I
Alguna vez te dije Choly, que los pueblos
se estremecen como piernas,
que en los campos el alfalfa crece
tarde
y el trigal se decolora tiernamente;
que los seres animales lamen
trozos de madera.
Es que muchas veces hermana,
la lluvia solo alcanza a caer
en nuestros ojos.
II
Apresúrate, deberás
alcanzarme tu sandalia y mi cigarro,
sabes bien que he de enterrarlos
por un tiempo bajo estas piedras.
He de contarte mientras tanto
otras cosas que olvidé al
amanecer.
Después de todo volveremos
nuevamente
a donde hoy escondemos
tu sandalia y mi cigarro:
Mira quédate mirando aquel
árbol,
compara su altura con la altura
de mi rostro,
recórrelo con tus labios
y procura extraerle su color;
si lo logras ya te habré
narrado
la historia de papá.
III
Nuestro padre
era dueño de un martillo
y con eso
mataba su locura
No sabía en que momento el llanto
hacía surcos en su rostro.
Temía que más tarde
el aroma vegetal
de nuestra mesa quebrada
se esfumara,
tal vez por eso
tenga este poema
un raro olor
a viruta.