Los movimientos de lucha contra la mundialización liberal después del 11 de septiembre de 2001

 

El movimiento mundial que se expresó en los eventos de Seattle a Génova, tenía como adversario simbólico Wall Street, que representaba el poder de los mercados financieros, pero también el Pentágono, figura de la dominación imperial y del militarismo norteamericano. Con un siniestro paralelismo, son éstos los blancos que buscaron, ahora de forma bien real, los autores de los atentados homicidas de Washington y de Nueva York. Esta relación no tiene evidentemente ningún sentido para aquéllos que, comprometidos con el movimiento contra la mundialización liberal, saben bien que la fuerza del movimiento radica en su capacidad de transformar el mundo dependiendo antes que nada de su carácter masivo, del apoyo de la opinión pública y del compromiso democrático de los movimientos sociales que le dan su base y sus raíces. Un movimiento particularmente importante en los EEUU, donde los sindicatos y las ONG preparaban una manifestación muy grande para el 30 de septiembre en Washington, simultáneamente con la asamblea general del FMI y del Banco Mundial. Pero esta relación es utilizada por aquellos que buscan todos los argumentos posibles para defender la mundialización liberal y el sistema actual.

Más todavía que el signo de evidente mala fe, es no ver que por el contrario hay en el movimiento de lucha contra la mundialización liberal, elementos de respuesta a tales atrocidades.

La insurrección zapatista de Chiapas, el 1º de enero de 1994, es probablemente el evento fundador del movimiento que hace irrupción en la escena mundial a partir de Seattle. Y la fuerza del zapatismo ha sido la defensa de la identidad y de las reivindicaciones específicas de los indios de Chiapas al mismo tiempo que lanzaba un llamado universal contra el liberalismo y por la creación de un movimiento mundial que se concretó en el primer encuentro \"intergaláctico\" del verano de 1996. Esta capacidad para defender las identidades y las especificidades de los movimientos al mismo tiempo que se desarrollan alternativas a nivel mundial es una de las características esenciales del movimiento que se construyó de Seattle a Génova.

En su extensión a todos los continentes, este movimiento ofrece una respuesta internacionalista a todos los que se rebelan y luchan contra un sistema que agrava las desigualdades y las exclusiones. Ése fue el caso en Porto Alegre, para todos los movimientos de defensa de los pueblos indígenas de América Latina. En Génova, la presencia de una delegación de 50 representantes de sindicatos y de movimientos rusos y ucranianos les permitió establecer contactos y prever la inserción regular de los militantes rusos en el \"movimiento mundial\". Y la movilización contra un nuevo ciclo de negociaciones en el marco de la OMC que debe tener lugar en Qatar es también la ocasión de relacionarse con los movimientos que existen en el mundo árabe y esto gracias a las conferencias e iniciativas tomadas en el Cairo y en Beirut. El desarrollo del movimiento a nivel mundial, como el de las luchas sociales y democráticas, permite ofrecer alternativas a los repliegues nacionalistas, integristas o reaccionarios. Así, en Francia, el desarrollo de las luchas, en los años 1990, precipitó el ocaso del Front National, que se apoyaba en las capas populares golpeadas por la crisis económica.

Los atentados del 11 de septiembre no pueden sino reforzar nuestra convicción de la importancia y de la urgencia de desarrollar este movimiento mundial, democrático y no violento, que es el único en proponer alternativas globales a la mundialización liberal.

Pero estos atentados deberían ser también, para los gobiernos de las grandes potencias, y sobre todo el de los Estados Unidos, como para las instituciones internacionales, la ocasión de un cuestionamiento de las políticas llevadas a cabo desde hace décadas. Veremos en las próximas semanas y los meses que vendrán la que será la postura política norteamericana, pero las primeras declaraciones de George Bush, la \"lucha del bien contra el mal\" o sobre Bin Laden \"lo queremos vivo o muerto\", nos recuerdan la guerra fría. La hipótesis más probable es la de la opción militarista y represiva. Una novedad en la situación: más allá de las alianzas juzgadas necesarias por los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo, la búsqueda de la mundialización hace difíciles las estigmatizaciones nacionales o culturales. Más que el choque de civilizaciones que pronosticaba Samuel P. Huntington(1), la \"guerra\" que quieren llevar a cabo los dirigentes norteamericanos puede ser una guerra civil.(2). El terrorismo será el primer blanco, pero, en esta nueva cruzada, los \"enemigos del interior\" -fuerzas radicales, movimientos sociales y movimientos de lucha contra la mundialización liberal- podrían ser rápidamente acusados al mismo tiempo que se impondrían medidas de restricción de las libertades.

Una orientación semejante puede ser el origen de nuevas contradicciones entre los países grandes, y en esto la situación es diferente de la que prevalecía durante la guerra del Golfo. En Europa, muchos responsables gubernamentales dejaron escuchar una opinión diferente. Tras la expresión de su solidaridad con el pueblo norteamericano, insistieron sobre las respuestas de fondo que deben darse a los problemas políticos, en particular en Oriente Medio, y sobre la necesidad de regulaciones a nivel mundial. Esta voluntad de autonomía europea se ve confortada por el resultado de dos conferencias internacionales. La de Bonn, en donde el protocolo de Kyoto fue firmado por numerosos países, entre los cuales estaba la Unión Europea pero sin los Estados Unidos. Y la de la ONU en Durban, donde se adoptó una resolución sobre el racismo con el apoyo europeo mientras que los Estados Unidos se fueron de la reunión. Estas contradicciones podrían abrir espacios para los movimientos, como fue el caso del AMI o de la asamblea general de la OMC en Seattle. Esta cuestión permanecerá sin embargo abierta, pues las presiones son fuertes para obtener la solidaridad occidental. El próximo ciclo de negociaciones sobre el comercio que debía inaugurarse en Qatar el 9 de noviembre, en el marco de la OMC, podría permitir una movilización internacional que cambie las relaciones de fuerza a nivel mundial.

A pesar de todo, y en un contexto más grave y difícil, las movilizaciones tendrán lugar y los movimientos contra la mundialización liberal van a seguir construyendo. Una situación que exigirá de estos movimientos mayor atención por los problemas democráticos y por la cuestión de la paz y la seguridad de los pueblos: para las poblaciones del sur, al incremento de las desigualdades se agrega hoy el temor de las intervenciones militares, vengan éstas de potencias occidentales o de gobiernos locales que utilizan la coyuntura para solucionar conflictos que permanecían latentes. Pero es en esta \"otra mundialización\" que reside la esperanza de un mundo más justo y más seguro para todos los pueblos del planeta.

París, 20 de septiembre de 2001.
Christophe Aguiton

1/ Samuel P. Huntington desarrolla en su obra \"El choque de civilizaciones\", la idea según la cual el siglo XIX habría conocido los enfrentamientos entre naciones, el siglo XX entre ideologías y el siglo XXI sería el de los enfrentamientos entre civilizaciones.
2/ Es la opinión desarrollada por Alain Touraine en una columna publicada por el diario francés Libération el 14 de septiembre de 2001.

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Publicado en El Grano de Arenal

 

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