Historia de la Astronomía 

 

Los antiguos pensaban que las estrellas estaban fijas a la esfera más exterior, la situada más allá de la esfera de Saturno. (Por este motivo se llamaban a las estrellas *estrellas fijas, diferenciándolas de las (estrellas errantes o planetas, que se movían independientemente de esta esfera.)

La esfera más exterior de las estrellas no era transparente sino negra, y las estrellas brillaban sobre este fondo como cuentas luminosas muy pequeñas. Todo el cielo negro giraba con completa regularidad una vez por día, transportando consigo las estrellas. Cuando salía el Sol, el cielo se volvía azul y las estrellas desaparecían, pero esto se debía únicamente a que el resplandor del Sol las ahogaba.

Sin embargo, este tema nos lleva a Hiparco (161-127 antes de C.), el mayor de todos los astrónomos griegos. Si tenemos en cuenta que prácticamente no disponía de instrumentos y que los astrónomos anteriores habían dejado pocos escritos, los descubrimientos de Hiparco bastaba para situarlo en­tre los mayores astrónomos de todos los tiempos.

Hiparco trabajó en la isla de Rodas, cerca de la Costa sud­occidental de lo que hoy es Turquía, y para explicar el movimiento aparente de los planetas inventó un sistema de combinaciones circulares superior a los concebidos en los dos siglos transcurridos desde la muerte de Platón. El sistema de Hiparco sobrevivió con pequeñas mejoras durante mil setecientos años.

Un astrónomo posterior, Claudio Tolomeo (100-170 después de C.), que vivió unos tres siglos después de Hiparco, resumió hacia el año 150 después de C. el sistema de Hiparco con algunas mejoras en un libro que sobrevivió hasta la edad moderna, lo cual no sucedió con ninguna de las obras de Hiparco. Llamamos así sistema tolemaico al sistema astronómico que sitúa la Tierra en el centro del universo, con los demás cuer­pos girando a su alrededor.

La mayoría de la gente creía que los planetas en sus movimientos ejercían una influencia sobre la Tierra y sobre las huma­nos, y que si se conseguía elaborar un sistema que predijera exactamente sus movimientos quizás podrían deducirse sus influencias sobre el destino futuro de cada individuo. El desarrollo de un tal sistema de astrología La lectura de los planetas- tenía un interés extraordinario para todas las personas del mundo antiguo.

El Sol, La Luna y los cinco planetas de aspecto estelar se mueven por una franja estrecha del cielo que se dividió en doce regiones, ocupada cada cual por un conjunto concreto de estrellas, donde los antiguos, llenos de imaginación, vieran el perfil de algún objeto, normalmente un animal. Cada agru­pación de estrellas se llama constelacion y las doce constela­ciones a través de las cuales se mueven los planetas se llama zodiaco, de una palabra griega que significa círculo de ani­males.

¿Por qué son doce las constelaciones del zodiaco? Porque el Sol pasa un mes en cada una de las constelaciones, el tiempo necesario para que La Luna de una vuelta entera al zodiaco.

Los astrónomos acabaran dividiendo también en constelaciones el resto del cielo. En épocas modernas, cuando los astrónomos viajaran hacia el sur y pudieran estudiar las estrellas más meridionales, también dividieron en constelaciones estas regiones. Actualmente hay 88 constelaciones que dividen toda la esfera del cielo, pero las doce constelaciones del zodiaco continúan siendo las que más interesan a algunos hombres crédulos.

Sin embargo, Europa y el Próximo Oriente no fueron las únicas cunas de la civilización. Durante un período de dos mil años, entre el 500 AC y el 1500 DC, China superó mucho a Occidente en ciencia y tecnología. A lo largo de las épocas antigua y medieval, los astrónomos chinos observaron cuidadosamente el cielo y tomaron nota de todo fenómeno insólito que tenia lugar allí arriba. No tenían que enfrentarse con ideas dogmáticas sobre su perfección y vivían en una sociedad relativamente secular donde el temor a los seres sobrenaturales no restringía indebidamente su pensamiento.

Es cierto que los chinos no estudiaban el cielo por motivos puramente intelectuales. También ellos, como los babilonios y los griegos, estaban interesados en la astrología. Habían inventado significados para todo lo que pudiera aparecer en el cielo y los utilizaban para pronosticar los posibles acontecimientos futuros en la Tierra.

En 1543 el astrónomo polaco Nicolás Copernico (1473-1543) publicó un libro que explicaba las matemáticas necesarias para predecir la posición de los planetas suponiendo que la Tierra giraba alrededor del Sol, junto con Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Esta hipótesis simplificaba considerablemente el problema, aunque Copérnico continuaba sosteniendo la idea de que los planetas se movían mediante orbitas circulares.

En 1609 otro sabio italiano, Galileo Galilei (1564-1642) se enteró de que en Holanda se había inventado un tubo con lentes a cada extremo que permitía acercar y ampliar los objetos. Empezó a experimentar inmediatamente y en poco tiempo tenía lo que ahora llamamos telescopio. Galileo hizo con él algo nuevo y atrevido: lo apuntó hacia el cielo.

El telescopio de Galileo era un aparato pequeño y primitivo, pero por primera vez alguien estudiaba el cielo nocturno con algo mejor que la simple vista. Galileo vio con su telescopio montañas y cráteres en la Luna, además de zonas llanas que tomó por «mares». Vio manchas en el Sol. Vio cuatro satélites alrededor de Júpiter. Vio que Venus presentaba fases como la Luna. Por lo que mostraba el telescopio, parecía muy probable que los planetas fueran mundos como la Tierra, quizá tan cam­biantes e imperfectos como ella. Incluso el Sol, con sus inéditas manchas, era claramente imperfecto. En cuanto a Venus, sus fases, tal como Galileo las había observado, no podía existir en el sistema tolemaico, aunque sí en el sistema copernicano. El telescopio de Galileo reforzó inmensamente la concepción copernicana del sistema solar, y esto le enfrentó con la Inquisición, que le obligó a renegar del sistema copernicano.

El astrónomo alemán Johannes Kepler (1571-1630) confirmó en 1609 que Marte no giraba alrededor del Sol siguiendo un círculo o una combinación de círculos, como habían su­puesto Platón y todos los astrónomos occidentales posteriores, incluyendo a Copérnico. Marte giraba alrededor del Sol según una órbita elíptica que tenía el Sol en uno de sus focos. Kepler demostró luego que todos los planetas se movían según órbitas elípticas.

Kepler había obtenido con esto la descripción real del sistema solar. Era su sistema y no el de Copérnico el que encajaba con la realidad. En los casi cuatro siglos transcurridos desde entonces, los astrónomos no han introducido mejoras sustanciales en el sistema de Kepler. Se han confeccionado teorías más generales y se han descubierto nuevos planetas, pero las órbitas elípticas se han mantenido y es casi seguro que se mantendrán siempre.

El astrónomo alemán Hans Bayer (1572-1625) inventó en 1603 un sistema para nombrar las estrellas, que consiste en dar a cada una  letra griega y el nombre de la constelación donde estaba situada, sistema que persiste hoy en día.

El astrónomo inglés Edmond Halley (1656-1742) fue el primero en decir que los cometas se desplazan en órbitas fijas alrededor del Sol y que vuelven periódicamente. También estudió la determinación precisa de las estrellas, al comparar sus cifras con otras anteriores, vio con asombro que los griegos habían situado al parecer algunas estrellas incorrectamente. Aunque se tuviera en cuenta que los griegos no disponían de telescopios, el error en las posiciones de las estrellas era demasiado grande, sobre todo porque sólo parecían estar fuera de lugar algunas de las estrellas más brillantes.

Halley pensó que sólo había una conclusión posible. Los griegosnoestaban equivocados; eran las estrellas las que habían cambiado de posición durante los dieciséis siglos transcurridos. En 1718 Halley anunció que las estrellas brillantes Sirio, Proción y Arturo se habían desplazado de modo per­ceptible desde la época de los griegos, e incluso se habían desplazado ligeramente desde que Tycho había fijado su latitud y su longitud un siglo y medio antes.

Halley pensó que las estrellas no estaban en absoluto fijas, sino que se desplazaban al azar a través de vastos espacios del cielo como abejas en un enjambre. En conjunto, las estrellas estaban tan lejos de nosotros que la distancia que recorrían era pequeña comparada con su distancia a la Tierra, y de una noche a la siguiente o de año en año no podía detectarse ningún movimiento.

 

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