La situación en Brasil

Ricardo López Murphy

Luego de la devaluación de enero Brasil logró superar los dos riesgos más significativos que enfrentaba como eran un salto inflacionario y la reindexación de la economía, así como una reestructuración forzosa de la deuda pública con su efecto devastador sobre el mercado de capitales y financiero y el nivel de actividad económica.

La situación ha presentado novedades en relación a los análisis formulados en marzo pasado con el lanzamiento de las medidas.

El nivel de actividad económica exhibirá una menor caída que la originalmente planeada en el acuerdo con el FMI. Ello ha de facilitar el cumplimiento de las metas de superávit primario en el sector fiscal que aparecían de tan difícil realización en marzo pasado.

En segundo lugar se ha logrado fijar un nuevo régimen monetario que siempre es una tarea muy compleja luego de una brusca devaluación, y ello ha estado vinculado a una modalidad de metas de inflación extremadamente exigente que prevé tasas de 8% para 1999, de 6% para el año 2000 y de 4% para el año 2001.

En tercer lugar la situación del déficit en cuenta corriente luce muy diferente de la imaginada ya que no se ha podido producir una gran corrección en la cuenta comercial debido a la situación de los vecinos y de los productos de exportación disponibles. Ello asegura la necesidad de una política de tasas de interés más agresiva que la originalmente diseñada ya que se deberán atraer grandes recursos del exterior en un contexto de metas de inflación muy rígidas.

Ello comprometerá sin duda las metas fiscales y totales ya que una clave del ajuste dado el alto nivel de deuda interna era una caída muy sustancial de la tasa de interés. Prácticamente ella debería ubicarse en 16% hacia el último trimestre de este año y ello no parece sencillo de instrumentar. A tasas mayores la dinámica de la deuda desestabiliza la economía.

Una cuestión importante a entender es porque no se trasladó a la inflación una devaluación de casi 50%. En ello cooperaron básicamente un clima muy recesivo combinado con altísimas tasas de interés y un alto nivel de desempleo abierto y oculto. El congelamiento nominal de hecho de salarios y gasto público principales componentes de los precios domésticos, hizo el resto.

El gran interrogante pendiente surgirá cuando se recupere la actividad económica, pero allí estará operando ya una economía más abierta y desregulada que en el pasado, así como un menor peso de las referencias arientadas a los períodos anteriores en la fijación de los precios nominales.

El déficit en cuenta corriente que alcanzará niveles de 33.5 billones de dólares en 1997 y 35.1 billones en 1998 va a reducirse a niveles de 23 billones en 1999 y posiblemente inferiores a 22 billones en el 2000 congruente con las metas implícitas de un techo de 3% hacia la próxima década para la inflación anual, el déficit de cuenta corriente del balance de pagos y las necesidades de financiamiento nominales adicionales del sector público. Ese techo sería congruente con una consolidación macroeconómica que permita relanzar el crecimiento por mayor ahorro doméstico, exportaciones e inversiones que es la forma de quebrar la incertidumbre implícita en las tasas de interés de los bonos de largo plazo.

Una gran parte de este esfuerzo depende de la implementación de las reformas estructurales en la seguridad social y en el sistema impositivo que permita compensar los impuestos de emergencia sobre débitos bancarios y jubilados.

Otro factor que contribuye a este proceso es el fenomenal programa de privatización en marcha que prevé recoger casi 35 billones de dólares en el período 1999-2001 propiciando adicionalmente grandes montos de inversión y progreso tecnológico, en particular en electricidad y telecomunicaciones. Se espera también un singular resultado en materia de privatización bancaria.

El riesgo más importante es que no se use el tiempo disponible para producir las reformas, sobre todo en la seguridad social donde los desequilibrios lucen explosivos si no se enfrentan inmediatamente.

Debe recordarse que el punto de partida de la deuda pública brasileña implica spread de más de 1000 puntos básicos sobre las letras y bonos equivalentes del gobierno estadounidense. El efecto de las expectativas es vital para quebrar la desagradable aritmética de la deuda.