El tabú de
la familia numerosa
El estereotipo queda roto cuando
encontramos padres y madres agnósticos, jóvenes, de clase media o media alta,
de ideología liberal, que desean tener varios hijos
José María Romera
La imagen de Alberto Closas y Pepe Isbert
al frente de una caterva de mocosos de ambos sexos en 'La gran familia' ya no
es sólo arqueología del celuloide, sino un imposible demográfico. Y, por si eso
fuera poco, está mal visto, es políticamente incorrecto. Para la mayoría de
españoles de hoy, el concepto de familia numerosa viene asociado con el
nacionalcatolicismo de la época franquista, con el subdesarrollo, la ignorancia
y la imposición irracional de preceptos religiosos en el ámbito privado de la
procreación y de la sexualidad. El país ha pasado en pocos años de ser uno de
los más fértiles a rozar la tasa más baja de natalidad de Europa, y este
fulminante cambio es interpretado como un sano indicio de progreso social y de
adaptación a los valores democráticos.
Sobre la actual familia numerosa
-administrativamente, la que tiene tres o más hijos, o incluso dos en el caso
de que uno de ellos sea discapacitado- recae el baldón de lo retrógrado, al
estimar que las parejas con varios hijos representan uno de los símbolos del
tradicionalismo y de la resistencia a la modernidad. Y en buena parte es
cierto, pues estadísticamente casi todas estas familias pertenecen a grupos de
arraigada mentalidad religiosa o, en el caso de las clases más bajas, presentan
un bajo nivel cultural e ignoran los métodos anticonceptivos.
Ni héroes ni insensatos
Mas no siempre ocurre así. El
estereotipo de familia numerosa irresponsable queda roto cuando encontramos
padres y madres agnósticos, jóvenes, de clase media o media alta, de ideología
liberal o de izquierda, que desean tener varios hijos o los tienen ya. No son
muchos casos, pero empiezan a aumentar a despecho de estigmas y críticas. No
son héroes ni insensatos: han tomado decisiones meditadas, han sopesado los
pros y los contras y han traído al mundo cuatro, cinco hijos, convencidos de su
acierto. Consideran que carga tiene bastantes gratificaciones, tanto para ellos
como para su prole.
Dejando aparte controversias
demográficas y psicologistas, parece comprobado que los niños con varios
hermanos desarrollan valiosas capacidades y aptitudes. Entre ellos se
establecen vínculos de intercambio que fomentan la sociabilidad. Aprenden a
compartir espacios, juguetes, aficiones e incluso ropas de manera solidaria,
creando fórmulas cooperativas nada despreciables en tiempos de consumismo
galopante. Son menos vulnerables a los celos y la rivalidad, y desde pequeños
se van habituando a la autonomía, a las tareas domésticas y a la creatividad en
la solución de situaciones.
Bien es cierto que esto exige una
atención permanente de los padres, quienes por su parte tienden a desdibujar la
divisoria tradicional entre los papeles de hombre y mujer puesto que ambos han
de atender por igual las necesidades de la vida doméstica. Los riesgos son
evidentes, pero a cambio también son grandes las compensaciones afectivas.
Todavía el sacrificio mayor en tales casos suele corresponder a la madre. Pero
no hasta el punto de renunciar a una realización personal más allá de la
restringida a la maternidad. Frente a la clásica madre en perpetuo estado de
buena esperanza, la mujer de ahora puede dosificar a voluntad los ciclos de
procreación merced a unos avances de la ginecología que prolongan notablemente
los años de fertilidad sin riesgo. Ya no es tan raro el caso de mujeres que,
tras haber tenido una o dos criaturas en su juventud, deciden engendrar o
adoptar una nueva pasados varios años.
Recursos económicos
Quizá no está tan justificada como
parece la alarma del descenso demográfico. El modelo de familia larga y
estrecha que sucedió al 'baby boom' de los años 70 parece destinado a ser el
mayoritario. Pero, siempre y cuando se disponga de recursos económicos
suficientes y se pongan al alcance de más sectores de población ciertos medios
materiales (viviendas unifamiliares, vehículos monovolumen, comedores
escolares, desgravaciones fiscales suficientes, etc.), los prejuicios y las
prevenciones respecto de la familia numerosa -que no multitudinaria- irán
desapareciendo. Y ya no será una cuestión de creencias, de lucha de sexos, de
tabúes o de cultura, sino una opción más dentro de la infinidad de modelos
familiares que emergen con los nuevos tiempos.
Tomado de: http://www.apfn.com.pt/Noticias/Mar2000/elcorreo1.htm