Nº 38
SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2006

ARTÍCULOS:


EL NAZISMO JUDÍO VOLVER

“¿Hubo alguna vez en el mundo un ser más atrozmente vanidoso, egoísta, vindicativo y sanguinario que el Jehová de los judíos, más tarde el dios-padre de los cristianos?” pregunta Bakunin. Sin poder ser emulado ¿qué cosa puede inspirarse en su atrocidad?. ¿Qué ser puede seguirle los pasos y secundarle el trono? ¿De dónde puede surgir ese ser, siendo Jehová todo, sino de su misma víscera? Su semejante es su propio vástago, descendiente directo que nació pisoteando, bañado en sangre y rugiendo alaridos de odio. El heredero salido de sus entrañas, la cría amamantada con sed de muerte y acunada en moisés de venganza. El hijo preferido, sermoneado a gritos con versos de guerra, hinchado de reverencia y vomitando el resentimiento de los siglos de incubación: el Estado de Israel. ¿Y en qué vientre mutó en carne? ¿Qué pujante martirio aulló por su inminencia? ¿Qué partero lo arrojó al mundo para que hinque su garra, su diente y su espada?: el nacionalismo judío.
Semejante bestia solo podía empollarse por una mentalidad premiada de gregarismo y de obsesión de represalias. Un refugio colectivo que le rinde culto al victimismo, añorando un origen dorado, glorioso y divino, mascando la esperanza del advenimiento de ajusticiamientos prometidos. Como toda comunidad que, cerrada en sí misma, genera su propio cáncer: la potenciación de sus miserias.

La cosa tiene sus causas, como todo lo tiene, pero las explicaciones no son de por sí una legitimación.
Jehová o Yahvé había sellado en los orígenes la alianza especial con su pueblo: la nación judía. Como otros, eran ellos y no otros los hijos de Dios; éste era para ellos y ellos para él. El resto, como todo privilegio debe verlo, son impíos, paganos, infieles, bárbaros, delincuentes... bazofia. El primer imperio judío fundado por David era la muestra de ese consentimiento especial y los sacerdotes de Jehová transmitían su promesa de que la dinastía triunfal nunca se extinguiría. Jehová había dicho a Moisés: “Gobernarás sobre muchas naciones pero ellas no gobernarán sobre ti”. Hasta que el poderío comenzó a desmoronarse. Primero fueron dominados por los asirios y después por los babilónicos, destruyendo el reinado y deportando a gran cantidad de judíos de Palestina a Babilonia. En adelante el Estado judío tendría una existencia precaria como colonia de los imperios que se sucedían: los ejércitos egipcios, persas, sirios y griegos arrasaban y pisoteaban la “tierra santa”, hasta finalizar siendo una provincia romana. En el año 70 d.c. la capital Jerusalén es arrasada por las legiones romanas y los judíos son dispersados. “La tierra prometida” después pasó a manos del Imperio bizantino, más tarde a los mahometanos, los cruzados, los turcos y los británicos, hasta que la O.N.U. posibilitó el Estado de Israel en 1948...
Desde la dispersión, tras la caída de Jerusalén, los judíos que permanecieron bajo el dominio del Imperio romano sufrieron las persecuciones y hostigamientos por parte del poder católico. Primero fueron obligados a convertirse o a emigrar. Las posiciones sociales elevadas, que muchos integrantes de la nación judía habían conseguido a través del comercio y las profesiones, significaban una declarada competencia para los poderosos católicos. En el siglo XIII son expulsados de Inglaterra, de Francia en el siglo XIV y de España en el siglo XV. Los judíos conversos al cristianismo, en su mayoría para evitar las deportaciones o para mejorar las posiciones sociales, eran acusados de persistir con la ritualidad judía: los llamaron marranos. Poblaciones enteras fueron masacradas y perseguidos por la inquisición. El nazismo...
Ante tal situación de acorralamiento constante la conformación de una cultura gregaria, manifiesta en el ghetto y en la colectividad, fue transformándose en una necesidad de supervivencia. La propagación por las distintas regiones, la vinculación con el comercio y la especulación sumaron a la persecución, potenciando el cerramiento. El resentimiento interno acumulado y la victimización como mecanismo, más el mesianismo vengativo propio de la religión judía, proporcionaron los caracteres de la cultura. Desde la primera destrucción del imperio judío, en los escritos y mensajes, abundan las promesas de Dios acerca del advenimiento del mesías, que haría renacer al Estado y destruiría y sembraría el terror entre los enemigos de Israel. Bajo la opresión romana, hasta la destrucción de Jerusalén, consecutivas olas de estallidos y rebeliones eran encabezadas por líderes que se atribuían ese papel. Uno tras otro, una vez sofocados por la represión de las legiones, estos mesías eran condenados como falsos por la jerarquía de la iglesia judía. Uno de ellos, trescientos años después de su crucifixión, fue oficializado por el poder romano...

Todo victimismo que se institucionaliza y es dotado de la fuerza del Estado se transforma en una posición victimaria. Sucede con el nacionalismo judío y sucedió con el nacionalismo alemán de entreguerras. La sangre en el ojo tiñe toda visión: la preferencia divina habilita el ataque y los sufrimientos pasados legitiman el desquite. El derecho a la autodeterminación de los pueblos esconde la conformación del Estado; el derecho al Estado propio e independiente implica la guerra o su potencialidad contra otros pueblos o Estados; la unificación de Estados o imperios es el resultado de la guerra y del dominio; las religiones y el nacionalismo son las ideologías que sustentan a los Estados que a su vez las promocionan.
Al respecto habría que decir que las voces que se escuchan desde la izquierda que buscan blanquear a la religión judía del Estado israelita, no sólo responde a una cuestión de componendas, sino que resulta del mismo mecanismo de salvación política pretendido entre el marxismo y el Estado soviético o entre el cristianismo y el Vaticano. También habría que decir que algunos de los principales voceros de la izquierda que hasta ayer nomás reivindicaban a la organización paramilitar israelita de Simón Wiesenthal, colaboradora del MOSSAD (la policía secreta del Estado israelí), en su persecución de funcionarios nazis por el mundo, hoy son los vehementes negadores de las políticas de Israel, por ser éste el gendarme oriental de EE.UU. Mañana “Dios dirá”...

En 1948 todo el rencor acuñado se condensó en vómito de Jehová. Salida de sus fauces, la criatura traía una espada bajo el brazo, y nomás parida, apadrinada por los últimos conquistadores del mundo, como quién cae en medio de una jauría, arremetió con estocadas y latigazos para abrirse paso y clavar su hocico en la tierra abonada con cadáveres y con sangre. Y con ésta, como antes David, ahora es ungida; pero ahora, como antes Goliat, se proclama invencible. El mesías vengador, tan prometido y especulado, quién traería al presente la gloria del pasado, el destinado a invertir la desgracia, el hijo del Dios orgulloso de su pueblo, no siempre mimado pero sí suyo, no advino, como presagiaron los rabinos ni como el martirio aclamaba, en hombre redentor: el peregrinaje de la nación se coaguló en Estado, el inmolador perpetuo del Hombre. El de Israel: el de la tortura abierta, el que bombardea los barrios libaneses, el que deporta a poblaciones enteras de palestinos, el que los confina en ghettos amurallados; como antes los babilonios, como después los romanos, como ayer los nazis, como hoy los judíos.

¿Hubo alguna vez en el mundo un ser más atrozmente vanidoso, egoísta, vindicativo y sanguinario que el Jehová de los judíos, más tarde el dios-padre de los cristianos?. Sí, él mismo y su encarnación: “Dios y el Estado”, contesta Bakunin.

A.G.


ANTICUERPOS VOLVER

En una de sus típicas intervenciones seudo racionales, el animador periodístico Mariano Grondona caracterizó a los sectores sociales que impulsan y participan marchas contra la situación de inseguridad, como los “anticuerpos” que surgen espontáneamente y se organizan como consecuencia de las enfermedades (delincuencia, corrupción, etc.) que atacan al cuerpo social. Esta concepción de un cuerpo social enfermo que genera sus propios anticuerpos ya fue esgrimida hace algunos años por un tristemente célebre jerarca de la dictadura militar que asesinó a miles, para justificar el accionar de las bandas parapoliciales que actuaban “espontáneamente”. El esquema es el mismo: una sociedad enferma que ataca la enfermedad por medio de agentes que se unen naturalmente por el bien común. Esta forma de justificar los comportamientos de los represores o de los que piden represión se basa en un supuesto fundamental: la enfermedad es el síntoma. Es decir, se confunde intencionalmente la causa con el síntoma, porque atacar las causas equivaldría a destruir el cuerpo social y refundar uno nuevo.
En realidad, continuando con la analogía, el cáncer puede generar padecimientos, fiebre o dolores, pero con eliminar esos síntomas no desaparecerá la enfermedad. Incluso el surgimiento de un tumor responde a otras causas en un organismo, probablemente relacionadas con otras causas con las que interactúa, pero de más difícil identificación.
Combatir la delincuencia será una tarea de nunca acabar, al menos mientras existan las condiciones que la generan. La tolerancia cero que reclaman los Blumberg, los Macri o los Grondona podrá por medio del miedo imponerse y reducir hasta un mínimo imperceptible los robos y los asesinatos. Quizás prefieran los desposeídos morir de hambre antes que delinquir, quizás se les proporcionen las drogas y narcóticos necesarios para mantenerlos tranquilos y a raya. Las causas permanecerán incólumes: la explotación capitalista, la represión estatal, la alienación social y la ausencia total de solidaridad mutua. ¿Cuánto vale la vida de un chico de la calle o de una villa miseria para la sociedad? Nada. Entonces, ninguno de estos horrorizados burgueses tiene derecho a exigir que ese mismo chico sienta algún valor por la vida de aquellos a los que roba.
Organizan “marchas por la vida” como la del 31 de agosto, para decir que no tenemos libertad de salir a la calle sin que nos roben, que vivimos atemorizados. Se candidatean a diputados o a gobernadores y nos quieren hacer creer que atrás del reclamo no existe ninguna ideología. Por su parte los partidarios del gobierno llevan adelante una contramarcha tan lamentable como su Némesis. El miedo existe, es verdad, y es proporcional al hacinamiento, la pobreza y la represión. Que existan violadores, asesinos de ancianos y de niños, ladrones de jubilados y corrupciones de toda especie y tenor, no expresa tanto de los criminales individualmente como de la sociedad que los genera. Un niño de diez años que mata, roba y se arruina el futuro con la droga no puede ser nunca la causa de la delincuencia, no puede ser la enfermedad. Los que hicieron de él un espantajo humano y asesino, los que condenaron a familias a la desdicha por su avaricia y ansias de poder sí son la enfermedad.
Los anticuerpos de Grondona no son más que ovejas de un rebaño que mira su ombligo y lloran el no poder pasear tranquilos en sus autos importados, vivir completamente alegres en sus barrios exclusivos. Ajenos a la realidad de la mayoría, se espantan por los crímenes que les tocan de cerca: un patovica que asesinó a sus hijos, un loco que juega al tiro al blanco por las calles del barrio de Belgrano.
Toda esa perorata de padres dolidos como Blumberg nunca se identifica con el reclamo de los más pobres. La esposa de este señor dijo cuando asesinaron a su hijo que “lo mataron porque tenemos algunos ladrillos de más”, y no se equivocaba. Esos “ladrillos de más” que acaparó un sector económicamente poderoso son el problema de la mayoría, o mejor dicho, uno de los tantos problemas que agobian a los socialmente desplazados. Ladrillos de más, anticuerpos, niños y jóvenes sin futuro. Marchas y contramarchas. ¿La represión y la explotación?, mejorando, gracias.

El Manguruyú/Opus Dead


SUPRIMIDA LA CAUSA DESAPARECE EL EFECTO VOLVER

Hace algunos días pude observar una imagen que me dio mucho que pensar. Tuve que cruzar la avenida 9 de Julio por un puente peatonal en dirección a Plaza Constitución, cuando iba bajando se trazaba el dantesco cuadro. Unos árboles haciendo las veces de columnas, una frazada atada de los mismos improvisando un frágil techo, por debajo un colchón harapiento sobre el piso de tierra y de esta forma viviendo tres personas: una joven mujer y dos pequeños envejecidos antes de tiempo por las pésimas condiciones de vida. Al pasar observé como uno de los chiquitos se disputaba un trozo de pan con un perro, podía ver como su mano sucia y curtida por el frió le arrebataba el pan al animal, y la imagen que se multiplica -igual o con variaciones- por miles y millones en el mundo entero. Todo el padecimiento, el frió, el calor, el hambre, la lluvia, la falta de educación, en fin, todas las posibilidades coartadas y condicionadas a su entorno de vida.
Al irme alejando me afirmo en mis pensamientos y comprendo aun más la criminalidad del sistema. Pienso en todos los seres que nacen en este entorno y en como esto es aceptado por la inmensa mayoría de la gente; el hecho de que algunos al nacer sean los privilegiados, los amos, y otros los desafortunados, los esclavos; como si este hecho fuera una condición natural y inevitable de la humanidad. Pienso también en los que sacan provecho de estas cosas, en esos que les convine que esto suceda quizás para apaciguar las culpas de su conciencia atormentada a través de la caridad, para sobornar políticamente o para justificar la sociedad de la vigilancia y el control, porque es sabido que cuando los desposeídos, en un acto de superlativa dignidad, deciden tomar por la fuerza aquello que les es negado sistemáticamente se alzan voces a favor de leyes más duras, más policías, más cárceles, etc. No se puede más que sentir repulsión por estos seres.
Por otra parte algunas personas con buenas intenciones -o no-, sienten la necesidad de “hacer algo” para cambiar la situación y así proyectan comedores populares, huertas comunitarias, talleres recuperados etc., etc., etc.. Aunque a uno lo gratifique saber que un día una persona pudo alimentarse y tuvo cobijo del frió una noche, lo único que logran es la convivencia de las clases antagónicas y la perpetuación del sistema de explotación porque algunos seres seguirán naciendo privilegiados y otros desdichados. No estoy condenando las buenas intenciones de nadie solo intento explicar que la cuestión social es más profunda y esto termina siendo contraproducente.
Hay una verdad inmutable que dicta que a toda acción le sucede una reacción o, en otras palabras, a cada causa le sucede un efecto. Siendo suprimidas las causas desaparecen los efectos, y la causa de todos estos males es la explotación del hombre por el hombre y todo lo que representa: la existencia del Estado, controlador y garante del privilegio y la explotación, la propiedad privada, el derecho de herencia, las leyes, los tribunales, los policías que hacen cumplir por la fuerza las voluntades de los poderosos, etc. Si se destruyen estas cosas el efecto devastador desaparece. A eso es a lo que apuntamos: la destrucción total y definitiva de los organismos protectores del privilegio, buscando una nueva forma de organización social, sin esclavos ni amos, y el pleno desarrollo, en absoluta libertad e igualdad de las posibilidades de todos y cada uno de los seres humanos.

Sebastián


PROTESTAS ANÓNIMAS VOLVER

Era un mediodía de agosto, en el centro de San Justo. La manifestación marchaba por el medio de la calle, casi sin impedir el tránsito, casi sin despertar el interés de los transeúntes. El megáfono martillaba sobre la cabeza del público ocasional palabras de áspera denuncia, de agria indignación. Banderas improvisadas, pancartas y fotografías del joven asesinado por la policía, obraban como escenografía del incontenible torrente de encono que se perdía inerte ante la indiferencia habitual. El acusador –iba a la cabeza de la protesta– mientras monologaba, con sus brazos señalaba y culpaba a los policías que merodeaban por la zona, los llamaba asesinos y corruptos, para agregar a continuación una sombría advertencia: “los asesinos están entre ustedes, lo que le pasó a Diego les puede para también a sus hijos”.
Me entregaron un volante de confección casera, es decir, sin los esmeros estéticos que suelen disfrutar los anodinos volantes de los partidos políticos o de las ofertas comerciales. Se refieren torturas y asesinatos, fusilamientos, patotas, secuestros, amparados por jueces y fiscales, perpetrados por policías y patovicas. Crímenes cometidos en Moreno, Ingeniero Budge o Isidro Casanova; casi todos menores de edad que sonríen desde una foto borrosa que alguien tomó para perpetuar alguna fugaz felicidad del pasado. Romina, Diego, Hugo son algunos de sus nombres. Sus apellidos podrían ser el de cualquiera de nosotros. Serán recordados por sus familiares y amigos invariablemente, hasta que las arenas del olvido los cubran con el tiempo, como cubrirán a sus asesinos también, parapetados en los poderes que facilitan sus opacas existencias. Pero pervivirá la búsqueda de justicia, la necesidad de reparación social y moral que se presentará algún día –anónima e inexorable– para barrer con todas las iniquidades del Poder, que se consuela fusilando y torturando jóvenes, cuando no alcanza a encarcelarlos o a matarlos de hambre.

Lobisón


LOS MARXISTAS VOLVER

El saber no obliga a nada ni a nadie, cuanto a moral o conducta. Es una aptitud, no más, que no implica, ni con mucho, una posición buena ni mala. Por eso la fe en la ciencia es tan salvaje o grotesca como la fe en la leyenda.
O, tal vez, un poco más, aunque parezca que exageramos. No hay ni centros ni derechas que den, como las izquierdas, en que actúan –o actuaban– los marxistas, tantos y tan pueriles fanáticos. Nunca nadie creyó más en sus dioses y profetas que esta gente en el Estado y sus jefes. Nunca tampoco hubo siervos autómatas y secuaces más científicos. No nos cuesta confesarlo: cual más, cual menos, todos tienen “su” talento.
¿Qué les falla, que no enriquecen la vida con acciones o emociones de libertad o belleza? La posición, sobre todo: el hombre, que no comprenden, ni se sienten, ni se aman. Parecería que se odiaran, a tal punto se someten a los más viles y negativos martirios. En la esperanza de un mundo, que está al otro lado de éste, matan o mueren, se cierran o se entregan con una impudicia que espanta.
Pero, ¡atención! No queremos compararlos con los mártires cristianos. ¡Ah, no! Aquéllos no sabían nada; eran inefables brutos; chorreaban simpleza humana. Éstos saben: son rematados cultos; chorrean inteligente cinismo. Había una furia de negación en los otros, que no pretendía la ganancia ni el engaño; en éstos hay una furia de fullería y de enjuague que quiere afirmar su triunfo a costa de cualquier vileza o trampa. Y la diferencia, que es entre saber e ignorar, es también entre lo repugnante y lo admirable.
Los primeros en reconocerle a Marx su aporte al conocimiento de la economía y la historia, fueron los anarquistas. Carlos Caffiero, contemporáneo suyo, extractó y tradujo El Capital, antes que nadie. Y Bakunin, su contendedor más acérrimo, no pensó en negarle nunca la calidad de su ciencia. Que no era tanta, como los marxistas creen, ni de ninguna manera original tampoco. Pero sistematizaba muchos conceptos y datos en una teoría eficiente. Y se lo reconocieron.
¿De dónde les nació, entonces, el repudio insuperable, que aun hoy mismo nos separa? ¿De qué rincón de la conciencia o la sangre? Bakunin se lo expresó, una de las tantas veces que Proudhon intentó reconciliarlos: –Tú sabes más que yo; pero yo soy más revolucionario.
Ahí es la cosa. Entre las aptitudes de ellos y las posiciones nuestras es el conflicto. Entre quienes creen que el hombre, que se forjó las cadenas, puede romperlas, contra quienes creen que el propio proceso histórico ha de hacer crisis en una liberación. Aquello obliga a la lucha por la dignidad humana, siempre más consciente y viva; esto obliga a un fetichismo hacia el progreso y sus técnicas, tan salvaje o tan grotesco como la fe en el Mesías.
No creemos, con Waldo Frank, que este mesianismo advenga de una secta o de una raza. Según él, porque Marx era judío, su tesis materialista no es más que un formal fraseo. Lo entrañable, que la nutre, es de vieja raíz profética. Después del industrialismo la libertad, no sería más, ni menos, que lo de Cristo, también hebreo y, como tal, mesiánico: Tras este valle de lágrimas, el paraíso...
No creemos. Es la doctrina. Es en ésta que va anejo el sometimiento tácito, sin esperanza, desesperante. Ella, la que fulmina y arrea a sus militantes, desde la altura en que, siempre, invariablemente, coloca a un jefe. Porque, donde hay dos marxistas, uno es quien manda. Ésa es la ley. Y, cuando son millones, ése es también el Estado. Los demás son materiales, de choque o base, que ése organiza o destruye, levanta o hunde. Haga lo que haga, ahí están ellos para justificarlo a ése.
¿Qué ocurre ahora? Lo de siempre del marxismo... No hace todavía un mes estaban, codo con codo, con los demócratas. A esta fecha, lo mismo, codo con codo, forman en la otra vereda. ¡Y tan tranquilos!
Al contrario de indignación o vergüenza, los topa usted y se los halla rezumando regocijantes albricias: –¿Se da cuenta, camarada? Con esta nueva política mandamos a los burgueses de Europa a exterminarse en la guerra. Después, sobre su exterminio, avanzaremos nosotros y... ¿Se da cuenta? ¡Ese Stalin!
¡Cinismo idiota! Porque no son los burgueses los que van a aniquilarse, sino los pueblos, los pobres. Y porque, aunque fueran ellos, los ricos, el triunfo de los marxistas sería la aniquilación del Hombre; la feroz esclavitud que impera en Rusia. La dictadura.
Es la doctrina. Es el Estado, en que adoran, que les factura esta mística espantablemente abyecta. Contra aquél y ésta, nosotros. Igual que Bakunin contra Marx. Siempre. ¡Toda la vida!

Rodolfo González Pacheco, de Carteles I


LÍMITES Y ESPEJISMOS DEL MATERIALISMO HISTÓRICO VOLVER

La concepción de Karl Marx acerca de la historia ha sido según sus apologistas uno de los avances más importantes en los anales de las ciencias sociales. La novedosa incorporación de la dialéctica hegeliana al análisis de los procesos históricos produjo toda una escuela de pensamiento contrapuesta a las tendencias idealistas y liberales de su tiempo, perdurando hasta la actualidad la riqueza y complejidad conceptual de muchos de sus análisis. El materialismo dialéctico en el marco de la naturaleza y el materialismo histórico enfocado hacia la explicación de la historia humana son el resultado del esfuerzo de Marx y su compañero F. Engels para dotar al socialismo de un carácter científico, es decir, de promover al socialismo marxista al rango de una disciplina científica.
Semejante pretensión ha sido reafirmada por los discípulos socialistas que intentaron aplicar las categorías de análisis de Marx y de Engels (de este último en mucha menor medida) a estudios económicos, históricos, antropológicos, sociológicos, lingüísticos, geográficos y culturales. Toda la producción teórica de las ciencias sociales del siglo XX se vio influenciada por los trabajos de Marx, abrazando total o parcialmente sus conceptos, o ya fuere para refutarlos. El materialismo histórico tiene la virtud de presentar una explicación sólida de la historia sin inconsistencias ostensibles. ¿Es verdaderamente así? ¿Podemos sostener –como sugieren muchos “anarco-marxistas”– un enfoque materialista histórico, con la salvedad de eliminar los elementos autoritarios de la ideología marxista? No creemos que las únicas diferencias entre marxistas y anarquistas se resuman a lo que se deba hacer con el Estado después de advenida la revolución social, sino que son mucho más profundas: La cuestión de aceptar o rechazar la dictadura del proletariado son el corolario de intensas diferencias entre ambos proyectos revolucionarios, diferencias que los tornan prácticamente incompatibles.
Si bien muchos anarquistas abrazaron una concepción dialéctica de la historia y aplaudieron muchos de los análisis económicos de Marx, estos reconocimientos fueron solamente parciales y coyunturales. Bakunin admiraba la inteligencia de Marx y tradujo muchos de sus escritos al ruso, pero nunca lo consideró un revolucionario sincero sino un timorato intelectual afecto a la intriga y a la prepotencia. Malatesta ponderó sus análisis sobre cuestiones económicas, sociales y laborales pero sentía repugnancia hacia su talante cientificista y su determinismo económico. Proudhon rechazó su dialéctica por autoritaria y Kropotkin consideraba al materialismo dialéctico como una farsa anticientífica.
Más allá de los aspectos positivos que pueda ofrecer la obra de Marx a los científicos, preferimos analizar en este momento algunos de sus presupuestos generales que se contradicen explícitamente con las ideas anarquistas. También rechazamos el supuesto rigor científico del materialismo histórico, como su carácter puramente metafísico y conjetural.

Los presupuestos del materialismo histórico

Es bien sabido que el fundamento del materialismo dialéctico ha sido tomado de Hegel y reformulado por Marx. Primordialmente consiste en que cada manifestación del Espíritu (tesis) engendra su propia contradicción, que entraña una negación de lo afirmado (antitesis). Ambas se resuelven en un tercer momento que supera a lo afirmado y lo negado (síntesis) tornándose en una nueva afirmación o tesis. Esta concepción idealista es aplicada por Marx a la filosofía materialista, siendo las relaciones de producción (económicas) las que determinan la evolución histórica. La historia se desenvuelve dialécticamente debido a sus afirmaciones y contradicciones, que se resuelven en nuevos momentos o síntesis superadoras, desde donde recomienza un proceso nuevo (pero en continuidad con el anterior).
El desarrollo dialéctico de la infraestructura socio económica es el motor de la historia humana. Esta estructura económica determina a una superestructura que comprende las manifestaciones ideológica, religiosa, cultural y jurídica de una sociedad. Marx sostiene que la clase dominante es aquella que se apropia de los medios de producción imponiendo su ideología al cuerpo social. La estructura económica y la superestructura ideológica se enmarcan dentro de lo que se denomina “modo de producción”. Los modos de producción son formaciones económico-sociales de carácter histórico que comprenden determinado tipo de relaciones sociales de producción. Estos modos de producción se suceden a lo largo de la historia y se han sucedido dialécticamente, en una escala ascendente y superadora. Todo comienza con el comunismo primitivo (sociedad sin Estado), al que sucederán el esclavismo, la sociedad feudal, el capitalismo y finalmente el comunismo (donde se resuelven todas las contradicciones). Dentro de un modo de producción las fuerzas productivas de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción (explotación salarial, servidumbre); el desarrollo de este conflicto –que en la sociedad feudal se da entre la nobleza rural y la burguesía naciente o en el capitalismo entre burgueses industriales y proletarios– inicia una época de revolución social que resquebraja la superestructura ideológica y hace que los sujetos revolucionarios “adquieran conciencia” del antagonismo. El triunfo de los revolucionarios generará una superación de las relaciones sociales de producción anteriores, inaugurando una nueva etapa de características propias (que generará con el tiempo su propia contradicción, reproduciendo el proceso). El comunismo al acabar con las contradicciones de clase con relaciones de producción basadas en la propiedad colectiva se constituiría en la síntesis de la totalidad del proceso histórico.
Es claro que en esta interpretación de la historia los factores económicos (las técnicas de producción y las relaciones de producción) tienen un peso preponderante en la determinación de los sucesos históricos. El propio Marx lo expresa en su Contribución a la crítica de la economía política: “En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de sus voluntades, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, que tiene una base real sobre la cual se edifica una superestructura jurídica y política y a la cual corresponden determinadas formas sociales de conciencia... El modo de producción de la vida material determina, por lo tanto, en general, el proceso de la vida social, política y espiritual”. Conclusión: la existencia social determina la conciencia de los hombres.
Muchos estudiosos que utilizan los preceptos del marxismo para sus análisis históricos no aplican dogmáticamente la determinación económica que Marx sugirió y que Engels se encargó de divinizar. Incluso se podría afirmar que los estudios de Marx sobre el pasaje del feudalismo al capitalismo son verdaderamente fecundos. Pero por más que se quiera encontrar atenuantes, todo el análisis se basa en fortísimas determinaciones económicas y fracasa a la hora de interpretar la totalidad de la historia humana desde un punto de vista dialéctico. Más aún, sostenemos que ni la dialéctica ni la economía conforman un “motor de la Historia”, si es que existe alguno, mecanismo bastante dudoso y harto difícil de probar.

El determinismo económico según Rocker

En Nacionalismo y Cultura, su obra más celebrada, el anarquista Rudolf Rocker sostiene que el materialismo económico es insuficiente para explicar los procesos históricos. “El error fundamental de esa teoría consiste en que equipara las causas de los acontecimientos sociales a las causas de los fenómenos físicos”, es decir, se “confundieron las necesidades mecánicas del desarrollo natural con las intenciones y los propósitos de los hombres, que han de valorarse simplemente como resultados de sus pensamientos y voluntad” (Pág. 21 y 22). Considera Rocker que considerar los hechos sociales como manifestaciones de una evolución naturalmente necesaria conduce a empeorar nuestra comprensión de esos hechos. Las pretendidas leyes de la dialéctica y la física social de que hacen gala los materialistas históricos no son más que astrología política y social. Las únicas leyes a las que está sometido el ser humano son las de su existencia física. Como mucho se puede aspirar a presentar la historia como un esquema; de todos modos el resultado será poca cosa.
Rocker no desprecia las causas económicas sino que las equipara a las políticas, religiosas o sociales: “las fuerzas económicas no son nunca los únicos resortes que ponen en movimiento todas las demás. Los fenómenos sociales se producen por una serie de motivos diversos que, en la mayoría de los casos, están entrelazados de tal modo que no es posible delimitarlos concretamente. Se trata de efectos de causas múltiples, que casi siempre se reconocen claramente, pero que no se pueden calcular con métodos científicos.” Rocker supone que la “voluntad de poder” de individuos o pequeños grupos sociales puede ser una fuerza tanto o más importante en la formación de la vida económica y social que las causas económicas. También sostiene que muchos acontecimientos no son explicables desde una perspectiva enteramente económica: las conquistas de Alejandro, la locura de las Cruzadas o la conquista del Imperio azteca no han sido motivadas por las condiciones de producción de su tiempo. Todas las guerras tienen una motivación económica indudable, tanto de parte de los imperialistas como de las burguesías, concede Rocker. Pero si no se apelara a los sentimientos nacionalistas, éticos o religiosos los gobernantes no conseguirían quien pelease por sus intereses. Podemos analizar los intereses económicos que propiciaron la Primera Guerra Mundial y darles la importancia que se merecen, pero relegar los motivos que movieron a millones a dar su vida en una guerra horrorosa a una superestructura ideológica subordinada a las relaciones sociales de producción, suena bastante insensato desde el punto de vista de un socialista que se precie. Peor aún cuando los propios socialistas (y algunos anarquistas) se plegaron a las causas nacionales de sus respectivos Estados y apoyaron la masacre, olvidando el precepto marxista del Manifiesto Comunista de que “la historia de toda sociedad es la historia de la lucha de clases”.
Para Rocker no existe un “motor de la historia”. Tampoco existen determinaciones naturales desde la economía. Tan sólo los limitantes de las leyes y fenómenos físicos. Igualmente sostiene que no se puede elaborar una jerarquía de causas que determinen unas a otras sino que estas se entrecruzan e influencian mutuamente. Desde este punto de vista se puede afirmar que la evolución social humana no tiene una dirección necesaria y definida que culminará en el socialismo indefectiblemente. La voluntad individual o la acción de minorías –tanto desde el Poder como desde el campo revolucionario– pueden influir gravemente en los acontecimientos sociales. Pero no se apoya en un voluntarismo que lleva a una visión atomizada del proceso social. Toma los procesos sociales como un todo de múltiples causas y múltiples efectos, interrelacionado y no unidireccional, impredecible hacia el futuro pero analizable hacia el pasado; el pasado no se convierte en el tirano del presente, ni el futuro en su corolario o, para expresarlo en términos dialécticos, en su síntesis.

Algunos espejismos

También podríamos considerar preguntarnos si verdaderamente la naturaleza es dialéctica. Si se diera el caso de que la naturaleza respondiera a las leyes de la dialéctica, sería legítimo pensar que la Historia y las acciones humanas se hallarían bajo el efecto de esas mismas leyes, aunque no necesariamente. Pero si el universo de los fenómenos físicos y naturales no respondiera a esas supuestas leyes, si las proposiciones de Engels en el Antiduhring o en la Dialéctica de la Naturaleza no tuvieran ningún asidero a la realidad y fueran sólo refinada metafísica, con toda justicia podríamos creer que la historia humana o que la evolución social tampoco están sometidas a movimientos dialécticos. Por supuesto que la naturaleza no es dialéctica, que las proposiciones positivistas de Engels acerca de la naturaleza no son tomadas seriamente más que por los dogmáticos obtusos, que ningún científico se acercó siquiera a lograr algún descubrimiento aplicando ese método, que los científicos que estudian la naturaleza e ideológicamente reivindican el marxismo jamás tomaron con seriedad estos conceptos y que tampoco existen posibilidades de reconsiderar esta situación en el futuro, al menos hasta que se haga algún intento sensato por demostrar la verdad de estas leyes que hasta el momento son pura especulación.*
Pero concedamos que sin ser el Universo dialéctico, por un extraño y sorprendente milagro, la historia humana y la evolución social sí estuvieran sometidas a estas inaprensibles leyes. Admitamos la perspectiva de una evolución dialéctica de la sociedad humana, sólo aplicable –vaya a saberse por qué capricho– a los humanos únicamente y no aplicable a ninguna otra especie viviente, al menos hasta que algún investigador descubra que la existencia de los pingüinos, los alces, las hormigas, los hongos o los sauces también responden a estas mismas leyes. En ese caso, ¿por qué considerar a la economía determinante sobre otros aspectos de la evolución social humana, al punto de afirmar que las relaciones de producción (estructura) determinan las producciones culturales, simbólicas, morales o ideológicas (superestructura), y no a la inversa? ¿Es la economía una materia o una disciplina aislable de otros aspectos sociales y culturales, es decir, existen aspectos de la historia humana en los cuales la economía opere como una variable pura e incontaminada? ¿Existe “lo económico” en la realidad o es una forma que hemos ideado para entender mejor ciertos aspectos del comportamiento humano y de la producción y reproducción cultural?
Dentro de un enfoque substantivista o empirista, sostiene Karl Polanyi que la economía humana “está incrustada y enredada en instituciones económicas y no económicas. La inclusión de lo no económico es vital. Pues la religión o el gobierno pueden ser tan importantes para la estructura y el funcionamiento de la economía como las instituciones monetarias o la disponibilidad de herramientas y máquinas que aligeren el trabajo de la mano de obra” (Pág. 161); una postura parecida a la esgrimida por Rocker. La economía lejos de ser algo apreciable en estado puro en las actividades humanas se encuentra entremezclada en otras instituciones claramente no económicas. También las instituciones pertenecientes a la esfera económica incluyen aspectos religiosos, morales, jurídicos, ideológicos, simbólicos, estéticos y sentimentales en diverso grado y forma. Esta situación prácticamente hace imposible separar lo estrictamente económico de aquello que no lo es, entendiendo por económico todo lo relativo a la producción de los medios materiales de subsistencia en el ámbito de una sociedad. Si relaciones sociales estrictamente económicas como lo son las relaciones de producción presentan aspectos no económicos (ideológicos y simbólicos) propios de la superestructura, no podemos sostener que esas relaciones sociales de producción determinan a la superestructura, puesto que incluían previamente algunos de estos aspectos superestructurales. No decimos que la producción de medios de subsistencia no tiene ninguna influencia sobre otros aspectos de la cultura; lo que sostenemos es que esa influencia no es determinante ni unidireccional. Más bien nos inclinamos a ver todos los aspectos de la cultura como sistemáticamente relacionados, con influencias recíprocas entre sus componentes. La estructura económica que Marx imaginó es una construcción teórica, no una realidad empírica; es una abstracción que puede resultarnos útil para comprender la realidad o puede parecernos completamente inútil, según el caso, pero no es la realidad: está por fuera de ella.
A esta visión el antropólogo marxista Maurice Godelier –cuyo saber es bastante más refinado que el de su estrecho colega y camarada Terray– contesta que “el análisis de un sistema económico no debe confundirse con la observación de sus aspectos visibles ni con la interpretación de las representaciones espontáneas que se hacen los agentes económicos propios de ese sistema que, mediante su actividad, lo reproducen. Es un hecho todos los días constatado que los capitalistas se apoderan del uso de la fuerza de trabajo de los obreros a cambio del pago de salarios y que, por otra parte, gastan el dinero en apoderarse de otros medios de producción, como máquinas, materias primas, etc. Todo ocurre, pues, como si el salario pagara el trabajo y como si, en el valor de las mercancías producidas al acabar el proceso de producción, entraran muchos otros elementos además del trabajo humano. En apariencia, pues, el beneficio capitalista no tiene nada que ver con un mecanismo de explotación de la fuerza de trabajo de los productores, ya que los productores cobran un salario que parece el equivalente de la parte de valor que representa el trabajo” (Pág. 287).
Siempre para comprender la lógica interna de un proceso debemos hacerlo en base a abstracciones, eso está claro, pero no deja esto de ser una interpretación subjetiva. La pregunta que cabe hacerse es por qué creer que el salario paga sólo una parte del trabajo de un obrero y no la totalidad. ¿Acaso eso lo convierte en justo o deseable? El salario podrá pagar o no la totalidad de lo producido; creer que esto nos inhabilita para expropiar a la burguesía es tan infantil como cientificista. La comprensión del proceso “verdadero” o de la “lógica subyacente” en los mecanismos de explotación o en las relaciones de producción son decididamente insuficientes para generar siquiera un movimiento revolucionario. Los aspectos éticos, ideológicos y culturales tienen tanta o más fuerza que los económicos a la hora de impulsar una revolución: ni en la revolución Rusa, ni en la España de 1936 quienes colectivizaban campos y talleres se habían percatado de estos refinamientos teóricos, a diferencia de aquellos esclarecidos devotos del socialismo científico que se apropiaron del Estado y aniquilaron a los revolucionarios, como si fueran contrarrevolucionarios y como si la dictadura del proletariado hubiera inaugurado una etapa de libertad e igualdad camino al comunismo.
Otra ilusión de Marx era creer que los procesos materiales se basan en hechos independientes de la voluntad humana: desde sus postulados éstos adquieren vida en una especie de animismo económico autodirigido. La realidad es al revés, los procesos materiales se encuentran ordenados por la cultura simbólicamente. Marshall Sahlins lo ejemplifica de esta forma: “Las fuerzas materiales tomadas en sí mismas carecen de vida... Descompónganse las fuerzas productivas solo en sus especificaciones materiales, supóngase una tecnología industrial, una población humana y un ambiente. Con todo esto no se dice nada acerca de las propiedades específicas de los bienes que se producirán, o acerca de la tasa de producción, o de las relaciones con arreglo a las cuales avanzará el proceso. Por sí misma una tecnología industrial no dictamina si será manejada por hombres o por mujeres, de día o de noche, mediante salarios o por la distribución de las ganancias, en días jueves o domingos, para enriquecerse o ganarse la vida, o si estará al servicio de la seguridad nacional o la glotonería privada...” (Sahlins, 205). Podemos decir entonces que el modo de producción de la vida material no determina el proceso de la vida social, política y espiritual, a diferencia de lo que Marx suponía.

Algunos límites

Entonces, los modos de producción ¿son reales o son otra abstracción? Suponiendo que –abstractos o concretos– los aceptemos por su utilidad explicativa o por su valor didáctico, debemos constatar si responden a las leyes de la dialéctica tal cual postulaba Marx. Polanyi sostiene que esta teoría de etapas (comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo y capitalismo) es históricamente insostenible y “se origina de la convicción de que el carácter de la economía está determinado por la situación del trabajo” (Pág. 166). Coincidiendo con este autor creemos que analizar la evolución de la historia humana en etapas basándose únicamente en las relaciones de producción es un análisis limitado y que deja por fuera a la mayoría de los otros aspectos. Las etapas que Marx delimitó son coincidentes con aquellos historiadores clásicos que hablaban de salvajismo, edad antigua, edad medieval y edad moderna. Lo novedoso en Marx es la lógica interna que asigna a esas etapas o modos de producción, a sus procesos internos y a su sentido progresivo hacia una sociedad comunista. El problema se encuentra al inicio de la cadena: si los modos de producción generan su propia contradicción, ¿cuáles son las que se encontraban en el comunismo primitivo?.
Los estudios de Marx y Engels sobre las sociedades sin Estado se basaban en una antropología conjetural de tipo evolucionista, en la actualidad completamente refutada e impugnada. Engels –en su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado– suponía que en una sociedad sin clases: “A consecuencia del desarrollo de todos los ramos de la producción –ganadería, agricultura, oficios manuales domésticos–, la fuerza de trabajo del hombre iba haciéndose capaz de crear más productos que los necesarios para sus sostenimiento... Era ya conveniente conseguir más fuerza de trabajo, y la guerra la suministró: los prisioneros fueron transformados en esclavos. Dadas todas las condiciones históricas de aquel entonces, la primera gran división social del trabajo, al aumentar la productividad del trabajo, y por consiguiente la riqueza, y al extender el campo de la actividad productora, tenía que traer consigo necesariamente la esclavitud. De la primera gran división social del trabajo nació la primera gran escisión de la sociedad en dos clases: señores y esclavos, explotadores y explotados” (las bastardillas son mías).
Por supuesto que todas estas afirmaciones ningún antropólogo, ya sea marxista o no, las toma en serio hoy en día; el concepto de comunismo primitivo ha sido desechado. Se derivan de una interpretación basada en las conjeturas de Morgan, absolutamente falsas, pero a tono con el conocimiento de la época. El problema que se plantea a los marxistas de hoy es cómo encontrar una contradicción que permita pasar de una sociedad sin clases ni Estado a una sociedad de clases: encontrar la causalidad estructural y sus efectos sobre la sociedad de cazadores-recolectores. En las sociedades primitivas el sistema de parentesco incluye y ordena las relaciones de producción y las relaciones jurídicas, religiosas y políticas: la sociedad primitiva se organiza sobre el parentesco como una institución que abarca las relaciones económicas, políticas jurídicas, y religiosas, así como los procesos de producción material, simbólica y ritual. Si existen sociedades sin una división entre estructura y superestructura, si no hay contradicción entre medios de producción y fuerzas productivas, no hay explicación dialéctica y arde todo el edificio teórica marxista. Godelier, Worsley, Terray y otros antropólogos marxistas tuvieron que enfrentarse con el problema de explicar sociedades en las cuales “se desconoce una distinción organizativa entre base y superestructura; es decir, donde ambas constituyen formalmente la misma estructura” (Sahlins, 14). Y, si las relaciones de parentesco en ese tipo de sociedad incluyen y engloban a casi la totalidad de las relaciones sociales, ¿dónde debemos ubicarlas, en la estructura, la superestructura o en ambas a la vez?
Godelier nos da la respuesta: las relaciones de producción no sólo pueden existir bajo una forma que las distinga y las separe de las otras relaciones sociales. El parentesco se ubica en la estructura y la superestructura. A su vez, Worsley, analizando la sociedad tallensi, fragmenta el sistema de parentesco en sistemas componentes y “descubre” la estructura y la superestructura de esta sociedad. Para Godelier el hecho de que la dominación de parentesco o de tipo religioso o político se imponga, no alcanza para contradecir las hipótesis de Marx: “la objeción pierde sentido cuando se constata que no basta con que una instancia social asuma varias y no importa cuáles funciones para ser dominante, sino que es necesario que asuma la función de las relaciones de producción, es decir, no necesariamente el rol organizador de tal o cual esquema organizativo de tal o cual proceso concreto de trabajo, pero sí el control del acceso a los medios de producción y a los productos de este trabajo, y ese control significa igualmente autoridad y sanciones sociales, por tanto, relaciones políticas. Las relaciones sociales son las determinantes del dominio de tal o cual instancia. Tienen, pues, una eficacia determinante general sobre la organización de la sociedad, porque determinan este dominio y, a través de este dominio, la organización general de la sociedad” (303).
Sin darse cuenta, utiliza una argumentación que sirve para refutar la posibilidad de que una dictadura del proletariado nos conduzca al comunismo. El control del acceso a los medios de producción y a los productos significa autoridad y dominio. Seríamos unos estúpidos si creyéramos que el socialismo estatista no se ajustaría a estos parámetros, tan solo por la buena voluntad de los comisarios del partido en el Poder. Cuando Godelier cree arreglar los problemas al inicio de la Historia, los desarregla al final. Parece que la hipótesis marxista es como una frazada demasiado corta que cuando cubre los pies no cubre la cabeza, y viceversa.
Pero tampoco la solución es satisfactoria para las sociedades primitivas, sino más bien que parece un intento de ajustar los nuevos datos a un paradigma resquebrajado. Todos los intentos de acomodar las sociedades primitivas a los parámetros marxistas han caído en el fracaso, inmersos en un mar de dudas y bombardeados por la crítica. La realidad es que cuando no se intenta salvar lo insalvable, se miente descaradamente o se hace un uso adulterado de las investigaciones de otros autores para apoyar hipótesis de nula veracidad. Las excepciones no confirman la regla, la invalidan. Las tesis de Godelier no son aplicables a las sociedades de cazadores/recolectores como la de los bosquimanos del Kalahari estudiadas por Richard Lee, quien “observó a grupos de hombres y mujeres regresar a casa todas las tardes con los animales y las frutas y plantas silvestres que habían cazado y recolectado. Lo compartían todo por igual, incluso con los compañeros que se habían quedado en el campamento o habían pasado el día durmiendo o reparando sus armas y herramientas... Si en las simples sociedades del nivel de las bandas y las aldeas existe algún tipo de liderazgo político, éste es ejercido por individuos llamados cabecillas que carecen de poder para obligar a otros a obedecer sus órdenes” (Harris). Lejos de ser sociedades anarco comunistas, la única estructura visible son las relaciones de parentesco, sobre las que se organiza la vida social, la producción y la reproducción del grupo. No existe una estructura económica que determine una superestructura política.

Conclusiones

El materialismo histórico es una esquemática explicación de la historia humana de algún valor didáctico, según los gustos, mientras no nos creamos la fábula de las leyes de la dialéctica, aún por comprobarse científicamente. Los productivos análisis de Marx sobre el origen y desarrollo del capitalismo son de suma utilidad para comprender algunos de los procesos de explotación del capital sobre el trabajo. Lo que es inaceptable es extrapolar a toda la Historia y al Universo físico mecanismos que nos han servido para explicar solo una parte del problema. Marx comprendió la lógica del capitalismo y creyó que su método lo llevaría a explicar la totalidad de la evolución social humana: explicando una de las partes, explicó el todo. El cientificismo económico marxista subsume todos los aspectos humanos simbólicos, culturales, ideológicos, éticos o ecológicos a su causalidad inexorable. El resultado de aplicar semejantes métodos de análisis no puede ser menos que limitado. Se confunde la consistencia epistemológica con esquematismo teórico.
La supuesta robustez teórica del marxismo –que se fundamenta en una metafísica que nada tiene de científica– apela a la autoridad de la ciencia para imponerse como verdadera y única, cuando verdaderamente es una explicación unilineal, fatalista, reaccionaria y autoritaria. La gran debilidad del materialismo histórico y del materialismo dialéctico radica en aquello que para sus creyentes consiste en su fortaleza: como toda interpretación universalista pretende explicar la Historia humana y el universo físico mediante un método válido para toda época y lugar. Cada caso particular que no se ajuste, destruye inevitablemente a toda la teoría. Quizás algún día la ciencia logre sintetizar una teoría unificada del universo físico y, con mucha suerte, de la Historia humana. Difícilmente ese camino transite por los territorios de la dialéctica.
El método dialéctico de Marx y Engels supone un progreso, un avance, un devenir de lo inferior a lo superior, una superación de la sociedad cuyo resultado sería el comunismo. ¿Se puede hablar de progreso o superación en el pasaje de una sociedad primitiva, sin divisiones de clase a una sociedad con clases sociales, con opresores y oprimidos? ¿Cuál es la ética que subyace a un pensamiento cuya única medida de progreso se basa en factores económicos y tecnológicos? ¿En qué valor moral se fundamenta una ideología que considera un progreso la dominación imperialista y la expansión del capitalismo, como lo hizo Marx al aplaudir la colonización británica en la India? Si tenemos en cuenta que los análisis marxistas se cimientan en la historia del occidente europeo y desde ese punto explican la evolución de toda la humanidad, se hace comprensible porqué el materialismo dialéctico fracasó a la hora de explicar las culturas no occidentales. El marxismo no deja de ser una variante del evolucionismo social que, al igual que éste, considera los parámetros eurocéntricos y occidentales modernos superiores a los no occidentales. No se trata de reivindicar lo “no occidental” sino de desechar una escala de valores engendrada por la burguesía para legitimar su dominio.
El comunismo resolverá todas las contradicciones en una síntesis total –el fin de la Historia– fundando la felicidad social plena. No nos imaginamos por qué tanto la naturaleza y la historia humana hayan respondido alguna vez a las leyes de la dialéctica; mucho más difícil nos resulta creernos por qué milagro deberían dejar de hacerlo bajo el comunismo que fantasearon Marx y Engels. Las leyes inmutables y eternas de repente se resuelven en una síntesis que no da paso a un nuevo momento dialéctico. Un nuevo modo de producción eterno, incapaz de superarse a sí mismo, donde las relaciones sociales de producción progresarán sin contradicción. Algo tan milagroso como el pasaje de la dictadura del proletariado al ambicionado comunismo sin Estado. Los padres del socialismo científico, al fin y al cabo, también tenían sus aristas utópicas.

P. Rossineri

Bibliografía:
Godelier, Maurice. Antropología y Economía ¿es posible una antropología económica?, Anagrama, 1976.
Harris, Marvin. Nuestra especie. Alianza Editorial.
Polanyi, Kart. El sistema económico como proceso institucionalizado. (En Antropología y Economía, Godelier comp.) .
Sahlins, Marshall. Cultura y razón práctica. Gedisa, 1988.

*La crítica a los postulados del materialismo dialéctico la efectuamos en el artículo “Dialéctica materialismo y cientificismo”, ¡Libertad! N° 35.


LEGALIZACIÓN VOLVER
Para el Señor, todo el mundo

Habría que decir que partimos de la conclusión de que la solución de las problemáticas actuales de la humanidad, de la tragedia y de los sufrimientos sistematizados producidos por la existencia de una clase social privilegiada e impuesta por sobre el resto, se encuentra en la destrucción, mental e institucional, de todas las estructuras que crean y recrean al presente sistema social a través de la Revolución anárquica. Y decimos que partimos de una conclusión porque, al contrario de ser un axioma o dogma desde donde se deducen proposiciones, llegamos a esa afirmación tras innumerables y anónimas experiencias históricas que persiguieron salidas que terminaron por reafirmar la negación original. La dimensión ética hace un principio del fin de la experiencia y el fluir del devenir un punto de partida del de llegada. La cuestión de distinguir a los principios de la finalidad es la explicación de una totalidad y no habilita la independencia de sus partes.
“No se encuentra otra salida a la sociedad presente que por la puerta ferrada de la revolución. Es el dilema. O pasamos por ahí o continuamos golpeando los muros con la cabeza”*. La puerta de salida es una sola, tras la cual se abren las posibilidades de la humanidad desencadenada. Tras las otras hay abismos, fauces o nuevos claustros, más o menos decorados.
Por el contrario la Ley, es decir, los códigos, reglamentaciones e instituciones que establecen los poderosos para controlar y garantizar la explotación de la sociedad y la naturaleza, como hija devenida que es de la idea de Dios -dogma absoluto-, al igual que su progenitor, es creada y recreada como causa no causada, como verdad axiomática desde donde se desprenden, por lógica deductiva, todas las preposiciones que demarcan los límites entre lo prohibido y lo permitido, estableciendo las formas del permiso y del castigo y definiendo lo justo y lo injusto. Como Dios: dentro de ella todo, fuera de ella nada. Producto histórico de la conquista y supremacía de un sector social sobre otro, posee carácter expansivo y tendencia totalizadora que va adueñándose, a la par de sus fuerzas armadas, de los espacios vírgenes que se le presentan como vacíos de poder. Y como todo ejército que avanza encuentra resistencia a su marcha, también encuentra, como resultado del miedo y la desesperación, por un lado, y del deseo de conservar ciertos privilegios y niveles sociales, por el otro, un consenso que presenta a los dichos espacios vírgenes como espacios vacíos de poder, susceptibles de estar a merced de supuestos males mayores. Es decir se presenta a la Ley y a su fuerza como garantía de vida y de convivencia, y a la ausencia de jueces y verdugos como un desamparo.
Dentro de la demarcación que dictaminan los poderosos a través de sus reglamentos, entre la obligación, el permiso y lo vedado: la legalización -la gracia concedida- de acciones antes reprimidas o ignoradas, no por ser el resultado de una lucha y de reclamos, significa una conquista parcial y progresiva sobre el sistema de privilegio sino, por el contrario, significa una conquista más de los poderosos porque avanzan sobre cuestiones antes marginales de su dominio y por la inclusión, ideológica e institucional, de los sectores e individuos movilizados. Esto independientemente del beneficio concedido, porque por propio mecanismo de concesión y por el interés que la motiva, el mayor beneficio es acuñado por los dueños de la sociedad que, principalmente, se legitiman como tales.
La Ley implica la existencia de quienes acaparan las riquezas y de toda su comitiva de gobernantes, diputados, senadores, jueces, fiscales, abogados, policías, carceleros, junto con toda la red administrativo-represiva de congresos, municipios, tribunales, cárceles, comisarías... La Ley es la cadena, acudir a su refugio es forjarla; caer en su amparo es elevar y fortificar los muros que tapian la puerta ferrada de la Revolución.

A.G.

* Rodolfo González Pacheco, del cartel El señor todo el mundo


ABORTO: CONTROL Y DESESPERACIÓN VOLVER

No planteamos soluciones para el sistema social imperante, planteamos problemas. En otras palabras, la solución de la variedad que manifiesta la problemática social pasa por la abolición del Estado y de la explotación del Hombre por el Hombre.

En los últimos días, tras tomar carácter público y mediático, una sucesión de casos que resumen la criminalidad y el dolor que produce cotidianamente la civilización burguesa, motivaron la discusión en torno a la legalización del aborto. Ante lo delicado y trágico de los casos puntuales se nos agotan las palabras. Nuestro posicionamiento es ante las implicancias de la discusión, ante las situaciones creadas de desesperación social y ante el marco de un creciente consenso.
La oposición de la oficialidad de la Iglesia católica, y de los sectores que responden a ella, contra los métodos anticonceptivos y abortivos, si bien tiene peso -y lo han demostrado en algunos de estos casos- no tiene la misma fuerza ante esta cuestión como la tenía décadas pasadas. Frente a la agudización de los conflictos sociales y ante las evidencias ya establecidas, la Iglesia católica ha debido, a condición de no perder influencia y espacios de Poder, adaptarse a los reclamos de actualización. El reconocimiento del genocidio indígena y la Inquisición, la aceptación de las teorías científicas y la participación activa en ellas, como así también la tolerancia y permisividad en cuestiones civiles como son el divorcio o los casamientos entre individuos del mismo sexo, etc.; son elementos de dicha adaptación ante las trasformaciones y necesidades históricas. Estas adaptaciones nunca fueron inmediatas ni sin contradicciones internas, ni significan un progreso ni una mejora ya que son funcionales a la perpetuación institucional y religiosa. Los cambios de posición de la Iglesia ante determinadas cuestiones se suceden desde sus orígenes. En relación con la cuestión del aborto el rechazo eclesiástico actual data de mediados des siglo XIX; anteriormente era permitido y no era condenado. En el siglo IV la Iglesia condenaba el aborto sólo si la concepción era producto de un adulterio, no así al provocado dentro del matrimonio. Para los principales teólogos de la Iglesia, como Santo Tomás de Aquino y San Agustín -como Aristóteles antes-, el feto no adquiría el alma hasta pasado más de un mes de gestación y solo era condenable el aborto cuando se realizaba pasado ese umbral. En la actualidad un nuevo cambio de posición es esperable, sino de la oficialidad por lo menos desde algunos sectores, si se tiene en cuenta el creciente consenso social al respecto y las exigencias políticas y demográficas que demandan su despenalización. De hecho hay amplios sectores católicos organizados a favor del aborto. El Poder no es uniforme, tiene internas y disputas, sectores más democráticos o más conservadores, reaccionarios y progresistas; izquierdas y derechas que canalizan las diferentes tendencias en la misma órbita estatal.
La cuestión del aborto y la anticoncepción está enmarcada en el problema actual que afrontan los capitalistas y sus representantes ante la explosión demográfica mundial. Los 6 o 7 mil millones de habitantes que tiene el planeta sumado a los casi 95 millones que se agregan anualmente, millones subalimentados y desnutridos, millones potencialmente peligrosos por constituir un sobrante del mercado mundial, son una amenaza que ya sienten en oleadas de inmigrantes desde las zonas periféricas hacia los centros de opulencia, como son Europa y EE.UU. Los inmigrantes son concentrados en campos de detención cuando las fortificaciones son franqueadas o, ya establecidos, producen estallidos como los ocurridos en Francia. El gobierno norteamericano está impulsando la construcción de un muro altamente tecnificado que recorrerá kilómetros en la frontera con México, porque los actuales alambrados y patrullas no dan abasto. El terrorismo religioso y la delincuencia se acrecientan como respuesta desesperada ante la situación social creada. Sumada a la depredación ambiental que necesita la producción capitalista y la consecuente disminución y encarecimiento de los recursos naturales, el hacinamiento y la insuficiencia de los paliativos de la dádiva y la caridad, junto a la amenaza de reducción de los privilegiados niveles de vida de las clases opresoras, se le presenta al sistema el imperativo de plantearse algunas formas de control demográfico, como prevención de futuras y presentes crisis. Esto no quita que los mecanismos de control demográfico no dejen de tener reticencias y oposiciones desde sectores internos del Poder. Pero son muchos los gobiernos que han despenalizado el aborto y los que impulsan campañas de educación anticonceptiva. En la China maoísta desde la década del ´70 el gobierno estableció un estricto plan de planificación familiar, basado en premios y castigos, cuando no es directamente forzado, a fin de reducir su tasa de crecimiento poblacional. Abortos, abandono de criaturas e infanticidio femenino como resultado.
Los burgueses son los primeros interesados en este tipo de controles, son ellos los financistas del barco-clínica que recorre las costas de los países que no tienen el aborto legalizados; son ellos los que sostienen las ONG´s que costean las intervenciones y promueven campañas. En Argentina el actual ministro de salud, Ginés González García, es partidario de la despenalización junto con varios integrantes del medio artístico, intelectual y político que incluye a diputados de distintos partidos que impulsan varios proyectos de ley sobre el tema. Hay más de 200 ONG´s locales participando en la campaña pro legalización. El debate ampliamente difundido en todos los medios de difusión, de un tema que hasta hace poco era un tabú, muestra el nivel de consenso que va adquiriendo la cosa. Al debate sobre el aborto se suma, no casualmente, el de la educación sexual -es decir, anticonceptiva- en las escuelas, no sin oposición de los sectores más conservadores, sectores estos bastantes desacreditados desde los generadores de la opinión pública.*
Los sectores pudientes pueden costear abortos en clínicas o centros especializados a un precio al que no accede la mayoría. Las prácticas rudimentarias y caseras producen altos índices de mortalidad o lesiones en mujeres que no tienen acceso a esos lugares. La intención de los sectores del Poder de legalizar las intervenciones y prevenciones, independientemente de una circunstancial sensibilidad y humanismo promovido, es controlar el aumento de la pobreza por su peligrosidad potencialidad, porque los sectores privilegiados no corren riesgos en abortos ilegales.
Esto no quita la necesidad real ni el problema, ni la sensibilidad e intenciones de quienes se suman al movimiento de legalización. Lo que decimos es que el aumento del consenso al respecto del tema se inscribe en la lógica y funcionalidad del sistema. El mismo tema se refleja en la campaña a favor de donación de órganos. La insistencia del Estado en este tema no significa que a los poderosos les duela la muerte que ellos provocan, sino que necesitan de un mercado de donaciones, legitimado y consensuado, para que ellos puedan tener a su disposición un reservorio de órganos, que somos nosotros, como parte de sus recursos. Repetimos que esto es así más allá de la problemática de cada uno, y que el sistema utiliza esa problemática personal, el dolor y los sufrimientos, para generar mecanismos que lo favorecen.
El creciente consenso a favor de la legalización del aborto se relaciona con los movimientos feministas que se vienen desarrollando desde la década del ´60 que aparecieron en los países de mayor opulencia económica. En este respecto hay que destacar la funcionalidad de dicho movimiento. Cuando el machismo era funcional al sistema de estratificación social éste era incentivado y promovido. En la actualidad, cuando el capitalismo vislumbró y necesitó incorporar, en grado mayor a lo que lo hacía, a la otra mitad de la población -el genero femenino- para su explotación; el machismo como mentalidad dominante es motivado a reducirse. Esto no sin contradicciones ni sin obstáculos, pero, como tendencia, es evidente la participación cada vez mayor del género femenino, tanto en las esferas de la administración y represión, como en las de trabajo. La participación de la mujer a través de voto en las elecciones gubernamentales, instaurado en la década del ´50 en este país, no puede verse como una conquista del género sino como su inclusión en los mecanismos del dominio democrático. La manifestación de dicho proceso de inclusión creciente se ve hasta en la lengua española donde, desde un amplio espectro político hasta en el “movimiento” anarquista, se aplica una dedicada discriminación genérica del lenguaje. La utilización extendida de un nuevo “esperanto” -de equis y arrobas- es la muestra.
Toda esta situación cultural alentada desde publicidades y desde la enseñanza, sumado a una postergación del matrimonio en relación con la edad en que se daba en las generaciones pasadas, posibilitada por una relativa independencia laboral y económica, promociona que sean los sectores medios y altos los más receptivos del feminismo y quienes sean, por motivaciones entre ellas económicas, quienes reduzcan los nacimientos o directamente los anulen. Motivaciones económicas diferentes de las presiones de supervivencia que acorralan a quienes están sumergidas en la miseria.
Esta inclusión del género femenino en las posiciones sociales junto con las implicancias culturales que lo posibilitan contribuye, en relación con el tema de la legalización del aborto, a establecer los preceptos argumentativos de la campaña pro legalización. Uno de los principales argumentos esgrimidos enuncia que la decisión de interrumpir el embarazo corresponde enteramente a la mujer porque la gestación se produce en su cuerpo: la exclusividad de la decisión me parece discutible. En la misma línea lo que se reclama es el derecho de decidir, pero como el reclamo está dirigido al Estado se lo legitima como tal en tanto es éste quien debe tomar la decisión que concede el derecho. La idea de que es el Estado, es decir la Ley y la policía, quien debe garantizar la libertad de decisión es la máxima de la mentalidad estatista -opresiva- de que el Poder instituido es el regulador de la sociabilidad. Al mismo tiempo se promueve que sea el Estado y la legalidad quienes definan el concepto y los límites de la humanidad, conceptualización hasta ahora patrimonio exclusivo de la Iglesia, que ésta disputa y que se pretende transferir al gobierno laico.
Las situaciones desesperantes son las causas de las salidas desesperadas (ver ¡Libertad! N° 33 “Infanticidio”). El aborto y el infanticidio son los crudos mecanismos de control demográfico que acechan desde los orígenes de la humanidad. Las bandas humanas de cazadores/recolectores primitivos que aumentaban su población y veían amenazados o reducidos sus niveles de vida, ante la merma de los recursos disponibles, se veían obligados a estas prácticas como último recuso. Para ello la selección cultural promovía mecanismo psicológicos y mentalidades que posibilitaran estas acciones y atenuaran los sufrimientos al realizarlas. El hecho de que se estableciera como mal menor, ante las desgracias que se avendrían en caso de no practicarlos, fue motivo de que haya sido una práctica tan extendida, en tiempos y en lugares.

Hoy y mañana, acorralados por la miseria, el hambre y las enfermedades; ante el frío, el hacinamiento y los basurales; en las calles, bajo los puentes, en las plazas; en asentamientos, villas y conventillos; mendigando o arrastrando carritos, alimentándose de la basura; en cárceles, en comisarías y en contenedores; en campos, minas y fábricas: no apuntamos ni señalamos las salidas desesperadas. Apuntamos y señalamos a los mayores criminales de la historia: a los burgueses y a su sistema.

A.G.

* No tengo la disposición de considerar la insensibilidad, las mentiras y las posiciones reaccionarias de los sectores fascistas que se oponen al aborto y a la anticoncepción.


PRECEDENTES Y PRESENTES DEL CONTROL Y LA DESESPERACIÓN VOLVER

En el libro “La Alemania nazi”, (Alianza Editorial,1972, pag. 243), E. Colotti recoge el discurso de Hitler sobre los territorios sometidos al poder alemán, que dice así: “He leído recientemente en la prosa de un señor doctor que convenía evitar la venta y el uso de los productos anticonceptivos en los territorios ocupados. Si algún imbécil intentara poner en práctica este proyecto, no dudaría en aporrearlo. Dada la proliferación de los indígenas, hemos de considerar como una bendición que las mujeres y las muchachas practiquen el aborto en gran escala.

En 1952, como resultado de la tercer Conferencia Internacional sobre Paternidad Planificada realizada en Bombay, se crea la Federación Internacional de Paternidad Planificada (I.P.P.F.). Fundada por asociaciones de varios países del Primer Mundo y con sedes en otros doscientos, es subvencionada por numerosos gobiernos y empresas privadas, entre ellas: Fundación Ford, Fundación Rockefeller, Fundación Bill y Melinda Gates, etc. Hasta la actualidad es una de las principales y más fuertes organizaciones internacionales dedicadas al control demográfico.
A fines de la década del ´50, el presidente norteamericano Eisenhower sentenció que si el número mundial de habitantes continuaba multiplicándose se agudizaría el peligro de una revolución.
En 1966 J. D. Rockefeller impulsó junto con otros 30 líderes mundiales un documento postulando que el crecimiento no planificado de la población mundial era una amenaza para la paz.
En 1972, por encargo del presidente R. Nixon, una comisión especial al respecto elabora informes y diseña las estrategias de control de la natalidad a aplicar por los EE.UU. en sus zonas de influencia.
En 1974, un nuevo encargo presidencial al consejero de Seguridad Nacional, Herry Kissinger, manda elaborar un informe secreto donde se profundizan los análisis y la preocupación por el crecimiento demográfico, junto con la necesidad de accionar sobre los países del Tercer Mundo para que estos reduzcan su crecimiento poblacional.*
En 1975 el presidente G. Ford eleva el informe a política oficial de su administración, política que se mantendrá a través de los sucesivos gobiernos; presionando, promoviendo y financiando organizaciones y acciones para ese fin.
A lo largo de las décadas se crean una variedad de organizaciones a fin de promover el control demográfico a través de ámbitos, políticos, culturales y sanitarios.
En 1974 la O.N.U. organiza en Bucarest la Conferencia Mundial sobre Población para coordinar acciones al respecto, que reafirmará en siguientes encuentros. En 1984 el tema es tratado por el Banco Mundial. En el mismo año la Conferencia Mundial de Población en México. En 1992, en Río de Janeiro, conferencia de la O.N.U. En 1994 la Conferencia Internacional sobre población y desarrollo en El Cairo.
En 1994 el embajador de EE.UU. en España afirma que sobran en el mundo 2.500 millones de personas, publicado en el diario El País del 9 de septiembre.
En 1996 la División de Población de la O.N.U. afirma una tendencia de estabilización demográfica en los países opulentos mientras anuncia el crecimiento para Asia, África y América Latina.
El Premio de Poblaciones de la O.N.U. de 2003 y director del Instituto Demográfico en Washington, Werner Fornos, alerta sobre la vinculación entre la explosión demográfica y el terrorismo.
En 1997, la presidencia de Clinton asigna fondos de casi $ 400 millones para organizaciones y entidades internacionales de control demográfico.
En 1967 un programa de experimentación financiado por la Fundación Ford en Colombia fue acusado de haber esterilizado a 40 mil mujeres. En Guatemala, a fines de los ´60 miles de indígenas fueron asesinados por paramilitares y miles de mujeres esterilizadas forzosamente. En el mismo país se sumaron denuncias sobre esterilización forzada en 1984. En México, Bolivia y Brasil, en la década del ´70, se repiten los casos por miles. En Brasil, la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro reconoce el tema. El ex Ministro de Sanidad de ese país, Alceni Guerra, denunció la esterilización de 20 millones de mujeres. En Puerto Rico, en 1965, se calcula que 1/3 de las mujeres del país han sido esterilizadas; en Republica Dominicana en 1976 se calculan en 14 mil. En El Salvador en 1984, desde el Ministerio de Salud en conjunto con asociaciones internacionales realizan campañas dirigidas a mujeres pobres presionando la esterilización. En 1976, en la India, la cifra de mujeres esterilizadas es de 800 mil. El gobierno de Alberto Fujimori está acusado de haber esterilizado al 30 % de la población indígena de Perú en la década del ´90. Un informe del Comité de América Latina y del Caribe para la Defensa de los Derechos de Humanos revela que para 1996 la meta del gobierno era de 100 mil esterilizaciones,130 mil para 1997 y 165 mil para 1998, llegándose a cumplir la meta propuesta para 1997. En 1998 la C.N.T. de Palmas de Mallorca publica que en Indonesia le negaron a un pueblo la construcción de una carretera argumentando que no todas las mujeres participaban en el programa de control de natalidad. En 2003 organizaciones de derechos humanos denunciaron esterilizaciones forzadas de mujeres de la etnia romaní en Eslovaquia. En 2004, desde la prensa y funcionarios del gobierno chino se reconoció que en ese país, en la provincia de Shandong, se produjeron alrededor de 7 mil esterilizaciones. En 2003 el gobierno mexicano es acusado por asociaciones de derechos humanos de obligar a mujeres indígenas a utilizar métodos anticonceptivos bajo amenaza de retirarles los apoyos del Programa de Educación, Salud y Alimentación. En 2005 el gobierno mexicano reconoce ante la O.UN. las campañas de esterilización forzada cometidas en las poblaciones indígenas.
Todas estas acciones fueron realizadas mediante engaños, presiones o a cambio de dádivas. Desde los gobiernos se incentivó con beneficios a funcionarios y empleados de las instituciones sanitarias para las esterilizaciones de mujeres y de hombres, de estos últimos en menor medida. Las cifras, más allá de ser aproximativas, y las diferentes regiones dan una idea de la magnitud de las acciones de los poderosos por frenar los peligros potenciales y reales del crecimiento poblacional de las clases más oprimidas.
En 1999 los delegados de Haití en el foro de La Haya denunciaron que solo el 21 % de las mujeres de ese país tiene acceso al agua potable, mientras que el 88 % tiene acceso a métodos anticonceptivos. En Uganda el 34 % tiene acceso al agua potable y el 82 % a anticonceptivos.
En 1999 el Banco Interamericano de Desarrollo, desde Estocolmo, promovió fondos por millones de dólares y condonaciones de deudas a cambio de prácticas de reducción demográfica.
En febrero de 2006 la Federación Internacional de Paternidad Planificada ha lanzado el programa Fondos para el Aborto Seguro Universal, dedicado a asistir, principalmente, a las mujeres pobres. En marzo de 2006 la directora regional de esa entidad, entrevistada en el periódico uruguayo Brecha, expone la problemática del aborto como cuestión de salud pública y como necesidad de justicia social...

La política es precisa

Aclaramos que no reivindicamos el crecimiento ilimitado de la población, situación que es intolerable para toda sociedad humana y animal, y que inevitablemente, de continuar, llega a un punto máximo de aumento, autorregulándose al precio de sufrimientos y crueldades (ver ¡Libertad! N° 17, “Crecimiento demográfico, ecología y anarquismo”). En la sociedad de la explotación del Hombre por el Hombre, los sufrimientos y crueldades, son regulados por los administradores de la explotación.

A.G.

* Este informe secreto llamado National Security Study Memorandum 200 fue dirigido a distintos funcionarios del gobierno norteamericano en abril de 1974 y hecho público en 1989. Transcribimos sólo algunas citas, extraídas de Internet:
-“Implicaciones del crecimiento de la población mundial para la seguridad de los EE.UU. y sus intereses de ultramar.”
-“La economía de los Estados Unidos exigirá grandes cantidades de minerales del extranjero, especialmente de los Países Menos Desarrollados (PMD). Esto hace que Estados Unidos tenga un gran interés en la estabilidad política, social y económica de los países suministrantes. Donde quiera que una disminución de las presiones demográficas pueda aumentar las posibilidades de dicha estabilidad, la política demográfica se hace relevante para los suministros de recursos y para los intereses económicos de los Estados Unidos.”
-“Conflictos que son a primera vista políticos tienen en realidad raíces demográficas.”
-“El desarrollo de un compromiso político y popular a escala mundial a favor de la estabilización de la población, es fundamental para cualquier estrategia efectiva. Esto requiere el apoyo y el compromiso de líderes claves de los PMDs.”
-“Existe también el peligro de que algunos líderes de los PMD vean las presiones de los países desarrollados a favor de la planificación familiar, como una forma de imperialismo económico y racial.” “Los Estados Unidos pueden ayudar a minimizar las acusaciones de tener un movimiento imperialista detrás de su apoyo a favor de las actividades demográficas, afirmando repetidamente que dicho apoyo se deriva de una preocupación por: a) el derecho del individuo a determinar libre y responsablemente el número y el espaciamiento de sus hijos... y; b) el desarrollo fundamental, social y económico, de los países pobres.” “Relacionar las políticas de población y planeamiento familiar con los mayores sectores de desarrollo: salud, nutrición, agricultura, educación, servicios sociales, labores organizadas, actividades femeninas y desarrollo de la comunidad.”
-“Los programas obligatorios pueden hacer falta y debemos considerar esas posibilidades ahora.”
-“Es muy necesario convencer a las grandes masas de que es de su interés individual y nacional el tener, como promedio, solamente tres y quizás sólo dos hijos... el foco obvio y creciente de la atención debe ser cambiar las actitudes de la próxima generación.”
-“Lo que es inusual en el tema de la población es que este interés político externo debe tener un horizonte temporal mucho más lejano que el de otros objetivos.”


PERIODISTAS DEPORTIVOS Y PERIODISTAS COMPETITIVOS VOLVER

Se acabó el Mundial y Argentina retornó al Tercer Mundo, “sudaca” y “cabecita”. El periodismo deportivo impuso el debate: la participación argentina en Alemania 2006 ¿fue un fracaso o un meritorio quinto puesto? A decir verdad, a quién le importa semejante payasada, más allá de la repercusión social que pueda tener el negocio del fútbol. Los fracasos y éxitos deportivos siempre han sido motivo de intrascendentes elucubraciones y acalorados debates en periódicos, radios y canales de televisión, privilegios que jamás alcanzan problemas como la mortalidad y la desnutrición infantil, la represión del Estado, la rapiña patronal o la aniquilación del medio ambiente. Las cuestiones deportivas no ameritan que desde estas páginas les prestemos más atención que la que les brindan los periodistas deportivos, una profesión que se dio el lujo alguna vez de contar en sus filas con hombres que, comparados con la mayoría de los actuales polemistas, acariciaban valores literarios. Lo que nos irrita no es tanto la importancia que se le da al espectáculo deportivo -que difiere tanto del deporte como la práctica de la esgrima diverge de un duelo a cuchillo o del Coliseo romano- sino la ideología antideportiva, antisocial, individualista, vasalla del triunfalismo y de la ética resultadista.
Jugadores de fútbol, directores técnicos, periodistas, relatores, comentaristas, chicas bonitas, animadores y conductores radiales o televisivos se apretujan para opinar, sin agregar nada de mayor interés que lo que podríamos escuchar en un bar o entre amigos. Pero el semblante trivial del asunto comienza a dibujar otro menos inocente, o mejor dicho, descubre los peores valores que subyacen tras sus opiniones. Dicen Bilardo, Niembro, Araujo y otros de su calaña que lo único que importan son los triunfos, que al final en la Historia siempre quedan los que ganaron aunque no importe como y que estamos a punto de padecer la desgracia de dejar de ser una “potencia futbolística”. Maquiavelo no lo habría expresado mejor, ya que para estos eruditos “el fin justifica los medios”. “Siempre hay que ganar” es el pensamiento que se impone sobre el arcaico “lo que importa es competir”. Que piensen así cuando van al casino a jugar a la ruleta es esperable; lo terrible es llevarlo al picadito con los amigos, al juego de barajas después del asado, a la legitimación de la trampa y de la intriga para ganar. El mundo se divide así entre ganadores y perdedores (que son la mayoría casi siempre en todos los órdenes). La competencia en sí no tiene nada de malo, ni se opone directamente a la solidaridad o la cooperación. Tanto la competencia como la solidaridad son aspectos del comportamiento humano, que en determinadas circunstancias se contraponen. Sería aburrido, por no decir imposible, jugar al truco con mis amigos pasándole las señas de mis cartas a mis rivales y ellos a mí, para sostener nuestra solidaridad de grupo.
Lo grave de los comentaristas deportivos es que consideran que ganar en el fútbol es algo trascendente para nuestras vidas: “estos jugadores y su técnico nos han privado a todos los argentinos de volver a ser los campeones del mundo”. Peor aún, es que la mayoría de la gente los escuchan y aún muchos les creen. Esta forma de pensar adicta a la consecución de fines y triunfos sin importar los medios está genealógicamente relacionada con la razón de Estado, con la política de lo posible, con el “socialismo real”, con la historia escrita por los vencedores y con la supremacía del más fuerte (que ellos confunden con el mejor) de los darwinistas sociales y ultraderechistas y la muerte de la Utopía. Las opiniones sobre fútbol no son inocentes, como tampoco lo son quienes las emiten: cuando se multiplican por los medios de difusión para adiestrar ideológicamente al público y para defender una ética perversa, son decididamente criminales.

Lobisón


SINDICALISMO VOLVER

El sindicalismo en sí no ha dado más que fracasos hasta ahora. Se ha engañado y nos ha mentido. Ni tenía la fuerza para la revolución, como creía, ni el amor a la libertad, como nos dijo. Era excluyente y sin ideales. Partía de la esclavitud para llegar al predominio. ¡No amaba, no amaba!
Mientras fue un modo, no más, de defenderse los obreros de sus amos, un fenómeno social, un abrazo de la corriente, estuvo bien; cuando pretendió afirmarse, detenerse, ser la base de un nuevo ciclo histórico, una causa y una sociología, se ha perdido.
Las ideas anarquistas lo atacan y lo baten, no para destruirlo, sino para centrarlo de nuevo, ponerlo en su verdadero pie de una de tantas cosas que sirven a la libertad del hombre; no la única.
Grandeza, he ahí lo que le faltó, no en el fin, sino en el medio al sindicalismo; fervor por la causa humana; fe en la liberación total. Quiso ser fuerza, no más, y no supo que a donde no hay amor no hay potencia. No habló ni pensó nunca bien de los haraganes, los artistas y los sabios. Era sólo para los trabajadores su paraíso. ¡Y no, no! De ser, tiene que ser para todos, ¡para todos!
No se abren ciclos históricos con ideales más pequeños que aquellos que les son contemporáneos. La cuestión no es obrera, sino humana; el trabajador es el hierro en la montaña, pero en ella hay también mármoles y granito y otros metales. El ideal grande, el que tiene el porvenir seguro, es el que todo lo abraza, lo ilumina todo y todo lo ama. ¡El comunismo anárquico!

Rodolofo González Pacheco, “La Antorcha”, Nº 51, extraído de Carteles I