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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Internacional

Jimmy Carter: tan laureado como grisáceo

Ya recibió el Nóbel y ha sido el único expresidente norteamericano que se reunió con Fidel Castro. Sin embargo sus cuatro años de gobierno fueron desastrosos y hundieron la economía.

DICIEMBRE, 2005. Tres meses antes de las elecciones presidenciales de 1976 ya se sabía quién sería el próximo presidente de Estados Unidos. Aquel fue el año del Bicentenario de modo que los demócratas supieron cómo aprovechar a su favor el patriotismo existente. Algo que les había había caído del cielo era Watergate, cuyas repercursiones aún se sentían con fuerza ese año y una corriente de opinión inclinada hacia el pacifismo y la petición de que Estados Unidos dejara de entrometerse en el mundo.

El derrotismo se reflejó inclusive en los Juegos Olímpicos de Montreal efectuados en 1976. Por primera vez la URSS se acercaba peligrosamente a Estados Unidos en el medallero, y no sólo eso, Nadia Comaneci, una representante de un país comunista, se había convertido en la estrella de los juegos, lo cual trajo consigo una cuota propagandística para el bloque oriental. Finalmente, la justa olímpica de Montreal había sido un momento para olvidar dentro del colectivo norteamericano.

Pues bien, este desgano también fue aprovechado por los demócratas, quienes para agosto de 1976 ya prácticamente tenían asegurada su victoria en las elecciones de noviembre; estados considerados "de voto duro" republicano, como Texas y Florida, cambiaban su preferencia hacia un partido que se veía como la mejor alternativa para conseguir un cambio.

Y efectivamente, en noviembre se confirmaron las tendencias: el candidato demócrata derrotó con holgura a su contrincante republicano, de modo que la encomienda recayó en James "Jimmy" Carter, a quien sus asesores recomendaron esbozar lo que se conoció como "sonrisa Colgate" y que un caricaturista de Newsweek comparó con "la parte interna de una cáscara de naranja"; otros editorialistas le llamaron "la sonrisa de la victoria".

Las cosas eran totalmente diferentes para los republicanos de cómo habían sido apenas cuatro años antes, cuando Nixon derrotó sin mayores complicaciones al senador George McGovern, quien había prometido sacar a las tropas de Vietnam en caso de resultar electo. Dos años después, cuando ello ocurrió, McGovern aprovechó el momento para señalar que los republicanos finalmente le habían hecho caso.

Carter nació en el estado de Georgia, y buena parte de su vida la pasó en una región donde se plantaba maní. Poco después de participar en el Pacífico durante la segunda guerra mundial, decidió dedicarse a la política. Fue representante (lo que acá sería un diputado), senador y finalmente candidato presidencial. Naturalmente que durante la campaña remachó que la figura que él más admiraba era la de John F. Kennedy.

Carter asumió la presidencia en enero de 1977 y rápido mostró un dinamismo enfocado a ganarse la buena voluntad de América Latina y para el efecto se acercó a Omar Torrijos, un "dictador-benevolente" quien impulsó hasta la ionosfera el discurso patriótico. Durante una reunión con Carter, Torrijos le cuestionó sobre la presencia de Estados Unidos en la zona del Canal que, aseguraba, "pudieran tensar a futuro nuestras relaciones". Los asesores de Carter vieron ahí la oportunidad de congraciarse con Latinoamérica de modo que el presidente ofreció regresar oficialmente la soberanía panameña al Canal de Panamá en 1999. Torrijos murió poco después en un accidente aéreo al cual, claro, se le achacó como una conpiración para eliminarlo.

El siguiente movimiento en política exterior fue en --entonces, como hoy-- conflictivo Medio Oriente. Carter había hecho buenas migas con el presidente egipcio Anwar El Sadat quien varias veces había visitado Estados Unidos y le había manifestado su admiración por ese país. Casualmente algo similar sucedía con el primer ministro israelí Menahem Begin, quien incluso pasó un tiempo en la Unión Americana. Desde 1967 Israel y Egipto mantenían un estado de emergencia debido a que El Cairo reclamaba la devolución de unos territorios que se le habían quitado durante la guerra de ese año.

Carter invitó a los dos políticos a reunirse en Camp David, la residencia de descanso del presidente norteamericano. Tras varias discusiones, muchas de ellas acaloradas, se firmaron los acuerdos que pasarían a la historia con el nombre de ese centro de descanso. Aquello era significativo pues se trataba del primer país del mundo árabe en establecer relaciones con el Estado israelí. Los grupos radicales prometieron matar a Sadat por la "traición", lo cual consiguieron en 1981 cuando mataron al político egipcio durante un desfile militar.

Y aunque se propuso entonces a Carter para premio Nobel de la Paz, se recordó que la Constitución norteamericana no permite que un presidente en funciones reciba condecoraciones por parte de un gobierno extranjero.

Sin embargo aquellas fueron, quizá, las dos únicas acciones positivas de Jimmy Carter durante su mandato. Luego de los acuerdos en Camp David su presidencia cometería una cadena de escandalosa spifias y demostraría una ineptitud enorme.

                                     Los años del ingenuo

En Moscú sonó la alarma respecto a Carter. La devolución del Canal había "limpiado" la imagen de Estados Unidos en esa zona y con lo sucedido entre Egipto e Israel Moscú concluyó que la nueva simpatía hacia EU en el área la quitaría una zona de influencia.

Ingenuidad absoluta

Los servicios de espionaje de la KGB indicaban que Carter confiaba tanto en la palabra de lo que le decían que incluso podía pasar por ingenuo. Tanto Torrijos como Sadat y Begin habían cumplido lo prometido en los acuerdos y tratados ¿pero qué pasaría si alguien le prometiera algo e hiciera lo opuesto? ¿Cómo reaccionaría el presidente norteamericano?

Y eso fue precisamente lo que hizo Moscú. Durante buena parte del 78 manifestó "sus mejores intenciones y respeto a la soberanía" frente a Washington y ofreció intensificar las pláticas de desarme nuclear. Sin embargo a principios del 79 las tropas soviéticas invadieron Afganistán con la intención de anexarla y convertirla en una "nueva república". Carter, estupefacto, dio un ultimátum a Moscú que, obviamente, no respetó. Como respuesta, Carter anunció que Estados Unidos no participaría en los Juegos Olímpicos de 1980 en Moscú.

En Irán sucedía otro tanto. Washington le retiró todo apoyo prometido al Sha de Irán, quien hasta entonces había sido aliado suyo en el mundo árabe. Como condiciónn para que se fuera el Sha, grupos de agitadores tomaron la embajada norteamericana en Irán donde retuvieron a decenas de rehenes. Pero el Sha salió de Irán y los secuestradores tampoco cumplieron su palabra. Y es que el Ayatollah Jomeini había regresado de su exilio en Francia; prometió no realizar ninguna labor proselitista antes de partir pero fue lo primero que hizo al llegar a Irán donde abanderó la "revolución islámica" que llevó al país, de ser una nación premoderna y con algunos atisbos de occidente, en una nación que volvió al medioevo y que estableció una teocracia que mandó a las mujeres de segunda a quinta categoría.

La ingenuidad de Carter fue aun más manifiesta en Centroamérica. Poco después que juró en Washington, el gobierno cubano señaló que no tenía intención de realizar más incursiones continentales, y cuando quedó claro que los sandinista estaban recibiendo financiamiento de La Habana, Carter desestimó las acusaciones y afirmaba que no quería que se repitiera lo de Cuba en otro país latinoamericano. Curiosamenye y tras casi 40 años de haberlos apapachado, Washington de repente se dio cuenta que la familia Somoza "era una dictadura" y le retiró todo apoyo económico.

1979 fue el año en que Carter demostró con creces su incompetencia. Creyó sin chistar a quienes le decían que la planta nuclear de Three Mile Island "era altamente segura", apenas horas antes que estallara; volvió a creerle a Brezhnev cuando éste le aseguró que "a la brevedad" las tropas soviéticas Afganistán y cándidamente se tragó las promesas de la OPEP de que mantendrían bajo el precio del barril de petróleo cuando en realizad incrementaron a su antojo el costo, lo cual provocó uan aguda escasez de energéticos en Estados Unidos. El "ajuste" de los países exportadores de petróleo llegó justamente en octubre de ese año, cuando comenzaba la temporada invernal que, para colmo, fue de las más gélidas en Norteamérica en 50 años.

Carter era admirador de las políticas de Keynes de modo que, a fines de 1977, fue aprobada una cascada en alzas de impuestos a las grandes y medianas empresas, las cuales simplemente trasladaron los costos al precio final con lo cual se creó una burbuja inflacionaria. Asimismo el "Estado benefactor" también creció considerablemente en el periodo 1978-80 con lo cual el déficit de la cuenta pública se fue a la estratósfera. Durante los cuatro años de Carter la burocracia creció un 1.2 por ciento, cantidad aparentemente ínfima pero que era más bien escandalosa: ni siquiera en tiempos de Roosevelt se había dado un incremento tan considerable.

   Con frecuencia se nos dice que George W. Bush ha sido el presidente más inepto en la historia reciente  de Estados Unidos.   Quienes afirman eso  jamás han escuchado el nombre de Jimmy Carter.

Con semejantes antecedentes, no era sorpresivo que en el 79 Estados Unidos cerrara con una inflación del .7 por ciento, la más alta desde 1946.

Tampoco era sorpresa que la popularidad del presidente se hubiera derrumbado. Para enero del 79 sólo un 35 por ciento de los norteamericanos aprobaba su gestión, en comparación con un 63 por ciento apenas dos años antes.
Tres meses después de la toma de la embajada en Teherán, Carter aprobó una acción militar con la cual esperaba revertir la tendencia e, incluso, conseguir la reelección, algo que se veía sumamente remoto. Pero el operativo de rescatar a los rehenes fracasó cuando dos aviones Hércules se estrellaron de frente cuando realizaban unas maniobras de despegue en el desierto iraní. Siete soldados fallecieron y con ello el futuro político de Carter también se iba por el resumidero.

Increíblemente, Carter aún veía posibilidades de reelegirse. En 1980 se realizó la Convención Nacional Demócrata y quedó nuevamente como candidato presidencial. Atacó a su oponente republicano Ronald Reagan de "querer resucitar las prácticas bélicas por las que el resto del mundo nos pierde respeto", cuando en verdad tanto en la URSS como en Nicaragua e Irán se reían de su ingenuidad. Aquella candidez quedó involuntariamente registrada cuando Carter dijo al semanario Newsweek en septiembre de 1980 "el pueblo norteamericano sabe lo que quiere y por eso creo que resultaré electo por segunda vez".

Las elecciones de noviembre de ese año terminaron por ubicarlo en la realidad. Ronald Reagan ganó holgadamente la reelección, algo que todos, excepto Carter y sus asesores, habían previsto desde hace tiempo.

Esos cuatro años de gobierno de Carter habían dejado diezmados a los demócratas, los cuales volverían a la Casa Blanca hasta 1992 con un Bill Clinton que enarbolaba un programa económico que tachaba, en casi todos sus puntos, a la gestión de su correligionario de Georgia.

Con frecuencia se nos dice que George W. Bush ha sido el presidente más inepto en la historia reciente de Estados Unidos. Quienes afirman eso jamás han escuchado el nombre de Jimmy Carter.

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Condensado de Presidentes de aquí, de allá y que ya no están aquí, libro ensayo de Oscar Fernández, 2005. Copyright en trámite.