Lamento de un cazador
De camino a mi destino final me pregunto una y mil veces como pude caer hasta esto, Mi posición era más que privilegiada, en la casa donde servía desde mi nacimiento incluso, como sirviera mi padre, y el padre de su padre...

¿Cómo me convertí en un cazador?, creo que es el instinto, y lo traigo desde que pude valerme por mi mismo, esto satisfacía a los señores de la gran casa, mi perverso e instintivo método de trabajo tampoco les asustaba mucho, pues a mi modo de ver les convenía que los cuerpos desaparecieran como yo los desaparecía, debo confesar, que devoraba crudas a mis víctimas, lo que me tenía siempre en busca de intrusos, pues mi trabajo era deshacerme de estos, no sé que se guardaba en la gran casa, que intrusos no faltaban.

Mis servicios eran siempre bien recompensados, tenía un techo, y la comida que quisiera, no siempre la suficiente, tal vez los señores pensaban que teniéndome siempre con hambre sería más implacable con los intrusos, todo era perfecto hasta que cayó aquella prisionera...

Curiosamente fueron los señores los que la capturaron, y la pusieron en lo alto en una gran celda, ella era rubia, de cabello extraño, pero muy terso, bastante diferente a la cabellera parda e hirsuta de los usuales intrusos, ignoraba por qué se le había perdonado la vida, a veces le daba por cantar, y esto satisfacía a mis patrones, tal vez estaba luchando por un poco de clemencia, o un perdón, pero su voz, agradable al principio, se fue tornando tan molesta como su presencia...

Esa era la noche propicia para dar muerte a la prisionera, no estaban los señores, y contando con su confianza tuve acceso a donde pendía su celda, llegué a ella de un salto, ya nada me detendría de probar esa carne fresca, tan distinta en apariencia a la de mis anteriores víctimas, recuerdo su rostro de terror y contrariedad, finalmente nada pudo contra mi entrenamiento de toda la vida, probé su carne un tanto suave, y con un sabor efectivamente distinto, mi boca chorreaba sangre cuando la señora descubrió mis actos, y esa vez no se me felicitó, años de servicio se olvidaron y mi condena fue de muerte, todo por una debilidad en ese horrible hábito, que ellos sabían tenía y consintieron hasta ese momento...

Ahora, de camino a mi destino final, me pregunto si todo mi esfuerzo por esa carne blanca valió la pena...
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