Las presiones proteccionistas aumentan

Daniel Artana

La discusión económica del último mes se ha centrado en dos temas principales: la desaceleración del ritmo de crecimiento y propuestas para modificar el Mercosur, que en verdad esconden una vuelta al pasado proteccionista de la Argentina.

Respecto del primer tema se ha argumentado que el paquete impositivo ha frenado la recuperación. Si bien es cierto que los números de actividad económica de enero y la recaudación de febrero sugerían un problema, el IPI de FIEL ha recobrado un ritmo positivo de expansión en febrero, las exportaciones crecen a dos dígitos y se observa una mejora en el riesgo país y en la situación de Brasil, que se ha traducido, como era de esperar, en una apreciación del real en moneda constante.

En la medida en que los factores externos fueron los principales desencadenantes de la recesión de 1999 (devaluación y recesión de Brasil, suba del riesgo país, súper dólar y caída en el precio de las commodities) y algunos de ellos muestran mejoras importantes, la Argentina va a ir abandonando gradualmente la recesión. Lo hará a un ritmo lento en comparación con la salida de la recesión del Tequila y ello se explica por un crecimiento menos vigoroso de la inversión, siempre comparando con 1996/1997.

De todas maneras, la recesión en la Argentina, la devaluación de Brasil y los incentivos para radicar industrias que proporcionan algunos estados de ese país han desatado una fiebre proteccionista en la Argentina. El gobernador de la Provincia de Buenos Aires ha insistido con la idea de favorecer a las empresas radicadas en su territorio en las compras públicas (aunque llamativamente la primera decisión ha sido en contra no de una empresa brasilera sino de una empresa importadora de Taiwan de jeringas y a favor de la empresa argentina que había perdido la licitación), y la provincia de Córdoba ha prometido rebajas impositivas a quienes inviertan allí, a la vez que ha sugerido que podría introducir también un compre provincial. También funcionarios del Ministerio de Economía de la Nación han mencionado la posibilidad de convertir al Mercosur en un área de libre comercio en lugar de una unión aduanera, y algunos economistas han propuesto iniciar negociaciones con el Nafta o introducir medidas comerciales compensatorias.

Sin dudas la devaluación de Brasil ha complicado (transitoriamente) a los productores de bienes transables de la Argentina, pero a poco que se analicen las propuestas se puede observar que esa es una simple excusa para esconder un retroceso hacia prácticas proteccionistas. La Argentina tiene varias disputas comerciales con Brasil y un reciente fallo arbitral en el caso de las importaciones de productos textiles ha servido para calentar un poco más el ambiente (el tribunal arbitral por unanimidad dijo que eran ilegales las salvaguardias que imponía la Argentina a las importaciones de algunos productos textiles desde Brasil). Pero en verdad, los compres provinciales afectan a los productores del resto del mundo e incluso a los radicados en la Argentina con plantas en otras provincias, y las propuestas de cambiar el área aduanera por una zona de libre comercio no afectan los aranceles de importación de productos que vienen de Brasil (en la zona de libre comercio seguirían siendo cero) sino que permitirían a la Argentina aumentarlos hasta el máximo del 35% acordado con el GATT para las compras realizadas fuera del área, en lugar de avanzar en un costoso proceso de negociación con los otros tres socios para aumentar el arancel externo común.

Esta suma de presiones proteccionistas sin duda ha sido alentada por las promesas realizadas por el gobierno nacional de la Argentina que ha sugerido su clara intención de introducir políticas activas para favorecer el crecimiento de la industria y del empleo. Cualquiera que conozca la experiencia internacional con este activismo industrial sabe que dichas medidas castigan a los consumidores y a los exportadores que terminan pagando precios más altos que sus competidores internacionales por los insumos, y que contribuyen a crear una industria menos competitiva.

En verdad, la estructura arancelaria acordada por los cuatro países miembros del Mercosur esconde una clara política activa. Rige un arancel con gran disparidad entre productos y niveles relativamente altos. Por ejemplo, en la Argentina el arancel promedio ponderado de las importaciones es casi 15% (con un mínimo de 0% y un máximo de 35%) mientras Chile converge a un arancel del 6% virtualmente uniforme para todos los productos. Lo conveniente para países del tamaño de los miembros del Mercosur es reducir tanto la disparidad como el valor medio, abriendo más la economía de modo tal de reducir ese impuesto escondido sobre los consumidores y sobre los exportadores.

Pero la eventual salida del Mercosur hacia un área de libre comercio no se plantea con ese fin, sino para cerrar todavía más la economía. Y allí radica una de las ventajas de la unión aduanera. La estructura arancelaria, por más criticable que sea, tiene estabilidad al tener que negociarse los cambios con el resto de los países miembros. Y además se sabe que las ventas entre los cuatro países podrán hacerse libre de derechos.

Aquí aparecen también algunas sugerencias de algunos industriales argentinos de buscar vías de excepción a este libre comercio entre los países miembros, propuesta ingenua porque supone que en la carrera por restringir el comercio los otros tres países se cruzarán de brazos a mirar cómo protege la Argentina. Lo más probable que ocurra es que haya medidas de retorsión e iniciemos una carrera proteccionista echando por la borda tanto esfuerzo realizado en inversiones pensadas en función de un mercado más amplio.

Por su parte, la idea de entrar al Nafta que, aún cuando algunos estudios sugieren que puede ser conveniente para la Argentina, ignora los aspectos prácticos de la negociación. Chile no ha podido pasar la resistencia del Congreso americano a darle el "fast track" al Ejecutivo y ello ha bloqueado su ingreso al Nafta. ¿Porqué habría de esperar una respuesta diferente de los legisladores de Estados Unidos a un eventual pedido argentino de entrar a esa zona de libre comercio?. Ausente esta suerte de "garantía de comercio libre" que tendría una eventual modificación del status del Mercosur, seguramente el cambio resultaría en más protección y no menos como pretenden algunos de los economistas que han sugerido la conveniencia del Nafta.

Finalmente, también se han propuesto medidas comerciales compensatorias y acuerdos entre Argentina y Brasil para estimar el tipo de cambio real de equilibrio de cada país que se utilizarían para disparar aranceles o subsidios cuando se produzca un desfasaje importante entre el tipo de cambio observado y el de equilibrio. Esta propuesta es equivocada desde un punto de vista conceptual e ingenua desde un punto de vista práctico.

Por un lado, la supuesta compensación es una mera redistribución desde los consumidores argentinos (que pagarán mayores precios por los productos importados y los exportados con mayor subsidio) hacia los productores nacionales. No se gana competitividad viz a viz el resto del mundo sino que se redistribuye entre nosotros. Esta transferencia del problema a los consumidores no es lógica porque éstos tienen menores oportunidades de diversificar el riesgo cambiario de Brasil que las empresas.

Además, la propuesta se centra en la relación cambiaria entre Brasil y la Argentina, y se olvida de los dos tercios del comercio restante que pueden haber sido afectados por la devaluación del Euro, el won y decenas de otras monedas. Armar una política compensatoria que incluya todas las monedas es imposible y groseramente equivocado porque en definitiva llevaría a un tipo de cambio a la medida de cada empresa.

También se ignoran aquellos sectores que compiten con Brasil pero "a través del dólar financiero" que seguiría inalterado. No hay compensación alguna para el turismo, el comercio fronterizo y los servicios transables.

Finalmente, la propuesta es ingenua ya que supone que el año inicial para calcular las eventuales compensaciones es 1999, cuando Brasil podría argumentar (de hecho ya lo han sugerido sus funcionarios) que podrían revisarse los años del real atrasado, y además se fomenta un proceso de triangulación de operaciones de comercio hacia los otros dos socios del Mercosur u otros países que podrían quedar fuera del acuerdo compensatorio.

Por su parte, desde el Ministerio de Economía se han sugerido los acuerdos voluntarios entre empresas de ambos países para regular el comercio. Estos acuerdos resultan en una transferencia de los consumidores argentinos (familias o empresas según el producto) hacia los productores que acuerdan, tanto de la Argentina como de Brasil. Por ello, fueron fuertemente utilizados en los Estados Unidos cuando los japoneses acordaban restringir las exportaciones hacia ese mercado manteniendo precios artificialmente elevados pero "razonables" para los productores americanos.

El presidente De la Rúa ha dicho claramente que el Mercosur se mantendrá como está, pero esta muestra de sensatez debería ser acompañada por una mayor coherencia en las declaraciones de los funcionarios nacionales argentinos, por un acuerdo con los otros tres países miembros de fomentar más el libre comercio lo cual exige algún tipo de penalidad para los estados brasileños y las provincias argentinas que adopten medidas proteccionistas o de subsidio a la inversión, y por una señal contundente de los cuatro países que el arancel externo común será gradualmente reducido de modo tal de moderar el desvío artificial de comercio. En otras palabras, se trata de responder a la cultura proteccionista del pasado con mayor apertura en una decisión conjunta que muestre el compromiso de los cuatro países con sus exportadores y consumidores.