El Poder de la Voluntad de Interpretar

Se suele querer ver en esta desigual colección de textos de la última etapa de su vida una cierta complacencia nihilista, en vez de percibir en ella las señales que indican hacia la necesidad de recorrer en toda su intensidad las huellas que conducen hasta la fuente compartida, hasta la común raíz genealógica de nihilismo y ontología.


Por Gonzalo Portales*

La infinita perfectibilidad de la hermenéutica. El término, que proviene del ámbito conceptual del romanticismo temprano - la escuela de Jena, organizada en torno a la figura de Friedrich Schlegel- , parece describir fielmente la deviniente vorágine textual-interpretativa sobre la obra nietzscheana, cuyo crecimiento adquiere proporciones geométricas a medida que se aproxima la fecha exacta de la conmemoración de su muerte, acaecida el 25 de agosto del año 1900. Y esto sucede no solamente porque cien años parecen señalar una distancia temporal adecuada para una mirada crítica a una obra filosófica, sino además porque ellos expresan justo la mitad del tiempo profético caracterizado por Nietzsche como la venidera época del nihilismo. Sin duda que su última filosofía - aquella que quedó en estado fragmentario y que se identifica con el proyecto de una Voluntad de poder- pertenece de lleno a esta misma época: la anuncia en su porvenir incierto y la co-determina en su presente decimonónico.
El nihil como pérdida acompaña, en efecto, a la culminación del siglo XIX en su intento por recuperar parcialmente, mediante la sistematización del saber, la ausencia de los cimientos ontológicos anteriormente otorgados por los discursos explicativos del ser de la divinidad. Este es el movimiento del fundamento (Grund) al abismo (Abgrund) o, como también se ha dicho - haciendo uso de una conceptualidad post-nietzscheana- , en él aparece el nihil propio de la herencia ontoteológica. Nietzsche cree poder distinguir en esta actitud la del nihilismo pasivo, cuya nostalgia ante la pérdida lo fuerza a oscilar entre el duelo y la melancolía, resignándose con fatalidad trágica ante la inminente falta de aquello mismo que aún se anhela: el orden escatológico de la tradición platónico-cristiana. El develamiento de la "fábula" del mundo verdadero sucumbe así en el pesimismo y en la voluntad hacia la nada.

Pero la última filosofía de Nietzsche no se conforma con esta descripción epocal, sino que se apropia de la gravedad del diagnóstico y del peligro involucrado en la constatación del nihilismo como punto de partida. La radicalidad de la fisura con la tradición occidental que desde allí se produce ha impedido a diversas interpretaciones, según me parece, advertir las consecuencias afirmativas de la fragmentaria filosofía del nihilismo europeo. Se suele querer ver en esta desigual colección de textos una cierta complacencia nihilista, en vez de percibir en ella las señales que indican hacia la necesidad de recorrer en toda su intensidad las huellas que conducen hasta la fuente compartida, hasta la común raíz genealógica de nihilismo y ontología. El esfuerzo de una verificación tal debiera ejercer un efecto de emancipación con respecto a la autoritaria determinación de sentido - causalismo ejercido por una subjetividad intencional- y permitir en su lugar el libre juego de las fuerzas que constituyen lo que Nietzsche denomina inocencia del devenir (Unschuld des Werdens). La multiplicación casi infinita de las perspectivas posibles derivadas de este juego posee, ciertamente, un efecto destructor en relación a la conceptualidad de la metafísica. La diversificación de los ángulos produce una cambiante topología de la mirada que descentraliza la fuerza semántica tradicionalmente otorgada a términos como fundamento, finalidad, razón, origen, verdad. No obstante su innegable diletantismo conceptual, Nietzsche busca mediante este giro subvertir además el orden epistémico, oponiendo a la gravedad de la mecánica y del atomismo aquella jovialidad científica contenida en la expresión acuñada en 1799 por Friedrich Schlegel, "die frohliche Wissenschaft" ("la ciencia alegre")

Sin embargo, la historia de la recepción ha sido en gran parte la historia de un rechazo. Si se indaga por la procedencia de la tradicional resistencia frente a este pensamiento innovador, se verá que ella no se reduce a la mera actitud de defensa del statu quo, sino que alcanza asimismo tanto al pensamiento anglosajón como a aquella filosofía que ve la tarea del presente en la destrucción de la historia de la ontología. Creo que dicha resistencia se debe, principalmente, a la enorme ambigüedad polémica presente en el término voluntad de poder (Wille zur Macht). En el primer caso se trata de un conformismo hermenéutico que no quiere investigar más allá de la simple identificación del concepto con el darwinismo social y su prolongación fascista (Baeumler y secuaces). En el segundo, se ubica la voluntad de poder dentro de los marcos de la esotérica u obra principal (Hauptwerk) en contraposición con la exotérica u obra principal. Desde allí se sospecha un peligro sistematizante y una insoslayable filiación metafísica que vincula al término con la línea conceptual que va desde la ousía griega hasta las filosofías de la voluntad del siglo XIX.

El actual estado del corpus nietzscheano - la edición crítica de sus textos- muestra, empero, que el fragmento es una escritura del saber siempre tentativo. Así también, sus posibles interpretaciones desde hace ya cien años.

*Profesor del Instituto de Filosofía y Estudios Educacionales de la Universidad Austral de Chile.