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Marketing de relaciones. Cómo retener a los mejores clientes
por Richard G. Barlow
Richard G. Barlow es fundador y presidente
de Frequency Marketing Inc., agencia de marketing especializada en el desarrollo
e implementación de programas de marketing destinados a mejorar
la retención de los clientes y aumentar la participación
en el mercado. Es también editor de Colloquy, publicación
trimestral sobre marketing de relaciones producida por Frequency Marketing
Inc.
El marketing de relaciones, también conocido
como marketing de lealtad y marketing hacia el cliente, se refiere a aquella
categoría de las estrategias de marketing que tienen como principales
objetivos la retención de los actuales clientes más valiosos
y el aumento de las compras por parte de los clientes con el transcurso
del tiempo. Las estrategias utilizan una amplia variedad de ofrecimientos
con valor agregado destinados a comprometer a los clientes deseados en
una relación activa y sostenible con el sponsor. Estas estrategias,
habitualmente caracterizadas por comunicaciones interactivas, sistemáticas
y alimentadas por base de datos entre el cliente y el sponsor, generalmente
recurren al correo directo y al acceso al servicio telefónico sin
cargo. Una de las definiciones comúnmente aceptadas de marketing
de relaciones refleja estas características:
Identificar, mantener y aumentar el rendimiento proveniente
de los Mejores Clientes, a través de relaciones interactivas y de
largo plazo con valor agregado.1
Los ejemplos del marketing de relaciones incluyen
una amplia variedad de programas de marketing, que van desde aquellos destinados
al viajero frecuente o al huésped frecuente característicos
de las agencias de viajes hasta los programas destinados al cliente preferencial
que utilizan los negocios minoristas.
Orígenes del marketing
de relaciones
Aunque el origen del término “marketing de
relaciones” (frequency marketing en idioma inglés) deriva de los
programas de viajero frecuente de comienzos de 1981, los orígenes
de este enfoque orientado a la lealtad se remontan a los programas de sellos
de premios que florecieron en las décadas de los 50 y 60 y a las
primeras promociones de marketing tales como los diversos clubes Ovaltine
para niños que utilizaban los medios existentes –radio, televisión
y correo directo– para forjar relaciones progresivas con los clientes.
Sin embargo, a partir de la expansión de la economía de Estados
Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a proliferar
otras opciones de medios masivos que ofrecieron un mayor alcance a la publicidad.
El entorno del mercado masivo emergente estuvo dominado por una preocupación
por adquirir clientes.
La desaceleración económica de Estados
Unidos durante las décadas de los 70 y 80 y los avances tecnológicos
en las telecomunicaciones y el procesamiento de datos crearon nuevas oportunidades
para comunicarse con los clientes individualmente. En ese momento, los
especialistas en marketing comenzaron a reconsiderar el potencial para
aumentar las ventas a través de programas destinados a los actuales
clientes y no a los nuevos. En ciertas industrias, hubo un estancamiento
o una caída de la demanda. Al mismo tiempo, al intensificarse el
enfoque en la calidad, los consumidores comenzaron a percibir las marcas
como muy similares en muchas categorías. Como resultado, se desató
una competencia feroz a partir de la cual la retención y participación
del cliente emergieron como prioridades máximas.
Los programas para el
viajero frecuente
En mayo de 1981, el lanzamiento de los programas
para el viajero frecuente demostró que estas tendencias habían
pasado a la acción. American Airlines adoptó la posición
de vanguardia con su famoso programa American AAdvantaje®. La desregulación
de la industria aérea había abierto previamente el camino
hacia nuevas oportunidades para que las líneas aéreas pudieran
competir por el crecimiento. Al mismo tiempo, el agente de viajes comenzó
a percibir el viaje en avión como un producto básico. Hacia
fines de la década de los 70, American Airlines y otras empresas
ya habían comenzado a probar programas formalizados que recurrían
al reconocimiento y a las comunicaciones para cultivar la relación
con sus clientes de alto valor. El programa AAdvantage, por ejemplo, surgió
de un esfuerzo anterior, el VIT (Very Important Traveler), a través
del cual American había identificado aproximadamente 250.000 viajeros
frecuentes, a los que les había ofrecido reconocimiento y tratamiento
especial.
Sin embargo, rastrear los datos de esta actividad
fue una tarea difícil hasta que la base de datos del sistema computarizado
de reservas de American, denominado SABRE, brindó una manera simple
y precisa de rastrear las millas (es decir, la distancia aérea precisa
que cada uno de los viajantes cubrió a través de American)
y limitar la responsabilidad por medio de controles de capacidad (es decir,
la cantidad de asientos gratis, “de premio”, de los que se disponía
en cada vuelo). Este avance tecnológico permitió a las líneas
aéreas pasar del reconocimiento a la recompensa, ofreciendo viajes
gratis o con descuentos y un tratamiento especial a los clientes más
valiosos.2
En el transcurso de una semana, United Airlines logró
igualar a American cuando anunció su programa para el viajero frecuente,
Mileage Plus®, y muy pronto las restantes compañías copiaron
a las líderes. Para 1992, la cantidad de miembros de estos programas
líderes para el viajero frecuente había crecido a más
de 15 millones de pasajeros cada uno y continuaban creciendo a razón
de 200.000 nuevos viajeros netos todos los meses. Los ejecutivos de marketing
de las principales líneas aéreas confirman que, una vez realizadas
las inversiones iniciales en el sistema, los programas para el viajero
frecuente resultaron sumamente eficaces en cuanto al costo y reemplazaron
a las estrategias a través de los medios masivos, mucho más
costosas y menos eficaces, para llegar a sus clientes.
Utilizando los antecedentes de viajes de los miembros
del programa, las líneas aéreas pueden enviar mensajes de
marketing personalizados por correo para anunciar nuevas rutas, promocionar
los viajes en temporada baja u ofrecer precios competitivos y bonificaciones
para quienes quieran convertirse en viajeros frecuentes, con la intención
de proteger así su base de clientes. Hacia 1983, los hoteles y las
empresas para alquiler de autos comenzaron a seguir el ejemplo de las líneas
aéreas, invitando a sus clientes valiosos a participar de sus programas
de recompensas y tratamiento especial, basados en las compras previas rastreadas
por medio de sistemas computarizados.
Programas similares en
otros mercados
Otras empresas, especialmente las emisoras de tarjetas
de crédito, los minoristas y las empresas telefónicas de
larga distancia, crearon estrategias de retención del cliente y
de base de clientes, partiendo del reconocimiento especial y servicios
a los clientes especiales y ofreciendo valor agregado a través de
descuentos en los productos y servicios de otras empresas. American Express
asumió el liderazgo con una variedad de servicios innovadores, generalmente
estratificados según el tipo de cliente: la Tarjeta Verde versus
la Tarjeta Dorada versus la Tarjeta de Platino. Se ofreció una garantía
más amplia a todos los “miembros asociados a la tarjeta”. Los titulares
de la Tarjeta Dorada tenían acceso a ubicaciones especiales en obras
de teatro, conciertos y otros eventos. Los titulares de la Tarjeta de Platino
tenían acceso a eventos especialmente destinados a ellos y de los
que sólo ellos podían disfrutar.
Minoristas como Neiman–Marcus (InCircle® y NM
Plus®), Saks Fifth Avenue (Primero Saks) y Sears (El Mejor Cliente
de Sears y el Club de Artesanos), Kmart (Preferred Reader®, a través
de sus cadenas de especialidades como Waldenbooks) y Egghead Software®
(CUE) ofrecen a sus clientes preferenciales descuentos especiales, ventas
privadas, servicios gratuitos, planes de financiación especiales,
atención prioritaria y hasta productos gratuitos, basados en los
patrones de compra de los consumidores. Estos programas de marketing de
relaciones producen un aumento inicial de las ventas porque de ellos participa
un 10% más de clientes, y la investigación ha demostrado
que representan un aumento sostenible de las ventas equivalente a ese porcentaje.
Lo que diferencia al marketing de relaciones del
marketing directo tradicional orientado a las ofertas, de las promociones
de ventas a través de los eventos y de los programas de continuidad
orientados a los premios, es la prioridad puesta en forjar una relación
de largo plazo con los clientes. Al recurrir a las recompensas, el reconocimiento
y el tratamiento especial para incorporar al cliente valioso a un diálogo
progresivo, estos programas buscan “convertir a los clientes en miembros”3,
quienes seguramente colaborarán voluntariamente con la empresa para
desarrollar y continuar el proceso de marketing. Una vez establecidas estas
relaciones de colaboración4, los clientes se convierten en “integrantes”,
listos y dispuestos a aportar su tiempo, sus opiniones y un determinado
volumen de compra en favor del sponsor.
Elementos básicos
del marketing de relaciones
Los programas de marketing de relaciones comparten
cinco elementos comunes:
1. Una base de datos para rastrear las actividades
de compras y reunir cualquier otra información sobre el cliente
que resulte pertinente.
2. Un formato o estructura para establecer y mantener
la relación con el cliente.
3. Los beneficios o valor agregado destinados a atraer
al cliente hacia la relación y preservar su compromiso.
4. Las comunicaciones con el cliente, de manera tal
de interactuar con él, enviando y recibiendo información.
5. El análisis progresivo destinado a perfeccionar
el programa según las preferencias del cliente.
La base de datos
Contar con un buen software y con un equipo de procesamiento
de datos económico, compacto y flexible permite a los especialistas
en marketing de relaciones reunir, almacenar y relacionar mucha información
sobre cada uno de los clientes. Para 1993, la mayoría de los programas
de marketing de relaciones todavía utilizaban una parte muy pequeña
de todas las posibilidades de marketing que la aplicación creativa
y agresiva de la tecnología de base de datos ofrece. Pocos se habían
aventurado más allá de la identificación de los clientes
según los volúmenes de compra o a través de datos
transaccionales básicos, tales como los destinos de los viajes o
los pares de ciudades elegidas en el caso del marketing de los viajes,
y las categorías de compras de productos, en el caso de los negocios
minoristas. Sumar a ellos información sobre demografía, estilos
de vida, ciclo de vida e intención de compra podría mejorar
la capacidad del marketing de relaciones para individualizar sus mensajes
de marketing y fortalecer sus relaciones con los clientes.
El formato
Todos los programas de marketing de relaciones requieren
un formato o estructura que permita establecer las relaciones entre el
sponsor y el cliente. El formato más común es una estructura
de puntos (viajero frecuente, huésped frecuente), por medio de la
cual los clientes ganan y acumulan una unidad promocional (millas, puntos,
etc.) que se puede cambiar por viajes, productos, servicios especiales
o privilegios. Otros formatos incluyen estructuras de nivelación
(InCirle de Neiman–Marcus), en las cuales se designan como metas niveles
de volúmenes de compra, cuyo logro da lugar a recompensas o privilegios,
y sistemas simples de miembros (Lector preferencial, El Mejor Cliente de
Sears), con los cuales cada miembro recibe una lista de beneficios que
son precisamente el resultado de ser miembro.
Los beneficios
Los beneficios representan el valor agregado utilizado
para incorporar a los clientes en las relaciones especiales que busca forjar
el especialista en marketing a través de los programas de marketing
de relaciones. No siempre están relacionados con el producto o servicio
del sponsor y pueden clasificarse como “beneficios blandos” o “beneficios
duros”. Los beneficios blandos incluyen el reconocimiento y el tratamiento
especial, tales como las mejoras para el viajero frecuente, colas especiales
para registrarse en un hotel, descuentos especiales, ventas privadas y
servicios gratuitos. Los “beneficios duros” comprenden viajes o productos
gratis, o entretenimientos sin cargo que el sponsor compre o por los cuales,
de no ser por este medio, el cliente tendría personalmente que pagar.
La mayor parte de los trabajos de investigación demuestran que los
beneficios blandos son más eficaces para preservar la lealtad a
través del tiempo, aunque los beneficios duros siempre resultan
necesarios para atraer inicialmente a los clientes.
Las comunicaciones
Los programas de marketing de relaciones más
eficaces mantienen comunicaciones regulares y frecuentes con los clientes,
generalmente a través de una carta o boletín de noticias,
de acceso a los servicios telefónicos gratuitos, y de encuestas,
eventos o contactos personales. En general, el sentido de compromiso y
de participación del cliente en los programas tiene una relación
directa con la cantidad y calidad de las comunicaciones que mantenga con
el sponsor. Las cartas de noticias y la correspondencia que tienen un toque
personal son leídas y bien recibidas. Las encuestas provocan altos
índices de respuesta. Las llamadas telefónicas sin cargo
se incorporan a la información de marketing que ofrecen voluntariamente
los clientes.
El análisis
Es muy fácil medir los programas de marketing
de relaciones a través del impacto preciso y acertado con el que
llegan al cliente individual. Además, proporcionan un mecanismo
de investigación sobre el cliente en tiempo real, capaz de manejar
virtualmente todos los aspectos de la estrategia de marketing y de productos.
Los programas más exitosos incluyen un enfoque sistemático
para el análisis progresivo de los resultados y del feedback del
cliente.
Notas
1. Marca comercial, Frequency Marketing, Inc., Cincinnati,
Ohio, 1993.
2. “A Candid Conversation with Frequent–Flyer Pioneer
Mike Gunn of American Airlines”, Colloquy, 3, Nro. 2 (Frequency Marketing,
Inc., 1992).
3. Rosabeth Moss Kanter, “From the Editor”, Harvard
Business Review (enero–febrero de 1991).
4. Don Peppers y Martha Rogers, Ph.D., The One to
One Future (New York, Currency Doubleday, 1993), páginas 51–94.