Otros textos de Literatura

Cuentos chinos, de Oppenheimer

Rebelarse vende, y bien

Truman Capote, choque de vanidades

Autores vendesueños 

Archivo

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

f

a

s

e

n

l

i

n

e

a.

c

o

m

ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

Literatura


                             Mark Twain, el icono cuestionado

Mientras algunas escuelas norteamericanas han retirado de sus bibliotecas los libros "racistas" de Mark Twain, otros consideran que, a casi 100 años de su muerte, el escritor aún delinea la literatura actual del país

ENERO, 2005. Si Mark Twain viviera hoy difícilmente habría publicado un libro en Estados Unidos. Su estilo desenfadado, ameno, anecdótico y en gran parte humorístico, habría sido sepultado por los activistas que lo considerarían "políticamente incorrecto" y, sobre todo, "racista". Huckleberry Finn, su libro más famoso, habría causado espanto a los posibles editores, temerosos de recibir demandas por difamación por personas "ofendidas" y de quienes nadie jamás había escuchado.

Afortunadamente para el mundo literario, Samuel Clemens, inmortalizado como Mark Twain, vivió en una época donde las letras fluían más libremente y que lo convirtieron en un autor que está a punto de cumplir sus primeros 100 años de muerto y aún levanta controversias. Los activistas políticamente correctos quizá jamás comprendan que Twain fue un producto de su tiempo, y que es altamente ridículo querer equiparar los valores de aquella sociedad con los actuales. Es cierto que muchos epítetos suenan hoy bastante fuertes, y aun desagradables --el término "nigger" lo emplea Twain profusamente en buena parte de sus obras y escritos--, pero no debemos olvidar que semejante adjetivo era aceptado en el lenguaje de entonces, y que por ello nada debemos reprochar a la memoria de Twain. El error que han cometido los cabeciduros activistas PC ha sido el interpretar al autor con óptica social, en vez de hacerlo desde lo literario.

En este sentido, y por el cual Twain no debe ser retirado de las bibliotecas escolares, el recuento es extraordinario, magistral: Nadie como él  retrató el Mississippi pos Guerra de Secesión, o dibujó a la sociedad sureña como él; cuando hablamos de los steamboats, la región del Delta, los caserones donde vivían los patrones enriquecidos con la colecta del algodón, la música de banjo y, claro, la picardía e ingenio de los hoy llamados afroamericanos, se lo debemos en buena parte a Mark Twain. Cuando la cinta Lo que el viento se llevó difundió la imagen de esa extensa región del sur que se extiende desde el noreste de Texas hasta Georgia --donde se desarrolla la historia de Scarlett O'Hara y Greg Butler-- buena parte de quienes vieron la película ya estaban familiarizados con ese ambiente gracias a los libros de Mark Twain.

Antes de Twain, la literatura norteamericana carecía de brújula. Walt Whitman, contemporáneo suyo, estaba más bien influido por los autores británicos, aparte que su estilo refinado chocaba con los lectores que buscaban a un autor más en contacto con lo popular. En vez de imitarlos, Twain, un agudo observador y, en su muy particular estilo, crítico social, decidió hondar en su ambiente más inmediato, factor que aprovechó al punto en que se convirtió en el autor norteamericano más prolífico de su tiempo y, con afortunada añadidura, en uno de los más leídos.

Ávido lector de temas medievales, Twain escribió Un yanqui en la corte del Rey Arturo en lo que aparentemente era "literatura ligera" pero donde en realidad yace el principio que habría de marcar a buena parte de los autores y libros hechos en Estados Unidos, esto es, su proyección hacia Europa cada vez más frecuente. Después de ese importante paso la emigración de escitores norteamericanos a Europa --esto por parte de un país que, hacia fines del siglo XIX, era considerado en el viejo continente como una "estepa salvaje"-- se hizo incontenible: Miller, Dos Passos, Hemingway y F. Scott Fitzgerald... todos ellos vivieron o visitaron Europa con lo cual se invirtieron los roles, pues fueron éstos los que comenzaron a influir en los autores de aquellas latitudes.

Por supuesto que uno de los secretos de Mark Twain se encuentra en su narrativa, un mundo tan detallado que a veces nos parece olerlo, y unas anécdotas descritas con tal maestría que no llegamos a pensar que su Tom Sawyer sea un personaje imaginario. Pero Twain también manejó hábilmente los sentimientos de sus personajes. Cuando nos presenta a Tom como incapaz de entender en sufrimiento de Jim marca, primero, lo difícil que era --y sería-- para su país manejar la cuestión racial y, segundo, la corresponsabilidad y costos que conlleva Tom Sawyer al aferrarse a la aventura como forma de evitar los deberes de adulto. Los activistas PC que exigen el retiro de Huckleberry Finn están negando, de la manera más torpe posible, el que las nuevas generaciones indaguen en un tiempo que reflejó Twain y que es indispensable para comprender el presente de Estados Unidos.

Naturalmente que, como persona, Mark Twain tuvo muchos defectos. Pero si nos guiáramos en ese parámetro, entonces los libros de Hemingway también deberían ser restringidos a las nuevas generaciones dado el machismo y el comportamiento sexista de quien los escribió. Sería un claro error, pues se nos arrebataría así la oportunidad de leer obras insuperables. Y así como el autor de El Viejo y el Mar aún dejó una profunda marca en la literatura norteamericana, Mark Twain ostenta los mismos blasones. Y quizá más meritorios porque éste último comenzó a publicar desde décadas atrás.
    
              

 

 

 

 

 

Artículos relacionados

 

Lo Políticamente correcto, aberración orwelliana

 

Octubre, 2005