|
Medios
El
Capitán (Alan Hayes) y Gilligan La
otra isla (y más divertida) Ninguno
de estos náufragos llevaba barba de meses; sus historias eran inverosímiles y sus personajes
estereotipados. Pero La Isla de Gilligan pasó a ser un
fenómeno cultural. Obituario al protagonista Bob Denver y el comentario
a una de las comedias más recordadas de la TV norteamericana. SEPTIEMBRE, 2005.
Sherwood Schwartz, el creador de La Isla de Gilligan, tiene una
anécdota sumamente deliciosa. Cuando él y
varios norteamericanos viajaban en un tour en Francia, se pidió
a los turistas que entonaran las canciones tradicionales de sus países.
Japoneses, alemanes, italianos y españoles presentaron sus
canciones y cuando llegó el turno a los norteamericanos se
pusieron a cantar el tema de la Isla de Gilligan. La Isla de Gilligan
podría ser el equivalente de El Chavo del 8 en
México. Durante años la comunidad intelectual tachó al programa de
ser "para retrasados mentales" e incluso hubo quienes pedían
a la Secretaría de Educación Pública que quitara la emisión del
aire. Pero al paso del tiempo El Chavo se ha reivindicado como
una serie divertidísima y de implicaciones sociales muy interesantes. Gilligan, por su
parte, recibió epítetos similares: The New York Times la tachó
de "insulsa" mientras que Newsweek apuntó, a poco que
la serie salió al aire, en 1965, "no tiene ni un solo minuto de
inteligencia". Sin embargo (y es probable que lo mismo suceda ya
con El Chavo) La Isla de Gilligan ha sido transmitida sin
interrupción en alguna parte del mundo desde que fue cancelada, en
1967, apenas unos pasos atrás de Los Picapiedra. Chespirito
ha dicho que sus personajes fueron fueron producto de un minucioso
estudio. Con Schwartz sucedió lo mismo. Dice en su biografía: "No
hubo nada dejado al azar. Todos los personajes tenían un objetivo
específico. Los queríamos hacer ver aparentemente sencillos para que
la gente se identificara con ellos. Los personajes emocionalmente
complejos son veneno cuando quieres alcanzar un público fiel".
Schwartz sabe de lo que habla pues otra de sus series fue The Brady
Bunch, serie que pese a haber sido cancelada hace 31 años tiene
miles de fanáticos repartidos por todo el planeta. También
se ha considerado a La Isla de Gilligan como el equivalente a Star
Trek sólo que en el terreno de la comedia. Ambas series tuvieron
ratings bajos durante la primera vez que fueron transmitidas, y sólo
hasta que entraron al terreno de las reruns (repeticiones) fue
cuando comenzaron a despegar en serio. La diferencia es que mientras a Star
Trek se le consideró propia de "personas más
inteligentes", de La Isla de Gilligan se creía que sólo
"los tontos" eran aficionados a ella (claro que se ha usado
ello como argumento para decir que La Isla de Gilligan es la
favorita de George W. Bush). ¿Pero
que pueden encontrar miles de personas de interesante en un programa donde
de antemano se sabe el final --cuando están a punto de ser rescatados
algo imprevisto sucede--, donde los personajes están fríamente
estereotipados y donde las historias son increíblemente absurdas?
Responde Schwartz: "Era un programa cómico, y se supone que ahí
ocurren situaciones absurdas. Si ves a Gilligan o al Capitán con cara
seria te parecerán aberrantes. Para mí, esta comedia ha sido mi
aportación para que la gente olvide sus problemas cotidianos, muchas
veces procedentes de la lógica y nuestra impotencia ante ella". Un paseo de tres horas
Por
supuesto que lo surrealista y lo absurdo --que, por cierto, fueron parte
importante de la televisión y el arte en los sesenta-- hacen de la Isla
de Gilligan un platillo, como dice Schwartz, exquisito. Cada semana y
al ritmo de la pegajosa tonada inicia con un viaje de tres horas donde a
bordo van el capitán Skipper, el millonario Thurston Howell III y su
esposa, Mary Ann, chica salida del medioeste norteamericano (incluidos
sus jeans a la Daisy Duke) Ginger, la actriz de moda, el profesor y,
claro, Gilligan, un tonto quien, como El Chavo, termina por ridiculizar
a los demás. "Pero
Gilligan no es un tonto", refiere Paul Cantor, un profesor
universitario quien escribió Gilligan Unbound: Pop Culture in the
Age of Globalization (Gilligan sin recato: la cultura pop en la era
de la globalización) , libro donde abunda sobre las
implicaciones sociológicas de la serie; sí, aunque el lector no lo
crea. "Es distraído y por lo general comete sus tonterías cuando
quiere ser el protagonista. Es él quien, por lucirse para la cena,
mezcla los ingredientes que hacen que todos se duerman y pierdan el
barco que pasa cerca de la isla o es quien
olvida amarrar el bote que termina en altamar. Esto es lo que
hacía gracioso a Gilligan, y no tanto el que siempre se frustrara su
deseo de abandonar la isla". Otra
cuestión curiosa es la remota posibilidad que unas personas que tenían
tan poco en común tomaran un "viaje de tres horas" al que
luego se verían forzados a compartir su destino. Es un reflejo que
Schwartz quiso dar en torno a la sociedad norteamericana, explica Cantor, "formada por millones de personas que muchas de las veces
no comparten creencias, religión, políticas y otros conceptos. Sin
embargo tienen el mismo objetivo, la supervivencia a través de un mejor
nivel de vida. Este no ha sido un viaje de 3 horas, sino de 225
años" (el libro lo escribió Cantor en el 2001). Cuando
Daniel De Foe escribió Robinson Crusoe su planteamiento original
era ver cómo un hombre, criado en la rígida sociedad victoriana, trata
de repetir esos esquemas cuando se encuentra totalmente solo y sin que
nadie le recrimine que haga las cosas bien o mal, O al menos hasta que
aparece Viernes. Paradójicamente, cuando vuelve a casa sin dejar de
haber seguido esas normas es un ser ajeno, rechazado (lógicamente Castaway,
la película de Robert Zemeckis estelarizada por Tom Hanks, sigue la
misma pauta). Cantor
también
detecta este hecho, comparándolo con la sociedad norteamericana que
"en un principio trató de seguir los lineamientos de Europa pero
al hacerlo resultó que ya no podía adecuarse a ellos, y vino la
ruptura. Pero al darse, Estados Unidos empezó a ser un país próspero”. Agrega
Cantor: "Es una lástima que luego se haya grabado un episodio
donde se rescataba a Gilligan y a sus amigos. Ahí terminó la magia,
escapista si se quiere, que muchos de nosotros tuvimos de la serie
cuando la vimos de niños en los sesenta". De
todos los protagonistas en La Isla de Gilligan, Jim Backus era
el más conocido. En su curriculum llevaba el haber caracterizado al
padre de James Dean en Rebelde sin Causa y de haber prestado la
voz a las caricaturas de Mr. Magoo. Su versatilidad era tan que podía
saltar de papeles cómicos a dramáticos sin que le costara trabajo.
Años después falleció de cáncer. Del
casting también ya murió Alan Hale, Skipper (capitán),
personaje cuyos rasgos eran de cuáquero o de sheriff del condado.
Naturalmente que también interpretó esos papeles en cintas de mediano
presupuesto. Durante
los años sesenta la mayoría de los actores trabajaban como freelance,
esto es, se les pagaba por episodio de modo que no recibían regalías
cada vez que los programas son retransmitidos, Por supuesto que, de
haber firmado contratos porcentuales (como sí lo llegó a hacer Bill
Bixby, quien antes de personificar a Hulk había sido comparsa en Mi
Marciano Favorito) sus cuentas bancarias habrían sido mucho más
abundantes. Lo
que sucedía, dice Schwartz, es que nadie esperaba que estas series
fueran a permanecer tanto tiempo en el gusto de la gente: "Nosotros
vendíamos el programa a la televisora, conseguíamos patrocinadores y
luego brincábamos a otro proyecto. ¿Qué iba a suceder con La Isla
de Gilligan cuando se cancelara? La verdad no nos importaba
¿quién iba a recordarla, digamos, en 1970? Creíamos que las
películas eran las únicas que podían disfrutarse dos años después
de su estreno. Para todos, Gilligan evidentemente no era Casablanca..." Como
buena parte de las comedias de los años sesenta,La Isla de Gilligan fue
rodada en unos estudios de Burbank, en California. Un par de camiones
llevaban decenas de plantas y palmeras al set cada semana debido a que
se secaban a los pocos días. Gran parte de la "vegetación"
era de plástico de modo, con la luz artificial, adentro hacía un calor
desesperante. Schwartz recuerda cómo a Tina Louise (Ginger, la actriz
de Hollywood) había que retocarle el maquillaje cada escena pues el
rímel se derretía con rapidez. "Una vez
alguien sugirió encender el ventilador y, claro, con casi 40 grados allá adentró nos pareció buena idea ¡Tremendo error! La
arena que estaba en el piso convirtió aquello en una tormenta dentro
del estudio. Otra vez en que encendimos una fogata se encendió una de
las hojas de palma artificiales. Por fortuna en la escena íbamos a
utilizar un barril lleno de agua, de otro modo nos habríamos
chamuscado". Respecto a las escenas en exteriores donde se ve la
playa --y que cerraba cada capítulo-- fueron rodadas en Redondo Beach,
no muy lejos de Burbank; las plantas y palmeras cubrieron lo que era un
estacionamiento donde se vendían hot dogs. Los primeros
episodios fueron filmados en blanco y negro, factor que llevaba
desventaja contra, por ejemplo, series como Batman, que desde el
inicio fueron filmadas en color. Cuando la serie comenzó a ser
transmitida en color, los ejecutivos de la NBC ya tenían pensado
cancelarla. "No está en mí decir si fue un error", apunta
Schwartz, quien en su biografía demuestra poseer una memoria
fotográfica. Dos años después,
en plena guerra de Vietnam, La Isla de Gilligan fue transmitida en
canales pequeños como repetición. De inmediato subió el rating; era
1969, año en que ocurrió el concierto de Woodstock, un fan fue
apuñalado en pleno concierto de los Rolling Stones en Altamont y cintas
de crudo realismo como Easy Rider parecían indicar el fin de las
comedias sencillas tipo Gilligan. Por el contrario, la TV volvió a
inundarse de esas series ingenuas como Hechizada, Mi Bella Genio, Batman
y, claro, Gilligan. Nuevamente
Cantor: "La comunidad intelectual no parece comprenderlo, como
tampoco lo comprendía entonces: Cuando en el mundo exterior hay
tragedia, desazón y violencia, dentro de la familia se buscará lo
simple, lo absurdo y lo que nos haga reír. Las series como Gilligan cumplen este propósito. Por algo en los sesenta muchos padres de
familia consideraban que los noticieros nocturnos no eran aptos para sus
hijos, preferían que soñaran en las tardes con un paseo de tres
horas". ________ Texto condensado de Mis tardes favoritas: series televisivas de los
sesenta y setenta. Libro-ensayo
|