Sentado en la vereda de la calle 7 de Enero,
me aferro al destierro del olvido,
de esa mi infancia que acaba en el tiempo,
pretexto que obliga virar hacia arriba,
sin dejar de lado tanto recuerdo
sin duda lugares me aflojan venida
de las cosas que hacía junto a los míos,
mas la Quinta Chonate con su bella ramada,
fue el terreno en el cual hicimos los nidos
la acequia Pulén frente a su
acceso,
a veces cargada, y a veces sin agua,
recibía a los que llegaban con tanto esmero,
cruzando el puente viejo con mucha fragua
olores a flores por toda la
entrada,
estefanotes blancos y floripondios rojos
adornan fachadas y cubren enramadas,
haciendo de ésta, tambo de nuestros antojos
la gruta que en ella imponente
yacía,
próxima al pozo, el mamey y los ciruelos,
los chiscos prendidos en sus ramas había,
cantando y chiflando mensajes a los cielos
el trompo, las bolitas y la
quinela divertían,
eran torneos mundiales de muchas partidas,
pero nada de eso en comparación habían,
con el ampay me salvo de las escondidas
por la Quinta Chonata habitan
los gritos,
de aquellos que saben de lo que digo,
suspiran al viento buscando alientos,
o vuelan en alto soñando consigo
la veo pequeña sabiendo que
era,
robusta y fecunda con linda pradera,
el tiempo y la vida le han hecho perderla;
prefiero por ello sentarme a lo lejos,
y cerrando los ojos...pensar lo que fuera.
Julio Fernández Bartolomé
jfbsican@hotmail.com