Por la boca muere el pez. Y es cierto,
aunque tal vez podría ser "por la boca muere el corazón".
Porque lo que se come o se deja de comer afecta al órgano que se
encarga de que la sangre llegue hasta la última esquina del
cuerpo.
Incluso, actualmente se habla de
nutrientes cardioprotectores, que son capaces de disminuir el riesgo de
enfermedades cardiovasculares (infarto al miocardio y otras), destaca
Ramfis Nieto Martínez, internista y nutrólogo, director
de la Unidad de Medicina Interna, Metabolismo y Nutrición de
Barquisimeto (Venezuela).
Nieto advierte que las dietas que
incluyen comidas rápidas con alto contenido en grasas saturadas
(queso amarillo, mayonesa, helados), grasas trans (frituras, dulces,
donas) y carbohidratos (pan, papas fritas, refrescos) ponen a sufrir al
corazón.
Algunas costumbres alimenticias no son
mejores, porque incluyen mucha grasa saturada (parrillas) y alcohol. Ni
los niños se salvan, ya que las fiestas infantiles están
a reventar de frituras (salchipapas, perros calientes), carbohidratos
(dulces, tortas, galletas, papas fritas). "Muchas veces –dice el
médico–, estas reuniones se realizan en los mismos locales de
venta de comida rápida". Encima, se ha perdido la costumbre de
alimentarse con cosas preparadas en casa.
El daño oxidativo que padecen
proteínas, células y tejidos es responsable del inicio de
afecciones del corazón, recalca Beatriz Sánchez, del
área de nutrición y salud de Alimentos Polar. Los
radicales libres "progresivamente deterioran las arterias, hasta formar
las placas aterogénicas y trombos, responsables de los infartos
y accidentes cerebrovasculares".
El cuerpo no está indefenso para
contrarrestar los efectos de los radicales libres. Lo que sucede es
que, según Sánchez, "parte de los antioxidantes que
protegen del daño oxidativo, no pueden son producidos por el
organismo y sólo se obtienen a través de los alimentos".
El
Nacional (Venezuela)