Nació en Venecia, el 29 de marzo de 1939. Su madre era
alemana y su infancia la pasó en Dresden (Alemania),
donde su familia sobrevivió a los bombardeos de los aliados durante la segunda guerra mundial.
Fue descubierto por el realizador italiano Dino Risi en una piscina pública, y su primera aparición en el cine tuvo lugar el año 1951 en la película "Vacanze col ganster" del mismo Risi.
Siguió actuando para pagarse sus estudios y su afición por el motociclismo. Después de estudiar Literatura
Clásica Latina en la Universidad de Roma durante 3 años,
decidió dedicarse plenamente al cine.
Mientras estaba en Almería rodando la película
"Tu perdonas... yo no" , conoció a una chica americana llamada Lori Hill, con la que se casaría ese mismo año.
Tomó el apellido de su esposa para crear su nombre artístico.
Tuvieron dos hijos: Jess y Ross, éste último adoptado.
Ross participó en dos películas junto a su padre: "Don Camilo" y "Renegado Jim".
Ross perdió la vida en un absurdo accidente de coche en
1990, mientras Terence trabajaba en la serie "Lucky Luke", que protagonizaba y dirigía.
La autopsia demostró que no había tomado alcohol, y
el coche tampoco recibió impacto de otro vehículo.
(PERUGIA 15/06/02)
Se trata, creo yo, de una comicidad regenerativa, es decir,
que carga al espectador.
Es un humor sano, un poco infantil, anti-tenebroso, un humor que alimenta al que lo ve, que le da energías.
Empezamos haciendo cosas que no eran de mucha calidad, pero poco a poco hemos ido exigiendo más.
Somos los únicos italianos verdaderamente
internacionales, cinematográficamente hablando.
Mi éxito se lo debo en gran parte a mi mujer.
Ella me aconsejó que cambiara el nombre artístico
cuando nos casamos.
Hollywood no me interesa.
No tengo nada contra el personaje "Trinidad", al contrario, y tampoco me importa que me encasillen.
Bud es como los personajes que interpreta en las películas:
un hombre de aspecto terrible, de fuerte carácter,
pero con un corazón de oro.
Pesa 150 kilos. 150 kilos de humanidad y bondad.
Cuando falleció mi hijo me desmoroné.
En aquellos momentos tan dolorosos pude haber
sido capaz incluso de cometer cualquier locura,
pero la intervención de Bud me lo impidió.
El me hizo ver que la vida seguía hacia adelante y
que lo mejor que podía hacer en recuerdo de mi
hijo era seguir viviendo con orgullo y dignidad.