Oh, en nigún espejo
me veo, que no sea en
tu rostro; tú, el sueño del que no despierto.
Sí, tu voz tiene el timbre de los metales
dúctiles,
y la dulzura de los enjambres, y la luminosidad
de los fanales; Diva, el Cielo te ciñe sus laureles
y la Luz desnuda su vaina y te corona su deidad.
¡Te entregas a conocerte,
tanteándote en tu ser!
Rajas el cristal del Sueño y trasciendes tu Ente;
tuyo es el espejo virtual en el que ensayas tu padecer,
¡y tuyo el fulgor que relampaguea en mi frente!
Tú eres eso posible que da un
paso y no se pisa.
Tu voz madura en el silencio, se desgaja con las
lluvias; oh, la rosa se es en tu mano muy a guisa.
¡Toda vida es de tu porte,
toda vez en la tuya se
es; rígido ritual es serte, a tu sueño lo desvelas;
dices cuándo la Muerte hará en ti su transvase!
Marco Guerrero Caballero
maranguec@hotmail.com