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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Internacional

 

La Revolución Bolivariana, a punto de derrumbarse

 

Como buen populista, Hugo Chávez enarbola la paranoia antiyanqui como cortina ante el inminente fracaso de su Revolución Bolivariana. Días aciagos esperan a Venezuela, país que tiene todo para ser próspero, excepto gobiernos responsables.

JULIO, 2005. La Revolución Bolivariana comienza a desplomarse. Los fans del dictadente venezolano podrán decirnos que no, que Hugo Chávez conduce a su pueblo hacia un horizonte de felicidad, mientras que a la OPEP le conviene más el mutis para evitar que la catástrofe en uno de sus miembros produzca una caída en los precios del petróleo. Tampoco le conviene decirlo a la burocracia, que si en Venezuela de por sí era onerosa, durante los siete años de chavismo ha crecido con venezolana alegría. Tampoco le conviene decirlo al vicepresidente José Vicente Rangel, vergonzante veleta que hoy es chavista, ayer fue calderista, anteantier carlosandrecista, antes herreracampinista y aun perezjimenista, en relación al último dictador, antes de Chávez, que tuvo al país en un puño. Todo con tal de aferrarse al presupuesto público.

Todos ellos responderán con el mismo sonsonete que por acá Andrés López nos receta cada vez que se le cuestiona: es un complot del imperialismo y la ultraderecha para detener la Revolución Bolivariana, un machote al cual bien se le puede quitar la última parte sustituyéndola por "rayito de esperanza". Pero con una economía petrolizada hasta el paroxismo --casi el 82 por ciento; en México es el 39 por ciento-- y al mando de un personaje dramáticamente divorciado del
sentido común, Venezuela tiene un pie en el abismo; de seguir así las cosas, antes que concluya el 2005 estallará una crisis igual o peor que la que afectó a México en 1994 y a la argentina en el 2000. En previsión de todo esto, Hugo Chávez acaba de lanzar una cortina de humo ante lo inminente, y ésta es el discurso antiyanqui que también le ha servido bastante a su alter ego Fidel Castro.

El pasado 21 de junio y dentro del maratónico programa Aló Presidente (ocho horas que todos los canales deben transmitir para uso y disfrute de los fans del exteniente coronel) Chávez aseguró, aunque sin mostrar las pruebas, haber recibido informes de que el gobierno norteamericano planeaba una invasión a Venezuela para deponerlo. "Que no se equivoquen los imperialistas", rugió Chávez en un discurso idéntico a otro pronunciado por Fidel Castro en julio de 1999, cuando el dictador cumplió 40 años y, naturalmente, anunció otra "inminente" invasión norteamericana  "cada venezolano defenderá su suelo y su dignidad... serán derrotados una y otra vez".

¿Significa esto que la Casa Blanca, que no sabe cómo salir del fango en que se hundió en Irak, planea otra intervención militar que sólo le representaría más hostilidad en la región? Por supuesto que no: Chávez empieza a preparar al culpable de su propia incompetencia. Y ese villano, por si aún no lo adivinamos, es el imperialismo yanqui, del mismo modo en que Castro lleva casi medio siglo culpando a Washington de un caos que él mismo provocó.

La casa está a punto de derrumbarse por lo que hay que denunciar desde ahora al Lobo Feroz.

                                            Felicidad subsidiada

Argentina tuvo en Perón a un caudillo que arruinó a una nación próspera. En el caso de Venezuela la causa de porqué Hugo Chávez fue refrendado en el puesto mediante los votos obedece más al petróleo.

En la época de la posguerra el petróleo adquirió un valor primordial, hecho que coincidió con el descubrimiento de enormes mantos petrolíferos al noreste de Venezuela. La súbita riqueza atrajo inmigrantes, en especial de Europa (la exótica belleza de las venezolanas, que le ha valido cinco premios internacionales de belleza, tiene mucho que ver en las mezclas raciales de los nativos con los llegados de fuera) inversiones a granel y una economía dinámica financiada con las ventas del hidrocarburo. Eran los tiempos de jauja: la construcción de rascacielos empezó a competir con la de Nueva York mientras que el turismo a Miami creció un 700 por ciento, todo esto gracias a un bolívar subsidiado que hacía mucho más barato viajar al exterior aunque el turismo local tampoco se quejaba pues el Estado enviaba con todos los gastos pagados a sus burócratas para que visitaran las playas y sitios recreacionales.

El dólar barato hacia que sus vecinos colombianos, brasileños y ecuatorianos --que en los setenta eran gobernados por dictaduras mientras Venezuela llevaba una democracia longeva-- se vieran en desventaja pues del otro lado de la frontera llegaban miles de personas que vaciaban las principales tiendas. Esta era la felicidad subsidiada que era vista con envidia por sus vecinos sudamericanos.

En 1973 asumió el poder Carlos Andrés Pérez, miembro de la clase media venezolana artificial, esto es, sostenida por el Estado. El presidente, también conocido como CAP, admiraba a Keynes y al New Deal de Roosevelt, todo aderezado con un discurso ultranacionalista en cual rápido encontró un chivo expiatorio a quien culpar de que "la pobreza aún subsistía en Venezuela": las compañías petroleras, de capital privado. Desde hacía tiempo éstas pagaban elevados costos de explotación pero el Estado aplicó una "rectoría" del 51-49 de propiedad, luego del 60, 70 y 80 hasta que las petroleras, resignadas ante lo inevitable, aceptaron ser indemnizadas. La expropiación fue celebrada como un acto de soberanía y CAP fue felicitado por la izquierda mundial, incluidas la extinta URSS y Fidel Castro.

Sólo que al quedarse con todo el petróleo, CAP también se adueño de la economía, la cual dependía del energético hasta en un 80 por ciento. Y aunque una excusa del presidente Andrés Pérez para expropiar fue "darle un manejo racional a tan preciado recurso no renovable", según dijo a la desaparecida revista Visión, la explotación por parte de la flamante Petrovén se duplicó de 1974, año de la expropiación, a 1979. Los subsidios también aumentaron, nadie se preocupaba de pagar impuestos mientras miles de turistas, conocidos como los "damedós", inundaban las tiendas de Miami. También creció al burocracia; en un país que en 1978 tenía 16 millones de habitantes, casi 3 de ellos recibían sueldo del gobierno.

Después de una bonanza en los precios del petróleo debido a la crisis energética de 1979, el costo del barril del petróleo se fue estabilizando a la baja hasta que en 1982, y al igual que en México, la barrera fue muy inferior a la que había proyectado Petrovén. Ese fue el inicio de una crisis económica que perdura hasta hoy y que tiene a un Estado gastalón y dilapidador el cual, paradójicamente, vive en constante déficit.

Lo que complicó las cosas es que el ciudadano venezolano no ha aprendido a adecuarse a las nuevas circunstancias y anhela que todos los servicios y subsidios le sigan siendo otorgados por el Estado; durante la bonanza petrolera el país vivía dentro de una economía  ficción con precios bajos y aparente estabilidad económica, tiempos que se acabaron cuando el gobierno tuvo que pagar la factura por sus derroches. La urgencia de regresar a esas épocas con el mínimo de esfuerzo explicaría el porqué los venezolanos reeligieron a dos expresidentes, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, y porqué luego votaron y refrendaron en el cargo a Hugo Chávez, quien supo aprovechar el descontento hacia los partidos políticos tradicionales y ante la necesidad que alguien "impusiera el orden" en un gobierno corroído por la corrupción y el clientelismo.

Hugo Chávez no sólo ha agudizado el déficit sino que ha administrado la misma receta que llevó a Venezuela al abismo durante los ochenta, esto es, financiar una economía ficticia con los ingresos del petróleo y que no puede resistir por mucho tiempo más. Y al igual que entonces, veremos cómo, para evadir responsabilidades, el chavismo volverá e enarbolar la deshilachada bandera de la invasión yanqui.

 

                                                Lo que viene

Como guión telenovelero, es sencillo predecir lo que sucederá con la "República Bolivariana de Venezuela" los próximos meses:

- Los populistas normalmente polarizan a la sociedad. Chávez se toma muy en serio aquello de "divide y venderás" y lo ha hecho de tal modo que muchos matrimonios, amistades, compadrazgos y sociedades se han roto porque unos son "chavistas" y los otros "opositores". Esta división puede llevar a una guerra civil su Chávez no se va por las buenas o es obligado a renunciar una vez que estalle la debacle.

-- Habrá una alza generalizada de precios que Hugo Chávez aprovechará para perseguir al sector comercio acusándolo de "hambreador" y, ya encarrerado, podría decretar algunas nacionalizaciones las cuales, pese a que sólo empeoran las cosas, son siempre vistas con beneplácito por las clases bajas. Huelgas, discursos maratónicos es lo que podemos esperar de se periodo.

- Se agudizará el discurso ultranacionalistas mientras la caída de la economía irá de la mano con la fuga de capitales y una fuerte presión contra la moneda ante lo cual el gobierno venezolano culpará a los "enemigos del pueblo" y a los "explotadores" antes de admitir su propia incompetencia.

- La nueva Constitución venezolana establece que, en situaciones que "vean amenazada la seguridad nacional" --algo tan vago e impreciso que bien podría incluir hasta una gripe presidencial-- el Estado tiene la facultad de requisar y manejar los medios de comunicación con la supuesta intención de "salvaguardar la soberanía". Traducción: cuando empiece la debacle, el gobierno chavista la utilizará como pretexto para tomar el, control de la prensa que le podría ser hostil.

En conclusión, lo que ha frenado un poco los exabruptos de Hugo Chávez es una clase media que ya despertó y lo obligó a realizar un plebiscito en el 2002. Ya en una ocasión pudieron removerlo del poder donde, para su sorpresa, el apoyo popular de protesta por su remoción fue inexistente.

Es fácil predecir los argumentos que empleará Hugo Chávez cuando su Revolución Bolivariana comience a inundarse. Lo difícil es saber qué ocurrirá más adelante. Y de lo que pase Hugo Chávez no será el único culpable: también serán quienes votaron por él, esperanzados por volver a un pasado que nunca jamás va a regresar.