El crédito a las pequeñas y medianas empresas en el Uruguay
 
CARLOS LUPPI *
 
Vale la pena reiterar que, a nuestro juicio, en las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) radica la principal esperanza de la economía nacional. El crédito de las instituciones financieras es el gran motor de desarrollo de las naciones y las empresas. En el caso de las PyMEs, su importancia es todavía mayor.

Todos sabemos que hoy en Uruguay, por motivos que no corresponde analizar aquí, el crédito ha alcanzado un alarmante grado de enlentecimiento. Y que, como ha afirmado el doctor Ramón Díaz, “sin crédito no hay reactivación”. Debemos, pues, abocarnos a estimular el crédito a las PyMEs formulando algunas consideraciones imprescindibles. Primero, existen afortunadamente en Uruguay instituciones públicas y privadas que otorgan crédito diferencial a las PyMEs. Nuestra principal institución financiera, el BROU, la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND), la mayor parte de la banca privada –clásica y cooperativa– y algunas ONG como Fundasol, IPRU y Fuamm, lo vienen haciendo.
 
La segunda consideración es que, si bien el crédito constituye la principal forma de expansión, un crédito mal otorgado –por el motivo que sea, y hay muchos, que van desde el mero error al amiguismo– puede llevar al fin del emprendimiento, el patrimonio, la familia y aun de la vida del empresario. Acaso en ninguna otra área se deba proceder con mayor cautela y rigor. La tercera consideración es que nuestro sistema financiero –y esto puede ser objeto de una profunda reflexión– padece de rigideces que tornan a veces muy difícil la canalización de créditos adecuados a PyMEs. Uno de los principales problemas radica en la exigencia de garantías a proyectos viables cuyos emprendedores no las tienen en grado suficiente.
 
Una de las soluciones a tan difícil problema está en la implementación de Sociedades de Garantías Recíprocas (SGR), instrumento que ha sido desarrollado con éxito en Europa y que en Uruguay está vigente desde la Ley de Urgente Consideración del 29 de junio de 2000. La Dinapyme ha venido trabajando sostenidamente en el estudio, normatización e implementación de las SGR. La normativa y su concepto son claros: un grupo de empresarios constituye una sociedad cuyo objeto principal es garantizar los respectivos créditos. Nace así un concepto superior de corresponsabilidad, eficiencia empresarial y solidaridad. Dichas sociedades tienen claramente establecidos parámetros de funcionamiento y límite de las operaciones a avalar, lo que es objeto de control permanente por los propios empresarios, principales interesados en la marcha y salud financiera de la sociedad.
 
Las instituciones financieras, que en su mayoría son en Uruguay muy reticentes, deben comprender en toda su dimensión que en las PyMEs –que son las que siempre pagan, las que no se van, las que no tienen acceso a lobbies– radica una gran posibilidad de negocios para ambas partes. Las SGR constituyen un instrumento para poder hacer efectivo este círculo virtuoso que aumente la producción, la exportación y la calidad de vida de los uruguayos.
 
Estas sociedades constituyen un ejemplo cabal de cómo las formas asociativas –entre las que también se destacan los Consorcios de Exportación– potencian las posibilidades de desarrollo. La misión del Estado es estar al servicio de la iniciativa privada como motor de creación de riqueza y mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad. Digámoslo otra vez: en las PyMEs radica la gran esperanza económica de Uruguay.
 

(*) Director de la Dirección Nacional de Artesanías, Pequeñas y Medianas Empresas
 
 
(Dinapyme)

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