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Alegato presentado por
el compañero Antonio Guerrero Rodríguez. Uno de los 5 cubanos
patriotas retenidos por EE.UU. Dice: Ahora, en este punto, me yergo con
mi alma robusta. Walt Whitman Su Señoría: Permítame expresar que comparto
todo lo expuesto en esta Sala por mis cuatro hermanos de causa: Gerardo
Hernández, Ramón Labañino, René González y Fernando
González. Ellos hablaron con dignidad y coraje ante esta Corte. Nuestros
alegatos se fundamentan en la estricta verdad, en la solidez de los
principios que abrazamos y en el honor del heroico pueblo cubano. Honrado es
destacar que los abogados y sus asistentes actuaron con gran profesionalidad,
honestidad y valor, así como que el trabajo de las traductoras, de Liza, de
Richard y de los alguaciles fue con una alta ética y profesionalismo. Al comienzo escribí en el diario de
mis largos días: "...el verdadero hombre no mira de qué lado se vive
mejor, sino de qué lado está el deber." Son palabras de José Martí, que
a más de un siglo de expresadas, impulsan, viven y son esencia de lo más puro
y altruista. Muchas veces es difícil encontrar
vocablos precisos, pero estos han estado dentro de mí: agolpados, estremecidos,
incubados en la verdad, esperando romper la fuente y ver la luz.
Permítame explicar, Su Señoría, de
la forma más diáfana y concisa, mi razón: Cuba, mi pequeño país, ha sido atacado
agredido y calumniado, década tras década, por una política cruel, inhumana y
absurda. Una guerra verdadera, voraz y
abierta de terrorismo, precursor del horror; de sabotaje, generador de
ruinas; de asesinato, causante del dolor, del dolor más profundo, la muerte. No solo los documentos y datos del
Gobierno de Cuba han puesto al descubierto esta agresión, sino los propios
documentos secretos del gobierno de los Estados Unidos, que él mismo ha desclasificado. Esta agresión ha incluido el
reclutamiento, pago y entrenamiento de agentes contrarrevolucionarios por la
CIA; la Invasión de Girón; la Operación Mangosta; pretextos para una
intervención militar; planes de asesinato a jefes de Gobierno y Estado;
infiltraciones de grupos armados; sabotajes; violaciones del espacio aéreo;
vuelos espías, riego de sustancias bacteriológicas y químicas;
ametrallamiento a las costas y edificaciones; bombas en hoteles y otros
centros sociales, culturales, históricos y turísticos; provocaciones de todo
tipo, con crueldad y con saña. Y como resultado de estos actos: Más de tres mil cuatrocientos
muertos; la incapacidad total o parcial de más de dos mil personas;
cuantiosos daños materiales a la economía, a la fuente de la vida; cientos de
miles de cubanos que nacen y crecen bajo un férreo bloqueo y en el clima
hostil de la guerra fría. Terror, vicisitudes y dolor sobre el pueblo. ¿Dónde se han fraguado y financiado
tan incesantes y despiadados actos? En su gran mayoría, en el propio
territorio de los Estados Unidos de América. ¿Qué se ha hecho por parte de las
autoridades del gobierno de este país para evitarlos? Prácticamente nada... Y la agresión
no ha cesado... Hoy, aún transitan libremente por
las calles de esta ciudad personas que son responsables de algunas de estas
acciones. Y estaciones de radio y otros medios publican y promueven nuevos
hechos de agresión contra el pueblo cubano. ¿Por qué tanto odio hacia el pueblo
de Cuba? ¿Porque Cuba escogió un camino
distinto? Cuba jamás ha atentado contra la
seguridad nacional de los Estados Unidos ni cometido un acto de agresión ni
de terrorismo contra este país; quiere profundamente la paz y la tranquilidad
y desea las mejores relaciones entre ambos pueblos. Ha demostrado que admira
y respeta al pueblo norteamericano. "Cuba no es un peligro militar
para los Estados Unidos", declaró en esta Sala el Almirante Carroll. El peligro militar para los Estados
Unidos que ofrece Cuba es "cero", testificó el General Atkinson. Incuestionable es el derecho de mi
Patria —como el de cualquier otro país— a defenderse de quienes intentan
hacer daño a su pueblo. Compleja, difícil ha sido la tarea
de frenar estos actos terroristas, porque estos han gozado de complicidad o
indolente tolerancia de las autoridades. Mi país ha hecho todo lo posible
por advertir al gobierno norteamericano de los peligros de estas acciones,
para lo cual se han usado canales oficiales; discretos o públicos. Pero nunca
se ha podido lograr una cooperación recíproca. En la década del noventa, alentados
por el derrumbe del campo socialista, grupos terroristas intensificaron sus
actividades contra Cuba. Era, según sus criterios, la tan esperada hora para
crear el caos final, aterrorizar al pueblo, desestabilizar la economía, dañar
la industria del turismo, fomentar la crisis y dar el golpe de muerte a la
Revolución Cubana. ¿Qué podía hacer Cuba para
defenderse y estar prevenida de los planes terroristas en su contra? ¿Qué
podía hacer en aras de evitar un conflicto de mayor magnitud? ¿Qué opciones
tenía para salvaguardar la soberanía y la seguridad de sus hijos? Una de las formas posibles de impedir
los actos brutales y sangrientos, de evitar que el sufrimiento creciera con
más muertes, era actuar en silencio. No quedó otra alternativa que
contar con hombres que —por amor a una causa justa, por amor a su Patria y a
su pueblo, por amor a la paz y a la vida— estuvieran dispuestos a cumplir,
voluntariamente, ese honroso deber en contra del terrorismo. Alertar del
peligro de agresión. Prevenir un conflicto que sembrara
dolor en nuestros pueblos, ha sido el objeto de mis actos y la razón de mi
deber, como lo ha sido para mis compañeros. No hemos actuado por dinero ni por
rencor. Ninguno de nosotros ha tenido la idea de hacer daño al noble y
laborioso pueblo americano. No lesionamos la seguridad nacional de este país.
Ahí están los récords de la Corte. Los que duden,
examínenlos y encontrarán la verdad. Los bestiales ataques terroristas
contra el Centro Mundial del Comercio y el Pentágono del 11 de septiembre
pasado, llenaron de indignación a quienes amamos un mundo de paz. La muerte
sorpresiva e insólita de miles de inocentes ciudadanos de este pueblo nos
sembró un profundo dolor en el corazón. Nadie niega que el terrorismo es un fenómeno inhumano, despiadado y repugnante, y debe
ser exterminado con urgencia. "Para alcanzar la victoria se
debe tener a disposición la mejor inteligencia posible". "Se
requiere unidad para fortalecer las agencias de inteligencia, para así
conocer los planes antes de que sean perpetrados y detectar a los terroristas
antes que ataquen." Esas dos afirmaciones no fueron hechas
por el Presidente de la República de Cuba, nuestro Comandante en Jefe Fidel
Castro, sino por el Presidente de los Estados Unidos de América, a raíz de
esos horrendos ataques. Me pregunto y me vuelvo a preguntar: ¿Esas
afirmaciones no tienen valor para Cuba, que es víctima del terrorismo? Precisamente eso es lo que Cuba ha
hecho para intentar poner fin a ese flagelo, que también por tantos años ha
azotado su territorio y martirizado a su pueblo. Su Señoría, ...hubo un "juicio", Acuerdo, no hubo otro que no fuera
el compromiso de ser útil al mundo, de servir a una causa valedera llamada
humanidad y también Patria. Intención, no hubo otra que no
fuera la de evitar la insensatez y el crimen, y salvar la flor viva de la
muerte fortuita, brusca, vana y prematura. No se traspasó. No se ultrajó. No
se ofendió. No se hurtó. No se engañó. No se
defraudó. No se intentó ni se cometió
espionaje. Nadie nunca me pidió buscar
información clasificada alguna. Aquí en esta Sala lo confirmaron las
declaraciones de testigos, no sólo de la Defensa, sino de la propia Fiscalía.
Léanse los testimonios del General Clapper, de Joseph Santos, del General Atkinson, por citar algunos, y se confirmará lo que con
total honestidad digo. Tal como vinieron a este recinto Dalila Borrego, Edward Donohue, Tim Carey, pudieron
asistir muchas personas para explicar cómo era mi vida; para exponer qué
hacía cada día. En cambio, en mi contra nadie vino, ni sería posible hallar
persona alguna que, con sinceridad, señalara una falta en mi conducta ante la sociedad. Yo amo la Isla donde crecí, me
eduqué, y en la que viven mi madre, uno de mis idolatrados hijos y muchos
otros de mis seres queridos y amigos; también amo a este país en el cual nací,
donde en los últimos 10 años de mi vida he dado y recibido verdaderas
muestras de amor y solidaridad. Tengo la certeza de que es
inevitable, no sólo un puente de amistad entre ambos pueblos, sino entre
todos los pueblos del mundo. Le corresponde a usted, Su Señoría,
dictar Sentencia en este largo y tortuoso juicio. ¡Júntense pruebas y evidencias! Voces que salen del propio corazón.
¡Se equivocaron! Su veredicto fue
un sacrilegio. Pero teníamos conciencia, desde un inicio, de que tratándose
del tema de Cuba, era Miami un lugar imposible a tal propósito. Ha sido este, por encima de todo,
un juicio político. En lo personal, no tengo otra cosa
que pedir: sólo justicia, por el bien de nuestros pueblos, por el bien de la
verdad. Una sentencia justa, libre de ataduras políticas, plena, hubiera sido
un importante mensaje en este trascendental momento de lucha contra el
terrorismo. Permítame reiterar que nunca he
hecho daño personal a nadie ni causado daño material alguno. Nunca he
intentado realizar acción que pusiera en peligro la seguridad nacional de
Estados Unidos. Si se me pidiera una cooperación
similar, volvería a hacerlo con honor. En este momento viene a mi mente con
fuerza y pasión un fragmento de una carta que el general cubano Antonio
Maceo, quien luchó por la independencia de Cuba en el siglo XIX, le escribió
a un general español: "No hallaré motivos para
haberme desligado para con la humanidad. No es pues una política de odio la
mía, es una política de amor; no es una política exclusiva, es una política
fundada en la moral humana." (Fin de la cita.) Por su sentencia, mis entrañables hermanos y
yo deberemos guardar una injusta prisión, pero desde allí no descansaremos en
la defensa de la causa y los principios que hemos abrazado. Llegará el día que ya no vivamos en
la zozobra del temor y la muerte, y en ese día de la historia, se verá la
justicia real de nuestra causa. Su Señoría: ¡Han pasado muchos meses y días de
un encierro injusto, rudo y horrible! A veces me he preguntado, ¿qué es
el tiempo? Y como San Agustín me he respondido: "Si me lo preguntan no
lo sé. Pero si no me lo preguntan, yo sí lo sé." Horas de soledad y de
esperanzas; de reflexión ante lo injusto y ruin; eternos minutos donde arden
los recuerdos: ¡Recuerdos hay que queman la memoria! Tomo versos de Martí, para esta
última página, que anoté en el diario de mis largos días: "He vivido: al deber juré mis
armas Y cito en esta Sala al poeta
uruguayo y universal Mario Benedetti: "...la victoria estará como yo
Porque al final reposaremos libres
y victoriosos frente a ese Sol que hoy nos ha sido negado. Gracias. Antonio Guerrero 27 de Diciembre del 2001 |
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