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Discurso
de Silvio Rodríguez ante la Asamblea Popular 24 de junio de 2002 Silvio: "Estoy aquí como parte
de mi pueblo, de mi historia, de mi Revolución" Comandante
Fidel, General
Raúl, Presidente
Alarcón, miembros de
la Asamblea, invitados, seres que
me escuchan: Comprendo la
responsabilidad histórica de manifestarse hoy aquí, en esta Asamblea
Extraordinaria, y me impresiona la belleza del acto. Al confirmar
principios que le han dado sentido a nuestras vidas es como si quisiéramos
grabarlos en la trama del tiempo. La intención no es petrificar este
instante, porque las petrificaciones significan muerte, sino anunciarlo hoy y
mañana, como suelen hacer los enamorados en los árboles y los muros. Estamos
escribiendo nuestros nombres en un tronco, en una pared del tiempo y todas
nuestras historias, las colectivas y las personales, se funden en una, que
clama por lo que nuestra Cuba está clamando desde que tuvo noción de sí
misma: por libertad, por soberanía, por justicia. En este empeño hay
tantos nombres entrelazados que no creo posible hacer un recuento exacto.
Unos son recogidos por la historia y otros no. Como diría Brecht:
"¿A dónde fueron los albañiles la noche que terminaron la Muralla
China?". Los pequeños eventos son parte de la materia que conforma la
historia. De todo tipo de fragmento estamos hechos y cada partícula, por
minúscula y modesta que parezca, ayuda a diseñar el gran mosaico de este
acto. Y quien lo dude, que pase lista a los oficios, a las historias que aquí
se reúnen, fractales de aspecto y espacio precisos
en un entramado nacional. Es rara la entrevista
en la que no me preguntan sobre mi condición de Diputado, a veces con
admiración, otras con reproche, pero siempre con curiosidad. A mí, como soy
cubano acostumbrado a la Revolución, no me sorprende que el hijo de dos
familias pobres esté formando parte de la Asamblea, pero como nunca tuve
vocación de político siempre me sobrecoge el privilegio de hablar en nombre
de muchos. Sin embargo hay una
famosa enciclopedia, editada en este año, el 2002, que dice: Rodríguez
Silvio: Su influencia sobre toda una generación, junto a sus compañeros de
"la nueva trova cubana" ha sido reconocida en todo el mundo,
incluso por quienes no están de acuerdo con sus ideas políticas. Yo confieso que
primero tuve ideas y después —en realidad mucho después— me pregunté el
significado de la palabra política. También primero le di rienda suelta a mi
vocación de hacer canciones y después me pregunté por qué y de qué forma las
estaba haciendo. Así que no sé a qué
poco aconsejables ideas políticas se refiere esa enciclopedia. No sé si se
refiere a que la primera canción mía que pudiera considerarse
"política", la escribí siendo recluta, en el campamento militar de
Managua, allá por 1964 ó 1965, y trataba sobre la discriminación racial. No
sé si se referirán a cuando en febrero de 1968 Haydeé
Santamaría nos invitó a cantar en el Centro de la Canción Protesta de la Casa
de las Américas. Supongo que no, porque entre los tres
trovadores no reuníamos la cantidad suficiente de canciones
"políticas" como para hacer un concierto. —¿De qué protestan
ustedes?— solían preguntarnos burlonamente algunos compañeros mayores en edad
que nosotros, los que nos tomaban por jóvenes algo raritos y desviados. Yo siempre pensé que
todas las ocupaciones y preocupaciones humanas caben en la poesía y en el
arte, y por supuesto en la canción. Y que es deber de nuestra sociedad socialista
defender que así sea, porque en esos testimonios se imprimirá parte de
nuestra memoria histórica como pueblo, además de parte de nuestra capacidad
de inventiva. Creo que las artes no
sólo tienen el derecho sino el deber de expresarse, porque eso, junto con los
datos que aportan la prensa y otras manifestaciones, contribuye a dejar un
registro histórico lo suficientemente variado como para que el mañana
comprenda todas nuestras características y pueda aprender de nosotros. Por ejemplo, creyendo
en la poesía y en el arte, a los 20 años llegué a la conclusión de que la
Revolución no era propiedad privada de nadie, que la Revolución era de todo
el que fuera capaz de hacerla y defenderla. Por lo que le dije a los
burócratas que se creían los administradores de los sueños: La pobre gente que
dispone de la vida por
oscuros corredores, ¿qué se hará? Y los que venden la
palabra, los que ríen, los que
no hablan ¿quiénes los
despedirán? Serán como el insecto
aquel, muriendo solo, sin
después Morir así es no
vivir. Morir así es
desaparecer para siempre. Creyendo en la poesía
y en el arte me fui al mar con la Flota Cubana de Pesca, de donde regresé
intacto con estas interrogaciones: Compañeros de
historia, tomando en cuenta lo
implacable que debe ser la
verdad, quisiera preguntar —me urge tanto— ¿qué debiera decir,
qué fronteras debo respetar? Si alguien roba
comida y después da la vida,
¿qué hacer? ¿Hasta dónde debemos
practicar las verdades? ¿Hasta dónde sabemos?
Obseso de la poesía y
el arte, pedí la devolución de 11 pescadores frente a la Oficina de
Intereses. En esos días algunos apostaban por bloquearnos y al mismo tiempo,
el pueblo nos nombraba sus representantes en un festival. También por
entonces, junto al Grupo de Experimentación Sonora, fui uno de los
compositores de "Granma", obra que
celebraba el 20 aniversario de ese barco llegando a nuestras costas. Qué sabrá mi niño de
doce olas que no se posaron
junto a la arena. Qué sabrá mi niño de
doce olas que cogían camino al
coger vereda. Qué sabrá mi niño de
doce olas que no se rompieron
en el peñasco. Que sabrá mi niño de
doce olas que volaron tras
empujar su barco. Un día inesperado
llega una carta de Camagüey, pidiendo una canción sobre Agramonte.
Y creyente de la poesía y el arte mambisas cometo
aquel acercamiento a la estatura de El Mayor: El hombre se hizo
siempre de todo material: de villas señoriales o barrio marginal. Toda época fue pieza de un rompecabezas para subir la cuesta del gran reino
animal, con una mano negra y otra blanca mortal.
Fieles a la poesía y
a las artes, muchos artistas aterrizamos en Angola, en plena guerra. Algunos
llegamos en febrero del 76 y pasamos meses haciendo recorridos desde Cabinda
hasta Cunene, conociendo héroes —algunos de los
cuales están en esta sala—, a veces dándoles las buenas noches a compañeros
que a la mañana siguiente ya eran materia de canciones. Entre ellos Arides y Ciro Berrios, por
quienes siempre valdrán la pena aquellos sentimientos que decían: Si caigo en el camino
hagan cantar mi fusil
y ensánchenle su
destino, porque él no debe
morir. Puede ser que
vivencias y canciones como éstas hayan dado lugar a las afirmaciones de la
enciclopedia de que hablé y también a esas misteriosas ideas políticas que
nunca aclararon y se supone que profeso. Puede ser que expresiones como yo me
muero como viví no parezcan lo suficientemente devotas de la poesía y el
arte, y hayan incordiado a algunos. Este tipo de estigma malamente velado que
quieren endosarnos, cuando menos significa una lectura mediocre de la
relación que hemos tenido con los pueblos. Porque decir que la gente nos
quiere a pesar de nuestras ideas políticas es querer meter un forro que nadie
que haya estado en un concierto nuestro se lo traga. Por mi parte tendría
que decirles a esas ilustres personalidades que, desde que fui elegido
diputado en virtud de la democracia —como nosotros la entendemos—, pienso que
soy un signo viviente de la pluralidad de esta Asamblea, ya que he sido un
hombre cuestionado por conflictivo, por criterioso,
por libretero, o cuando menos por imprevisible
(como puede que estén demostrando estas palabras). Sin embargo estoy
aquí como parte de mi pueblo, de mi historia, de mi Revolución y de mi amigo
y hermano Fidel, haciéndome partícula de esta aventura, de esta expedición
realista y surrealista que dirigimos y protagonizamos todos con él, para
decir que voto por mi Patria socialista perfectible; para decir que cierro
filas como cuando era un milicianito de catorce años, mojándose a la noche
con un máuser viejo, esperando la bomba atómica que le tocaba por la mañana. Y porque esto sucede
ya no soy sino el hijo de Dagoberto y Argelia, un enamorado más escribiendo
en el tiempo —y a pesar del tiempo— en una larga rama que nos llega desde
gloriosas profundidades, donde muchos conocidos y desconocidos, hacedores e
hijos del pueblo, han grabado bellezas de todos los tamaños y significados. Compañeros,
permítanme un rincón donde dejar estos mínimos versos: Puede que algún
machete se enrede en la
maleza; puede que algunas
noches las estrellas no
quieran salir; puede que con los
brazos haya que abrir la
selva, pero a pesar de los
pesares, como sea, ¡Cuba va! |
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