Fascismo en Kosovo: la vergüenza de los albaneses (*)

Por Veton Surroi

El mes pasado una vieja mujer fue golpeada hasta morir en su bañera. Un niño de dos años fue herido y su madre muerta. Dos adolescentes murieron a causa de una granada. Una mujer no se atreve a pronunciar su nombre en público por miedo a que los que han intentado violarla regresen. Todas esas víctimas eran serbias.

Por desgracia, no se trata de incidentes aislados. Muchos serbios que siguen en Kosovo se han encerrado en sus casas, aterrorizados por una atmósfera en la cual cualquier ruido parece ser peligroso y cada vehículo que se detiene puede ser el que os conduzca a la muerte.

También se da el caso de esa pareja ya mayor que no tiene nada que comer y que tiene miedo de salir fuera a buscar alimentos porque saben que notarán que hablan mal el albanés. Sus vecinos albaneses no pueden darles de comer ya que les han pedido "no alimentar a los serbios".

Yo sé lo que sienten los serbios que están en Kosovo, y también los gitanos porque junto con casi cerca de 2 millones de albaneses yo estaba exactamente en la misma situación que ellos hace solamente dos meses y medio. Reconozco su miedo. Supimos por la radio que Belgrado había dado a sus unidades el derecho a matar, incluyendo a mujeres, niños y ancianos. Por consiguiente, cada coche que se detenía representaba un peligro potencial. Cada ruido poco habitual parecía anunciar una muerte inevitable. Al mismo tiempo, no se podía esperar ayuda alguna de parte de nuestros vecinos serbios.

Por eso no puedo disimular mi vergüenza al descubrir que por primera vez en nuestra historia nosotros, los albaneses de Kosovo, también somos capaces de realizar actos tan monstruosos. Quiero manifestarme para decir claramente que nuestro código moral, según el cual las mujeres, los niños y los ancianos no debían ser atacados, ha sido y es violado.

Conozco bien la excusa recurrente, la de que nosotros hemos sufrido una guerra bárbara durante la cual los serbios han sido responsables de los crímenes más odiosos y en la que la intensidad de la violencia ha engendrado un deseo de venganza entre muchos albaneses. Sin embargo, eso no justifica nada.

Los serbios que han ejecutado las órdenes de Belgrado y cometido atrocidades contra los albaneses han huido hace tiempo ya, igual que se han ido los que temían represalias por parte de los padres de los miles de albaneses que están enterrados en fosas comunes. La violencia que se manifiesta hoy más de dos meses después de la llegada de las fuerzas de la OTAN es más que una simple reacción emocional. Se trata de la intimidación organizada y sistemática de todos los serbios simplemente porque son serbios y, por lo tanto, considerados colectivamente responsables de lo que ha pasado en Kosovo.

Esas actitudes son fascistas. Además, es precisamente contra esas mismas actitudes contra las que el pueblo de Kosovo se ha levantado y ha luchado durante los diez últimos años, primero pacíficamente y luego con las armas.

El trato infligido a los serbios de Kosovo deshonra a todos los albaneses de Kosovo y no solamente a los autores de actos violentos. Y es una carga que debemos asumir colectivamente. Va a deshonrarnos y deshonrar nuestros recientes sufrimientos que, hace solamente unos meses, eran difundidos en las pantallas de televisión del mundo entero. Y va a deshonrar también la memoria de las víctimas albanesas de Kosovo: esas mujeres, niños y ancianos que han sido asesinados simplemente debido a su origen étnico.

La comunidad internacional no nos castigará seguramente por no haber sabido defender la multietnicidad en Kosovo. Después de todo, antes incluso de la guerra, el número de no albaneses presentes en Kosovo era igual al de los no eslovenos en Eslovenia. A pesar de ello, hoy nadie habla de una Eslovenia multiétnica. Sin embargo, después de haber sido las víctimas de las peores persecuciones de este fin de siglo en Europa, estamos convirtiéndonos nosotros mismos en perseguidores y hemos permitido que reaparezca el espectro del fascismo.

Aquéllos que piensan que la violencia acabará cuando el último serbio haya sido expulsado se están haciendo falsas ilusiones. La violencia será entonces simplemente dirigida contra otros albaneses. ¿Es realmente por eso por lo que hemos luchado?

(*) Publicado en Le Courrier des Balkans el 25 de agosto y reproducido en Il Manifesto del 28 de agosto y Le Monde del 29 de agosto.

Nota sobre el autor del artículo: Veton Surroi, editor del diario de Pristina Koha Ditore, en el cual ha aparecido una versión de este artículo, formó parte como independiente de la delegación albano-kosovar en las negociaciones de Rambouillet y fue uno de los firmantes del acuerdo. Durante los bombardeos sobre Yugoslavia permaneció escondido en Pristina ("No podía dejar que otros sufrieran las consecuencias de aquella firma", dijo luego). Hoy forma parte, siempre como independiente, del Consejo de Transición en Kosovo.


Jordi Ros

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