EL NAZISMO JUDÍO VOLVER
“¿Hubo
alguna vez en el mundo un ser más atrozmente vanidoso, egoísta,
vindicativo y sanguinario que el Jehová de los judíos, más
tarde el dios-padre de los cristianos?” pregunta Bakunin. Sin poder
ser emulado ¿qué cosa puede inspirarse en su atrocidad?. ¿Qué
ser puede seguirle los pasos y secundarle el trono? ¿De dónde
puede surgir ese ser, siendo Jehová todo, sino de su misma víscera?
Su semejante es su propio vástago, descendiente directo que nació
pisoteando, bañado en sangre y rugiendo alaridos de odio. El heredero
salido de sus entrañas, la cría amamantada con sed de muerte
y acunada en moisés de venganza. El hijo preferido, sermoneado a
gritos con versos de guerra, hinchado de reverencia y vomitando el resentimiento
de los siglos de incubación: el Estado de Israel. ¿Y en qué
vientre mutó en carne? ¿Qué pujante martirio aulló
por su inminencia? ¿Qué partero lo arrojó al mundo
para que hinque su garra, su diente y su espada?: el nacionalismo judío.
Semejante bestia solo podía empollarse por una mentalidad premiada
de gregarismo y de obsesión de represalias. Un refugio colectivo
que le rinde culto al victimismo, añorando un origen dorado, glorioso
y divino, mascando la esperanza del advenimiento de ajusticiamientos prometidos.
Como toda comunidad que, cerrada en sí misma, genera su propio cáncer:
la potenciación de sus miserias.
La
cosa tiene sus causas, como todo lo tiene, pero las explicaciones no son
de por sí una legitimación.
Jehová o Yahvé había sellado en los orígenes
la alianza especial con su pueblo: la nación judía. Como otros,
eran ellos y no otros los hijos de Dios; éste era para ellos y ellos
para él. El resto, como todo privilegio debe verlo, son impíos,
paganos, infieles, bárbaros, delincuentes... bazofia. El primer imperio
judío fundado por David era la muestra de ese consentimiento especial
y los sacerdotes de Jehová transmitían su promesa de que la
dinastía triunfal nunca se extinguiría. Jehová había
dicho a Moisés: “Gobernarás sobre muchas naciones pero
ellas no gobernarán sobre ti”. Hasta que el poderío
comenzó a desmoronarse. Primero fueron dominados por los asirios
y después por los babilónicos, destruyendo el reinado y deportando
a gran cantidad de judíos de Palestina a Babilonia. En adelante el
Estado judío tendría una existencia precaria como colonia
de los imperios que se sucedían: los ejércitos egipcios, persas,
sirios y griegos arrasaban y pisoteaban la “tierra santa”, hasta
finalizar siendo una provincia romana. En el año 70 d.c. la capital
Jerusalén es arrasada por las legiones romanas y los judíos
son dispersados. “La tierra prometida” después pasó
a manos del Imperio bizantino, más tarde a los mahometanos, los cruzados,
los turcos y los británicos, hasta que la O.N.U. posibilitó
el Estado de Israel en 1948...
Desde la dispersión, tras la caída de Jerusalén, los
judíos que permanecieron bajo el dominio del Imperio romano sufrieron
las persecuciones y hostigamientos por parte del poder católico.
Primero fueron obligados a convertirse o a emigrar. Las posiciones sociales
elevadas, que muchos integrantes de la nación judía habían
conseguido a través del comercio y las profesiones, significaban
una declarada competencia para los poderosos católicos. En el siglo
XIII son expulsados de Inglaterra, de Francia en el siglo XIV y de España
en el siglo XV. Los judíos conversos al cristianismo, en su mayoría
para evitar las deportaciones o para mejorar las posiciones sociales, eran
acusados de persistir con la ritualidad judía: los llamaron marranos.
Poblaciones enteras fueron masacradas y perseguidos por la inquisición.
El nazismo...
Ante tal situación de acorralamiento constante la conformación
de una cultura gregaria, manifiesta en el ghetto y en la colectividad, fue
transformándose en una necesidad de supervivencia. La propagación
por las distintas regiones, la vinculación con el comercio y la especulación
sumaron a la persecución, potenciando el cerramiento. El resentimiento
interno acumulado y la victimización como mecanismo, más el
mesianismo vengativo propio de la religión judía, proporcionaron
los caracteres de la cultura. Desde la primera destrucción del imperio
judío, en los escritos y mensajes, abundan las promesas de Dios acerca
del advenimiento del mesías, que haría renacer al Estado y
destruiría y sembraría el terror entre los enemigos de Israel.
Bajo la opresión romana, hasta la destrucción de Jerusalén,
consecutivas olas de estallidos y rebeliones eran encabezadas por líderes
que se atribuían ese papel. Uno tras otro, una vez sofocados por
la represión de las legiones, estos mesías eran condenados
como falsos por la jerarquía de la iglesia judía. Uno de ellos,
trescientos años después de su crucifixión, fue oficializado
por el poder romano...
Todo
victimismo que se institucionaliza y es dotado de la fuerza del Estado se
transforma en una posición victimaria. Sucede con el nacionalismo
judío y sucedió con el nacionalismo alemán de entreguerras.
La sangre en el ojo tiñe toda visión: la preferencia divina
habilita el ataque y los sufrimientos pasados legitiman el desquite. El
derecho a la autodeterminación de los pueblos esconde la conformación
del Estado; el derecho al Estado propio e independiente implica la guerra
o su potencialidad contra otros pueblos o Estados; la unificación
de Estados o imperios es el resultado de la guerra y del dominio; las religiones
y el nacionalismo son las ideologías que sustentan a los Estados
que a su vez las promocionan.
Al respecto habría que decir que las voces que se escuchan desde
la izquierda que buscan blanquear a la religión judía del
Estado israelita, no sólo responde a una cuestión de componendas,
sino que resulta del mismo mecanismo de salvación política
pretendido entre el marxismo y el Estado soviético o entre el cristianismo
y el Vaticano. También habría que decir que algunos de los
principales voceros de la izquierda que hasta ayer nomás reivindicaban
a la organización paramilitar israelita de Simón Wiesenthal,
colaboradora del MOSSAD (la policía secreta del Estado israelí),
en su persecución de funcionarios nazis por el mundo, hoy son los
vehementes negadores de las políticas de Israel, por ser éste
el gendarme oriental de EE.UU. Mañana “Dios dirá”...
En 1948 todo el rencor acuñado se condensó en vómito de Jehová. Salida de sus fauces, la criatura traía una espada bajo el brazo, y nomás parida, apadrinada por los últimos conquistadores del mundo, como quién cae en medio de una jauría, arremetió con estocadas y latigazos para abrirse paso y clavar su hocico en la tierra abonada con cadáveres y con sangre. Y con ésta, como antes David, ahora es ungida; pero ahora, como antes Goliat, se proclama invencible. El mesías vengador, tan prometido y especulado, quién traería al presente la gloria del pasado, el destinado a invertir la desgracia, el hijo del Dios orgulloso de su pueblo, no siempre mimado pero sí suyo, no advino, como presagiaron los rabinos ni como el martirio aclamaba, en hombre redentor: el peregrinaje de la nación se coaguló en Estado, el inmolador perpetuo del Hombre. El de Israel: el de la tortura abierta, el que bombardea los barrios libaneses, el que deporta a poblaciones enteras de palestinos, el que los confina en ghettos amurallados; como antes los babilonios, como después los romanos, como ayer los nazis, como hoy los judíos.
¿Hubo alguna vez en el mundo un ser más atrozmente vanidoso, egoísta, vindicativo y sanguinario que el Jehová de los judíos, más tarde el dios-padre de los cristianos?. Sí, él mismo y su encarnación: “Dios y el Estado”, contesta Bakunin.
A.G.
ANTICUERPOS VOLVER
En
una de sus típicas intervenciones seudo racionales, el animador periodístico
Mariano Grondona caracterizó a los sectores sociales que impulsan
y participan marchas contra la situación de inseguridad, como los
“anticuerpos” que surgen espontáneamente y se organizan
como consecuencia de las enfermedades (delincuencia, corrupción,
etc.) que atacan al cuerpo social. Esta concepción de un cuerpo social
enfermo que genera sus propios anticuerpos ya fue esgrimida hace algunos
años por un tristemente célebre jerarca de la dictadura militar
que asesinó a miles, para justificar el accionar de las bandas parapoliciales
que actuaban “espontáneamente”. El esquema es el mismo:
una sociedad enferma que ataca la enfermedad por medio de agentes que se
unen naturalmente por el bien común. Esta forma de justificar los
comportamientos de los represores o de los que piden represión se
basa en un supuesto fundamental: la enfermedad es el síntoma. Es
decir, se confunde intencionalmente la causa con el síntoma, porque
atacar las causas equivaldría a destruir el cuerpo social y refundar
uno nuevo.
En realidad, continuando con la analogía, el cáncer puede
generar padecimientos, fiebre o dolores, pero con eliminar esos síntomas
no desaparecerá la enfermedad. Incluso el surgimiento de un tumor
responde a otras causas en un organismo, probablemente relacionadas con
otras causas con las que interactúa, pero de más difícil
identificación.
Combatir la delincuencia será una tarea de nunca acabar, al menos
mientras existan las condiciones que la generan. La tolerancia cero que
reclaman los Blumberg, los Macri o los Grondona podrá por medio del
miedo imponerse y reducir hasta un mínimo imperceptible los robos
y los asesinatos. Quizás prefieran los desposeídos morir de
hambre antes que delinquir, quizás se les proporcionen las drogas
y narcóticos necesarios para mantenerlos tranquilos y a raya. Las
causas permanecerán incólumes: la explotación capitalista,
la represión estatal, la alienación social y la ausencia total
de solidaridad mutua. ¿Cuánto vale la vida de un chico de
la calle o de una villa miseria para la sociedad? Nada. Entonces, ninguno
de estos horrorizados burgueses tiene derecho a exigir que ese mismo chico
sienta algún valor por la vida de aquellos a los que roba.
Organizan “marchas por la vida” como la del 31 de agosto, para
decir que no tenemos libertad de salir a la calle sin que nos roben, que
vivimos atemorizados. Se candidatean a diputados o a gobernadores y nos
quieren hacer creer que atrás del reclamo no existe ninguna ideología.
Por su parte los partidarios del gobierno llevan adelante una contramarcha
tan lamentable como su Némesis. El miedo existe, es verdad, y es
proporcional al hacinamiento, la pobreza y la represión. Que existan
violadores, asesinos de ancianos y de niños, ladrones de jubilados
y corrupciones de toda especie y tenor, no expresa tanto de los criminales
individualmente como de la sociedad que los genera. Un niño de diez
años que mata, roba y se arruina el futuro con la droga no puede
ser nunca la causa de la delincuencia, no puede ser la enfermedad. Los que
hicieron de él un espantajo humano y asesino, los que condenaron
a familias a la desdicha por su avaricia y ansias de poder sí son
la enfermedad.
Los anticuerpos de Grondona no son más que ovejas de un rebaño
que mira su ombligo y lloran el no poder pasear tranquilos en sus autos
importados, vivir completamente alegres en sus barrios exclusivos. Ajenos
a la realidad de la mayoría, se espantan por los crímenes
que les tocan de cerca: un patovica que asesinó a sus hijos, un loco
que juega al tiro al blanco por las calles del barrio de Belgrano.
Toda esa perorata de padres dolidos como Blumberg nunca se identifica con
el reclamo de los más pobres. La esposa de este señor dijo
cuando asesinaron a su hijo que “lo mataron porque tenemos algunos
ladrillos de más”, y no se equivocaba. Esos “ladrillos
de más” que acaparó un sector económicamente
poderoso son el problema de la mayoría, o mejor dicho, uno de los
tantos problemas que agobian a los socialmente desplazados. Ladrillos de
más, anticuerpos, niños y jóvenes sin futuro. Marchas
y contramarchas. ¿La represión y la explotación?, mejorando,
gracias.
El Manguruyú/Opus Dead
SUPRIMIDA LA CAUSA DESAPARECE EL EFECTO VOLVER
Hace
algunos días pude observar una imagen que me dio mucho que pensar.
Tuve que cruzar la avenida 9 de Julio por un puente peatonal en dirección
a Plaza Constitución, cuando iba bajando se trazaba el dantesco cuadro.
Unos árboles haciendo las veces de columnas, una frazada atada de
los mismos improvisando un frágil techo, por debajo un colchón
harapiento sobre el piso de tierra y de esta forma viviendo tres personas:
una joven mujer y dos pequeños envejecidos antes de tiempo por las
pésimas condiciones de vida. Al pasar observé como uno de
los chiquitos se disputaba un trozo de pan con un perro, podía ver
como su mano sucia y curtida por el frió le arrebataba el pan al
animal, y la imagen que se multiplica -igual o con variaciones- por miles
y millones en el mundo entero. Todo el padecimiento, el frió, el
calor, el hambre, la lluvia, la falta de educación, en fin, todas
las posibilidades coartadas y condicionadas a su entorno de vida.
Al irme alejando me afirmo en mis pensamientos y comprendo aun más
la criminalidad del sistema. Pienso en todos los seres que nacen en este
entorno y en como esto es aceptado por la inmensa mayoría de la gente;
el hecho de que algunos al nacer sean los privilegiados, los amos, y otros
los desafortunados, los esclavos; como si este hecho fuera una condición
natural y inevitable de la humanidad. Pienso también en los que sacan
provecho de estas cosas, en esos que les convine que esto suceda quizás
para apaciguar las culpas de su conciencia atormentada a través de
la caridad, para sobornar políticamente o para justificar la sociedad
de la vigilancia y el control, porque es sabido que cuando los desposeídos,
en un acto de superlativa dignidad, deciden tomar por la fuerza aquello
que les es negado sistemáticamente se alzan voces a favor de leyes
más duras, más policías, más cárceles,
etc. No se puede más que sentir repulsión por estos seres.
Por otra parte algunas personas con buenas intenciones -o no-, sienten la
necesidad de “hacer algo” para cambiar la situación y
así proyectan comedores populares, huertas comunitarias, talleres
recuperados etc., etc., etc.. Aunque a uno lo gratifique saber que un día
una persona pudo alimentarse y tuvo cobijo del frió una noche, lo
único que logran es la convivencia de las clases antagónicas
y la perpetuación del sistema de explotación porque algunos
seres seguirán naciendo privilegiados y otros desdichados. No estoy
condenando las buenas intenciones de nadie solo intento explicar que la
cuestión social es más profunda y esto termina siendo contraproducente.
Hay una verdad inmutable que dicta que a toda acción le sucede una
reacción o, en otras palabras, a cada causa le sucede un efecto.
Siendo suprimidas las causas desaparecen los efectos, y la causa de todos
estos males es la explotación del hombre por el hombre y todo lo
que representa: la existencia del Estado, controlador y garante del privilegio
y la explotación, la propiedad privada, el derecho de herencia, las
leyes, los tribunales, los policías que hacen cumplir por la fuerza
las voluntades de los poderosos, etc. Si se destruyen estas cosas el efecto
devastador desaparece. A eso es a lo que apuntamos: la destrucción
total y definitiva de los organismos protectores del privilegio, buscando
una nueva forma de organización social, sin esclavos ni amos, y el
pleno desarrollo, en absoluta libertad e igualdad de las posibilidades de
todos y cada uno de los seres humanos.
Sebastián
PROTESTAS ANÓNIMAS VOLVER
Era
un mediodía de agosto, en el centro de San Justo. La manifestación
marchaba por el medio de la calle, casi sin impedir el tránsito,
casi sin despertar el interés de los transeúntes. El megáfono
martillaba sobre la cabeza del público ocasional palabras de áspera
denuncia, de agria indignación. Banderas improvisadas, pancartas
y fotografías del joven asesinado por la policía, obraban
como escenografía del incontenible torrente de encono que se perdía
inerte ante la indiferencia habitual. El acusador –iba a la cabeza
de la protesta– mientras monologaba, con sus brazos señalaba
y culpaba a los policías que merodeaban por la zona, los llamaba
asesinos y corruptos, para agregar a continuación una sombría
advertencia: “los asesinos están entre ustedes, lo que le pasó
a Diego les puede para también a sus hijos”.
Me entregaron un volante de confección casera, es decir, sin los
esmeros estéticos que suelen disfrutar los anodinos volantes de los
partidos políticos o de las ofertas comerciales. Se refieren torturas
y asesinatos, fusilamientos, patotas, secuestros, amparados por jueces y
fiscales, perpetrados por policías y patovicas. Crímenes cometidos
en Moreno, Ingeniero Budge o Isidro Casanova; casi todos menores de edad
que sonríen desde una foto borrosa que alguien tomó para perpetuar
alguna fugaz felicidad del pasado. Romina, Diego, Hugo son algunos de sus
nombres. Sus apellidos podrían ser el de cualquiera de nosotros.
Serán recordados por sus familiares y amigos invariablemente, hasta
que las arenas del olvido los cubran con el tiempo, como cubrirán
a sus asesinos también, parapetados en los poderes que facilitan
sus opacas existencias. Pero pervivirá la búsqueda de justicia,
la necesidad de reparación social y moral que se presentará
algún día –anónima e inexorable– para barrer
con todas las iniquidades del Poder, que se consuela fusilando y torturando
jóvenes, cuando no alcanza a encarcelarlos o a matarlos de hambre.
Lobisón
LOS MARXISTAS VOLVER
El
saber no obliga a nada ni a nadie, cuanto a moral o conducta. Es una aptitud,
no más, que no implica, ni con mucho, una posición buena ni
mala. Por eso la fe en la ciencia es tan salvaje o grotesca como la fe en
la leyenda.
O, tal vez, un poco más, aunque parezca que exageramos. No hay ni
centros ni derechas que den, como las izquierdas, en que actúan –o
actuaban– los marxistas, tantos y tan pueriles fanáticos. Nunca
nadie creyó más en sus dioses y profetas que esta gente en
el Estado y sus jefes. Nunca tampoco hubo siervos autómatas y secuaces
más científicos. No nos cuesta confesarlo: cual más,
cual menos, todos tienen “su” talento.
¿Qué les falla, que no enriquecen la vida con acciones o emociones
de libertad o belleza? La posición, sobre todo: el hombre, que no
comprenden, ni se sienten, ni se aman. Parecería que se odiaran,
a tal punto se someten a los más viles y negativos martirios. En
la esperanza de un mundo, que está al otro lado de éste, matan
o mueren, se cierran o se entregan con una impudicia que espanta.
Pero, ¡atención! No queremos compararlos con los mártires
cristianos. ¡Ah, no! Aquéllos no sabían nada; eran inefables
brutos; chorreaban simpleza humana. Éstos saben: son rematados cultos;
chorrean inteligente cinismo. Había una furia de negación
en los otros, que no pretendía la ganancia ni el engaño; en
éstos hay una furia de fullería y de enjuague que quiere afirmar
su triunfo a costa de cualquier vileza o trampa. Y la diferencia, que es
entre saber e ignorar, es también entre lo repugnante y lo admirable.
Los primeros en reconocerle a Marx su aporte al conocimiento de la economía
y la historia, fueron los anarquistas. Carlos Caffiero, contemporáneo
suyo, extractó y tradujo El Capital, antes que nadie. Y
Bakunin, su contendedor más acérrimo, no pensó en negarle
nunca la calidad de su ciencia. Que no era tanta, como los marxistas creen,
ni de ninguna manera original tampoco. Pero sistematizaba muchos conceptos
y datos en una teoría eficiente. Y se lo reconocieron.
¿De dónde les nació, entonces, el repudio insuperable,
que aun hoy mismo nos separa? ¿De qué rincón de la
conciencia o la sangre? Bakunin se lo expresó, una de las tantas
veces que Proudhon intentó reconciliarlos: –Tú sabes
más que yo; pero yo soy más revolucionario.
Ahí es la cosa. Entre las aptitudes de ellos y las posiciones nuestras
es el conflicto. Entre quienes creen que el hombre, que se forjó
las cadenas, puede romperlas, contra quienes creen que el propio proceso
histórico ha de hacer crisis en una liberación. Aquello obliga
a la lucha por la dignidad humana, siempre más consciente y viva;
esto obliga a un fetichismo hacia el progreso y sus técnicas, tan
salvaje o tan grotesco como la fe en el Mesías.
No creemos, con Waldo Frank, que este mesianismo advenga de una secta o
de una raza. Según él, porque Marx era judío, su tesis
materialista no es más que un formal fraseo. Lo entrañable,
que la nutre, es de vieja raíz profética. Después del
industrialismo la libertad, no sería más, ni menos, que lo
de Cristo, también hebreo y, como tal, mesiánico: Tras este
valle de lágrimas, el paraíso...
No creemos. Es la doctrina. Es en ésta que va anejo el sometimiento
tácito, sin esperanza, desesperante. Ella, la que fulmina y arrea
a sus militantes, desde la altura en que, siempre, invariablemente, coloca
a un jefe. Porque, donde hay dos marxistas, uno es quien manda. Ésa
es la ley. Y, cuando son millones, ése es también el Estado.
Los demás son materiales, de choque o base, que ése organiza
o destruye, levanta o hunde. Haga lo que haga, ahí están ellos
para justificarlo a ése.
¿Qué ocurre ahora? Lo de siempre del marxismo... No hace todavía
un mes estaban, codo con codo, con los demócratas. A esta fecha,
lo mismo, codo con codo, forman en la otra vereda. ¡Y tan tranquilos!
Al contrario de indignación o vergüenza, los topa usted y se
los halla rezumando regocijantes albricias: –¿Se da cuenta,
camarada? Con esta nueva política mandamos a los burgueses de Europa
a exterminarse en la guerra. Después, sobre su exterminio, avanzaremos
nosotros y... ¿Se da cuenta? ¡Ese Stalin!
¡Cinismo idiota! Porque no son los burgueses los que van a aniquilarse,
sino los pueblos, los pobres. Y porque, aunque fueran ellos, los ricos,
el triunfo de los marxistas sería la aniquilación del Hombre;
la feroz esclavitud que impera en Rusia. La dictadura.
Es la doctrina. Es el Estado, en que adoran, que les factura esta mística
espantablemente abyecta. Contra aquél y ésta, nosotros. Igual
que Bakunin contra Marx. Siempre. ¡Toda la vida!
Rodolfo González Pacheco, de Carteles I
LÍMITES Y ESPEJISMOS DEL MATERIALISMO HISTÓRICO VOLVER
La
concepción de Karl Marx acerca de la historia ha sido según
sus apologistas uno de los avances más importantes en los anales
de las ciencias sociales. La novedosa incorporación de la dialéctica
hegeliana al análisis de los procesos históricos produjo toda
una escuela de pensamiento contrapuesta a las tendencias idealistas y liberales
de su tiempo, perdurando hasta la actualidad la riqueza y complejidad conceptual
de muchos de sus análisis. El materialismo dialéctico en el
marco de la naturaleza y el materialismo histórico enfocado hacia
la explicación de la historia humana son el resultado del esfuerzo
de Marx y su compañero F. Engels para dotar al socialismo de un carácter
científico, es decir, de promover al socialismo marxista al rango
de una disciplina científica.
Semejante pretensión ha sido reafirmada por los discípulos
socialistas que intentaron aplicar las categorías de análisis
de Marx y de Engels (de este último en mucha menor medida) a estudios
económicos, históricos, antropológicos, sociológicos,
lingüísticos, geográficos y culturales. Toda la producción
teórica de las ciencias sociales del siglo XX se vio influenciada
por los trabajos de Marx, abrazando total o parcialmente sus conceptos,
o ya fuere para refutarlos. El materialismo histórico tiene la virtud
de presentar una explicación sólida de la historia sin inconsistencias
ostensibles. ¿Es verdaderamente así? ¿Podemos sostener
–como sugieren muchos “anarco-marxistas”– un enfoque
materialista histórico, con la salvedad de eliminar los elementos
autoritarios de la ideología marxista? No creemos que las únicas
diferencias entre marxistas y anarquistas se resuman a lo que se deba hacer
con el Estado después de advenida la revolución social, sino
que son mucho más profundas: La cuestión de aceptar o rechazar
la dictadura del proletariado son el corolario de intensas diferencias entre
ambos proyectos revolucionarios, diferencias que los tornan prácticamente
incompatibles.
Si bien muchos anarquistas abrazaron una concepción dialéctica
de la historia y aplaudieron muchos de los análisis económicos
de Marx, estos reconocimientos fueron solamente parciales y coyunturales.
Bakunin admiraba la inteligencia de Marx y tradujo muchos de sus escritos
al ruso, pero nunca lo consideró un revolucionario sincero sino un
timorato intelectual afecto a la intriga y a la prepotencia. Malatesta ponderó
sus análisis sobre cuestiones económicas, sociales y laborales
pero sentía repugnancia hacia su talante cientificista y su determinismo
económico. Proudhon rechazó su dialéctica por autoritaria
y Kropotkin consideraba al materialismo dialéctico como una farsa
anticientífica.
Más allá de los aspectos positivos que pueda ofrecer la obra
de Marx a los científicos, preferimos analizar en este momento algunos
de sus presupuestos generales que se contradicen explícitamente con
las ideas anarquistas. También rechazamos el supuesto rigor científico
del materialismo histórico, como su carácter puramente metafísico
y conjetural.
Los presupuestos del materialismo histórico
Es
bien sabido que el fundamento del materialismo dialéctico ha sido
tomado de Hegel y reformulado por Marx. Primordialmente consiste en que
cada manifestación del Espíritu (tesis) engendra su propia
contradicción, que entraña una negación de lo afirmado
(antitesis). Ambas se resuelven en un tercer momento que supera a lo afirmado
y lo negado (síntesis) tornándose en una nueva afirmación
o tesis. Esta concepción idealista es aplicada por Marx a la filosofía
materialista, siendo las relaciones de producción (económicas)
las que determinan la evolución histórica. La historia se
desenvuelve dialécticamente debido a sus afirmaciones y contradicciones,
que se resuelven en nuevos momentos o síntesis superadoras, desde
donde recomienza un proceso nuevo (pero en continuidad con el anterior).
El desarrollo dialéctico de la infraestructura socio económica
es el motor de la historia humana. Esta estructura económica determina
a una superestructura que comprende las manifestaciones ideológica,
religiosa, cultural y jurídica de una sociedad. Marx sostiene que
la clase dominante es aquella que se apropia de los medios de producción
imponiendo su ideología al cuerpo social. La estructura económica
y la superestructura ideológica se enmarcan dentro de lo que se denomina
“modo de producción”. Los modos de producción
son formaciones económico-sociales de carácter histórico
que comprenden determinado tipo de relaciones sociales de producción.
Estos modos de producción se suceden a lo largo de la historia y
se han sucedido dialécticamente, en una escala ascendente y superadora.
Todo comienza con el comunismo primitivo (sociedad sin Estado), al que sucederán
el esclavismo, la sociedad feudal, el capitalismo y finalmente el comunismo
(donde se resuelven todas las contradicciones). Dentro de un modo de producción
las fuerzas productivas de la sociedad entran en contradicción con
las relaciones de producción (explotación salarial, servidumbre);
el desarrollo de este conflicto –que en la sociedad feudal se da entre
la nobleza rural y la burguesía naciente o en el capitalismo entre
burgueses industriales y proletarios– inicia una época de revolución
social que resquebraja la superestructura ideológica y hace que los
sujetos revolucionarios “adquieran conciencia” del antagonismo.
El triunfo de los revolucionarios generará una superación
de las relaciones sociales de producción anteriores, inaugurando
una nueva etapa de características propias (que generará con
el tiempo su propia contradicción, reproduciendo el proceso). El
comunismo al acabar con las contradicciones de clase con relaciones de producción
basadas en la propiedad colectiva se constituiría en la síntesis
de la totalidad del proceso histórico.
Es claro que en esta interpretación de la historia los factores económicos
(las técnicas de producción y las relaciones de producción)
tienen un peso preponderante en la determinación de los sucesos históricos.
El propio Marx lo expresa en su Contribución a la crítica
de la economía política: “En la producción
social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias
e independientes de sus voluntades, relaciones de producción que
corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye
la estructura económica de la sociedad, que tiene una base real sobre
la cual se edifica una superestructura jurídica y política
y a la cual corresponden determinadas formas sociales de conciencia... El
modo de producción de la vida material determina, por lo tanto, en
general, el proceso de la vida social, política y espiritual”.
Conclusión: la existencia social determina la conciencia de los hombres.
Muchos estudiosos que utilizan los preceptos del marxismo para sus análisis
históricos no aplican dogmáticamente la determinación
económica que Marx sugirió y que Engels se encargó
de divinizar. Incluso se podría afirmar que los estudios de Marx
sobre el pasaje del feudalismo al capitalismo son verdaderamente fecundos.
Pero por más que se quiera encontrar atenuantes, todo el análisis
se basa en fortísimas determinaciones económicas y fracasa
a la hora de interpretar la totalidad de la historia humana desde un punto
de vista dialéctico. Más aún, sostenemos que ni la
dialéctica ni la economía conforman un “motor de la
Historia”, si es que existe alguno, mecanismo bastante dudoso y harto
difícil de probar.
El determinismo económico según Rocker
En
Nacionalismo y Cultura, su obra más celebrada, el anarquista
Rudolf Rocker sostiene que el materialismo económico es insuficiente
para explicar los procesos históricos. “El error fundamental
de esa teoría consiste en que equipara las causas de los acontecimientos
sociales a las causas de los fenómenos físicos”, es
decir, se “confundieron las necesidades mecánicas del desarrollo
natural con las intenciones y los propósitos de los hombres, que
han de valorarse simplemente como resultados de sus pensamientos y voluntad”
(Pág. 21 y 22). Considera Rocker que considerar los hechos sociales
como manifestaciones de una evolución naturalmente necesaria conduce
a empeorar nuestra comprensión de esos hechos. Las pretendidas leyes
de la dialéctica y la física social de que hacen gala los
materialistas históricos no son más que astrología
política y social. Las únicas leyes a las que está
sometido el ser humano son las de su existencia física. Como mucho
se puede aspirar a presentar la historia como un esquema; de todos modos
el resultado será poca cosa.
Rocker no desprecia las causas económicas sino que las equipara a
las políticas, religiosas o sociales: “las fuerzas económicas
no son nunca los únicos resortes que ponen en movimiento todas las
demás. Los fenómenos sociales se producen por una serie de
motivos diversos que, en la mayoría de los casos, están entrelazados
de tal modo que no es posible delimitarlos concretamente. Se trata de efectos
de causas múltiples, que casi siempre se reconocen claramente, pero
que no se pueden calcular con métodos científicos.”
Rocker supone que la “voluntad de poder” de individuos o pequeños
grupos sociales puede ser una fuerza tanto o más importante en la
formación de la vida económica y social que las causas económicas.
También sostiene que muchos acontecimientos no son explicables desde
una perspectiva enteramente económica: las conquistas de Alejandro,
la locura de las Cruzadas o la conquista del Imperio azteca no han sido
motivadas por las condiciones de producción de su tiempo. Todas las
guerras tienen una motivación económica indudable, tanto de
parte de los imperialistas como de las burguesías, concede Rocker.
Pero si no se apelara a los sentimientos nacionalistas, éticos o
religiosos los gobernantes no conseguirían quien pelease por sus
intereses. Podemos analizar los intereses económicos que propiciaron
la Primera Guerra Mundial y darles la importancia que se merecen, pero relegar
los motivos que movieron a millones a dar su vida en una guerra horrorosa
a una superestructura ideológica subordinada a las relaciones sociales
de producción, suena bastante insensato desde el punto de vista de
un socialista que se precie. Peor aún cuando los propios socialistas
(y algunos anarquistas) se plegaron a las causas nacionales de sus respectivos
Estados y apoyaron la masacre, olvidando el precepto marxista del Manifiesto
Comunista de que “la historia de toda sociedad es la historia
de la lucha de clases”.
Para Rocker no existe un “motor de la historia”. Tampoco existen
determinaciones naturales desde la economía. Tan sólo los
limitantes de las leyes y fenómenos físicos. Igualmente sostiene
que no se puede elaborar una jerarquía de causas que determinen unas
a otras sino que estas se entrecruzan e influencian mutuamente. Desde este
punto de vista se puede afirmar que la evolución social humana no
tiene una dirección necesaria y definida que culminará en
el socialismo indefectiblemente. La voluntad individual o la acción
de minorías –tanto desde el Poder como desde el campo revolucionario–
pueden influir gravemente en los acontecimientos sociales. Pero no se apoya
en un voluntarismo que lleva a una visión atomizada del proceso social.
Toma los procesos sociales como un todo de múltiples causas y múltiples
efectos, interrelacionado y no unidireccional, impredecible hacia el futuro
pero analizable hacia el pasado; el pasado no se convierte en el tirano
del presente, ni el futuro en su corolario o, para expresarlo en términos
dialécticos, en su síntesis.
Algunos espejismos
También
podríamos considerar preguntarnos si verdaderamente la naturaleza
es dialéctica. Si se diera el caso de que la naturaleza respondiera
a las leyes de la dialéctica, sería legítimo pensar
que la Historia y las acciones humanas se hallarían bajo el efecto
de esas mismas leyes, aunque no necesariamente. Pero si el universo de los
fenómenos físicos y naturales no respondiera a esas supuestas
leyes, si las proposiciones de Engels en el Antiduhring o en la
Dialéctica de la Naturaleza no tuvieran ningún asidero
a la realidad y fueran sólo refinada metafísica, con toda
justicia podríamos creer que la historia humana o que la evolución
social tampoco están sometidas a movimientos dialécticos.
Por supuesto que la naturaleza no es dialéctica, que las proposiciones
positivistas de Engels acerca de la naturaleza no son tomadas seriamente
más que por los dogmáticos obtusos, que ningún científico
se acercó siquiera a lograr algún descubrimiento aplicando
ese método, que los científicos que estudian la naturaleza
e ideológicamente reivindican el marxismo jamás tomaron con
seriedad estos conceptos y que tampoco existen posibilidades de reconsiderar
esta situación en el futuro, al menos hasta que se haga algún
intento sensato por demostrar la verdad de estas leyes que hasta el momento
son pura especulación.*
Pero concedamos que sin ser el Universo dialéctico, por un extraño
y sorprendente milagro, la historia humana y la evolución social
sí estuvieran sometidas a estas inaprensibles leyes. Admitamos la
perspectiva de una evolución dialéctica de la sociedad humana,
sólo aplicable –vaya a saberse por qué capricho–
a los humanos únicamente y no aplicable a ninguna otra especie viviente,
al menos hasta que algún investigador descubra que la existencia
de los pingüinos, los alces, las hormigas, los hongos o los sauces
también responden a estas mismas leyes. En ese caso, ¿por
qué considerar a la economía determinante sobre otros aspectos
de la evolución social humana, al punto de afirmar que las relaciones
de producción (estructura) determinan las producciones culturales,
simbólicas, morales o ideológicas (superestructura), y no
a la inversa? ¿Es la economía una materia o una disciplina
aislable de otros aspectos sociales y culturales, es decir, existen aspectos
de la historia humana en los cuales la economía opere como una variable
pura e incontaminada? ¿Existe “lo económico” en
la realidad o es una forma que hemos ideado para entender mejor ciertos
aspectos del comportamiento humano y de la producción y reproducción
cultural?
Dentro de un enfoque substantivista o empirista, sostiene Karl Polanyi que
la economía humana “está incrustada y enredada en instituciones
económicas y no económicas. La inclusión de lo no económico
es vital. Pues la religión o el gobierno pueden ser tan importantes
para la estructura y el funcionamiento de la economía como las instituciones
monetarias o la disponibilidad de herramientas y máquinas que aligeren
el trabajo de la mano de obra” (Pág. 161); una postura parecida
a la esgrimida por Rocker. La economía lejos de ser algo apreciable
en estado puro en las actividades humanas se encuentra entremezclada en
otras instituciones claramente no económicas. También las
instituciones pertenecientes a la esfera económica incluyen aspectos
religiosos, morales, jurídicos, ideológicos, simbólicos,
estéticos y sentimentales en diverso grado y forma. Esta situación
prácticamente hace imposible separar lo estrictamente económico
de aquello que no lo es, entendiendo por económico todo lo relativo
a la producción de los medios materiales de subsistencia en el ámbito
de una sociedad. Si relaciones sociales estrictamente económicas
como lo son las relaciones de producción presentan aspectos no
económicos (ideológicos y simbólicos) propios
de la superestructura, no podemos sostener que esas relaciones sociales
de producción determinan a la superestructura, puesto que incluían
previamente algunos de estos aspectos superestructurales. No decimos que
la producción de medios de subsistencia no tiene ninguna influencia
sobre otros aspectos de la cultura; lo que sostenemos es que esa influencia
no es determinante ni unidireccional. Más bien nos inclinamos a ver
todos los aspectos de la cultura como sistemáticamente relacionados,
con influencias recíprocas entre sus componentes. La estructura económica
que Marx imaginó es una construcción teórica, no una
realidad empírica; es una abstracción que puede resultarnos
útil para comprender la realidad o puede parecernos
completamente inútil, según el caso, pero no es la realidad:
está por fuera de ella.
A esta visión el antropólogo marxista Maurice Godelier –cuyo
saber es bastante más refinado que el de su estrecho colega y camarada
Terray– contesta que “el análisis de un sistema económico
no debe confundirse con la observación de sus aspectos visibles ni
con la interpretación de las representaciones espontáneas
que se hacen los agentes económicos propios de ese sistema que, mediante
su actividad, lo reproducen. Es un hecho todos los días constatado
que los capitalistas se apoderan del uso de la fuerza de trabajo de los
obreros a cambio del pago de salarios y que, por otra parte, gastan el dinero
en apoderarse de otros medios de producción, como máquinas,
materias primas, etc. Todo ocurre, pues, como si el salario pagara
el trabajo y como si, en el valor de las mercancías producidas
al acabar el proceso de producción, entraran muchos otros elementos
además del trabajo humano. En apariencia, pues, el beneficio capitalista
no tiene nada que ver con un mecanismo de explotación de la fuerza
de trabajo de los productores, ya que los productores cobran un salario
que parece el equivalente de la parte de valor que representa el trabajo”
(Pág. 287).
Siempre para comprender la lógica interna de un proceso debemos hacerlo
en base a abstracciones, eso está claro, pero no deja esto de ser
una interpretación subjetiva. La pregunta que cabe hacerse es por
qué creer que el salario paga sólo una parte del trabajo de
un obrero y no la totalidad. ¿Acaso eso lo convierte en justo o deseable?
El salario podrá pagar o no la totalidad de lo producido; creer que
esto nos inhabilita para expropiar a la burguesía es tan infantil
como cientificista. La comprensión del proceso “verdadero”
o de la “lógica subyacente” en los mecanismos de explotación
o en las relaciones de producción son decididamente insuficientes
para generar siquiera un movimiento revolucionario. Los aspectos éticos,
ideológicos y culturales tienen tanta o más fuerza que los
económicos a la hora de impulsar una revolución: ni en la
revolución Rusa, ni en la España de 1936 quienes colectivizaban
campos y talleres se habían percatado de estos refinamientos teóricos,
a diferencia de aquellos esclarecidos devotos del socialismo científico
que se apropiaron del Estado y aniquilaron a los revolucionarios, como
si fueran contrarrevolucionarios y como si la dictadura del
proletariado hubiera inaugurado una etapa de libertad e igualdad camino
al comunismo.
Otra ilusión de Marx era creer que los procesos materiales se basan
en hechos independientes de la voluntad humana: desde sus postulados éstos
adquieren vida en una especie de animismo económico autodirigido.
La realidad es al revés, los procesos materiales se encuentran ordenados
por la cultura simbólicamente. Marshall Sahlins lo ejemplifica de
esta forma: “Las fuerzas materiales tomadas en sí mismas carecen
de vida... Descompónganse las fuerzas productivas solo en sus especificaciones
materiales, supóngase una tecnología industrial, una población
humana y un ambiente. Con todo esto no se dice nada acerca de las propiedades
específicas de los bienes que se producirán, o acerca de la
tasa de producción, o de las relaciones con arreglo a las cuales
avanzará el proceso. Por sí misma una tecnología industrial
no dictamina si será manejada por hombres o por mujeres, de día
o de noche, mediante salarios o por la distribución de las ganancias,
en días jueves o domingos, para enriquecerse o ganarse la vida, o
si estará al servicio de la seguridad nacional o la glotonería
privada...” (Sahlins, 205). Podemos decir entonces que el modo de
producción de la vida material no determina
el proceso de la vida social, política y espiritual, a diferencia
de lo que Marx suponía.
Algunos límites
Entonces,
los modos de producción ¿son reales o son otra abstracción?
Suponiendo que –abstractos o concretos– los aceptemos por su
utilidad explicativa o por su valor didáctico, debemos constatar
si responden a las leyes de la dialéctica tal cual postulaba Marx.
Polanyi sostiene que esta teoría de etapas (comunismo primitivo,
esclavismo, feudalismo y capitalismo) es históricamente insostenible
y “se origina de la convicción de que el carácter de
la economía está determinado por la situación del trabajo”
(Pág. 166). Coincidiendo con este autor creemos que analizar la evolución
de la historia humana en etapas basándose únicamente en las
relaciones de producción es un análisis limitado y que deja
por fuera a la mayoría de los otros aspectos. Las etapas que Marx
delimitó son coincidentes con aquellos historiadores clásicos
que hablaban de salvajismo, edad antigua, edad medieval y edad moderna.
Lo novedoso en Marx es la lógica interna que asigna a esas etapas
o modos de producción, a sus procesos internos y a su sentido progresivo
hacia una sociedad comunista. El problema se encuentra al inicio de la cadena:
si los modos de producción generan su propia contradicción,
¿cuáles son las que se encontraban en el comunismo primitivo?.
Los estudios de Marx y Engels sobre las sociedades sin Estado se basaban
en una antropología conjetural de tipo evolucionista, en la actualidad
completamente refutada e impugnada. Engels –en su libro El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado– suponía
que en una sociedad sin clases: “A consecuencia del desarrollo de
todos los ramos de la producción –ganadería, agricultura,
oficios manuales domésticos–, la fuerza de trabajo del hombre
iba haciéndose capaz de crear más productos que los necesarios
para sus sostenimiento... Era ya conveniente conseguir más
fuerza de trabajo, y la guerra la suministró: los prisioneros fueron
transformados en esclavos. Dadas todas las condiciones históricas
de aquel entonces, la primera gran división social del trabajo, al
aumentar la productividad del trabajo, y por consiguiente la riqueza, y
al extender el campo de la actividad productora, tenía que traer
consigo necesariamente la esclavitud. De la primera gran división
social del trabajo nació la primera gran escisión de la sociedad
en dos clases: señores y esclavos, explotadores y explotados”
(las bastardillas son mías).
Por supuesto que todas estas afirmaciones ningún antropólogo,
ya sea marxista o no, las toma en serio hoy en día; el concepto de
comunismo primitivo ha sido desechado. Se derivan de una interpretación
basada en las conjeturas de Morgan, absolutamente falsas, pero a tono con
el conocimiento de la época. El problema que se plantea a los marxistas
de hoy es cómo encontrar una contradicción que permita pasar
de una sociedad sin clases ni Estado a una sociedad de clases: encontrar
la causalidad estructural y sus efectos sobre la sociedad de cazadores-recolectores.
En las sociedades primitivas el sistema de parentesco incluye y ordena las
relaciones de producción y las relaciones jurídicas, religiosas
y políticas: la sociedad primitiva se organiza sobre el parentesco
como una institución que abarca las relaciones económicas,
políticas jurídicas, y religiosas, así como los procesos
de producción material, simbólica y ritual. Si existen sociedades
sin una división entre estructura y superestructura, si no hay contradicción
entre medios de producción y fuerzas productivas, no hay explicación
dialéctica y arde todo el edificio teórica marxista. Godelier,
Worsley, Terray y otros antropólogos marxistas tuvieron que enfrentarse
con el problema de explicar sociedades en las cuales “se desconoce
una distinción organizativa entre base y superestructura; es decir,
donde ambas constituyen formalmente la misma estructura” (Sahlins,
14). Y, si las relaciones de parentesco en ese tipo de sociedad incluyen
y engloban a casi la totalidad de las relaciones sociales, ¿dónde
debemos ubicarlas, en la estructura, la superestructura o en ambas a la
vez?
Godelier nos da la respuesta: las relaciones de producción no sólo
pueden existir bajo una forma que las distinga y las separe de las otras
relaciones sociales. El parentesco se ubica en la estructura y la superestructura.
A su vez, Worsley, analizando la sociedad tallensi, fragmenta el sistema
de parentesco en sistemas componentes y “descubre”
la estructura y la superestructura de esta sociedad. Para Godelier el hecho
de que la dominación de parentesco o de tipo religioso o político
se imponga, no alcanza para contradecir las hipótesis de Marx: “la
objeción pierde sentido cuando se constata que no basta con que una
instancia social asuma varias y no importa cuáles funciones
para ser dominante, sino que es necesario que asuma la función de
las relaciones de producción, es decir, no necesariamente el rol
organizador de tal o cual esquema organizativo de tal o cual proceso concreto
de trabajo, pero sí el control del acceso a los medios de producción
y a los productos de este trabajo, y ese control significa igualmente autoridad
y sanciones sociales, por tanto, relaciones políticas. Las relaciones
sociales son las determinantes del dominio de tal o cual instancia. Tienen,
pues, una eficacia determinante general sobre la organización de
la sociedad, porque determinan este dominio y, a través de este dominio,
la organización general de la sociedad” (303).
Sin darse cuenta, utiliza una argumentación que sirve para refutar
la posibilidad de que una dictadura del proletariado nos conduzca
al comunismo. El control del acceso a los medios de producción y
a los productos significa autoridad y dominio. Seríamos unos estúpidos
si creyéramos que el socialismo estatista no se ajustaría
a estos parámetros, tan solo por la buena voluntad de los comisarios
del partido en el Poder. Cuando Godelier cree arreglar los problemas al
inicio de la Historia, los desarregla al final. Parece que la hipótesis
marxista es como una frazada demasiado corta que cuando cubre los pies no
cubre la cabeza, y viceversa.
Pero tampoco la solución es satisfactoria para las sociedades primitivas,
sino más bien que parece un intento de ajustar los nuevos datos a
un paradigma resquebrajado. Todos los intentos de acomodar las sociedades
primitivas a los parámetros marxistas han caído en el fracaso,
inmersos en un mar de dudas y bombardeados por la crítica. La realidad
es que cuando no se intenta salvar lo insalvable, se miente descaradamente
o se hace un uso adulterado de las investigaciones de otros autores para
apoyar hipótesis de nula veracidad. Las excepciones no confirman
la regla, la invalidan. Las tesis de Godelier no son aplicables a las sociedades
de cazadores/recolectores como la de los bosquimanos del Kalahari estudiadas
por Richard Lee, quien “observó a grupos de hombres y mujeres
regresar a casa todas las tardes con los animales y las frutas y plantas
silvestres que habían cazado y recolectado. Lo compartían
todo por igual, incluso con los compañeros que se habían quedado
en el campamento o habían pasado el día durmiendo o reparando
sus armas y herramientas... Si en las simples sociedades del nivel de las
bandas y las aldeas existe algún tipo de liderazgo político,
éste es ejercido por individuos llamados cabecillas que carecen de
poder para obligar a otros a obedecer sus órdenes” (Harris).
Lejos de ser sociedades anarco comunistas, la única estructura visible
son las relaciones de parentesco, sobre las que se organiza la vida social,
la producción y la reproducción del grupo. No existe una estructura
económica que determine una superestructura política.
Conclusiones
El
materialismo histórico es una esquemática explicación
de la historia humana de algún valor didáctico, según
los gustos, mientras no nos creamos la fábula de las leyes de la
dialéctica, aún por comprobarse científicamente. Los
productivos análisis de Marx sobre el origen y desarrollo del capitalismo
son de suma utilidad para comprender algunos de los procesos de explotación
del capital sobre el trabajo. Lo que es inaceptable es extrapolar a toda
la Historia y al Universo físico mecanismos que nos han servido para
explicar solo una parte del problema. Marx comprendió la lógica
del capitalismo y creyó que su método lo llevaría a
explicar la totalidad de la evolución social humana: explicando una
de las partes, explicó el todo. El cientificismo económico
marxista subsume todos los aspectos humanos simbólicos, culturales,
ideológicos, éticos o ecológicos a su causalidad inexorable.
El resultado de aplicar semejantes métodos de análisis no
puede ser menos que limitado. Se confunde la consistencia epistemológica
con esquematismo teórico.
La supuesta robustez teórica del marxismo –que se fundamenta
en una metafísica que nada tiene de científica– apela
a la autoridad de la ciencia para imponerse como verdadera y única,
cuando verdaderamente es una explicación unilineal, fatalista, reaccionaria
y autoritaria. La gran debilidad del materialismo histórico y del
materialismo dialéctico radica en aquello que para sus creyentes
consiste en su fortaleza: como toda interpretación universalista
pretende explicar la Historia humana y el universo físico mediante
un método válido para toda época y lugar. Cada caso
particular que no se ajuste, destruye inevitablemente a toda la teoría.
Quizás algún día la ciencia logre sintetizar una teoría
unificada del universo físico y, con mucha suerte, de la Historia
humana. Difícilmente ese camino transite por los territorios de la
dialéctica.
El método dialéctico de Marx y Engels supone un progreso,
un avance, un devenir de lo inferior a lo superior, una superación
de la sociedad cuyo resultado sería el comunismo. ¿Se puede
hablar de progreso o superación en el pasaje de una sociedad primitiva,
sin divisiones de clase a una sociedad con clases sociales, con opresores
y oprimidos? ¿Cuál es la ética que subyace a un pensamiento
cuya única medida de progreso se basa en factores económicos
y tecnológicos? ¿En qué valor moral se fundamenta una
ideología que considera un progreso la dominación imperialista
y la expansión del capitalismo, como lo hizo Marx al aplaudir la
colonización británica en la India? Si tenemos en cuenta que
los análisis marxistas se cimientan en la historia del occidente
europeo y desde ese punto explican la evolución de toda la humanidad,
se hace comprensible porqué el materialismo dialéctico fracasó
a la hora de explicar las culturas no occidentales. El marxismo no deja
de ser una variante del evolucionismo social que, al igual que éste,
considera los parámetros eurocéntricos y occidentales modernos
superiores a los no occidentales. No se trata de reivindicar lo “no
occidental” sino de desechar una escala de valores engendrada por
la burguesía para legitimar su dominio.
El comunismo resolverá todas las contradicciones en una síntesis
total –el fin de la Historia– fundando la felicidad social plena.
No nos imaginamos por qué tanto la naturaleza y la historia humana
hayan respondido alguna vez a las leyes de la dialéctica; mucho más
difícil nos resulta creernos por qué milagro deberían
dejar de hacerlo bajo el comunismo que fantasearon Marx y Engels. Las leyes
inmutables y eternas de repente se resuelven en una síntesis que
no da paso a un nuevo momento dialéctico. Un nuevo modo de producción
eterno, incapaz de superarse a sí mismo, donde las relaciones sociales
de producción progresarán sin contradicción. Algo tan
milagroso como el pasaje de la dictadura del proletariado al ambicionado
comunismo sin Estado. Los padres del socialismo científico, al fin
y al cabo, también tenían sus aristas utópicas.
P. Rossineri
Bibliografía:
Godelier, Maurice. Antropología y Economía ¿es
posible una antropología económica?, Anagrama, 1976.
Harris, Marvin. Nuestra especie. Alianza Editorial.
Polanyi, Kart. El sistema económico como proceso institucionalizado.
(En Antropología y Economía, Godelier comp.) .
Sahlins, Marshall. Cultura y razón práctica. Gedisa,
1988.
*La crítica a los postulados del materialismo dialéctico la efectuamos en el artículo “Dialéctica materialismo y cientificismo”, ¡Libertad! N° 35.
LEGALIZACIÓN
VOLVER
Para el Señor, todo el mundo
Habría
que decir que partimos de la conclusión de que la solución
de las problemáticas actuales de la humanidad, de la tragedia y de
los sufrimientos sistematizados producidos por la existencia de una clase
social privilegiada e impuesta por sobre el resto, se encuentra en la destrucción,
mental e institucional, de todas las estructuras que crean y recrean al
presente sistema social a través de la Revolución anárquica.
Y decimos que partimos de una conclusión porque, al contrario de
ser un axioma o dogma desde donde se deducen proposiciones, llegamos a esa
afirmación tras innumerables y anónimas experiencias históricas
que persiguieron salidas que terminaron por reafirmar la negación
original. La dimensión ética hace un principio del fin de
la experiencia y el fluir del devenir un punto de partida del de llegada.
La cuestión de distinguir a los principios de la finalidad es la
explicación de una totalidad y no habilita la independencia de sus
partes.
“No se encuentra otra salida a la sociedad presente que por la puerta
ferrada de la revolución. Es el dilema. O pasamos por ahí
o continuamos golpeando los muros con la cabeza”*. La puerta de salida
es una sola, tras la cual se abren las posibilidades de la humanidad desencadenada.
Tras las otras hay abismos, fauces o nuevos claustros, más o menos
decorados.
Por el contrario la Ley, es decir, los códigos, reglamentaciones
e instituciones que establecen los poderosos para controlar y garantizar
la explotación de la sociedad y la naturaleza, como hija devenida
que es de la idea de Dios -dogma absoluto-, al igual que su progenitor,
es creada y recreada como causa no causada, como verdad axiomática
desde donde se desprenden, por lógica deductiva, todas las preposiciones
que demarcan los límites entre lo prohibido y lo permitido, estableciendo
las formas del permiso y del castigo y definiendo lo justo y lo injusto.
Como Dios: dentro de ella todo, fuera de ella nada. Producto histórico
de la conquista y supremacía de un sector social sobre otro, posee
carácter expansivo y tendencia totalizadora que va adueñándose,
a la par de sus fuerzas armadas, de los espacios vírgenes que se
le presentan como vacíos de poder. Y como todo ejército que
avanza encuentra resistencia a su marcha, también encuentra, como
resultado del miedo y la desesperación, por un lado, y del deseo
de conservar ciertos privilegios y niveles sociales, por el otro, un consenso
que presenta a los dichos espacios vírgenes como espacios vacíos
de poder, susceptibles de estar a merced de supuestos males mayores. Es
decir se presenta a la Ley y a su fuerza como garantía de vida y
de convivencia, y a la ausencia de jueces y verdugos como un desamparo.
Dentro de la demarcación que dictaminan los poderosos a través
de sus reglamentos, entre la obligación, el permiso y lo vedado:
la legalización -la gracia concedida- de acciones antes reprimidas
o ignoradas, no por ser el resultado de una lucha y de reclamos, significa
una conquista parcial y progresiva sobre el sistema de privilegio sino,
por el contrario, significa una conquista más de los poderosos porque
avanzan sobre cuestiones antes marginales de su dominio y por la inclusión,
ideológica e institucional, de los sectores e individuos movilizados.
Esto independientemente del beneficio concedido, porque por propio mecanismo
de concesión y por el interés que la motiva, el mayor beneficio
es acuñado por los dueños de la sociedad que, principalmente,
se legitiman como tales.
La Ley implica la existencia de quienes acaparan las riquezas y de toda
su comitiva de gobernantes, diputados, senadores, jueces, fiscales, abogados,
policías, carceleros, junto con toda la red administrativo-represiva
de congresos, municipios, tribunales, cárceles, comisarías...
La Ley es la cadena, acudir a su refugio es forjarla; caer en su amparo
es elevar y fortificar los muros que tapian la puerta ferrada de la Revolución.
A.G.
* Rodolfo González Pacheco, del cartel El señor todo el mundo
ABORTO: CONTROL Y DESESPERACIÓN VOLVER
No planteamos soluciones para el sistema social imperante, planteamos problemas. En otras palabras, la solución de la variedad que manifiesta la problemática social pasa por la abolición del Estado y de la explotación del Hombre por el Hombre.
En
los últimos días, tras tomar carácter público
y mediático, una sucesión de casos que resumen la criminalidad
y el dolor que produce cotidianamente la civilización burguesa, motivaron
la discusión en torno a la legalización del aborto. Ante lo
delicado y trágico de los casos puntuales se nos agotan las palabras.
Nuestro posicionamiento es ante las implicancias de la discusión,
ante las situaciones creadas de desesperación social y ante el marco
de un creciente consenso.
La oposición de la oficialidad de la Iglesia católica, y de
los sectores que responden a ella, contra los métodos anticonceptivos
y abortivos, si bien tiene peso -y lo han demostrado en algunos de estos
casos- no tiene la misma fuerza ante esta cuestión como la tenía
décadas pasadas. Frente a la agudización de los conflictos
sociales y ante las evidencias ya establecidas, la Iglesia católica
ha debido, a condición de no perder influencia y espacios de Poder,
adaptarse a los reclamos de actualización. El reconocimiento del
genocidio indígena y la Inquisición, la aceptación
de las teorías científicas y la participación activa
en ellas, como así también la tolerancia y permisividad en
cuestiones civiles como son el divorcio o los casamientos entre individuos
del mismo sexo, etc.; son elementos de dicha adaptación ante las
trasformaciones y necesidades históricas. Estas adaptaciones nunca
fueron inmediatas ni sin contradicciones internas, ni significan un progreso
ni una mejora ya que son funcionales a la perpetuación institucional
y religiosa. Los cambios de posición de la Iglesia ante determinadas
cuestiones se suceden desde sus orígenes. En relación con
la cuestión del aborto el rechazo eclesiástico actual data
de mediados des siglo XIX; anteriormente era permitido y no era condenado.
En el siglo IV la Iglesia condenaba el aborto sólo si la concepción
era producto de un adulterio, no así al provocado dentro del matrimonio.
Para los principales teólogos de la Iglesia, como Santo Tomás
de Aquino y San Agustín -como Aristóteles antes-, el feto
no adquiría el alma hasta pasado más de un mes de gestación
y solo era condenable el aborto cuando se realizaba pasado ese umbral. En
la actualidad un nuevo cambio de posición es esperable, sino de la
oficialidad por lo menos desde algunos sectores, si se tiene en cuenta el
creciente consenso social al respecto y las exigencias políticas
y demográficas que demandan su despenalización. De hecho hay
amplios sectores católicos organizados a favor del aborto. El Poder
no es uniforme, tiene internas y disputas, sectores más democráticos
o más conservadores, reaccionarios y progresistas; izquierdas y derechas
que canalizan las diferentes tendencias en la misma órbita estatal.
La cuestión del aborto y la anticoncepción está enmarcada
en el problema actual que afrontan los capitalistas y sus representantes
ante la explosión demográfica mundial. Los 6 o 7 mil millones
de habitantes que tiene el planeta sumado a los casi 95 millones que se
agregan anualmente, millones subalimentados y desnutridos, millones potencialmente
peligrosos por constituir un sobrante del mercado mundial, son una amenaza
que ya sienten en oleadas de inmigrantes desde las zonas periféricas
hacia los centros de opulencia, como son Europa y EE.UU. Los inmigrantes
son concentrados en campos de detención cuando las fortificaciones
son franqueadas o, ya establecidos, producen estallidos como los ocurridos
en Francia. El gobierno norteamericano está impulsando la construcción
de un muro altamente tecnificado que recorrerá kilómetros
en la frontera con México, porque los actuales alambrados y patrullas
no dan abasto. El terrorismo religioso y la delincuencia se acrecientan
como respuesta desesperada ante la situación social creada. Sumada
a la depredación ambiental que necesita la producción capitalista
y la consecuente disminución y encarecimiento de los recursos naturales,
el hacinamiento y la insuficiencia de los paliativos de la dádiva
y la caridad, junto a la amenaza de reducción de los privilegiados
niveles de vida de las clases opresoras, se le presenta al sistema el imperativo
de plantearse algunas formas de control demográfico, como prevención
de futuras y presentes crisis. Esto no quita que los mecanismos de control
demográfico no dejen de tener reticencias y oposiciones desde sectores
internos del Poder. Pero son muchos los gobiernos que han despenalizado
el aborto y los que impulsan campañas de educación anticonceptiva.
En la China maoísta desde la década del ´70 el gobierno
estableció un estricto plan de planificación familiar, basado
en premios y castigos, cuando no es directamente forzado, a fin de reducir
su tasa de crecimiento poblacional. Abortos, abandono de criaturas e infanticidio
femenino como resultado.
Los burgueses son los primeros interesados en este tipo de controles, son
ellos los financistas del barco-clínica que recorre las costas de
los países que no tienen el aborto legalizados; son ellos los que
sostienen las ONG´s que costean las intervenciones y promueven campañas.
En Argentina el actual ministro de salud, Ginés González García,
es partidario de la despenalización junto con varios integrantes
del medio artístico, intelectual y político que incluye a
diputados de distintos partidos que impulsan varios proyectos de ley sobre
el tema. Hay más de 200 ONG´s locales participando en la campaña
pro legalización. El debate ampliamente difundido en todos los medios
de difusión, de un tema que hasta hace poco era un tabú, muestra
el nivel de consenso que va adquiriendo la cosa. Al debate sobre el aborto
se suma, no casualmente, el de la educación sexual -es decir, anticonceptiva-
en las escuelas, no sin oposición de los sectores más conservadores,
sectores estos bastantes desacreditados desde los generadores de la opinión
pública.*
Los sectores pudientes pueden costear abortos en clínicas o centros
especializados a un precio al que no accede la mayoría. Las prácticas
rudimentarias y caseras producen altos índices de mortalidad o lesiones
en mujeres que no tienen acceso a esos lugares. La intención de los
sectores del Poder de legalizar las intervenciones y prevenciones, independientemente
de una circunstancial sensibilidad y humanismo promovido, es controlar el
aumento de la pobreza por su peligrosidad potencialidad, porque los sectores
privilegiados no corren riesgos en abortos ilegales.
Esto no quita la necesidad real ni el problema, ni la sensibilidad e intenciones
de quienes se suman al movimiento de legalización. Lo que decimos
es que el aumento del consenso al respecto del tema se inscribe en la lógica
y funcionalidad del sistema. El mismo tema se refleja en la campaña
a favor de donación de órganos. La insistencia del Estado
en este tema no significa que a los poderosos les duela la muerte que ellos
provocan, sino que necesitan de un mercado de donaciones, legitimado y consensuado,
para que ellos puedan tener a su disposición un reservorio de órganos,
que somos nosotros, como parte de sus recursos. Repetimos que esto es así
más allá de la problemática de cada uno, y que el sistema
utiliza esa problemática personal, el dolor y los sufrimientos, para
generar mecanismos que lo favorecen.
El creciente consenso a favor de la legalización del aborto se relaciona
con los movimientos feministas que se vienen desarrollando desde la década
del ´60 que aparecieron en los países de mayor opulencia económica.
En este respecto hay que destacar la funcionalidad de dicho movimiento.
Cuando el machismo era funcional al sistema de estratificación social
éste era incentivado y promovido. En la actualidad, cuando el capitalismo
vislumbró y necesitó incorporar, en grado mayor a lo que lo
hacía, a la otra mitad de la población -el genero femenino-
para su explotación; el machismo como mentalidad dominante es motivado
a reducirse. Esto no sin contradicciones ni sin obstáculos, pero,
como tendencia, es evidente la participación cada vez mayor del género
femenino, tanto en las esferas de la administración y represión,
como en las de trabajo. La participación de la mujer a través
de voto en las elecciones gubernamentales, instaurado en la década
del ´50 en este país, no puede verse como una conquista del
género sino como su inclusión en los mecanismos del dominio
democrático. La manifestación de dicho proceso de inclusión
creciente se ve hasta en la lengua española donde, desde un amplio
espectro político hasta en el “movimiento” anarquista,
se aplica una dedicada discriminación genérica del lenguaje.
La utilización extendida de un nuevo “esperanto” -de
equis y arrobas- es la muestra.
Toda esta situación cultural alentada desde publicidades y desde
la enseñanza, sumado a una postergación del matrimonio en
relación con la edad en que se daba en las generaciones pasadas,
posibilitada por una relativa independencia laboral y económica,
promociona que sean los sectores medios y altos los más receptivos
del feminismo y quienes sean, por motivaciones entre ellas económicas,
quienes reduzcan los nacimientos o directamente los anulen. Motivaciones
económicas diferentes de las presiones de supervivencia que acorralan
a quienes están sumergidas en la miseria.
Esta inclusión del género femenino en las posiciones sociales
junto con las implicancias culturales que lo posibilitan contribuye, en
relación con el tema de la legalización del aborto, a establecer
los preceptos argumentativos de la campaña pro legalización.
Uno de los principales argumentos esgrimidos enuncia que la decisión
de interrumpir el embarazo corresponde enteramente a la mujer porque la
gestación se produce en su cuerpo: la exclusividad de la decisión
me parece discutible. En la misma línea lo que se reclama es el derecho
de decidir, pero como el reclamo está dirigido al Estado se lo legitima
como tal en tanto es éste quien debe tomar la decisión que
concede el derecho. La idea de que es el Estado, es decir la Ley y la policía,
quien debe garantizar la libertad de decisión es la máxima
de la mentalidad estatista -opresiva- de que el Poder instituido es el regulador
de la sociabilidad. Al mismo tiempo se promueve que sea el Estado y la legalidad
quienes definan el concepto y los límites de la humanidad, conceptualización
hasta ahora patrimonio exclusivo de la Iglesia, que ésta disputa
y que se pretende transferir al gobierno laico.
Las situaciones desesperantes son las causas de las salidas desesperadas
(ver ¡Libertad! N° 33 “Infanticidio”).
El aborto y el infanticidio son los crudos mecanismos de control demográfico
que acechan desde los orígenes de la humanidad. Las bandas humanas
de cazadores/recolectores primitivos que aumentaban su población
y veían amenazados o reducidos sus niveles de vida, ante la merma
de los recursos disponibles, se veían obligados a estas prácticas
como último recuso. Para ello la selección cultural promovía
mecanismo psicológicos y mentalidades que posibilitaran estas acciones
y atenuaran los sufrimientos al realizarlas. El hecho de que se estableciera
como mal menor, ante las desgracias que se avendrían en caso de no
practicarlos, fue motivo de que haya sido una práctica tan extendida,
en tiempos y en lugares.
Hoy y mañana, acorralados por la miseria, el hambre y las enfermedades; ante el frío, el hacinamiento y los basurales; en las calles, bajo los puentes, en las plazas; en asentamientos, villas y conventillos; mendigando o arrastrando carritos, alimentándose de la basura; en cárceles, en comisarías y en contenedores; en campos, minas y fábricas: no apuntamos ni señalamos las salidas desesperadas. Apuntamos y señalamos a los mayores criminales de la historia: a los burgueses y a su sistema.
A.G.
* No tengo la disposición de considerar la insensibilidad, las mentiras y las posiciones reaccionarias de los sectores fascistas que se oponen al aborto y a la anticoncepción.
PRECEDENTES Y PRESENTES DEL CONTROL Y LA DESESPERACIÓN VOLVER
En el libro “La Alemania nazi”, (Alianza Editorial,1972, pag. 243), E. Colotti recoge el discurso de Hitler sobre los territorios sometidos al poder alemán, que dice así: “He leído recientemente en la prosa de un señor doctor que convenía evitar la venta y el uso de los productos anticonceptivos en los territorios ocupados. Si algún imbécil intentara poner en práctica este proyecto, no dudaría en aporrearlo. Dada la proliferación de los indígenas, hemos de considerar como una bendición que las mujeres y las muchachas practiquen el aborto en gran escala.”
En
1952, como resultado de la tercer Conferencia Internacional sobre Paternidad
Planificada realizada en Bombay, se crea la Federación Internacional
de Paternidad Planificada (I.P.P.F.). Fundada por asociaciones de varios
países del Primer Mundo y con sedes en otros doscientos, es subvencionada
por numerosos gobiernos y empresas privadas, entre ellas: Fundación
Ford, Fundación Rockefeller, Fundación Bill y Melinda Gates,
etc. Hasta la actualidad es una de las principales y más fuertes
organizaciones internacionales dedicadas al control demográfico.
A fines de la década del ´50, el presidente norteamericano
Eisenhower sentenció que si el número mundial de habitantes
continuaba multiplicándose se agudizaría el peligro de una
revolución.
En 1966 J. D. Rockefeller impulsó junto con otros 30 líderes
mundiales un documento postulando que el crecimiento no planificado de la
población mundial era una amenaza para la paz.
En 1972, por encargo del presidente R. Nixon, una comisión especial
al respecto elabora informes y diseña las estrategias de control
de la natalidad a aplicar por los EE.UU. en sus zonas de influencia.
En 1974, un nuevo encargo presidencial al consejero de Seguridad Nacional,
Herry Kissinger, manda elaborar un informe secreto donde se profundizan
los análisis y la preocupación por el crecimiento demográfico,
junto con la necesidad de accionar sobre los países del Tercer Mundo
para que estos reduzcan su crecimiento poblacional.*
En 1975 el presidente G. Ford eleva el informe a política oficial
de su administración, política que se mantendrá a través
de los sucesivos gobiernos; presionando, promoviendo y financiando organizaciones
y acciones para ese fin.
A lo largo de las décadas se crean una variedad de organizaciones
a fin de promover el control demográfico a través de ámbitos,
políticos, culturales y sanitarios.
En 1974 la O.N.U. organiza en Bucarest la Conferencia Mundial sobre Población
para coordinar acciones al respecto, que reafirmará en siguientes
encuentros. En 1984 el tema es tratado por el Banco Mundial. En el mismo
año la Conferencia Mundial de Población en México.
En 1992, en Río de Janeiro, conferencia de la O.N.U. En 1994 la Conferencia
Internacional sobre población y desarrollo en El Cairo.
En 1994 el embajador de EE.UU. en España afirma que sobran en el
mundo 2.500 millones de personas, publicado en el diario El País
del 9 de septiembre.
En 1996 la División de Población de la O.N.U. afirma una tendencia
de estabilización demográfica en los países opulentos
mientras anuncia el crecimiento para Asia, África y América
Latina.
El Premio de Poblaciones de la O.N.U. de 2003 y director del Instituto Demográfico
en Washington, Werner Fornos, alerta sobre la vinculación entre la
explosión demográfica y el terrorismo.
En 1997, la presidencia de Clinton asigna fondos de casi $ 400 millones
para organizaciones y entidades internacionales de control demográfico.
En 1967 un programa de experimentación financiado por la Fundación
Ford en Colombia fue acusado de haber esterilizado a 40 mil mujeres. En
Guatemala, a fines de los ´60 miles de indígenas fueron asesinados
por paramilitares y miles de mujeres esterilizadas forzosamente. En el mismo
país se sumaron denuncias sobre esterilización forzada en
1984. En México, Bolivia y Brasil, en la década del ´70,
se repiten los casos por miles. En Brasil, la Asamblea Legislativa de Río
de Janeiro reconoce el tema. El ex Ministro de Sanidad de ese país,
Alceni Guerra, denunció la esterilización de 20 millones de
mujeres. En Puerto Rico, en 1965, se calcula que 1/3 de las mujeres del
país han sido esterilizadas; en Republica Dominicana en 1976 se calculan
en 14 mil. En El Salvador en 1984, desde el Ministerio de Salud en conjunto
con asociaciones internacionales realizan campañas dirigidas a mujeres
pobres presionando la esterilización. En 1976, en la India, la cifra
de mujeres esterilizadas es de 800 mil. El gobierno de Alberto Fujimori
está acusado de haber esterilizado al 30 % de la población
indígena de Perú en la década del ´90. Un informe
del Comité de América Latina y del Caribe para la Defensa
de los Derechos de Humanos revela que para 1996 la meta del gobierno era
de 100 mil esterilizaciones,130 mil para 1997 y 165 mil para 1998, llegándose
a cumplir la meta propuesta para 1997. En 1998 la C.N.T. de Palmas de Mallorca
publica que en Indonesia le negaron a un pueblo la construcción de
una carretera argumentando que no todas las mujeres participaban en el programa
de control de natalidad. En 2003 organizaciones de derechos humanos denunciaron
esterilizaciones forzadas de mujeres de la etnia romaní en Eslovaquia.
En 2004, desde la prensa y funcionarios del gobierno chino se reconoció
que en ese país, en la provincia de Shandong, se produjeron alrededor
de 7 mil esterilizaciones. En 2003 el gobierno mexicano es acusado por asociaciones
de derechos humanos de obligar a mujeres indígenas a utilizar métodos
anticonceptivos bajo amenaza de retirarles los apoyos del Programa de Educación,
Salud y Alimentación. En 2005 el gobierno mexicano reconoce ante
la O.UN. las campañas de esterilización forzada cometidas
en las poblaciones indígenas.
Todas estas acciones fueron realizadas mediante engaños, presiones
o a cambio de dádivas. Desde los gobiernos se incentivó con
beneficios a funcionarios y empleados de las instituciones sanitarias para
las esterilizaciones de mujeres y de hombres, de estos últimos en
menor medida. Las cifras, más allá de ser aproximativas, y
las diferentes regiones dan una idea de la magnitud de las acciones de los
poderosos por frenar los peligros potenciales y reales del crecimiento poblacional
de las clases más oprimidas.
En 1999 los delegados de Haití en el foro de La Haya denunciaron
que solo el 21 % de las mujeres de ese país tiene acceso al agua
potable, mientras que el 88 % tiene acceso a métodos anticonceptivos.
En Uganda el 34 % tiene acceso al agua potable y el 82 % a anticonceptivos.
En 1999 el Banco Interamericano de Desarrollo, desde Estocolmo, promovió
fondos por millones de dólares y condonaciones de deudas a cambio
de prácticas de reducción demográfica.
En febrero de 2006 la Federación Internacional de Paternidad Planificada
ha lanzado el programa Fondos para el Aborto Seguro Universal, dedicado
a asistir, principalmente, a las mujeres pobres. En marzo de 2006 la directora
regional de esa entidad, entrevistada en el periódico uruguayo Brecha,
expone la problemática del aborto como cuestión de salud pública
y como necesidad de justicia social...
La política es precisa
Aclaramos que no reivindicamos el crecimiento ilimitado de la población, situación que es intolerable para toda sociedad humana y animal, y que inevitablemente, de continuar, llega a un punto máximo de aumento, autorregulándose al precio de sufrimientos y crueldades (ver ¡Libertad! N° 17, “Crecimiento demográfico, ecología y anarquismo”). En la sociedad de la explotación del Hombre por el Hombre, los sufrimientos y crueldades, son regulados por los administradores de la explotación.
A.G.
* Este
informe secreto llamado National Security Study Memorandum 200
fue dirigido a distintos funcionarios del gobierno norteamericano en abril
de 1974 y hecho público en 1989. Transcribimos sólo algunas
citas, extraídas de Internet:
-“Implicaciones del crecimiento de la población mundial para
la seguridad de los EE.UU. y sus intereses de ultramar.”
-“La economía de los Estados Unidos exigirá grandes
cantidades de minerales del extranjero, especialmente de los Países
Menos Desarrollados (PMD). Esto hace que Estados Unidos tenga un gran interés
en la estabilidad política, social y económica de los países
suministrantes. Donde quiera que una disminución de las presiones
demográficas pueda aumentar las posibilidades de dicha estabilidad,
la política demográfica se hace relevante para los suministros
de recursos y para los intereses económicos de los Estados Unidos.”
-“Conflictos que son a primera vista políticos tienen en realidad
raíces demográficas.”
-“El desarrollo de un compromiso político y popular a escala
mundial a favor de la estabilización de la población, es fundamental
para cualquier estrategia efectiva. Esto requiere el apoyo y el compromiso
de líderes claves de los PMDs.”
-“Existe también el peligro de que algunos líderes de
los PMD vean las presiones de los países desarrollados a favor de
la planificación familiar, como una forma de imperialismo económico
y racial.” “Los Estados Unidos pueden ayudar a minimizar las
acusaciones de tener un movimiento imperialista detrás de su apoyo
a favor de las actividades demográficas, afirmando repetidamente
que dicho apoyo se deriva de una preocupación por: a) el derecho
del individuo a determinar libre y responsablemente el número y el
espaciamiento de sus hijos... y; b) el desarrollo fundamental, social y
económico, de los países pobres.” “Relacionar
las políticas de población y planeamiento familiar con los
mayores sectores de desarrollo: salud, nutrición, agricultura, educación,
servicios sociales, labores organizadas, actividades femeninas y desarrollo
de la comunidad.”
-“Los programas obligatorios pueden hacer falta y debemos considerar
esas posibilidades ahora.”
-“Es muy necesario convencer a las grandes masas de que es de su interés
individual y nacional el tener, como promedio, solamente tres y quizás
sólo dos hijos... el foco obvio y creciente de la atención
debe ser cambiar las actitudes de la próxima generación.”
-“Lo que es inusual en el tema de la población es que este
interés político externo debe tener un horizonte temporal
mucho más lejano que el de otros objetivos.”
PERIODISTAS DEPORTIVOS Y PERIODISTAS COMPETITIVOS VOLVER
Se
acabó el Mundial y Argentina retornó al Tercer Mundo, “sudaca”
y “cabecita”. El periodismo deportivo impuso el debate: la participación
argentina en Alemania 2006 ¿fue un fracaso o un meritorio quinto
puesto? A decir verdad, a quién le importa semejante payasada, más
allá de la repercusión social que pueda tener el negocio del
fútbol. Los fracasos y éxitos deportivos siempre han sido
motivo de intrascendentes elucubraciones y acalorados debates en periódicos,
radios y canales de televisión, privilegios que jamás alcanzan
problemas como la mortalidad y la desnutrición infantil, la represión
del Estado, la rapiña patronal o la aniquilación del medio
ambiente. Las cuestiones deportivas no ameritan que desde estas páginas
les prestemos más atención que la que les brindan los periodistas
deportivos, una profesión que se dio el lujo alguna vez de contar
en sus filas con hombres que, comparados con la mayoría de los actuales
polemistas, acariciaban valores literarios. Lo que nos irrita no es tanto
la importancia que se le da al espectáculo deportivo -que difiere
tanto del deporte como la práctica de la esgrima diverge de un duelo
a cuchillo o del Coliseo romano- sino la ideología antideportiva,
antisocial, individualista, vasalla del triunfalismo y de la ética
resultadista.
Jugadores de fútbol, directores técnicos, periodistas, relatores,
comentaristas, chicas bonitas, animadores y conductores radiales o televisivos
se apretujan para opinar, sin agregar nada de mayor interés que lo
que podríamos escuchar en un bar o entre amigos. Pero el semblante
trivial del asunto comienza a dibujar otro menos inocente, o mejor dicho,
descubre los peores valores que subyacen tras sus opiniones. Dicen Bilardo,
Niembro, Araujo y otros de su calaña que lo único que importan
son los triunfos, que al final en la Historia siempre quedan los que ganaron
aunque no importe como y que estamos a punto de padecer la desgracia de
dejar de ser una “potencia futbolística”. Maquiavelo
no lo habría expresado mejor, ya que para estos eruditos “el
fin justifica los medios”. “Siempre hay que ganar” es
el pensamiento que se impone sobre el arcaico “lo que importa es competir”.
Que piensen así cuando van al casino a jugar a la ruleta es esperable;
lo terrible es llevarlo al picadito con los amigos, al juego de barajas
después del asado, a la legitimación de la trampa y de la
intriga para ganar. El mundo se divide así entre ganadores y perdedores
(que son la mayoría casi siempre en todos los órdenes). La
competencia en sí no tiene nada de malo, ni se opone directamente
a la solidaridad o la cooperación. Tanto la competencia como la solidaridad
son aspectos del comportamiento humano, que en determinadas circunstancias
se contraponen. Sería aburrido, por no decir imposible, jugar al
truco con mis amigos pasándole las señas de mis cartas a mis
rivales y ellos a mí, para sostener nuestra solidaridad de grupo.
Lo grave de los comentaristas deportivos es que consideran que ganar en
el fútbol es algo trascendente para nuestras vidas: “estos
jugadores y su técnico nos han privado a todos los argentinos de
volver a ser los campeones del mundo”. Peor aún, es que la
mayoría de la gente los escuchan y aún muchos les creen. Esta
forma de pensar adicta a la consecución de fines y triunfos sin importar
los medios está genealógicamente relacionada con la razón
de Estado, con la política de lo posible, con el “socialismo
real”, con la historia escrita por los vencedores y con la supremacía
del más fuerte (que ellos confunden con el mejor) de los darwinistas
sociales y ultraderechistas y la muerte de la Utopía. Las opiniones
sobre fútbol no son inocentes, como tampoco lo son quienes las emiten:
cuando se multiplican por los medios de difusión para adiestrar ideológicamente
al público y para defender una ética perversa, son decididamente
criminales.
Lobisón
SINDICALISMO VOLVER
El
sindicalismo en sí no ha dado más que fracasos hasta ahora.
Se ha engañado y nos ha mentido. Ni tenía la fuerza para la
revolución, como creía, ni el amor a la libertad, como nos
dijo. Era excluyente y sin ideales. Partía de la esclavitud para
llegar al predominio. ¡No amaba, no amaba!
Mientras fue un modo, no más, de defenderse los obreros de sus amos,
un fenómeno social, un abrazo de la corriente, estuvo bien; cuando
pretendió afirmarse, detenerse, ser la base de un nuevo ciclo histórico,
una causa y una sociología, se ha perdido.
Las ideas anarquistas lo atacan y lo baten, no para destruirlo, sino para
centrarlo de nuevo, ponerlo en su verdadero pie de una de tantas cosas que
sirven a la libertad del hombre; no la única.
Grandeza, he ahí lo que le faltó, no en el fin, sino en el
medio al sindicalismo; fervor por la causa humana; fe en la liberación
total. Quiso ser fuerza, no más, y no supo que a donde no hay amor
no hay potencia. No habló ni pensó nunca bien de los haraganes,
los artistas y los sabios. Era sólo para los trabajadores su paraíso.
¡Y no, no! De ser, tiene que ser para todos, ¡para todos!
No se abren ciclos históricos con ideales más pequeños
que aquellos que les son contemporáneos. La cuestión no es
obrera, sino humana; el trabajador es el hierro en la montaña, pero
en ella hay también mármoles y granito y otros metales. El
ideal grande, el que tiene el porvenir seguro, es el que todo lo abraza,
lo ilumina todo y todo lo ama. ¡El comunismo anárquico!
Rodolofo
González Pacheco, “La Antorcha”, Nº 51,
extraído de Carteles I