28 de enero de 2005 19:07
EST
En esta historia:
He aprendido bastante |
Todos merecemos respeto
En esta nueva experiencia
de mi vida he aprendido hacer casi todo lo que se hace aquí.
Antes me hablaban de un
instrumento, al que le llaman carrito. Es manual y tiene dos
ruedas chicas. Allí se pueden transportar hasta seis jabas que pesan
25 kilos cada una.
Fue difícil aprender; pero,
al final, logré hacerlo. Sólo se tiene que dominar, el peso lo lleva
el este aparato.
Además se diferenciar los
calibres (pesos) de los mangos, cuándo un mango no debe ser
exportado por ejemplo (cuando tiene manchas exageradas o alguna
plaga). Eso lo aprendí en el área de calibrado.
Cuando la señora Esther, la
administradora, hace mi traslado al área de empaque, pude
aprender otras cosas como, por ejemplo, paletizar.
También domino otro
instrumento, que le llaman el pato o stoka, que es como
un gato hidráulico donde se trasportan los pallets desde la
zona de empaque hasta la cámara donde se mantiene el mango a
temperatura baja
En ese mismo instrumento,
luego se traslada el mango a unos vagones, que se llaman containers.
A esto se le llama embarque.
Los containers se
transportados en traileres hasta Paita.
En esta historia:
He aprendido bastante |
Todos merecemos respeto
Creo que he
aprendido bastante, conozco mucha gente, todos muestran gestos de
simpatía hacia mí. Son muy buenos. Aquí hay trabajadores tanto de
Tambogrande como de otros pueblos (Sullana, Piura).
¡Imagínense cómo
Tambogrande le da trabajo también a la gente de otros pueblos! ¡Eso
me alegra tanto!
Es chistoso. Cuando llega
la señora al área de trabajo, todos comenzamos a movernos más deprisa.
Le tienen miedo porque ella es muy seria en el trabajo, y eso es
bueno.
Lo que me da cólera, es que
hay trabajadores que, cuando la señora no está, la pasan sin hacer
casi nada.
En esta historia:
He aprendido bastante |
Todos merecemos respeto
Hay un chico que se encarga
de sellar las cajas. Ese es su trabajo, y hasta allí todo va bien;
pero, cuando entra la señora, deja los sellos de lado y se pone hacer
cosas que no son su trabajo. En ese momento finge trabajar mucho;
pero, cuando se va la dueña, vuelve hacer lo que hace y a burlarse de
los demás.
No me gusta, pues la gente
debe ser sincera, no fingir. Lo bueno es que la señora se da cuenta de
todo lo que pasa en su empresa.
Ya me siento cansado.
Aunque falta poco para el fin de la campaña, ya me siento rendido. Voy
a dejar el trabajo.
Además hay otros aspectos
por lo que lo dejo; por ejemplo, ayer llegó un nuevo enzunchador, pues
hacen falta.
Le pedí que si podría hacer
su trabajo un poco mas rápido, y como le vi tan lento, además
conversando (y nosotros desesperados por la falta de espacios),
respondió de una manera agresiva.
Me dijo que él no tenia
porque hacerme caso, que él no era de Tambogrande, que los de aca no
valemos nada, que estaba haciendo su trabajo, que la gente de
Tambogrande le llegaba
¡Todo puedo soportar, pero
que no se metan con la gente de Tambogrande! Fue donde la
supervisora, me acusó diciendo lo contrario a lo que sucedió.
Me quedé sorprendido, hasta
con ganas de llorar.
Me sentí impotente. No sé
cómo explicar. Nunca pensé que hubiera un tipo racista trabajando
aquí. Me insultó. No le dije nada; además se necesitaba de él.
No me siento capaz de trabajar
con una persona asi, creo que todos merecemos respeto.
Aunque me apena, hoy dejaré el
trabajo. Espero seguir en contacto con la señora Esther.
Aldo Palacios desea expresar su
profundo agradecimiento a Esther Incháustegui y a Dino Sánchez, así
como a todos los que trabajan en Diagro.
Los editores de factortierra
queremos agradecer a Aldo este
tiempo permitiéndonos conocer cómo se trabaja dentro de la industria
del mango. Nos hubiese gustado que se quede hasta el final de la
campaña; pero entendemos que siempre los principios –nuestra fuerte
oposición al racismo y cualquier tipo de discriminación—van por encima
de la satisfacción material.
Aldo Palacios es corresponsal de factortierra en Tambogrande.
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comentarios a
factortierra@yahoo.es
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