[Ensayos Ético-Morales]  

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      [El tema ético-moral: un gran ausente[Etieconomía: el precio]

[Bateson, Watzlawick y Piaget: relaciones y sinergia]  [Eticopolítica]

Sociedades adolescentes.

Una teoría de la evolución social.

                   Patricio Chacón Moscatelli

 735 42 76 Stgo. Chile

E-mail: pachamos@tutopia.com

Indice:

1.-Introducción.  

2.- Las teorías acerca de la evolución ético-moral.  

3.- Un raudo viaje por la historia.  

      3.1.- Los inicios: el desorden.

     3.2.- La era del garrote: comienza el orden.  

     3.3.- La era del garrote simbólico: las organizaciones gigantes. 

    3.4.- La era de la autodeterminación: el ocaso de los dogmas.  

4.- Recuento de fin del viaje.  

5.- Las consideraciones.  

6.- Las conclusiones.  

7.- Los corolarios.  

8.- Las interrogantes y algunas respuestas tentativas.

9.- BIBLIOGRAFIA  

10.- Notas


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1.-Introducción.

En las izquierdas se reclama que falta lo que denominan "una alternativa de izquierda clara". Detrás de este clamor se esconde la necesidad de reemplazar los antiguos modelos socialistas y comunistas, descalificados hasta por ellos mismos después del colapso de los socialismos reales, aunque muchos de ellos no lo quieran reconocer. En vastos sectores de los centros y derechas --que no pueden soportar impasibles tantas y tan fuer­tes desigualdades como las actuales, además crecientes-- también se detecta el deseo de lograr un modelo de sociedad que privilegie la equidad y la solidaridad por sobre las desigualdades y el egoísmo que priman en las sociedades de libre mercado. La conclusión es que urge el desarrollo de un nuevo modelo de sociedad deseable. Un modelo de sociedad deseable que sirva para trabajar sistemática y organizadamente en el reemplazo de un noeliberalismo salvaje tan indeseable que, hasta para sus partidarios, se presenta como la menos mala de las alternativas posibles. Sólo rescatan y destacan su característica de "posible". Aunque tengan, por lo general, varios otros buenos mo­tivos --no confesados-- para que les guste la situación actual.

Es urgente la elaboración de una teoría que sustente al modelo de sociedad deseable anterior, que le dé consistencia --por lo que ojalá sea científica, es decir confiable-- y que proporcione las herramientas con las cuales desarrollar métodos y estrategias de trabajo.

Esta teoría debería servir para explicar --en la mayor medida posible-- la evolución social pasada, hasta la situación presente, para que, con esa base, permita imaginar una sociedad futura con probabilidades buenas de ser facti­ble, además de deseable.

Obviamente, no se trata de volver a un historicismo mecánico y rígido, ni de predicciones de "lo que tiene que suceder", inevitablemen­te. El pa­pel de una teoría como la propuesta, para este caso, es enteramente semejante al que cumplen actualmente, por ejemplo, las teorías sobre el cólera en la prevención y cura de la enfermedad. Las personas en riesgo son todas distintas, únicas e irrepetibles, y también lo son los ambientes en que viven, las comidas y alimentos preferidos, incluso el vibrión puede mutar: sin em­bargo, sabemos qué hacer para prevenir y mejorar, en todos los casos, flexiblemente. 

El marxismo y otras teorías conexas --con múltiples variantes-- fue­ron la base teórica que sustentó el proyecto de sociedades socialistas y comunistas --también con numerosas variantes--, modelos de sociedad imaginados como las fases terminales de una evolución "natural" de las so­ciedades humanas. Para muchos, se trataba de un proceso también ine­vi­table. La historia reciente, y princi­palmente el colapso de los so­cialismos reales, ha demostrado que esta explo­sión de triun­falismo no tenía bases reales. Probablemente, otras tesis del marxismo corran i­gual suerte si se analizan a la luz de los resultados de la aplicación que se hizo de ellas. Un ejemplo de este análisis, que recién co­mienza a reali­zarse, es el trabajo del profesor Adam Schaff  "¿Qué ha muerto y qué sigue vivo en el marxismo?"?, uno de los artículos del libro "El marxismo a final de siglo" {28}, de reciente aparición. Schaff rescata algunas de las tesis marxistas, descarta a otras como erróneas, pero, como muchos otros, mantiene su esperanza de que las sociedades humanas logren formas de organización mejores que las actuales.

Para otros, el colapso del mundo socialista es motivo suficiente para procla­mar el triunfo definitivo del capitalismo en su actual versión neoliberal, que, al quedarse sin contrincantes, confirma su condición de haber logrado "el fin de la historia".

Mi impresión es que el marxismo --en sus diversas versiones-- es un conjunto de teo­rías centradas, casi exclusivamente, en un solo aspecto de las actividades humanas: el económico. Es el mismo defecto que pre­senta el neoliberalismo, a mi juicio.

El ámbito económico, ligado inextricablemente al político, y todos los ámbitos de actividad humanos, todos ligados entre sí casi sin solu­ción de continuidad, están constituidos por una serie ininterrumpida de relaciones interpersonales: de personas con otras personas --con el me­dio social--, de personas con las "co­sas" del mundo material --con el me­dio físico-- y de las personas consigo mismas --el aspecto privado del medio social--. Los actores son siempre las personas, sea que obren por sí mismas o como representantes de instituciones sociales. ¿Hay algún conjunto de actividades humanas que esté siempre presente en todos los ámbitos de actividad?. Las acciones de las personasestán reguladas por normas o reglas de relación --para estos efectos, "interpersona­les"--, que hacen posible la comprensión mutua y la acción concertada.

Las reglas de relación interpersonal que todas las personas usan, en toda su vida, sin cesar, son las reglas o normas ético-morales, las que forman parte de la enorme batería humana de maneras de adaptar­se al medio --social o mate­rial--, de acciones y reacciones aprendidas, como un "lenguaje" más, indispen­sables para la vida en sociedad. Es una verda­dera función psicológica --tal como el percibir, el razonar, el e­mocio­nar y otras semejantes, siempre presen­tes y además inevitables-- que ha­cen posible que cada persona "sepa" como rela­cionarse con su me­dio, tanto consciente como no-conscientemente. Es la función psicológica so­cia­lizadora de los seres humanos.

El sentido común dice que las reglas de una sociedad son sus le­yes, pero las per­sonas, en su incesante inter-relacionarse, deciden en cada ocasión si cum­plen o no con los dictados de la ley, por medio de su función psicológica ético-moral, ya sea de manera consciente o no consciente. Por otra parte, las leyes se refieren sólo a u­na ínfima fracción de las relaciones interpersonales que ocurren en una so­ciedad.

De todo lo dicho puede concluirse que, detrás y en la base de to­das las acti­vidades humanas, de todos sus ámbitos de actividad, está la ética y la moral, consideradas como una función psicológica ético-moral, la que determina la cali­dad social de las relaciones interpersona­les. Por lo tanto, centrar nues­tra a­ten­ción en los fenómenos ético-morales puede ser mucho más productivo y abar­ca­dor que focalizarnos en u­no solo --o en unos pocos-- de los ámbitos de acti­vidad humanos.

2.- Las teorías acerca de la evolución ético-moral.

¿Cómo acercarse a este aspecto, tan característicamente humano?. Por nuestra ma­ne­ra de pensar, para entender los fenómenos ético-morales, necesitamos de un conjunto de ideas acerca de este tópico: es de­cir de una teoría. Por supuesto, todas las personas tienen y usan algu­na de las tantas teorías en boga acerca de la ética y la moral. Como ya he afirmado en otra parte, la mayoría de las ideas de uso público --o del sentido común-- acerca de estos temas no pasan de ser, en último a­nálisis, mitos. Carecen de las características que nos hacen preferir las teorías científicas. Uno de los mitos que ya he analizado consis­te en creer que es imposible hacer un estudio científico de la ética y la mo­ral. [1]

¿Existe, en la actualidad, alguna teoría científica acerca de la ac­tividad ético-moral?. Afortunadamente sí, y más de una [2] . De las que conozco, des­taca entre ellas la más antigua, planteada hace ya 63 años, en el libro "El criterio moral en el niño", de Jean Piaget {22}. Basada en sus es­trictas in­vestigaciones empíricas, del más puro estilo cientí­fico, constituye, a mi jui­cio, una base firme para analizar el desarro­llo de las sociedades desde el punto de vista de la evolución de sus modos ca­racterísticos de relación inter­personal, base última de la evo­lución de todas las instituciones humanas, de todos los ámbitos de ac­tividad ima­gi­nables. Por supuesto, también las del ám­bito político-económico.

¿Podrá ser usado, como el mejor criterio para el análisis de la e­volución de las socie­dades, la teoría de Piaget acerca del desarrollo ético-moral?. Piaget planteó esta teoría para la evolución de las per­sonas, pero me parece que es lícito extra­polarla a la evolución de las sociedades, y además suponer como válidos otros adita­mentos, que postu­lo como derivados lógicos de la teoría base de Pia­get. Creo que, este conjunto, cumple mucho mejor con las condicio­nes reque­ridas que otras teorías ya usadas, elegibles o propuestas [3] .

De acuerdo con la teoría ético-moral de Piaget, las personas de­mues­tran usar formas recurrentes y habituales de determinar lo que está bien o mal en su relación con otras personas, con las cosas y consigo mismas. Estas formas de criterio moral --a los que llamó modos-- consis­ten en di­versas maneras de acep­tar la validez de las reglas --por heteronomía o por autonomía--, preferencia por ciertos tipos de sanciones --expiatorias o de reciprocidad--, diversas formas de considerarse a sí mismo con respecto al grupo social --el respeto de heteronomía o el respeto de autonomía--, los que menciono sólo como ejemplos de una compleja red de conceptos. Estos modos conforman verdaderas mentalidades dife­rentes, que coexisten en la misma persona --en distintos ámbitos de actividad--, las que van e­volu­cionan­do en es­trecha relación con otras evo­luciones que las perso­nas experi­mentan, a medida que crecen y que se dan como potencialida­des, que sólo se realizan --se hacen reales-- en la medida que el medio social lo hace posible.

La comprensión del sistema conceptual piagetiano, del cual he men­cionado sólo algunos conceptos, a mi juicio requiere a lo menos del es­tudio cuidadoso y sin prejuicios de una docena de sus libros, además de lo cual se requiere ir rela­cionando meticulosamente los conceptos estu­dia­dos en cada uno de ellos, hasta conformar la red antes mencionada. El libro en el que Piaget trata la evolu­ción ético-moral, "El criterio mo­ral en el niño" {22} ya citado, puede ser muy mal interpretado si no se estudia --muy distinto de sólo leer-- sabiendo el con­texto dado en sus o­tros li­bros fundamentales, en los cuales conforma una idea de cómo piensan y aprenden a pensar los seres humanos, idea que es extraordi­na­riamen­te diferen­te a las ideas del sentido común: se trata de un para­digma psicológico distinto al de uso común, y también al de los medios acadé­micos actua­les, casi todos impregnados del paradigma freudiano, cons­ciente o no conscientemente.

Lo ideal para entender bien este artículo, en lo que viene, sería que el lec­tor siga mi recomendación anterior, pero entiendo que es demasiado pedir. Re­comiendo entonces que lean --ojalá estudien-- mi libro "Etico-política" {7}, de tan solo 200 páginas, y algo más, y que con­tiene un paradigma psicológico bá­sico, fundado en lo que yo he entendi­do de Piaget. En su defecto, cabe aun otra alternativa más corta. La más breve de las descripciones, muy muy resumi­da, de los modos de rela­ción social --o ético-morales-- de Piaget que he logrado hacer hasta la fecha, y que reúne las características de ser completa y de ser "auto­suficiente" --se entiende sin tener que recurrir a otros tex­tos-- tiene más o menos un tercio de páginas que este artículo. Se llama "Los modos de Piaget: una herramienta de análisis" {10}. El subtítulo a­clara que los propongo como instrumentos de análisis para las ciencias humanas. Po­dría "copiar" --insertar-- aquí dicho artículo, directamente del disco duro de mi editor de textos, con gran facilidad. Pero, para no extender dema­siado éste, supondré que el lector ha leido --o va a leer-- el artículo mencionado, que tiene además la ventaja de haber sido publicado. Ahora me limitaré a la enumeración de los modos y de la e­vo­lución ético-moral --la secuencia en la que los seres humanos aprende­mos a usar dichos modos--. En el presente trabajo usaré las descripcio­nes resumidas del anterior para el análisis, y así justificar la hipótesis de éste. Es de­cir, este es el segundo piso de una casa cuyo primer piso --escalera inclui­da-- está en el anterior: la responsabilidad --y las di­fi­cultades-- de tratar de su­bir sin escala recaen ahora en el lector.

Los modos de relación social, según lo que yo he entendido de Pia­get, son los siguientes:

1) la anomía, pre-ética y pre-moral,

2) la heteronomía, o modo autoritario,

3) la ética primitiva,

4) el individualismo o relativismo ético-moral [4] , y

5) la autonomía, o modo democrático, o modo de cooperación entre iguales diferenciados

La evolución ético-moral, o secuencia de aparición oaprendizaje --y por supuesto de aplicación-- de los modos de relación social antedi­chos, según las investigaciones de Piaget --tal como yo las he entendi­do--, y para las personas que evolucionan en las sociedades occidentales actuales, es la siguiente:

a) la anomía, desde el nacimiento.

b) la ética primitiva, desde la primera infancia (desde el “sentarse solo”, an­te­rior al lenguaje). Puede agudizarse a partir de la pubertad, según las con­di­ciones so­ciales en que ocurre la evolución.

c) la heteronomía o modo autoritario, desde la infancia (comienzos del lengua­je).

d) el individualismo, desde los inicios de la pubertad.

e) la autonomía o modo democrático, desde los inicios de la pubertad.

Piaget distingue claramente dos aspectos de la actividad normativa de las per­sonas: la práctica de las reglas y la reflexión acerca de esa práctica, o a­cerca de las normas. De las investigaciones empíricas de que da cuenta en su libro queda en evidencia lo que Piaget denominó "dècala­ge" --traducible por "re­traso"-- y que consiste en que todo avance --vale decir, todo aprendizaje-- se realiza pri­me­ro en la práctica de la regla y luego de un tiempo de práctica se detecta el logro en la refle­xión. Por lo demás, el mismo retraso que Piaget descubrió en los apren­dizajes de todo tipo [5] . De la diferencia entre ambos aspectos --la prác­tica o moral y la reflexión o ética-- deriva mi preferencia por la deno­minación de es­tas actividades humanas como ético-morales, ya que ambos aspectos me pa­recen siempre presentes e indisolubles [6] .

Se trata, por lo tanto de una evolución compleja, por un lado de los modos em­plea­dos --los que cambian separadamente para diferentes ám­bitos de actividad-- mezclado con el retraso ya mencionado, para cada a­prendizaje particular.

Esta evolución indica la secuencia de aparición de los modos --no se trata de estadios, en el sentido fuerte (en el que los nuevos reem­plazan completamente a los anteriores)--, e im­plica la coexistencia de modos --evolución separa­da por ámbitos de activi­dad-- y un contexto de constructivismo extremo, ya explicados en otras partes [7] .

Piaget mencionó otro modo ético-moral, la ética primitiva, el que caracterizó muy brevemente, pero consideró que, ya en la época de su investi­gación --antes de 1932--, estaba extinguido. Discrepo abiertamente de es­ta opinión de Piaget, ya que este modo puede ser observado en ple­na ac­ti­vidad hoy en día, en muchos ámbitos de actividad muy importan­tes. Por estas razones lo he incluido, usando las descripciones de Pia­get. Pia­get pensa­ba que este modo se daba en las "so­ciedades primiti­vas", a­pa­reciendo en el período de la pubertad. Por lo tanto, para Piaget, en una escala de e­volución com­pleta, esta ética primitiva debería surgir des­pués del au­to­ritarismo, o­cupando el tercer lugar [8] .

En la evolución de los seres humanos actuales --desde niños has­ta que se mueren de viejos--, la que consiste en que todos van pasando des­de el uso único de la anomía al uso mezclado de los modos, por adición de los mo­dos siguientes en proporciones crecientes --según lo ha demos­trado Piaget--, tiene una importancia trascendental tanto la ocurrencia de o­tras evolucio­nes --la psicológica y la fisiológica-- como el apoyo del medio social circundante.

3.- Un raudo viaje por la historia.

A lo largo de la historia humana, el medio social circundante ha tenido que evo­lucionar, de alguna manera, desde una primigenia sociedad de monos o casi monos hasta las actuales formas. Que yo sepa, las his­torias habituales no di­cen mucho de los medios sociales circundantes, y no dicen nada de los modos ético?morales existentes en ellas. Sólo ca­be, entonces, conjeturar: los invito a un rapidísimo viaje por la his­to­ria, imaginando cómo pudo haber sido, pero focalizándonos en el modo ético-moral predominante en cada uno de los enormes períodos que si­guen, los que vamos distinguir por el modo predominante.

3.1.- Los inicios: el desorden.

Pongámonos en el caso de las primeras sociedades humanas. ¿Que o­curriría en una sociedad en la que todos sus componentes ca­si no se di­ferencian de sus parientes cercanos los primates?. El comportamiento de las personas, en esta era, es dirigido prin­cipalmente por reacciones instintivas, tal como sigue ocurriendo con nuestros parientes simios --y otras especies "sociales"--, los que no han experimentado la evolución de nuestra especie.

En el escenario de las sociedades primitivas --las de los primeros homí­nidos-- todavía no aparecían las capacidades psicológicas del homo sa­piens sapiens actual --muy lenta y difícilmente adquiridas--, por lo que pode­mos muy bien su­poner que dichas sociedades se regían, princi­palmente, por la anomía: es de­cir, la ausencia de reglas establecidas y permanen­tes. Cada cual hace lo que se le va ocurriendo o lo que sus instintos le re­comiendan. Tal como los prima­tes.

Pero ya en esta era primigenia comienzan a aparecer --primero sólo en algunos ámbitos de actividad-- los esbozos iniciales de la ética pri­mitiva: los indivi­duos dominantes --machos o hembras-- conducen por me­dios violentos --empujones, golpes, gritos y otros-- a sus congéneres a ejecutar acciones concertadas, mu­cho más eficientes que las individua­les, que hacen posibles logros mucho mayo­res. Los medios violentos co­mienzan a tener un significado organizativo. Tal vez en la caza, en la recolección y en el almacenamiento de víveres para pe­ríodos de escasez, o en la defensa del grupo frente a enemigos individualmente más podero­sos. Nada muy diferente a lo que hacían --y hacen-- otras especies, pero que en la nuestra se usa cada vez más y más masivamente. Son los ini­cios de la orga­nización. Sus efectos benéficos --es muchísimo mejor que la anomía todavía impe­rante-- son detectados y preferidos, fomentados por la selección natural, por lo que se produce su in­cremento soste­nido y su expansión a otros ámbitos de acti­vidad, preparando así el comienzo de una nueva era.

Así es como, desde el mismo comienzo, parten los modos en mezclas, la anomía mayo­ritaria y dominante junto con la nueva ética primitiva, emergente. Es muy pro­bable que también en esta era aparezcan los prime­ros atisbos de autorita­rismo, en aquellos ámbitos de actividad en que los afectos juegan un papel importante.

3.2.- La era del garrote: comienza el orden.

Avancemos algunos cientos de miles de años. Los homo sapiens sapiens se distinguen ya de las otras especies por su capacidad de organización. Tal vez to­davía no disponen de un lenguaje, pero mediante la dominación de ejem­plares más desa­rrollados --física e intelectualmente-- son capaces de ac­tuar coordi­nada­mente, multiplicando sus capacidades individuales, y por lo tanto, siendo capa­ces de adaptarse mucho mejor que otras espe­cies físicamente más desarrolladas, co­mo el elefante y los simios, en­tre o­tras. Es la capacidad de organización en fun­ciones, basada en el garro­te del más fuerte. Es decir, impera la ética primi­tiva, caracteri­zada por el uso de la violencia física como medio lícito --en este caso, ade­más el único-- de solución de conflictos sociales. Siempre mez­clada con abundantes dosis de anomía.

La ley del garrote y su ética primitiva correspondiente coexisten con fuertes re­manentes de anomía, que obligan a la aplicación permanen­te de más garrote para mantener el orden y la organización. La mayor diferencia con la era ante­rior es que en ésta el garrote es una he­rra­mienta útil para erradicar la ano­mía; en la era anterior el garrote --o sus equivalentes-- no surtían efectos organizativos, porque las personas no "entendían" lo que se les estaba "di­ciendo" con los ga­rro­tazos. En esta era ya "entienden" este primer "lenguaje", cuya fuerza reside en el miedo al golpe. La organización descansa en el con­trol externo más simple: el organizador con su garrote controla directamente a su grupo, y cuando el garrote se aleja o desaparece la organización tiende a des­vanecerse.

Obviamente, al comienzo de esta era existen, principalmente, la a­nomía y la éti­ca primitiva: ¿quién podía, entonces, dar ejemplos de --es decir, enseñar-- auto­ri­tarismo, o peor aun, de los complejísimos in­divi­dualismo o autonomía, los que apa­recerán después?. La evolución inte­lectual no daba para tanto. Sin embargo la especie ha ido evolucionando y presenta ya claras dife­ren­cias con aquellas de las que proviene: sus capacidades de actuar coor­dinadamente, en grupos orga­niza­dos, las que terminan por generali­zarse. 

Gracias a una evolución "psicológica", probablemente apoyada en la ca­pacidad emer­gente de las personas de recordar el ga­rrote sin que sea necesario su uso, en la capacidad de imaginar los posibles efectos de no cumplir, comienzan a apa­recer las primeras muestras de autoritarismo o heteronomía. Se trata del reme­plazo de la violencia física por la "fuerza" psicológica de los que orga­nizan --en la mente de la gente--: seguramente surge primero en aquellos ámbitos de actividad en que se dan ya lazos afectivos fuertes, como entre las madres y sus hijos, lue­go entre toda la familia, más tarde en la tribu, y así sucesiva­men­te.

Mucho más eficiente que la violencia física de la ética primitiva --mucho menos cansadora, requiere menos presencia física-- el modo auto­ritario se extiende a más y más personas, a otros ámbitos de actividad, dando claras muestras de su efectividad, de su mayor capacidad para ma­nejar las organizaciones, las que co­mienzan a crecer, cada vez más. Las organizaciones inducen el progreso psi­coló­gico de los individuos, con lo que el proceso de evolución se irá refor­zando y ace­le­rando a sí mis­mo. Hasta que la extensión del nuevo modo lo lleve, en un lejano futu­ro, a ser el modo pre­ponderante.

3.3.- La era del garrote simbólico: las organizaciones gigantes.

En unos pocos miles de años más, la especie ha pro­gresado --alenta­da por, y apoyada en, sus triunfos organizacionales-- no sólo en número, también psicoló­gicamente: aumenta su habilidad de comu­nicarse (aparece el lenguaje, y con él el pensamiento simbólico da un brinco e­norme), mejora su memoria, aprenden a go­zar de la actividad conjunta y de sus frutos. Ahora son capaces de a­cordarse del garrote --y sus efec­tos-- sin necesidad de verlo cerca. Pero todavía necesi­tan de un "repre­sentante del dueño del garrote" que los vigile, tal vez con una simple varilla --un garrote simbólico-- que les diga lo que deben hacer y lo que no: es el control externo, típico del modo autoritario. Hay quienes tienen la capacidad de dictar las reglas --apoyados en numerosas versio­nes de ga­rrotes, simbólicos o materiales, si es menester-- y quie­nes tienen que obede­cer sin chistar ni dis­cutir. Hay dominadores y do­mina­dos. Pero la capacidad de organización crece a ni­ve­les gigantescos, si se comparan con los anteriores. Aparecen las grandes civi­lizaciones de la antigüe­dad: caldeos, sumerios, egip­cios, chinos, japoneses, hin­dúes, romanos y griegos, entre tantos otros. Pero este nuevo y poderoso auto­ritarismo no siempre bas­ta: la anomía vuelve una y otra vez por sus fueros, lo que requiere de contundentes dosis de ética primi­tiva y de su corres­pondiente garrote. Es decir, mezclas de anomía con ética pri­mitiva y autoritarismo. Por lo desordenadas, más que de mezclas se pue­de hablar de mezcolanzas.

Así llegamos casi hasta el presente: hace sólo un par de siglos a­trás, poco más o menos. Estamos todavía en la etapa en que predomina casi sin contrapesos el garrote simbólico, es decir, el autoritarismo.

Sin embargo, hace su aparición en la escena histórica el primer vestigio de au­to­nomía o modo democrático, significativo y clara­mente detectable. Me refie­ro a las ciencias. Comunidades de iguales que se respetan entre sí como igua­les en tan­to personas, que se autocontro­lan --no requieren de nadie que los vigile ni les diga lo que está bién y lo que está mal, ellos elaboran por sí mismos sus pro­pias reglas--, el cri­terio de verdad es respetado hasta la muerte si es nece­sario. Por su­puesto, actúan así sólo en los ámbitos de actividad científicos, mien­tras siguen a su sociedad en todos los otros. Tampoco actúan así todos los cien­tíficos todo el tiempo; priman entre ellos las caracte­rísti­cas de compor­ta­miento anotadas. Constituyen comunidades aisladas en el sen­tido que el vulgo no está enterado ni en condiciones de enten­der bien lo que ellos hacen. La mayoría de la gente ni siquiera habría podido com­prender sus afanes si hubieran contado con la difusión reque­rida.

Pero crecen, junto con las ciencias físicas y biológicas, las co­rrespondientes tec­nologías, en cla­ra sinergia con las cien­cias. Con un éxito tan enorme que las ciencias --y los científicos-- adquieren un prestigio tal que les permite erigirse en autoridades tan importantes como las políticas, las religiosas, las econó­micas y las militares. Con el decisivo detalle de que todas las otras --no siem­pre las religio­sas-- a­prove­chan de sus frutos y ventajas, hasta el pun­to de lle­gar a depen­der de las tecnologías y las ciencias como herramientas indispen­sa­bles para su propio desarrollo, hasta de su sim­ple conservación. Es la época en que la revolución industrial transforma el mundo a pasos de gigan­te.

Una de las consecuencias de la rapidísima entronización de la du­pla ciencias­tecnologías resulta ser una creciente y masiva educación, de todas las perso­nas, ne­cesaria para la mantención y crecimiento de modos de producción cada vez más tecnificados. Esto ha conducido a una masiva "nivelación" de las per­sonas: mien­tras menos ignorantes son las masas, más "iguales" se sienten a los que mandan y dictan las reglas, recla­mando a su vez el derecho a participar en la elaboración y manten­ción de reglas, normas y leyes. La presión popular hace que los regíme­nes políticos deriven hacia lo que se conoce como "democracias libera­les representativas", en las que los grupos que dictaban a su arbitrio las leyes son desplazadas por grupos de representantes de toda la gen­te. La ventaja estriba en que los representantes pueden cambiarse, cada cierto tiempo preestablecido, si la gente no está conforme con la mane­ra en que han cumplido con lo que prome­tieron. Lo dicho aquí, y en la mayor parte de este trabajo, es válido sólo para occidente.

La participación de la gente común en la elaboración y mantención de las le­yes, aparte de indirecta por definición, resulta fuertemente disminuida por las difi­cultades de "controlar" a los legisladores y a los aplicadores de las leyes y sus respectivos reglamentos --los poderes ejecutivo y judicial, en este último, no siempre elegidos--, los que han llegado a constituirse en grupos también "ce­rrados" y "profesionaliza­dos", aunque muchísimo más grandes que sus predece­sores. Un excelente estudio de las democracias de este tipo, de su gé­nesis, su evolución, sus significativas falencias y sus probables desarrollos posteriores puede encontrarse en los textos de C. B. Macpherson que indico [9] . Las ideas que respaldan a este tipo de gobierno se remontan tan atrás como la Ilustración, épo­ca en que los iluministas ya habían planteado con me­ridiana claridad sus ob­jetivos declarados, pero sólo se hanmateria­lizado cua­ndo el grueso de la pobla­ción ha estado suficientemente ma­dura como para ha­cerlos factibles.

Esto en lo que se refiere a las leyes, que, como ya dije, sólo norman una pe­que­ñí­sima fracción de las interacciones humanas. El resto de las reglas de convi­vencia van evolucionando lenta pero sostenidamen­te, y a velocidades que parecen crecer a medida que los medios de comu­nicación se hacen más y más ma­sivos. El cam­bio de reglas --y modos-- ético-morales se produce, a mi entender, con meca­nismos semejantes a los que hacen evolu­cionar los lenguajes, por si­lenciosos cam­bios aceptados consensualmen­te, copiados principalmente por mimé­sis de los mo­de­los de comportamien­tos sociales aceptados --otra vez, consen­sualmente-- [10] .

Por supuesto, no estoy hablando de un proceso continuo, menos aun lineal. Esta evo­lución ha sufrido enormes y repetitivas perturbaciones, pausas y hasta re­tro­cesos. Las guerras y las dictaduras son ejemplos privile­giados de la lógica del garrote --la ética primitiva--: hemos te­nido, en este siglo, dos guerras mundia­les. Casi no hay año en que no ocurran enfrentamientos bélicos, y las dictaduras --a veces "legaliza­das" por e­lecciones, como en el Perú actual-- no terminan de desaparecer. Cabe a­gregar que las democracias liberales --en mu­chos sentidos, sólo aparien­cias de de­mocracias-- apenas alcanzan a "democratizar" algo de los ámbi­tos de acti­vidad económi­cos, en los cuales reinan o imperan pequeños gru­pos muy bien orga­niza­dos --que se autoeligen y perpetúan-- los que disponen y usan de todos los re­cursos, por supuesto los más modernos y sofistica­dos --otra ver­sión del garrote sim­bólico--, para mantener su su­prema­cía sobre el común de los mortales.

En el intertanto, ocurre otro fenómeno social que producirá cam­bios significa­tivos en la manera de elaborar y aceptar las reglas --y también las verdades-- por parte de la gente. Del ámbito de la fi­losofía de las ciencias, más pre­císa­men­te, del desarrollo de la epistemología --una metaciencia, es decir, una ciencia que estudia las ciencias--, sur­ge la idea de que "todo es relativo" --en el senti­do de que las verdades abso­lutas no exis­ten y las esencias de las cosas no son asequibles al conocimiento humano--, lo que se ex­trapola, muy rápi­damente, al ám­bito de las reglas y normas de conviven­cia, ha­ciéndo­se cada vez más po­pular, dadas las condiciones propi­cias del "i­guala­mien­to" creciente. Este relativismo --también conocido como "rela­tivismo cogni­ti­vo"-- viene con el aval más creíble del momento, el de las cien­cias, aunque --con­trariamente a lo que muchos suponen-- con las teorías de Einstein sólo tiene en común poco más que la palabra "rela­tividad": esta supo­sición errónea también ayu­da. Aun­que los fun­damentos y ex­plicaciones acabadas de este rela­tivismo sólo son cono­ci­das y dominadas por una ínfima minoría de super especialis­tas, las "con­clusiones" --vale decir "todo es relativo"-- son aceptadas por una e­norme can­ti­dad de gen­te, idea que no tardará en cons­tituir­se como la usada por una clara mayoría.

3.4.- La era de la autodeterminación: el ocaso de los dogmas.

En los últimos 60 años, poco más o menos, este relativismo aplica­do también en el aspecto ético-moral de las actividades humanas se ha ido masi­ficando al punto de que, en el momento presente, el modo predominante es el individualis­mo, sin duda. Al menos en los países del "primer mun­do", los del segundo y hasta algunos del tercero y del cuar­to. Si están o no en esta nueva era se de­tecta, prin­cipalmente, por su ingreso al selecto club de las economías de li­bre mercado.

En un mundo como éste, las antiguas autoridades que se arrogaban el derecho o la infalibilidad en la determinación de las reglas y nor­mas de convivencia verda­deras ven disminuir peligrosamente el número de se­guidores dispuestos a acep­tarles tales prerrogativas: los reyes y dic­tadores se hacen cada vez menos populares, a menos que cambien su pa­pel, y las au­toridades religiosas se ven cada vez más constreñidas a los aspectos más puramente religiosos. No cabe duda, los dogmas --inclu­so los reli­giosos-- están en franca decadencia, salvo, natu­ralmente, en aquellas sociedades que todavía usan sistemas de organización basa­dos en el fundamenta­lismo --clara ex­presión de la mezcla de autoritarismo con é­ti­ca primiti­va--.

Es probable que este relativismo no se hubiera generalizado tanto ni tan rápi­do si no fuera porque resulta extraordinariamente funcional al sistema econó­mico --y también político-- denominado "economía de li­bre mercado", o neolibera­lismo. Según sus ideólogos, la más avanzada forma de capitalismo, tan avanzada que constituye "el fin de la histo­ria". En verdad se trata de una funcionali­dad mutua, ya que ambos se refuerzan y retroalimentan. Más aún, creo que un análisis más acaba­do puede demos­trar que ambos fenómenos son expresión del mismo modo ético-moral, el individualismo [11] , y las diferencias estriban en que se ex­presan en diferentes ámbitos de actividad: uno en los político-económicos y el o­tro en el resto de los ámbitos de actividad humanos. 

A las personas que prefieren el autoritarismo, que se sienten có­modas y segu­ras con él, el individualismo de los demás les produce mu­chísima molestia: no en­tien­den cómo esas personas que parecen sensatas puedan optar por una forma de relación tan extraña. Muchas veces se trata de los hijos propios, parientes o conocidos, lo que además les duele, porque los toca de cerca. Pero cuando los que gobiernan también optan por el individualismo --muy frecuente ahora-- entonces les iene verdadero pánico. Con parientes cercanos y gobernantes no les resulta imponer su voluntad, ni pueden castigarlos, como les gustaría. Sus grandes difi­cultades para entender como se vive la vida con el nuevo modo --insalvables para los más viejos-- les hace temer las peores des­gracias para el porvenir.

Como comprenden que los antiguos métodos de fuerza ya no son posi­bles ni es­tán a su alcance, intentan campañas para convencer de las bondades de los antiguos y nobles valores y costumbres, "firmes" y "se­guros". Los medios no les faltan, y no están escatimándolos. Las campa­ñas para evitar que se legisle sobre el divor­cio, sobre el control de la natalidad y sobre el aborto --en cualquiera de sus alternativas--, la defensa de "la" familia --por supuesto la tradicional-- y el rescate de la tradición son ejemplos destacados. Otro es la formación de grandes corporaciones "benéficas" --quiere decir, sin fines de lucro-- para co­la­borar --a la autoritaria-- en la disminución o por lo menos control de la de­lincuencia, sin querer reconocer que la causa probablemente principal de ella son las terribles desigualdades en el reparto de los frutos de la socie­dad.

Un ejemplo paradigmático es la Fundación Paz Ciudadana. Sus "apor­tes" son casi todos autoritarios: apoyo a la policía, las cárceles, el poder judicial, a la ela­boración de más leyes represivas, a la preven­ción de los delitos por ba­rrios o municipios y estadísticas sobre crí­menes. La excepción podrían ser algunos apoyos a la educación, pero ha­bría que ver qué es lo que quieren ense­ñar, y cómo. Por las otras acti­vidades las expectativas no pueden fijarse muy alto. El Mercurio del 24/05/94, a página completa --D 23--, da un detallado in­forme de lo hecho y los proyectos.

Yo creo que tanto las huestes autoritarias como las individualistas cuentan con a­po­yo teó­rico. En la actualidad --en Chile-- están de moda el Dr. En­rique Rojas, psi­quia­tra español de fama mundial --por los autoritarios--, y el Dr. Humberto Matura­na, biólogo y Premio Nacional de Ciencias, tam­bién conocido mundialmente --por los individualistas--. Ambos gozan, ob­viamente, de gran éxi­to.

No conozco todavía teóricos de la autonomía --salvo, naturalmente, el terrible­men­te incomprendido Piaget--, que hayan demostrado poder re­co­nocer las diferen­cias entre los modos ni las características de e­llos.

El individualismo predominante en esta era resulta todavía más e­ficiente que el autoritarismo anterior: hay mucha gente que no sólo se sabe las reglas, ahora también sabe el sentido que tienen, para qué sirven, y por lo tanto, es capaz de re­elaborarlas cuando las condicio­nes lo re­quieren, lo que otorga una flexi­bi­lidad inimaginable en el au­toritaris­mo anterior; en situaciones nuevas, no nor­madas, los autorita­rios se quedaban sin reglas, y tenían que recurrir al dicta­dor de re­glas para saber qué hacer. En el intertanto, un buen autoritario actúa en beneficio propio. Los indivi­dualistas son capaces de auto-organizarse, de re­solver situa­ciones iné­ditas, de inventar sobre la marcha sin detener­se, de en­ten­der el manejo simultáneo de complejos fenómenos con numerosas va­riables, to­das cam­biando al mismo tiempo; con esta gente se hace posible la glo­balización de la economía, el aumento sostenido de la productividad y la flexibi­lidad en la producción. No se quedan en chicas, los computa­dores no tienen misterios para ellos y la sofistica­ción de los medios es la ale­gría de la vida, la que se pasa compitiendo y consumiendo a más y me­jor, indispensa­ble para un sistema que pro­duce siempre más y que siem­pre trae noveda­des: surgen, gracias a e­llos, las trans­naciona­les, los gi­gantescos con­sorcios multi-interrelacionados, y los fan­tás­ticos y mis­teriosos jue­gos de las altísimas fi­nan­zas. 

Como la nube de un volcán gigantesco que cubre todo el planeta surge Internet, co­mu­nicando a todos los privilegiados que contamos con teléfono y sabemos ope­rar un computador personal: es una telaraña (web, en inglés) anárquica -porque nadie manda- aunque ordenada y eficiente -todos aceptan y respetan sus reglas-, de nadie -todavía- como antes era el agua, y cuyos "servicios" siguen siendo aún gra­tuitos, en su mayoría. ¿Será otra expresión generalizada de autonomía piage­tiana que explota -sin que nadie lo planeara- en plena era individualis­ta?.

No todo son ventajas. Los individualistas no aceptan dogmas --se les califica de in­subordinados--, les encanta el riesgo y las emociones fuertes --a veces pierden millones de dólares ajenos en un par de meses sin que nadie se entere hasta cuando ya es muy tarde-- y cualquier medio es bueno si la competencia es fuerte. Si sus acciones afectan a terce­ros, entonces que reclamen: si no re­claman sus de­rechos --como lo hace el individualista-- entonces son tontos, y se merecen lo que les pasa. Su idea es que si cada cual se preocupa por sí mismo, el sistema fun­ciona a la perfección. Que cada cual use sus ventajas comparati­vas. Y que gane el más mejor. El triunfo valida los métodos del ganador. Si se les pregunta qué pasará con la gran mayoría de la gente, con los que "han na­cido" y vivido con desventajas comparativas --casi siempre sin tener responsa­bilidad personal--, responderán que ese es un problema pa­ra el estado, o de quienes se interesen en ese problema. En este con­texto, se comprenderá que un buen individualista "apro­vechará" la sumi­sión de los autoritarios sumisos, sin tratar de que progresen: ese es problema de ellos. El "no está ni ahí" con problemas ajenos.

El respeto por los demás como iguales a sí mismo, y la consecuente preocupa­ción por los efectos de los actos propios sobre los otros --ca­racterística del modo de la autonomía-- está fuera de la mirada indi­vi­dualista. Ha superado los dogmas del autoritario, pero no ha logrado sentir el deseo y el placer del autónomo de compartir solidariamente con sus iguales, cualidades socializado­ras que no le interesan, menos aun si le estorban. Su sentir placer en correr riesgos y meterse a con­cho en las emociones fuertes --y hasta por la violencia y las drogas-- deriva de que no valora lo que sus acciones o lo que le pase a él pue­den significar para otras personas, para él se trata sólo de sí mismo. Las consecuencias sociales de sus actos --físicos o psicológicos-- o no las ve --ni se las imagina--, y por lo tanto, no le interesan o son pro­blemas de los demás: él "no está ni ahí" con eso.

Como en todas las etapas numeradas antes, también en ésta tenemos significati­vas muestras de las anteriores, en las mezcolanzas consabi­das. De los inicios y su desorden dan cuenta todos los recién nacidos, y también todos los niños y los adultos, en aquellos ámbitos de activi­dad de los que no conocemos sus nor­mas.

De la era del garrote tenemos todos los conflictos que se están "resolviendo" con violencia física: étnicos, religiosos, económicos, políticos, de posesión de territorios. El monopolio de la fuerza --léase violencia organizada-- que se autoarrogan los estados nacionales, ex­pre­sado en policías y ejércitos, más efi­cientes mientras mejor maten sin ser matados. Los modos de vida de cárceles y or­fa­natos, compartidos por sus gendarmes. Las mafias organizadas, que tienen a pun­to del colapso a países enteros. La violencia deportiva --en varios depor­tes se "gana" al aniquilar físicamente al contrincante-- y la violencia intra­familiar: los países con mayores índices de maltrato de niños son Alemania y Ja­pón, las dos más grandes potencias económicas, en ese orden; Chile os­tenta un "des­tacado" tercer lugar. Las violaciones a los derechos huma­nos, que toda­vía no han terminado, se niegan o se consideran justifica­das, aparte de que recono­cerlas y pedir perdón por ellas aun se califi­ca como cobardía: como si fuera de valientes cometerlas. La política internacional parece regirse por el garrote, principalmente.

El recuento puede seguir hasta la náusea, sobre todo si se entra en detalles. Con todo, y por asombroso que parezca, en el largo plazo, se observa una dis­minución --relativa a la población creciente--, además sos­tenida. Muchos males han desaparecido ya, o casi. Todavía recuerdo el horror por las clases de ma­temáticas de mis compañeros que no conse­guían a­prenderse las ta­blas: el cura Carras­co tenía una regleta de ma­dera con cualidades didác­ticas, que enron­cha­ba las palmas y las nalgas de los renuentes: la nor­ma en vigor era que "la letra con sangre en­tra". Se usaba textualmente. Muy pocos pa­dres recla­maban. La ley que prohibió los golpes didácticos fue aproba­da, con mu­chas reservas, cuan­do yo todavía estaba en el cole­gio. Puede que to­da­vía padres o profeso­res usen los castigos físi­cos, pero ahora es ile­gal, y les da mucha vergüenza cuando los sorpren­den. Además, van presos.

De la era del garrote simbólico --y su autoritarismo--, como parece evidente, con­servamos muchos más remanentes, y más vastos. La casi to­talidad de los sis­temas judiciales y penales, de casi todo el mundo es­tán basados en las sancio­nes expiatorias: hasta la necesidad de correr el riesgo de castigar equivoca­damente para evitar la impunidad --falta de castigo doloroso--. Los anuncios de "moder­nizar" el sistema judicial por el agiornamiento de sus procedimientos admi­nis­trativos y la intro­ducción de la informática parece, en este contexto, un chiste cruel. Los chauvinismos, los paternalismos, el machismo y el hem­brismo, los et­no­centrismos, los racismos, y tantos otros "is­mos", que se dan combi­nados y mez­clados. Los dogmatismos y la domina­ción y sumisión autorita­rias, también mezcla­das, la violencia psicoló­gica en todas sus múlti­ples y sutiles formas, atra­viesan las sociedades actuales, en todas sus organizacio­nes, desde las familias y los deportes hasta las na­ciones y las iglesias, a veces con modales groseros y violentos, otras con modos suaves y dis­tinguidos, o bien, otra vez en mezclas. Creo que tampoco vale la pena continuar ni ahon­dar en estas miserias de la época presen­te.

En todas las eras o períodos anteriores fue posible detectar mues­tras del modo ético-moral que predominará en el período siguiente, las que van ganado posi­ciones hasta reemplazar en el predominio a la ante­rior. Eso ocurre también en ésta --en la que predomina el individualis­mo-- ya que aumentan sin cesar las expresiones, cada vez más masivas, del modo de autonomía o democrático.

Ya vimos como la primera muestra claramente reconocible --las cien­cias-- surgió en plena etapa autoritaria. En la misma etapa germinan las imaginadas socieda­des utópicas --entre ellas los socialismos, comu­nis­mos, pacifismos y similares-- lo que considero la segunda expresión ma­siva de es­te modo, dada la gran can­tidad de gente que dedica su vida a llevarlas a la práctica. La tercera expre­sión de autonomía masiva es­tá ocurriendo ahora, y es el florecimiento de los ideales ecológicos, la intensa preocupación por el mundo que dejaremos a las gene­racio­nes fu­turas --terceros que ni siquiera conoceremos--. El explosivo cre­cimiento de Internet y sus "extrañas" características en esta era tan indivi­dualista parece ser otra muestra.

Hay una gran diferencia entre las ciencias, por una parte, y la realización de las u­topías políticas y de los ideales ecológicos, por otra: mientras en las pri­me­ras ha habido una considerable concordancia de modo ético-moral entre los obje­tivos perseguidos y los métodos y ma­neras de llevarlos a la práctica --como predominante, el modo democráti­co--, no ha sucedido otro tanto en los otros dos ámbitos de actividad. En efecto, en ellos la autonomía es claramente detecta­ble en los fines declarados pero casi brilla por su ausencia al analizar las accio­nes e­legidas para llevarlos a buen térmi­no. Si se estudian con la óptica é­ti­co?moral que es­toy usando aquí, la inmensa mayoría de las acciones u­tiliza­das en e­sos ámbitos --para cumplir objetivos de clara autonomía-- están profun­da­mente impregnados de heteronomía --o autorita­rismo--, con muchas muestras de ética pri­mi­tiva y del consabido individualismo.

En el ámbito político-económico pueden citarse, sólo como ejem­plos, las múlti­ples y violentísimas imposiciones de todo tipo que se permitieron las "van­guardias", incluída la dictadura del proletariado, y también de é­tica primiti­va, tales como la guerra de clases y la op­ción por las re­voluciones violentas para la "liberación". En el ámbito ecológico, se puede citar, también como ejemplares en ningún caso úni­cos, el frecuen­te recurso a los et­nocentrismos --contra "los extranje­ros", "los afueri­nos" o la voracidad de "los empresa­rios"-- para oponer­se a toda obra de progreso, muchas veces indispensa­bles para sacar del subdesa­rro­llo a pueblos y naciones enteras, con ac­ciones rayanas en el fundamentalismo. 

Esta falta de concordancia de modo ético-moral entre fines y ac­ciones es, a mi jui­cio, la principal explicación del súbito y estrepi­toso colapso de los so­cia­lis­mos reales, tal como ya he planteado antes [12] . Es también la razón por la cual la creencia en que el origen de­mocrático de las leyes las tornan válidas siem­pre, la idea de que hay circunstancias en las que se requiere de ciertas dosis de autoritarismo --y hasta de ética primitiva-- para preparar o acceder a la demo­cracia, y aquélla de que un buen fin justifica cualquier me­dio, --entre otras mu­chas, igual de populares-- todas son sólo mitos, si se ana­lizan en pro­fundidad, con las herramientas ético-morales propuestas.

Las expresiones de autonomía que es posible observar en la actua­lidad, en casi todos los países del mundo, son innumerables y de gran importancia. Eso, si se busca en los ámbitos de actividad adecuados. Son de tal trascendencia y mag­nitud que, si no fuera por que ya exis­ten, las actuales sociedades individua­lis­tas colapsarían. Algunas son ya muy antiguas, como la institución del min­gaco o minga en Chiloé. Pa­ra ser breve, remito al lector a mis otros textos, si desea ver los e­jemplos de autonomía --tan numerosos como dije-- que existen hoy.

4.- Recuento de fin del viaje.

Hemos llegado, en unos cuantos trazos gruesos, hasta el mismísimo aquí y aho­ra. El que nos muestra el triunfo del individualismo que pre­domina por sobre los o­tros modos ético-morales, más arcaicos e inefi­cientes. Con remanentes e inclu­siones de las eras anteriores, en mez­colanzas muy difíciles de separar, de modos imposibles de detectar si no se dispone de las herramientas intelec­tuales ade­cua­das. Hagamos un recuento, en un cuadro muy breve. A la izquierda, las etapas que acabamos de recorrer, a la derecha el modo ético-moral que predomina en cada una de ellas.

Etapas del viaje.                           Modos ético-morales predominantes.

1.- Los inicios; el desorden. ........... Anomía

2.- La era del garrote...................    Etica Primitiva

3.- La era del garrote simbólico.........Heteronomía o Modo Autoritario

4.- La era de la autodeterminación .....Individualismo o relativismo ético-moral.

5.-¿............................?      .......      Autonomía o Modo Democrático

Este cuadro presenta, a ojos vista, una anomalía: se nos acabó la "historia real" en el individualismo y nos está "sobrando" el modo ético-moral de la auto­nomía o democrático.

5.- Las consideraciones.

De este raudo viaje se pueden deducir como válidas las siguientes considera­ciones principales --suficientes para un viaje tan raudo--.

a) Las sociedades humanas han experimentado una evolución que, aunque sea par­cial hasta este momento, corresponde biunívocamente a la que ex­perimentan aho­ra las personas a lo largo de su vida, cuando este último desa­rrollo no es "al­terado" --o lo es pero muy poco-- por los cui­dados de un medio social más avan­zado. A cada modo ético-moral de las personas co­rres­ponde una era o etapa de las sociedades. Tanto personas como so­cie­dades utilizan siempre mezclas de modos: por lo tanto, no se trata de estadios en el sentido fuerte.

b) Tanto las personas como las sociedades, en sus evoluciones, de­muestran ir a­pren­diendo gradualmente cada modo ético-moral nuevo, pri­mero en uno solo de los muchos ámbitos de actividad que viven, luego en otros relacionados, todo esto cuando aun es predominante un modo ante­rior --incluso más de un modo, ha­cia atrás--, para ir así "expandiendo" el uso del modo nuevo hasta que éste logra ser predominante. Siempre que se den las condiciones adecuadas de entor­no social. La principal característica de un entorno social ade­cuado para la evolución ético--moral, en ambos casos, parece ser el que se presen­ten repeti­da­mente oca­siones propicias para el ejercicio del nuevo modo.

c) Antes de que se produzca el paso al predominio de un modo, que reemplazará al predominio del anterior, se pueden observar expresiones del nuevo modo que se in­cre­mentan con el transcurso del tiempo, como si el esfuerzo de lograr el domi­nio del nuevo modo necesitara de repetidas comprobaciones de la mayor efi­ciencia adaptativa --en el sentido de Pia­get [13] -- que justifiquen el empeño reque­rido para este costoso apren­dizaje: un nuevo modo implica entender el mundo so­cial de otra ma­nera, incluido en él a sí mismo. Es un complicado cam­bio para­dig­mático del mismo ti­po y tan complejo como las revoluciones cientí­ficas de Kuhn [14] o de los cambio2 de Watzlawick [15] . Los mismos "objetos de pensa­miento y acción" se com­prenden de otra manera, debido al cambio del con­texto ge­neral, del paradigma in­dispensable para que todos los obje­tos tengan sentido [16] .

d) Los períodos de tiempo necesarios para la entronización de una nueva era se han ido reduciendo dramáticamente, en una espiral que tiende vertiginosamente a su centro. Si bien los procesos evolutivos ético-morales de personas y so­cie­dades parecen obedecer idénticas ten­dencias y potencialidades --lo que re­sulta casi obvio del hecho evidente de que las sociedades no son otra cosa que el con­junto de relaciones entre las personas que las componen--, esta acelera­ción que se acelera cada vez más no se observa en los desa­rrollos personales.

e) Los cambios de modo ético-moral se producen --en las personas-- y se han ido rea­li­zando --en las sociedades-- a contracorriente, es decir, a pesar de lo difí­cil que resulta dejar "terrenos conoci­dos" y además dominados --en ambos casos-- y, para las sociedades, a des­pecho de las enormes dificulta­des que significa "ir contra el orden es­tablecido", las gigantescas trabas y obstáculos de todo tipo que inter­ponen los detentadores del poder --firmemente asentados y parapetados en el modo vigente, siempre de mayor violencia que el modo emergente--. Es como si la oposición al cambio, mientras más violenta, me­jor sirviera de "demostración por el absurdo", que demuestra la necesidad del cam­bio, pero ya no sólo del go­ber­nante de turno, sinó también de la manera de gobernar. Tal como ha ocurrido con Pinochet y sus secuaces en Chile. 

El hecho de que el proceso se produzca en el sentido de la evolu­ción hacia for­mas cada vez más complejas y difíciles, a pesar de los obstáculos y peli­gros que conlleva hacerlo, parece indicar que la espe­cie humana, ya lanzada en esta di­rec­ción, tiene una tendencia tan fuer­te que es capaz de pasar por en­cima de todo lo que se oponga a este progreso. Se trata, entonces, de algo más que una poten­cialidad, de una tendencia propia y característica de la especie. 

Piaget planteó que la evolución intelectual de las personas es la prolongación de la evolución biológica, tal como el pensamiento abs­tracto es la prolonga­ción del pensamiento psicomotriz --el de los movi­mientos físicos de las perso­nas--, otra de sus tesis. Todas estas evolu­ciones comparten, según Piaget, el resultado de mejorar la capacidad de adaptación --en el sentido que Piaget le da-- al medio, sea físico o psi­cológico. Estas evoluciones de­muestran una ten­dencia muy fuerte, casi ininterrumpida --despreciando regresiones muy cortas, en la escala evo­luti­va-- [17] . Puede aceptarse que la actividad ético-moral es sólo otra forma de pensa­miento abstrac­to, por lo que el desarrollo ético-moral compartiría la misma ten­dencia que el desarrollo cognitivo y la evo­lu­ción bio­lógica. Sin embargo, creo que se da al menos una diferencia que vale la pena destacar: la evolu­ción ético-moral de las sociedades no es fomentada ni cele­brada por los que detentan el poder, como sí lo son las anteriores. Las otras no a­vanzan a contracorriente. De donde puede deducirse que la tendencia del desarrollo ético-moral sostenido es aún más fuerte que las de los otros men­cionados.

Se suele decir que "los hijos se crían y progresan a pesar de sus padres", con lo que se alude a que los padres somos "aficionados", que cometemos demasiados e­rrores y que no sabemos --no nos han enseñado-- to­do lo que sería bueno que su­pié­ramos para que ellos crecieran bien. Po­dríamos agregar que "las personas evo­lu­cionan --ético-moralmente-- a pe­sar de las sociedades en que les toca vi­vir". Las sociedades tampoco cuentan con quienes les enseñen a evolu­cionar a sus componen­tes: ningu­na ha conseguido métodos que indiquen qué es lo que se debe ha­cer. Sin embargo, las sociedades progresan a pesar de ellas mismas, y --sobre todo-- a pesar de quienes las dirigen. Ninguna sociedad --ni parte de e­llas-- se ha dedicado a desarrollar métodos para descubrir qué es lo que po­dríamos hacer.

6.- Las conclusiones.

Aceptando, en esta primera aproximación al tema, que todas las consideraciones anteriores corresponden efectivamente a lo que ha ocu­rrido --salvo error u omi­sión--, entonces puede resultar válido llegar a las siguien­tes conclusiones, empezando por la más evidente.

a) La más obvia, a estas alturas del viaje: seguimos viajando, y nos falta toda­vía para llegar a la próxima estación, otra era. La de la autonomía, o del modo democrático [18] , o de cooperación entre iguales diferenciados. Esto, por el con­siderando a).

Estamos en la era de las sociedades adolescentes --adolescentes por similitud a la edad en que surge y predomina el individualismo en las personas-- con todas las difi­cultades que este período de la vida conlleva. Los que hemos tenido que ver con adoles­centes lo sabemos bien: con grandes sa­tisfacciones, pero con muchas turbulen­cias. Queda por llegar, por suer­te, la madu­rez. Hay que tener pacien­cia, y mu­cha, porque en las perso­nas pasa rápido --sólo algunos años-- pero en las socie­dades puede tomar hasta siglos, dependiendo de lo que hagamos.

Se están dando ya ocasiones de ejercitar la autonomía, en cantidad total y en nú­me­ro de ámbitos de actividad crecientes, los que no cesan de crecer: esto con­firma que el viaje continúa, a pesar de los pesares y de las aparien­cias --considerandos b) y c)--. Además, se hacen cada vez más necesarios, por­que a­rrecia el individualismo, acecha el autorita­rismo y golpea fuerte la ética primitiva: no se ven buenas razones para pensar que el proceso se detenga o re­gre­sione --considerando e)--. Y po­demos arribar más tem­prano que tarde, como fue pronosticado. La primera era tomó muchos cientos de miles de años, la se­gunda só­lo algunos cien­tos de miles, la tercera apenas una decena de miles --tal vez entre diez y cinco mil años-- y la era actual lleva poco más de 60 años. ¿Cuánto tiempo durará ésta?. Al ritmo natural, y dada la drástica re­duc­ción ob­servada, tal vez entre cincuenta y doscientos años más: casi nada en comparación con las anteriores. Pero si logramos llevar a la práctica métodos para ace­lerar el ritmo, tan buenos como los de las tecnologías actuales en o­tras áreas, entonces esos plazos se pueden re­ducir todavía más, y esta nueva era --la democrática-- puede comenzar muy pronto. Véase el con­side­rando d).

b) Hay buenas razones para pensar que la era por llegar será mejor que la pre­sente. La razón más obvia para este optimismo es que las eras han sido siempre mejores que las anteriores y que los modos ético-morales aumentan su calidad socializadora a medida que avanzan [19] .

En la autonomía o modo democrático, por la responsabilidad que ca­da cual sien­te por lo que les ocurre a los demás --aunque no los conoz­ca-- puede empezar a ocu­rrir --más masivamente mientras más predomine-- que la gente logre hacer una so­cie­dad que se acerque asintóticamente a la sociedad ideal, realmente de­seable. La que definió B. Russell de la manera más simple y elegante: aquella en la que las personas tengan de­seos que no se con­traponen con los de las demás personas [20] . Es de­cir, el deseo de no perjudicar a terceros --y además de cuidarlos y com­placerlos-- pasa a ser tanto o más importante que los otros deseos [21] . Si se logra cumplir este deseo --no obligación-- entonces se experimenta el placer del deseo cumplido, más intenso mientras más importante es e­se deseo. Sobre todo, si además es una necesidad.

Si predominara la autonomía sería como si la vida se transformara en una minga permanente --¡qué bien se pasa en una minga!--, donde pala­bras tales como liber­tad, igual­dad y fraternidad --versión de la Revolu­ción Francesa-- pueden dejar de ser meros slogans. También en sus ver­siones actuales: libertad3 [22] , para todos, equidad y solidaridad. También otras palabras agradables, tales como amabilidad, participa­ción, respeto, jus­ticia, oportunidades, aventuras, vi­da ecológica, buena ca­lidad de vida y tan­tas otras, aparte de que las necesi­dades bási­cas es­tén cubiertas y ga­ran­tizadas, con la debida equidad, para todos: ali­men­tación, salud, e­ducación, vivienda y trabajo. Cabe esperar que se haga reali­dad el que "todo sea para todos según su necesidad", ya que disponemos de los me­dios materiales y de conocimien­tos para que sea ca­da vez más factible, sólo falta que todos tomemos la deci­sión de conse­guir­lo: esa decisión es ético-moral, además, sólo se toma y se sien­te en la autono­mía. Habrá un motivo más para encontrar mejor la nueva era: después de las turbulencias juveniles de la era de la ado­lescencia, lo que venga será doblemente más rico.

Dije que el acercamiento a una tal sociedad sería asintótico --se acerca cada vez más lentamente, sin llegar nunca al absoluto o valor final--, por dos razo­nes principales.

La primera, es que este proceso evolutivo no es una excepción, también se pro­duce gradual y pausadamente. Tanto que el paso de una predominancia a otra re­sul­ta casi imposible de detectar hasta que ya el cambio se ha hecho eviden­te, pa­ra todos. ¿Cuándo se produjo el cambio?. Nadie se dió cuenta hasta que ya había pasado, cuando el nuevo predomi­nio ya está muy firmemente asentado. Esto, al considerar una sola so­ciedad, habitualmente países: si se pretende evaluar conjuntos de so­ciedades --como América del Sur-- los "promedios" pierden su sentido casi completamente. El au­mento sostenido de la internacionalización hará que la determinación sea cada vez más difícil.

La segunda es que no debemos olvidar que una sociedad está com­puesta por per­sonas viejas, jóvenes e infantes. Los infantes pasarán necesariamente por las etapas primeras, evolucionando hasta llegar a ser autónomas --el medio social será favorable-- cuando sean personas adul­tas. Pero antes serán anómicas --poco más de un año y medio--, con algo de ética primiti­va --otro par--, luego, por un tiempo largo, autorita­rias, más tarde se­rán individualistas --en la adolescen­cia-- y sólo des­pués de madurar --ac­tualmente, después de los 25 o los 30, muy excep­cio­nalmente a los 21 o antes-- podrán acceder a la au­tonomía. Como se ve, siempre ha­brá cantidades a­preciables de esos modos incómodos.

c) Podemos descubrir y desarrollar métodos para acelerar --aún más-- artifi­cial­mente el proceso evolutivo, tanto de las personas como, en conse­cuencia, de las sociedades. Obviamente, en el caso de que las con­side­raciones sean válidas --la evolución social puede ser descrita váli­da­mente por el proceso ético-moral propuesto--, como dije en la intro­duc­ción de estas conclusiones. 

Esta conclusión no se basa en las consideraciones anteriores, y a­demás forma parte de una de las respuestas tentativas que vienen más a­delante. Dejo, por lo tanto, su justificación para ese grupo.

7.- Los corolarios.

De acuerdo con la definición clásica, son conclusiones ciertas que se deducen directamente de proposiciones ya probadas, consideradas ciertas. Tienen la ven­ta­ja de que no requieren de demostración particu­lar. Por orden de eviden­cia.

a) Uno que ya he adelantado: la tesis del fin de la historia con el individua­lismo reinante no pasa de ser otro chiste, ahora pesimista, de quienes no han es­tado en condiciones de tomar la distancia suficien­te como para lograr una pers­pectiva completa. Es posible que la adoles­cencia intelectual --generalizada y propia de esta era-- haya turbado las mentes, obstaculizando el reconocimien­to de lo adolescente que es esta era presente. Pero queda claro, espero, que aun cabe la esperanza de un futuro mejor, que se acerca a ritmo "natural", y que además podemos a­cercar.

b) Otro, casi igual de obvio, es que la mentada Transición a la Democracia (con Mayúsculas y subrayada) se muestra como otro chiste, de mal gusto y fuera de tono. Demuestra que los que la pregonan no han te­nido el cuidado suficiente para aclarar términos, de no definir a qué se está transitando, eso a lo que ahora llaman democracia: será la de­mocracia adolescente. De todo lo dicho se hace evidente --co­rolario-- que el tránsito que está sufriendo Chile --y otros países de trayectoria se­mejante-- es desde el autoritarismo al in­dividualismo --ca­racterístico del neoliberalismo, también de la adolescencia--. Subrayé "su­friendo" porque así me lo parece, a nombre de la mayoría. Lo que no quiere decir que desee volver atrás, ni por asomo. Hay que tomarlo como los dolores del crecimiento: hasta ahora, todas las adolescencias pasan, salvo ac­cidentes fatales. El peor accidente que nos amenazaba --la hecatombe nu­clear-- se está alejando, gracias al colapso del "enemigo". Es de desear que desaparezca pron­to.

c) Del mismo tipo de los anteriores, queda claro que las preten­siones de Pino­chet y sus Chicago-boys de que estaban "preparando al país para la democracia" es otro chiste, con los peores calificativos. Nos empujaron, con la bayoneta en la espalda. La ética primitiva no sirve ni para enseñar el autoritarismo, éste debe ejercitarse; el auto­ritarismo tampoco sirve para enseñar el indivi­dualismo, que también de­be ser ejercitado, y así sucesivamente. Piaget lo de­muestra en sus in­vestigaciones, se avanza a pesar de los modos anteriores y sólo se a­prende de ejemplos y ejercicios de los nuevos. Si hay que elegir a quien creerle ...

Pueden mencionarse otros corolarios, pero creo que basta con es­tos. Pocos pero buenos.

8.- Las interrogantes y algunas respuestas tentativas.

a) Por todo lo dicho hasta aquí, a más de algún lector puede ha­berle surgido la pre­gunta del millón: ¿cómo se puede acelerar la evolu­ción social en una socie­dad?.

Dando por hecho que es deseable acelerar la evolución social, la primera res­pues­ta es obvia: acelerando la evolución de las personas de una sociedad dada. Pero surge, de inmediato, la contrapregunta: ¿Cómo se puede acelerar esa evo­lu­ción, si, como se ha dicho, depende princi­palmente del apoyo del medio so­cial?.

Puedo adelantar que tengo noticias de métodos efectivos para ace­lerar la evo­lu­ción personal, los que, sin querer queriendo, sirven para acelerar el proce­so de un grupo o parte pequeña pero importante de una sociedad. Sin embargo, es un te­ma tan extenso que excede con mucho lo que es abordable en este traba­jo, ya demasiado largo. Una de las claves la encontré en los dos textos de Lickona, ya ci­ta­dos. La otra está en un libro de P. Senge [23] . Si les inte­resa el tema, quedan de tarea.

Sin embargo no deseo pedirles que me crean, y nada más. Sería pe­dirles --auto­ritariamente-- que me crean autoritariamente, sin que puedan evaluar con su pro­pio criterio si lo que afirmo es correcto. Por una parte, pueden ver los textos ante­dichos, buscar las recomendaciones que sus autores hacen, y entre todas ellas, las que promueven la autonomía. Mi esperanza, casi mi certeza, se basa en una creencia que les explico de inmediato.

Ya he hablado de la importancia de las teorías. Estoy convencido que una buena teoría es la base indispensable e inevitable cuando de­seamos realizar un tra­bajo importante y grande. Como el que analizamos. Para lograr el acuerdo del lector, y además explicar lo que es para mí "una buena teoría", usaré una ana­logía: las teorías del cólera. Ya la he usado antes, en Etico-política {7} (ps. 10 y 11), donde está la his­toria completa. 

Que yo sepa, ha habido dos tipos de teorías acerca del cólera.

El primer tipo de teorías consistía en pensar que el cólera se de­bía a causas inevitables: a la mala suerte, al castigo de los pecados o a la posesión por los malos espí­ritus, todas resumibles en el soco­rrido "la vida es así, nada –o casi nada- podemos hacer". Mientras se pensó así, el cólera azotó a la humanidad. Con aterrorizante regularidad. Los "reme­dios" re­comendados, tan mágicos como las teorías, surtían muy pobres re­sultados, a veces contraproducentes.

El segundo tipo ya es una sola teoría: es la de pensar que la en­fermedad es pro­du­ci­da por el vibrión cólera, un bichito minúsculo e in­visible a simple vista, que se ingiere por descuido y hábitos inadecua­dos de higiene en la pre­paración de los alimentos, y que un tratamiento rápido y bastante simple de ejecutar --si se sabe en qué consiste-- puede salvar la vida de los descuidados que no respetan la higiene, si se e­fectúa a tiempo. Desde que se aceptó --gene­ralizadamente-- esta teoría y los remedios que de ella derivan, la aparición del cólera sólo provoca alarma, cambios en los hábitos alimentarios y un por­centaje de muertes casi insignifi­cante con respecto a los períodos de vigencia del primer tipo de pensares.

La teoría «buena» es la segunda, sin duda. Explica el fenómeno, describe sus procesos y su evolución y, lo más importante, permite ac­tuar para lograr los efectos que uno desee. Con certeza razonable. 

Una teoría así no se obtiene en un par de meses: de hecho tomó más de un si­glo, y es una teoría "compuesta" por muchas otras. Para conse­guir buenos re­sultados es necesario instruir al grueso de la población, no basta con unos pocos expertos. La población debe estar en condicio­nes de entender las ins­trucciones, es decir, com­partir buena parte de la teoría que usan los expertos para elaborar las instrucciones. Entre o­tras cosas, para que crean que son buenas ins­trucciones y entonces las cumplan con rigurosidad, sin que sea nece­sa­rio que los estén controlan­do, porque ese control externo no es facti­ble ni sirve, si lo fuera.

He subrayado varias veces "pensar": lo hice porque pienso que to­das las teo­rías son equivalentes a pensares, y también, lógicamente, a la inversa. Mi teoría es --pienso-- que los seres humanos para poder vi­vir necesitamos ideas --o teorías, o pensares-- acerca de las cosas que nos rodean. Para todas las cosas, para todo lo que hacemos, con la sal­vedad --tal vez-- de unas cuantas sensacio­nes internas --como el dolor de muelas, que nadie necesitó explicarme: sólo me dijeron como se "llama­ba" eso que yo estaba sintiendo--.

Las ideas que mantenemos acerca de las cosas constituyen nuestra manera de "apro­piarnos" o construir el mundo en que vivimos, y son esas ideas las que nos permiten no sólo entenderlo, también percibirlo, sen­tir emociones, organi­zar nuestros deseos, intereses, gustos y necesida­des, y finalmente, actuar. En otras partes he llamado a estas ideas "construcciones paradigmáticas", porque las construimos y porque son paradigmas de una realidad a la que sólo podemos acceder a través de e­llas [24] .

La idea-teoría de uso común --también entre los científicos-- es que las teorías "son" las científi­cas y que las ideas "son" las que tiene la gente corriente. Si estas ideas mías son "buenas" --tal como la última teoría sobre el cólera-- entonces la ú­nica diferencia entre las "teorías" y las ideas corrientes de la gente co­rriente está en el nombre: "son", en el fondo, lo mis­mo, ideas que tiene y usa la gente.. Suele ocurrir, con muchas teorías, que están escritas, son re­cono­cidas como tales, y algu­nas de ellas, además, están bien organizadas. Unas cuantas de estas úl­timas, además son coherentes y "buenas". Pero estas teorías descansan en una gran cantidad de ideas-teorías que ni siquiera están escri­tas: más aún, que son usadas de manera implícita, sin que, los que las usan, se den cuenta que las están usando.

La mayor diferencia entre las teorías científicas y las ideas corrientes es que las primeras son explícitas --generalmente escritas-- y se someten a pruebas periódicas y regulares para ver si siguen siendo "ciertas", verdaderas y úti­les. Esta es la causa más importante de que se diferencien entre sí, y tengan distintos nombres. Porque ésta es la razón por la cual una parte muy importan­te de las teorías científicas es "buena", creo yo.

Y si se trata de diferenciar, la distinción que vale la pena hacer es si son o no "buenas", en el sentido ya dicho. Yo creo que hay ideas y teorías --en el sen­ti­do corriente-- que son "buenas" y otras que son "malas", de ambas. La pro­porción de buenas es mucho mayor en las teo­rías que en las ideas corrientes, me parece.

Cuando afirmé que muchos izquierdistas descalifican los antiguos modelos so­cialistas, comunistas y similares --ideas muy difusas y disí­miles que de alguna manera compartían, por las que trabajaban-- en rea­lidad decía que ellos habían dejado de considerar "buena" la teoría que sustentaba esas ideas. Siguen de­seando una sociedad mejor que las ac­tuales, pero no creen que sea posible con­seguirla, por más que se tra­baje. Por eso es que muchos se ponen "pragmáti­cos", otros se "renuevan" y suele resultar muy difícil distinguir a algunos de ellos de un neoli­beral común y co­rriente.

Toda esta larga disquisición tenía como fin último el de afirmar que creo que las teorías de Piaget --tal como las entiendo y trato de comunicar-- sobre las actividades ético-morales de la gente son buenas teorías. Explican los fenóme­nos --ético-morales en las personas y socia­les en las relaciones entre perso­nas--, describen sus procesos y sus e­voluciones y, lo más importante, es válido pensar que, si cumplen bien con los aspectos antedichos, también permiten ac­tuar para lograr los e­fectos que uno desee. Con certeza razonable.

Se me dirá que la última parte son sólo conjeturas mías. A lo que únicamente cabe contestar: invito a que las probemos, consciente de lo difícil que puede ser. Sin perjuicio de que las discutamos antes, todo lo que sea necesario para que nos asegu­remos de eliminar de estas ideas-teorías todas las ideas-componentes "malas" que seguramente tie­nen todavía.

b) Otra pregunta, que ya ha surgido es ¿porqué sólo cinco modos ético-morales?. ¿No habrá un sexto, después de la autonomía --o antes de ella--?. Intentaré una buena respuesta. Los modos son de esa clase de cosas que "son", que no se pueden inventar a voluntad, como las canciones. Piaget los plantea como el conjunto de ma­neras recurrentes de entender, justificar y aplicar las acciones humanas, siem­pre relacionadas con o­tros seres humanos. Y los modos que expone son a­que­llos que observa que las personas usan. Porque puede dife­renciar esas maneras generales, u­nas de otras, por sus características. Cada modo lo define en base a la abstracción de características comunes de muchos casos particulares, todos distintos entre sí, únicos e irrepetibles. Pero encuentra seme­janzas en grupos de casos que son comunes. De esos grupos salen los mo­dos. Así es como pensé en la necesidad de diferenciar el individualismo como modo distinto: los indivi­dua­listas aplican algunas de las maneras de los autónomos --por ejemplo, en la mane­ra en que entienden y aceptan las reglas--, pero también otras de los autori­tarios --por ejemplo, en el no hacerse respon­sables de lo que les pase a los otros con sus accio­nes, o simplemente ignorar­lo--. Además, los resultados so­cia­les de sus acciones también pueden distin­guirse de los de los otros modos. Adi­cio­nalmente, no se trata de una mezcla de los dos modos, puesto que sus carac­terís­ticas se pueden observar en acciones singulares, con recu­rrente fre­cuencia. Por lo tanto, no corresponden a ninguno de los dos modos ante­riores.

Sin embargo, los modos éticomorales no se dan solos, forman parte indisoluble de las actividades --físicas o intelectuales-- de las perso­nas, dentro de las sociedades. Así es como el individualismo --modo nue­vo, surgido en los últimos sesenta o cien años-- se hace posible gracias a una nueva manera de entender el mundo y de entender la comprensión de las cosas del mundo --incluidas las mis­mas ciencias, de donde sale esta nueva com­prensión--, y también por una forma gene­ralizada y novedosa de realizar las relaciones econó­micas, globalizada. La rápi­da generaliza­ción de es­te nuevo modo se de­be, seguramente, al vertiginoso ritmo de las comuni­caciones actuales.

Tal vez un examen más fino de la interacciones humanas permita en­contrar modos dis­tinguibles nuevos, entre o después de los modos ya de­tectados. Es posible, sobre todo si la atención de cantidades aprecia­bles de investigadores se vuel­ca sobre este objeto de estudio, hasta a­hora casi sin interesados.

También es posible que en una humanidad en que ya predomine la au­tonomía se descubra modos aún más refinados y exquisitos, pero estas posibilidades no pasan de conjeturas, sin una base firme en lo que aho­ra vemos. El futuro es campo abierto para las posibilidades de desarro­llo hu­mano.

Por ahora, los modos caracterizables con las herramientas actua­les, tal como los entiendo, son cinco.

c) Viene ahora la que ha sido, para mí, una pregunta recurrente: si las teo­rías ético-morales de Piaget son tan buenas como dices, ¿porqué nadie las co­no­ce?. Además, ¿porqué no se usan?.

La segunda de estas preguntas se responde casi sola con la afirma­ción conteni­da en la primera.

Con respecto a la primera, sólo me cabe conjeturar. Acepto y con­firmo lo ase­verado en ella: nadie –o casi nadie- las conoce. Más aún, entre los espe­cialis­tas en el ámbi­to ético-moral --ya muy pocos, al menos en Chile--, los que las co­no­cen --que son menos-- las entienden de maneras muy dis­tin­tas a la que he expuesto aquí y en otras partes. Las diferencias son tan grandes que resultan sistemas conceptua­les distintos y separados, si cabe, hasta con­tradictorios. Mucho más simples los otros, pe­ro, a mi juicio, no son "buenos" --en el sentido ya definido--.

Estoy convencido de que este ámbito está plagado de mitos como po­cos otros. Dediqué todo un librito a estos mitos, el que partió como un artículo, con un par de mitos en vistas, pero que fue creciendo a medi­da que de esos iniciales fuí descubriendo otros, hasta llegar a nueve. La gran ma­yoría de ellos no es­tán escritos, son ideas tácitas pero ge­nerali­zadas del grueso de la población, ade­más con profusión de versio­nes, apenas distintas entre sí, pero dife­rentes, lo que las hace tan "eficientes" --la "vida es así", se usan sin darse cuenta-- como difíci­les de establecerlos con cla­ridad. Se comprenderá lo complicado que es discutirlos y peor aún re­futarlos. Combinados entre sí, forman una for­tale­za ca­si i­nexpugnable. A un par de años escasos de eso, ya he podido detectar nu­mero­sos otros mitos, ade­más de los nueve ya tratados, algu­nos tan di­fundi­dos como aquellos. En todos los ámbitos, también en los científi­cos y especializa­dos.

Estos mitos son mucho más sencillos que la compleja teoría piage­tiana, lo que unido a su conocimiento masivo los hacen mucho más "creí­bles". Debido a ellos, y también a las dificultades inherentes a un es­tudio consistente de las teo­rías de Piaget, los especialistas que po­drían estudiar los problemas ético?mo­rales con este u otro enfoque pia­getiano --en general, los que hacen sus tesis de grado o postgrado-- pre­fieren dedicarse a temas más asentados y seguros. Además, más fá­ci­les y más reconocidos. Si se presentan proyectos para inves­tigar estos temas, resulta difícil asignarles una especialidad --no son de psi­cología, ni de socio­logía, ni de otras reconocidas que se puedan estudiar ­científi­camente  [25] -- y peor aún que los aprueben, principalmen­te porque son muy escasos los que pueden eva­luarlos. Sinceramente dudo que haya quie­nes pue­dan evaluarlos bien. En las espe­cialidades que habitualmente "estudian" temas ético-morales --la filosofía y las religiones-- y que los consideran como de propiedad exclusiva [26] , estos plantea­mientos son rechazados tanto por el lenguaje usado como por su naturaleza: se basan en investigaciones científicas y empíricas, y además requieren de ellas para validarse y actualizarse. ¿Dónde se ha visto estudios filo­sóficos o reli­giosos con investigación empírica o basados en ellas?.

He descubierto recién (a fines de 1996), por una casualidad afortunada (me pi­dieron que hiciera unas clases) que la ética -entendida como la función psi­coló­gica socializadora de los seres humanos- forma parte de la Psicología So­cial, ya que esta disciplina estudia -o debería estudiar- las normas de rela­ción entre las personas. Estupenda serendipia.

Entre mitos y desconocimiento previo, es muy difícil conseguir a­poyo incluso pa­ra su simple difusión. A los que deseen evaluar el efec­to de los mitos los remi­to al texto mencionado. Allí también están, in extenso, mis otras ideas que explican porqué estas teorías todavía no se usan. 

Recalco todavía porque considero de tal importancia los problemas que se pue­den resolver y los efectos probables de la masificación de estas teorías pia­getianas que no estoy dispuesto a cejar en mis esfuer­zos por darlas a conocer, y porque, des­de hace algún tiempo, ya no soy el único que piensa así.

Este artículo y otros semejantes [27] pretenden mostrar que dichas teorías pueden servir como herramientas valiosas en muchos campos de las ciencias humanas, tal­vez en todos. Pienso que las debilidades que es­tos artículos mues­tran segura­mente se deben a mis claras falencias en los campos específicos, en este caso, históricos. Por lo que invito a especialistas en ciencias humanas a que reali­cemos trabajos interdisci­plinarios, a los que creo poder ayudar con el enfoque ético-moral, en un esfuerzo de cooperación entre iguales diferen­ciados, de auto­nomía. La falta de difusión de estas teorías puede transformar­se en una inte­re­sante "ventaja comparativa": al menos serán trabajos novedo­sos, por un tiempo.

Aquí termina este viaje, que, como ven, ha resultado tan raudo co­mo optimista. Por lo que, agradeciendo su grata compañía en éste, espero confiado que me acom­pañen en uno próxi­mo.

 

¿Preguntas, comentarios, críticas, sugerencias? Envíelas al autor, pinchando aquí.

Las agregaremos a esta página, previa comprobación de su seriedad

9.- BIBLIOGRAFIA

{1} Adorno, Theodor W., Frenkel?Brunswick, Else, Levinson, D.J. y San­ford, R.N., "The authoritarian personality", (La personalidad au­toritaria) Harper, New York, 1950. 

{2} Berman, Morris, "El reencantamiento del mundo", Ed. Cuatro Vientos, San­tiago de Chile 1987.

{3} Bunge, Mario. "Ética y ciencia", Siglo Veinte, Buenos Aires, 1972.

{4} Colby, Anne y Kohlberg, Lawrence, "The measurement of moral judge­ment" (La medición del juicio moral)Vol I, Cambridge Universi­ty Press, New York, foto­copia de borrador previo a la impresión, 1984.

{5} Chacón M.,Patricio, "¿Podremos civilizarnos más rápido?", autoedi­ción, Santiago, Chile, 1989.

{6} Chacón M. Patricio, "El colapso de los socialismos reales y el au­torita­rismo según Piaget", trabajo presentado como parte del Curso "Elementos de economía en los países socialistas", dic­tado por el Profesor Leonardo Navarro, del post?grado en Ciencias Sociales de Arcis, Santiago, Agosto de 1992.

{7} Chacón M.,Patricio, "Etico-política", Mimeo, Santiago, Chile, 1993.

{8} Chacón M., Patricio, "El tema ético-moral, un gran ausente. Algunos mitos sobre la ética y la moral" Mimeo, Santiago, Chile, 1993.

{9} Chacón M.,Patricio, "Bateson, Watzlawick y Piaget: relaciones y si­nergia", Mimeo, Santiago, Chile, 1994.

{10} Chacón M. Patricio, "Los modos de Piaget: una herramienta de aná­lisis", en Encuentro XXI, Otoño 95, Santiago, 1995.

{11} Chacón M. Patricio, "El Poder y los modos ético-morales", Mimeo, Santia­go, Junio 1995.

{12} Chacón M. Patricio, "Autoritarismo: un concepto relevante en educación" Mimeo, Santiago, 1992.

{13} Dockendorff, Cecilia, "Notas sobre la noción de Paradigma", foto­co­pia, material preparado para el Seminario "Introducción al NuevoParadigma", Pro­yecto Universidad para la Paz, CEAAL, Santiago, Chile, Agosto de 1988. 

{14} Flores, C. Fernando, "Inventando la empresa del Siglo XXI", Ha­che­tte, Santiago, Chile, 1989.[12]

{15} Kuhn, Thomas S., "La estructura de las revoluciones científicas", Fondo de Cultura Económica, México, 1971.

{16} Lickona, Thomas, "Raising good children" (Criando buenos niños), Bantam Books,New York, 1985.

{17} Lickona, Thomas, "Educating for character", Bantam Books,NewYork, 1991.

{18} Macpherson, Crawford Brough, "La teoría política del individualismo posesivo", Fontanella, Barcelona, Seg, Ed., 1979

{19} Macpherson, Crawford Brough, "La democracia liberal y su época", Alianza Editorial, Madrid, 1982.

{20} Max Neef, Manfred, Elizalde, Antonio y Hopenhayn, Martín, con la colaboración de Herrera, Felipe; Jatobá, Jorge; Weinstein, Luis y Zemelman, Hugo, "Desarrollo a escala humana", Development Dia­lo­gue, Número especial 1986, Fun­dación Dag Hammarskjöld-Cepaur, Uppsala, Suecia, 1986.

{21} Mifsud,Tony, S.J., "Los seis estadios del juicio moral: con a­pli­cación pedagógica", fotocopia de mimeo, CIDE, Santiago, Chile, 1983.

{22} Piaget, Jean, "El criterio moral en el niño", Ed.Fontanella, Se­gunda Edición, Barcelona, 1974. Traducción de "Le jugement moral chez l'enfant", Alcan, Paris, 1932.

{23} Piaget, Jean, "La toma de conciencia", Morata, Madrid, 1976. Traducido de "La prisse de conscience", Presses Universitaires de France, Paris, 1974.

{24} Piaget, Jean, "Biología y conocimiento", Castilla, Madrid. 1969. Traducido de "Biologie et connaissance", Gallimard, Paris, 1967.

{25} Rest, James, "Moral development. Advances in reasearch and theory" (Desarrollo moral: Avances en la teoría y en la investiga­ción), Praeger, New York, 1986.

{26} Rest, James, "Development in judging moral issues", (Desarrollo en el juzgamiento de temas morales) University of Minnesota Press, Mi­nneapolis, USA, 1979. 

{27} Russell, Bertrand, "Fundamentos de Filosofía", Plaza y Janés, Barcelona, España, 1975.

{28} Schaff, Adam, en "El marxismo a final de siglo" Ed. Ariel, España, 1994.

{29} Senge, Peter, "La quinta disciplina", Granica, Barcelona, 1993.

{30} Watzlawick, Paul; Weakland, J y Firsh, R., "Cambio". Herder, Bar­ce­lona, 1952.

{31} Watzlawick, Paul, (comp.) "La realidad inventada", Gedisa, Buenos Aires, 1989.

{32} Chacón M. Patricio, Tesis de Maestría “La teoría de la evolución ético-moral según Piaget: la inclusión de dos nuevos Modos, la Ética Primitiva y el Indi­vi­dualismo”, Santiago, 1998.

Nota: He agregado una traducción propia a varios textos en idiomas di­ferentes al castellano, para facilidad de algunos lectores y/o pa­ra mostrar la fecha de la primera edición en el idioma original.


10.- Notas
[1] Véase P.Chacón M.,“El tema ético-moral, un gran ausente. Los mitos sobre la ética y la moral”{8}.
[2] Entre las más conocidas --sólo en los ámbitos especializados--, cabe mencio­nar la de Kohlberg y la de Rest. Para la primera, véase Kohlberg et als "The measurement of moral judgement" {4} y Mif­sud "Los seis estadios del juicio moral: con aplicación pedagó­gica" {21}; para la segunda, véase Rest, "Deve­lopment in judging moral issues" {26}, y Rest, "Moral development. Advances in rea­search and theo­ry" {25}. Kohlberg se autodeclara discípulo de Piaget, y sus colaboradores afirman que supera al maestro: estoy en absoluto desacuerdo con ambas afirmaciones. Estos dos autores, norteamericanos, han realizado larguí­simas investigaciones para pro­bar sus postulados. Rest trabajó inicialmente con Kohlberg, pero luego formó su propia escuela. La mejor "versión" que co­nozco de ambas teorías es la de Lickona, variante contenida en su "Raising good children" {16}. Adorno investigó sólo uno de los modos ético-morales --en el sentido de Piaget--, el autoritarismo, en su ya clásico "The authoritarian perso­nality" {1}. A pesar de sus innegables aportes, creo que no reúnen las características suficien­tes como para ser considerados como una teoría de evo­lución ético-moral.
[3] El criterio económico-político es el que han usado los ideólogos, tanto los pro-socialistas como los pro-capitalistas. El economista inglés K.E. Boul­ding propuso usar el criterio de "la capaci­dad de organización". Max-Neef pro­pone "la determinación pre­cisa de las necesidades y satisfacto­res", en "Desa­rrollo a escala humana" {20}. Fernando Flores propone mejorar la precisión de las comu­nica­cio­nes humanas, en su "Inventando la empresa del Siglo XXI", {14}. Todos estos criterios están com­pa­rados con el ético-moral de Piaget en mi "Etico-política" {7}, Cap. I y II.
[4] Piaget nunca mencionó este modo, el individualismo. Lo he postulado como un modo dife­rente a partir de la caracterización de los modos piagetianos, como un modo transicional en­tre el autoritarismo y la autonomía, dado que en la actualidad puede ser distinguido con bas­tante facilidad: no calza completamente con ninguno de los otros dos. Una explicación y ca­rac­terización bastante com-pletas, incluso la razón probable por la que piaget no lo mencionó, pueden verse en mi artículo “Bateson, Watzlawick y Piaget: relaciones y sinergia” {9}
[5] Piaget dedicó todo un texto --con su correspondiente investigación empíri­ca-- al tema del re­traso o dècalage, "La toma de conciencia" {23}, fenómeno que se presenta tanto en los aprendizajes llamados "intelectuales" como de los llamados "motores".
[6] Sigo en esta distinción a M. Bunge --véase su "Ética y ciencia", {3}-- y a B. Russell --véase su "Fundamentos de Filosofía" {27}--.
[7] Véase P. Chacón M. "Etico?política" {7} y "¿Podremos civilizarnos más rá­pido?" {5}.
[8] He planteado y justificado esta divergencia principalmente en ¿Podremos civilizarnos más rá­pido? {5}. Además, creo que el agudizamiento de la ética primitiva después del auto­ri­tarismo es vá­li­do cuando se da en sociedades ya organizadas con autoritarismo, pero apa­rece primero cuando no hay "cultura autoritaria" previa, tal como ocurre aun hoy entre ni­ños abandonados asu suer­te --en la ca­lle o en orfanatorios--: es el caso de sociedades que vienen de la anomía, me parece.
[9] Véase Macpherson, C. B., "La democracia liberal y su época", {19} y "La teoría política del individualismo posesivo" {18}.
[10] La mimésis es una forma de aprendizaje por imitación de modelos. Mencio­nada por M. Berman en "El reencantamiento del mundo" {2}, quien cita a M. Po­lanyi, "Personal knowledge", University of Chicago Press, 1958.
[11] En mi artículo "Bateson, Watzlawick y Piaget: relaciones y sinergia" {9}, he planteado y justificado esta afirmación. También allí hay una carac­terización más detallada del individualismo como modo ético-moral derivado de los otros modos de Piaget.
[12] Véase mi artículo "El colapso de los socialismos reales y el autoritaris­mo según Piaget" {6}.
[13] Véase de Piaget "Biología y conocimiento" {24}. Además de mostrar con lujo de detalles su concepto de adaptación, plantea su idea de que la evolu­ción psicológica ?incluye la ético?moral? es sólo la continuación de la evolu­ción biológica.
[14] Véase de Kuhn "La estructura de las revoluciones científicas" {15}.
[15] Véase de Watzlawick et als, "Cambio" {30}.
[16] Véase el excelente y breve trabajo de Cecilia Dockendorff "Notas sobre la noción de Para­digma" {13}, y también de Watzlawick, (comp.) "La realidad in­ventada" {31}.
[17] Para un completo análisis de estas tesis de Piaget, así como de su con­cepción de "adapta­ción", véase su "Biología y conocimiento" {24}.
[18] Modos "democrático" y "autoritario" son los nombres de los modos ético­morales que usó Pia­get, ya en 1932. Véase "El criterio moral en elniño" {22}. Más de alguien puede mal­pensar que son inven­tos míos para perjudicarlo.
[19] La calidad socializadora --nombre casi autoexplicativo-- es la caracterís­tica de mejorar las relaciones sociales, disminuyendo la violencia física o psicológica en las interacciones. Está defi­nida en mi "Etico-política" {7}. Las principales causas del aumento de esta calidad --al avanzar en los modos-- son: a) también mejora la calidad social y coherencia de las reglas mismas, los sistemas normativos; b) mejora la coherencia entre moral y ética, es de­cir, se sabe lo que se debe hacer y a­demás se hace lo que se sabe, con mayor frecuencia. Hay varias otras. Puede bastar con éstas.
[20] VéaseB. Russell "Fundamentos de filosofía" {27}.
[21] “Deseos” tiene aquí una acepción especial, más amplia: incluye también a gustos, intereses y necesidades --físicas o psicológicas--.
[22] Libertad3 es la libertad de la autonomía, libertad2 es la del autorita­rismo y también la del individualismo, y libertad1 la del autoritarismo más primitivo y de los modos anteriores: están definidas yexplicadas en mi "Etico-política", Epílogo, {7}.
[23] Véase de Senge, "La quinta disciplina" {29}, y de Lickona "Educating for Charac­ter" {17}.
[24] Véase mi "Etico-política" {7}, Cap. IV, "El contexto: definiciones bási­cas y un para­digma psi­cológico, explícito.", ps 20 a 32.
[25] Véase mi texto "El tema ético-moral, un gran ausente. Algunos mitos so­bre la ética y la moral" {8}. Mito # 3: los asuntos ético-morales no se pueden estu­diar cientí­fica­men­te, ps 18?23.
[26] Véase mi texto "El tema ético-moral, un gran ausente. Algunos mitos so­bre la ética y la moral" {8}. Mito # 1: lo ético-moral como partes de las reli­giones, ps 16-17.
[27] Aparte de los ya citados, véanse mis artículos "El Poder y los modos ético-morales" {11} y "Autoritarismo: un concepto relevante en educación" {12}. Versiones más completas y más actualizadas, de casi todos los conceptos ético-morales, pueden verse en mi Tesis de Maestría {32}, en especial un par de inves­ti­gaciones exploratorias que parecen confirmar la conveniencia de aceptar la adi­ción de la Ética Primitiva y del Individualismo como Modos ético-morales. Hay otros trabajos en preparación.