Por: Gonzalo
Duque Escobar.*
RESUMEN
Se señalan cuatro períodos fundamentales en el desarrollo regional: el de la
arriería y surgimiento del bahareque de tierra en la segunda mitad del siglo
XIX, el de los ferrocarriles cafeteros hasta la implantación del modelo
keynesiano, el del desarrollo rural con la caficultura orgánica, y finalmente
el de la crisis que surge a partir de la revolución verde expresada en el
monocultivo del café. Como propuesta queda la de combatir la pobreza en un
escenario premoderno y de economía de mercado abierto.
PALABRAS CLAVE
Manizales, colonización, café, desarrollo, crisis, ferrocarriles, rural,
urbano, pobreza, Eje-Cafetero, historia.
PRESENTACIÓN
Resulta conveniente dar una mirada a la historia de Manizales desde su
fundación hasta el centenario, y articularla a la de los hechos locales de la
segunda mitad del siglo XX para comprender las implicaciones del modelo de
desarrollo, particularmente sobre la situación socioeconómica actual de la
región. Al tiempo, se podrán comprender las implicaciones del relevo de
Manizales como antiguo centro estratégico en tiempos de poblados que
funcionaron como núcleos de autosuficiencia, por Pereira como actual y futuro
centro de las actividades regionales en tiempo de ciudades ya conurbadas, lo que se advierte entre las capitales del Eje
Cafetero y Cartago localizadas en medio de los ejes fundamentales del país
andino.
Para el efecto, se señalarán cuatro periodos históricos partiendo de la
fundación de Manizales y caracterizándolos a partir de la lectura de hechos
notables en función del desarrollo, para obtener del conjunto una herramienta
que permita advertir tendencias y limitaciones de la sociedad hacia el futuro,
con el objeto de prevenir conflictos, potenciar posibilidades y construir con
acierto el futuro de la región y su gente.
LA COLONIZACIÓN, UNA GESTA
POPULAR
El primer período que transcurre entre 1849 a 1905 es de ocupación del
territorio y pertenece a la denominada colonización antioqueña, fenómeno
calificado al lado de la independencia y la rebelión de los comuneros como uno
de los tres procesos sociales más importantes de la historia de Colombia,
ocurridos en el siglo XIX.
Desde 1830 se da la fundación de las cabeceras de nuestros municipios por
colonos que se establecen en el territorio y viven estos duros años de trabajo
y esperanza bajo el régimen de una economía de subsistencia. El objetivo
buscado en la aventura, es la tierra como medio de subsistencia y única
oportunidad para lograr el ascenso social. En este primer lapso de nuestra
historia, Manizales como máxima expresión y teatro de los acontecimientos de
1860 y 1876, se favorece por las inversiones hechas en las guerras civiles
entre los estados federales de Antioquia y Cauca.
La Colonización del Eje Cafetero llega hasta principios del siglo XX, puesto
que Pijao se funda en 1905 y Caicedonia en 1910,
después de vencer las difíciles oposiciones de la Compañía Burila. Si para
entonces Antioquia no ha agotado su modelo agrario en virtud de las
posibilidades que tiene de avanzar con sus corrientes migratorias de campesinos
hacia el sur, sobre tierras fértiles despobladas, los caucanos ven en el Estado
otra posibilidad diferente de aplicar los recursos públicos de la nueva
república, habida cuenta de la visión del territorio que desde su fundación se
tiene en Popayán, población localizada en medio de Panamá, Lima y Santa fe,
tres polos y tres caminos desde donde se establecen visiones diferentes y
complementarias del territorio, y que en su orden son: la productiva asociada a
la extracción aurífera en Barbacoas, la administrativa por la dependencia política
de Quito al Perú y la comercial propiamente dicha que se ha dado con la Nueva
Granada. Esta divergencia de intereses y dependencias nutre el escenario de las
guerras entre los Estados Federales de Antioquia y Cauca, las mismas que
enfrentan a Conservadores y Liberales.
Entre tanto, gracias a la denominada "Exploración de los 20",
iniciativa de unos colonos temporalmente establecidos en Neira y Salamina que
temen por los reclamos de la Compañía González-Salazar, quien alega propiedad
sobre la tierra que ya se ha colonizado más al sur, en 1848 se funda Manizales
por un grupo de campesinos sin abolengo alguno. En adelante, los conflictos
entre empresas territoriales como las dos anunciadas y terratenientes
afectados, se trasladan también a la esfera donde pujan latifundistas contra
colonos.
Fig 1. Arriero. Fuente: http://www.temakel.com
Si bien los conflictos agrarios acompañan el proceso colonizador en el área del
antiguo Caldas y norte del Valle, la sociedad en lo económico es pobre y la
ostentación no procede como forma de vida para los laboriosos habitantes,
quienes a pesar de las clases sociales no se ven afectados por las secuelas de
la esclavitud, hoy visibles en comunidades de otras regiones del Cauca y
Nariño, e incluso del alto occidente caldense donde habitan grupos étnicos
conformados por negritudes y comunidades indígenas desde los tiempos coloniales
y de la Confederación Granadina.
Queda entonces establecido que habiendo sido la colonización un proceso
capitalista, mientras unos controlan y explotan empresarialmente los baldíos,
tras los conflictos agrarios surge la expropiación indebida de los derechos de
los colonos a quienes convierten en arrendatarios y peones con la complicidad
del Estado. Esa es entonces la fuente real de empobrecimiento, esos los actores
y ese el factor de producción sobre el cual se da la explotación humana. Vale
decir, el referente de la pobreza es "la no posesión de la tierra".
Iniciando el siglo XX, el verdadero motor que soporta las necesidades y
proyecta el futuro de los habitantes de estas nacientes aldeas de bahareque y
teja de barro, es la portentosa empresa de la arriería con varios miles de
mulas y confiables bueyes, como los 1500 animales de los hermanos Estrada que
caminan las trochas desde Manizales hacia el norte y sur, por el occidente
colombiano, y también cruzando la Cordillera Central hacia Honda y Ambalema. Entre tanto, la arquitectura ve surgir por estas
tierras el bahareque que reemplaza la tapia.
Tales construcciones de estructuras de guadua, arboloco
y demás maderas nativas, empañetadas con cagajón y con propiedades
sismorresistentes, aún se observan en los sectores de San José, Hoyo Frío y Los
Agustinos, donde la cuidad mantiene la ortodoxa retícula urbana, heredada de la
madre patria.
Deberá hacerse mención de los personajes de la época en este primer período,
entre ellos los fundadores de Manizales bien representados por Marcelino
Palacio y Manuel María Grisales; los empresarios del
transporte de arriería, por los hermanos Estrada Botero; los terratenientes,
por don Pantaleón González quien heredó 25 mil hectáreas. Además, don Alejandro
Restrepo quien opera el primer telégrafo (1871) y trae la primera imprenta a Manizales(1873).
EL CRECIMIENTO POR EL COMERCIO
DEL CAFÉ
El segundo período es de crecimiento económico y va desde la creación del
antiguo Caldas en 1905 hasta el centenario de Manizales en 1949. Se funda
Caldas con las provincias del Sur (que comprenden el territorio entre el río
Chinchiná y el río Arma), de Marmato (comprende ésta la vertiente oriental de
la cordillera occidental del antiguo Caldas) y de Robledo (provincia que se
extiende del río Chinchiná al río Barbas). Posteriormente la provincia de
Manzanares se anexa en 1907 y la del Quindío en 1908. En este periodo Manizales
pasa de ser una aldea a ser un pueblo grande.
Los hacendados locales con su ejemplo impulsan la siembra del café y el aumento
de la producción del grano de oro mueve las grandes inversiones y consolida la
industria cafetalera, como también la estructura minifundista de la tierra. Al
tiempo, la trilla en manos de industriales locales permite acumular riqueza,
traer divisas y crear nuevas empresas manufactureras, con lo que la economía se
impulsa. En 1915 nace el Banco de Caldas y en el 16 el del Ruiz, que fue
nuestro primer banco comercial. En 1920 se presenta la crisis por la caída de
los precios del café, cuando el municipio de Manizales contaba con 45 mil
habitantes.
En la década de los 20s se presentan los grandes incendios del 25 y 26; y
sucede lo que denominan nuestros historiadores la segunda fundación, puesto que
surge de las cenizas una ciudad distinta y moderna. Además, gracias al café, en
esta década se concibe y ejecuta la construcción de medios de transporte, que
sustituyan la arriería y vayan buscando los puertos marítimos sobre los dos
océanos de Colombia.
Siendo ese el propósito, queda claro que tales medios se pensaron sólo para
fines comerciales y no para el desarrollo regional. Con la iniciativa de
empresarios locales, se logran proezas de la ingeniería que compiten con las
grandes obras de la actualidad. Concluido el canal de Panamá en 1914, y con los
mercados del café en apogeo, se construyen obras como el Cable Aéreo a
Mariquita en 1922 y el Ferrocarril de Caldas en 1927. Incluso antes de éstas,
funcionaron los vapores para la navegación por el Cauca entre Cartago y
Palmira, pero las empresas fluviales quiebran por la competencia del
Ferrocarril que avanza hacia Manizales, tal como quebraron las embarcaciones y
el Cable Aéreo a las empresas de arriería en años anteriores.
Figura 2. Cable aéreo. Fuente: http://www.alcaldiamanizales.gov.co
Así se facilitan los procesos de acumulación de riqueza por parte de las
empresas terratenientes y de exportación, y se reconstruye y transforma el
poblado que después de los incendios y ya reconstruido, muestra una
arquitectura ecléctica, denominado así el estilo por la mezcla de elementos
neoclásicos, neogóticos y neorrenacentistas vistos en lo que ofreció el Teatro
Olimpia y ofrecen el Palacio de la Gobernación y el Palacio Arzobispal, o
también por las formas exhibidas en algunas casas residenciales de bahareque encementado y estilos victorianos, italianos y
afrancesados, localizadas en sectores de Versalles y
sobre el llamado Carretero, ruta ésta que fue la primera avenida construida a
lo largo de la serpenteante divisoria de aguas para cambiar del todo el modo de
trazar de mejor manera el espacio urbano en la frágil montaña de empinadas
vertientes de este segundo período.
Una lectura de imágenes sobre el medio ecosistémico transformado, hace fácil
advertir en la estructura urbana de este período el cambio sufrido por la sociedad heredada de las familias pobres de los laboriosos y
aventureros colonos del pasado siglo: el conjunto de calles y carreras de
Manizales muestra ahora la vieja estructura reticulada con la nueva cola de
cometa avanzando desde Fundadores hacia el oriente, lugar donde vive la clase
dominante, mentalmente afectada por los nuevos aires de apertura ocasionados
por los efectos del comercio con Europa y el ascenso económico. Este estilo de
construcciones de cemento, metal y otras de bahareque enriquecido con estos
materiales, anuncia la transformación cultural y económica de la sociedad en
Manizales, y de una ciudad con rápido crecimiento y que por las divisas cafeteras
aparece como el nuevo meridiano económico de la Colombia de la época.
Durante este periodo la nueva sociedad polarizada en clases sociales, expresa
en las relaciones las diferencias económicas pronunciadas y en ocasiones
abismales, entre las familias pudientes muchas de ellas en estrecho lazo con el
clero, y las familias pobres más necesitadas que son receptoras de la
misericordia y caridad cristiana de las primeras. Las altas clases sociales,
ven a las segundas dentro de una sociedad cuyo establecimiento se garantiza por
el rito: el valor de los apellidos se traduce en "términos de oro y
escoria".
No obstante, en medio de las nuevas clases sociales surgen dos fuerzas: las que
alimentando la violencia política enfrentan poblados campesinos enteros y la de
los artesanos de la ciudad que actúan como una capa social -y no una clase-
rompiendo los paradigmas y proponiendo numerosas organizaciones políticas,
culturales, comerciales e industriales. Son ellos quienes intentan quebrar la
mentalidad retardataria de los terratenientes, y crean en 1912 la Sociedad de
Mejoras Públicas y en 1913 la Cámara de Comercio. Además la educación sufre su
primera expansión con instituciones que ofrecen educación secundaria: Colegio
de Cristo (1907), Normal de Varones (1909), Normal de Señoritas (1910) e
Instituto Universitario (1914).
Podría decirse que, si bien existe un muro real que separa la portentosa
economía de la ciudad respecto de las austeras comunidades rurales no permeadas por el hábito del consumo, la pobreza no abate
los escenarios de la tierra cafetera donde el colono vive de la finca campesina
autosuficiente, aunque sin recibir allá los beneficios del Estado: no existen
en el campo servicios públicos domiciliarios, ni escuela, ni puestos de salud,
ni carreteras para sacar los productos a bajo costo. Entre tanto, en la ciudad,
los intelectuales señalan nuevos horizontes de modernidad y progreso a la
sociedad Manizaleña, y las nacientes clases obreras y de empleados de la ciudad
en apogeo no conocen las penurias del desempleo en una actividad industrial y
comercial dinamizada por la mentalidad de los empresarios locales y las rentas
cafeteras.
De estos años es la generación más relevante de nuestros líderes locales. Para
recordar Carlos E. Pinzón cultivador y exportador de café, Aquilino Villegas
que fue entre muchas cosas un promotor de la creación del departamento, Alfonso
y Emilio Robledo como cofundadores de la S.M.P.,
Ignacio Villegas distinguido promotor y mecenas cultural, Nepomuceno Mejía un
importante industrial, banquero y hombre de negocios.
ÉPOCA DEL VERDADERO DESARROLLO
Ya superada la crisis de 1929 y en apogeo el nuevo modelo económico, entramos
al tercer período. Apenas en la década de los años 40s se dan los primeros
pasos, sin embargo el cambio de protagonismo en la economía pasando del sector
primario al sector secundario, se da a mitad de siglo XX. Por lo anterior, este
nuevo período que es el del desarrollo propiamente dicho, va desde 1949 al año
1967. Período que se inicia con el Centenario de Manizales pasada la segunda
guerra mundial, y que su final está demarcado por el desmembramiento del
territorio caldense, con el cual se da origen a los departamentos de Quindío y
Risaralda. Además, termina el período cuando Manizales pasa de ser un pueblo
grande para transformarse en ciudad, a causa de las consecuencias de la
revolución verde y de otros factores más, en especial el desarrollo de las
comunicaciones.
Después del poblamiento del occidente colombiano gracias al significativo
impacto de los ferrocarriles cafeteros como los de la década de los años 20s,
una característica notable y positiva de esta recién poblada región de
Colombia, es que gracias a la actividad cafetalera no llega a poseer una
estructura en la tenencia de la tierra basada en el latifundio, y la de no
tener la población polarizada en su capital como ha ocurrido en otros países de
Latinoamérica. Por gozar ella de una ventaja comparativa en virtud de la buena
distribución demográfica y del ingreso, en todo el territorio esta ventaja se
capitaliza con la segregación del viejo Caldas, como consecuencia natural y
afortunada de un hecho ocurrido en un país que será agobiado por el centralismo
nacional y regional durante estos y los siguientes años.
Estamos entonces en épocas en que se habla de Caldas como el departamento
modelo de Colombia, calificado así por hechos de verdadero desarrollo. A pesar
del centralismo y gracias a la distribución de la renta cafetera intensificada
por el pequeño tamaño de la propiedad de la tierra, con los Comités de
Cafeteros, los beneficios del modelo keynesiano y el liderazgo cívico que
subyace en el pensamiento de los líderes locales, inspirados en el pensamiento
y ejecutorias de la pléyade humana del período de oro que acaba de concluir,
entonces se logran acciones concretas para el bienestar de los pobladores de la
región, y las obras necesarias para el impulso de las fuerzas productivas
locales: se construyen las escuelas y puestos de salud rurales, se crea la
universidad pública, se consolidan la CHEC, la Federación Nacional de
Cafeteros, Única y Luker, se abren los caminos veredales, y se electrifica el
campo.
En este tercer período ya no son los caminos hacia Europa y Norte América las
obras que comprometen el esfuerzo colectivo. Se desea expandir el beneficio del
progreso que conoció la capital de Caldas a la provincia toda. Al fin de
cuentas las bases de las instituciones que responderán por el progreso, se han
creado desde una generación antes, cuando se construyen las microcentrales
que fusionadas dan origen a la CHEC en 1944, y cuando se crea la Federación
Nacional de Cafeteros, entidad que, antes de burocratizarse en las altas
esferas, por la vía de los Comités municipales y departamentales hará las veces
de secretaría de obras, agricultura, etc.
Figura 3. Café al sol. Fuente: http://www.haciendaelcarmen.com
Pueblos cafeteros como Chinchiná y Pijao, como
Anserma y Pensilvania, amen de sus veredas, viven su
prosperidad. Son los tiempos del Jeep, el Willys y
"la chiva", los automóviles que transforman varias aldeas en poblados
y algunos poblados de la región con posición estratégica, en ciudades, al
reducir los tiempos para abastecer sus actividades.
Mientras tanto, las telecomunicaciones también se expanden y como consecuencia
de la tecnificación del campo, la población rural gradualmente emigra a estos
escenarios urbanos y a los vecinos, donde son mayores las oportunidades, dado
que por su bajo nivel de escolaridad no pudo asimilar los paquetes tecnológicos
y financieros de la moderna agricultura basada en el monocultivo del café. La
arquitectura propia de este período es moderna, un estilo que muy bien se
expresa en el precioso Banco del Comercio o en las casonas de los Gómez Arrubla, en Manizales. Hasta ahora la ciudad, que se ha
expandido con rapidez, razonablemente responde a criterios claros de planeación
y responsabilidad ambiental.
Ya se podrá hablar de los pobres urbanos, localizados ellos en barriadas
populares que se inician frágiles, en cartón y esterilla, hasta irse
consolidando en materiales durables, como se ha observado en el proceso de
evolución del barrio Pío XII, donde las ramadas primitivas de los habitantes
son ahora construcciones sólidas y sustancialmente mejor desarrolladas.
Estos campesinos de ayer, analfabetos y desplazados por la violencia
partidista, forjados en la empresa familiar del campo, ahora en la ciudad
mantienen en su segunda generación un sorprendente espíritu empresarial
heredado de su padre el colono. Dicho don, gracias a la capacitación de los
herederos de sus virtudes y pobreza material, y al empeño de las mujeres de su
propia clase, se refleja espontáneamente en la multitud de hogares de las
barriadas populares convertidos en tienda, bar, revueltería, peluquería, sastrería, venta de misceláneas,
negocio de reparación de electrodomésticos, etc.
También habrá que hacer memoria de personajes de este tercer período, como Juan
Hurtado, Bernardo Arias, Francisco José Ocampo, Guillermo Ocampo A., José
Restrepo R., Temístocles Vargas, Silvio Villegas, Alipio Jaramillo, Rafael Arango V., Adel
López G., Pedro Uribe M., Fernando Londoño L., Germán Vélez S., Eduardo Arango
R., Roberto Ocampo, Manuel Mejía V. y el Padre Adolfo Hoyos, entre algunos, y
otros pocos aún vivos que ya cumplieron a cabalidad.
LA GRAN CRISIS
Después del año 67 viene el cuarto período que cierra el milenio, y que es el
de la crisis total, empezando por la cafetera. Perdimos esa tecnología, la del
café, que nos permitió la industrialización del país, la construcción de
maravillosas obras de transporte y los beneficios del desarrollo en veredas y
poblados. Ya los caficultores trabajan por esa comisión que queda después de
invertir el producto de la venta del preciado grano en bruto, en las
correspondientes actividades agrarias y de beneficio.
De esta crisis parte la crisis ambiental rural, que también contribuye a la
problemática social y económica que afecta la región. Con el monocultivo del
café Caturra, perdimos el sombrío y, buscando productividad, entramos al
deterioro de los términos de intercambio. Es que exportamos café para importar
agroquímicos (abonos, pesticidas, fungicidas), para contaminar y agotar las
aguas disponibles y de paso, para exterminar la biodiversidad y provocar las
plagas (roya, broca, paloteo). Hemos pasado de la autosuficiencia a una
economía de dependencia y, entretanto, los prósperos campesinos, propietarios
ayer, empujados del campo por la pobreza y atraídos por las mayores
oportunidades de los medios urbanos, han emigrado a la ciudad con la esperanza
de hacerse proletarios o para terminar en la informalidad.
La revolución verde calificó la tecnología utilizada por el campesino de
arraigada en el pasado, ineficiente en términos de productividad y carente de
futuro y, sin el Estado crear las condiciones (generación tecnológica,
calificación de trabajadores, movilidad de tierras), optó por un tipo de
productor dependiente de paquetes tecnológicos, de creciente monetarización y articulado a los mercados. Las
consecuencias: se sometió al sector rural a la presión de la competencia
externa, el desplazamiento de la fuerza de trabajo, la migración y la
inseguridad, acaparamiento de tierras, avance de latifundios e irrupción de
capitales emergentes desde la economía ilegal.
Figura 4. Barriada manizaleña. Fuente: http://www.iammyownreporter.com
Ahora se vive la crisis ambiental y social urbana: en los costados de la ciudad
se ve cómo los últimos reductos de bosques tropicales andinos desaparecen de
las frágiles laderas, para dar paso a urbanizaciones populares de estructura
satelital, mal planificadas y desarticuladas del anterior conjunto urbano con
forma de cometa.
Los nuevos asentamientos son vulnerables en alto grado a los movimientos de
masa en las temporadas invernales y el escenario de los frecuentes deslizamientos.
Allí, a pesar del crecimiento de la economía expresada en el ingreso percápita,
por la dependencia del salario y la economía de mercado, los moradores viven en
circunstancias socioeconómicas más apremiantes y preocupantes que cualquiera de
las vividas por los citadinos durante el último siglo.
Como prueba del alto 'muro' que separa a pobres de ricos y expresa los agudos
conflictos y contradicciones de la época actual, basta ver a pequeña escala el
contraste entre la arquitectura actual, de estilo contemporáneo, la del sector
de Los Rosales y San Cancio, y la arquitectura tugurial
del asentamiento popular colgado en la ladera de la periferia urbana, armado
con materiales y tecnologías de tercera, como si los habitaran personas de
segunda.
Si los pueblos cafeteros han entrado en crisis y los habitantes notables
emigraron a la capital, también en la ciudad se observa el ingreso de grupos
con bajo nivel de escolaridad y la salida de los grupos académicamente más
calificados. En términos de entropía por los fenómenos socioeconómicos que vive
la ciudad en estas tres décadas, aparecen el gamín y
el guerrillero anunciando el inicio del período de crisis, y el drogadicto y el
paramilitar a su final para cerrarlo. Tiempos estos cuando el espacio público
se pierde, el empleo para el pobre está en la informalidad, la
institucionalidad se resquebraja, la crisis de valores campea, se estratifica
en pirámide con base cero la ciudad, la clase media se hace pobre y los pobres
cruzan la línea de indigencia. Este es el cuarto período donde el protagonismo
del transporte ha pasado del jeepado y la chiva, al
bus urbano.
A pesar de todo, la educación superior explotó y se democratizó en el período,
aunque la calidad de la educación esté en entredicho. De aquí va surgiendo una
capa media en la población, bien informada, se alimentan las corrientes de
pensamiento crítico y de esperanza, se crean condiciones para avanzar en la meritocracia, para influir en la gobernabilidad, para
liberar las conciencias oprimidas, para desenmascarar a los hipócritas y para
abatir a los ambiciosos.
La difícil situación invita a pensar en otras pobrezas por la pérdida de los
espacios políticos usurpados por gamonales que trafican con la miseria humana y
se roban los fondos públicos, en la pérdida del derecho a la información por la
opinión sesgada de la prensa puesta en manos de hipócritas aduladores al
servicio de los intereses particulares, y en la paulatina pérdida de ingresos
laborales transferidos por empleados y trabajadores al sector productivo y
empresarial, que hizo provecho del proteccionismo estatal para amasar fortuna
con base en los altos precios y la mala calidad de sus productos.
Ahora los personajes que merecen mención en el cuarto período, son las
instituciones humanitarias y los mismos pobres que han sabido subsistir a las
citadas prácticas de opresión y a la situación de miseria que padecen. Sus
líderes han sido desaparecidos o desdibujados, mientras otros personajes, a
modo de impostores, ocupan su lugar para beneficio propio y ejercen el poder
manipulando la conciencia pública y oprimiendo al pueblo a través de serviles
que actúan en nombre de la pasiva intelectualidad. Hasta aquí los cuatro
períodos que hemos vivido.
CUALQUIER LUZ EN EL SOMBRÍO
PANORAMA DEL PRESENTE
¿Y ahora qué? La globalización de la economía y la cultura, el protagonismo del
saber entre los factores de producción, el auge del sector terciario, las
condiciones geográficas y de recursos naturales asociadas al ecosistema, y el
buen desarrollo que admite la Constitución Política del 91, deben servir para
superar la actual crisis.
De cara a la pobreza, la solución es compleja y multivariada,
como resulta ser el concepto mismo. Después de la colonización y a partir de la
industria y la economía del café, en la región se establecen formas
capitalistas de producción con características diferentes: la primera etapa
hasta el centenario de Manizales, con la pobreza y represión típica de los
procesos de acumulación de capital asociado a la economía cafetera, y que da origen
a capitales familiares de nivel local que parcialmente se invierten en la
región; etapa en la que surgen los movimientos de artesanos e intelectuales de
la primera mitad del siglo XX.
Luego la segunda etapa del capitalismo local con mayor base industrial, la del
bienestar logrado a partir del desarrollo de las redes de comunicación,
transporte y electricidad, y donde las exiguas clases trabajadoras de Colombia
se organizan, y forzando a la clase dominante consiguen reformas que fortalecen
la clase media. En esta segunda etapa se exportan los capitales cafeteros y se
dan consumos suntuarios, lo que explica la pérdida de liderazgo de la ciudad en
el concierto nacional, después de haber ocupado con Cali y Barranquilla casi el
tercer lugar, después de Bogotá y Medellín.
En ese escenario cabe la posibilidad de aprovechar las posibilidades surgidas
de los largos años requeridos para los procesos de identificación de los tres
departamentos del Eje Cafetero, para consolidar la competitividad subregional por las ventajas comparativas de la Dorada y
aprovechar la sinergia regional de cara a la Hoya del Magdalena, y para
fortalecer el ordenamiento regional integrado hacia adentro y hacia afuera con
el propósito de alcanzar el posicionamiento del Eje Cafetero conurbado entre
Cali-Medellín y en medio de Bogotá y el Pacífico.
Aquí será necesario considerar las determinantes asociadas a la inversión de la
población que en la segunda mitad del siglo XX ha pasado de rural a urbana, a
la realidad del sector cafetero y a la interdependencia entre los tres
departamentos del Eje Cafetero y en particular de las ciudades en él conurbadas. Cualquier estrategia deberá pasar por la
educación individual y colectiva, única estrategia que cruza por las otras del
desarrollo, y deberá contar con el efecto redistributivo
de los beneficios económicos, asociado únicamente al papel del Estado y que
surgen de la riqueza que impulsa pero que concentra el dinamismo de las fuerzas
del mercado.
Entre tanto, con el establecimiento del nuevo modelo económico que fortalece el
liberalismo económico, la pobreza antes que suprimirse va aumentando en
comparación con el período anterior de corte keynesiano, y los niveles que
alcanza invitan a una lucha frontal contra ella y sus causas, lo que se constituye
en un desafío para cada ciudadano, para la sociedad entera, y para el propio
Estado, dada la magnitud y complejidad del problema. Por ejemplo, al examinar
los períodos anteriores, parece quedará atrás la idea desarrollista de que la
modernización llevará paulatinamente a la absorción del sector tradicional por
el moderno, lo que ciertamente no ocurre en Manizales donde coexiste un sector
premoderno, retardatario y heredero de tradiciones, que si bien apenas sale de
la cúspide del poder, podrá continuar decidiendo en la periferia del núcleo más
pujante de nuestra sociedad, que es débil en los actuales momentos.
Figura 5. El futuro de Colombia. Fuente: http://blogjus.wordpress.com
Pero en otra escala que desborda lo local y nacional, debe mirarse a la
sociedad mundial: es que la sociedad como estructura tecnoeconómica
es mundial, mientras la comunidad política resulta ser particular en cada
lugar, por definición. Estamos universalizados por el hecho de pertenecer a una
etnia, tener una lengua y poseer una cultura. Si bien no existe Estado de
derecho mundial que imponga normas a la sociedad mundial, debemos saber qué nos
corresponde hacer para poder permanecer en ella y resolver desde acá las
tensiones que imponen los modelos de desarrollo controlados desde la comunidad
política.
Hoy se acepta que el rostro amable de la globalización está en los grandiosos
beneficios de la tecnología que nos aproxima a unos y otros de un modo
impensable hace una década, pero también que de los beneficios del desarrollo y
la técnica sólo participan uno de cada seis habitantes de la aldea global. Es
decir, que lo más globalizado es la pobreza, y ahora la comparación no será
necesario hacerla ente ricos y pobres locales, sino entre ricos de países ricos
y pobres de países pobres, lo que arroja diferencias abismales entre
acaudalados y miserables. Y como ese proceso muestra una brecha que va en
aumento, quizá esa dinámica de desigualdad brote de las necesidades internas
del nuevo modo de trabajar y comunicarse. Si bien no se sabe cuáles son los
programas políticos que surgen de esas necesidades internas, se tiene la
seguridad de que un régimen que no proporciona a los seres humanos ninguna
razón para cuidarse entre sí, no puede preservar por mucho tiempo su
legitimidad.
Las circunstancias llevan a la idea de que la gente de la región no es ajena a
la suerte de la humanidad, para la cual la perspectiva optimista que ofrece la
visión de la modernidad, es que aún y a pesar de la crisis, puede vencerse la
angustia de la sobrevivencia y del miedo al poder.
Esta idea es la posibilidad que puede ofrecemos la lectura de nuestra historia
en su horizonte, donde ha quedado escrito que la construcción de nuestra
sociedad y la región, se han logrado enfrentando los conflictos y no evitando
el encuentro de sus actores. Y si no resulta posible construir el mundo que se
nos ofrece por la vía de la modernidad, donde actúa el consenso no coactivo e
imperan la razón y los argumentos, afortunadamente en otras culturas, también
ha sido posible alcanzar la realización humana, a pesar de ofrecerse menor
cantidad de bienes y servicios, y menores oportunidades de justicia y libertad,
lo que ocurre en nuestra patria.
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Manizales, 2001-08-30. (Ajustado por el autor en 2002)
*GDE-Profesor de la Universidad Nacional de Colombia
Miembro de la S.M.P. de Manizales