Hace dos años, las naciones
del mundo llegaron a un acuerdo sobre el
compromiso, los recursos y la acción necesarios
para vencer el VIH/SIDA. En el período
extraordinario de sesiones de la Asamblea General
sobre el VIH/SIDA, celebrado en 2001, aprobaron la
Declaración de compromiso, una serie de objetivos
específicos, con plazos concretos, para luchar
contra la epidemia.
Hoy nos encontramos con que
hemos asumido el compromiso y con que nuestros
recursos se incrementan, pero la acción todavía
no está a la altura de lo que se necesita.
Contamos con la promesa de un
volumen considerable de nuevos fondos para luchar
contra la epidemia, tanto de gobiernos concretos
como por conducto del Fondo Mundial de Lucha
contra el SIDA, la Tuberculosis y el Paludismo. En
su gran mayoría, los países han establecido
amplias estrategias nacionales de lucha contra el
VIH/SIDA. Un número cada vez mayor de empresas
adoptan normas relativas al VIH/SIDA en el lugar
de trabajo. Cada vez más, los grupos comunitarios
y de base religiosa -que a menudo han estado a la
vanguardia de la lucha contra el SIDA- colaboran
como socios de pleno derecho con los gobiernos y
con otros para organizar una respuesta coordinada.
Al mismo tiempo, no obstante,
la epidemia prosigue su marcha letal en todo el
mundo, con pocos signos de remitir. A lo largo del
pasado año, en cada minuto de cada día quedaban
infectadas otras 10 personas. En las regiones más
duramente afectadas, la esperanza de vida está
cayendo en picado. El VIH/SIDA se extiende a un
ritmo alarmante entre las mujeres, que son ya la
mitad de las personas infectadas en todo el mundo.
Y la epidemia avanza con mayor rapidez en las
regiones que hasta el momento habían quedado
exentas en gran medida, especialmente en Europa
oriental y en toda Asia, desde los Urales hasta el
Océano Pacífico.
No hemos logrado cumplir varios
de los objetivos de la Declaración fijados para
este año. Lo que es más importante, no estamos
en buen camino para comenzar a reducir la escala y
los efectos de la epidemia para cumplir el plazo
del año 2005. Para entonces, deberíamos haber
reducido en una cuarta parte el número de jóvenes
infectados con el VIH en los países más
afectados; deberíamos haber reducido a la mitad
la tasa de infección de los niños pequeños; y
deberíamos contar con programas globales de
atención en todas partes. Al ritmo actual, no
lograremos ninguno de esos objetivos para el año
2005.
Es evidente que debemos
esforzarnos aún más para hacer corresponder
nuestro compromiso con los recursos y la acción
necesarios. No podemos afirmar que ello se debe a
la competencia de otros desafíos más importantes
o más urgentes. Debemos mantener el SIDA en el
lugar más destacado de nuestro programa de acción
político y práctico.
Por este motivo debemos
continuar hablando abiertamente del SIDA. No se
logrará ningún progreso si somos timoratos, si
nos negamos a afrontar hechos desagradables o si
prejuzgamos a los demás seres humanos, y aún
menos si estigmatizamos a las personas que viven
con el VIH/SIDA. Que nadie piense que nos podemos
proteger elevando barreras entre
"nosotros" y "ellos". En el
mundo despiadado del SIDA, no hay nosotros ni
ellos. Y en ese mundo, el silencio es la muerte.
En este Día Mundial de la
Lucha contra el SIDA, les exhorto en que se unan a
mí para hacer oír claramente su voz acerca del
VIH/SIDA. A que se unan a mí para derribar los
muros de silencio, estigma y discriminación que
rodean a la epidemia. A que se unan a mí, porque
la lucha contra el VIH/SIDA empieza con cada uno
de ustedes.
Kofi A. Annan