuenta del modo usado como si no. Los efectos sociales del uso predominante de cada uno de los modos -extraordinariamente diferentes- se harán patentes en cada período considerado.

A mi juicio, es muy útil distinguir los modos ético-morales predominantes en los procesos de institucionalización, así como los que predominan en las sucesivas y permanentes modificaciones que experimentan en su evolución y, especialmente, en su vivencia real actual. Asunto que, tomado en globo, es tan interesante como largo de analizar, por lo que quedará necesariamente pendiente. Por lo tanto, me limitaré a continuarlo, pero sólo para algunas de las 'instituciones económicas': las que estamos viendo.

Pareciera que el lento y relativamente reciente proceso que ha dado vida a las instituciones que constituyen 'el mercado' -proceso impuesto, como hemos visto-, ha dejado sistemáticamente las manos libres para imponer los precios a los que disponen de mayores 'ventajas comparativas', las que casi siempre consisten en la posesión de grandes cantidades de dinero -o cosas convertibles en dinero-, también conocidas como 'el capital'. Como si 'mercado libre' implicara la libertad de los capitalistas dominantes para competir entre ellos, para lograr la imposición de sus condiciones en el mercado; una competencia en la que 'participan' sin libertad -y pasivamente, casi en calidad de víctimas- los 'no capitalistas' o los 'capitalistas menores'. El cuadro se repite para diferentes niveles decrecientes, los 'sectores' o submercados, en los que imperan los capitalistas de monta decreciente, con una sola constante: la peculiar 'participación' ya descrita, reservada para los 'no capitalistas'. Los delincuentes -los que usan todavía el precio del garrote- llaman «giles» -que es sinónimo de 'tontos'- a sus 'clientes' o 'consumidores', la parte de su 'mercado' con quienes 'operan', ya que 'compiten' con otros delincuentes de su 'especialidad'. Curiosas las similitudes.

Cuando un vendedor consigue condiciones de monopolio o de oligopolio -unos pocos vendedores concertados-, condición que se conoce como «de mercado cautivo», el límite al precio lo establece el agotamiento de la demanda -los compradores no tienen más dinero disponible para ese producto-. Los casos reales en los que se produce esta condición son numerosísimos: los productos patentados -como la mayoría de los fármacos, bebidas, figuras 'famosas', etc.-, aquellos que requieren de instalaciones muy grandes -como el acero, el cemento, los electrodomésticos, etc.- o de instalaciones muy especializadas -como laboratorios fotográficos, reparación de electrodomésticos, etc.-, servicios domiciliarios asignados por concesión -como agua, gas, electricidad, etc.-, para nombrar sólo algunos ejemplos de una enorme gama.

Ejemplo muy conocido es el de los productos farmacéuticos registrados -patentados-, en los cuales el costo de la sustancia activa suele multiplicarse por factores muy altos -10, 100, 1000 o aun más-, con límites que sólo dependen de la ambición de sus propietarios.

También existen numerosos mercados cautivos de compra, pocos y grandes poderes compradores que adquieren sus productos a muchos productores más 'pequeños' -molinos, conserveras, exportadoras, procesadoras de leche, etc.-, quienes imponen precios, controles, normas y 'castigos', cuyo único límite parece ser el que los productores puedan seguir produciendo, con utilidades que tienden a cero a medida que crece el número de ofertantes o disminuye el de demandantes: una versión poco estudiada de la ley de la oferta y la demanda, ya que no tiene relación con lo que ocurra con la oferta y demanda de los productos.

Este es el tipo de compraventa en que es más clara la imposición unilateral del precio y de las condiciones anexas a él: 'cautivo' es un calificativo usado en sus acepciones más duras, 'prisionero' y casi 'esclavo'. Pero no es el único tipo en que la imposición existe.

En las economías de libre mercado, lo habitual es que los capitalistas que venden -y/o que producen- impongan sus precios en desmedro de los que compran -generalmente los que consumen, al menos en la última compra-. La única herramienta que deja 'el mercado' a quienes compran-consumen es dejar de comprar si el precio no les parece correcto, o comprarle a otro. Al 'mercado' no le importa lo que le pase al consumidor si no encuentra otro vendedor a buen precio y de acceso fácil y si lo que quiere comprar es de imperiosa necesidad para él, de modo tal que no dispone de tiempo o medios para regatear o 'vitrinear'. Por otra parte, de poco puede servir el no comprar si los vendedores persisten en mantener altos los precios cuando los productos llenan necesidades importantes y/o urgentes: los consumidores se verán en la obligación de aceptar las alzas, casi de inmediato, como lo demuestra repetidamente el presente y la historia económica.

Cuando la situación se invierte, y los que compran son los capitalistas, también 'el mercado' los favorece, tal como ocurre en casos de mono u oligopolio; también quedan en condiciones para imponer unilateralmente el precio. Un caso especial es el de la 'compra de trabajo', tan especial que creo se merece artículo aparte, tanto por sus complejidades como por sus múltiples implicancias.

Los 'mecanismos de mercado' usados para tales imposiciones es una muy variada gama de recursos, los que casi siempre están reservados por su alto costo a quienes 'trabajan en grande': los consabidos capitalistas. Sólo mencionaré un par, a modo de ejemplo, pero hay muchos más.

El más evidente es el 'marketing', nombre que se usa mucho más que su traducción al castellano: 'mercadeo'. Su Poder autoritario -en el sentido expresado en (P)- llega a tales niveles que muchos infantes pueden decir el nombre de una gaseosa casi simultáneamente a 'mamá' o papá', y antes que sus nombres propios. Claro que para tal hazaña se requiere una campaña 'a todo dar' y permanente, para 'no perder la imagen de marca'. De ahí en adelante, se comprende que tantas personas hayan olvidado -o nunca conocido- el agradable sabor del agua -la de la llave o potable- y la cara de extrañeza que ponen cuando uno la pide en un restorán.

La 'potencia' de esta herramienta reúne casi todas las acepciones de Poder autoritario mencionadas en (P): capacidad de obligar, mandar, influir, manejar, gobernar, someter, dominar, conducir, seducir, persuadir, engañar y regentar a otras personas, con o sin que se den cuenta de ello. Su mayor 'gracia' es que, por lo general, las personas corrientes no se dan cuenta de estar siendo manipuladas por el marketing, el que consigue 'inducir' gustos, preferencias, deseos y hasta necesidades en ellas, 'valores' que operarán desde dentro de ellas mismas, en rutinas no conscientes. Los sesudos estudios que se dedican a esta 'maravilla' consustancial al 'libre' mercado demuestran que es más efectiva mientras más ignorante es el destinatario. Es decir, afecta más a la gente más indefensa, los más jóvenes y los más pobres: son también los más numerosos -la parte más sustanciosa del mercado-, otra 'gracia' del marketing y sus 'herramientas'.

Cada cierto tiempo, los expertos en marketing detectan que sus herramientas empiezan a perder eficacia, y que crece el número de personas que desconfía de los plañideros llamados de la propaganda. Entonces, las agrupaciones de anunciantes emprenden 'campañas' para mejorar la imagen del marketing -es un 'marketing del marketing', un 'metamarketing'-, prometen que ellos mismos cuidan la eticidad de la publicidad -afirmación desmentida por la realidad circundante, con lo que la misma campaña se torna mentirosa, sin que ellos 'se den cuenta' ni se 'autocorrijan'-, aseguran que si no fuera por la publicidad el mundo sería oscuro y la gente no sabría qué comprar ni dónde, sin más argumento que la repetición agobiante, el tono meloso, seguro y seductor, siguiendo la recomendación de Goebbels: "repite, repite, que algo queda".

En la campaña que actualmente se desarrolla en Chile, se atreven a afirmar que la cultura -personificada por un cantante de ópera muy marketeado- "sería desconocido si no fuera por la televisión, la radio y las publicaciones escritas": ¿qué porcentaje de su 'espacio' dedican los medios a la difusión de las artes y la cultura de verdad?. Es curioso que los buenos artistas comiencen, por lo general, en ambientes 'underground', y que 'surjan' a los medios después de hacerse conocidos en esos medios, donde siempre hay empresarios 'descubriendo' nuevas figuras, que entran de esta manera a los circuitos 'oficiales': allí se les marketea como corresponde para que de veras triunfen: es decir, se hagan millonarios. La comisión de ética no se ha enterado de esta campaña, o no considera que se esté faltando a la verdad. Muy ético.

Otro recurso de los capitalistas que 'concurren libremente' al mercado es la combinación de leyes -elaboradas por ellos o con su consentimiento- con las 'condiciones de escala'. Poco reconocido como tal y menos mencionado, este recurso consiste en las dificultades que encuentra una persona cualquiera -no capitalista- para obtener el respeto de sus derechos atropellados por capitalistas en su 'libre concurrencia' al mercado. Cuando esto ocurre, la 'pérdida' de cada consumidor es pequeña, de monto tan reducido que resulta 'antieconómico' recurrir a las leyes que podrían protegerlo. Si el consumidor insiste en reclamar a su costa -no aplica la 'lógica del mercado'-, le costará encontrar un abogado que le represente -el litigio no será 'económicamente viable'-, a menos que gaste mucho más que lo que pierde al olvidarse del asunto. El capitalista demandado dispone de abogados regiamente pagados, a tiempo completo, financiados con el volumen de muchas 'pequeñas trampitas', todas pequeñas, pero que sumadas millones de veces reúnen fortunas. Las organizaciones de consumidores apenas consiguen sobrevivir juntando los esfuerzos de los consumidores de algunos grandes monopolios, pero sin ayudas oficiales, sin apoyo de los medios -propiedad de o comprometidos con los grandes capitales-.

En Chile, no existen límites legales -fijados por ley- para el monto de la utilidad capitalista, salvo para un producto muy especial: el interés cobrado por prestar dinero. Pasado ese límite, el interés se transforma en usura y es penado por la ley.[27] ¿Cual es ese límite máximo?: muy pocos saben que existe, menos aun cuál es. Yo estoy entre los segundos. Los que prestan dinero con usura conocen maneras de disfrazar los excesos sin que los que recurren a ellos -generalmente en situaciones de necesidad extrema- puedan demostrar o reclamar después. Los usureros -que hoy abundan- también cuentan con las 'ventajas de escala' aliadas con la legislación vigente.

Otra forma de precio que resulta 'impuesto', en la práctica cotidiana, es el precio de los servicios que entrega el estado, es decir, los impuestos. Vale la redundancia. ¿Será que se llaman así precísamente porque se imponen?. Se me dirá que se fijan democráticamente, por los parlamentos elegidos por todos: tienen un origen democrático. Sin embargo, este origen no basta para que su realización sea también democrática, justa y no arbitraria. Pero es un secreto a voces que quienes disponen de grandes capitales -los consabidos capitalistas- cuentan con organizaciones completas destinadas a la evasión sistemática de los impuestos, con profesionales cuya capacidad se valora en relación directa a su habilidad para evadirlos: la mayoría de los 'expertos tributarios'. Tanto es así que dicha 'capacitación' ha comenzado a permearse a las universidades que compiten por 'el mercado' de la enseñanza, algunas de las cuales, al parecer, preparan profesionales para lo que dicho mercado pide: especialistas en evadir. No se explica de otro modo el reclamo público de un profesor universitario: "No puede ser que se acepte que un Contador Auditor es bueno en la medida en que logra rebajar el pago de impuestos de su empresa".[28]

La legislación tributaria, al menos en Chile, deja en manos de los servicios respectivos la determinación del monto de los impuestos, de acuerdo con reglamentaciones específicas, pero además, en algunos casos, también de las multas que deben pagar los contribuyentes y las situaciones que las ameritan. Años atrás, me tocó pagar, en un término de giro, una multa por pago atrasado: el atraso se debió a que el mismo servicio se tomó un par de meses en determinar el monto que debía pagar -son los únicos habilitados para dicha determinación-, 'razón' por la cual se me aplicó la multa por los dos meses de 'atraso', tal como dice el reglamento a la letra en otras partes. Otra demostración de que el origen democrático de las leyes tributarias no implica ni garantiza su aplicación democrática; ésta depende de la forma -modo ético-moral- con que los funcionarios la aplican.

Otra forma de imposición arbitraria de precios es el abuso que cometen algunos profesionales en el ejercicio de sus labores. Los que acuden a ellos, por lo general, no están en condiciones de evaluar si el precio que cobran es o no justo. Más aun, tampoco pueden evaluar si sus diagnósticos y prescripciones son las más adecuadas, si emplearon los recursos que cobran, si debían emplearse. Algunas profesiones cuentan con tribunales de ética, propios, en general de acceso bastante difícil. No es raro que los abusos de profesionales sean frecuentes, ya que tanto las profesiones que tienen comisiones de ética como las que no, adolecen de falta de capacitación específica en el respeto de reglas éticas en las instituciones que las enseñan. Quien piense que exagero, que revise la categórica opinión de un experto en educación universitaria, el Prof. Gyarmati.[29]

Pienso que los casos citados, sólo una pequeña parte del enorme total, es suficiente evidencia para justificar la afirmación de que existen y persisten los precios autoritarios en las sociedades de 'libre' mercado. También para confirmar que 'libre' es sólo un título engañoso, ya que esta característica está reservada para quienes compiten, el selecto y muy minoritario grupo de los capitalistas.

4.3.- La práctica del precio individualista.

La distinción de un precio individualista con respecto al autoritario puede ser una tarea mayor. Principalmente porque sus efectos pueden considerarse idénticos, o casi indistinguibles. Con todo, si buscamos en las motivaciones o justificaciones de quienes los usan -los precios sólo existen cuando los usan personas-[30], talvez podamos encontrar algunas diferencias.

Puede que las características chauvinistas de los capitalistas autoritarios -de antiguo cuño-, negativas para la colaboración entre zonas ricas y zonas pobres, sirvieran para que estos promovieran la producción nacional y pusieran ciertas trabas a la importación indiscriminada y masiva, con lo que conseguían evitar la competencia extranjera -cuidando su mono u oligopolio- pero de paso, y casi sin querer, manteniendo niveles de empleo más elevados, así como más permanentes. Es claro que un capitalista individualista -mucho más 'flexible'- considerará como una tontera no importar lo que sea si es más barato que producirlo. Sobre todo si eso es un buen negocio para él. Lo que ocurra con los que producían esos bienes, no le importa ni le interesa: ese es un problema 'ajeno', de otros.

Por iguales razones, los capitalistas individualistas no trepidan en 'exportar' capitales si encuentran mejores 'mercados'. Otra vez, lo que ocurra con sus conciudadanos no les incumbe. Y no se trata de que vayan a colaborar con los necesitados de otros países, sólo van detrás del mejor negocio. El individualismo en la economía resulta fundamental para promover y hasta posibilitar la mundialización de la economía.

Quienes comercien con individualistas podrán distinguirlos de los autoritarios porque los primeros resultan mucho más flexibles, pero eso tiene sus desventajas cuando se requiere de ellos ayudas fundadas en una larga relación comercial: para un individualista, cada negocio es un asunto separado de los anteriores, y por lo tanto, debe rendir frutos separados, independientes unos de otros. Por lo tanto, la historia no cuenta, y privilegiará las alternativas que maximicen su utilidad actual, olvidándose de las anteriores. No 'posa' de buena gente, como los autoritarios -también paternalistas-, es más 'cara dura' y no acepta 'agradecer' los negocios anteriores sacrificando sus utilidades presentes. Optará por la mejor alternativa, sin preocuparse por su 'antiguo' cliente: sus relaciones tenderán a ser mucho más impersonales, más 'calculadoras': en resumen, más individualistas. Entre ellos, las prefieren así aun cuando puedan salir eventualmente perjudicados, porque se 'comprometen' menos, no le deben nada a nadie, cada cual se las arregla solo, como pueda.

A diferencia de los capitalistas autoritarios, muy rígidos y conservadores en la observación de las reglas del juego, los individualistas son extraordinariamente creativos, siempre están buscando -y encontrando- nuevas maneras de hacer nuevos negocios, lo que a menudo implica 'saltarse' normas antiquísimas de este mundo mercantil, que depende tanto de la confianza mutua. En especial si dichas normas no son 'legales', es decir, no son leyes específicas o son de muy difícil comprobación.

Quienes no conozcan el actual mundo de los negocios, o no sean individualistas en este ambito de actividad, pueden tener dificultades para traducir a la realidad lo antedicho. Aquí van algunos botones de muestra.

Al negociar, una de las contrapartes hace una 'oferta', ya sea para comprar o para vender. Especifica la cosa, los plazos -de entrega y de pago-, las calidades, la forma de despacho, entre otras, y los precios: el precio tiene sentido en el contexto completo en que se efectúa la compraventa, y es bastante más complejo que el simple valor en dinero. Una de las especificaciones es la duración de la oferta, el plazo en que dicha oferta es válida, de gran importancia cuando el contexto es de inflación alta. Si es muy alta, se agregan cláusulas de reajuste. Aun así, el plazo de validez tiene importancia porque el que espera respuesta tiene que reservar las cosas o el dinero para realizar la operación. Por eso 'se usa' responder 'por sí o por no' al más breve plazo posible, ojalá sin esperar el vencimiento de la oferta. Un buen individualista responderá sólo si le conviene, y si también le conviene, dilatará la respuesta más allá del plazo convenido, 'engatusando' a la contraparte con mentirillas no demostrables legalmente. Si la contraparte pierde oportunidades o dinero con la espera, al individualista le importa un comino, porque no es delito, es decir, no será castigado por las leyes: eso no está contemplado en ellas, específicamente.

Lo dicho para la vigencia de la oferta puede ser usado para el plazo de entrega o el de pago, o cualquiera otra condición. Ante reclamos, aducirá 'razones' típicamente individualistas: no le pago porque no tengo dinero -¿porqué se comprometió si no lo tenía?-, no le entrego las cosas porque no hemos terminado de hacerlas -¿porqué se comprometió si no tenía la seguridad?-, no hemos terminado de hacerlas porque nos llegó otro negocio mucho mejor -¿porqué tomó otro compromiso si tenía éste antes?-, o, muy frecuente, le vendí a otro cliente que después me ofreció mejor precio -¿sin respetar su compromiso previo, y sin avisar siquiera?-. Otra versión del último caso, al revés: le compré a otro proveedor que me ofreció después mejor precio o mejor plazo de entrega -iguales observaciones-. El individualista llega al extremo de venderle a otro cliente artículos que ya estaban pagados, por adelantado o con anticipos, y que, por lo mismo, podían ser considerados como de propiedad -total o parcial- del primer comprador al momento de la venta: vende cosas que ya no son suyas. Es típico de este modo su aversión al -y su falta de- compromiso.

Esta forma 'novedosa' de hacer negocios suele ser muy alabada por un capitalista autoritario si quien los hace es uno de sus empleados, y le favorecen: a lo más, arriscará la nariz, pidiendo que se tenga cuidado con los riesgos que se corren. Pero se embolsicará las utilidades sin asco, mientras más grandes mejor. Pero cuando resultan perjudicados por las 'hábiles maniobras' de ejecutivos o capitalistas individualistas, entonces se indignan, sin poder entender cómo estas personas pueden faltar a su palabra de tal manera. En la actualidad, estas jugarretas se consideran como parte de los riesgos normales de los negocios, ante las cuales más vale estar preparados: como la mejor defensa es un buen ataque -la guerra en el ámbito económico-, triunfa más y mejor quien la hace primero -el que pega primero pega dos veces, para seguir belicosos-.

El gerente general de mi primer trabajo -cuando egresé de la universidad- fué uno de los precursores de estas hábiles 'pillerías'. De carrera meteórica, era conocido entre los industriales de aquella época –1967 a 1968- como 'El gitano': este alias despectivo escondía encontrados sentimientos de admiración -por su temeridad y su éxito-, de temor -por los daños que podía causar al ser cabeza de una de las más grandes empresas de electrodomésticos- y de desprecio -por su baja calidad moral-. Su éxito alcanza hoy niveles internacionales.

La mayoría de los patrones autoritarios que he conocido tenían y tienen como gran orgullo el pagar siempre a tiempo los jornales 'a su gente' -una condición integrante del precio del trabajo-; aunque muchas veces fuera expresión de paternalismo, para dominar mejor, ciertamente protege bastante a los trabajadores, dándoles seguridad. Los individualistas inauguraron los pagos parciales o postergados 'por falta de fondos' o por razones banales e injustificables: 'no sacamos el dinero a tiempo', 'los cheques no se alcanzaron a firmar', etc.. Todo esto simultáneo con gastos muy grandes en otros 'negocios' o 'inversiones' más rentables y la rigurosa cancelación de sus emolumentos y granjerías, siempre muy considerables. El caso se repite para leyes sociales -obligatorias por ley- y otros emolumentos.

¿Qué es lo que están haciendo los 'hábiles' ejecutivos individualistas que incurren en estos tipos de conducta?. Simplemente, explicarán muy afablemente, aprovechando sus ventajas comparativas, las oportunidades que brinda el libre mercado: si todos hicieran lo mismo que ellos, piensan, el mundo progresaría mucho más y más rápidamente.

No estoy afirmando que las trampitas antedichas fueran 'inventadas' por los individualistas, creo que también las hacían algunos de los autoritarios, pero esa no era, como ahora, 'la norma', lo que casi todo el mundo se siente autorizado a hacer. Además, las 'razones' o justificaciones de unos y otros son muy distintas. Para los autoritarios -en estos ámbitos de actividad- la arbitrariedad es parte de sus derechos, que incluyen el fijar las reglas -¿porqué no también cambiarlas?- y les sirve para reforzar su autoridad: aplican el dicho "autoridad que no abusa pierde su poder". Y no se saca nada con reclamarles, porque nunca aceptarán que se equivocan -sería signo de debilidad-. En cambio, los individualistas lo hacen 'sin querer', sin dobles intenciones, sólo por su incapacidad de hacer consideraciones sociales. A ellos, si les reclaman -y les insisten bastante- pueden reconocer su 'error' y entonces ¡negociar!, hasta pueden dar marcha atrás: no temen aceptar que se equivocan también -pero poco-.

Esta generalización del uso del resquicio legal y del 'estruje' de la ley la debemos -¿o nos la deben?- los individualistas, con su falta de consideración por lo que les pase a otros, a su 'flexibilidad' y creatividad para 'reinterpretar' las reglas vigentes de maneras que les resultan tan convenientes, al filo de la legalidad o a salvo de ser descubiertos o legalmente castigados, probablemente incentivados por su placer por el riesgo propio -sin que se les ocurra tomar en cuenta que involucran a otros-.

Los individualistas han 'agilizado' la concentración del capital a niveles que no soñaron los más optimistas de los autoritarios -apegados rígidamente a las normas hasta la literalidad-, aumentando el tamaño y alcance de sus 'negocios' hasta posibilitar la globalización de las economías. Esas mismas características, unidas a sus capacidades de aprender entendiendo y del desprecio por las consecuencias -ambas habilidades son partes de una especie de 'autonomía asocial'- les permiten 'inventar' negocios y entender abstrusas y complicadísimas formas de realizarlos, usando los medios más sofisticados y complejos, los que no tienen misterios para ellos.

Si el mercado -el denominado 'libre'- surgió de condiciones especiales que nadie buscó o fabricó, su generalización fue obligada, forzada y violentada por personas fuertemente autoritarias, a quienes les venía como anillo al dedo para incrementar enormemente sus Poderes autoritarios (P), y al mismo tiempo, disminuyendo los riesgos de caer en manos de las que todavía usaban la ética primitiva, todo esto a volúmenes y niveles entonces inéditos, antes ni siquiera imaginados. Encontraron la forma más eficiente para dominar mejor y con el menor esfuerzo a siempre crecientes cantidades de otras personas.

Pero el surgimiento de grandes cantidades de personas individualistas ha logrado que el neoliberalismo -una forma más individualista de entender la economía que los capitalismos tradicionales, sus antecesores[31]- supere los logros obtenidos por los predecesores autoritarios al punto de hacerlos palidecer y disminuir hasta el ridículo. Han creado formas de 'liberar' el mercado que les permite dominar a masas cada vez más grandes -también a niveles mundiales- de personas, en beneficio de grupos cada vez más reducidos y más ricos: capitalistas individualistas.

Obviamente, no estoy planteando el absurdo de que sean los modos ético-morales mencionados 'las causas' del libre mercado tradicional ni del mercado libre neoliberal, entendidas como 'las únicas', y ni siquiera como 'las principales'. Creo que los fenómenos sociales son multicausados, multi-interconectados y multi-inter-sinergizados, tanto como multi-inter-trans-disciplinarios, y que la existencia y uso de dichos modos es una de las tantísimas condiciones necesarias para que estos fenómenos hayan tenido y tengan lugar, aquí -y en casi todo el mundo- y ahora.

Por otra parte, tampoco creo que estos modos sean condiciones accesorias o de escasa importancia: la universalidad y inevitabilidad del uso de la función ético-moral como función psicológica socializadora de los seres humanos -tan universal e inevitable como las otras funciones psicológicas básicas, tales como el emocionar, el razonar, el percibir, el recordar y el imaginar, el desear, el necesitar y otras igualmente básicas- me lleva a pensar que omitir su consideración conduce a explicaciones del pasado, del presente y del futuro probable o deseable, que serán truncas, incompletas y, por lo mismo, engañosas. Nuestra capacidad de adaptación.[32] a circunstancias siempre cambiantes depende fundamentalmente de las explicaciones que construímos permanentemente de cómo son y han ocurrido las cosas. Estas condicionan nuestro actuar y todas nuestras funciones psicológicas, las básicas y las complejas, las que sólo nos son útiles en el contexto -también siempre cambiante- de esas explicaciones. Las que he llamado en otras partes nuestras «construcciones paradigmáticas».[33]

Pienso que todas las teorías -las científicas, como las que estudia Kuhn, y de las otras, como la creencia en el diablo o en el horóscopo, o como la forma de saludar que es correcta- son equivalentes a pensares, y también, lógicamente, a la inversa. Mi teoría es -pienso- que los seres humanos para poder vivir necesitamos ideas -o teorías, o pensares- acerca de las 'cosas' que nos rodean y en las que vivimos inmersos, 'cosas' que pueden ser físicas o 'psicológicas' -como las funciones psicológicas que hemos experimentado en relación a cosas o sucesos, incluídas acciones ejecutadas 'sólo' con el cuerpo-, o 'sociopsicológicas' -como las instituciones de Berger y Luckmann-. Para todas las cosas, para todo lo que hacemos. Con la salvedad -talvez- de unas cuantas sensaciones internas, como el dolor de muelas, que nadie necesitó explicarme: sólo me dijeron como se "llamaba" eso que yo estaba sintiendo.

Las ideas que mantenemos acerca de las cosas constituyen nuestra manera de "apropiarnos" o construir el mundo en que vivimos, y son esas ideas las que nos permiten no sólo entenderlo, también percibirlo, sentir emociones, organizar nuestros deseos, intereses, gustos y necesidades, y finalmente, actuar. Las he llamado "construcciones paradigmáticas", porque las construimos y porque son paradigmas de una realidad a la que sólo podemos acceder a través de ellas.

Cuando un grupo considerable de personas adopta y acepta una cierta manera recurrente de elaborar, interpretar y usar las reglas de convivencia -los modos ético-morales descubiertos por Piaget-, y con las reglas así elaboradas conduce su propia vida y también, de manera importante, la de quienes conviven con ellas, su modo ético-moral puede llegar a ser predominante, si se extiende lo suficiente para eso. Otras personas, talvez en modos más primitivos en estos ámbitos de actividad, pueden 'aprender' el modo nuevo, probablemente por mimésis[34], tal como se aprenden y modifican los idiomas corrientes -también los 'gestuales' y otros poco reconocidos como tales-, alentadas por los 'éxitos' de quienes ya lo usan.

El individualismo presenta características muy favorables para expandirse muy rápidamente. Una vez aceptado y entendido que 'todo es relativo' vale también para las reglas de convivencia -las normas ético- morales-, que dichas pautas de conducta no son eternas ni inmutables ni sagradas -como piensan y sienten las personas autoritarias-, que tienen un sentido y un objetivo claramente determinado y distinguible -regular la convivencia-, que abusan quienes se arrogan el derecho a dictarlas e imponerlas arbitrariamente por sí mismos o en representación de autoridades aun más importantes que ellos -como aceptan y hasta necesitan las personas autoritarias-, y que cada cual puede y debe opinar en la creación, modificación, interpretación y utilización de ellas, usando su análisis crítico propio, entonces se ha completado el paso desde el autoritarismo al individualismo. Para el paso al modo democrático se necesitan aun otros cambios, mucho más complejos y mucho más difíciles.

En la descripción, donde seguramente se me han escapado muchas características, parece ser un proceso muy complicado y arduo de lograr. Para muchas personas que ya han pasado la adolescencia y que aun operan en la heteronomía o autoritarismo -en uno o varios ámbitos de actividad- y que además viven sujetos a un medio social fuertemente autoritario -sean dominantes o sumisos, da lo mismo-, el paso les resulta más que dificultoso, simplemente imposible: no lo darán nunca, si se mantienen las condiciones del medio social.

Pero a los adolescentes que viven en medios sociales en que abunda el individualismo les brota tan espontánea y fácilmente como a los niños alemanes en Alemania el hablar alemán. Eso, en los ámbitos de actividad en que se da dicha preponderancia. Aunque pareciera que las potencialidades son tan grandes en esta etapa de la vida que basta con que se dé alguna presencia de individualismo en el medio para que se esparza como muchos regueros de pólvora. Como los mismos lolos dicen, 'es la papa' (superfácil). Los medios universitarios actuales que conozco son todos semilleros de individualismo: el resto de la sociedad sigue estos prestigiados ejemplos con enorme facilidad.

Otra probable razón por la cual el individualismo crece cada vez más es la facilidad y falta de conflicto con que las personas individualistas se relacionan con las autoritarias: obviamente, aprovechando sus 'ventajas comparativas'. Como no se preocupan de los demás, muestran su punto de vista, defienden sus posiciones argumentando muy bien, y si los otros aceptan autoritaria y sumisamente, con las dificultades que les impone la rigidez autoritaria, se aprovecharán de las circunstancias sin sombra de inquietud, mucho menos de culpa -casi desconocida para ellas-. Y todos contentos. Incluidos los que pierden.

Es un caso en que cabría la denominación de «individualismo dominante», más por los efectos que por la intención de dominar, generalmente ausente en el individualismo. Explicará, si le preguntan, que él no ha dominado a nadie, es el otro el que se puso en posición sumisa, y que eso es problema del otro, que no será él quien ande tratando de convencer a los demás -tal como no le gusta que traten de convencerlo a él, cada cual debe convencerse solo-. Es posible que esta posición de magnánima prescindencia -de discutible respeto por los otros- ejerza en los demás una seducción difícil de resistir, si están cerca de aceptar sus postulados.

Con las personas autoritarias dominantes, las individualistas prefieren no discutir, se limitan a exponer una vez sus opiniones, y si el otro no quiere escuchar, es problema de él. Las personas individualistas actuarán después como dijeron que lo harían, con lo que suelen despertar las iras de las autoritarias cuando los efectos son perjudiciales para ellas, pero también su tácita y talvez ceñuda aprobación -aprobación al fin-, puesto que los resultados -especialmente los materiales, mejor aun en dinero- son más importantes que las intenciones o los medios usados, para los autoritarios.

Dado este conjunto de características y circunstancias -más otras tantas que seguramente se me escapan-, las que actúan en conjunto y sinergizándose entre sí, recursivamente, ¿qué tiene de raro que el «capitalismo autoritario» haya sido superado súbitamente por el «capitalismo individualista», hoy en día predominante, exitosamente triunfante?.

Considero que, con lo ya dicho, queda debidamente demostrado que existe, en la práctica actual y desde hace ya un buen tiempo, un precio que puede llamarse individualista, claramente distinguible del autoritario, al punto de que, junto a otros factores, da cuerpo a una forma de capitalismo que también merece apellido: individualista.

El hecho de que siga coexistiendo el precio autoritario -aparecido antes- con este precio individualista, claramente predominante hoy, es sólo otra demostración del uso en mezclas de los modos ético-morales, aplicados en este caso a los ámbitos de actividad económicos. Además, ambos coexisten con el primero de los vistos, el de la ética primitiva o del garrote, tal como vimos antes. Y también con formas precapitalistas de intercambio.

4.4.- La práctica del precio democrático.

Muchos se preguntarán si hay espacio para la práctica del precio democrático en el panorama presente, aparentemente copado por los tres anteriores. Por extraño que parezca, hay bastantes ejemplos, además, de notable antigüedad.

Probablemente, esta forma de precio precede a todas las ya descritas: madres y padres proveían -gratuitamente- a sus retoños. También es probable que compartieran entre ellos sus provisiones, así como entre hermanos, sin cobrarse nada. Y que usaran la equidad -más para el más necesitado-. Y la solidaridad en casos de desastres naturales -los artificiales se inventaron después, al inicio de la civilización: en un comienzo, las tribus vecinas eran predadores tan naturales como los otros-. Estas formas de 'precio' solidario, con equidad, siguen dándose mayoritariamente en los medios familiares, al menos cuando los niños son pequeños. También persisten en no pocas familias extendidas, de acuerdo con la antigua norma de 'no se hacen negocios con la familia: se le ayuda'.

En cualquier caso, dejando las conjeturas a un lado, tengo noticias confiables de que estaba presente ya en los antiquísimos mercados locales. Mi fuente (EI) cita a Karl Polanyi, antropólogo e historiador económico, autor de la ya clásica "La gran transformación", publicada en 1944. Yo cito ahora a (EI):

"Su tesis principal (la del libro de Polanyi) consiste en que, antes del período moderno, la búsqueda del lucro individual no fue nunca el principio dominante de la vida económica, y que debe hacerse una distinción rigurosa entre las sociedades con mercado, que han existido a lo largo de la historia, y lo que se llama "sociedad de mercado". En todas las sociedades anteriores, las relaciones y las prácticas "económicas" estaban "incorporadas" o inmersas en relaciones sociales extra-económicas, familiares, religiosas o políticas. Existían otras motivaciones, además del lucro o la ganancia material, como la obtención de una calidad o estatuto, el logro de prestigio o la obligación de solidaridad comunitaria; otros mecanismos, diferentes del intercambio mercantil, reglaban la organización de la economía, en especial los principios llamados de "reciprocidad" y de "redistribución"."

"Polanyi ha cuestionado directamente los postulados de Adam Smith en cuanto a la existencia de un homo oeconomicus y su propensión natural al trueque, al pago en especie y al intercambio mercantil, mostrando que esa "propensión" nunca tuvo, ni siquiera en la época de Smith, el rol dominante que le atribuye, y que debió transcurrir cerca de un siglo para que se impusiera plenamente como elemento regulador de la economía. Los mercados que existieron en las sociedades precapitalistas, cualquiera que haya sido su tamaño, fueron un elemento secundario en la vida económica.".[35]

Estando clara la situación de la época premercado, en la que destaca la existencia de motivaciones que pueden suponerse de autonomía o democráticas, tales como las que subrayé en la cita -junto a otras, menos altruistas-, me queda encontrar ejemplos actuales o de la historia reciente.

Vale recordar el caso de la economía familiar, en la que todos aportan -a la medida de sus capacidades- para que, de lo así obtenido, cada cual reciba según su necesidad, con solidaridad y equidad. Lejos, es la forma de economía democrática más abundante, en todo el mundo: en su conjunto -de muchos pequeños núcleos- abarca una parte muy importante de la humanidad actual. Aun cuando conozco algunos casos en que esto no ocurre con todos los miembros de la familia -ya que los padres dividen muy meticulosamente sus haberes y aportes, lo que suele ser 'copiado' por los retoños en cuanto comienzan a 'ganar su propio dinero'-, me parece que en Chile las familias de este tipo son todavía muy minoritarias, pero que su número crece rápidamente. ¿Llegarán al punto de 'cobrarse' mutuamente?. ¿De mantenerles una 'cuenta corriente de gastos' a los hijos, para cobrarla cuando sean mayores?. Espero que no, pero está por verse.

Otra forma de precio de autonomía que se presenta en Chile, en grupos más grandes pero de mucho menor cuantía total que la anterior, es también la de unos 'precios no tradicionales', considerados casi 'extraeconómicos'. Se trata de los servicios y productos proporcionados por instituciones conocidas como 'de voluntariado', dedicadas a fines benéficos, sin fines de lucro -de verdad-, en las que el personal que recibe sueldo se reduce a unos cuantos funcionarios de jornada completa. Destaca entre estas organizaciones la de Bomberos, en Chile, voluntarios, con cuarteles en casi todas las ciudades y pueblitos, por pequeños que sean. Llama la atención que estén bastante 'militarizadas', con jerarquías considerablemente rígidas y varios uniformes, de claro corte autoritario, dados sus fines de declarada autonomía: ¿otro caso de mezcla de modos?.

Las organizaciones de voluntariado abarcan una amplia gama de servicios, especializándose en algunas áreas en las que focalizan sus atenciones. La Teletón en la atención de niños minusválidos, Hogar de Cristo tiene varias áreas, y así sucesivamente. Estas, y otras como ellas, son organizaciones que no tienen fines de lucro, efectivamente: ni para la organización ni para sus directivos o ejecutivos.

Conviene diferenciarlas de otro grupo, constituido por algunas de las llamadas ONG's y otras instituciones, que también declaran no perseguir fines de lucro, lo que en realidad se cumple para la organización, pero que ha llegado a ser una fuente de ingresos envidiables para algunos de sus ejecutivos, transformándose, estos trabajos, en una 'profesión' muy lucrativa. Menciono estos casos porque creo que no basta con que una organización declare no perseguir fines de lucro para que se le incluya entre aquellas que usan la autonomía.

Entre las que declaran no tener fines de lucro -establecido obligatoriamente por las leyes que las crearon- pero que nada tienen de autonomía, destacan las recientes empresas de seguros de salud y de fondos de pensiones, en Chile, las Isapres y Afp's. Estas empresas NO PUEDEN tener utilidades, pero los capitalistas que las crean invierten sumas enormes en ellas. Luego, se disputan encarnizadamente 'el mercado'. ¿Cómo pueden explicarse estos gravísimos atentados a las leyes inmutables, inevitables y casi sagradas del mercado? ¿Dónde está la trampita?. Porque esos inversionistas no son ingenuos ni tontos. Pareciera que la gracia de ellas está en el poder económico que sus propietarios adquieren al decidir en qué invierten los fondos, gigantescos, que estas empresas manejan. Los dueños de los fondos son los imponentes, pero no tienen ninguna injerencia en dicha inversión. ¿No resulta por lo menos hipócrita el que 'no tengan fines de lucro'?.

La forma de 'precio' que a mi juicio contiene el mayor grado de autonomía -modo que Piaget también llamó "de cooperación entre iguales"- es la institución de la minga -o mingaco-, en plena vigencia en Chiloé -de las islas o continental-, 1000 km al sur de Santiago de Chile. Básicamente, consiste en la colaboración voluntaria de un grupo de vecinos para la realización de tareas grandes y complejas, tales como la construcción y los traslados o "tiraduras" de casas, por muchos kilómetros, en una geografía de muchas y muy empinadas colinas, y que suelen incluir la 'navegación' de la casa, de madera, por los canales interiores. En estos trabajos casi no se usan elementos modernos -máquinas, grúas y otras-, y salvo los motores marinos de los lanchones, se siguen usando tecnologías antiquísimas. También se usa para cosechas, trillas y otras tareas que exceden la capacidad del grupo familiar.

Cuando una familia requiere hacer una minga, sus miembros recorren la zona solicitando la ayuda para una fecha próxima, planificada cuidadosamente: a esta fase le llaman 'suplicar' -"anda a suplicarle a Mateo para la construcción del granero" es una petición corriente-. En el intertanto, la familia junta los materiales -para lo cual puede 'suplicar' ayuda adicional- y organiza la tarea en colaboración con los diversos expertos que conoce: carpinteros, albañiles, marinos, boyeros, etc.. Dichos 'expertos' traerán con ellos sus herramientas, hachas, yuntas de bueyes, cadenas y otros. La familia también debe apertrecharse con los elementos con que 'pagará' la minga: comida, bebida y golosinas abundantes para todos los que asistan. Por lo general, los hombres hacen los trabajos que requieren más fuerza y las mujeres se encargan de las comidas, pero en caso de necesidad, tanto mujeres como hombres -niños, jóvenes, maduros o viejos, da lo mismo- pueden y saben hacer las partes de todos, con notable habilidad y fuerza. La realización del trabajo, acompañado de bromas y gran algazara, generalmente muy rápido y con alta eficiencia, termina con una fiesta en la que todos participan, con natural entusiasmo y alegría.

Fuí testigo-participante de una de estas fiestas, a la que llegué por casualidad -tuve que detener el auto para dejar pasar una casa que atravesaba el camino en ese momento- y a la que me uní para ayudar, empujando, en una parte muy empinada en la que los bueyes no daban abasto. Siendo un perfecto desconocido, fuí 'incorporado' al grupo como un 'igual' hasta que terminó la fiesta.

¿Qué tan antigua es la minga?. Personas oriundas de Chiloé me han dicho que 'minga' deriva de 'mingaco', palabra mapuche que designaba a estos trabajos colectivos, los que serían considerablemente anteriores a la llegada de los españoles a dicha zona, en el siglo 16. Tarea para los historiadores.

También he sido testigo de otras formas de colaboración solidaria y desinteresada que se dan en esa zona. He sabido que también ocurren en otras regiones en las que impera la pobreza -incluido Santiago, la capital-. Por ejemplo, la ayuda que recibe una familia que, por enfermedad u otras causas inevitables, no está en condiciones de autosustentarse. A medida que se enteran de sus necesidades, familiares, vecinos y conocidos se apuran en llevarles los elementos que pueden aportar y que allá se consideran como mínimos indispensables. Muchos 'aportantes' viajan y caminan desde muy lejos -decenas de kilómetros- para cumplir con este deber que nadie osa desconocer. Aun con mal tiempo, en un clima bastante duro. Los que vuelven de entregar sus aportes, avisan a otros de las necesidades aun no cubiertas, las que son prontamente atendidas. Esta ayuda solidaria, sin ninguna forma de pago o de retribución, inmediata o futura –salvo modestas 'atenciones' y agradecimientos- se mantiene mientras dure la necesidad, a veces por años. Quien no colabora cargará con el menosprecio de la comunidad y la aplicación de una estricta 'ley del hielo'. Lo mismo o peor, para quienes se aprovechen de la comunidad, inventando desgracias.

También muy antiguas eran las 'trillas a yegua', habituales en todas las zonas agrícolas chilenas, trabajos comunitarios en los que también 'se pagaba' con una fiesta, de tantos días como la cosecha requiriera. Mapuches viejos cuentan que eran habituales entre ellos las "trillas a pié": las describen como un baile parecido al machitún -ceremonia religiosa- pero los pies, en vez de golpear el suelo, se hacen resbalar sobre el grano, a fin de romper las espigas, desgranándolas.[36] Si lo más importante era la fiesta -en una época de escasos eventos sociales- o el trabajar juntos en beneficio de todos -por turnos, les tocaba a todos- es algo que ya resulta difícil de investigar, por cuanto la mecanización agrícola casi las ha extinguido.

Otras instituciones que probablemente utilizan el precio democrático, es decir, ejercitan la autonomía en ámbitos económicos, son las organizaciones de tipo 'cooperativas', de muy distintas denominaciones –mutuales, empresas autogestionadas, etc.- y variados objetivos. Al menos en sus orígenes, fueron pensadas como formas de actividad económica en que la propiedad era colectiva -aunque no estatal- y sus objetivos declarados eran favorecer solidaria y equitativamente a quienes formaban parte de ellas y simultáneamente a toda la comunidad. En resumen, trataban de eliminar el lucro individual como motivación de la actividad económica. La idea era que sus utilidades fueran en beneficio de grandes grupos de personas, ojalá equitativamente, y que, además, beneficiaran a toda la comunidad a través de proporcionar bienes y servicios con la mejor de las relaciones precio-calidad que fuera posible, optimizándola.

En teoría, si no pretendían erigirse en un grupo privilegiado, habrían sido la mejor de las expresiones del uso del precio democrático: respeto por sí mismo simultáneo con idéntico respeto por todos los demás.

En Chile hubo un movimiento cooperativo muy fuerte, con gran cantidad de instituciones, que incluso se agruparon en una asociación que les prestaba servicios. Algunas cooperativas y mutuales llegaron a ser muy grandes, hasta líderes de sus respectivas ramas. Durante la dictadura militar fueron violenta y descaradamente 'desincentivadas', forzadas a optar por uno de tres caminos: 'privatización', jibarización o desaparición.

Las que optaron por la privatización, obviamente se 'desnaturalizaron' rápidamente, transformándose en empresas vulgares y silvestres, algunas conservando el puro nombre de autonomía: cooperativas u otros.

Tuve oportunidad de trabajar por unos meses -una asesoría puntual- en una empresa autogestionada, ya durante la dictadura militar. Aparte de las 'presiones' oficiales, de todo tipo -que se soportaban gracias a las ayudas de agencias internacionales, canalizadas por el Instituto de la Autogestión, ahora inexistente-, pude observar en ella terribles problemas de disciplina, muy poca solidaridad y, en general, falta de autonomía ético-moral generalizada. Al punto de que era difícil encontrar quienes se hicieran cargo de la gerencia. Poco tiempo después quebró, por esas causas, no por la presión oficial.

¿Habrá algunas que conserven el espíritu democrático que tuvieron en sus inicios?. Otra interesante investigación por realizar, cuántas y cuáles son, qué características tienen. Y las razones por las cuales, en la práctica, casi desaparecieron o cambiaron las que había.

En este punto cabe destacar los contenidos de autonomía ético-moral implícitos en varias de las recomendaciones dadas por Peter Senge, experto en Administración de Empresas, de MIT, así como en algunos de los ejemplos aplicados a empresas que él menciona. Senge muestra cómo, con objetivos planteados desde un punto de vista completamente diferente al mostrado aquí -el de su disciplina-, algunas empresas de corte absolutamente capitalista han ido derivando a formas de operación que me atrevo a calificar como de creciente y significativa autonomía ético-moral. Esto, en pleno corazón del neoliberalismo actual: Estados Unidos.

En su libro "La quinta disciplina" {32}, Senge postula la necesidad de efectuar una serie de cambios en las empresas que deseen mejorar verdaderamente sus niveles de eficiencia, tanto para que compitan mejor -obtener utilidades más seguras y mayores, además crecientes- como para resolver el grave problema de conseguir empleados más productivos -mejor aun, capacitar los actuales- con idénticos fines.

Muchas de sus propuestas consisten en formas -que él califica de novedosas- de analizar y resolver los problemas de las empresas. Por su carácter fuertemente técnico, pareciera que nada tienen que ver con la autonomía planteada en este ensayo: sin embargo, la mayoría son claras aplicaciones de formas de razonar con autonomía: tomar en cuenta los puntos de vista de todos los involucrados; considerar sistémicamente todas las variables intervinientes en un problema; informar a todas las personas de la organización de todos los objetivos valiosos para la empresa; la utilización del análisis crítico propio de todos los empleados, de todos los niveles (para eso se requiere que estén todos informados de todos los objetivos); el uso de "modelos mentales"[37] coherentes entre sí; examinar los supuestos implícitos, también los de los 'superiores' -generalmente asumidos como dogmas-; la inutilidad del control externo –característico del autoritarismo- y la necesidad de reemplazarlo por el autocontrol -típico de la autonomía-, lo que él llama "localismo"[38]; éstas son sólo algunas entre muchas otras.

Pero varias otras, en especial las que dicen relación con las maneras de motivar a los empleados -de todos los niveles- y de lograr que se comprometan con los objetivos de la empresa, a mi juicio conducen directamente al logro de relaciones de autonomía o democráticas, también en todos los niveles de la empresa, esta vez, incluyendo a sus propietarios.

Al punto de que los objetivos fundamentales de la empresa -que Senge llama "visión compartida"- terminan siendo analizados, criticados y finalmente aceptados por todos sus miembros, 'dueños' o simples empleados. No hay otra alternativa, afirma Senge, si se desea que se comprometan con ellos, que los compartan: para que realmente los compartan, deben haber participado en su elaboración y posibles cambios. Como se comprenderá, los objetivos resultantes de tal forma de elaborarlos no pueden ignorar los intereses de todos los empleados -no sólo los de los dueños del capital- y suelen considerar también los de los clientes y proveedores, a un paso de incluir a toda la sociedad humana, paso que se da muy fácil en este ambiente: de hecho, se 'transforman' en ecológicas. Entonces, una empresa con objetivos generales como éstos, por muy capitalista que sea -ya que persigue la obtención de ganancias y el crecimiento sostenido como herramienta para competir mejor con otras competidoras- casi no se diferencia de una empresa autogestionada ideal, y casi casi, de los de una 'socialista' también ideal, en el mejor de los sentidos. ¿Se estará dando una convergencia de fines entre ambos tipos de empresa?. Es mi impresión que una convergencia así puede producirse si en ambos tipos se usa, de verdad, el modo ético-moral democrático.

Pudiera pensarse que Senge habla de pequeñas empresas, pero las que menciona repetidamente -Royal Dutch/Shell, Johnson & Johnson, 3M, Citicorp, Hanover Insurance Co., IBM, Matsushita, entre otras- figuran entre las más grandes del mundo. A mí me queda la duda sobre la amplitud y profundidad con que dichas empresas aplican las recomendaciones de Senge, y cuáles de ellas son las que han adoptado. Suena muy bonito cuando lo expone Senge, pero me gustaría mucho comprobar hasta qué punto se está usando en esas empresas lo que él propone, y con qué modo ético-moral se utiliza.

Llama mucho la atención el caso de People Express Airlines[39], ejemplo que Senge destaca como empresa precursora de varias de sus recomendaciones, empresa que parece casi autogestionada, y que creció vertiginosamente mientras mantuvo sus características iniciales -llegó a ser en pocos años la quinta de USA- y que quebró aun más súbitamente al abandonarlas para crecer más rápido, según postula Senge.

Conozco otro texto con varias similitudes a este de Senge: muestra muchas experiencias y recomendaciones que fomentan la autonomía piagetiana aquí descrita, también en USA: se trata de "Educating for character" {19}, de Thomas Lickona, orientado a los ámbitos educacionales. La persistente insistencia -de Lickona y Senge- en recomendar acciones que tienden a dicha autonomía -sin definirla, hasta sin mencionarla, ni menos relacionarla con la de Piaget- parece indicar que los sectores 'más avanzados' de USA están 'descubriendo' las ventajas de ella, aún sin contar con las herramientas teóricas y metodológicas que podrían potenciar significativamente sus recomendaciones.

Por último, y sólo para no cansar, mencionaré un aspecto de clara autonomía ético-moral-económica, parcial, que contienen la inmensa mayoría -sinó la totalidad- de las actividades económicas -que incluyen alguna forma de precio-, y que, a mi juicio, son las que mantienen en operación a las sociedades actuales.

Todas las operaciones económicas que llegan a feliz término, lo consiguen gracias a que las partes cumplen con lo que se comprometieron, dentro de márgenes aceptables. Si así no fuera, la anarquía resultante, los litigios, venganzas y otras gabelas impedirían la continuación de la vida económica moderna, tal como la conocemos.

No están consideradas en este grupo, por definición, las operaciones que no se completan, por estafa, incumplimiento u otras causas. Se trata del cumplimiento en tanto el que vende porotos entrega porotos, con tan pocas piedras, arvejas y otras cosas que no sean porotos, que son aceptados como porotos. Del tipo que ofreció y en las condiciones negociadas, con márgenes bastante estrechos. El que compró dió dinero verdadero -no falso-, o sus cheques fueron pagados por los bancos, en plazos aceptables. Las 'trampitas' individualistas destacan porque son una desviación de las normas de convivencia económica que estaban establecidas, que obligan al cumplimiento antedicho.

Este aspecto de las actividades económicas, de autonomía difícilmente discutible, no obsta para que otros aspectos de las mismas actividades, ya mencionados en los acápites anteriores, sigan siendo calificables como de ética primitiva, de heteronomía o autoritarios, o de individualistas, según sea el caso. Con los inconvenientes sociales que obviamente traen consigo.

Vale destacar que este aspecto democrático de la práctica económica actual no tiene ninguna relación con ciertas características que las teorías capitalistas asignan a los seres humanos como intrínsecas, entre ellas, el egoísmo fundamental y supuestamente eterno que mueve a los seres humanos a vencer su pereza y a progresar persiguiendo el lucro. Me temo que si el deseo de obtener el lucro personal primara demasiado por sobre las mencionadas tendencias -talvez anticuadas- a cumplir las palabras empeñadas, el mercado -con todos sus 'poderes'- no resistiría más de un par de vueltas de la rueda de la fortuna. Casi se puede decir que el afán de lucro y este aspecto democrático son claramente contrapuestos y antagónicos. Y que es el segundo el que calladamente 'mantiene' al lucro, que goza de los resultados.

Creo que la existencia de esta parte democrática de las operaciones económicas que he destacado, en contextos en que, en los otros aspectos, predominan los otros modos ético-morales o de relación social, constituye una masiva y decisiva demostración de que existe la mezcla de modos ético-morales. Mezcla que hace tan difícil distinguirlos unos de otros, sobre todo cuando los que los buscan mantienen teorías -acerca de ellos- que suponen que deben darse aislados, solos. Como parte de una personalidad monolítica, del todo o nada.[40]

Considero ya suficientemente demostrado que existió y existe, en la actualidad el que he llamado 'precio democrático', tanto un precio 'completo' como parcialmente, en alguno de sus aspectos. Y que tienen una importancia tan grande que si no existieran, las sociedades actuales, con todo su esplendor, seguramente colapsarían.

5.- Conclusiones.

Al menos para una primera aproximación al tema, considero haber cumplido en lo principal con los objetivos propuestos: existen -es posible distinguirlos- diferentes tipos de precios, uno para cada uno de los diferentes modos ético-morales.

¿Será útil hacer esta clase de distinciones?. Esto habrá que verlo, y dependerá del uso que podamos darles. Talvez puedan servir para entender mejor los precios actuales, y, mejor aun, para elaborar nuevas normas de establecer precios, ojalá de autonomía -la descrita aquí-, para que puedan ser usados por todas las personas, en beneficio de todas las personas.

Quiero dejar constancia de que, intencionalmente, he evitado referirme a los precios que se usaban en los sistemas sociales que se conocen como 'los socialismos reales': creo que ameritan estudio separado.

Como muchos habrán advertido, sin mencionar explícitamente el asunto de 'la propiedad', lo dicho en este ensayo tiene fuertes relaciones con este concepto. El precio y su inseparable compraventa -como se han tratado aquí, en sus diferentes formas o modos ético-morales- constituyen el mecanismo o institución social aceptado para 'traspasar' la propiedad, desde el que vende al que compra. Sin embargo, pienso que lo aquí dicho sólo toca tangencialmente este tema, tan importante que amerita tratamiento separado. Creo que la propiedad puede entenderse, también, de maneras características que corresponden a los diferentes modos ético-morales, y que el análisis detallado y específico de esas maneras puede resultar muy enriquecedor. Tarea pendiente.

También quisiera destacar mi impresión de que, de lo expuesto aquí, surge bastante clara la posibilidad de delinear un ciclo evolutivo de los diferentes tipos de precio, atendiendo a cual de los ya expuestos ha predominado en diferentes épocas de la historia. Tan clara me pareció que comencé a trabajar en esa línea, pero me encontré con dificultades mayores que las que, con la extensión presente y mis conocimientos actuales, me parece razonable acometer. Seguramente, será necesario elaborar ciclos para cada sociedad o grupos de ellas, puesto que diferentes civilizaciones han evolucionado de diferentes maneras, con muchas pausas y hasta fuertes retrocesos y regresiones, algunas de larguísima duración. También con rápidos y súbitos progresos, en especial en los últimos tiempos. Sin perjuicio de que la actual planetización de la economía muestre convergencias significativas. Un trabajo que excede los alcances de éste, ya demasiado largo. Por otra parte, y desgraciadamente para mí, pienso que también se requiere de conocimientos de historia de la economía de los que probablemente no dispongo. Por todo lo cual, me parece que se trata de una estupenda ocasión para operar interdisciplinariamente, mediante la cooperación entre iguales diferenciados: queda extendida la invitación correspondiente.

A pesar de lo dicho, creo que me puedo permitir ahora dejar planteada una deducción que, con todas las dificultades anotadas, puede considerarse como de probabilidad no despreciable. Se trata de la tendencia general, desde el posible punto de partida hasta la situación actual, y de su casi inevitable -al menos para mí- proyección al futuro, más bien lejano.

El punto de partida más probable de los precios es el del garrote y la ética primitiva: con poco margen de error, éste fue el precio predominante entre los primeros grupos humanos 'organizados'. Y continuó siendolo durante la mayor parte de la historia humana. Con tal raigambre en la 'naturaleza humana' que se mantiene, como hemos visto ya, hasta el presente, pero ahora en clara declinación, en el largo plazo. Primero fue desplazado por el precio autoritario -como predominante- y luego éste último por el precio individualista, sin que ninguno de los anteriores haya desaparecido del todo, ni mucho menos.

El precio individualista -y los sistemas económicos que lo hacen posible- han conseguido tal hegemonía mundial que algunos de sus partidarios han proclamado que sus logros ameritan afirmar que se ha arribado, con ellos, al fin de la historia: este es, según ellos, el óptimo posible a la 'naturaleza humana'.

Otros no opinan igual: veamos lo que concluye Perry Anderson.

"Cualquier balance actual del neoliberalismo sólo puede ser provisorio. Este es aún un movimiento inconcluso. Sin embargo, es posible dar un veredicto acerca de su actuación durante casi 15 años en los países más ricos del mundo, en la única zona donde sus frutos parecen, podemos decir, maduros. Económicamente, el neoliberalismo fracasó y no consiguió ninguna revitalización del capitalismo avanzado. Por el contrario, socialmente consiguió muchos de sus objetivos, generando sociedades marcadamente más desiguales, aunque no tan desestatizadas como quería. Política e ideológicamente, el neoliberalismo alcanzó éxito en un grado que probablemente nunca soñaron sus fundadores, sembrando la simple idea de que no hay alternativa a sus principios y de que todos, aceptándolos o negándolos, no tienen más que adaptarse a sus normas. Probablemente desde comienzos del siglo ninguna sabiduría convencional logró un predominio tan abrumador como el neoliberalismo. Este fenómeno se llama hegemonía aunque, naturalmente, millones de personas no creen en sus recetas y se resisten a sus regímenes. La tarea de los que se oponen al neoliberalismo consiste en ofrecer otras recetas y preparar otros regímenes. No hay cómo prever cuándo y dónde van a surgir. Históricamente, el momento de giro de una onda constituye una sorpresa.".[41]

No tengo argumentos para rebatir estas conclusiones, sobre todo si sólo se basan en aspectos económicos, de la economía tradicional. Sin embargo, creo que se vislumbra muy claramente una presencia cada vez mayor de componentes de autonomía, tanto pura -como en las mingas chilotas y en las familias 'autónomas'- como parcial -las preocupaciones ecológicas y otras 'inclusiones de autonomía' en los precios más primitivos- y que hacen posible que las sociedades sigan operando y progresando. Tendencia que parece acelerarse mientras se consolidan sus logros iniciales.

Otro motivo de optimismo es que la necesidad de detener las tendencias antisociales que produce el modo individualista –traspasado de la esfera económica a todos los otros ámbitos de actividad, que se traduce en elevada criminalidad, uso de drogas exitismo y consumismo desatados y sin límites- hará indispensable recurrir a la única solución verdadera y de largo plazo, la educación moral masiva. Las que conozco –como las que propugna Lickona en `Educating for Caracter´ {19}- fomentan sin duda el uso de la autonomía de Piaget, en todos los ámbitos de actividad. El ámbito económico no es un objetivo explícito de esta educación moral, pero si en todos los otros ámbitos se comienza a generalizar el uso de la autonomía de Piaget, no pasará mucho tiempo sin que el ámbito económico se vea ‘forzado’ a usar el mismo modo. Por supuesto, lo que quiero decir es que la gente comenzará a usar este modo también en este ámbito si en todos los otros –o la mayoría de los otros- ya lo usa.

¿Se mantendrá esta tendencia hasta el punto de que llegue a predominar el precio de autonomía?. Si esto ocurre realmente, ¿cómo serán las sociedades en que estos precios sean los predominantes y los otros sólo remanentes de escasa frecuencia, modos relictuales en franca extinción?. Si todo esto se realizara, ¿será necesario el dinero para esta clase de 'precios'? Recordemos que en las mingas y en las familias autónomas no se usa; tengo entendido que tampoco se usaba al interior de algunas formas de kibutz -en los inicios del actual estado de Israel-, al comienzo de dichos 'experimentos sociales'. En estas condiciones ¿cómo serán los mercados de plena autonomía?. ¿Cómo será la publicidad?.

Pienso que las respuestas sólo pueden ser dadas por la 'economía ficción', cuasi ciencia o género todavía nonato. ¿O será 'político-economía-ficción', o bien la 'ético-político-economía-ficción'?. La tentación de inaugurar estas 'disciplinas' es muy grande. Pero las dificultades parecen todavía mayores: el estado actual de nuestras sociedades -en lo que a autonomía se refiere- se ve tan lamentable que cualquier pronóstico, por modesto que se intente, caería en la clase de las superutopías.

Sin embargo, la tendencia que ha mostrado la especie humana a desarrollar la autonomía piagetiana, que sigue creciendo a contracorriente (SA), a pesar de todos los gigantescos obstáculos con que se ha topado y que se siguen multiplicando, permite abrigar esperanzas. Parece que el futuro puede traer, a pesar de todo, más solidaridad, más equidad, menos egoísmo y menos lucro, aunque el presente siga siendo renuente a mostrarnos los caminos por los que pueden llegar a materializarse éstas y otras características humanas propias de la autonomía, hasta el punto de que sea éste el modo predominante.

Tengo la esperanza de que la tarea de quienes no podemos aceptar al neoliberalismo -el también llamado capitalismo salvaje- como la fase terminal de la evolución de las sociedades humanas se vea facilitada por la utilización de los conceptos piagetianos aquí propuestos -en conjunto con los de todas las otras disciplinas atingentes-. Un modelo de sociedad deseable -al menos no tan indeseable como las neoliberales- puede surgir de la extrapolación al futuro de actitudes político-económicas de autonomía ético-moral. Muchas de las cuales probablemente ya existen y se usan -no es necesario inventarlas-, otras que fueron propuestas pero nunca aplicadas con este modo ético-moral, otras que podríamos deducir de las actuales o de las propuestas, y de combinaciones nuevas -de todas las clases o de una sola-.

Un modelo así, que logre ser creíble -aunque sea sólo como posibilidad hipotéticamente realizable, alguna vez- puede ayudarnos a dirigir nuestras acciones y esfuerzos sin el agobiante peso muerto de un fin de la historia tan amargo y despiadado como el que actualmente vivimos.

Estoy convencido que, con la ayuda de estas herramientas piagetianas que propongo -y también las otras que conocíamos de antes-, podemos inventar algunos nuevos 'grandes relatos', uno de los cuales puede ser el que nos sirva de horizonte para salir del nauseabundo pantano actual. Por supuesto, usando de la cooperación entre iguales diferenciados, es decir, el modo ético-moral de la autonomía, o democrático.


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BIBLIOGRAFIA

 

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{31} Russell, Bertrand, "Fundamentos de Filosofía", Plaza y Janés, Barcelona, España, 1975.

{32} Senge, Peter, "La quinta disciplina", Granica, Barcelona, 1993.

{33} Chacón M. Patricio, Tesis de Maestría "La teoría de la evolución ético-moral según Piaget: la inclusión de dos nuevos Modos, la Ética Primitiva y el Individualismo", Santiago, 1998.

Notas:

[1] Numerosos textos sobre ética o moral son imposibles de obtener porque su edición o reedición se ha considerado 'económicamente inviable', aun cuando se reconoce que son muy importantes y muy interesantes: aquí se incluyen algunos míos. Insisto, no tengo ánimo de revancha. Volver al texto

[2] Véase P. Chacón M., "El tema ético-moral, un gran ausente. Los mitos sobre la ética y la moral" {7}.Volver al texto

[3] Entre las más conocidas --sólo en los ámbitos especializados--, cabe mencionar la de Kohlberg y la de Rest. Para la primera, véase Kohlberg et al "The measurement of moral judgement" {13} y Mifsud "Los seis estadios del juicio moral: con aplicación pedagógica" {23}; para la segunda, véase Rest, "Development in judging moral issues" {29}, y Rest, "Moral development. Advances in reasearch and theory" {30}. Kohlberg se autodeclara discípulo de Piaget, y sus colaboradores afirman que supera al maestro: estoy en absoluto desacuerdo con ambas afirmaciones. Estos dos autores, norteamericanos, han realizado larguísimas investigaciones para probar sus postulados. Rest trabajó inicialmente con Kohlberg, pero luego formó su propia escuela. La mejor 'versión' que conozco de ambas teorías es la de Lickona, variante contenida en su "Raising good children" {18}. Adorno investigó sólo uno de los modos ético-morales --en el sentido de Piaget--, el autoritarismo, en su ya clásico "The authoritarian personality" {1}. A pesar de sus innegables aportes, creo que no reunen las características suficientes como para ser considerados como una teoría de evolución ético-moral. Volver al texto

[4] Piaget nunca mencionó este modo, el individualismo. Lo he postulado como un modo diferente a partir de la caracterización de los modos piagetianos, como un modo transicional entre el autoritarismo y la autonomía, dado que en la actualidad puede ser distinguido con bastante facilidad: no calza completamente con ninguno de los otros dos. Una explicación y caracterización bastante completas, incluso la razón probable por la que Piaget no lo mencionó, pueden verse en mi artículo "Bateson, Watzlawick y Piaget: relaciones y sinergia" {6}. En mi Tesis de Maestría {33}, posterior a la aparición de este artículo, se puede ver una descripción más completa y actualizada a 1998. Volver al texto

[5] Esta temprana aparición está provisionalmente validada por una Investigación Exploratoria, que realicé para mi Tesis de Maestría {33}. Volver al texto

 [6]Piaget dedicó todo un texto --con su correspondiente investigación empírica-- al tema del retraso o dècalage, "La toma de conciencia" {26}, fenómeno que se presenta tanto en los aprendizajes llamados 'intelectuales' como de los llamados 'motores'. Volver al texto

[7]Sigo en esta distinción a M. Bunge --véase su "Ética y ciencia", {5}-- y a B. Russell --véase su "Fundamentos de Filosofía" {31}--. Volver al texto

[8] Véase P. Chacón M. "Eticopolítica" {8} y "¿Podremos civilizarnos más rápido?" {10}. Volver al texto

[9] He planteado y justificado esta divergencia principalmente en ¿Podremos civilizarnos más rápido? {10}. Además, creo que el aparecimiento de la ética primitiva después del autoritarismo es válido cuando se da en sociedades ya organizadas con autoritarismo, pero aparece primero cuando no hay 'cultura autoritaria' previa, tal como ocurre aun hoy entre niños abandonados a su suerte --en la calle o en orfanatorios--: es el caso de sociedades que vienen de la anomía, me parece. Por lo tanto, en la evolución de las sociedades, la ética primitiva precede a la heteronomía: así la trataré. Volver al texto

[10] Véase Elias, Norbert "El proceso de la civilización" (Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas) {15}. Aun cuando su 'objeto de estudio' declarado son las sociedades occidentales principales --Alemania, Inglaterra y Francia--, presenta numerosísimas referencias a las sociedades de la antigüedad --Roma, Grecia y otras-- y también a algunas orientales --China, Japón y otras--. Elias basa sus tesis en el estudio de las costumbres --de compravender, de vestir, de comer, de guerrear, etc.-- por lo que resulta muy atingente a esta forma de analizar la compraventa. Será mi fuente recurrente, de aquí en adelante: su alusión la indicaré con el signo (PC). Volver al texto

[11] Véase Elias, op. cit. pp 277 ss. "No es que en esta época faltara por completo el comercio de larga distancia; pero se trataba, en lo esencial, de artículos de lujo, y en ningún caso de los de uso cotidiano: ni siquiera el vino solía transportarse a grandes distancias. Quien quería beber vino tenía que plantar viñas en su propio territorio, y, en el mejor de los casos, cambiaba el excedente con los vecinos." Para Elias, la economía autárquica o natural o doméstica se contrapone a la economía monetaria, la que se desarrollará muy lentamente, durante siglos. Volver al texto

[12] Lo hemos comprobado en una Investigación Exploratoria, que puede verse en detalle en mi Tesis de Maestría {33}. Volver al texto

[13] Véase Macpherson, C. B., "La democracia liberal y su época" {21} y "La teoría política del individualismo posesivo" {20}. Volver al texto

[14] Véase mi artículo "Sociedades adolescentes" {11}, que contiene una visión de la evolución social desde el punto de vista de los modos ético-morales. También haré numerosas referencias a este artículo, por lo que las indicaré con el signo (SA). Volver al texto

[15] Véase Elias, op. cit. pp 49. Volver al texto

[16] Véase mi artículo "El Poder y los modos de Piaget" {12}. El Poder primitivo está en pp. 7 y ss. También haré repetidas referencias a este artículo, y lo indicaré con (P). Volver al texto

[17] Autoritarismo y Modo Democrático son los nombres que Piaget usó, ya en 1932, para estos modos ético-morales: más de alguien puede malpensar que los estoy rebautizando para perjudicarlo. Volver al texto

[18] La actividad humana --pensar y/o actuar-- puede ser realizada en modalidad de «rutinas conscientes», focalizando nuestra atención en lo que hacemos, o bien, en «rutinas no conscientes», de manera semiautomática --pero no inconsciente--, usando una especie de 'piloto automático' que nos devuelve a rutinas conscientes si ocurre algo imprevisto o peligroso: como el manejar un auto, cuando se sabe bien. Descritas en mi "Eticopolítica" {8}, Cap IV. "Un paradigma psicológico, explícito". Volver al texto

[19]Para una extensa descripción del papel de las teorías científicas en las tecnociencias, véase Kuhn T. S. "La estructura de las revoluciones científicas" {17}. Volver al texto

[20] Véase mi artículo "Bateson, Watzlawick y Piaget: relaciones y sinergia" {6}. Consideraciones adicionales sobre este modo ético-moral están contenidas en (SA), en (P) y en mi Tesis de Maestría {33}. Volver al texto

[21] Para un completo y detallado análisis del egocentrismo, del sociocentrismo y sus relaciones con las formas descentradas de pensamiento y acción, véase Piaget, J. "Estudios sociológicos" {25}. Volver al texto

[22] Para un análisis de los diferentes tipos de libertad, según los modos ético-morales empleados, véase mi "Eticopolítica" {8}, Epílogo, "La construcción social de la libertad". Volver al texto

[23] De Macpherson, véanse las obras ya citadas, {20} y {21}. De Ellen Meiksins Wood, véase "De la elección a la imposición: la historia del mercado" {22}. Como también me referiré frecuentemente a este artículo, lo indicaré con (EI). Volver al texto

[24] Hay acepciones de 'mercado' que no son atingentes al que me interesa aquí: por ejemplo, lo que se quiere decir cuando se afirma que 'este producto no tiene mercado', como sinónimo de 'demanda'. Volver al texto

[25] Hay varias otras formas de restricción del dominio ético-moral, las que, tal como la dicha, pueden ser demostradas como mitos --sin base real-- con análisis estrictos. Algunos de esos mitos están analizados en mi ensayo "El tema ético-moral, un gran ausente" (Los mitos acerca de la ética y la moral) {7}. Volver al texto

[26] Véase Berger, Peter y Luckmann, Thomas, "La construcción social de la realidad" {3}. Estos autores no hacen las distinciones acerca de los modos ético-morales en que puede efectuarse la institucionalización, que propongo a continuación. Volver al texto

[27]Véase el Código Civil de Chile, Libro IV Títulos XXIII a XXV, y el Código Penal, las partes que corresponde a su penalización, Libro II Título IX. Volver al texto

[28] Prof. Norberto Rivas en Radioemisoras USACH, Julio 1993, Programa "Liderando con visión estratégica". Volver al texto

[29] Véase de Gabriel Gyarmati et al, "Las Profesiones. Dilemas del conocimiento y del poder" {16}; las citas correspondientes y un resumen comentado pueden verse en P. Chacón "El tema ético-moral, un gran ausente" {7}, p. 21 a 23. Volver al texto

[30] Esta es una obviedad que suele pasarse por alto, 'olvidarse': se afirma que "éste es el precio de este producto", como una manera de ocultar que ése es el precio que desean cobrar las personas que venden. Como si se tratara de una característica intrínseca del artículo --como su color y su peso--, que se usa mucho porque se sabe que impresiona a la gente más simple, más 'concreta', que tiende a usar el pensamiento sincrético, es decir, 'materializando' acciones humanas. Véase Piaget, Jean, "Psicología de la inteligencia" {27}; aparece también en numerosas otras obras suyas. Volver al texto

[31] ¿En qué consiste el capitalismo neoliberal?.¿En qué se diferencia de los capitalismos anteriores?. Creo que sólo unos cuantos especialistas son capaces de dar respuestas claras y concisas. Recomiendo "Qué es el noeliberalismo" {2}, breve artículo de Perry Anderson, traducción de Carlos Sánchez Trincado. Volver al texto

[32] 'Adaptación' en tanto que asimilación y acomodación, como principio o proceso básico de la vida biológica y, por supuesto, de la psicológica. Su discusión en profundidad puede verse en Piaget, Jean, "Biología y conocimiento" {28}. Volver al texto

[33] Una definición más completa, con sus justificaciones y raíces, puede verse en mi "Eticopolítica" {8}, Cap. IV, "El contexto: definiciones básicas y un paradigma psicológico, explícito.", ps 20 a 32.Volver al texto

[34]La mimésis es una forma de aprendizaje por imitación de modelos, en la que aprendemos 'con todo el cuerpo', inmersos en las vivencias que se aprenden. Descrita brevemente por M. Berman en "El reencantamiento del mundo" {4}, quien cita a Michael Polanyi, "Personal Knowledge", sin más datos.Volver al texto

 [35]Véase, de Ellen Meiksins Wood, "De la elección a la imposición: la historia del mercado" {22}, (EI), p. 4. Los subrayados son míos. Volver al texto

[36] Este relato está mostrado en el programa "El lafkenmapu", de la serie de televisión "Al sur del mundo" {14}. Volver al texto

[37] Los "modelos mentales" de Senge ("La quinta disciplina" {32}, ps 222 a 259), resultan idénticos a mis "construcciones paradigmáticas', sólo que Senge los restringe al ámbito de las organizaciones, y en ellas, para las acciones de quienes las dirigen. No da explicaciones de porqué le parecen inevitables en esos casos y no en todas las otras actividades humanas, acerca de las cuales no se pronuncia: parece implícito que sólo existen para esos dominios. Volver al texto

[38] El "localismo" de Senge ("La quinta disciplina" {32}, ps 357 a 374) es una forma de "controlar sin controlar", posibilitando y fomentando la autonomía --la de Piaget-- a los subalternos, es decir, bastante más que lo que en Chile conocemos como 'descentralización'. Volver al texto

[39]Véase Senge, op. cit., ps 31 y 162 a 175. Volver al texto

[40] Es el caso de Adorno et al, para quienes las personas 'eran' o 'no eran' autoritarias, siempre y en todo momento. También el de Kohlberg et al, para quienes, además, cuando una persona pasa de una etapa o estadio a la otra, no se 'devuelve' nunca más. Rest mantiene, parcialmente, el esquema de Kohlberg, pero 'traslapando' los estadios, para conseguir mejor correspondencia de sus datos empíricos con sus hipótesis, lo que finalmente tampoco ha logrado hacer con claridad, hasta donde tengo noticias. Lickona, más realista, se acerca aún más a la idea de mezcla de estadios, con su concepto de "desarrollo horizontal", en que dichos estadios se mezclan con los 'colindantes' durante los períodos de paso, de unos a otros. Llega a postular que se pueden observar reacciones características de hasta tres estadios, simultáneamente. Para la verificación de estas consideraciones, véanse los textos de estos autores, citados en Nota [3]. Volver al texto

[41] Véase Anderson, Perry, "Qué es el neoliberalismo" {2}, p 18. En este breve pero instructivo artículo, Anderson muestra las principales características del neoliberalismo y sus diferencias con los capitalismos 'corrientes' anteriores. Me he encontrado con muchas personas --incluso 'especialistas' del área de la economía-- que tienen serias dificultades para hacer las distinciones que aquí muestra Anderson: curiosamente, estas personas han sido, todas, muy 'antineoliberales', no les gusta nada, pero no están muy seguras de qué es lo que no les gusta de él. ¿Sabía Ud. que el texto fundacional del neoliberalismo data recién de 1944?. ¿Que sólo comenzó a aplicarse en la década de los 70?. Volver al texto