Acepto y abrazo firmemente las tradiciones apostólicas y eclesiales, así como todas las demás observancias y constituciones de la misma Iglesia.
Del mismo modo acepto la Sagrada Escritura de acuerdo con aquel sentido que la Santa Madre Iglesia sostuvo y sostiene, ya que es su derecho el juzgar sobre el verdadero sentido e interpretación de las Sagradas Escrituras; no las recibiré e interpretaré sino de acuerdo con el consentimiento unánime de los padres.
Profeso también que hay siete sacramentos de la nueva ley, verdadera y adecuadamente conocidos, instituidos por nuestro Señor Jesucristo y necesarios para la salvación, aunque cada persona no necesita recibirlos todos.
Ellos son: bautismo, confirmación, la Eucaristía, penitencia, última unción, orden y matrimonio; y ellos confieren gracia. De estos, bautismo, confirmación y orden no pueden ser repetidos sin cometer sacrilegio.
Asimismo recibo y acepto los ritos de la Iglesia Católica que han sido recibidos y aprobados en la solemne administración de todos los sacramentos mencionados.
Abrazo y acepto todo y cada una de las partes de lo que fue definido y declarado por el santo Concilio de Trento acerca del pecado original y la justificación. Asimismo
Profeso que en la misa es ofrecido a Dios un verdadero, apropiado y propiciatorio sacrificio por los vivos y muertos; y que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre, junto con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo; y que allí tiene lugar la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo, y de toda la substancia del vino en su sangre, y esta conversión la Iglesia Católica llama transubstanciación.
Confieso que bajo ambas especies solas, Cristo todo y completo y el verdadero sacramento son recibidos.
Sostengo firmemente que existe el purgatorio, y que las almas detenidas allí son ayudadas por los sufragios de los fieles. Asimismo, que los santos reinantes con Cristo deben recibir honor y plegarias, y que ellos ofrecen plegarias a Dios en nuestro beneficio, y que sus reliquias deben ser veneradas.
Resueltamente afirmo que las imágenes de Cristo y la siempre Virgen Madre de Dios, y asimismo aquellas de otros santos, deben ser cuidadas y conservadas, y que se les debe mostrar el honor y la reverencia debidas.
Afirmo que el poder de las indulgencias fue dejado por Cristo en la Iglesia, y que su uso es eminentemente beneficioso para el pueblo cristiano.
Reconozco a la Santa, Católica, Apostólica y Romana Iglesia, madre y maestra de todas las Iglesias.
Asimismo acepto indudablemente y profeso todas aquellas otras cosas que han sido transmitidas, definidas y declaradas por los sagrados cánones y concilios ecuménicos, especialmente el sagrado Trento; de la misma manera también condeno, rechazo y anatematizo cualquier cosa contraria, y cualquier herejía que ha sido condenada, rechazada y anatematizada por la Iglesia.
Esta verdadera fe católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, que ahora libremente profeso y sinceramente sostengo, es la que resueltamente he de mantener y confesar, con la ayuda de Dios, en toda su integridad y pureza hasta mi último aliento, y haré todo lo que pueda para asegurar que los demás hagan lo mismo. Esto es lo que yo, el mismo Pío, prometo, voto y juro. De esta manera me ayuden Dios y sus santos evangelios.