FEDERICO
AGUIRREZABAL FLORES
GRUPO 601
MANIPULACIÓN
El manipulador
moderno carece de la capacidad de disfrutar, de utilizar su conocimiento y de
ampliar su sentido de vida y crecimiento. Para el manipulador, la comprensión
de la naturaleza humana sólo sirve un propósito: controlar.
Sabemos que el
bebé pronto aprende a hacer alguna gracia, emitir ruidos o hacer una rabieta
cuando lo desea para obtener lo que quiere. Después el medio en que se
desarrolla le proporciona una escuela constante y un aliciente amplio en las
artes de la manipulación. No debe
extrañarnos entonces que el adolescente, es decir, el más moderno de los
hombres modernos, considere que la vida le debe una forma de vivir y de amar y
que se niegue a enfrentarse al reto que significa la vida, utilizando
fácilmente todas las triquiñuelas de seducción para poder controlar. Algunas
las saca de su padre, quien desempeña el papel del padre responsable porque
tiene una necesidad secreta de omnipotencia; otras de su madre, quien lo
manipula en forma desesperada para seguir reteniéndolo.
Los
manipuladores forman tanta parte de nuestra vida diaria que el observador
normal, no versado en estos asuntos, sólo se da cuenta de lo más obvio o
dañino.
Aunque la
manipulación es una plaga particular del hombre moderno, su carácter es
universal, infinito y no tiene edad. La paradoja del hombre moderno es que es
un ser humano inteligente con conocimientos científicos sobre esto y, sin
embargo, se permite vivir en un estado de vitalidad inferior y de inconsciencia.
Podemos decir sin temor a equivocarnos, que casi todos somos manipuladores de
alguna manera u otra. Esta claro que no
todos somos embaucadores, agentes de ventas o predicadores. La mayoría somos
sólo personas que hacemos lo que nos sale naturalmente, pero nuestros sistemas
para entendernos no han sido muy buenos.
El hombre no
nace siendo manipulador. Lo que lo preocupa o lo enferma y donde surge la
tendencia de manipular a los demás, sea mucha o poca, viene más bien de lo que
aprendemos a lo largo del camino. Por desgracia para el hombre moderno, los
medios de aprendizaje comunes se cargan mucho hacia el lado de la
manipulación.
Por encima de
todo, el manipulador no quiere que nadie se dé cuenta de sus sentimientos más
profundos, ni siquiera sus seres queridos.
Paralelo a la
necesidad del manipulador de controlar esta la necesidad de ser controlado.
Durante siglos, el hombre ha tratado de resolver el problema recurriendo a un
sistema de control moralista utilizando los conceptos del bien y del mal y ha
buscado alguna autoridad para que no sea él quien tenga que decidir lo que esta
bien y lo que esta mal.
La
paradoja es, que esto lleva a la definición de que lo que es bueno es lo que le
agrada a la autoridad y lo que es malo es lo que le desagrada. Más importante
aún, los conceptos moralistas del bien y del mal conducen a un rechazo
psicológico, ya que el individuo debe decidir cuales son las partes que le
gustan o son buenas de sí mismo y tratar de ser esas partes, y después tratar
de decidir cuáles son las malas para rechazarlas y negarlas. Esto provoca que
el individuo nunca este totalmente seguro de lo que es bueno y lo que es malo.
En cada uno de
nosotros existen dos lados, el fuerte y el débil. El fuerte es el lado
activo por ser el más enérgico, dictatorial o autoritario. El débil es el lado
pasivo por ser dócil y sumiso. Cada uno de estos lados puede expresarse de una
manera creativa o actualizadora.
Un manipulador
es una persona que usa, explota o controla a otros o a sí mismo como si fueran
cosas, en formas autodestructivas.
Se dice que las
cosas se pueden disecar o manipular sin dañar su naturaleza, pero el hombre no
es una cosa. A él no se puede disecar sin destruirlo, a él no se le puede
manipular sin perjudicarlo.