¿Por qué piensa que
tuvieron lugar estos ataques?
Para responder a esta pregunta
primero debemos identificar a los que perpetraron los
crímenes. Por lo general se supone, verosímilmente,
que su origen está en Oriente Medio, y que los
ataques probablemente estén ligados a la red de
Osama bin Laden, una organización extensa y
compleja, sin duda inspirada por Bin Laden, pero no
necesariamente actuando bajo su control. Supongamos
que esto sea verdad. A continuación, para contestar
a su pregunta, cualquier persona mínimamente sensata
intentaría indagar los puntos de vista de Bin Laden,
y los sentimientos del gran número de seguidores que
tiene en todo Oriente. Acerca de esto, tenemos
abundante información. Bin Laden ha sido
entrevistado en los últimos años en numerosas
ocasiones por reputados especialistas en Oriente
Medio, notablemente por el más eminente de los
corresponsales en la región, Robert Fisk de The
Independent (Londres), que tiene un conocimiento
íntimo de toda la región y una experiencia directa
de décadas. Bin Laden, un multimillonario saudita,
se convirtió en un líder islámico militante
durante la guerra llevada a cabo para expulsar a los
rusos de Afganistán. Fue uno de los muchos
fundamentalistas y extremistas religiosos reclutados,
armados y financiados por la CIA y sus aliados del
servicio de inteligencia pakistaní, para causar el
mayor daño posible a los rusos - muy probablemente
para retrasar su retirada, según muchos analistas
sospechan - aunque no está claro si tuvo o no
contacto directo con la CIA, y tampoco es importante.
No resulta sorprendente que la CIA prefiriera
movilizar a los luchadores más crueles y fanáticos
que encontrara. El resultado final fue
"destrozar un régimen moderado y crear otro
fanático, a partir de grupos imprudentemente
financiados por los americanos" (Simon Jenkins,
corresponsal del London Times y también un
especialista en la región). Estos elementos,
conocidos como"afganos" (muchos de los
cuales, como Bin Laden, no eran de Afganistán)
llevaron a cabo operaciones de terror atravesando la
frontera rusa, ataques que finalizaron cuando los
rusos se retiraron. Su guerra no era contra Rusia, a
la cual desprecian, sino contra la ocupación rusa y
contra los crímenes rusos perpetrados sobre
musulmanes.
Los "afganos," sin
embargo, no dieron por terminadas sus actividades. Se
unieron a las fuerzas musulmanas bosnias en la guerra
de los Balcanes; los EE.UU. no se opusieron a ello,
al igual que toleraron el apoyo que les prestaba
Irán, por razones complejas que no vienen al caso,
aparte de mencionar que no les preocupó mucho la
triste suerte que corrieron los bosnios. Los
"afganos" también luchan contra los rusos
en Chechenia, y posiblemente están también
involucrados en actos terroristas en Moscú y en
otras partes del territorio ruso. Bin Laden y sus
"afganos" se volvieron en contra de los
EE.UU. en 1990 cuando éstos establecieron bases
permanentes en Arabia Saudita - desde su punto de
vista, un acontecimiento similar a la ocupación rusa
de Afganistán, pero mucho más significativo por el
estatus especial de Arabia Saudita como guardián de
los lugares santos del islam.
Bin Laden también se opone con
rencor a los regímenes corruptos y represivos de la
región, a los cuales considera
"no-islámicos," incluyendo entre éstos al
régimen de Arabia Saudita, el régimen islámico
más extremista y fundamentalista del mundo, si
exceptuamos a los talibanes, y un estrecho aliado de
los EE.UU. desde su nacimiento. Bin Laden desprecia a
los EE.UU. por su apoyo a estos regímenes. Al igual
que otros en la región, también se siente ultrajado
por el prolongado apoyo estadounidense a la brutal
ocupación militar israelí, que ha cumplido ya 35
años; por la decisiva intervención diplomática,
militar y económica de Washington en apoyo de los
asesinatos y del cruel y destructivo cerco de muchos
años y de la humillación diaria a la que están
sometidos los palestinos; por la continua expansión
de las colonias israelitas destinadas a fragmentar
los territorios ocupados en cantones tipo Bantustán
y a controlar sus recursos; por la flagrante
violación de las Convenciones de Ginebra y por otras
acciones que son clasificadas como crímenes en la
mayor parte del mundo, no así en EE.UU., sobre quien
recae la principal responsabilidad. Y al igual que
otros, Bin Laden contrasta el apoyo prestado por
Washington a éstos crímenes con el asalto
británico-estadounidense contra la población civil
de Irak que dura ya más de una década y que ha
devastado su sociedad y ha causado cientos de miles
de muertos al tiempo que ha reforzado a Saddam
Hussein - quien fuera uno de los amigos y aliados
favoritos de Washington y Gran Bretaña cuando
cometía sus peores atrocidades, como por ejemplo la
gasificación de kurdos, como recuerdan muy bien la
gente de esta región, aunque los occidentales
prefieran olvidar los hechos. Estos sentimientos son
ampliamente compartidos. El 14 de Septiembre, el Wall
Street Journal publicó una encuesta realizada entre
musulmanes ricos y privilegiados de la región del
Golfo (banqueros, profesionales, hombres de negocios
muy cercanos a los EE.UU.). Básicamente, expresaron
los mismos puntos de vista: resentimiento hacia las
políticas de los EE.UU. en apoyo de los crímenes de
Israel y bloqueando durante muchos años el consenso
internacional para una solución diplomática,
mientras devastaban la sociedad civil iraquí,
apoyando regímenes anti-democráticos crueles y
represivos en toda la región e imponiendo barreras
al desarrollo económico "sustentando regímenes
opresores". Entre la gran mayoría de gente que
sufre una pobreza extrema y todo tipo de opresiones,
estos sentimientos son similares y mucho más
amargos, y son la fuente de la furia y la
desesperación que les ha conducido a los bombardeos
suicidas, como es ampliamente entendido por aquellos
que se interesan por los hechos.
Los EE.UU. y buena parte de
Occidente prefieren una historia más reconfortante.
Citemos, por ejemplo, uno de los principales
artículos aparecidos en el New York Times el 16 de
Septiembre, los perpetradores actuaron movidos por el
"odio a los valores más preciados en Occidente
tales como la libertad, la tolerancia, la
prosperidad, el pluralismo religioso y el sufragio
universal." Las acciones de los EE.UU. son
irrelevantes, y por tanto ni siquiera hace falta
mencionarlas (Serge Schememann). Esta es una imagen
conveniente, y su tono general no es extraño en la
historia intelectual; de hecho es casi la norma. No
tiene nada que ver con lo que sabemos, pero tiene el
mérito de la auto-adulación y el apoyo sin fisuras
al poder.
También es ampliamente
conocido el hecho de que Bin Laden y otros como él
están rezando para que ocurra "un gran asalto a
los estados musulmanes," el cual hará que
infinidad de "fanáticos se unan a su
causa" (Jenkins y muchos otros). Esto es
también muy familiar. La escalada de violencia es
típicamente bienvenida por los elementos más duros
y brutales de ambos lados, un hecho suficientemente
evidente en la historia más reciente de los
Balcanes, para citar sólo uno de los múltiples
casos.
¿Qué consecuencias tendrá
sobre la política interior y sobre la
autopercepción de los americanos?
La política oficial de los
EE.UU. ya ha sido anunciada. Se ofrece al mundo una
"severa elección": uniros a nosotros o
"enfrentaros a un panorama cierto de muerte y
destrucción." El Congreso ha autorizado la
utilización de la fuerza contra cualquier individuo
o país que el Presidente determine que estuvo
involucrado en los ataques, una doctrina que
cualquier partidario de la misma considera
ultra-criminal. Y esto se demuestra fácilmente.
Simplemente preguntando cómo habría reaccionado
esta misma gente si Nicaragua hubiera adoptado esta
doctrina después de que los EE.UU. rechazaran las
órdenes de la Corte Mundial de que "finalizara
su uso ilegal de la fuerza" contra Nicaragua y
vetara una resolución del Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas haciendo un llamamiento a todos los
estados para que respetaran la legislación
internacional. Y este ataque terrorista contra
Nicaragua fue mucho más severo y destructivo incluso
que la atrocidad de los días pasados.
En cuanto a cómo estos temas
se perciben aquí, es un asunto mucho más complejo.
Debe tenerse en cuenta que los medios de
comunicación y las elites intelectuales generalmente
tienen sus propias agendas. Además, la respuesta a
esta pregunta es, en gran medida, una cuestión de
decisión: al igual que en muchos otros casos, con
suficiente dedicación y energía, es posible
combatir y anular los esfuerzos de los que estimulan
el fanatismo, el odio ciego y la sumisión a la
autoridad. Es una cuestión que todos conocemos bien.
¿Espera que los EE.UU.
cambien profundamente su política hacia el resto del
mundo?
La respuesta inicial ha sido
hacer un llamamiento para intensificar las políticas
que condujeron a la furia y al resentimiento que
constituyen la base sobre la que se apoyan los
ataques terroristas, y para proseguir, aún con mayor
intensidad, la agenda de los elementos más
extremistas del equipo dirigente: aumentar la
militarización, regimentar la vida interna, atacar
los programas sociales. Todo esto era de esperar. De
nuevo, los ataques terroristas, y la escalada de
violencia que a menudo engendran, tienden a reforzar
la autoridad y el prestigio de los elementos más
represivos de la sociedad. Pero no hay nada que haga
que nos veamos inevitablemente sometidos a este curso
de los acontecimientos.
Después del impacto inicial,
llegó el temor hacia cuál iba a ser la respuesta
estadounidense. ¿Está Ud. también asustado?
Cualquier persona en su sano
juicio debe temer la reacción que parece más
probable - la que ya ha sido anunciada, la que
probablemente da satisfacción a las plegarias de Bin
Laden. Es muy probable que haya una escalada de
violencia, en la forma que es ya familiar, pero en
este caso a gran escala.
Los EE.UU. ya han exigido a
Pakistán que cierre el suministro de alimentos y
otras mercancías que hasta ahora habían evitando la
muerte de una parte importante de la hambrienta y
sufrida población de Afganistán. Si se accede a
esta petición, un número indeterminado de personas,
quizás millones, que no tienen ni la más remota
conexión con el terrorismo morirán de hambre.
Déjeme que le repita: los EE.UU. han pedido a
Pakistán que mate a millones de personas que son a
su vez víctimas de los talibanes. A esto ni siquiera
se le puede llamar venganza. Está a un nivel moral
muy por debajo. Lo significativo es que este hecho se
menciona de pasada, sin comentarios, y probablemente
pase totalmente desapercibido. Podemos aprender mucho
sobre el nivel moral de la cultura intelectual
reinante en Occidente observando las reacciones que
provoca esta petición. Creo que podemos
razonablemente confiar en que si la población
americana tuviera la más mínima idea de lo que se
está haciendo en su nombre, quedaría totalmente
consternada. Sería instructivo buscar precedentes
históricos a una acción de este tipo.
Si Pakistán no accede a ésta
y a las demás demandas de los EE.UU., corre el
riesgo de ser también objeto del ataque - de
consecuencias desconocidas. Si Pakistán se somete a
las demandas de los EE.UU. pudiera ser que el actual
gobierno fuera derrocado por fuerzas muy parecidas a
los talibanes - quienes en este caso tendrían armas
nucleares. Esto tendría un efecto inmediato en toda
la región, incluso en los estados productores de
petróleo. Llegados a este punto estaríamos
considerando la posibilidad de una guerra que podría
destrozar gran parte de la sociedad humana.
Incluso sin llegar a estos
extremos, lo más probable es que un ataque sobre
Afganistán tenga el efecto que muchos analistas
predicen: engrosar las filas de los que apoyan a Bin
Laden, como él espera. Incluso si le matan, habrá
poca diferencia. Su voz se oirá en los casettes que
se distribuyen por todo el mundo islámico, y es
probable que sea considerado un mártir que inspire a
otros. Resulta oportuno recordar que hace 20 años,
un bombardeo suicida - un camión lanzado contra una
base militar de los EE.UU. - hizo que la mayor
potencia militar del mundo se retirara del Líbano.
Existen un sinfín de oportunidades para realizar
ataques de este tipo. Y los ataques suicida son muy
difíciles de prevenir.
Hay quien dice que "El
mundo no será el mismo después del 11/9/01."
¿Lo cree Ud. así?
Los horrendos actos terroristas
del martes pasado son algo bastante novedoso en la
escena mundial, no por su dimensión y carácter,
sino por su objetivo. Para los EE.UU. es la primera
vez desde la guerra de 1812 que su territorio
nacional ha sido atacado. Ni siquiera había sido
amenazado. Sus colonias fueron atacadas, pero no su
territorio nacional. Durante todos estos años, los
EE.UU. prácticamente exterminaron a la población
indígena, conquistaron la mitad de Méjico,
intervinieron violentamente en la región que les
rodea, conquistaron Hawai y las Filipinas (matando a
cientos de miles de filipinos) y, especialmente en el
último medio siglo, han extendido su recurso a la
fuerza por todo el mundo. El número de víctimas ha
sido colosal. Por primera vez los cañones han
apuntado en la otra dirección. Lo mismo puede
decirse, por cierto, de Europa. Europa ha sufrido una
mortal destrucción, pero debida a guerras internas,
mientras tanto iba conquistando la mayor parte del
mundo con una brutalidad extrema. No ha sido atacada
por sus víctimas externas, con raras excepciones (el
IRA en Inglaterra, por ejemplo). Es por lo tanto
natural que la OTAN salga en apoyo de los EE.UU.;
cientos de años de violencia imperial tienen un
enorme impacto sobre la cultura intelectual y moral.
Es correcto calificar este
desgraciado hecho como un novedoso acontecimiento en
la historia de la humanidad, no por la dimensión de
la atrocidad sino por el destinatario de la misma. La
forma en que Occidente decida responder es un asunto
de suprema importancia. Si los ricos y poderosos
optan por mantener su tradición centenaria
recurriendo a la violencia extrema, contribuirán a
una escalada circular de la violencia, en una
dinámica ya conocida, con tremendas consecuencias a
largo plazo. Por supuesto, esto no es inevitable. Un
público consciente de los hechos en las sociedades
más libres y democráticas puede desviar esta
política hacia cauces mucho más humanos y
honorables.
Traducido por
Marcel Coderch
Fuente:
ZMAG.ORG