Capítulo uno
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El secreto de la Sra. Figg
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espués de un mes de haber competido en el torneo de los tres magos y haber visto a lord Voldemort en carne y hueso, Harry se encontraba en la casa de los Dursley. Ellos como siempre estaban discutiendo, esta vez en el desayuno.
– No me pueden dejar con la Sra. Figg –gruño Harry– Yo me quedo solo, aquí.
– Estás loco –dijo Tío Vernon–. Cuando volviéramos ya no quedaría nada en esta casa, estaría destrozada.
– ¿Y entonces quién me llevará a Hogwarts? –dijo Harry–.
– NO NOMBRES TU ESCUELA EN ESTA CASA! –gritó Tío Vernon-. Ah, me olvidé de decirte que este año no iras a esa escuela tonta, iras a San Bruto porque ya le dije a la Sra. Figg que te lleve allá.
– ¿Pero por qué la Sra. Figg? –dijo Harry sorprendido y furioso–.
– Porque nos quedaremos hasta el 20 de septiembre en Filipinas – dijo Tía Petunia, como cantando victoria–.
– ¡No pienso ir ahí! –dijo Harry con odio, a Tía Petunia–.
– Ya esta decidido salimos la semana que viene –dijo Tío Vernon–.
Harry subió las escaleras furioso y cuando pisó el primer escalón, hizo un ruido muy fuerte y casi pasa de largo para abajo, por suerte solo lo trizó. Cuando llegó a su cuarto, se echó a su cama pensando que tan terrible iba a pasar su cumpleaños en lo de la Sra. Figg y que iba a pasar si no iba a Hogwarts, y se quedó dormido.
El empezó a soñar lo que pasaría si no fuera a Hogwarts, en el sueño Malfoy les decía a todos los estudiantes que el no vino
este año a Hogwarts porque tenía miedo de perder jugando al Quidditch contra Slytherin, y todos empezaban a reírse, hasta Cho Chang. Pero los de Gryffindor lo negaban en vano.
Dos días después, la voz de Tía Petunia lo despertó:
– Niño despiértate, que me tengo que ir con Dudley y no te puedo dejar solo –dijo ella–.
Harry se levantó rápido, se vistió y fue a desayunar. Allí en la mesa ya estaban sentados los tres Dursley, y Harry se sentó entre el cerdo de Dudley y su Tía Petunia.
– Lamentablemente tú tendrás que venir con nosotros –dijo Tía Petunia, señalándolo a Harry–.
– ¿A dónde? –dijo Harry– mientras comía un bocado de su desayuno de hoy, que era, una banana, ya que Dudley había comenzado una nueva dieta. Consistía en una fruta y leche descremada para el desayuno, para el almuerzo cualquier tipo de ensalada sin condimentos. La cena era más liviana, porque solo tomaban sopa y una fruta. Dudley no era el único de la familia que no seguía la dieta, Harry también había visto a Tío Vernon comiendo una rosquilla, en el auto, antes de ir al trabajo.
Harry tampoco seguía la dieta, utilizaba el mismo método que el año anterior, sus amigos Hagrid, Hermione, Ron y Sirius le mandaban pasteles, ranas de chocolate y bertie botts.
– ¡Te he dicho que no hagas tantas preguntas! –dijo Tío Vernon enojado– Van a comprarle unas cosas a Dudley –.
– Adiós Dudley, pórtate bien –dijo Tío Vernon, y se fue al trabajo–.
* * *
Después del desayuno se fueron de compras, Dudley pidió de todo, desde un televisor portátil hasta una tabla de surf. Primero anduvieron por una tienda de electrónica y Dudley pidió un televisor portátil, para cuando fuera en el avión no se perdiera su programa favorito, pero Harry dudaba de que lo pudiera ver desde el avión. También compró un Nintendo 64, quince juegos y tres controles (lo cual a Harry le pareció una estupidez, ya que Dudley jugaba solo). Harry iba cargando todo lo que Dudley se compraba.
Luego recorrieron la tienda de deportes, Dudley se compró una tabla de surf, una raqueta de tenis, paletas de ping-pong (Harry pensó que era absurdo comprarse un par de paletas, si no tenía mesa ni rival), intentó comprarse algunos trajes de baño, pero ninguno le entraba. Salieron de la tienda de deportes, y Harry cargaba más de veinte cosas.
Llegó un momento en el que Harry no aguantó más y se le cayeron todas las cosas que cargaba, desde un monopatín, hasta un reloj digital.
– Niño, ¿qué has hecho? –exclamó Tía Petunia–.
– ¡No! –gritó Dudley, al ver todo ese desastre y casi se pone a llorar–
– Esta vez si que lo vas a pagar niño. –dijo con odio Tía Petunia– Alza todo ya mismo, y cuando lleguemos a casa tú subirás a tu cuarto.
Harry alzó todo sin ayuda alguna de su tía o de su apestoso primo. Mientras que ellos lo miraban, el recogía el televisor roto, la raqueta nueva, que ya no parecía nueva, y otras cosas, por suerte las otras no estaban rotas.
Después de un agotado día regresaron al número 4 de Privet Drive. Harry sin comer, subió las escaleras con cuidado, para no pisar el primer escalón y llegó a su cuarto. Con lo cansado que estaba, poco después de acostarse en la cama se quedó dormido.
El día de cuando los Dursley se iban a Filipinas había llegado, y quedaba muy poco para el cumpleaños de Harry, solo unas horas.
Los Dursley tenían todo más que planeado, y sus valijas muy llenas de cosas, especialmente las de Dudley, eran 7 maletas, cargadas de juguetes y cosas que se había comprado para llevar allí. La mayoría de cosas que llevaba Dudley estaban medias rotas, ya que a Harry se le cayeron todas las cosas que cargaba, porque pesaban más de veinte kg.
La raqueta de tenis estaba con el encordado todo roto, la red de ping-pong estaba toda enredada, parecía una galleta y al televisor portátil lo habían llevado a arreglar, porque se le había roto el vidrio.
Los Dursley ya habían cargado todo en el auto, y partieron al aeropuerto Bridgestone para viajar en avión hasta Filipinas, donde pasarían las vacaciones de verano.
Harry saludó a la Sra. Figg muy triste y amargado. Mientras iba entrando a la casa, de la Sra. Figg, que como siempre estaba llena de gatos, no había mucha luz, todas las ventanas estaban siempre cerradas y había muy pocas plantas. El pensó en escaparse sin que la Sra. Figg se diera cuenta, y sacarle la llave que los Dursley le dieron a la Sra. Figg, para regar las plantas. Luego iría a buscar su baúl, su varita, su escoba, la túnica y todas las otras cosas que le pertenecían.
– Puedes ver televisión, si quieres.–dijo la Sra. Figg–.
– Gracias –agradeció Harry–.
– No hay porque –dijo la Sra. Figg– tú quédate aquí yo volveré pronto.
La Sra. Figg se fue, y Harry se quedó viendo televisión, nunca antes había visto un televisor prendido en la casa de los Dursley. Los Dursley no lo dejaban ver televisión, ni jugar con ninguna cosa de Dudley.
Cuando ya estaba oscureciendo, Harry tenía ganas de irse a su cuarto, para recibir las cartas de sus amigos, entonces le dijo a la Sra. Figg.
– Me voy a mi cuarto –dijo Harry–.
– Espera, me he enterado, que hoy es tu cumpleaños –dijo la Sra. Figg–.
– Si es verdad –afirmó Harry–.
– ¿Por qué no me lo dijiste? –dijo la Sra. Figg–.
– Lo que pasa es que nunca se dan cuenta los muggles, que es mi cumpleaños –contestó Harry–.
–¿Qué dijiste? –se sorprendió la Sra. Figg–.
Harry se dio cuenta de que había dicho la palabra muggles y los muggles no saben lo que significa.
– Eh, nada –dijo Harry nervioso -.
– ¿Dijiste muggles? –le pregunto la Sra. Figg entusiasmada–.
– ¿Queeé? –trató de disimular Harry–.
– Vamos Harry, no finjas más –dijo la Sra. Figg–.
Harry se dio cuenta de que la Sra. Figg había escuchado la palabra muggles perfectamente.
– Harry ya se que es muggles, es una palabra de magos, son las personas que no poseen poderes mágicos –dijo la Sra. Figg–.
– Pero… –se asombró Harry–.
– ¿Qué otro chico, con el nombre Harry Potter y con una cicatriz en la frente, puede vencer a Voldemort? –preguntó la Sra. Figg–.
Harry se sorprendió, la Sra. Figg sabía todo sobre el, ¿se lo habrían contado los Dursley?. No, los Dursley nunca contarían eso a nadie. Harry se puso a pensar, le comenzaron a caer gotas por la frente, ¡la Sra. Figg debía ser una bruja!
– Usted es… –comenzó a decir Harry–.
– Si Harry lo soy, soy una bruja –dijo la Sra. Figg interrumpiendo a Harry– esperé tanto tiempo para decírtelo. Desde que tenías 11 años, y te vi la cicatriz en la frente, pensé que eras tú. Y después me aseguré totalmente, cuando escuché a tu tío diciendo Harry. Te lo dije ahora porque pensé que estabas preparado para saberlo.
Harry no lo podía creer, desde que vivía en Privet Drive, había tenido una bruja cerca y nunca se dio cuenta.
– Pero, ¿por que usted no le dice Quién–No–Debe–Ser–Nombrado a Voldemort, como todos los otros magos y brujas?–preguntó Harry–.
– ¿Cómo le dices tú? –dijo la Sra. Figg–.
– Yo le digo Voldemort pero algunos magos dicen que no lo nombre así –dijo Harry–.
– Bueno, está bien que le digas así, porque tienes que nombrar a las cosas y personas como se llaman –dijo la Sra. Figg–.
Harry se acordó de lo que Dumbledore le había dicho, era exactamente lo mismo que la Sra. Figg le acababa de decir.
– ¿Conoces a Dumbledore? –preguntó Harry–.
– Yo también soy amiga de Hagrid, y de Dumbledore –dijo la Sra. Figg–.
– ¿Conoces a Hagrid? –preguntó Harry–.
– Si, el me ha contado mucho sobre ti –dijo la Sra. Figg–.
– Cuando lo veas este año, ¿le puedes mandar saludos de mi parte –dijo la Sra. Figg–.
– Si, por supuesto –dijo Harry–.
– Hace mucho que no lo veo – dijo la Sra. Figg–.
– Ya vengo espérame acá –dijo la Sra. Figg–.
La Sra. Figg subió las escaleras, y después de 5 minutos, bajo con un paquete en las mano.
– Toma –dijo la Sra. Figg, mientras le daba un paquete largo a Harry–.
– Gracias –dijo Harry muy agradecido–.
Harry empezó a abrir el paquete, y vio una escoba voladora brillante y lujosa. Leyó lo que decía el paquete, y según decía ahí, la escoba se llamaba Thunderbolt.
– Hagrid me dijo que juegas al Quidditch, como buscador, en el equipo de tu casa. El dice que eres muy bueno. Por eso te compré esta escoba voladora, es la última que ha salido, aún mejor que la Saeta de Fuego –dijo la Sra. Figg–.
Harry la miró asombrado, ¡era una escoba mejor que la Saeta de Fuego! y toda para el. Pero no podía aceptarla era mucho para el, debía haberle costado una fortuna.
– No lo puedo aceptar –dijo Harry con mucha pena–.
– ¡No seas tonto! Te lo mereces, aparte no te he regalado nada para tus anteriores cumpleaños –dijo la Sra. Figgs–.
– Pero esto cuesta una fortuna, no puedo, realmente no puedo –dijo Harry muy lamentado de no aceptarla–.
– No te preocupes por el dinero, el local en Diagon Alley, sobre escobas y cosas de Quidditch es mío –dijo la Sra. Figg–.
– ¿Es suyo? –dijo Harry sorprendido–.
– Si lo es, lastima que nunca has entrado a mi local, si hubieras entrado, me hubieras visto –dijo la Sra. Figg– Te he visto pasar algunas veces y mirar las vidrieras, con tu amigo Ron.
– ¿También lo conoces? –preguntó Harry–.
– Si, Hagrid me contó de el y también lo vi cuando te vino a buscar en un auto volador, yo estaba despierta e hice un hechizo para que los muggles no los pudieran atrapar –dijo la Sra. Figg.
– ¿Tu hiciste un hechizo? –dijo Harry– Muchas gracias–.
– Bueno hay alguien que quiere verte –dijo la Sra. Figg, señalando a un perro negro–.
Harry se dio cuenta que ese perro negro era alguien conocido. Era Sirius, pero Harry se preguntó: ¿Cómo llegó hasta acá?
– Sirius! –gritó Harry emocionado–.
– Hola Harry que gusto verte –dijo Sirius, transformándose otra vez a una persona–.
– ¿Cómo es que llegaste hasta aquí? –preguntó Harry–.
– Con Arabella nos conocemos hace mucho, ella también es una animaga no registrada, nos conocimos en Hogsmeade – le explicó Sirius–.
– ¿Por qué no me dijiste qué la vecina de los Dursley era amiga tuya? –preguntó Harry– Podría haber venido a visitarte de vez en cuando acá–.
– No podía, Dumbledore me lo prohibió –dijo Sirius– Pero ahora dice que ya estas preparado–.
– ¿Por qué te lo prohibió? –dijo Harry enojado–.
– Eso no lo sé, solo el lo sabe –dijo Sirius–.
– ¿Para qué estoy preparado? –preguntó Harry muy curioso.
– Tampoco lo sé ni te lo podría decir, lo tendrás que descubrir por tu cuenta, sin ayuda de nadie, tampoco ayuda de Ron y Hermione –dijo Sirius–.
– Bueno, está bien, si es tan importante… –dijo Harry–.
– Harry me estaba olvidando, toma este regalo de mi parte –dijo Sirius, dándole un paquete chico–.
– Muchas gracias, Sirius –dijo Harry–.
– No te pude traer algo mejor, ya que me siguen buscando por todas partes, pero en lo de un amigo te pude comprar eso –dijo Sirius–.
– Esto esta bien, gracias –dijo Harry–.
Harry abrió el paquete, y adentro había una esfera de color totalmente dorada, era muy bonita, por su brillo se podía decir que era un sol en miniatura.
Harry agarró las dos cosas, una en cada mano y dijo:
– Gracias a los dos, me voy a mi cuarto, ya vuelvo–.
Harry subió unas escaleras con decoración muy antigua, abrió la puerta de su cuarto y vio a una lechuza golpeando la ventana. Harry la abrió y entro una lechuza extraña, se dio cuenta que era de Hogwarts, esta no traía solo una carta, sino dos cartas y un paquete. Harry leyó la primera y decía:
Estimado señor Harry Potter:
Le rogamos que no olvide de que el próximo curso dará comienzo el 1º de septiembre. El expreso de Hogwarts partirá a las once en punto de la mañana de la estación de King’s Cross, andén 9 ¾.
A los alumnos de quinto se les permite visitar deter- minados fines de semana el pueblo de Hogsmeade, al igual que el año pasado. También trabajaremos con serpientes, tratando de adormecerlas con arpas, se necesita una autorización, para poder hacerlo, porque hay algunos alumnos que son alérgicos a las serpientes o no pueden trabajar con ellas.
No se olviden de llevar a revisar sus varitas, donde las compraron ya que algunas pueden tener problemas.
También se adjunta la lista de libros del próximo curso.
Atentamente,
Profesora M. McGonagall
Subdirectora
Harry extrajo la autorización para poder trabajar con las serpientes y la examinó, sonriendo, ya que ahora estaba Sirius que la podía firmar. Y sacó la otra carta que reconoció al instante que era la caligrafía de Hagrid.
Querido Harry:
¡Feliz Cumpleaños!
Espero que la estés pasando bien en tu cumpleaños y que esos muggles no te estén molestando. Este año vamos a ver cosas muy buenas en clase y pensé que esto te serviría para el próximo curso.
Con mis mejores deseos:
Hagrid
Harry guardó la carta y miró el paquete.
– Espero que no sea otro libro hambriento –dijo Harry–.
Harry abrió el paquete y se encontró con un arpa, pero no era como la de los muggles que el conocía, ya que le regalaron una a Dudley para su cumpleaños pasado. Esta era rara, no tenía cuerdas.
Harry intentó tocarla como si hubiesen cuerdas y escuchó una melodía muy linda y hermosa, sentía como se le erizaba la piel, era una tentación no podía dejar de tocarla. Se sentía muy tranquilo, hasta con sueño. Cayó una carta del arpa y reaccionó de nuevo, seguía con sueño pero se le estaba pasando, vio la carta y reconoció la caligrafía de Hagrid y la leyó.
Harry:
Seguro que ya te habrás dado cuenta de como funciona este arpa, es mágica. Las arpas mágicas son muy poderosas, y más esta, que me la regaló Dumbledore hace algunos años, según Dumbledore es una de las más poderosas de todo el mundo. Sirven para adormecer muchas cosas, en especial serpientes, cualquier tipo de serpiente, yo creo que con este arpa se puede adormecer hasta un Basílico. Pero ten cuidado para que utilizas este arpa, ya que Dumbledore me dijo que cuando encuentre a la persona adecuada, que le regale este arpa como el me la regaló a mi. Estoy muy seguro que tú eres la persona adecuada para poseer este arpa, tu no la vas a utilizar para el mal sino para el bien. Bueno no te voy a contar más sobre este arpa ni de lo que vamos a hacer en clase, tendrás que descubrirlo tu mismo. Espero que te haya gustado el regalo.
Hagrid
Harry terminó la carta y examinó el arpa, tenía algo grabado en el costado, decía Arpa de Grephodouls, Harry intrigado la dejó en su mesa de luz. Después le iría a preguntar a Arabella si sabía algo del nombre de Grephodouls.
Luego de dejar el arpa en su mesa de luz, vio un bulto en su cama y descubrió que era Pig la lechuza de Ron, su mejor amigo. Harry agarró la carta que traía Pig y empezó a leer.
Querido Harry:
¡Feliz Cumpleaños!
Te envío este regalo, porque aunque no lo creas estoy en Japón. Acá es muy aburrido el tipo de vida, pero ya me estoy acostumbrando, a Percy le encantó este lugar desde que llegamos, dice que es fantástico. Fred y George dicen que Percy está loco, que no hay cosa peor que este lugar, pero lo único que los entretiene son las bromas que hay en Japón, son muy divertidas y con los galeons que tú les diste se han comprado muchas bromas. Te estarás preguntando como es que estoy aquí, la verdad es que mi abuelo, que yo no conocía vivía aquí y falleció, nadie lo lamenta mucho, solo mi papá y mi mamá. El era muy rico, y mi papá heredó toda su fortuna de el, por ser único hijo.
Ahora por fin podré tener una escoba voladora, a Fred y George les van a comprar dos Saetas de Fuego, y a mi una Nimbus 2001, ya que no soy del equipo de Gryffindor ni vuelo muy bien.
Ya hablé con mi papá para que te puedas venir a casa. Nosotros volvemos el 7 de agosto y te iremos a buscar o vendrás el 8.
Escríbeme pronto con tu respuesta
Tu amigo, Ron
Harry guardó la carta y miró el paquete que traía Pig, por su aspecto a Harry le parecía un libro, lo abrió y efectivamente era un diccionario de Japonés- Inglés- Español. Harry pensó ¿para que quería Harry saber palabras en lengua japonesa?, pero igual lo guardó.
– Hedwig –gritó Harry– ¿Te encuentras bien?–.
La pobre lechuza estaba tirada en el piso. Parecía muerta. Entonces Harry reaccionó y la llevó abajo con Sirius y Arabella.
Sirius la revisó y dijo:
– Esta bien, solo ha volado demasiado tiempo.
En el momento en que Sirius le hablaba a Harry, el vio en el ala izquierda de Hedwig un símbolo raro.
– No espera, mira este símbolo en su ala izquierda –dijo Sirius señalando el ala de la lechuza–.
Harry miró sorprendido– ¿Qué es eso? –se pregunto– Sirius ¿puedes curarla no es así?–.
– Me temo que no –dijo Sirius– Lo único que hay que hacer es dejarla descansar–.
Harry la acostó en su jaula, de manera que no quedara incómoda. Después alzó las cartas que Hedwig le trajo, eran dos cartas y un paquete.
Primero abrió una carta y se puso a leerla.
Querido Harry:
¡Feliz Cumpleaños!
Es otra vez una suerte que Hedwig apareciera para mandarte esta carta, con tu regalo de cumpleaños. En el paquete te mando Bertie Botts, ranas de chocolate y una revista exclusiva con todos los movimientos y consejos recomendados para jugar al Quidditch, hecha por el mejor equipo de Perú. Yo estoy de vacaciones en Perú, ya que mis padres tenían una reunión con otros dentistas muggles.
Ayer recibí una carta de Hogwarts, y me dijeron que yo había sido elegida como prefecta de Gryffindor! Estoy muy nerviosa, y contenta como mis padres.
Ron ya me contó que te invitó a su casa y lo que le pasó a su abuelo, pobre el padre de Ron. La última semana de agosto iremos a comprar todo a Diagon Alley, yo me quedaré en el Caldero Chorreante los últimos días, si pueden también vengan y quédense allí conmigo.
Hermione
Harry terminó la carta y abrió el paquete que traía Hedwig, estaba todo arrugado y mojado, contenía lo que Hermione le había dicho en la carta. Miró la revista, la ojeó un rato, y le fascinaron algunos movimientos raros, que parecían muy útiles.
Lo misterioso era de quién era la otra carta, si ya había recibido todas las que esperaba. La abrió y se encontró con una carta anónima y de terror.
Potter:
Esta es una advertencia.
La próxima será un hecho.
Estás en peligro mortal
al igual que tus amigos.
La carta era muy extraña y tenía una letra de horror. Primero pensó que era Draco Malfoy, un chico al que Harry lo odiaba, pero después reflexionó y no podía serlo. Estaba a punto de decirle a Sirius, pero iba a causar mucho lío y confusión.
– ¿Quién le podría haber mandado una carta así, hasta sabiendo cual es su lechuza, entre millones? –pensó Harry–.
El que lo había hecho, sabía sobre sus amigos y sabía cual era su lechuza.
Lo único que se le vino a la mente fue Voldemort, ahora había reencarnado, era de carne y hueso, como antes de tratar de matar a Harry. Debía de ser alguien poderoso para poder controlar y dominar con uno de los maleficios prohibidos en este caso debía ser Imperius. Un maleficio, que si se utiliza, se domina al otro ser vivo, y el que hace el maleficio, tiene que ser enviado a Azkaban. Con este hechizo podría haber dominado a Hedwig, y haber hecho que le traiga esa carta amenazadora a Harry.
Luego de un rato Harry bajó las escaleras y le dijo a Sirius que le firmara la autorización para trabajar con las serpientes. Sirius se la firmó y Harry se lo agradeció.
– Gracias, Sirius –dijo Harry–.
– No necesitas agradecérmelo –dijo Sirius–.
– Arabella, me preguntaba si sabías algo sobre Grephodouls o algo así –preguntó Harry–.
– Creo que tengo un libro sobre eso, acompáñame a la biblioteca, esta subiendo las escaleras a la derecha –dijo Arabella–.
Harry subió las escaleras y dobló a la derecha siguiendo a Arabella hasta que llegaron a la biblioteca. Estaba muy limpia y lujosa, tenía cientos de libros y cosas. Estaban divididos por secciones, y Harry vio la sección de deportes, estaba llena de libros sobre Quidditch.
Llegaron a la sección de leyendas y Arabella empezó a buscar lo que Harry le había pedido. Buscó y después de dos minutos dijo.
– Acá está –dijo Arabella–.
– ¿Lo encontraste? –preguntó Harry emocionado–.
– Si dice sobre algunas cosas de un arpa, un libro y no me acuerdo que más –dijo Arabella–.
– Si, este es el libro que estoy buscando –dijo Harry–.
– Toma –dijo Arabella– Yo me voy abajo con Sirius–.
Harry agarró el libro, fue a su cuarto y lo dejó en su mesa de luz al igual que la autorización firmada, y se durmió porque ya era muy tarde.
* * *
Al otro día Harry se levantó y fue a desayunar, Arabella le había preparado un desayuno, como nunca había comido en el mundo muggle. Cuando terminó de desayunar, le preguntó si podía ir a la casa de Ron.
– Eh, me preguntaba –dijo Harry– si podría ir a la casa de Ron–.
– Claro que sí –dijo Arabella– cuando tú me lo pidas podrás ir–.
– Ellos me llevarán a Hogwarts y a Diagon Alley, así que no te preocupes –dijo Harry–.
– ¿Cuándo va a ir? –preguntó Arabella–.
– Me dijo que fuera el 8 de agosto, –dijo Harry– porque el vuelve el 7 del mismo mes de Japón–.
– ¡Eso es! –gritó Arabella– la marca que tiene Hedwig, es algo en japonés, estoy segura de que significa algo en el idioma de Japón.
Harry sin pensar fue a buscar el diccionario que le regaló Ron, después bajó las escaleras se sentó en una silla y empezó a buscar el signo que tenía Hedwig en el ala.
– No lo encuentro, por ninguna parte –dijo Harry–.
Arabella como estaba enfrente de Harry veía todos los signos al revés.
– Creo que es este –dijo Arabella–.
– No, no lo es –dijo Harry, mirando el signo que dijo Arabella y el de Hedwig–.
– Míralo al revés –dijo Arabella–.
– Tienes razón, es este –dijo Harry– y en español significa…
muerte (del lat. mors, mortis) s. f. 1. Final de la vida 2. Acto de matar 3. Destrucción, fin, desaparición.
– ¡O no! –dijo Harry horrorizado– es el significado de muerte–.
Harry ya sabía que se refería a la carta que le habían mandado, pero no dijo nada.
A la tarde Harry decidió escribirle a Ron con su respuesta:
Querido Ron:
Lamento lo de tu abuelo. Acá la estoy pasando muy bien, no en lo de los muggles sino en la casa de Arabella, ya que los Dursley están de vacaciones e Filipinas y por suerte se quedan hasta el 20 de septiembre.¡ La sorpresa fue que Arabella es una bruja, y animaga, no registrada como hocicos! Ella me regaló una escoba voladora Thunderbolt, ya que es la dueña del negocio de Quidditch que hay en Diagon Alley.¡Estoy ansioso por estrenarla! No te compres la Nimbus 2001, yo te voy a regalar mi Saeta de Fuego. Y a Fred y George me ha dicho que les va a hacer un descuento para que se compren sus escobas. Arabella también me dejó ir a tu casa el 8 de agosto, no me vengan a buscar yo iré para allá.
También algo extraño pasó anoche, cuando yo terminé de leer tu carta, entró Hedwig por la ventana, estrellándose contra el piso, traía una carta de amenaza de que tú, Hermione y yo estamos en peligro mortal. Traía un signo raro, que con el diccionario que tú me regalaste, descubrí que significaba muerte.
Después te cuento más.
Harry
Cuando Harry terminó de escribir la carta, le fue a pedir a Arabella una lechuza.
– Arabella –dijo Harry– ¿tienes una lechuza? Ya que Hedwig esta enferma.
– Si, claro –afirmó Arabella– está en el jardín–.
– ¿Cómo se llama? –preguntó Harry–.
– Es hembra, se –dijo Arabella– llama Faine–.
– Bonito nombre –dijo Harry, viendo una lechuza de color rojizo–.
Harry se puso a acariciar a Faine y le dijo:
– Tendrás que enviar una carta a un amigo en Japón, el se llama Ron–.
La lechuza chilló y Arabella se dio cuenta de que Harry le caía bien a Faine.
Harry le dio la carta para Ron a Faine y se fue volando por la ventana, hasta que no se vio más.
Dos días después, a las cuatro de la mañana Harry se levantó por un ruido muy fuerte.
– ¿Qué pasó? –dijo Harry, levantándose de un susto–.
Miró al costado de su cama y había una carta, miró un poco más a la derecha y vio a Faine tirada en el piso, toda sucia y desmayada.
– Faine –gritó Harry, mientras la miraba– ¿Estás bien?–.
– ¡O no! –gritó Harry– otra vez ese signo–.
En ese momento apareció Arabella , y al ver a Faine puso una cara de horror.
– Alguien te está siguiendo –dijo Arabella a Harry–.
– Tienes razón –afirmó Harry–.
– Me llevaré a Faine a su jaula, –dijo Arabella– tú recoge esa carta–.
Harry alzó la carta y empezó a leerla.
Potter:
El hecho de la muerte
será el 14 de septiembre.
Tú y tus amigos morirán.
Harry se sintió helado, miles de preguntas se le vinieron a la mente. ¿Quién lo estaría siguiendo? Tenía que ser alguien que lo estuviera espiando, para saber que Faine provenía de Harry al igual que Hedwig. Las dos lechuzas habían sido controladas para que trajeran una carta de amenaza. El se puso a pensar y el 14 de septiembre el estaría en Hogwarts, la persona que lo estaba siguiendo, también debía saber que Harry iba a Hogwarts. Es por eso que también atacaría a Ron y Hermione.
Después de pensar Harry descartó la posibilidad de que Voldemort fuera el hombre de las cartas, ya que el no podía atacar a Harry si Dumbledore estaba en Hogwarts.
Harry se dio cuenta que eran las cinco y media de la mañana, entonces apagó la luz y se durmió.