Noam Chomsky
Hasta ahora, la reacción de EE.UU. y
Gran Bretaña ha sido la que se podía esperar. Se
habla de ataques con misiles de crucero y bombarderos
de gran altitud, acompañados por algunos
lanzamientos de alimentos fuera de las áreas
controladas por los talibán (la mayor parte del
país), un gesto tan evidentemente destinado a las
relaciones públicas que ni siquiera se trata de
disimularlo. La totalidad de los ataques parecen
haber partido desde fuera del mundo musulmán,
presumiblemente por temor a las protestas. Es
demasiado temprano, y carecemos de suficiente
información, para decir algo con seguridad, pero no
deja de ser probable que un artículo desde El Cairo
en el Boston Globe con el título
"Protestas, horror, reciben el ataque de
EE.UU." refleje el estado de ánimo al citar a
un camarero egipcio que dice "¿yo te doy de
comer y te mato?, me vuelve loco pensar eso."
Me sorprendió bastante
comprobar lo frágil que es la evidencia presentada
por EE.UU. y transmitida por Tony Blair. Y eso
después de lo que debe de haber sido el esfuerzo de
investigación internacional más intensivo en la
historia, en el que pudieron encontrar muy poco
mucho menos de lo que yo mismo había
especulado, sin tener recursos propiospara
asociar a ben Laden con los crímenes del 11 de
septiembre. Eso tiende a afirmar la conclusión de
muchos especialistas de que los perpetradores
provenían de redes descentralizadas, probablemente
con poca comunicación entre ellos y muy difíciles
de penetrar. Prácticamente no existen cargos contra
los talibán; salvo si albergar terroristas fuera un
crimen que mereciera ser bombardeado, lo que
significaría que gran parte del mundo, incluyendo
EE.UU., debería ser atacada de inmediato. Debería
ser demasiado obvio para merecer un comentario. Y no
sabemos si las ofertas de los talibán de negociar y
transferir a ben Laden eran serias, porque Occidente
simplemente las descartó prefiriendo bombardear, una
posición tradicional aunque sea ocultada al
reescribir la historia. La falsificación
sistemática del pasado es en sí deplorable, pero
tiene serias consecuencias humanas, como volvemos a
comprobar.
Aún quedan los medios legales
que han sido utilizados por otros estados que han
sufrido ataques terroristas, incluso mucho más
destructivos que aquellos del 11 de septiembre. Es
harto sorprendente que dichos antecedentes ni
siquiera sean considerados, y yo no he visto ni una
sola mención en la prensa dominante sobre
precedentes que son apropiados y absolutamente nada
controvertidos como resultado de la sentencia de la
Corte Internacional de Justicia y de la Resolución
del Consejo de Seguridad (vetada por EE.UU.), ambas
evidentemente desconocidas; un éxito del
revisionismo histórico que hubiera dejado
boquiabierto a Orwell y un logro ideológico de
importancia que no hay que menospreciar, como lo
vemos en los titulares de la actualidad.
Es imposible estimar cuántos
afganos, miserables e inocentes, han muerto ya como
una consecuencia inmediata de la amenaza de
bombardeos y del cierre de la frontera de Pakistán,
que fuera exigida de inmediato por EE.UU. (si podemos
creer al New York Times), y de que no se haya
suministrado alimentos, como podríamos haber hecho
desde el primer día, no sólo con lanzamientos
aéreos nada los ha impedidosino con
convoyes de camiones, como lo demostraron los
esfuerzos internacionales de ayuda cuando comenzaron.
Hubiera deseado de todo corazón alguna sorpresa,
alguna desviación de los modelos tradicionales de
conducta. A menos que eso suceda, el futuro inmediato
augura lo peor para el pueblo de Afganistán, y el
ciclo de la violencia puede escalar en la forma
conocida, con consecuencias que no son precisamente
agradables.
Traductor:
Germán Leyens
Fuente: Znet
13 de octubre del 2001