Sin señales de recuperación

Daniel Artana

Los desencadenantes externos de la crisis siguen sin mostrar una recuperación importante que permita avizorar una salida fácil de la recesión en la que está inmersa la economía argentina desde mediados de 1998.

Los precios de las commodities continúan deprimidos. Se han recuperado en forma notable los precios del petróleo, y en menor medida los del cobre, y los bajos stocks mundiales de trigo permiten cierto optimismo hacia el futuro; pero continúan deprimidos los precios de las oleaginosas, los productos siderúrgicos y los petroquímicos. Los organismos internacionales recién esperan una modesta recuperación en el precio de las commodities para el año 2000 y más acentuada en el año 2001.

El riesgo de los países emergentes continúa alto, influído por la serie de crisis desatadas en diversos puntos del planeta (Asia, Rusia, Brasil) y por la reciente suba de la tasa de interés de largo plazo de la economía americana. En el caso argentino, que durante un tiempo pudo diferenciarse positivamente del resto de los países emergentes, la transición política que ha venido acompañada de una serie de declaraciones poco afortunadas respecto de la deuda externa del país, ha resultado en una pérdida de esa posición de privilegio.

El fortalecimento del dólar con relación al Euro y al yen continúa afectando el acceso de los bienes argentinos a los mercados fuera del área dólar. En la medida en que se recupere la economía europea y se desacelere la de Estados Unidos puede esperarse una reversión de esta paridad, al moderarse las presiones alcistas sobre la tasa de interés americana.

La devaluación del real y la recesión de Brasil han afectado el acceso de los productos argentinos a ese mercado y reducido los precios de los que compiten con las importaciones brasileñas. En la medida en que Brasil continúe con un ajuste exitoso el panorama de mediano plazo permite cierto optimismo, no sólo por la recuperación en el nivel de actividad de nuestro principal socio comercial, sino también por la posible reducción del tipo de cambio real que se produciría en un contexto de fuerte entrada de capitales y luego de que se haya reducido la tasa real de interés doméstica a niveles anuales de un dígito. El efecto actividad económica puede comenzar a favorecer a la Argentina desde fines de 1999, el de reducción del tipo de cambio real de Brasil seguramente demandará algunos meses más.

Sin embargo, el ajuste exitoso de Brasil presente algunas debilidades en el flanco fiscal (por los problemas en los estados y los municipios) y en el frente externo. Todavía no puede descontarse que Brasil ha resuelto sus principales problemas macroeconómicos.

Política doméstica

Los sucesos políticos recientes en el frente interno tampoco ayudan a reducir la incertidumbre y a moderar el problema recesivo. A la debilidad del gobierno nacional que se puso de manifiesto en varios sucesos (retroceso en las decisiones de reducción de gasto público y del impuesto a los vehículos para el fondo docente, la recurrente presión del Pami por nuevos fondos presupuestarios, y concesiones a los sindicatos en el manejo de la ANSSAL) se agregaron declaraciones desafortunadas sobre la deuda externa. La transición política ha paralizado al gobierno (poder ejecutivo y congreso) y ello impide dar señales positivas como sería la aprobación de la convertibilidad fiscal.

Estas dificultades políticas aparecen en un escenario económico que muestra señales mixtas. Por un lado, continúan las caídas de dos dígitos en la actividad industrial sin que los indicadores desestacionalizados y las encuestas cualitativas que elabora FIEL permitan vislumbrar que se ha iniciado una recuperación. El aumento a 14.5% en la tasa de desempleo y su impacto negativo sobre los niveles de pobreza componen un segundo elemento negativo, al cual debe sumarse el fuerte aumento en el riesgo país y las dificultades para continuar con el plan oficial de renovación de la deuda pública en los mercados internacionales de crédito.

Sin embargo, pueden mencionarse algunos elementos positivos. El más claro es el crecimiento de los depósitos del sector privado en el sistema financiero que brinda una oportunidad de colocar más deuda pública en el mercado doméstico, aunque con el costo evidente de desplazar al sector privado del mercado por las mayores colocaciones públicas.

Un segundo indicador positivo es el aumento del empleo que mostró la encuesta de hogares de mayo de 1999. A pesar del receso y de las caídas que sugerían las encuestas sobre empleo formal oficiales y privadas, la medición arrojó un aumento en los puestos de trabajo. En parte ello puede deberse a una posible "explosión" en los planes Trabajar (programas públicos para desempleados), que se habría dado en particular en las semanas de medición del desempleo; pero la información sugiere también un aumento en el empleo informal. De ser esto así, hay una mala noticia para el futuro por las consecuencias negativas del empleo informal, pero en el corto plazo aparece una señal de mayor flexibilidad de la economía. Esta mayor flexibilidad también se comienza a poner de manifiesto en el sector privado con algunas reducciones de salarios; no así en el sector público que en su casi totalidad (nación, provincias y municipios) muestra un aporte nulo en la reducción de costos que reclama la situación externa negativa que enfrenta el país.

Otro indicador que tiene rasgos positivos es el ajuste en el sector externo. La caída de importaciones a una tasa anual que más que duplica a la observada en la recesión del Tequila es otra señal de flexibilidad. También es positivo que luego de varios trimestres con malos precios de exportación los volúmenes exportados no se reduzcan con relación a los observados en 1998.

Conclusiones

La situación económica de la Argentina es sólida en los indicadores de reservas internacionales, sistema financiero y estructura de vencimientos de la deuda pública, y puede esperarse el apoyo de los organismos internacionales si se cierran por completo los mercados de crédito. La transición política suma algo de incertidumbre pero que puede despejarse rápidamente si el nuevo gobierno da señales claras de austeridad fiscal.

Es poco lo que puede hacerse durante los próximos meses porque no está claro cuáles son los actores políticos futuros, y ello no ayuda a la recuperación.

En el mediano plazo seguramente se requerirá una gran disciplina fiscal, a contrario de lo que ambos partidos mayoritarios han sugerido durante la campaña electoral. El contexto externo todavía complicado para el año 2000 limitará el crecimiento y dificultará una suba importante en la recaudación fiscal.

Ello obliga a ganar recursos eliminando tratamientos de privilegio en el gasto público y los impuestos, y a una mayor eficiencia y focalización en el gasto social, de modo tal de obtener el máximo resultado de un presupuesto que será muy limitado. Al mismo tiempo urge avanzar en las reformas estructurales pendientes para lograr mayor flexibilidad en el futuro (desregulación laboral y de obras sociales, convertibilidad fiscal, nuevo régimen de coparticipación federal). Es posible recuperar a la Argentina, y no es mucho lo que falta hacer en comparación con otros países emergentes que han padecido crisis en los últimos años. Ello, siempre que se archiven las propuestas facilistas que lo único que han logrado es complicar todavía más los problemas al aumentar el riesgo país.