(26
Septiembre 2003).-
Punto de Retorno. Humberto
Robles/ Dramaturgo. Rebelde, anárquico e hijo del rave, así se
define este autor que abomina el orgullo gay y pondera el amor a los
amigos
Fotos: Juan Ignacio
Ortega
Reconoce que prefiere los
finales felices. Le gusta que sus personajes brinden, ya resuelto el
conflicto, por la vida y por la alegría. "Todas mis obras son una
puerta luminosa a la esperanza", dice Humberto Robles. "Estoy
convencido de que uno puede mandar a la goma todo lo que le han
dicho y agarrar las riendas de su vida, construirse su propia
felicidad, trabajar por su cuenta en lograr un mundo
mejor".
Rebelde, anárquico e "hijo del
rave" son definiciones que asume el dramaturgo y guionista de 37
años, quien recuerda que su primer contacto con el teatro fue de
niño, cuando acompañaba a su padre, el actor Jorge Humberto Robles,
a los ensayos de sus obras.
"Eran las 6 de la mañana, yo
abría un ojo y pensaba: '¡maravilloso!, esto va a ser mi vida',
luego me volvía a dormir. Quería inventar una realidad trastocada,
dar vuelta a lo que había sucedido, crear un mundo más
bonito".
Aunque sus primeros libretos los
hizo a los 7 años, cuando dedicaba horas a adaptar los episodios
históricos que leía, tardó el doble de tiempo en descubrir que lo
suyo no era la actuación, sino la escritura. "Hice muchas veces el
ridículo, hasta que un día me dije: 'otra vez, ya no'".
Al principio, dice, echó mano de
sus "conectes" para conseguir trabajo como asistente de la
diseñadora de vestuario y el ambientador de las películas Campanas
rojas de Serguei Bondarchuk, y Antonieta, de Carlos Saura,
superproducciones "vacionas" construidas sobre grandes presupuestos
que le permitieron sólo ganar experiencia.
"La mayoría de la gente empieza
en el teatro independiente con el objetivo de hacer televisión o
cine, pero mi proceso ha sido al revés. Después de conocer la
frivolidad de las telenovelas, prefiero aislarme, irme a un espacio
pequeño como el teatro La Capilla, donde como autor puedo plantear
lo que pienso en una obra, a diferencia de lo que sucede en las
telenovelas, que te obligan a llenar toneladas de papel, a estirar
la historia inventando peripecias a cada personaje. En una obra
teatral te enfrentas a lo opuesto, la síntesis, y cuesta
acostumbrarse después de escribir 120 capítulos de puras
babosadas".
Robles escribe actualmente para
Televisa la telenovela Sólo se ama dos veces con la productora Lucy
Orozco, con quien también hizo Gente bien y Ramona. Define su método
de trabajo como empírico, de ping pong, él es un personaje, ella
otro, y así van dialogando.
"Tratamos de divertirnos porque
finalmente vamos a volver a contar lo mismo: el muchacho la quiere,
ella no, siempre sí, no, en fin. Es de flojera porque las empresas
te prohiben tocar ciertos temas; llegan al extremo de que hay una
escena de violación y te piden que sea 'de buen gusto', ¿cómo podría
serlo? Están tan retorcidos que te asusta lo que piensan. Además, no
puedes salirte de la historia trillada, que debe ser
eterna".
¿No hay más que ajustarse a
la disciplina?
No queda de otra. Es un buen
ejercicio de escritura y también de ingenio porque te dedicas a
inventar tarugadas, luego ya no sabes ni qué poner, y como estás
pendiente del rating, es todo el tiempo pensar en a quién matamos o
a quién casamos.
Como productor asociado de
Ramona, dice haber salido desgastado del medio y poco interesado en
metas como la fama, tras ser testigo de las "estrellitas que suben y
se caen".
"La televisión no me interesa
porque no te permite establecer relaciones debido a lo vertiginoso
del medio. No es mi ambiente, es demasiado frívolo; aunque hay
excepciones, los actores sólo piensan en salir en las revistas y dar
autógrafos, ni hablarles de un libro o del periódico. Además, en
general la cultura está mal vista. En Televisa me pasó con muchas
actrices que me decían: 'yo no sé nada, soy una burra, explícame',
como si eso fuera digno de elogio, cuando debería dar
vergüenza".
La escritura y producción de
telenovelas le permitió ganar lo suficiente para comprarse un
departamento en Coyoacán, donde dice ser el más impopular por los
altos decibeles que alcanzan sus fiestas. "Tenerlo me ha dado
tranquilidad. Puedo darme el lujo de hacer mil cosas sin preocuparme
por la renta. Prefiero la miseria, pero contento".
Robles tiene actualmente en
cartelera, en La Capilla de El Hábito, la obra El
ornitorrinco, una
comedia surgida de sus propias experiencias donde plantea que,
trascendida la relación tradicional de pareja, el futuro está en la
diversidad sexual.
"Hay que abrirnos en lugar de
cerrarnos, son demasiados rollos los que tenemos metidos en la
cabeza; es tiempo de decir peace and love y decidir libremente qué
relación de pareja queremos, sin perjudicar al otro. Después de
regarla con tantas parejas es cuando decides no hacer caso de cómo
debe ser una pareja, piensas más bien en cómo quieres tú que sea.
Uno debería construir sus propios códigos de conducta sin que nadie
opine, ni la familia ni los amigos".
¿Crear pequeñas
islas?
Ese es el chiste. Aprender a
vivir así, respetando las decisiones de cada uno. Habría que
destruir el concepto de pareja y reinventarlo, preguntarnos qué
onda, cuáles son nuestras necesidades, e irlo armando de nuevo. El
chiste es salirnos de los cartabones que no sabemos quien inventó,
¿dónde está escrito cómo debe ser un matrimonio?
Parte de estas reflexiones,
dice, surgieron tras romper con su pareja por siete años, el también
dramaturgo y director Felipe Nájera. "Cuando vivíamos juntos,
nuestros amigos gays nos aceptaban muy bien porque estábamos
establecidos, pero en el momento en que cometí una infidelidad,
todos se escandalizaron. Es cuando dices: 'momento, es nuestra vida,
respétenla y punto'".
¿Qué saca en claro sobre el
amor tras observar a sus amigos, a usted mismo?
Que hay demasiada teoría, muchas
reglas aparentes, sobre todo en el matrimonio. Por algo soy
feminista, porque vivimos en un país donde todavía está pendiente el
respeto a la mujer, la no discriminación. Siendo homosexual, el
mundo gay es el que menos me interesa. Cuando las mujeres se juntan
y chismean, cada una es distinta, pero los gays forman un gueto que
comparte las mismas poses, ropa o perfume, incluso todos quieren ir
a Nueva York de vacaciones; cuando voy a un antro me ven como un
bicho raro porque la mayoría de mis amigos son heterosexuales y me
la vivo en fachas. No entiendo conceptos como "el orgullo gay", es
como decir "el orgullo de ser del signo escorpión"; funcionó bien en
una época, para exigir derechos, ser visibles, pero ahora una causa
es que terminen los asesinatos en Ciudad Juárez, no el orgullo gay,
qué me importa.
¿Nunca lo veremos entonces en
las manifestaciones por el orgullo gay?
Alguna vez fui y me divirtió
verme en la tele, pero a estas alturas de mi vida lo máximo para mí
es el arroba (@), el género neutro, qué importa si eres hombre o
mujer, lo que cuenta es la buena vibra.
¿Alguna vez trató de
integrarse al círculo gay pensando que era su espacio
natural?
Lo hice hasta que me di cuenta
de que no encajaba porque, entre otras cosas, hay una gran misoginia
y yo tengo muchas amigas. Pero el mundo gay ahí está, en los antros,
en restaurantes; es un grupo racista, clasista, apolítico y, en
algunos casos, hasta hay panistas.
¿Nunca ha tenido conflictos
con mujeres?
No, hasta he tenido novias y
existe la posibilidad de volver a tenerlas. No me importa el género
sino la persona. Algunos pensarán como yo y otros no, no me interesa
convencer a nadie de nada, pero en mi caso mantengo mi puerta
abierta para que todo el mundo entre y poder crear, estar a gusto y
contentos. El amor de todos modos está ahí, con mis amigos tengo un
romance pleno.
Las mujeres reclaman a los
hombres su falta de compromiso, y ellos les dicen que se quieren
gobernar solas, ¿ha descubierto cómo conciliar ambas
posturas?
Lo que ha pasado con las mujeres
es que no se puede liberar sólo una parte de la sociedad cuando la
otra no reacciona. Creo que tras su liberación, la mujer hasta ha
salido perdiendo, porque ahora cuida la casa, atiende a los hijos y
además gana dinero. Yo no creo en las revoluciones de género, creo
que deben ser de todos, cada uno de la mano exigiendo los mismos
derechos, sólo así se cambian las cosas. Me parece que el hombre, a
diferencia de la mujer, aún no se ha liberado; yo no siento una
división tan marcada entre los géneros, lo principal que nos separa
es la carga cultural.
¿Qué piensa de que muchos
gays escondan aún sus preferencias?
Son los prejuicios de este País,
se sigue alimentando la hipocresía. Tampoco creo que debamos traer
una bandera o besarnos con otro hombre en un restaurante para que
nos respeten, porque se obtiene precisamente lo contrario. Creo en
la revolución personal, ¿qué importa lo que soy si no friego a
nadie?
Robles identifica dos momentos
brutales en su vida: el fallecimiento de su padre, en 1983, que le
obligó a responsabilizarse de su destino, y luego el de su abuela
materna, hace tres años.
Su familia, dice, es un "circo"
del que se separó a los 14 años. "Me fui de mi casa porque nadie me
aguantaba, ni yo a los demás. Viví con amigos, con mi abuela, como
gitano; siempre me ha salvado la simpatía y que soy como hormiguita,
toda la vida ando en friega".
A esa edad, cuando ya sus padres
se habían separado y vuelto a casar, comenzó su "Edipo trascendido"
con su abuela, que reconoce fue su mayor influencia.
Ruso por ascendencia materna,
Robles identificó a través de su abuela esa otra parte de su
identidad, despertándole una fascinación que, a su muerte, trasladó
en parte a su grupo de amigos, los integrantes del movimiento
cultural Techo Blanco, actores como Laura de Ita, Vanessa Bauche,
Gabriel Porras y Juan Ríos, con quienes ha montado las obras Kahlo,
viva la vida, Mujeres de polvo y ahora El ornitorrinco.
"Se trata de apoyar las locuras
de cada uno. No tenemos credencial, así que podemos ser 10 o 40. La
sede es mi casa, que funciona como salón de ensayos, oficina,
restaurante, café internet, lo que se necesite. Creo que ahora
escribo las obras de teatro para estar más tiempo con mis amigos;
obviamente lo hago por necesidad y por gusto, pero también para
estar con la gente que más quiero. Juntos ensayamos, nos vamos de
viaje, comemos, compartimos penas. Es tan bonito que te preguntas
dónde está lo malo, pero es que en estos tres años todo ha ido súper
bien".
Una de las causas que el
movimiento ha hecho suya es el asesinato de mujeres en Ciudad
Juárez. Robles se encarga de la página de la ONG Nuestras Hijas de
Regreso a Casa y escribió Mujeres de polvo para exponer los
hechos.
"No soy mujer ni de Ciudad
Juárez, pero es un caso que me toca por espeluznante y porque está
fuera de toda realidad. También me involucré porque pocos hombres lo
han asumido como una causa. Creo que en Juárez se vive una violencia
irracional, en la que se mezclan narcos, rituales satánicos y
maridos que se pelean con sus mujeres y las matan, porque la muerte
se ha desbordado. A mí me da la impresión de que no están
investigando a fondo, porque se encuentran involucrados ex
Gobernadores, Alcaldes, policías, y prefieren hacerse guajes. Es
sospechoso que durante años no hicieran nada, eso te hace creer que
hay mucho de fondo".
En estos tiempos, dice Robles,
sólo se puede hacer teatro por amor al arte. En el caso de
El ornitorrinco, la producción no
alcanzó para nómina y cada uno de los participantes gana una parte
proporcional de la taquilla.
"Está difícil vivir del teatro y
también ganar una beca del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y
las Artes). En El ornitorrinco consideré poner un
letrero que dijera: 'Esta obra no ha sido apoyada por el FONCA',
pero luego pensé que a quien no le gustara pensaría que con
razón".
Robles afirma que el estigma
Televisa pesa en los círculos del FONCA. "Pasó lo mismo con (el
encuentro) México: Puerta de las Américas. Metimos una solicitud
para Kahlo y no nos la aceptaron, aunque teníamos buenas críticas.
Siempre escogen a los mismos de siempre; no es un secreto que
existen mafias, amiguismo".
¿Se puede pelear contra
eso?
Sólo haciendo tus cosas y
pensando que si estás duro y dale un día te tocará la beca. Yo pedí
al FONCA 50 mil pesos para el montaje y no me los dieron; te da
coraje porque sientes que el dinero no se reparte
equitativamente.
¿Piensa que quienes reciben
las becas las merecen?
Muchas veces sí, pero igual creo
que son los mismos de siempre. También sé que si me la hubieran dado
diría que todo está muy bien, lo típico. Pero también pienso que
quizá debiera agradecer no tenerla, igual no vuelvo a pedir una,
porque así me he dado cuenta que, solo o con ayuda, si quieres
puedes montar una obra.
La apuesta del movimiento,
explica, es continuar haciendo teatro independiente y, a la vuelta
del tiempo, lograr el suficiente dinero y prestigio para concretar
producciones más ambiciosas como la de El maestro y Margarita, obra
basada en la novela de Bulgakov que tiene por ahora guardada en el
cajón.
"Somos un desmadre, pero
levantamos nuestros proyectos. Quizá si dispusiéramos de recursos
nos volveríamos empresarios; entonces, mejor ser trashumantes. Para
mí, el factor humano es lo más importante. Así como en El
ornitorrinco se habla
de la necesidad de repensar la pareja, creo que ha llegado el
momento de hacer lo mismo con la familia. Nuestro movimiento es una
pequeña sociedad, propone una nueva forma de convivir, y habrá que
ver cómo evoluciona. Finalmente, nuestros proyectos sólo nos
interesan a nosotros, que el público vaya es una suerte; lo
importante es vivir el proceso. Todo la gente se pregunta a qué
viene al mundo, pues a nada, sólo a pastar, como las jirafas;
entonces, mejor divertirnos. Yo sé que no voy a ganar el Nobel ni a
ser el mejor dramaturgo, pero sí pienso en hacer las cosas lo mejor
que pueda y en seguir el consejo de mi abuela, ser
feliz". |