Un aplauso fuera de lo común

    Existe una maravillosa historia acerca de Jimmy Durante, uno de los animadores de espectáculos más reconocidos por varias generaciones. En una oportunidad se le pidió que formara parte de un show para los ve­teranos de la Segunda Guerra Mundial, pero como tenía demasiados compromisos, contestó que sólo disponía de algunos minutos para realizar un monólogo, y que des­pués debía retirarse para cumplir con otras obligaciones. Jimmy estaba de acuerdo en participar siempre y cuando aceptaran su condición. Por supuesto, el director del espectáculo aceptó la propuesta con alegría.

Cuando Jimmy subió al escenario sucedió algo muy notable. Finalizado su breve monólogo, permaneció frente a la audiencia. Si bien no era lo que se había pactado en un principio, a medida que los aplausos crecían Jimmy alargaba su actuación. Así transcurrieron varios minutos, quince, veinte y después treinta, momento en que, tras recibir la última ovación, bajó del escenario. Una vez tenninada su actuación, alguien le preguntó:

—Pensé que su monólogo duraría apenas unos minutos. ¿Por qué se quedó más tiempo?

—Sí, en realidad tenía que retirarme, pero le diré por qué no lo hice. Si observa la primera fila, lo comprenderá

—respondió Durante.

 

 

Allí había dos veteranos de guerra. A ambos les faltaba un brazo, uno de ellos había perdido el brazo derecho y el otro, el izquierdo. Pero, juntos, me brin­daron el aplauso más fervoroso y entusiasta de la noche.

                                Tim Hansel


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