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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Política

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Elecciones 2006, aparten de mí este cáliz

MAYO, 2005 - De pertenecer Andrés Manuel López Obrador a otro partido político, tal vez en este momento su linchamiento periodístico ya habría ocurrido. Imaginemos, por ejemplo, que al secretario de Hacienda del presidente Fox lo hubieran filmado dilapidando miles de dólares en Las Vegas o que su secretario de Gobernación fuera expuesto como extorsionador y que frente a una cámara oculta se embolsara fajos de dólares, o que un gobernador panista quedara al descubierto por sus malos manejos. ¿Alguien cree que le habrían perdonado esto al señor Vicente Fox? ¿Qué pasaría si, como respuesta presidencial se dijera que todo es un complot de sus adversarios?

Pues bien, el paralelismo, Gustavo Ponce, René Bejarano y Carlos Imaz eran, respectivamente, su secretario de Finanzas, su principal asesor político y un jefe delegacional perredista. Cierto, dos están encerrados pero el hecho de que todos hayan recibido el visto bueno de quienes sus admiradores llaman El Peje no puede dejarse de lado sobre todo si se trata de alguien que anhela ser presidente de México. Sin embargo la prensa no se ha indignado tanto como sucedió con, por ejemplo, el asunto de las toallas en Los Pinos.

Tampoco ha habido denuncias, ya no digamos advertencias, del monstruoso endeudamiento que el PRD heredará al gobierno del D.F. y no sólo por el segundo piso --que en otro partido sería visto como un atentado ecológico dispuesto a satisfacer la cultura del automóvil pero que ha recibido el silencio por parte de los ecologistas propeje--, los "viejitos", la creación de más plazas burocráticas y la corrupción de la cual Ponce, Bejarano e Imaz son sólo una parte.

Nada de esto parece importar frente a la posibilidad de que Andrés López Obrador alcance la presidencia en el 2006.

Curiosamente, cuando Cuauhtémoc Cárdenas anunció su intención de buscar en el 2006 la candidatura por nueva cuenta, sus otrora porristas reaccionaron indignados: ¿Qué no se da cuenta el ingeniero que sus tres intentos anteriores debieron haberle dado una lección? Inclusive Cárdenas ha sido acusado de querer dividir al PRD ¡azuzado desde Los Pinos! Hasta el mismo Cárdenas, fundador del PRD junto con su ahora enemigo Porfirio Muñoz Ledo, resulta que también es parte del complot.

¿Cómo estarán las cosas que Cuauhtémoc Cárdenas, quien apenas en 1998 era visto como un radical, es ahora un moderado y a quien definitivamente sería preferible ver como presidente si el PRD llegara al poder?

La nueva muletilla

Triste paradoja que un país intoxicado por su pasado como México, tenga tan limitada su memoria política.

La línea del populismo lopezobradorista lleva, en retrospectiva, al populismo que Luis Echeverría y José López Portillo emplearon para hundir al país en los años setenta. Rara vez la prensa propeje nos menciona que López Obrador ostenta un pasado priísta como lo tienen Cárdenas y Muñoz Ledo. En su natal Tabasco se le recuerda como uno de los priístas más recalcitrantes; cuando aún pertenecía a ese partido organizó la toma de pozos petroleros --su primer enfrentamiento con la ley-- para luego cambiar de casaca y después, con inusitada rapidez para postularse para Jefe de Gobierno del DF una vez concluido el interinato de Rosario Robles.

Lo increíble es que todo aquello que en el gobierno federal es criticable, en boca del señor López Obrador es una frase en legítima defensa, un encomio, otro paso hacia la Presidencia. En cualquier otra capital del mundo el alcalde renunciaría, o por lo menos se pondría rojo de vergüenza si cientos de miles de ciudadanos realizaran una marcha apartidista contra la inseguridad pública. Pero en el DF para su Jefe de Gobierno todo se debió a una "conspiración de la derecha", argumento tan absurdo que se desplomó a las pocas horas, pero si Fox hubiera respondido a esa misma situación como "una provocación de la izquierda", aún sería hora en que escucharíamos los adjetivos de "paranoico" e "inepto" en su contra.

Estas son tácticas netamente populistas, y debemos tener cuidado si queremos que México ya no vuelva a recorrer esa ruta que por poco y nos hunde en los setenta y ochenta. Ante este temor, el perredismo ha sugerido que Andrés López representa a una izquierda más identificada con la línea europea que con la chavista. El Jefe de Gobierno no acudió a su antiyanquismo acostumbrado cuando Colin Powell afirmó que "en Estados Unidos no se vería mal la llegada de la izquierda al poder", y aunque también ha afirmado que "nuestras relaciones no cambiarán", debemos recordar que nos encontramos ante un personaje que sin el menor rubor modifica sus declaraciones y las acomoda a su conveniencia. Apenas en el 2002 el Jefe de Gobierno apuntaba que Los Pinos "no me interesaban" porque "estoy dedicado a mi trabajo y no tengo tiempo para algo más", y sin embargo ahora ve toda crítica como un estorbo en su carrera hacia la Presidencia.

¿Pero qué tanta posibilidad hay de que Andrés López se convierta en un Lula y no en un Hugo Chávez?

Luis Ignacio Lula da Silva provocó temores entre la comunidad financiera cuando ganó las elecciones presidenciales del Brasil en el 2003. Pero al asumir el poder, y en saludable percepción de la realidad, enarboló un discurso más cercano al de los socialistas europeos que al radicalismo de su vecino caraqueño. Cierto que su discurso ha incluido loas a Fidel Castro, pero lo hace más como manera de tranquilizar a la corriente más dura de su partido. Con todo, Lula ha conseguido algo que en México, donde supuestamente iba a gobernar un presidente que impulsaría a la libre empresa, no se ha materializado: la privatización de los fondos de retiro y un nuevo estímulo a la inversión extranjera directa que, como hoy con Fox, se había detenido durante el último año de Henrique Cardoso.

Nadie va a decir que Lula se ha convertido en "neoliberal" con todo y que eso crean los globalifóbicos que antes le aplaudían y luego repudiaron en el Foro Alternativo de Porto Alegre. Pero es esta una actitud que nos habla de un presidente que ha optado por buscar un rumbo válido para su país mediante una política similar, aunque no idéntica, a la del también socialista Ricardo Lagos.

En cambio, tras la llegada a la Presidencia de Hugo Chávez, el país s ha polarizado (en Brasil aun la "burguesía" ha apoyado el plan "Hambre Cero" del mandatario), la prensa ha sufrido persecuciones sistemáticas acusada de ser "agente desestabilizador", la inversión extranjera bajó considerablemente mientras Hugo Chávez toma las ondas radiales cada vez que se le pega la gana para explayarse en sus kilométricos discursos y ni hablar de la burocratización, que desde 1997 ha crecido sin freno, esto en un país que de por sí ya estaba agobiado por la tramitería y los empleados públicos chuparrecursos.

Lula ha mostrado una actitud mucho más respetuosa hacia la Constitución que su contraparte venezolana, para quien el documento le representaba tan poco que lo modificó completamente. No está por demás recordar que Chávez ganó notoriedad en 1992 cuando se sublevó contra el gobierno corrupto --pero democráticamente electo-- de Carlos Andrés Pérez quien al hacer cumplir la ley mandó encerrar al militar golpista, convirtiéndolo en héroe popular. En tal caso la aplicación de la justicia, en cualquier otro país, apunta que todo aquel que intenta dar un golpe de Estado atenta contra las instituciones y por tanto desprecia sus estatutos. Pero ante la corrupción del "neoliberal" Andrés Pérez, la cual creció aun más con su sucesor Rafael Caldera, la población acudió a una medida desesperada que, se ve a kilómetros, es la misma que buscan reproducir en México los asesores de López Obrador, en especial con el asunto de su desafuero.

El punto aquí que motivó el desafuero de López Obrador es la toma ilegal del predio El Encino. No fue la primera vez que el jefe de Gobierno pasó por sobre la ley pues en su natal Tabasco obstruyó las vías federales de comunicación y tomó los pozos petroleros. En tal sentido la trayectoria de López Obrador es más paralela a la de Chávez que la de Lula.

Aquí nos topamos con otro aspecto importantísimo: Lula sí fue obrero y conoció de cerca la injusticia social y laboral que en el Brasil de los años sesenta, cuando trabajaba como obrero metalúrgico, era palpable y gravisima. Dicho de otro modo; Lula se encuentra hoy al otro lado del espectro y desde donde tiene oportunidad de hacer algo por sus conciudadanos. Hasta ahora ha asumido una posición sensata en la que incluso ha recalcado que sin los empresarios ni la inversión extranjera, el Brasil no avanzará hacia ningún lado, y sólo irá en reversa.

En cambio, tanto Chávez como López Obrador han pasado la mayor parte de sus vidas a sueldo del Estado, uno como militar y el otro como funcionario; su contacto con las cúpulas empresariales y productivas es escaso y no pasa de concebirlas como monstruos obsesionados con el lucro y la explotación; sus "proyectos de nación" están basados en el Caudillo, figura nefasta en nuestra historia latinoamericana. Tanto Chávez como López Obrador crecieron en el discurso de odio entre clases, el paternalismo y, sobre todo, la revolución cubana, que pese a su avanzadísima edad aún emboba a nuestros populistas.

El fallido cuartelazo de Hugo Chávez y la toma ilegal de El Encino son parte de ese pensamiento donde se concibe a la ley como válida sólo cuando está de mi lado, donde la prensa mansa es la única invitada a las conferencias del Jefe Máximo y toda crítica está coludida a intereses extranjeros y con tal pretexto se asfixia a los medios que piensan distinto mediante amenazas y auditorías fiscales, donde el sector privado sólo busca su propio beneficio, donde la mejor manera de hacer negocios es a través de tratos con el poderoso, donde los monopolios estatales son aplaudidos como "valladares de la soberanía" pese a su hiperimproductividad y donde el pueblo es incapaz de pensar por sí mismo y necesita la guía del Caudillo.

Todo esto ya lo conocemos sobradamente en América Latina, desde Perón hasta Chávez. Lo alarmante es que parece que no hemos aprendido de aquellas espantosas experiencias, de lo contrario nadie consideraría, ni como un chiste, la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador sea candidato a la presidencia y, más alarmante aún, que gane.

Debemos alejar, por lo menos ahora en México, el devastador cáliz populista. Andrés López ha dicho decenas de veces que la crisis económica inició en 1982, año en que, según él, los tecnócratas y los neoliberales coparon el poder y traicionaron el proyecto revolucionario de nación, aunque hay que mencionar que ello fue una consecuencia del populismo lopezportillista y más aún, con el esquema económico echeverrista. Ese es un trago amargo que ya probamos. Mejor pasamos.

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