PERÓN, LA RATA PRÓCER VOLVER
La
historia la escriben los vencedores, es cierto. Pero más cierto aún
es que toda historia está escrita para defender un interés
determinado, y los marginados de ayer, pueden servir a los intereses de
los domadores de turno. Para eso existen no sólo los historiadores,
sin duda los menos responsables del caso, sino los medios de comunicación
electrónica, los periódicos, las revistas y el Ministerio
de Educación.
Perón, figura odiada y reverenciada como pocas, es un ejemplo. Entre
los años 1945 y 1955 gobernó a la Argentina silenciando todo
tipo de disidencia, instaurando una dictadura refrendada por el voto popular
y apoyado por la mayoría proletaria y marginada. Eliminó a
toda la oposición política y sindical, asesinó, torturó
e instauró un sistema clientelista donde Papá Perón
daba y el Pueblo, inocente y puro, recibía las dádivas y regalos.
Regalos que eran el producto de la acumulación del trabajo de generaciones
de trabajadores que el Estado y la burguesía se habían apropiado.
“Los regalos, hacen esclavos”, decían los indios, con
la sabiduría de aquellos que solían exterminar a sus caciques
cuando se hacían demasiado poderosos.
El pueblo contento gritaba por las calles, La vida por Perón,
Mañana es San Perón, Evita, jefa espiritual de
la Nación, abanderada de los humildes o consignas igualmente
reaccionarias. Sí, claro, seguramente jodió a la oligarquía
en algo, algún aristócrata se habrá sentido ofendido
y la Iglesia atacada por una ley de divorcio que casi no tuvo efecto. Los
“yanquis y los marxistas”, temblaban frente a la patria peronista.
Y todos los no peronistas eran gorilas, es decir, todo aquel que no agachaba
su cabeza frente al poder de Perón y su venenosa Santa Evita era
un gorila. En la categoría de gorila entraba un aristócrata
que sentía asco por los obreros, como también un radical,
un socialista o un gremialista anarquista de la FORA. Perón era Pueblo;
todo lo demás estaba por fuera.
Perón copió el modelo corporativo fascista con el afán
de desarrollar una Argentina industrializada con la intervención
estatal; algo que ya habían experimentado Alemania, Japón,
Unión Soviética y en alguna medida los propios EE.UU. Hay
quienes desde la izquierda se horrorizan hoy con identificar fascismo con
peronismo, porque suponen que eso es ser gorila (lo cual ha llevado a prácticamente
toda la izquierda argentina a ser el furgón de cola de este movimiento
abiertamente contrarrevolucionario). Ese modelo pretendía para la
Argentina el rol de gendarme de América del Sur y freno a la expansión
del comunismo, objetivo este último, que cumplió de forma
destacada.
El pueblo hipotecó su futuro por una bicicleta para los chicos, por
obras sociales (monumento al afano) y por la tranquilidad de ir “de
la casa al trabajo y del trabajo a casa”. El sindicato se convirtió
en un apéndice del control estatal, en la comisaría de los
laburantes. Y la máxima aspiración del trabajador era alcanzar
un “salario digno”, es decir, alcanzar un “instrumento
de explotación económica” digno. Un mundo feliz: el
rey y la princesa asomados al balcón de la Rosada; son un sentimiento.
Son la continuación de los héroes argentinos, los padres de
la patria; San Martín, Rosas y Perón.
El golpe de Estado del 55, a sangre y fuego, arrasó con las dádivas
-que en la memoria popular se transmutaron en conquistas populares. Vinieron
más dictadores, acordes a un país donde los oligarcas y la
aristocracia con olor a bosta mandaron siempre. En el ’73 vuelve Perón
y promete a unos la patria socialista y a otros a la patria peronista. En
realidad lo único que afirmó fue la Patria homicida. Y finalmente,
se murió dejando un nido de víboras en su lugar, digna herencia
del prócer del neo fascismo criollo. Luego, el golpe y la tragedia
del terrorismo de Estado con 30.000 desaparecidos y la ruina económico-social,
convirtiendo a la etapa peronista en una comedia barata.
Con el regreso de la democracia, se empezó a renovar la imagen del
dictadorzuelo democrático muerto. El viejo era sabio, bueno,
leal, inteligente. Se podía no compartir su política,
pero sus intenciones eran buenas, como las de Hipólito Irigoyen,
de quien se dice que fue un gobernante popular y nacional, olvidando algún
pequeño pormenor de su gobierno, como fueron los miles de obreros
asesinados en las represiones de la Patagonia y la Semana Trágica
(en la que el entonces joven Perón tuvo participación como
milico represor). “Ayer el sabio dedo de Perón, hoy el sabio
dedo del pueblo”, rezaba un cartel de propaganda política.
Algo parecido se vende desde los programas de televisión. Nadie hace
una revisión crítica del peronismo. Nadie dice lo que fue
Perón, es decir, una rata fascista. Mucho menos se permiten siquiera
mancillar a la venerable Eva, igual o peor que su colaborador. Programas
televisivos cuyos animadores y periodistas se reputan progresistas hablan
de un peronismo con principios éticos y populares -el viejo justicialismo
de Juan Domingo- que los dirigentes de hoy habrían perdido. Como
si la ética peronista se hubiera vaciado de contenido; más
bien es todo lo contrario: es la ética de la policía, la represión,
la transa con el puntero, el negociado de planes trabajar, el sindicato
botón y amigo de la patronal, el tener siempre los pies dentro de
la palangana. “Dentro de la ley, todo, fuera de la ley, nada”,
decía el viejo. “Fuera de la ley, todo, dentro de la ley, nada”,
retrucaba el Negro Amanecer, un compañero anarquista que se tuvo
que bancar todas las versiones del fascismo peronista a lo largo de su vida.
“Perón tenía cara de simpático, era cautivador”,
argumentaban hace unos años atrás algunos libertarios de temporada
para explicar la seducción de la fisonomía del enemigo. “Para
mí siempre tuvo cara de cagador, de tipo turro”, les contestaba
el Negro.
El 17 de octubre, Día de la Lealtad Peronista, se juntaron los dirigentes
sindicales mafiosos peronistas y los corruptos dirigentes partidarios para
homenajear a su líder, a su héroe. Se agarraron a pedradas
y palazos -no faltaron tiros televisados en directo- para ver quien era
más peronista o quién tenía más poder. Miles
de militantes que habían concurrido no encontraban explicación
a los sucesos: si “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”,
decía el viejo roedor. Una frase que explica mucho más de
lo que se cree, y que muestra a las claras la ausencia de identificación
con los trabajadores y el carácter burgués antiobrero del
peronismo.
Cafiero, Moyano y otros de esa calaña presidieron el acto. Faltaron
Kirchner y Menem, otros exponentes del movimiento. Todos se reivindican
peronistas de Perón, pero el peronismo de Perón incluye a
Montoneros y a la Triple A, a Menem y a Duhalde, a Isabel y a Evita, A López
Rega y Firmenich. Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista.
Para un a rata no hay nada mejor que otra rata, con el perdón del
pobre animalito.
Lobisón
“EL DORADO” VOLVER
En
la localidad de Esquel, Provincia de Chubut, hace un tiempo se descubrió
que por los alrededores abundaba el oro y la plata. Claro, que no estaban
al alcance de la mano -seguramente ya lo habrían descubierto hace
rato- sino que se encuentra entremezclado con los minerales que no tienen
ningún valor para los humanos, aunque sin ninguna duda son bastante
más útiles que el oro y la plata, de triste historia. Una
multinacional de los EE.UU. se ofreció a extraer tan apreciado metal,
y con la intención de agradecer a los habitantes de tan generosa
tierra les propuso favorecerlos con la creación de 300 puestos de
trabajo.
El tipo de explotación era una mina de cielo abierto que procesaría
el mineral bruto extraído separando el oro mediante cianuro y la
plata mediante arsénico, con el riesgo de contaminar por filtración
las napas subterráneas y los ríos. Los vecinos comenzaron
a preocuparse por semejante explotación y, agrupados en asamblea,
se propusieron impedir la instalación de la mina. De tanto insistir
lograron ir a un plebiscito donde se votaría por sí o por
no a la instalación de la mina.
Por medio de sus infaltables colaboradores los de la multinacional ofrecieron,
asaditos, zapatillas y toda clase de regalitos para los que votasen sí,
al mejor estilo de los peronistas. La gente se morfó los asados,
dijo buen provecho, y votó con una asistencia del 75% en
un 81% a favor de la no instalación de la mina. ¿El chorizo
se les atragantó a los yanquis? ¿Aceptaron la decisión
de los sufragantes? ¿El gobierno, los sindicalistas y los políticos,
apoyaron la decisión de la gente?
No, mi amigo. ¿Cree usted que un peso o un dólar vale lo mismo
que un voto? Comenzaron las amenazas de muerte a los vecinos activistas,
de mano de matones armados de la UOCRA (los mismos que armaron el bardo
de San Vicente con el fiambre de Juan Domingo) y de los políticos,
que defienden los únicos intereses que saben defender: el poder y
el dinero.
La Asamblea de vecinos de Esquel denunció en un comunicado algunas
de las aristas visibles del negociado del cual reproducimos algunos párrafos:
“La empresa ha presentado un plan de trabajos que pretende extraer
de la mina el equivalente en oro a 2.500 millones de dólares en 10
años, sin contar lo extraído en plata. Sucede también
que una ley sancionada por Carlos Menem y su corrupto Congreso Nacional
que dice que el Estado Nacional no puede explotar las riquezas del subsuelo
sino por intermedio de empresas privadas a las que cobrará un único
canon equivalente a un máximo del 3% del valor del metal extraído
en boca de mina (el cual es más bajo que el precio internacional
del metal). Suponiendo que el valor del oro extraído en boca de mina
fuera de 2000 millones en 10 años, le dejaría al Estado 60
millones de dólares. Pero como la ley nacional dice que se cobrará
un canon del 3 como máximo, la ley del Chubut estableció un
máximo del 2%, o sea que en vez de 60 millones esto se reduce a 40
millones. Pero hay otra ley nacional establecida por nuestros precarios
y patrióticos representantes del pueblo. Esta ley dice que para favorecer
las exportaciones realizadas desde puertos de la Patagonia, el Estado Nacional,
o sea nosotros, retribuirá con un 5% del valor de tales exportaciones
a las empresas que las realicen. O sea que la susodicha multinacional yanqui
exportará en diez años, desde puertos patagónicos,
2.500 millones de dólares (estos sí a precio internacional)
con lo cual el estado Nacional o sea nosotros, deberemos retribuirles con
125 millones de dólares que pagaremos de nuestros impuestos.”
Dejando el tono nacionalista -en el comunicado de la Asamblea se le da más
espacio a la estafa que al envenenamiento con cianuro y arsénico-
con que nos tienen hinchados todos los que protestan algo que tenga que
ver con este tipo de explotaciones, como si los empresarios argentinos no
fueran capaces de hacer lo mismo, el refinamiento del negociado y el silencio
de la opinión pública son elocuentes. Lo cual nos permite
tomar apunte de algunas cosas.
1- Los que creen que se puede cambiar el sistema “profundizando la
democracia”, terminan haciéndole el juego al Poder. A lo sumo
le hacen perder un poco de tiempo y guita, lo que se cobrarán por
algún otro lado.
2- Los que piensan que el Estado somos todos los integrantes del pueblo,
a la hora de pagar la deuda externa y los impuestos puede que sí
lo seamos. Cuando hay que reprimir, asesinar, explotar y anular todo aquello
que se le oponga, somos sus esclavos. Es decir, tendrían que revisar
si su nacionalismo no es causante de la explotación, la opresión
y la miseria en la que viven.
3- El oro y la plata, no valen un litro de agua contaminada. Por otro lado,
si hace falta algún “metal precioso” para alguna actividad
beneficiosa, hay de sobra en los bancos y las iglesias. Su extracción
es absolutamente perjudicial al medio ambiente.
4- El problema no consiste en que los términos económicos
de los capitalistas no sean favorables a los habitantes de Esquel o la Argentina.
El asunto es que nunca lo serán en ninguna proporción. Si
el capitalista se lleva un millón y deja dos en el país, se
va menos en manos de los explotadores extranjeros y queda más en
manos de los explotadores locales.
5- El oro, es menos útil que el petróleo, los alimentos, el
agua o el aire. Sin embargo, la utilidad de la explotación no es
lo que le interesa al capitalista, sino el obtener beneficio a costa de
los trabajadores y los consumidores; en este sentido les da lo mismo producir
medicamentos que excrementos.
Para finalizar, el oro es una superstición, tiene valor porque todos
lo creemos así. Al igual que el dinero, su valor es una convención.
Y es bien sabido que en situaciones de escasez, no sirve para nada: cuando
no hay qué comer, el oro es un mal sustituto de un mendrugo de pan.
El genial matemático y filósofo Bertrand Russell describía
poco después de la crisis de Wall Street lo insensato de esta quimera:
“De todas las ocupaciones que se suponen útiles, casi la más
absurda es la minería del oro. El oro se extrae de la tierra en Sudáfrica
y es transportado, con infinitas precauciones contra robos y accidentes,
a Londres, París o Nueva Cork, donde nuevamente es colocado bajo
tierra en las cámaras acorazadas de los bancos. Podría haber
continuado bajo tierra en Sudáfrica... Sin embargo, todavía
se supone que, por cierto misterioso artificio, la estabilidad financiera
de todos depende de un montón de oro en el banco central del país.
Durante la (primera) guerra mundial, cuando los submarinos hacían
peligroso el transporte de oro, la ficción se llevó más
lejos. Del oro que se extraía en Sudáfrica, una parte se consideraba
en los EE.UU., otra parte en Inglaterra y otra en Francia, etc.; pero, de
hecho, todo se quedaba en Sudáfrica. ¿Por qué no llevar
la ficción un paso más allá y considerar que el oro
ha sido extraído, dejándolo tranquilamente en la tierra?”
Una buena resolución para tomar con el oro de Esquel.
Lobisón
AUTOTOMÍA
DE LA JERARQUÍA VOLVER
LA AUTOGESTIÓN COMO VÁLVULA DE ESCAPE
La
vida es vida en relación, por lo que los planteos que hacen un principio
del bastarse a sí mismo resultan un absurdo, aunque sí existen
en términos de tendencia. La vida en relación niega y es negada
por la pretensión, tanto en fines como en orígenes, de autonomía,
de autodeterminación, de autogestión... Esta pretensión,
llevada a la dimensión colectiva, traída desde la esfera del
individualismo y siendo éste la adaptación moderna de la ficción
del alma inmortal y autosuficiente inculcada por la teología, es
sobre la que se basa todo un ideario al que presentan, sino ya como una
sinonimia de anarquía, como un aspecto o parte consustancial de la
ideología que ésta encarnaría desde sus orígenes.
Esta vinculación es percibida por como es presentada desde una variedad
de voces y ecos que omiten que dichos conceptos no sólo tienen un
origen histórico de relativamente reciente introducción sino,
por sobre todo, un origen en experiencias e ideologías que el anarquismo
siempre negó. Negación, o en último caso ubicación,
que desde el anarquismo se hace, en consecuencia con su carácter
revolucionario, para con el planteo denominado autogestionario, por ser
éste de naturaleza intrínsecamente conservadora y reaccionaria.
Más allá de la necesidad de subsistencia, el hecho de que
una porción depreciada de la producción sea manejada por los
propios oprimidos y esa situación sea no sólo tolerada sino
propiciada por el sistema de explotación, muestra la capacidad de
reciclaje que éste tiene como mecanismo de perpetuación y
legitimación. La llamada autogestión, en tanto desarrollo
paralelo al capitalismo, no puede ser ajena a las demandas que éste
impone y sólo existe bajo su permiso y gracias a las concesiones
que con éste hace. De allí que la tendencia que la autogestión
necesariamente fije sea la de la propia perpetuación como forma administrativa
de la porción que le atañe. La conservación de la propia
estructura y, voluntaria o involuntariamente, de la que es parte funcional
pasa a ser su constitución medular. Resulta reaccionaria en el sentido
de que, para existir, debe accionar sobre sí misma ante las amenazas
del medio; amenazas que provengan ya desde sectores del Poder o desde los
sectores más empobrecidos de la sociedad. El sentido de la autogestión
es el de la propiedad privada y, en tanto aquella es posibilitada en los
espacios abandonados o desechados por baja productividad, cumple la tarea
de reciclar los residuos de la burguesía. Repetimos que esto es así
más allá de la imposibilidad de prescindir de un sustento;
que la salida que el sistema nos deja y al cual nos obliga no puede ser
elevado a una dimensión de dignidad.
El proyecto autogestivo, embanderado por el espectro político que
se encadena desde la izquierda libertaria hasta el peronismo, colabora en
la producción del imaginario democrático y canaliza descontentos
porque habilita la permisividad de la legislación. Ésta es
esgrimida como garantía de existencia y protección y los valores
de productividad son flameados para ejemplificar y justificar su necesidad,
lo mismo que la responsabilidad laboral y la eficiencia. Manifiestamente
es presentada como dique de contención ante la desocupación
y como baluarte de la capacidad de los trabajadores...
A finales del siglo XIX el Papa León XIII recomendaba en sus encíclicas
una participación de los asalariados en la vida de las empresas con
el fin de hacer desaparecer los conflictos de clases que atribuía
a los excesos del capitalismo. Las experiencias en las que dicha participación,
en grados diferentes, se sucedieron de manera más extendida durante
el siglo XX en diferentes regiones coincide con los periodos críticos
y necesidades de reestructuración de los poderíos regionales.
En Alemania la reconstrucción de la posguerra amerita que en los
primeros años de la década del ´50 sea dictada por ley
la participación obrera en los consejos de vigilancia y en los comités
directivos de las empresas. En Francia, antes de terminar la Segunda Guerra,
a medida que el territorio es reconquistado de manos alemanes, los comités
de empresa que surgen primero espontáneamente son luego institucionalizados
legalmente insistiendo en la necesidad de lograr una cooperación
leal entre el personal y la dirección empresaria. Con el paso del
tiempo y ante los reclamos sindicales la participación obrera en
las decisiones es ampliada. En el mismo país tras los sucesos de
Mayo del ´68 ciertos reclamos autogestivos fueron legalizados como
ser el del ámbito universitario. Anteriormente, durante la crisis
del año 30 con epicentro en Estados Unidos, surge desde ese país,
ante la oposición que los sectores del Poder ven entre el mantenimiento
de jerarquías estrictas y la cooperación, la concepción
derivada de las ciencias sociales, en particular de la psicología,
de las relaciones humanas. Uno de sus fundadores principales es
el sociólogo E. Mayo quien había sido director por más
de diez años de una compañía eléctrica. Postulando
la democratización industrial y la descentralización del poder
empresarial, opuesto al teylorismo característico de la década
anterior, constituyó un verdadero lubricante de la explotación.
Desde 1960 la empresa Phillips en varios países europeos puso en
práctica grupos autónomos de producción. La petrolera
Shell impulsó en esa década y en la siguiente formas de autogestión
a fin de optimizar los rendimientos de sus recursos humanos. En 1970 J.
Vanek en su libro Teoría general de las economías de mercado
autoadministradas dice. “Si los trabajadores controlan la empresa
los propietarios de los capitales pueden ser individuos (exteriores a la
empresa) o la sociedad: ellos reciben una compensación por la utilización
de sus activos” y “La mayor ventaja es la capacidad del sistema
de autogestión de producir óptimos sobre el nivel del esfuerzo
y la calidad del trabajo de sus miembros”. Las experiencias autogestivas
actuales de Argentina, surgidas en el marco de la crisis de representatividad
política del 2001, son un caso conocido y reivindicado por los partidos
de izquierda.
El concepto de autogestión comienza a ser utilizado a fines de la
década del ´50 por influencia y como referencia de la experiencia
yugoslava. Tras la ineficiencia de una administración centralizada
de la economía y de la política por parte del Estado, que
éste había impulsado calcando el sistema ruso desde finales
de la guerra, el gobierno de Tito proclama la autogestión legal de
las empresas enmarcadas en la planificación central estatal. Desde
1954 hasta 1964 la nueva forma de organización duplicó el
producto bruto pasando luego a ser la calidad y la competitividad la prioridad
sobre el volumen producido. Sin abandonar el “socialismo autogestionario”
el sistema yugoslavo entra progresivamente en las dinámicas propias
del capitalismo de mercado...
En el devenir del siglo XIX, cuando la ideología anarquista daba
sus primeros pasos como tal, es decir, de pasar de subyacer exclusivamente
como tendencia del individuo sometido a proyectarse como posición
revolucionaria de la sociedad, se postuló dentro de esos primigenios
alumbramientos la posibilidad de que los obreros se organizasen económica
y horizontalmente y de forma paralela a la existencia del Estado y los capitalistas.
No sólo como paliativo de la explotación sino como factor
de reestructuración social, en tanto capacidad expansiva de valores
y formas supuestamente antisistémicas. No pasó mucho tiempo
hasta que los límites de la concepción cooperativista se manifestaran
en tendencia conformista y como expresión elitista de la clase obrera.
La pretensión de que semejante formación fuera capaz de sustituir
progresivamente al sistema capitalista o, que al menos, resultara un ensayo
de socialismo, fue ampliamente superada por los planteos de revolución
social. Consecuentes con la ideología, el movimiento anarquista que
se extendió en las primeras décadas del siglo XX, negó
esa alternativa reformista. Reducido posteriormente por la represión
y la preponderancia de las distintas corrientes estatistas, algunos elementos
se adaptaron a las mutaciones del sistema e hicieron eco de las proposiciones
de convivencia y comenzaron a utilizar la concepción de autogestión
como si fuese un aspecto integrado de la ideología anarquista o,
directamente, como su equivalente. Después de la experiencia yugoslava
y de la influencia del Mayo francés la propuesta autogestionaria
la hacen aparecer subyaciendo, retrospectivamente, en el anarquismo consustancialmente
desde sus orígenes y en toda experiencia insurreccional más
o menos conocida. De tal forma es pretendidamente naturalizada y de tal
forma el carácter revolucionario es progresivamente abandonado.
«Tampoco se puede dejar de mencionar otro orgullo del “sentir
popular” y de los comunicadores sociales, las fábricas recuperadas
por los trabajadores, la prerrevolución para algunos, la sensatez
para otros, para muchos, un “verdadero ejemplo de la capacidad del
hombre”. Para nosotros, más allá de la necesidad, la
más reaccionaria cogestión, un verdadero ejemplo de la capacidad
del sistema para reciclarse, para sobrevivir, “trabajen, sean sus
propios patrones, cuiden su autogestión que total el poder lo tenemos
nosotros y el 80% de lo producido en el mundo también, les dejamos
el resto y gracias por la comprensión”, parece decirnos el
Poder. Cómo no entender la necesidad de sobrevivir y cómo
no apoyar ese derecho humano, pero de allí a elevarlo como bandera
de lucha hay un abismo, el mismo que hay entre la palabra reclamar y la
palabra expropiación.»*
Autodeterminación, autogobierno, autonomía, autogestión... La autoridad y su autotomía: la facultad de algunos animales de amputarse espontáneamente un miembro para escapar de sus enemigos.
A.G.
* "¿Autogestión o cogestión?", La Protesta N° 8221, abril-mayo 2003.
TÁBANOS VOLVER
El
papel es el de hacer que el sistema ande, que marche, que no se detenga.
En eso se termina si en eso se empieza, porque todo tiende a ser, porque
las condiciones que la voluntad contribuye a crear condicionan a la voluntad.
Si de la impotencia se hace cauce, de la molestia se hace conformación.
El papel se asume: quichicientos ojitos brotan y se moscardonea.
No niega al sistema la molestia, lo hace andar; y cuando ésta asume
la forma de denuncia, ampliándose desde su origen policial a pública,
a periodística o a política, el sistema se legitima por su
marcha, resultado de ese obrar ahora benéfico: la molestia es mejorativa.
La denuncia señala, marca, corrige, castiga y encausa; lima asperezas,
concilia enemistades, conforma oposiciones; acarrea y marca el rumbo de
la bestialidad, no delante porque no es faro ni cencerro, sino detrás,
aguijoneando; pincha a la parte para que el todo reaccione y marche, dicta
el progreso para que éste trague humanos sin detenerse a rumiarlos.
El papel es el del tábano y la función es la tragedia: Ío
era la amante del dios Zeus, éste, para protegerla de su consorte
Hera, transformó a Ío en la figura de una hermosa vaca. Hera,
sabedora del engaño, envía a Argos, el “guardián
de los cien ojos vigilantes”, para que controle el pastar de la vaca.
Siendo insuficiente, Hera envía a un tábano para que constantemente
persiga y aguijonee a la vaca, obligándola a marchar indefinidamente...
El tábano, oficio ni parasitario ni mortal, sino de simbiótica
molestia, a su “víctima”, el objeto de su punzar, por
celo, la castiga, la encausa para que marche. No la mata porque es parte
de él, porque aquella es amante de la divinidad y éste es
su guardián, su periodista o su político: ambos vienen del
mismo lugar y cada uno es parte funcional.
Y esto, que es trágico en el mito, en la tierra lo es doble, porque
el tábano hace que la vaca no sea presa de cazadores ni de hambrientos.
Su encaminar evita que se apesebre; lo que arranca de la tierra, a su paso
y a su boca, la robustece.
A no quejarse, entonces, pastores y ganaderos de esta sociedad, que a los
molestos tábanos, denunciantes públicos, periodísticos
o políticos se los envío Dios. Que míticos no son.
¡Qué van a ser!, si los escuchamos zumbar, sin son ligeros,
desmemoriados y dejan larvas entre nosotros.
¡“Moscas del mercado”! ¡Tábanos!.
A.G.
LIBERALISMO
E INDIVIDUALISMO:
CONEXIONES Y CORTOCIRCUITOS CON EL ANARQUISMO
VOLVER
Una
vez escuché decir a un laureado profesor universitario de la Facultad
de Filosofía y Letras de Buenos Aires, que el anarquismo era una
ideología que derivaba del liberalismo, y citaba entre sus precursores
a Max Stirner. Semejante afirmación era un reflejo de la ignorancia
generalizada que reina en torno a las ideas anarquistas, de las cuales parece
que cualquiera puede decir lo que se le ocurra, habiendo leído a
un par de clásicos del anarquismo, alguna historia que haga esporádica
mención a la ideología y seguramente varios libros de autores
no anarquistas que se dedican a criticarlos, críticas generalmente
tomadas por prestigiosas por el simple hecho de provenir del amplio espectro
del marxismo.
Desde el marxismo se censura a los anarquistas de liberales, individualistas,
pequeño burgueses, utópicos, reaccionarios e infantiles. Desde
el liberalismo se acusa a los anarquistas de colectivistas, socialistas,
extremistas, irreales, terroristas, caóticos, amorales y lindezas
por el estilo. Desde el anarquismo siempre se contestó a todas estas
acusaciones sin siquiera transpirar demasiado, porque cuando no respondían
a un desconocimiento flagrante de el corpus teórico anarquista, expresaban
la interesada falsedad de los acusadores. No ha habido mejores ni más
radicalizados críticos a la ideología que los propios anarquistas.
No digo autocrítica, una palabra que figura entre las más
populares entre los partidos de la izquierda iluminada, sino crítica
lisa y llana, que han terminado trágicamente en algunas oportunidades,
cuando se entremezclaron las pasiones o alguna disputa por el honor en la
discusión (diferencias que dentro de los partidos marxistas suelen
terminar en una purga, en el más amplio sentido de la palabra).
El anarquismo tiene sus raíces tanto en pensadores liberales como
socialistas, lo cual induce a confusión. La raigambre del anarquismo
en el socialismo ha sido explicitada innumerables veces por los teóricos
anarquistas desde los clásicos hasta la actualidad. Proudhon, Bakunin,
Reclus, Dejacque, así como incontables militantes del siglo XIX asociaron
fuertemente el anarquismo con el socialismo. Jamás se hubieran sentado
a discutir los socialistas anarquistas con los socialistas estatistas y
autoritarios en el seno de la Primera Internacional si las cosas hubieran
sido de otro modo. Y es sabido cuanto admiraba el propio Marx en su juventud
a Proudhon, de quien después renegó. No es necesario en esta
oportunidad discutir el asunto.
El liberalismo revolucionario
La
relación entre liberalismo, individualismo y anarquismo es mucho
más confusa y difícil de desentrañar. Quizás
eso se deba a que ciertos pensadores de origen liberal llegaron a proposiciones
tan radicalizadas y novedosas en su tiempo que sea lícito y correcto
encuadrarlos como precursores del anarquismo, aunque muy difícilmente
puedan ser catalogados también como socialistas. Este vínculo
entre anarquismo y liberalismo radical se fundamenta en la temática
de la libertad del individuo y la crítica a la acción del
Estado como adversa al individuo y la libertad. El liberalismo radical tuvo
muchos exponentes en Francia, Inglaterra y en las recientemente independizadas
colonias norteamericanas, y fue profundamente influenciado por la Revolución
francesa.
El rol del individuo en las ideas liberales es preponderante, es la medida
de todas las cosas. Si bien autores como el utilitarista J. Bentham (1789)
sostiene que el interés de la comunidad es el interés de los
individuos y cuyo principio era “la mayor suma de felicidad para el
mayor número posible de miembros de la sociedad”, no llegan
a plantearse dentro de esta idea posturas estrictamente individualistas
debido a que conllevan un sentimiento declarado de solidaridad, según
sostiene Rudolf Rocker. No obstante es necesario señalar que la sociedad
es vista como un agregado de individuos, como la sumatoria de sus componentes
individuales, idea de la que el anarquismo se distanciará principalmente
con los aportes de Proudhon y Bakunin, afirmando que la sociedad es más
que la suma de sus partes.
Thomas Paine, en cambio, opone a la sociedad contra el Estado, aunque sin
proponer la total extinción de éste. En la concepción
de Paine -un verdadero radical político de su época- los hombres
cuanto menos gobernados están pueden “atender a sus propios
asuntos”. También decía por 1776, que “la sociedad
es el resultado de nuestras necesidades; el gobierno el resultado de nuestra
corrupción… La sociedad estimula el tráfico mutuo; el
gobierno crea diferencias. La sociedad es un protector; el gobierno un carcelero.”
Es indudable que esta idea de antagonismo entre sociedad y Estado será
continuada por el anarquismo décadas después de Paine. Por
otro lado, el componente liberal de Paine, no se basa tanto en la oposición
entre el individuo y la sociedad o el individuo y el Estado, sino entre
la sociedad conformada por un agregado de individuos y el Estado.
El radicalismo de Paine fue eufóricamente saludado por los revolucionarios
en Francia, lo cual le valió no pocas dificultades en su vida. No
obstante fue William Godwin quien desde el liberalismo llegó a una
idea más próxima al anarquismo en su Estudio sobre la
Justicia Política. Tanto es así que en muchas historias
de la ideología anarquista se lo incluye dentro del panteón
libertario. Godwin (1793) creía que el problema del Estado era su
existencia, su esencia, no su forma externa. El Estado debía desaparecer
de la sociedad para que los individuos pudieran desarrollar plenamente sus
capacidades a través del libre acuerdo. El aporte novedoso de Godwin
consiste en que reconoció que “un desenvolvimiento social en
esa dirección no es posible sin una transformación básica
de las condiciones económicas existentes, pues la dominación
y la explotación salen del mismo tronco y están ligadas inseparablemente.
La libertad del individuo está asegurada sólo cuando encuentra
su punto de apoyo en el bienestar económico y social de todos”
(Rocker, Nacionalismo y Cultura: 154). En Godwin la sociedad ya
no es vista como un agregado de individuos sino como la matriz que conforma
los individuos. En su obra son claramente perceptibles las ideas en germen
del anarquismo: “¡Con qué deleite ha de mirar hacia delante
todo amigo de la humanidad bien informado, para avizorar el glorioso momento
que señala la disolución del gobierno político, el
fin de ese bárbaro instrumento de depravación, cuyos infinitos
males, incorporados a su propia esencia, solo pueden eliminarse mediante
su completa destrucción!”
La obra de Godwin causó un impacto tremendo en su primera edición
y marcó a toda una generación en Inglaterra, pero el clima
represivo en una época de reacción contra todo atisbo revolucionario
-que obligó a Paine a exiliarse en Francia- logró que en pocos
años se dejaran de editar sus obras, condenando a su autor a una
virtual indigencia y a un interesado olvido. Pero es necesario aclarar que
no hay una relación directa entre las ideas de Godwin y los anarquistas
ya que su obra permaneció marginada y prácticamente ignorada
hasta que fue rescatada de la marginación cuando el anarquismo ya
estaba firmemente constituido. Tan grande es el vacío entre Godwin
y los anarquistas, que ni Proudhon ni Bakunin lo leyeron siquiera (García
Moriyón: 48). Lo mismo se podría decir de Henry David Thoreau,
un “inclasificable” de mediados del siglo XIX, defensor de la
ecología, antibelicista, antiautoritario, antiimperialista y antiesclavista
en una sociedad norteamericana que ya entonces se proyectaba hacia el triste
papel de gendarme universal.
Si bien hemos recorrido algunos personajes del liberalismo radical, hemos
excluido deliberadamente a la gran mayoría de los pensadores vinculados
al liberalismo económico y a los vinculados al liberalismo reaccionario
posterior a la Revolución francesa, porque sus ideas son más
bien la negación del anarquismo. El propio Kropotkin en La Ayuda
Mutua atacará la idea de laissez faire de los darwinistas
sociales que propugnaban la ley del más fuerte, para justificar las
desigualdades sociales y la insolidaridad social del capitalismo. El liberalismo
sostiene que el Estado debe gobernar lo menos posible las actividades económicas,
culturales y sociales, pero debe mantenerse con el fin de proveer un poder
de policía, garantizar la ley y el derecho a propiedad y organizar
la defensa externa de la nación. En semejante doctrina el Estado
es necesario, aunque un mal necesario. La doctrina liberal presupone que
la no-intervención estatal llevará a una autorregulación
social y económica que propiciaría el pleno desarrollo individual,
lo cual se demostró que era una falsedad cuando se intentó
la aplicación práctica de tales ideas, resultando en una de
las sociedades más salvajemente injustas, insolidarias, desiguales
e hipócritas que jamás hayan existido, como lo fue el capitalismo
occidental del siglo XIX. Contra este tipo de modelo económico y
social fue que los hombres sintieron la necesidad de fundar una nueva sociedad,
basada en los principios socialistas y libertarios.
Anarquismo e individualismo
A diferencia
del liberalismo, el individualismo fue un pensamiento que no formó
parte de la conformación ideológica del anarquismo, sino que
se incorporó posteriormente. Pero comparte con el liberalismo la
ausencia de una doctrina uniforme; tanto el liberalismo como el individualismo
son bastante difusos y heterogéneos. Incluso es difícil a
veces determinar donde empieza uno y donde termina el otro.
El Manifiesto de Anselme Bellegarrigue escrito en la década
de 1850 en Francia es una condena del poder y la política de una
lucidez sorprendente. El anarquismo de Anselme Bellegarrigue era, indudablemente,
revolucionario y socialista, pero en vez de basarse en principios de solidaridad
se fundamentaba en un ensalzamiento del egoísmo que nunca prosperaría
en el anarquismo. Para éste autor, la razón colectiva del
Estado y la sociedad tradicional es una ficción. En la base está
el interés personal, y después deviene el interés colectivo.
“No ha sido cierto nunca ni nunca será cierto, no puede ser
cierto que haya sobre la tierra un interés superior al mío,
un interés al cual yo deba el sacrificio, siquiera parcial, de mi
interés.” El único interés a tenerse en cuenta
es el interés personal, la prerrogativa individual. Para Bellegarrigue,
“la sociedad es la consecuencia inevitable de la agregación
de individuos; el interés colectivo es, a igual título, una
consecuencia providencial y fatal de la agregación de los intereses
personales. El interés colectivo sólo se realizará
plenamente en la medida en que quede intacto el interés personal;
porque, si se entiende por interés colectivo el interés de
todos, basta que, en la sociedad, sea dañado el interés de
un solo individuo para que inmediatamente el interés colectivo ya
no sea más el interés de todos y, en consecuencia, haya dejado
de existir.” En síntesis, el interés colectivo es una
consecuencia natural del interés del individuo, por lo tanto la única
verdad sobre la que debemos apoyarnos es el individuo.
Tan centrada en el individuo es la visión de Bellegarrigue que directamente
niega la historia, haciendo imposible un análisis adecuado de las
causas de la opresión y la explotación. “Para mí,
la creación del mundo data del día de mi nacimiento... Yo
soy el primer hombre, yo seré el último. Mi historia es el
resumen de la historia de la humanidad.” ¿Cómo es posible
cualquier entendimiento cuando la única medida de la vida social
es la propia experiencia personal y el propio interés? ¿Qué
clase de comunismo o socialismo se puede plantear desde una base moral que
subordina el interés colectivo al interés personal? No difiere
mucho de la moral del liberalismo capitalista, cuando se afirma que “yo
me encierro en el ciclo de mi existencia y el único problema que
tengo que resolver es el de mi bienestar. No tengo más que una doctrina,
esta doctrina no tiene sino una fórmula, esta fórmula no tiene
más que una palabra: GOZAR.”
Aquello que no me proporcione placer no es de mi interés, aquello
que me dañe es mi enemigo. Sin embargo, el individualismo crudo de
Bellegarrigue no le impide afirmar que el dogma individualista es el único
dogma fraterno. Semejante incoherencia demuestra la inconsistencia del pensamiento
individualista: si todos son egoístas y aceptan el egoísmo
de los demás, nadie puede mandar ni obedecer. En primer lugar, es
imposible que desde una base egoísta desaparezcan los conflictos
de intereses, más bien se incrementarán. En éste caso,
¿quién es más egoísta, aquel que cede en nombre
del egoísmo o el que triunfa en nombre del egoísmo?
En segundo término, como sostiene Kropotkin, la distinción
entre el egoísmo y el altruismo es absurda, ya que “si esa
oposición existiera en realidad, si el bien del individuo fuera verdaderamente
opuesto al de la sociedad, la especie humana no existiría; ningún
animal habría podido alcanzar su actual desarrollo… Y …que
si los dos no hubieran sido siempre idénticos, no hubiera podido
cumplirse la evolución misma del reino animal.” El error de
Bellegarrigue consiste en confundir el interés colectivo con el interés
de la clase dominante y gobernante. Que el Estado y la burguesía
impongan su interés y le coloquen el traje de la voluntad general
para hacerlo aceptable para las masas, no nos permite llegar a la conclusión
de que el interés colectivo contiene a explotados y explotadores.
El interés individual sólo podrá desarrollarse plenamente,
cuando la sociedad sea libre; todo lo contrario a lo que se sostiene desde
la exaltación del egoísmo, que supone que lo que es bueno
para el individuo es bueno para la sociedad. El discurso neoliberal y posmoderno
rescataría en este punto la postura del individualismo egoísta.
No obstante afirmar que la sociedad es un agregado de individuos y el interés
colectivo es igual a la suma de intereses individuales Bellegarrigue sostiene
que “el estado natural del hombre es en sí el estado de sociedad”,
distanciándose del pensamiento contractualista de un Rousseau. Lo
que torna inconsistente el pensamiento de Bellegarrigue son precisamente
estas contradicciones que no permiten comprender desde qué lugar
se parte para postular la anarquía como propuesta finalista. Bellegarrigue
es crítico del sistema electoral, de la democracia, de las leyes,
del gobierno y de la tiranía de las mayorías sobre las minorías:
“Pero aún cuando el pueblo francés en pleno consintiera
en ser gobernado en materia de educación, culto, finanzas, industria,
arte, trabajo, afectos, gustos, hábitos, movimientos y hasta en su
alimentación, yo declaro con todo derecho que su voluntaria esclavitud
en nada empeña mi responsabilidad, así como su estupidez no
compromete mi inteligencia. Y sin embargo, de hecho, su servidumbre se extiende
sobre mí sin que me sea posible sustraerme a ella.” Nuestro
personaje no se deja engañar, a pesar de su ingenuidad. Lo vemos
más bien como un revolucionario agobiado por la situación
opresiva que tiene que vivir, un espíritu atormentado que no desea
rendirse a la máquina gubernamental. “Frente a los múltiples
obstáculos que se levantan por todas partes, mi espíritu intimidado
se hunde en el embrutecimiento: no sé hacia dónde volverme;
no sé qué hacer; no sé en qué convertirme.”
Las masas dóciles e inocentes de las brutalidades que se cometen
en su nombre y perjuicio, necesitan ser esclarecidas para terminar con la
tiranía “sólo que, no distinguiendo bien las causa,
no saben cómo actuar. Yo estoy intentando esclarecerlas sobre uno
u otro punto.” Es en este pasaje donde la radicalidad de los pensamientos
se disuelve en la ingenuidad de la propuesta. La acción de los individuos
esclarecidos que llevan un nuevo evangelio a las masas embrutecidas, que
una vez iluminadas volverán las espaldas a sus tiranos. Este tipo
de propuestas se agotan en los actos de rebeldía individuales o en
la desobediencia civil, sin inquietar al sistema, sin corroer sus bases
y sin conformar un movimiento organizado para la lucha social. Si todos
los gobiernos son “necesariamente una causa de antagonismo, de discordia,
de asesinato y de ruina”, frente a semejante leviatán no se
puede pretender derrotarlos desde una postura rayana con la candidez.
No ha sido el pensamiento de Bellegarrigue uno de los más prestigiosos
e influyentes dentro del movimiento anarquista, sino que ha pasado fugazmente
sin dejar grandes continuadores. Bellegarrigue fue un precursor, un iniciador
del anarquismo, contemporáneo de Joseph Dejaqcue y Proudhon, en un
momento de dispersión y retroceso de todas las tendencias socialistas
después de la derrota de los obreros parisinos de 1848. Pero este
tipo de posturas resurgen cada cierto tiempo dentro del movimiento anarquista,
toman diferente forma pero conservan el contenido acomodándolo a
los tiempos que les toca vivir.
El individualismo de Max Stirner
El
individualismo de Stirner (1806-1856) ha sido muchas veces confundido con
el anarquismo. Su verdadero nombre era Johann Kaspar Schmidt y fue autor
del libro El Único y su propiedad, que gozó de un
breve momento de fama en 1844, y fue finalmente recuperada del olvido medio
siglo después por el poeta John Henry Mackay. Para Stirner el individuo,
la personalidad humana, está enfrentada a la sociedad y al Estado.
La misión de una persona consiste en ser ella misma y reconocer lo
que le es propio. Para Stirner se trata de la búsqueda de la autonomía
personal. La única propiedad del individuo es la propiedad de sí
mismo, y es necesario que cada uno se apodere de su propia persona, para
poder asociarse libremente. Para Stirner el Estado se opone al individuo,
es su antagonista, porque toda institución jerárquica se opone
a la voluntad personal. Stirner nunca habló de anarquismo, y mucho
menos de socialismo. Exaltaba el “yo único”, postulando,
en oposición a la sociedad, una Asociación de Egoístas
cuyo principio era “la utilización de todos por todos.”
Como es característico de toda apología del egoísmo,
Stirner todo lo valora en referencia al Yo: “Yo sólo tengo
un cuerpo y soy alguien. No veo ya en el mundo más de lo que él
es para mí; es mío, es mi propiedad. Yo lo refiero todo a
mí.” La liberación humana, en última instancia,
termina siendo una tarea individual, no social.
En su artículo Anarquismo y Organización, Rudolf
Rocker consideraba prácticamente inexistente la influencia de Stirner
y su obra en la conformación de las ideas anarquistas: “El
noventa y nueve por ciento de los anarquistas no han tenido la menor idea
de ese filósofo alemán y de su obra, hasta que alrededor de
1890 el libro fue desenterrado en Alemania y desde entonces fue vertido
en diversas lenguas. Y aún desde entonces la influencia de las ideas
de Stirner sobre el movimiento anarquista en los países latinos,
donde las teorías de Proudhon, Bakunin y Kropotkin durante decenas
de años han tenido ya su influencia decisiva en los extensos círculos
de la clase obrera, fue bastante ínfima y nunca aumentó. En
ciertas esferas de intelectuales franceses, que por aquel entonces coqueteaban
con el anarquismo, y de los cuales la mayoría hace tiempo ya, que
se han retirado al otro lado de las barricadas, la obra de Stirner hizo
un efecto fascinador, pero la inmensa mayoría de los anarquistas
de allá nunca ha tenido contacto con ella. A ninguno de los primeros
teorizadores del anarquismo se les hubiese ocurrido siquiera, que llegaría
un día en que tildarían a las ideas como no-socialistas. Todos
ellos se sentían socialistas, porque estaban hondamente compenetrados
del carácter social de su teoría.”
Kropotkin también criticaba a aquellos que incluían a las
concepciones de Stirner como pertenecientes al tronco anarquista. El individualismo
que exaltaba al yo hasta liberarlo de sus relaciones sociales o morales
hacía imposible la práctica de la solidaridad, concepto fundamental
del comunismo anarquista. Esta teoría derivaría en una negación
de su punto de partida, estimulando la formación de grupos minoritarios
superiores que oprimirían a los demás en nombre de la consecución
de su propio desarrollo pleno. Además, sostiene Kropotkin, que la
moral anarquista se orienta hacia la consecución de la felicidad
de la comunidad, en primer lugar y luego la de sus integrantes individualmente,
diferenciándose del proyecto individualista que se satisface con
la exaltación del egoísmo. El elemento socialista está
completamente ausente en el pensamiento stirneriano, así como toda
crítica a la explotación económica y la opresión
social; es innegable el carácter burgués de una teoría
que en ningún momento se propone una revolución social.
Individuo versus sociedad: la falsa dicotomía
En
el radicalismo de fines del siglo XIX abundaron los experimentos que vinculaban
ideas individualistas, liberales, anarquistas y socialistas en una macedonia
libertaria que se distanciaba o se acercaba al anarco comunismo o colectivismo
según la coyuntura. Uno de éstos fue la propuesta del norteamericano
Benjamín Tucker, cuyo sistema era un híbrido entre Proudhon
y el antisocialista Herbert Spencer. Si bien la defensa de los derechos
individuales de este tipo de proposiciones era radicalizada, no se puede
decir lo mismo de la sociedad que pretendían, idealizando una sociedad
de egoístas libres e iguales regida por las leyes del darwinismo
social, es decir por la ley del más fuerte. Todas estas teorías
intentan compatibilizar una conducta egoísta con la libertad y la
igualdad, suponiendo que la defensa a ultranza de los derechos de cada uno
llevará a una autorregulación e impidiendo el surgimiento
de nuevas estructuras de dominación; demás está decir
que este tipo de incoherencias de intelectuales obsesionados con el egoísmo
nunca logró conformar un cuerpo de ideas uniforme o que tuvieran
una aceptación generalizada dentro de las masas obreras.
Entre los anarquistas el individualismo puro nunca llegó a hacer
pié y llegó a ser identificado directamente con las ideas
del enemigo de clase; como sostenía Emma Goldman en Habla Emma
la Roja (p. 89), el individualismo “no es más que un solapado
atentado a reprimir y a derrotar al individuo y a su individualidad ...
ha resultado invariablemente en la más burda de las distinciones
de clase ...[y] ha supuesto todo el individualismo para los amos, mientras
que el pueblo es regimentado en una casta de esclavos al servicio de un
puñado de superhombres egoístas”.
La sociedad que pregonan los individualistas aparece como un agregado de
átomos aislados, separados, que “libremente” se relacionan
entre sí, hacen “contratos individuales” en los que se
supone que no hay desigualdad entre los contratantes, si no existe una autoridad
sobre ellos. Esta ficción sobre la sociedad no difiere mucho de la
fábula sociológica para explicar y justificar la necesidad
del Estado que pergeñaron los contractualistas próximos al
siglo XVIII, entre los que se destacaron Hobbes, Locke y Rousseau. La sociedad
era formada por los individuos voluntariamente y por la necesidad
de establecer una autoridad política que garantice el orden y la
felicidad general. La sociedad no preexistía a los individuos, sino
que era constituida por un contrato entre los súbditos y el soberano.
Para los individualistas el contrato persiste, aunque la autoridad desaparezca.
Esta postura es absolutamente ilusoria y se fundamenta en la suposición
de que la sociedad es abstracta mientras el individuo es algo concreto.
La realidad es al revés: el individuo es un concepto, una abstracción,
mientras que la sociedad es una realidad concreta. Por individuo suponemos
a un ser, una entidad con la posibilidad de existir fuera de la sociedad,
con capacidad para sobrevivir aislado de otras entidades semejantes. Esta
clase de relaciones sociales no existen ni siquiera en el mundo animal,
en el cual abundan las asociaciones y las relaciones de reciprocidad. No
existen individuos aislados, como pretenden los individualistas, por lo
menos en el mundo macroscópico. Por otro lado, es una incongruencia
pensar en asociaciones de egoístas donde cada uno procure el bien
individual y como consecuencia se obtenga el bienestar general. Una sociedad
de esas características -si se la puede llamar así- resultará
en una sociedad desigual, donde se tolerará la servidumbre voluntaria
y en la imposición del más fuerte. Y por otro lado,
nada impedirá que la suma de contratos individuales genere la constitución
de un nuevo Estado, llegando a la negación de la libertad individual.
Por el contrario, el ser humano es un animal social, hecho reconocido por
todos los teóricos fundadores del anarquismo y toda la moderna teoría
sociológica. A nadie se le ocurriría negar el origen social
del hombre desde ninguna de las ciencias sociales, ni tampoco desde las
ciencias naturales o biológicas. La posibilidad de creación
de una cultura, de la existencia misma del lenguaje o la supervivencia fuera
de un grupo humano para los niños serían considerablemente
limitadas o directamente imposibles. El mundo egoísta de Stirner
se derrumba frente a una madre que da pecho a su hijo recién nacido,
el cual es el ser más parecido que se puede encontrar a la quimera
individualista, pero que también es el ser viviente más dependiente
e indefenso. La sociedad hace al hombre, y viceversa. No son términos
opuestos sino complementarios: la confusión individualista parte
de considerarlos antagónicos e identificar fuertemente la sociedad
con el Estado, que en realidad es una estructura de dominación
social. Los Estados no han sido constituidos para dominar a los seres
individuales -con un simple jefe o caudillo sería suficiente- sino
para dominar a las sociedades, lo cual los hace esencialmente diferentes.
Dominando a la sociedad se puede entonces dominar a sus integrantes. El
Estado es más que la negación de los individuos, la negación
de los valores sociales y comunitarios. El Estado desplaza a la sociedad
de su lugar original para erigirse sobre las personas.
Bakunin comprendía profundamente estas distinciones conceptuales.
Si no fuera así, Bakunin nunca hubiera definido la libertad individual
como precedida por la libertad social, en la conocida frase “la libertad
de mis semejantes prolonga la mía hacia el infinito”. Ya desde
sus primeros pasos de la mano de Proudhon, el anarquismo partía de
un punto de vista completamente diferente al de los liberales y los individualistas.
Mirko Roberti lo explica de forma brillante: “Proudhon parte del concepto
sociológico de que la sociedad, ya sea a nivel económico,
ya sea a nivel político, expresa una idéntica «fuerza
colectiva» que no es el simple resultado de las fuerzas individuales
asociadas: a partir del momento en que éstas se asocian, se desarrolla
un excedente de energía que no es obra de ninguna de éstas
en particular, sino de su «asociación».” Desde
aquí parte Proudhon y coloca uno de los pilares fundamentales sobre
los que se edificarán todas las teorías posteriores acerca
de los mecanismos de explotación: “El capitalista, dicen, ha
pagado las jornadas de los obreros; para ser más exactos, debe decirse
que el capitalista ha pagado, cada día, una jornada a todos los obreros
que ha empleado, lo cual no es en absoluto lo mismo. Porque esta inmensa
fuerza que resulta de la unión y de la armonía de los trabajadores,
de la convergencia y de la simultaneidad de sus esfuerzos, el capitalista
no la ha pagado. Doscientos hombres levantaron sobre su base en pocas horas
el obelisco de Luxor; ¿acaso un solo hombre, en doscientos días,
habría podido hacerlo? Sin embargo, según el capitalista,
la suma de los salarios habría sido la misma.”
El concepto federalista de Proudhon es una defensa mucho más eficaz
de la libertad que toda la charlatanería individualista que llora
y protesta todo intento organizativo dentro del movimiento anarquista, agitando
el fetiche de la restricción de las libertades individuales. El federalismo
es un método organizativo pluralista que permite igual posibilidad
de expresión a cada grupo social, que tiende al equilibrio entre
las partes involucradas; es la forma organizativa de la autogestión.
Si el socialismo se organiza horizontalmente y federalmente, en contraste
con el verticalismo y el autoritarismo marxista, las objeciones de los individualistas
anti-organizacionistas carecen de sentido. Lamentablemente, los coletazos
de las viejas discusiones aún siguen azotando en el presente.
Según afirman Chantal López y Omar Cortés, el renovado
auge de las ideas de Stirner -al que podríamos agregar Nietzche-
dentro de los anarquistas que se denominan individualistas o aquellos que
optaron por un camino intermedio, como la tendencia del anarquismo insurreccionalista,
puede deberse a: “1. Centros urbanos de desmedida proporción
que forman un auténtico dique para la comunicación inter-individual;
2. Hacinamientos humanos de tan inhumanas proporciones que minimicen o destruyen
el valor de cada individuo, reduciéndole prácticamente a cero;
3. Contornos arquitectónicos urbanísticos diseñados
tan irracionalmente que son un cotidiano reto a la integridad individual.”
Y agregan: “Mientras la atomización individual sea la constante,
mientras gigantescos edificios pueblen las ciudades, mientras las avenidas
sean diseñadas para máquinas contaminantes, mientras los medios
de transporte colectivo sean diseñados para llevar carga y no seres
humanos, las acciones anti-sociales, anti-comunitarias expresadas, con una
amargura angustiante, por cierto, a lo largo de la obra de Stirner, continuarán
presentes.” Sin dejar de coincidir con estos autores, creemos que
una hipótesis de tipo ambiental no alcanza para explicar un fenómeno
tan recurrente en la historia del movimiento. El resurgimiento de posiciones
individualistas de corte stirneriano dentro del movimiento anarquista es
harto notorio. Estimulado por un neoliberalismo salvaje y una cultura desarticulada
por el posmodernismo, el individualismo se erige como una alternativa frente
al anarquismo burocratizado e inerte, frente a las grandes verdades
de otrora actualmente en crisis: el movimiento obrero, el sindicalismo revolucionario,
la organización revolucionaria y carácter comunista del anarquismo.
La posibilidad de revitalizar el movimiento no pasa ni por resucitar viejas
estructuras vacías de contenido ni por incorporar elementos e ideas
que -a pesar de la seducción que puedan suscitar- son la negación
del anarquismo.
El anti-organizacionismo individualista y la exaltación del egoísmo,
desde siempre, se han manifestado perfectamente incapaces de conmover al
sistema capitalista y al Estado. Más allá de las diferencias
dentro del movimiento, más allá de las tendencias, la identificación
anarquista sigue pasando por los mismos principios: libertad, igualdad,
solidaridad y revolución social. Dentro de éstos no hay lugar
para el egoísmo individualista, a veces disfrazado de posmoderno,
otras veces a tono con la new age, donde la liberación social
termina reduciéndose a alguna expresión estética o
a la proliferación de fórmulas macrobióticas.
P. Rossineri
CAUSALIDADES VOLVER
Como
sabemos, la naturaleza es la transformación de lo existente y la
reproducción incesante dentro de su seno. Es la creadora de cada
cosa con vida, movimiento y muerte...
“La causalidad Universal, la Naturaleza, crea los mundos. Es esta
causalidad lo que ha determinado la estructura mecánica, física,
geológica y geográfica de nuestra tierra, y tras cubrir su
superficie con los esplendores de la vida vegetal y animal, sigue aún
creando en el mundo humano la sociedad, con todos sus desarrollos pasados,
presentes y futuros.”(1)
Las ideas, incluyendo la de Dios, sólo existen sobre la tierra en
cuanto son producidas por la mente. Está claro que surgieron mucho
después de las “leyes” que gobiernan tales hechos, por
lo tanto, la existencia de un Dios “creador y supremo” sólo
tendría sentido en cuanto implique la negación de las leyes
naturales. En otras palabras, Dios no existe más que en la mente
humana, que está situada dentro de la sociedad natural y la causalidad
universal. Ésta se ubica erguida sobre todas las cosas, creadas y
por crear, donde cada parte está vinculada lógicamente a todas
las demás.
La misma mente deforme -también por conveniencia- parió al
Estado. Este hijo verdugo y cobarde que mata a su propia madre, llora sádicamente
y se la come por no morir él de hambre. El sadismo produce muchas
variantes, el Estado y su trayectoria lo demuestran, como este hecho elegido
al azar de entre tantos otros y que aclarará aún más
lo innecesario de su existencia:
En la madrugada una bala calibre 9mm. destroza por completo la columna vertebral
de la niña-madre... Con 14 años de edad y 4 meses de una vida
latiendo en su vientre, Camila y Leandro, su compañero, se encuentran
en la casa de éste cuando oyen tiros y salen en busca del hermano
de Camila. En tanto Bustos, Cisneros y Almirón -tres agentes de la
P.F.A.- obligan a un grupo de chicos a que les compren drogas, estos se
niegan y salen corriendo. Los policías comienzan a dispararles por
la espalda, en el tumulto uno cae tendido boca abajo, estos criminales corren
hacia la víctima herida y uno le patea la cabeza en el piso y le
grita: ¡dale levantate!. La herida de muerte era Camila Arjona y su
pequeña vida en gestación.
El Estado es la causa directa que educa e influencia con violencia mental
y física a los individuos de sus instituciones, criadas y dirigidas
por él mismo. La maquinaria continúa alimentando las instituciones
al servicio de la burguesía y su desprecio por la vida...
Lombroso -criminólogo italiano- tiene una idea sobre “el delincuente
nato”. Afirma que “tal conducta criminal es un factor biológico”.
La delincuencia creada no es casualmente propagada por niños “diabólicos”
que nacieron con ganas de salir a robar y matar en la primera oportunidad
que tengan; pensar eso es tan fantasioso y perverso como creer en Dios.
Por el contrario, es creada, agitada y mantenida causalmente como respuesta
necesaria hacia este sistema, para que siga imponiendo su careta de justiciero
y legal defensor de la burguesía y su capital.
Anónimos individuos que se sacrifican por sus valores o indignación
moral y ética, tratando de sobrevivir en la constante marginación
que genera esta sociedad, y se les plantea el morir y hasta matar en defensa
de estos principios. El Estado por su parte, como creador incesante de injusticia,
finge su mejor papel de sorprendido por tales actos y vuelca tierra sobre
estos, cubriéndolos así como a tumbas de N.N.
Aislándolos como únicos responsables de tanta violencia, terror
y disconformismo social, la maquinaria continúa su camino siniestro
enterrando víctimas...
Otra de las piezas fuertes y “esenciales” del engranaje son
las cárceles, con todos sus bulones y tuercas bien ajustadas y lubricadas
por las instituciones, para proveer un “muy buen trabajo” en
conjunto: policías, comisarías, juzgados, jueces, abogados,
carceleros, empresas, bancos, políticos, presidentes, iglesias, países...
Esta gran maquinaria blindada y programada con la autoridad continúa
alimentándose de vegetación y de carne, pero no de su esencia
o de su mente...
Patadas en la cabeza de una niña muerta tirada en un charco de sangre;
no es alucinación mía, es la realidad pasada, actual y, si
no la cambiamos, será futura. No existe diferencia si esto le ocurre
a esta niña o al “peor de los delincuentes”; es un crimen
desde el instante en que estos sicarios atentan contra la vida, sea cual
fuese la culpabilidad de sus víctimas. La autoridad en la mente humana
es la causal de la satisfacción morbosa y placentera que se genera
al matar. ¿Placer por la muerte? La muerte nos puede generar varias
cosas pero placer ¡jamás!. Esta es la gran diferencia entre
ellos y nosotros.
El vulgo es aceite lubricante, son quienes mantienen la maquina funcionando,
sólo en sus manos y en su mente está el boicot para su destrucción
total. Cambiando a la denuncia por la “complicidad”, la indiferencia
por la solidaridad, la ley por la ilegalidad, la autoridad por la libertad;
destruyendo la mentalidad inútil que profesa la autoridad, propagando
la fe y la creencia en sí mismos y en la humanidad como dueños
absolutos de su destino y de su libertad...
“Si la fuerza no logra obtener justicia para el Pueblo, ¿por
medio de qué la obtendrá? La fuerza, la necesidad de la justicia
violentamente impuesta, es el único argumento capaz de llegar al
corazón de los burgueses.”(2)
...La maquinaria continúa su camino siniestro, la cual se alimenta
de vegetación y de carne; pero no de su esencia o de su mente...
y allí está su verdadero problema.
Vilchesz
(1)
Mijail Bakunin, Escritos de filosofía política, tomo
I
(2) Mijail Bakunin, Escritos de filosofía política,
tomo II
DIALOGANDO
EN EL BAR:
EL CHINO CHINCHULÍN Y LA BOMBA NORCOREANA VOLVER
Chinchulín:
Uy, ahí viene el Opus Nigrum, ese reaccionario. Es un pequeño
burgués asustado.
Mangu: Bueno, viejo, es amigo tuyo, un típico psicobolche.
Opus: Hola, chicos, todo bien por aquí.
Mangu: Y… hasta ahora venía bien. Estábamos
hablando un poco de política con tu amiguito el Chinchulín,
aunque nunca nos ponemos de acuerdo, para variar. El tipo anda defendiendo
la política nuclear de Corea del Norte.
Opus: Bueno, sin ser marxista leninista creo que todo lo
que se oponga a los yanquis siempre tiene algo de positivo. Aunque no me
guste, ¡aguanten Bin Laden, Saddam, Chávez y los coreanos!
Chinchulín: Siendo marxista leninista, siempre voy
a apoyar un Estado Obrero, aunque se haya burocratizado, contra el imperialismo.
Las pruebas armamentistas de Corea son en legítima defensa frente
a las amenazas de los Estados Unidos. Y lo mismo vale para el caso de Irán,
que no tiene nada de revolucionario, pero es un régimen que sabe
que la única posibilidad que tiene para sobrevivir frente a los yanquis
es la disuasión nuclear.
Mangu: Sí, noté que era un Estado obrero.
Es un Estado policíaco y represor como cualquier otro, y los obreros
que viven ahí son tan explotados como los de cualquier país:
los roban, los hambrean y cuando se salen del molde, los reprimen. Esa es
la esencia de todo Estado, aunque le adosen el calificativo de obrero, revolucionario
o democrático.
Opus: A mí me parece que el problema es que no pueden
decidir por sí mismos en elecciones democráticas si realmente
quieren la bomba. Si pudieran decidir el comunismo sería perfecto.
Chinchulín: El comunismo tiende a la perfección,
pero el camino es largo y hay que bancarse las etapas que la dirigencia
revolucionaria irá sorteando. El problema es que hay algunos que
no soportan que haya gobiernos que no se rindan frente al imperialismo.
Nunca un país se debe desarmar frente a los yanquis, sino miren lo
que le pasó a Saddam. A los yanquis lo único que les interesa
es apropiarse de nuestros recursos y abusarse con sus multinacionales de
la política entreguista de nuestros gobiernos. Es una legítima
defensa lo que hace Corea.
Mangu: Vos Opus, seguí poniendo la urna que te la
van a llenar de votos. ¿Por qué no hacés un plebiscito
para ver si los norcoreanos están de acuerdo con los campos de concentración?
Capaz que les gusta. Y vos, Chinchulín, te considerarás muy
revolucionario, internacionalista, trosco, maoísta, estalinista o
guevarista, pero lo que se te olvidó es que sos un nacionalista que
reemplazó la visión revolucionaria de la cuestión social
por el estudio de la geopolítica internacional. Los que pensaban
como vos en 1940, apoyaron a Hitler porque había pactado con Stalin
y estaba en guerra con el “imperialismo inglés”, como
si las ambiciones de los rusos y los alemanes no anduvieran por carriles
parecidos. La razón de Estado se impone siempre. Si para enfrentarse
al enemigo hay que convertirse en su reflejo, para ustedes está todo
bien. A la izquierda hace rato que ya no le funciona la brújula,
y cuando creen que van en una dirección, van en el sentido contrario.
Opus: No es que crea que las elecciones sean la panacea.
Pero creo en la libertad de expresión y que alguien tiene que llevar
las riendas en la sociedad. Mi modelo es Suiza, sin capitalismo. La voluntad
general debe mandar, y si decide tener armas nucleares y hacer un uso racional
para defender los intereses del país, me parece correcto. Si quieren
tener armas nucleares, por lo menos que haya democracia y el pueblo pueda
expresarse, para declararse en contra o para controlar lo que se hace con
ellas.
Chichulín: La revolución es la única
salida y los gradualismo pacifistas como los tuyos terminan con un Pinochet
en el poder. ¡Nada de democracia: Dictadura proletaria! El poder a
los obreros y al Partido de la Revolución, obviamente marxista y
leninista. Lo demás son utopías y divagues anarquistas o pequeño
burgueses. No solo tienen derecho a defenderse, sino que están obligados
a proteger los logros socialistas y preservar la paz en la península
coreana. Han optado por el único camino que entiende el imperialismo:
la disuasión nuclear. Viva la república Popular de Corea y
abajo el imperialismo.
Mangu: Aflojá con las consignas. Apoyan a Chávez
como si fuera verdad lo de la revolución bolivariana, que se sostiene
con el petróleo que les vende a los yanquis. Apoyaron a Saddam, que
se encargó de eliminar a todos los revolucionarios posibles, incluso
marxistas. Apoyan a Irán, que siempre fue enemigo de Irak, pero que
es enemigo de los yanquis, lo cual los santifica frente a sus materialistas
ojos ateos. Apoyan a Fidel y a su socialismo playero, al cocalero Evo Morales
y a Mongo Aurelio mientras que no les guste a los yanquis caretas. Pero
siempre terminan anteponiendo intereses estratégicos de Estado frente
a la supervivencia de la especie. No importa que se arme un holocausto nuclear
con tal de que se mueran todos los imperialistas. No importa que en el socialismo
haya una clase que vive a todo lujo mientras el resto se muere de hambre
y tenga un poder de decisión sobre su futuro igual al de un condenado
a muerte. Claro, me olvidaba que para Lenin la libertad es un prejuicio
pequeño burgués.
Opus: Es muy difícil saber que hay de cierto en
uno de los países donde más cuesta entrar y la prensa responde
al gobierno, pero no creo en las historias que cuentan del líder
norcoreano en los medios; parecen más propias de un personaje de
una película clase B que de un dirigente verdadero: que come langosta
con palillos de plata, que se abochorna de su escasa altura y lleva plataformas
en los zapatos, que le encanta ver cine de Hollywood en inglés pero
no entiende una goma del idioma, que se quiere voltear a todas las minas,
qué se yo. La cuestión es que me parece que los yanquis le
tienen un poco de miedo.
Mangu: ¿Importa lo que le gusta o haga? Si todos
los comunistas en el poder hicieron siempre lo mismo. Te creés que
Lenin comía pan duro enmohecido o que Mao comía arroz integral
con sal. Lo que importa es la ausencia total de libertad y la anulación
de los individuos. Vos ves en la televisión las imágenes de
los coreanos marchando todos al mismo paso, desfilando todos al mismo ritmo,
todos igualitos, vestiditos de gris, sin una sonrisa, sin una queja, todo
en orden, ni un papel en el piso, todo detenido en el tiempo, estático,
robótico, inhumano. El error está excluido, la duda desterrada.
Esto es para los norcoreanos, estalinistas y maoístas la verdadera
cultura proletaria. Me parece que en vez de proletaria es la cultura del
cuartel o la comisaría. Y me importa un cuerno cómo vivan
los dirigentes comunistas: sí me importa que son parte de una clase
que a través del Estado reprime al pueblo y defiende sus privilegios,
no tan diferentes a los de los capitalistas. Y que no piensan en términos
de opresores contra oprimidos, o de explotadores contra explotados, sino
de Estados contra Estados o de Policía Revolucionaria contra súbditos
del Partido.
Chinchulín: No entendés, la estrategia de
los norcoreanos es sentarse a dialogar con las armas sobre la mesa. Si tienen
armas nucleares, los yanquis se tienen que sentar a negociar, porque es
mucho lo que se puede perder. Te imaginás si le tiran una bombita
a Japón o a Corea del Sur. O se arriesgan a que los norcoreanos revendan
alguna para el terrorismo árabe. No, loco, los norteamericanos van
a negociar; un poco van a tener que perder. La guerra no les importa mientras
no les toque a ellos, sino mirá como les afectó lo de las
torres gemelas. Y una vez que el imperialismo retroceda, las posibilidades
de instaurar gobiernos revolucionarios se va a hacer más viable,
ahora que ya no está la Unión Soviética. Y decí
que está China, sino andaríamos todos hablando en inglés.
Mangu: Sí, en el fondo el problema es que se quedaron
sin el faro derecho de la revolución y el faro izquierdo, más
que iluminar oscurece. China es tan capitalista como puede. Si no lo es
más es porque la clase dirigente no quiere perder su status. Rusia
es un recuerdo, Cuba un fantoche. A lo único que aspiran es a que
el imperialismo pierda fuerza para -si tienen la suerte de acceder al poder
por elecciones- que se les permita terminar su período de gobierno.
Pero, una vez que le sientan el gustito a la democracia, sabés como
van a transar.
Opus: Bueno, por lo menos no me vas a decir que los yanquis
son iguales o preferibles a los coreanos, los chinos o los cubanos. Yo siempre
simpatizo con el más débil.
Chinchulín: En eso estoy de acuerdo. Vos, Mangu,
le terminás haciendo el juego a los poderosos. Por eso siempre los
anarquistas le hacen el juego a la derecha y al imperialismo.
Mangu: Izquierda y derecha son dos expresiones que asume
la política represora del Estado. Y como el Estado es el enemigo
de la libertad, la igualdad y la solidaridad entre los pueblos, no soy ni
de derecha ni de izquierda. Ustedes dicen simpatizar con los menos poderosos:
Saddam, Castro o el Rey Mongo III que quiere la bomba nuclear. En realidad
siempre simpatizan con el poder del Estado, la diferencia es que les gustan
más los Estados insuficientes de recursos para dominar al resto del
planeta. Como decía Bakunin, el fin de todo Estado es la conquista,
aunque sea la república de San Marino o el Principado de Mónaco.
Ustedes quieren hacer la revolución social con armas nucleares o
biológicas, o negociar con el imperialismo con su mismo lenguaje.
Para ustedes, a eso se reduce una revolución. De tirar gobiernos
abajo, mejor no hablar: es mejor negociar, la estrategia y la táctica,
la verdad iluminada del Partido. Bueno, mejor me voy, que en cualquier momento
me hacen un “tribunal revolucionario” y me mandan a trabajos
forzados a un campo de concentración bajo la acusación de
“infantilismo revolucionario”.
El Manguruyú
PROCESANDO EL PROCESO VOLVER
Sobre
Julio López ha caído el Poder. Desde alguno de sus estratos
ha saltado sobre él y ahora yace bajo las aguas o entre la tierra.
No es el primero ni será el último.
Las fuerza del orden, cumplida ya su función de instaurar la democracia,
son llamadas a ahora a reorganizarse acorde a las exigencias de la legalidad.
Los elementos regresivos y reticentes son limpiados o encausados desde esa
exigencia que es legitimada como legalidad protectora y garante de humanidad.
Los elementos directamente afectados resisten remarcando la importancia
de la función que cumplieron para el mantenimiento de la seguridad
estatal. Desechados por el Estado que busca reemplazarlos por nuevas generaciones
según la funcionalidad coyuntural, se mueven por los márgenes
de la legitimidad que ahora aquél redelimita, apoyado en los movimientos
que históricamente le reclamaron actualización. Las primeras
tentativas, a finales de la década de los ´80, no habían
logrado acumular la suficiente fuerza cívica y mediática y
la depuración estatal apenas pudo dar unos pasos. La progresiva pérdida
de la capacidad de resistencia de los sectores actuantes del Proceso gracias
al creciente consenso democrático que, por un lado, los evidenciaba
como ya obsoletos e innecesarios y, por el otro, por las denuncias de los
movimientos de derechos humanos que lograron eco en las capas medias y altas
de la sociedad, posibilita, en el marco de la corriente internacional que
resignifica y potencia el carácter absoluto de la Ley por sobre las
relatividades nacionales, la reubicación de esos elementos en los
espacios físicos del residuo social -las cárceles-, y como
estigma de irracionalidad o de exabrupto estatal dentro del imaginario colectivo.
Estigma que es necesario remarcar constantemente desde discursos políticos
y mediáticos para que sea valorada la reorganización nacional
del presente. De allí que los actuales administradores de la explotación
sean también y lógicamente los principales interesados en
la depuración, encabezando los reclamos y tratando de compañero
al hombre desaparecido.
No es por este caso, como dice el espectro político de izquierda,
lo que demuestra que “el aparato represivo sigue intacto”, como
deja este espectro entrever la posibilidad de que el Estado pueda desprenderse
de su condición de represivo mediante la voluntad de sus integrantes,
sino la división de la sociedad en clases y un policía en
una esquina. También hay que mencionar la reivindicación que
hacen de que la Justicia denomine como genocidio de Estado al período
del Proceso y la dimensión de conquista popular que de esa sanción
hacen. No hay más recordar los juicios que los Estados vencedores
de la Segunda guerra mundial impusieron al vencido nazismo y la función
y ganancia que tuvo para legitimar el devenido orden mundial. En el mismo
orden de obsecuencia sistémica están quienes reclaman “tácticas
útiles” al gobierno y proponen “abrir los archivos
de la SIDE al escrutinio público y anónimo para que salga
a la luz su nefasto accionar”*; algo consecuente y acorde con
el proceso de democratización de las fuerzas del orden para que su
accionar se legitime socialmente.
A.G.
* de Hijos del pueblo, n° 4, de Red Libertaria Argetina
ANIMALISMOS VOLVER
Un
cuento de Philip K. Dick: “¿Sueñan los androides
con ovejas eléctricas?” se titula. Como relato de ciencia
ficción y futurista tiene, como suele suceder, parte de presente
realidad. Cuenta que el planeta fue azotado por plagas, contaminación
y radiactividad y que casi todas las especies animales han desaparecido.
Los ejemplares que se conservan constituyen un lujo y un símbolo
de estatus social, objetos suntuarios a los que no todos pueden acceder.
Comprar uno, mantenerlo domésticamente y ostentarlo es la obsesión
de las personas. La matanza de un animal es un crimen incomparablemente
mayor que el asesinato de un humano. Ese es el escenario, la historia es
contingente.
La presente realidad, como suele suceder, parece de ciencia ficción...
Semanas atrás, en el barrio de Almagro, de Capital Federal, en plena
calle una yegua se empaca y se niega a seguir. Por el alboroto primero se
acercan los vecinos, después los periodistas y luego la policía.
La yegua, visiblemente maltrecha, comienza a parir y, ante los ojos y las
cámaras, un potrillo pisa el mundo. Los vecinos se muestran alegres
y solidarios, acercan agua y fruta para los animales. Dos policías
sostienen una lona para darle sombra al potrillo. Un veterinario policial
llega para asistirlo y después un transporte lleva a la madre y a
la cría a una dependencia del gobierno para que sean cuidados y alimentados.
Algunos periodistas informaron más tarde, desde el nuevo hogar, las
mejoras.
El pobre y flaco animal no había llegado sólo, venía
tirando del carro de un hombre. Éste, sin nombre, un anónimo,
un cartonero según lo medios, que comentaban burlonamente como tuvo
que arrastrar él mismo el carro, aprendiendo lo que sufría
la yegua, decían, hasta la comisaría donde fue detenido. Para
él la policía tiene una sombra, y su mujer y sus hijitos no
tendrán la atención ni la mirada sensible que recibió
la yegua y el potrillo.
Los animales cotizan más...
Un mes atrás, en el barrio de Recoleta, la Plaza Francia, ese cuidado
espacio para que la burguesía y sirvientes disfruten del aire libre,
de restoranes, música, museos y cementerios, también fue noticia.
Los vecinos del lugar sacan habitualmente a pasear a sus perros a la plaza,
que es también privilegio de mascota. Ellos hacen sus necesidades,
confraternizan, dan unas vueltas y vuelven a la cucha, y aprovechan para
sacar a sus perros. Pero un día parece que había esparcido
por el césped un veneno, un veneno propio de basural, de riacho,
de villa miseria pero nunca de la Plaza Francia. Una docena de perros murieron.
Los vecinos se manifestaron ante las cámaras de televisión
a denunciar el crimen, dolidos por la pérdida de sus seres queridos,
aquellos de raza que habitualmente lucían, a quienes mimaban especialmente.
Si encontraran al culpable a qué jaurías lo echarían...
El gobierno de la Capital Federal ha prohibido la utilización de
animales en los circos, también viene limitando y tratando de impedir
la entrada a la Capital a las miríadas que todos los días
llegan para juntar cartones y comer de la basura. Los camiones cargados,
amontonados, con frío, lluvia o sol; chiquitos desnutridos, hombres
y mujeres tempranamente envejecidos, viejitos sudando los últimos
esfuerzos, rostros de resignación y de dureza... Camiones cargados
hacia el matadero o trenes del nazismo hacia la solución final...
De ciencia ficción es lo que se escucha...
El gobierno español impulsa el proyecto de adjudicar a los simios
los mismo derechos legales que “gozan” los seres humanos. Están
las ONG´s, las Sociedades de Protección Animal, los Greenpeaces,
la policía ecológica, los verdes, las “vacas sagradas”,
los Liberación Animal...
Están los animalismos y las animalidades.
A. G.
SINDICALISMO PURO VOLVER
En
los orígenes, quienes reconocieron el límite intrínseco
del movimiento obrero animaban para que éste saltara por sobre su
propio vallado, que no era otro que el que la burguesía le forjó.
Aquel, el obrero, existía por y para ésta; ésta mutiló
y encadenó al hombre para transformarlo en aquel. Esto lo sabían
y lo sufrían los anarquistas que buscaban elevar al hombre para que
éste viera y se viera por sobre el horizonte obrero, su vallado.
Después de observar e imprimirse en la conciencia semejante panorama
toda otra oferta que no fuera la Revolución social se evidenciaba
como lo que era: poco y nada. Y la conquista que desde la lucha obrera se
lograba arrancar, que a algunos satisfacería y que a otros, por efímera,
alimentaría su sed, significaba, más que el material conquistado,
el espíritu que comenzaba a grabarse en cada uno por la lucha; el
hombre que se disponía a saltar desde el obrero. En ello se encarnaba
la dignidad y no en lo mucho o poco que se manoteaba.
Los anarquistas perseguían abrir los cauces de la limitación
práctica hacia la finalidad dimensionada por el ideal, pero otros,
por interés o por chicata perspectiva, obnubilados por el propio
vallado o por ser forjadores de éste, hicieron de la limitación
el cauce mismo; de la condición subyugada hicieron ideología:
hicieron obrerismo. Redujeron al hombre al ser asalariado, le recomendaron
el refugio y el orgullo de ser tal; cuanto mucho había que fortalecerse
dentro del vallado antes de pensar en franquearlo, y allí se quedaron.
Y cuando el movimiento obrero se organizó, federó y adquirió
un nombre propio, también de la forma -de esa forma que en su momento
expresó lo mejor posible los límites de los cauces que se
buscaba desbordar- hicieron ideología. Y más se hizo y se
hace cuando los espacios de esa expresión se redujeron hasta una
existencia poco más que nominal. Cuando los espacios se achican son
las miserias las que prevalecen...
La pretensión de identificar un pasado con un presente, que no es
tal, o la de filiar una continuidad en el tiempo, que tampoco es tal, para
justificar lo injustificable, resulta de la astucia o del desvalor; como
también se busca existir refugiándose en el amparo de siglas.
De la misma resultante es la mentira de decirse contrario al “unicato”
y abogar por la “libertad de agremiación” -legalizada,
por otro lado-, cuando el sindicato único es el otro y el uno es
el impedido, al tiempo que lo que se busca, en realidad, no es la “libre
competencia” sino ocupar el lugar de influencia exclusiva. Es lo que
hacen los partidos políticos con la democracia: la alientan hasta
que consiguen todo el poder. Mentirosos como políticos...
Y es político también, es decir tramposo, insistir en que
la forma de lucha es la acción directa y que la Ley y el
Estado son el enemigo de los trabajadores, al mismo tiempo que se aprueba
la mediación estatal en los conflictos y se destaca un eventual carácter
“benéfico” de la Ley. Esto es el producto o el productor
de confusiones, pero por sobre todo es político...
En los orígenes, los anarquistas que reconocieron el límite
intrínseco del movimiento obrero y que pujaban por desbordarlo, no
sostenían la lucha por las conquistas inmediatas arguyendo la defensa
del “salario digno”, ni la de “abrir fuentes de trabajo”,
ni la de “legalizar el trabajo en negro”... Los anarquistas
no buscaban medirse con los parámetros burgueses; la finalidad que
tan trascendentalmente habían logrado recomendar a la lucha obrera
no habilitaba los sofismas ni los desdibujes. Esta es la distancia entre
lo que se denominó finalismo y lo que es hoy el puro sindicalismo.
“No se abren ciclos históricos con ideales más pequeños
que aquellos que les son contemporáneos”: una frase de
González Pacheco que habría que tomar como aforismo.
A.G.