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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Cine

El Código Aburrinci

Seguramente será éxito taquillero pero ello no le quita el epíteto de fiasco. Aquí ha ocurrido lo impensable: la versión de uno de los libros más adictivos de esta década arroja una película tediosa y sin química entre sus protagonistas

The Da Vinci Code
Tom Hanks, Andrey Tatou, Paul Bettany, Ina McKellan
Dirigida por Ron Howard
Columbia/2006

MAYO, 2006. Reconozcámoslo: el mayor temor que sentimos al ver la versión fílmica de un libro que ya hemos leído es que la película se despegue de los elementos que considera redundantes y al terminar la función se nos deje con un sabor de insatisfacción. Una parte clave de El Código Da Vinci son los llamados números Fibbonacci, mencionados varias veces y que representan un ingenioso armado dentro de la trama. Sin embargo los números no aparecían por ningún lado hasta que Robert Longdon (Hanks) frunce el ceño frente a un documento y dice "¡ah, sí, Fibbonacci!" para de ahí saltarse a la siguiente escena.

No es la única omisión, o modificación, a la historia original, por supuesto. En el libro, Longdon dice "las religiones monoteístas se disitnguen por su historia de violencia", diálogo que, al menos que se haya dicho censurado la película, no aparece por ningún lado. ¿Y hacer falta moverle más al desilusionante final cortesía de Ron Howard?

Cualquiera pensaría que el secreto absoluto en que se tuvo la historia hasta horas antes de su estreno (increíblemente, en la red no llegaron a "filtrarla") se debía a la controversia, y al temor de los grupos religiosos por boicotear la cinta. Pero es mejor considerar otro factor: la exagerada discreción se debió, sin duda, a que se The Da Vinci Code es una película mala y cualquier mala publicidad habría echado por tierra la inversión de los productores.

Y, aclaramos, no es mala por su tema central; hace casi tres años que el libro salió a la venta y Dan Brown, su autor, ha dicho que gran parte de la historia es fantasía; despúes de todo es de dudarse que una película ponga a cimbrar a El Vaticano, quite el sueño al Opus Dei o provoque un cisma en el cristianismo. Si nos apegamos a lo estrictamente cinematográfico, The Da Vinci Code es un ejemplo de lo que podría denominarse producción mediocre, tediosa y con personajes que nunca logran conectarse entre sí.

La escena inicial refleja implecablemente lo que describe Brown aunque Silas, lejos de ser un tipo metido entre las penumbras de un secreto milenario, se asemeja más a un personaje de los X Men, cuyos poderes en ningún momento la película explica. Hasta los momentos en que Longdon conoce a la nieta de la víctima (Tatou), la policía francesa comienza a perseguirlos y huyen a la mansión de un millonario cerca de Versalles vemos la historia un tanto apegada al libro (excepción: Silas no es aquí albino, sino un rubio, e irreconocible, Paul Bettany).

Sólo que a los pocos minutos comienza a verse el principal problema de la cinta: la información de la novela es tanta, y nos llega a borbotones, que Howard fracasa estrepitosamente en editarla y presentarla en lenguaje para cine, como los ya referidos números Fibbonacci. En consecuencia, lo que tenemos es un thriller de catadura bastante baja, y en ocasiones tan confuso que nos preguntamos cuánto ha influenciado Syriana a Howard.

Por supuesto que la principal falla radica en el elenco: desde Leonardo Di Caprio y Kate Winslet no habíamos visto dos protagonistas con tan poca química entre ellos dentro de una superproducción: Tatou, famosa por la cinta Emilie --la cual, hasta hoy, no he podido averiguar el hilo de la trama-- no logra compenetrarse con su personaje, supuesto descendiente directo de Jesucristo; y Hanks, bueno, el papel del doctor Langdon definitivamente no era para él pues no consigue explotarlo a cabalidad y, peor aún, se necesitaría un esfuerzo mayúsculo para convencernos que se trata de un experto en documentos antiguos, más que un Forrest Gump. 

El mérito aquí corresponde a Alfred Molina como el obispo Aringarosa, quien logra convencernos del objetivo del personaje que encarna, un hombre que en el fondo no es un villano sino que defiende lo que él considera un dogma fundamental, algo razonable dentro de toda religión, no sólo la católica.

Por lo demás, y las casi 2 horas 20 minutos que dura The Da Vinci Code son, en contraste, un exceso a la información del libro, que a ratos nos parecía insuficiente. Ni Howard ni Hanks, ni Columbia, logran abrir el código que ofreciera un balance entre una historia escrita y otra llevada a la pantalla. Aquí la mente del director no fue brillante, fue opaca y caótica.

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