La lengua auxiliar internacional

Suzette Haden Elgin


Extraído de: ¿Qué es la lingüística?. Editorial Gredos, Biblioteca Románica Hispánica: Manuales, nº 42. Madrid 1977. pp 125-128.

Versión castellana por Aimée Guyot y Manuel Fernández Vázquez del original de 1973 What is Linguistics?.

Capítulo VI: Sociolingüística.


Todo el mundo ha estado siempre de acuerdo en que sería estupendo si hubiese una lengua internacional que todos hablasen. No parece haber ninguna discusión sobre la validez de esta idea en abstracto. Basta con considerar los gastos y las complicaciones sin límites de los aparatos que sirven para la traducción y la interpretación en las Naciones Unidas para ver un ejemplo clave de la insuficiencia del panorama lingüístico actual.

Sin embargo, la unanimidad desaparece cuando se trata de ponerse de acuerdo realmente sobre esta lengua. Una lengua auxiliar internacional sería una lingua franca para el mundo entero, y como tal una inmensa ventaja para el género humano, pero ¿qué lengua utilizar? Si habláis inglés posiblemente digáis «El inglés desde luego», pero un minuto de reflexión os mostrará que si fueseis chinos, escogeríais el chino; si rusos, el ruso, etc., siendo los egos humanos lo que son.

Para intentar solucionar este problema, se han propuesto muchas lnguas artificiales. Una de estas primeras lenguas fabricadas fue la propuesta por el obispo John Wilkins en 1688, lengua basada, decía, sobre símbolos matemáticos y principios cientíticos. Su esfuerzo ha sido seguido desde entonces por varios cientos de otros proyectos rivales. Vamos a examinar el más conocido quizá, la lengua llamada esperanto.

El esperanto fue inventado por el Dr. Ludwig Zamenhof, de Polonia. Estimaciones del número actual de hablantes de esperanto van desde un mínimo de varios cientos de miles en adelante. Existe una sede social del esperanto —la Asociación Universal del Esperanto en Rotterdam—, con asociaciones de miembros en 83 países. Hay actualmente más de 30.000 libros disponibles en esperanto, de los que muchos son obras originales en la lengua y no traducciones. En cierto número de países (por ejemplo Austria, Italia y los Países Bajos), se enseña el esperanto en las escuelas como lengua extranjera sobre una base similar a la de cualquier otra. Ha sido muy popular en Japón y China, y hasta en los Estados Unidos, donde ha tenido menos éxito, existe una Asociación esperantista importante y muy activa.

El esperanto tiene sólo un puñado de reglas gramaticales. El orden de las palabras es prácticamente libre. Después de un tiempo tan reducido como dos horas de enseñanza, los adultos son capaces de empezar a emplear el esperanto con un grado de facilidad asombroso, y niños que han tenido media docena de lecciones pueden empezar a escribirse con niños de otros países que lo emplean.

Dadas todas estas ventajas, ¿qué impide a los pueblos del mundo adoptar unánimente el esperanto como lengua internacional? Observad el representativo ejemplo siguiente (sacado de El Afriko, un libro en esperanto) veréis en seguida cuál es el problema.

Como podéis ver, aunque el esperanto se propone como internacional se basa casi por completo en las lenguas indoeuropeas. Su vocabulario está muy bien si sois francés, alemán, español, americano y hasta ruso o griego, al estar todas estas lenguas representadas entre los elementos léxicos del esperanto, pero ¿qué pasa si sois hablantes de Cherokee, swahili, tibetano o samoano? Para vosotros el esperanto seguirá siendo la lengua extranjera de un grupo social y político dominante.

Cuál será exactamente la suerte del esperanto, es difícil decirlo. Por ahora está registrando un aumento de popularidad lento pero regular. Es interesante notar que hay actualmente cierto número de personas que hablaron el esperanto como primera lengua. Esto ha ocurrido en casos en que un miembro de un matrimonio hablaba japonés, y el otro francés, siendo el esperanto la única lengua común en casa. Estos hablantes se llaman esperantistas denaska (de nacimiento).

Los sociolingüistas no han dirigido hasta ahora su plena atención hacia el esperanto o cualquiera de las otras lenguas internacionales propuestas. Cuando lo hagan, será posible examinar análisis lingüísticos de estas lenguas y estudiar comunicaciones acerca de su posible impacto en países donde se emplean ampliamente.


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